Natalia, la mujer de un Viejo Director

De secretaria y esposa a hembra y gata.

Hola amigos, como les he dicho en relatos anteriores, mis narraciones son producto de vivencias. Lo que cuento, no nace de mi imaginación, es la realidad, lo que verdaderamente sucedió. He tenido y tengo, la suerte de vivir una intensa vida sexual. Sin promiscuidades, sin alteraciones o desvíos, según mi criterio, en esto todos poseemos nuestros gustos y ello delinea la personalidad sexual de cada individuo. En mi caso, todas mis relaciones han sido y serán heterosexuales. Esto no quiere decir que segregue o desplace a quienes no creen así, solamente me limito a decir mis gustos, respetando y aceptando que todos somos diferentes, pensamos distinto y tenemos preferencias disímiles.

(esta aclaración es por la innumerable cantidad de e mails que he recibido, pidiéndome que narre historias de diferentes categorías y solo narro lo que vivo o he vivido)

Natalia, era la esposa de un banquero que tenía acciones en nuestra empresa. Además de las funciones maritales, también oficiaba como secretaria de este acaudalado hombre de negocios. Por ese momento, unos cuatro años atrás, ella tenia unos treinta y ocho años, tres menos que yo. Era una mujer muy seria, casi adusta en sus gestos no obstante, siempre me gustó. No puedo precisar que me gustaba de ella, que era lo que me atraía, pero tenía un "que sé yo" y un "no sé que". Si la tuviera que describir, diría que era más bien baja, no llegaba al metro sesenta y cinco, ojos celestes, pelo castaño oscuro y tez bien blanca. Se le redondeaban unos pechos interesantes, pero nunca los había mostrado mucho. Sus caderas eran bastante finas, culminando en un culo que, debajo de las faldas o los pantalones, no tan justos que usaba, se le percibía redondeado y respingón. Su marido, obviemos el nombre, le llevaba unos cuantos años, pero por la forma de vestir de ella, su seriedad hacía que no se notara tanto. Claro está, cuando uno los observaba juntos, se veía que la diferencia era más que notoria.

Una vez por semana debíamos ir, algunos ejecutivos, a reunirnos con este hombre, para analizar los planes de acción que se llevaban a cabo y los resultados obtenidos. Eran reuniones románicas, por la comida que se servía, la bebida que se tomaba y el tiempo que demandaban. Personalmente no me agradaban tanto, porque siempre terminábamos oyendo las increíbles aventuras que aquel "poderoso" personaje contaba. Obviamente se había cogido a las minas mas conocidas del ambiente, putas la mayoría, había negociado con los más fuertes personajes de la política y la economía mundial, corruptos casi todos, en fin, sus anécdotas eran aburridas y hasta patéticas. Sin dudas, muchas de esas cosas eran ciertas, su poder económico hacía que así lo hubiesen sido. Cierta ocasión, nos estaba contando como se cogió a una importante conductora de televisión, cuando en un cuarto trasero que había en su ostentosa oficina, vi la presencia de Natalia. Estaba oyendo todo lo que decía este "cogedor plateado", que no solo se conformaba con decir, sino también, haciendo gestos. Ella, Natalia, no había visto que la descubrí, entonces usé toda mi maldad, para iniciar mi plan. Esperé un instante y cuando hubo un silencio le dije:

Pero, ahora al ser un hombre casado, ha sentado cabeza.

Esta frase era muy sucia, porque entre hombres suena a broma, pero para una mujer es una sentencia.

Nooo - dijo bajando la voz - mis cañitas están siempre a la orden del día.

Todos nos reímos, unos por alcahuetes, otros por compromiso y yo por: "misión cumplida" Natalia, había escuchado perfectamente, por lo tanto mi plan daba comienzo. Cuando salimos, todos saludamos al "señor" y yo particularmente a ella, que como siempre, estaba sentada frente a un lujoso escritorio. Le tendí mi mano, sentí su piel, fría, pero suave y vi los ojos, la notaba enojada, yo sabía que realmente lo estaba. El asunto era: ¿Cómo entraba en comunicación con ella? No era de las mujeres que se puede hablar de cosas banales, su aspecto de eficiencia era notorio y más cuando se ponía los lentes. En un momento la oí hablar con una de las empleadas y sentí cuando le dijo "espera que me pongo los lentes, los odio, pero sin ellos.." risas y fue hasta el escritorio donde tomó las gafas. Volví sobre mis pasos y le pregunté:

  • ¿Me dejas hacer una llamada?

