Natalia y Blas 4 (final)

Culmina la historia de Natalia con Blas y su decisión sobre cómo vivir su vida.

Iba a ser una cena elegante aunque sin salir de casa. Con comida asiática a domicilio. Me pareció una gran elección por lo mucho que me gusta esa comida. Blas dijo que siendo en Tailandia y Japón donde están algunas de las mejores ladyboys qué mejor que comer comida de su continente. No tuve nada que objetar.

Elegí lencería negra muy sexy con medias y liguero. Estuve varios minutos mirándome. Por supuesto llevaba mis pechos, no quería quitármelos por ningún motivo.

Tardé un poco en escoger la ropa pero me decidí por lo clásico y cogí un vestido corto de color rojo y unos tacones del mismo color.

Blas había traído maquillaje tal como le pedí. Para no haberme maquillado nunca no quedó mal, gracias a Youtube.

En el espejo quedaba poco del hombre que se suponía que era y mucho de la mujer que deseaba ser en ese instante.

Me mentalicé sobre quién era ahora y sobre mi situación. Blas lo pagaba todo. Blas me quería a  mí. Blas había tenido amantes transexuales que le recordaban a mí. Así que si Blas quería tener sexo conmigo yo tenía que hacerlo. Era lo mínimo.

Cuando salí Blas estaba vestido con unos vaqueros y una camisa de color verde muy claro. Su peinado era perfecto y su barba estaba recortada con mucho cuidado. Tenía una flor en la mano.

En cuanto me vio se acercó a mí, me besó en los labios y puso la flor en mi pelo.

-Si llevo a saber que vas a estar tan elegante me pongo un traje.

-Así estás perfecto -le dije. No mentía.

No consentí que Blas preparase todo así que a regañadientes le ayudé a poner la comida en la mesa. De vez en cuando me miraba y a mí eso me gustaba. También yo le miraba a él.

Nunca me había fijado en un hombre. Si alguien me hubiese preguntado habría dicho sin dudar que era hetero. Pero al vestir como una mujer y sobre todo al sentirme como una mujer aquello había cambiado. Seguía siendo hetero, pero una mujer hetero.

La cena fue muy tranquila, sólo hablamos de nuestro trabajo. Lo importante vino después del postre cuando Blas sacó una botella de un licor dulce y con poco alcohol.

-¿Puedo preguntar? -dijo Blas tras dos chupitos.

-Pregunta.

-¿Cuánto hay en ti de Marcos y cuánto de Natalia?

-¿Quién es Marcos? -respondí con una sonrisa.

Blas se echó a reír y se acercó  mientras me servía otro chupito.

-¿Nunca has hecho esto?

-Nunca -respondí.

-Pues se te da bien, tan natural. Tan mujer.

Blas comenzó a acariciar mi pierna con una mano mientras ponía la otra en mi hombro queriendo bajar.

Yo me hice la tonta, aunque tampoco habría sabido cómo reaccionar. Me tomé el chupito de un trago y le seguí mirando. El seguía con una mano en mi pierna y la otra en el hombro.

-Yo no sé cómo seguir -confesé nerviosa. -Si quieres hacer algo debes hacerlo tú. Nunca he estado con un hombre.

Casi sin que me diese tiempo a pestañear tenía Blas besándome mientras tocaba mis pechos con una mano y mis muslos con la otra. Sus manos se movían despacio y me daban un placer que jamás había sentido.

Me maravillaba la sensibilidad de aquellos pechos que me hacían sentir cosas desconocidas hasta ahora. Blas pasaba su mano de uno a otro haciendo que cada  momento fuese totalmente distinto al anterior.

Sin saber qué hacer comencé a tocar su cuerpo y su entrepierna casi como él lo hacía conmigo. No tardé mucho en encontrar su pene totalmente tieso. Note un sobresalto en Blas pero continué tocándolo por encima de su ropa.

De repente paró y se quitó toda la ropa hasta quedarse desnudo. Yo me quedé parada un buen rato.

-¿Te importa si me dejo el sujetador y las medias? -pregunté muy nerviosa.

