Natalia y el sexo

Natalia y su relación a distancia propician deseos incontrolables que necesita saciar.

Todo comenzó un día de primavera. Mi novio se traslado allá por el mes de septiembre al sur por motivos de trabajo, lo que hacía que nos viéramos muy poco al cabo del mes.

Y aunque estábamos acostumbrados a no vernos por semana, porque vivíamos en ciudades distintas, la distancia de mil kilómetros era diferente. Pese a todo si algo fue a mejor era el sexo, porque acumulábamos el deseo y cuando nos veíamos era la leche. Inventamos nuevas maneras para satisfacernos en la distancia. Alberto me regalo una cámara digital e intercambiábamos fotos a través de Internet. También practicábamos sexo por teléfono, en fin poco a poco y si darnos cuenta nuestra relación se basaba más en el sexo que en el amor.

Aquel día se cumplía ya el mes desde su última visita. Yo me sentía eufórica, necesitaba ya el contacto de piel a piel. Yo sabia que a el le ocurría lo mismo sobre todo desde mi última foto el día anterior, con un camisón rojo y sobre todo accediendo a su deseo de que me rasurara mis partes intimas.

Todo muy bien hasta aquí, pero mi historia no es toda de color de rosa. Con el paso del tiempo yo note como entraba en una espiral muy peligrosa, en la que no estaba segura de si echaba de menos a mi novio o el sexo. Pero aquella duda enseguida se disipo.

Como otros fines de semana habíamos quedado con nuestros amigos del puerto, que aprovechaban también sus cortas visitas para verle. Pero aquel día se torció para mí. La llamada a última hora del viernes de Alberto me advirtió de que no podría venir tampoco ese fin de semana. Y me ocurrió algo que nunca había sentido, una rabia interior que me hizo romper algunos platos. Decidí que al día siguiente me marcharía para casa después de avisar a nuestros amigos.

Tras esa noche, que se torno muy larga sin la presencia de mi novio, el timbre de la puerta me despertó. Mire el reloj de mi mesita eran las nueve de la mañana. Seguramente era Juan su amigo que como siempre lo venía a recoger para ir a pasear por el monte. Me puse una bata, porque aún llevaba puesto el camisón rojo, y baje a abrir la puerta. Estaba en lo cierto, era su amigo. Le hice pasar a la vez que le explicaba lo que me había dicho por teléfono Alberto. Juan puso cara de contrariado, mientras le ofrecía un café. Al levantarme mi bata se abrió y una rápida mirada de Juan le hizo ver mi camisón. Al acercarme a la cocina para calentar el café, note como aquella mirada había reproducido en mí la excitación del día anterior. Mientras preparaba los cafés solo podía pensar en una cosa, en el sexo. Por mi cabeza pasaban rápidamente ideas muy oscuras, en la cuales subyacía el tirarme a Juan .Era un chico moreno de pelo liso delgado pero fibroso y con un trasero que siempre me había gustado. Mientras yo medía los pros y contras, pero enseguida me preguntaba en que estaba pensando. Pero era tarde notaba como mis fluidos humedecían mi rajita.

Volví a la mesa, mi cara estaba totalmente sonrojada y temía que se diera cuenta. Y creo que así fue. Juan decidió marcharse. Pero cuando iba a salir por la puerta lo impedí cerrándola con mi mano. Ya no había marcha atrás. Juan me observo dubitativo pero en pocos segundos se acerco a mí y me beso. Yo le seguí, enseguida sus manos estaban en mi trasero. Me elevo en el aire y yo coloque mis piernas alrededor de su cintura. Se dirigió a las escaleras y subimos a la habitación si dejar por un momento de darnos aquel húmedo beso.

Al legar arriba me separe de el y deje caer mi bata al suelo. Me observo atentamente mientras retrocedía y se apoyaba en el sinfonier. Giro su mirada y vio mi cámara encima. La recogió y la encendió. Yo le deje hacer y eso hizo cambiar por completo su actitud, creo que se dio cuenta de que me dejaría hacer lo que fuese. La primera foto me paralizo, pero rápidamente me metí en el papel y pose para el. Primero y sin quitarme el picardías baje mis braguitas, mientras el con la mano libre de la cámara saco su pene y comenzó a masturbarse. Por un momento me pare a ver su miembro erecto. Luego deje caer primero un tirante y luego el otro deslizándose mi camisón al suelo quedando totalmente desnuda delante de el. Al ver mi pubis rasurado fijo el objetivo en ese sitio e hizo por lo menos diez fotos.

Se acerco a mí y me empujo a la cama, lo que me hizo quedarme sentada. Acerco su pene a mi cara y yo casi al instante comencé a succionar cada centímetro de aquel suculento manjar. El continuaba haciendo fotos mientras yo pasaba mi lengua por su glande. Su cara lo decía todo.

Separo su pene y me dijo que me tumbara en la cama. Se coloco encima de mí de rodillas y fue caminando en esa posición hasta acercar de nuevo su miembro a mi boca. Esta vez acompaño su movimiento con una frase "chupamela zorra" que en un principio no me gusto nada, pero la tuve que admitir. ¿Qué iba a hacer levantarme y marcharme?

Aprovecho su posición para acompañar mi movimiento con su pelvis haciendo que su pene se introdujera casi por completo en mi garganta.