Claro, como no, usa la línea directa.

Me sorprendió la amabilidad, jamás la había visto con tanta cortesía.

Hablé, en fin, hice una llamada sin importancia, pero me sirvió para dejar olvidado los lentes, encima de la mesita, junto al teléfono.

Le agradecí, le di nuevamente la mano y me retiré del lugar. Fui hasta el coche, me senté a esperar. Podían pasar dos cosas, una, que ella me llamara, si se daba cuenta que eran mis gafas. La segunda opción, que era la que yo daba por hecha, era que yo los fuera a buscar. Por ello, pensando que se podía dar esa posibilidad, es que esperaba en el auto a que se fueran todos los empleados, para así poder verla a solas. El marido, nuestro gran señor, se retiró a una reunión junto con el resto de nuestros colegas, por lo tanto solo quedaban ella y cinco o seis empleados. Empezó a llover, se empañaban los vidrios y por un momento pensé que yo era un verdadero idiota, lo que estaba haciendo era cosa de adolescentes. Me dispuse a irme dejando este tema olvidado y volver a mis raíces de madurez, por más que aquella mujer me tenía casi loco. En el momento que tomé la decisión, sonó mi celular, era el teléfono de la oficina. Atiendo con mucha tranquilidad. Era ella, su voz inconfundible.

  • Hola. ¿Carlos?

Sí, Carlos. ¿Quién habla?

Natalia, del estudio, olvidaste tus gafas, creo que son las tuyas

Ahhhhh - le respondí - es cierto, gracias por avisarme, justo que las preciso.

Bueno, ven a buscarlas, yo voy a estar un rato más

Pero Natalia, estoy como a quince minutos de allí, no te vas a quedar por mí.

Hombre, no hay problemas, te espero, eso sí toca timbre porque la puerta principal se cierra y me esperas a que yo baje.

Gracias, entonces voy para allí en este momento.

Se me cayeron las ilusiones, ella bajaría y me daría las gafas y allí en una puerta de entrada quedaría todo. Tanto remar para morir en la orilla, pero bueno, el intento lo hice. Me quedé observando como salían los empleados, hasta que imaginando que era el último, corrí a la entrada del edificio y le pedí que me dejara pasar. El joven me conoció, por lo tanto contuvo la puerta y entré. Me sacudí el saco sacándome las gotas de agua, acomodé un poco mi pelo y tomé el ascensor. Llegué al piso, la importante puerta de madera maciza se hallaba cerrada. Toqué timbre y la voz de ella diciéndome: - pasa Carlos. La chismosa camarita ya me había delatado.

Entre. Pasé por las oficinas apagadas y llegué a la suya, la única con luz.

Estaba sentada en uno de los sillones, leyendo unos documentos. Sus piernas tenían medias, por primera vez se las vi, eran hermosas. La falda que llevaba no era larga, tampoco corta, pero dejaba ver más que otras veces. Por otra parte, siempre estaba detrás de su escritorio, en esta oportunidad todo diferente.

Hola, perdona, pero estos días son de locos

No importa – me dice- están en mi escritorio, los puse allí porque en esa mesita se pueden caer.

Gracias, has sido muy amable. ¿Sigues trabajando?

Sí, como ves, soy abnegada al trabajo. ¿Está lloviendo?

Si, bastante y con algo de viento que es lo más molesto.

Me miraba por encima de sus lentes, que los tenía a la altura media de su nariz. Le quedaban hermosos.

Bueno - le dije - me voy, no te molesto más.

Espera que tengo que bajar contigo, ya que se nos enfermó el portero y la seguridad viene en media hora.

En eso le sonó el celular, era su marido que le preguntaba dónde estaba y ella suelta de palabras le dice donde y con quien. Me pasa el celular y aparece la voz del gran "jefe".

Carlos, mañana quiero reunirme contigo, en vez del día fijado, porque me voy para Estados Unidos, con la persona que les contaba hoy, tú sabes. – decía con una voz socarrona.