Me quedé sin más ropa que las medias con liguero y el sujetador. Oculté mi pequeño pene, que estaba erecto y húmedo, entre mis piernas como hacía cuando me disfrazaba.

Blas miró mi entrepierna, acercó su mano y sacó mi pequeño pene de su escondite. En su mano parecía más insignificante.

-Tu clítoris está húmedo -me dijo sin darle importancia.

-Lo siento -respondí mientras me ruborizaba.

-Para nada, eso le pasa a casi todas las mujeres.

Se puso junto a mí, cuerpo con cuerpo. Su pene contra mi clítoris (decidí llamarlo así), su pecho contra el mío, su cara junto a la mía.

Me besó de nuevo. Sus manos se fueron a mi culo y a mi espalda, yo hice lo mismo. Comenzó a pasar sus dedos por mi culo. Yo agarré su enorme miembro y comencé a masturbarlo.

Blas cogió la humedad de mi entrepierna con sus dedos y la llevó hasta mi ano. Metió primero un dedo, después otro hasta que tuve tres dentro de mí. No pude reprimir un gemido.

Los dos nos detuvimos en seco.

Había sido un gemido de mujer.

Él me miró asustado, yo le sonreí. Agarré su cabeza y le besé muy fuerte.

Estaba fuera de mí. No quedaba nada de Marcos. Me puse a cuatro patas y comencé a chupar su enorme pene.

Había visto un montón de películas en las que las mujeres hacían eso con los hombres, siempre había disfrutado con aquello y aunque me decía que quería tener una mujer así en el fondo sabía que quería ser esa mujer.

Estaba desatada metiendo y sacando aquel enorme falo de mi boca. Notaba cómo aumentaban su temperatura y su tamaño. Apreté los labios con fuerza para sentir las palpitaciones de su miembro. Tenía que sacarla de vez en cuando para poder respirar bien. Me centré en chupar su punta mientras masajeaba sus huevos y escuchaba los gemidos de Blas.

Sabía lo que tocaba ahora. No sabía si estaba lista. Nunca lo sabría. Puede que nunca estuviese lista. Así que tenía que hacerlo.

-Blas. Quiero hacerlo.

-¿Estás segura?

-¿No quieres?

-¡Claro que quiero! ¡Quiero hacer el amor contigo!

Me puso boca arriba y comenzó a lubricar de nuevo mi ano. Puso su pelvis frente a la mía y acercó su enorme pene hacia mí. Le veía con miedo así que le sonreí y agarré su miembro para acercarlo hasta mi agujero.

El rostro de Blas cambió a una alegría casi animal y noté como su punta chocaba contra mi cuerpo. Me abrí para facilitar la entrada de su pene y sentí cómo se abría paso dentro de mi ser. Sentí algo de dolor, pero también placer.

-Ya ha entrado toda -afirmé.

-Ni la mitad -respondió Blas sonriendo mientras envestía y metía su pene más adentro.

Grité como nunca, pero volvía a ser un grito femenino. Y volvió a envestir y yo volví a gemir. Blas movía su cadera con intensidad y yo hice lo mismo.

-¿Te gusta nena? -preguntó Blas sonriendo con los ojos fuera de sus órbitas.

No respondí, sólo asentí mientras gemía.

Blas se inclinó ante mí y agarró mis tetas. Ya no recordaba que no eran mías, las notaba como si fuesen totalmente naturales.

Note en mi culo como la polla de Blas no para de entrar y salir y como palpitaba. Mi cuerpo entero reaccionaba a aquello con cambios de temperatura y espasmos que me llevaban al extasis.

Me incorporé como pude para besar a Blas y tocar su cuerpo. Nos abrazamos mientras me penetraba con fuerza. Blas cogió con sus dedos mi pene ahora convertido en clítoris. Me corrí de inmediato y dejamos que mi líquido bajase hasta mi culo para lubricar su polla.

-Quítate todo -susurró Blas.

-No puedo -respondí sabiendo a qué se refería.

-No te lo pedía -dijo él mientras desabrochaba mi sujetador y me lo quitaba junto con los pechos falsos que tan bien me hacían sentir.

-No por favor -supliqué.

