Natalia y Blas (parte 2)

Marcos comienza a tener dudas ante un armario lleno de mujer. Su pasado y el de Blas se revela.

En el armario había un pijama bastante unisex como para pasar la noche sin ninguna incomodidad.

Había visto toda la ropa de Marta. Tenía ganas de probármela pero decidí aguantar la tentación.

Desde que dejé de ir a las fiestas de disfraces nunca me había vuelto a vestir con ropa de mujer, pese a ello lo había recordado e imaginado muchas veces.

¿Cómo había sido siendo más mayor? ¿Qué ropa habría llevado? ¿Cómo me vería? ¿Seguía quedándome mejor la ropa de mujer que la de hombre?

Ese armario era una tentación que regresaba tras muchos años.

Había odiado a Blas por hacerme vestir como una mujer y resulta que lo hacía porque creía que me gustaba.

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Fue mi última fiesta. El boom de El Señor de los Anillos había comenzado. Blas era Aragorn y yo era Arwen.

Recuerdo a Clara ayudándome a parecer una mujer elfo poniendo todo su empeño en ello. Ya estaba enferma pero sólo lo sabía mi padre.

Me maquilló con mucho cuidado, se encargó de hacer que mi cuerpo fuese lo más femenino posible y me puso un pecho acorde al personaje que interpretaba.

-Estás preciosa -me dijo Clara con una sonrisa que en aquel momento no pude entender.

Me miré en el espejo. No parecía yo. No había nada de mí. Veía a una preciosa adolescente confusa, pero había rastro del joven que se suponía que era yo.

Posé frente al espejo en distintas posiciones, distintos ángulos. Clara que me hizo fotos que de vez en cuando seguía mirando, con alegría, excitación, vergüenza y amargura.

Blas se quedó alucinado cuando me vio. No se creía que aquella mujer elfo era yo.

Aquella fue la última vez que me vestí como una mujer.

Después de lo que pasó no me atreví a más.

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Me desperté tras soñar con todas y cada una de las fiestas de disfraces a las que había acudido vestido como una mujer.

Al despertarme y verme en el espejo tuve que aguantar un grito.

Recordé que en mitad de la noche me desperté y me puse un camisón que quedaba por encima de la rodilla. Estaba ridículo.

Decidí vestirme con la ropa más unisex que había en el armario y me puse unas bragas rosas similares a las negras que llevaba.

Salí a la cocina donde Blas había preparado el desayuno. Me senté sin decir nada.

No habló hasta que los dos terminamos de desayunar.

-Tengo que salir fuera. Puedo ir a por algo de ropa para ti. No debe ser cómodo llevar bragas.

-¿Qué te hace suponer que las llevo?

-Con esos pantalones o las llevas o se nota todo. Recuerdo a Marta con esa ropa.

-Aunque no lo creas es cómodo -respondí sin saber por qué. -Me vendrían mejor unas zapatillas para andar por casas.

-¿No hay calzado de tu talla en el armario? -preguntó Blas de forma socarrona.

-Solo los tacones -respondí con una sonrisa.

-Te traeré unas zapatillas. Aunque tienes que hacer algo por mí.

-¿Qué quieres que haga? -respondí con una extraña mezcla de curiosidad y temor.

-Ponte los tacones.

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Me había llegado la pubertad casi dos años después que a Blas.

Iba a disfrazarme de Bridget Jones.

Clara me ayudaba como siempre que me vestía de mujer.

Seguía siendo el niño gordito de siempre. Me preguntaba cuándo tendría un pene tan grande como el de Blas. Por aquella época no sabía que cada uno crece de una forma.

Clara traía unas medias, una falda y una blusa como las de Bridget Jones, aunque el punto fuerte eran las enormes bragas que llevaba en una de sus escenas más famosas. También un sujetador enorme para unos pechos falsos.

-No hace falta que te pongas las bragas sin nada, puedes llevar el calzoncillo debajo -dijo Clara con su acostumbrada dulzura. -Aunque seguro que vas más cómodo sólo con las bragas.

No respondí. Me quité los pantalones y los calzoncillos. Escondí mi pene entre las piernas antes de que Clara pudiese verlo. No quería que lo comparase con el de su hijo.

Ella observó mi gesto y me sonrió con cariño, después de me dio un beso en la mejilla.

Me puse las bragas y me ayudó a ponerme las medias y la falda.

Después me quité la parte de arriba y Clara se me quedó mirando. La pubertad y un ligero sobrepeso no eran una buena combinación.

-Menudas tetitas te están saliendo -dijo con dulzura. -Si quieres hablar de ello, o incluso que te lleve de compras dímelo.