Claro - le contesté.

Le devolví el teléfono a Natalia y pude ver como ella fruncía el ceño. Cuando cortó me dijo:

Me esperas y bajamos juntos, porque no viene a buscarme y no me voy a quedar. Me pongo el abrigo y estoy.

La observé cuando se iba hacia el fondo, ahora le vi el culo a través de la falda, era divino. Que hermosas nalgas debería de esconder aquella tela de la pollera. La esperé unos instantes. Volvió con su abrigo puesto.

Vamos – me dijo

Salimos, cerró la puerta y tomamos el ascensor. Íbamos hablando de cosas simples, el tiempo, todas esas idioteces que se hablan. Cuando llegamos a la puerta, la lluvia era torrencial.

Hay – dijo ella – es tremenda esta lluvia, voy a pedir un coche, el se llevó al chofer y hoy me trajo, por lo tanto estoy sin auto, con lluvia.

Decía eso con un brillo de rabia en los ojos.

Natalia – interrumpí – tengo mi auto a unos metros

Carlos, no puedo permitir que te desvíes.

No me desvío, vamos.

La tomé de la cintura y suavemente la empujé hacia la puerta.

Corrimos hasta el auto y una vez dentro soltamos la risa. Nos mojamos, fueron apenas veinte metros, pero era tanta el agua que caía que igual empapaba en medio metro. El pelo largo se le mojó y le quedaba sexy, realmente muy sexy.

¿Para dónde vamos? – le pregunté

A mi casa. ¿Sabes dónde queda?

No, pero si me guías vamos a Roma

Ella se sonrió, y me dijo:

Pero antes quiero pasar por un lugar.

Me dio la dirección y era un canal de televisión conocido, donde trabajaba la conductora que había sido el tema de conversación. Yo estaba que hervía porque, si el viejo se enteraba, iba a pensar que había dicho algo. Cuando llegamos, me pidió que diera una vuelta alrededor de la manzana, lo más despacio posible. La lluvia no dejaba ver muy bien pero, bingo, descubrió su auto y su chofer, esperando al viejo.

Vamos – dijo –

¿Quieres parar?

¿Para qué? ¿Tú crees que yo soy una niña?

Recuerdo aquellas palabras hoy como si hubieran sido dichas hace unos segundos. La conversación desde ese momento ha quedado grabada en mi mente por siempre, ya van a ver por que.

No creo que seas una niña – retruqué- pero si vinimos hasta acá es por algo.

Carlos, sabes muy bien que pasa acá, quien está allí y para que está allí. También sabes, porque me viste, que yo hoy escuchaba todo lo que él hablaba. Solo quise cerciorarme que fuera cierto, en vez de una de esas tontas puestas en escena que, a veces, hacen ustedes los hombres. Ahora ya que eres tan amable, llévame a casa por favor.

Natalia, espero no te enojes, pero si te invito a tomar algo, hablamos y nos limpiamos las penas.

¿Qué, tu pareja te engaña con algún presentador de televisión?

Risas

No, para nada, de hecho estoy solito, pero estas cosas son así y hay que manejarlas con mucha cautela, no dejar que la bronca te supere.

¿Adónde me llevarías? ¿A tu casa? ¿A un bar? ¿A mi casa?

¿Por qué me preguntas eso?

Bueno, porque es tu oportunidad para que yo me vengue de mi marido.

No pensé en eso, Natalia.

Carlos, sabes las veces que te he visto mirarme. Los lentes los dejaste a propósito, la llamada que hiciste hoy, fue totalmente inútil, está grabada en la telefónica de seguridad que tenemos. Tu coche no se movió en donde lo dejaste al iniciar la reunión. ¿Quieres que siga con las coincidencias?

Prefiero que no.

Risas

¿Dime Natalia, por qué aceptaste venir conmigo?

Porque este aspecto de monja, de mujer recatada, que lo soy, no es esa la imagen que deseo seguir dando, además, tú eres un atrevido y eso me gustó siempre.

¿Un atrevido?

Sí tremendo atrevido. Siempre me das la mano y lo haces con algo especial. Me miras para ver si puedes verme algo. Cuando entro al despacho de mi marido tus ojos quedan en mi trasero. Me buscas conversación. Hace casi un año que nos conocemos.