Blas no hizo caso y comenzó a tocar mis pechitos, aquellos que su madre y él siempre había visto como una señal de mi cuerpo diciendo que quería ser una mujer. Llevó su boca a uno de mis pezones solo para que gimiese más aún.

Las embestidas seguían mientras Blas tocaba y besaba todo mi cuerpo hasta que paró en seco.

-Voy a correrme -dijo con urgencia mientras se apartaba.

Le agarré y le sonreí mientras le besaba y sujetaba su pene con una mano.

-Si vas a correrte hazlo dentro de mí -le dije mientras me sorprendía que esas palabras saliesen de mi boca.

Sentí una humedad y un calor reconfortantes dentro de ser. Cuando Blas sacó su pene salió un montón de líquido de mi culo.

Me di cuenta de que estaba sudando pero estaba satisfecha.

Nos fuimos a la ducha juntos sin decir nada. Se la chupé con todas mis ganas mientras él me enjabonaba.

Cuando salimos nos pusimos ropa cómoda, yo unas braguitas y un vestido fino.

-No sé cómo agradecértelo -dijo él.

-Soy yo la que está agradecida. Esto es lo que buscaba sin saberlo. Esta es quien soy.

-No te vayas nunca de aquí Natalia.

-¿Quieres que me quede aquí como mujer?

Blas asintió y me besó en los labios.

No lo tuve que pensar mucho. Había sido la mejor noche de mi vida. Quería pero...

-Pero... mi vida, mi trabajo, mi padre...

-Tu padre lo entenderá, hace años que cree que eres gay. Y hace mucho que cree que yo necesito una novia. Le daremos una alegría. Puedes trabajar desde casa.

-¿Quieres que sea tu novia? ¿Una mujer todo el rato?

-Ya eres una mujer. Follas como una, gimes como una mujer.

-¿Y esto? -pregunté señalando mi cuerpo.

-Tienes un cuerpo de mujer. Eres Natalia.

Nos besamos como nunca y nos dormimos abrazados.

Unos días después fui a una cita para eliminar todo el vello de mi cuerpo, salvo en mi entrepierna.

Tomé unas pastillas para hacer mi voz más femenina. También unas cremas para hacer más femenino mi pecho, que creció un poco, lo suficiente para realizarme un pequeño implante para darles mejor forma y tamaño.  Tal como el cirujano había dicho no iba a notar que las llevaba, eran tan sensibles que sentía que era mi propio pecho natural.

Blas insistió en pagarlo todo y en comprarme ropa nueva.

Hacíamos el amor todas las noches sin excepción.

Él acariciaba mis piernas, mi cara, mi cintura y mis pechos. Yo le correspondía con besos y caricias hasta que liberaba su enorme pene y lo acariciaba y lo besaba. Blas tocaba mientras mis pechos y mi espalda. Desde atrás llevaba su mano a mi clítoris (ya me había olvidado de que en realidad era un pene pequeño) y lo masajeaba hasta que empezaba a humedecerse la punta. Yo seguía chupando con más intensidad.

Cuando le explicamos a mi padre la situación se puso muy contento, la madre Blas siempre le decía que en el fondo yo era una mujer.

Blas y yo nos mudamos a la casa de nuestros padres unos meses después. Mi padre se quedó en el pueblo a vivir aunque venía de vez en cuando a la ciudad. Le encantaba vernos como una pareja. Decía que nunca me había visto tan feliz.

Blas me traía ropa nueva casi todas las semanas y yo me la ponía y modelaba para él y después le hacía un striptease.

Yo era feliz.

Una noche mientras Blas dormía bajé hasta su pene y comencé a chuparlo muy poco a poco de arriba abajo. Lo endurecí y lo pasé por entre mis pechos mientras tocaba la punta con mis labios. Blas se despertó pero le dije que no hiciese nada.

Seguí así hasta que comenzó a salir líquido de su pene. Lo usé en mi culo y metí su enorme falo dentro de mí.

Cabalgué su pene durante más de media hora y cuando se fue a correr lo hizo en mi culo.

Después le besé y me quedé allí en la cama y le dije:

-Gracias por convertirme en una mujer.