Me lo tomé como un insulto y estuve muchos años enfadado en secreto con Clara. Fue tiempo después cuando me dijo quería ser amable conmigo, deseaba que me sincerase con ella porque creía que con mi pene entre las piernas y mis pequeños pechos yo quería ser una mujer.

Aquel día la visión que ella tenía sobre mí mismo me afectó, aunque aquello fue mucho después

Creía que eso se había marchado hacía mucho tiempo.

Había vuelto.

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Estaba solo en casa. Era ahora o nunca.

Me probé algunas bragas, sujetadores, vestidos, faldas y blusas.

No sabía qué pensar de mí mismo. Estaba excitado. Me veía y quería ver a otra persona.

Quería ser Lisa. Jazmín. Bella. Romi. Bridget Jones. Arwen.

Quería ser otra persona. Quería ser una mujer.

Aún tenía aquellas pequeñas tetas que Clara había alabado años atrás y que quedaban tan bien en aquellos sujetadores.

-¡Ya estoy en casa!

Blas había llegado mucho antes de lo que esperaba. O se me había pasado el tiempo muy rápido.

-¿Estás aquí Marcos? ¿Estás bien?

-Estoy bien -respondí tratando de ocultar mis nervios. -Estoy buscando…

Me quité el vestido que llevaba y me puse el pantalón y la camiseta que llevaba cuando Blas se marchó encima de las bragas y el sujetador que me estaba probando.

-Estoy buscando mi compás -acerté a decir. -Creo que está en mi casa.

Por supuesto nunca había tenido compás.

Salí y allí estaba Blas con dos bolsas.

-Toma, espero que estos calzoncillos sean de tu talla.

Los cogí y actué como si los mirase, asentí.

-Te daría tus zapatillas, pero no llevas tacones.

Fui a responder pero me quedé sin palabras. Me había probado cuatro pares antes de que llegase.

-¡Es broma! Toma tus zapatillas.

Saqué unas zapatillas rosas muy femeninas que parecían muy cómodas.

-Gracias –dije muy tímidamente.

-De nada. También he traído unas azules si lo prefieres.

-Ya he quitado la etiqueta a estas -dije mientras me inclinaba para ponérmelas.

-Las chicas se suelen sujetar la camiseta -dijo Blas mirando para otro lado.

No supe qué quería decir hasta que llevé la mano a mi camiseta y vi que tenía una caída con la que se veía lo que llevaba debajo.

Blas había visto mi sujetador.

Me ruboricé a una velocidad de récord. Puse mis manos ante mi pecho como si tuviese algo que tapar.

-Ponte guapa si es lo que quieres -me dijo Blas.

-Sólo estaba probándome cosas, curiosidad, nada más.

-Puedes ser todo lo curiosa que quieras.

“Curisosa”. Blas me había llamado curiosa.

-¿No querrás decir curioso?

-No si hablo con una mujer.

Una mujer.

-No soy una mujer -repliqué con dureza.

-Recuerdo cuando te gustaba serlo -respondió Blas muy serio. -Puedes decir lo que quieras pero aquello te gustaba. Y aún te gusta.

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Cuando Blas me vio vestido como Arwen abrió los ojos y se me quedó mirando mucho rato hasta que pudo articular palabra.

-¿Marcos? ¿Eres tú?

-Sí, soy yo.

-No lo pareces. Estás… ¡estás increíble! ¡Como una mujer!

No supe qué decir. No sabía cómo tomármelo.

-Solo nuestros padres y yo sabemos quién eres. ¿Y si no decimos que eres tú?

-Es una locura –respondí. -Pero me parece bien.

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-¿Por qué crees que me gustaba ser mujer?

-Escondías tu pene entre las piernas cada vez que me veías. No dejabas de mirar el mío.

-Lo tenía pequeño y el tuyo era enorme, me daba vergüenza que lo vieses.

-¿Y que lo viese mi madre?

-Temía que se riese de mi por tenerlo tan pequeño. ¿Cómo sabes que lo escondí ante ella?

-Me lo dijo. Yo le había dicho que lo escondías siempre que me veías. Era lo comprobó también. Luego estaba lo de tus…

-¿Mis?

-Tus tetas.

-Estaba gordo, eran tetas de niño gordo.

-Todo aquello te gustaba. Te gustaba vestir como una mujer.

-¡Pero eso no me convierte en mujer!

-Mi madre y yo siempre pensamos que en realidad querías ser una mujer.

-Os equivocasteis. No quería ser una mujer.

-¿Y el sujetador que llevas puesto?

-Quería probar. Probar no es querer ser.