¿Conocerte? Nunca hemos cruzado tantas palabras.

Bueno ahora lo hemos hecho - me dijo eso y quedó mirándome fijo.

Paré el auto, la lluvia era una cortina, me le acerqué la agarré de la cabeza y le di un beso en los labios, se los abrí con los míos, mi lengua la besó toda. Ella, empujó hacia atrás, pero cuando sintió mi lengua se aflojó, abrió mas la boca, gimió y sentí como se acercaba su lengua a la mía y se entrecruzaban en su boca. Si era un sueño, no quería despertar. Los autos pasaban y salpicaban en un desnivel de la calzada donde se había acumulado mucha agua, cayendo como una catarata contra el auto. Ella se asustó y se vino más contra mí. La abracé, le toqué el borde de su pecho, nada me dijo. La volví a besar, pero ahora mis manos buscaban sus pechos. No emitió palabra, entonces aproveché para soltar un botón de la blusa y llegar a su sostén. Me encontré con un seno hermoso, más grande de lo previsto, lo cual sospechaba. Mis dedos jugaron por encima de la tela e inmediatamente apareció, emergiendo de aquella hermosa hembra, un pezón erguido, duro que enfrentaba a mis dedos. Le bajé el sostén, saltó su pecho, gimió y más se aferró a mi boca. Le aprisioné ese pezón de tal forma que comenzó a convulsionarse, me decía entre dientes:

Vamos a algún lado por favor, acá no quiero seguir así

Si, le dije, vamos.

Me incorporé, ella se ajustó la ropa e inmediatamente me dirigí a un motel cercano. Mientras íbamos, le tocaba sus piernas, le rozaba los muslos. Cerraba sus ojos y apretaba los labios, me daba un morbo tremendo. Seguí rozando sus piernas a través de las medias de nylon, a medida que subía su falda se trababa, entonces ella misma se la subió y llevó mi mano entre sus piernas. Toqué su tanga, todo mientas manejaba, el tránsito se hacía cada vez más difícil, estaba nublado, mi verga apretaba contra mi pantalón de forma incontrolable. Al sentir la tela de su tanga, me di cuenta que dejaba de ser humedad para ser mojadura. Los fluidos de su calentura emanaban por los costados de sus piernas, mojé mis dedos y los llevé a mi boca.

¿Qué haces? – me dijo como desorientada.

¿No te gusta que te pruebe? ¿Acaso tu marido no te prueba?

Dicho esto, volví a meter mis manos entre sus piernas, corrí la tanga y como pude, mientras manejaba con la otra mano, metí mis dedos en su vagina, en una concha totalmente empapada, llena de viscosidades deliciosas. Gemía, era un suspiro profundo, intenso, lleno de placer. En un acto de desesperación, apretó mis manos contra sus piernas, haciendo que mis dedos tocaran su clítoris. Saqué mi mano de una y le dije:

¿Qué haces?

Me acabo, me acabo, por favor, por favor tócame, me quiero acabar, no puedo más.

En eso llegamos al hotel, ella se dio cuenta y se bajo la falda, sus mejillas estaban rojas de la calentura, mi pantalón no podía esconder mi pija totalmente parada. Por el intercomunicador, la recepcionista nos dice que pasemos a la puerta dos. Se abre la entrada del auto, pasamos, quedamos en un garaje y enfrente a nosotros la puerta de la habitación. Bajamos, la falda de ella casi remangada, vamos hacia la puerta, entramos y ni bien pasamos y cerré detrás de mí, la tomé por la cintura. La llevé contra la pared de la habitación, la baje la pollera de un golpe. Quedó en tanga, que piernas por favor, Hermosas, redondeadas, divinas, unos muslos macizos, parecía de veinte en vez de casi cuarenta. Le saqué la tanga hacia abajo. Una concha con poquitos vellos en el pubis y depilada en los labios vaginales. La humedad de su leche le daba brillo al rojo intenso del interior de los labios. Me arrodillé frente a ella, la tomé por el culo y comencé a lamerle ese coño hirviente. Sus manos me apretaban la cabeza, mis dedos, se introducían por su culo, que se notaba cerrado pero que al contacto de mi dedo mayor comenzó a ceder y dilatarse. Que delicia de mujer, como se contorsionaba, al sentir mi lengua dentro de su concha lamiendo aquel clítoris que estaba por explotar, hinchado, tremendamente hinchado.