Se separo de nuevo, y se coloco al bode de la cama. Su mano recorrió mi cuerpo desde mi cuello, acariciando levemente mis pechos y pezones, que al instante se pusieron duros. Siguió bajando lentamente su mano hasta llegar a mi rajita, lo que produjo un suspiro. Acariciaba lentamente mi clítoris y miraba hacia mí para observar mis reacciones. Yo apenas podía mantener la boca cerrada y los ojos abiertos. El seguía haciendo su trabajo con gran maestría. Mi excitación era tal, que notaba el olor de mi sexo húmedo por las circunstancias. Lo mejor era que no tenía ningún tipo de remordimiento, solo deseo por desatar mis instintos.

En un determinado momento Juan paro su movimiento y separo mis labios vaginales, colabore con mi mano derecha, penando en que me daría placer con su lengua. Lo siguiente que note, pese a mantenerme con los ojos cerrados, fue el flash de la cámara.

Yo no me contuve más y agarre su cabeza con mi mano y la acerque a mi sexo. Por primera vez dejo la cámara aun lado y se centro en mí. Su lengua jugueteaba con mi clítoris produciendo profundos suspiros de placer. Tenía un buen dominio de su lengua, de vez en cuando hacía fuerza con la misma en la entrada de mi rajita introduciendo su punta en mi sexo. Alargo su mano recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi boca. Introdujo dos dedos en ella y por un momento dejo sus trabajos orales para observar mi reacción. Esta no fue otra que lamerlos lascivamente. Bajo de nuevo su cara y siguió dándome placer con su experta. Sus dedos húmedos se acercaron a la entrada de mi rajita y se introdujeron por completo en ella. Fue entonces cuando acelero sus trabajos bucales y manuales. Su lengua acariciaba mi clítoris y sus dedos entraban y salían de mi sexo y yo no pude más correrme y gemir. El siguió hasta que mis convulsiones se frenaron. Mi cara estaba totalmente sonrojada y mis pezones totalmente erectos. D mi boca solo pudo salir una palabra, ¡métemela! Aquel termino soez término por responder a mis preguntas acerca de mi relación con Alberto y el sexo.

Me pidió que me pusiera a cuatro patas. Lo hice rápidamente pues necesitaba imperiosamente sentir su miembro dentro de mí. Juan se acerco y yo, que no podía esperar más acompañe su glande hasta mi rajita. Fue entonces cuando el con un empujón seco me introdujo su pene hasta lo más profundo de mi sexo. Sin duda su miembro era mayor que el de Alberto pues me notaba más llena. No podía parar de gemir. Su glande no hacía más que rozar mi punto G. Mis pechos se movía con un gran frenesí. Lo que hizo a Juan alargar su mano y apretármelos. El seguía penetrándome mientras su pecho reposaba en mi espalda. Sus manos en mis pechos se entretenían rozando mis pezones. Esto termino de colmar mis sensaciones y produjo en mí un nuevo orgasmo. Al notarlo elevo de nuevo su espalda y acentuó el ritmo de sus penetraciones. Por un momento me quede sin fuerzas, mareada. Me temblaban las piernas de tal forma que apenas podía mantenerme en aquella posición. Notaba tras de mi nuevos flashes, pero yo estaba como en otro mundo.

Volví en mí al notar como uno de sus dedos acariciaba mi ano. En otro momento hubiera rechazado cualquier juego con mi parte trasera, pero el buen hacer de Juan me hacía confiar en el. Saco su pene y acerco su boca a mi culo. Comenzó a lametear mi ano. Nunca me habían hecho eso lo que me producía una doble sensación, como de incertidumbre y gozo a la vez. Su trabajo con la lengua lo acompaño de sus dedos y note como su dedo índice sobrepasaba mi esfínter. Enseguida se fue animando y otro de sus dedos se introdujo en mí. Fue entonces cuando comenzaron otra vez mis suspiros. No sabía exactamente lo que me estaba haciendo pero, a pesar de la sensación de resquemor, me gustaba. Al ver mi reacción se coloco pegado a mí y acerco su pene a mi culo. Comenzó a hacer fuerza, pero le costaba trabajo traspasar mi esfínter virgen aún. Yo sentía un dolor enorme, como si te rajasen por dentro. Mis venas palpitaban en mi cuello e incluso derrame alguno lagrima. Por fin aquel robusto miembro se introdujo por completo en mí. Con dificultades comenzó a meterlo y sacarlo ante mis gemidos, esta vez más de dolor que de placer. Poco a poco el dolor se fue mitigando, pero aquel resquemor se mantenía. Su pene se introducía cada vez más rápido. Notaba sus testículos golpearme entre medias de mi culo y mi rajita. Aquel golpeteo me excitaba profundamente. Su ritmo era infernal, mi dolor había vuelto pero esta vez venía acompañado también de placer.

Su respiración se entrecortaba lo que me hizo suponer que se iba a correr. Yo también estaba a punto. Pero al notar su semen viscoso y caliente fluir dentro de mi cuerpo hizo que yo también me corriera.

Los dos nos tumbamos en la cama totalmente deshecha, en la que apenas se mantenía la sábana interior. Gire mi cabeza, el reloj marcaba las once y veinte, había sido todo un maratón pero a mi se me paso muy rápido. Juan se vistió y se fue. Yo recogí las sabanas, manchadas de sangre y semen y las metí en la lavadora.

Tras recoger todo me pare a observar la cámara y en un principio decidí borrar las fotos, pero antes quise darles un vistazo. Tras hacerlo preferí guardarlas. Esa semana no se porque se las mande a Juan por e-mail. quizás por agradecimiento .

Con respecto a Alberto me d.C. cuenta de dos cosas la primera que no solo le echaba de menos por el sexo. Y la segunda que nunca más esperaría para satisfacer mis necesidades.