-Así que no quieres ser mujer pero quieres probarlo. ¿Es eso?

-No es tan fácil. Me gusta vestir de mujer, me gustaba vestirme en las fiestas pero no me gustaba que me obligases a hacerlo. Ahora sé que lo hacías porque creías que me gustaba.

-Quería que fueses una mujer porque creía que eso era lo que querías. Aún lo creo.

-¿Qué quieres decir?

-No existe Marta. Cuando tu padre me dijo que no tenías ropa fue a una tienda de por mayor que conozco y compré un montón de ropa de tu talla. Quité las etiquetas y la coloqué en el armario. Te dije que vinieses en cinco horas pero en realidad lo dejé todo listo en cuatro.

-Eres… ¡Eres un cabrón!

-Lo hice por ti. Lo siento si me equivoqué. Quería que volvieses a aquel día.

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Estábamos en la fiesta. Nadie sabía que yo era Arwen.

Aunque éramos muy jóvenes Blas y yo bebimos unas cuantas copas.

A mí me hicieron efecto antes que a él.

-Estoy muy borracha -dije a duras penas.

-¿No será borracho? -preguntó Blas.

-¿Con estas tetas? ¿Has visto mis tetas?

Agarré la mano de Blas y la llevé a la prótesis que Clara me había puesto. No sé cómo funcionaba pero sentía la mano de Blas en mi propio pecho.

-Mi madre lleva razón, tienes unas buenas tetas.

Puso su otra mano en mi otra teta y empezó a manosearlas.

Se me escapó un gemido que sonó tremendamente femenino.

Blas agarró mi cintura y me besó mientras acercaba su entrepierna a la mía.

Yo tenía mi pene entre las piernas. El suyo estaba completamente tieso.

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-Aquel día estaba borracho.

-Borracha -corrigió Blas. –Lo he repasado tantas veces en mi cabeza. Muchas veces me he preguntado a mí mismo si era gay, si me gustaban los hombres. La respuesta es no. ¡Tú no eras un hombre! ¡Eras una mujer!

-Era un crío borracho vestido de mujer -respondí con furia.

-¿Cuántas veces has pensado en ese día? -gritó Blas con los ojos inyectados en sangre.

-¡Todos los días de mi vida! -respondí. -¿Crees que no he sufrido pensando en quién soy o qué fue lo que hice?

Sin darme cuenta comencé a llorar.

-Lo siento -murmuró Blas.

Sacó un pañuelo de papel y me lo dio para que me limpiase.

-Sí me sentí una mujer -confesé. -Pero no quiero eso para siempre.

Blas se levantó sin decir nada y entró a su habitación. Yo seguí allí sin decir nada, sin hacer nada, sin pensar en nada salvo en aquel día.

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No sé cuánto duró aquel beso, pero sí sé que me gustó.

No me importó estar besando a un hombre. Me importó que yo fuera un hombre. Que siempre lo sería.

Me aparté de Blas.

Vomité. Nunca supe si por el beso o por lo que había bebido.

Cuando me di cuenta Blas estaba allí con mi padre y con Clara. Les había dicho que había comido un montón de cosas y que por eso había vomitado.

Nos marchamos de allí.

Blas guardó el secreto.

Nunca me volví a disfrazar.

Cuando pregunté a Blas al día me dijo que había bebido mucho y que había estado con una chica pero que no recordaba quién era.

Ahora sé que mentía.

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En ese momento me di cuenta de una cosa. Sí podía ser mujer.

Siendo un niño no sabes qué es el cambio de sexo. Siendo un adulto olvidas cosas que sentiste siendo niño. Sobre todo siendo un niño vestido de mujer que acaba de beber whisky por primera vez en su vida.

Blas volvió con una caja de madera que puso en mi regazo.

Lo abrí sin preguntar.

-Mi madre lo guardó. Unos meses antes de morir me lo dio, quería que yo lo tuviese. Le conté lo que pasó aquella noche pero ella jamás dijo nada. Me lo dio por si alguna vez lo necesitabas.

Eran mis tetas. Las tetas de Arwen. Como el primer día.

-No puedo -dije con voz ahogada.

-Son tuyas. Yo solo las guardaba.

¿De dónde las habría sacado Clara? Eran distintas a cualquier cosa que uno haya visto jamás. Cuando las llevé disfrazado podía sentir todo a través de ellas como si fuesen mías.

-Si quieres ponértelas no hay problema, aquí puedes vestir como una mujer cuando quieras. No te pediré nada a cambio ni te obligaré a nada.

-¿Por qué lo haces?

-Porque es lo que tú quieres y aún no lo sabes.