Carlos – dijo con voz ahogada- me voy a acabar, no dejes de chuparme por favor.

En ese momento un grito ahogado, acompañado de un torrente de jugo que inundó mi boca, llenó al lugar de un olor inmenso a hembra. Subí por su vientre, le fui desabrochando su blusa, sus tetas saltaron, ahora las podía ver, dentro del sostén blanco las aureolas de los pezones eran preciosas. Le saqué la blusa, le desabroché el corpiño y comencé a sobarle los pezones que a cada beso y toque de mi lengua se endurecían como piedras. Ella busco mi pija, sus manos fueron hacia allí. La llevé a la cama, la hice sentar en el borde, desnuda y le dije:

Sácame el pantalón.

Me tiró del cinturón, casi rompió el botón así como el cierre del pantalón y lo bajó junto con el bóxer de un golpe. Mi pija saltó a su cara. No soy superdotado, siempre lo digo, es una verga de hombre normal, que mide no más de diecisiete centímetros quizás dieciocho, pero no más, con un grosor que es lo que más resalta. La tomé entre mis manos y se la llevé a la boca.

Mmmmm – dijo- hola, que gusto conocerte – con voz de puta, de hembra caliente y deseosa de chuparse aquella pija.

Te gusta – le pregunté mientras se la pasaba por los labios

Siiii, malo - porque cuando la iba a atrapar con su boca me alejé de ella – déjamela probar. ¿Qué tiene en la puntita, en ese agujerito hermoso?

Había gotas de mi líquido preseminal, ella lo notó pese a la poca luz del lugar. Sacó su lengua y la pasó por la punta de la pija y cuando entró en contacto con mi jugo exclamó:

¡Qué rico mi amor! ¿Te la chupo bien? ¿Te gusta?

Me encanta, eres una putita divina chupando la pìja

Dicho esto más la chupaba, estaba prendida a mi verga. La tomé de su cara, la besé en la boca, jadeaba en cada beso, en cada toque. La tendí en la cama, me metí entres sus piernas y cuando fui hasta su boca, de un golpe, certero, pensado, le clavé mi arpón hasta lo más profundo de su concha. Sentí como sus paredes se abrían. Pude sentir como mi pija entraba y quedaba aprisionada en aquella cavidad deliciosa, caliente, mojada y que se estremecía a cada instante. Comencé a cogerla con mucha vehemencia, ambos nos movíamos. Le besaba la boca, la cual siempre tenía abierta. Abría y cerraba los ojos. Cuando salía toda de ella y entraba con fuerza, abría los ojos y gritaba. Mientras me mantenía dentro en un ir y venir, jadeaba, emitía pequeños ronquidos. En un momento, en plena cogida me dice:

Háblame, dime que te gusta, me encanta que me digas cosas.

¿Te gusta que te la ponga toda? ¿Hacía tiempo que no cogías?

Adoro que me cojas, el viejo, no me coge, casi no me coge, no me chupa, no se la puedo chupar porque es flácida, me gusta una pija dura, porque como ves, soy muy puta en la cama.

¡Qué puta eres!

Sii muy puta – recuerdo que al decir esto se acababa y me lo decía – soy una puta que se acaba con tu pija adentro.

Dicho esto comenzaba a gemir y a acelerarse en la cama y se retorcía en una acabada terrible. No sé como pude aguantar, pero lo logré, era tan morbosa la situación que no me acababa porque, estoicamente, soportaba para poder seguir cogiéndome a aquella hembra. Luego de esa acabada, se la saqué para aguantar un poco más. Inmediatamente bajé a su coño y comencé a lamérselo todo de nuevo. Le chupaba las paredes de su conchita, con mis dedos se la abría y pasaba la lengua por adentro, El clítoris que asomaba, lo rozaba con mi lengua y a la vez le hacía círculos con mis dedos. Lamía toda su concha desde el inicio de los vellos hasta su culo. Ella gemía y me decía:

Hijo de puta. ¿Qué buscas?

Que te acabes, puta

Toma entonces – diciendo esto comenzaba a convulsionarse y su acabada era tremenda – quieres lechita, ahí te la doy, no la dejes de chupar trágatela toda.

Claro que me la trago - mientras le metía mi dedo en el culo y le decía – me gusta tu culo, está tiernito, durito y te calienta que te lo toque.

¡Que cabrón eres! Cada vez me pones más puta.

Date vuelta así disfruto de ese divino orto que te dio la naturaleza

¿Si me vas a comer el culo, hazlo despacio, porque me duele y con tu tranca no va a ser fácil

Mientras decía esto, se iba dando vuelta y quedó boca abajo con todo aquel ojete divino frente a mis ojos, lo primero que hice fue abrirle las nalgas y pasarle la lengua. Gimoteaba y hacia como una gata. Le besaba la nuca y el cuello, mientras apoyaba mi pija en su raya. Se movía, me decía:

¿Qué tengo en mi rayita?

Daba vuelta la cara y nos besábamos con nuestras lenguas fuera de las bocas. Me incorporé, me puse a su costado y le dije:

Ponme saliva en la pija.

Cuando le dije así empezó a chuparla y si no la detenía me hacia acabar. Se dio cuenta e inició una ensalivada. Tiraba saliva en el orificio y luego con su lengua la expandía por todo el tronco.

¿Así papito? – preguntaba con voz y cara de puta en celo

Sí, así puta

Me encanta que me digas puta

Me puse encima de ella, le abrí su culo con mis manos y vi su agujerito redondeado, abierto por mis dedos. Ensalivé mi dedo y se lo metí suavemente.

Ahhh amor, que lindo se siente, despacito por favor

Puse la cabeza de mi verga en aquel culo abierto e hice que las paredes rodearan mi cabeza, cuando ella sintió esto se estremeció.

Carlos me vas a comer el culo. Ponela ya. Dale, no me hagas esperar, si duele no me importa me voy a acabar.

Empezó a moverse y no tuve mas remedio que empujar y comerme aquel culo de una sola vez. Su grito se oyó fuertísimo. Sus manos comenzaron a aferrarse a la almohada.

Inicié una cabalgada fuerte y ella empezó a tener como pequeñas convulsiones, que terminaron en una convulsión final. Vi algo de sangre en su culo. Sin decir nada, se la saque suavemente y se la enterré en su concha. Me tiré encima de ella, le pasé mis manos por delante para agarrar sus pechos y le dije:

Te voy a coger por la concha y allí te dejo mi leche.

Cuando oyó esto, otra vez inició una enorme convulsión y yo con ella.

Cógeme, dame la leche – me gritaba

Tómala, te voy a llenar esa concha de leche y no te vas a olvidar más de mí

Dame, Carlos, dame, dame

Me acabé. Sentí como salían chorros de leche desde mi verga hacia aquella vagina abierta, húmeda. También ella lo sintió porque se estremeció toda y me gritó:

Te siento, te siento, me quema, te siento – y volvió a tener un orgasmo.

Caí tendido a su lado. Realmente estaba molido. Natalia, se puso a mi lado, me abrazó y posó su cabeza contra mi pecho.

¿Te gustó? – me inquirió

Fue hermoso – respondí

Quedémonos un rato así

Sentí que se iba durmiendo y yo no fui menos.

Estaba soñando, veía a Natalia desnuda, que se masturbaba frente a mí, sentía deseos de cogerla, pero no la alcanzaba, todo era muy nebuloso pero me sentía en las nubes, excitado. Abro mis ojos y veo a Natalia entre mis piernas chupándome la pija.

Hola. ¿Te gusta despertar así?

Es hermoso – mientras me iba a levantar

No – me dijo – no te levantes

Se puso a mi costado, me pidió que me inclinara hacia ella, lo hice. Trajo cu concha hacia mi boca. Armó un perfecto sesenta y nueve.

Quiero que me hagas acabar y cuando te acabes me avises – señaló con mucha calentura – y se puso mi pija de una en la boca. Le chupé la concha pero, esta vez con una enorme locura se acabó casi al momento. Sus gritos y palabras la delataban:

  • Me acabo de nuevo cien veces me acabé y ahora me voy a tomar mi leche, quiero tu leche acá, en la boquita de tu gatita puta.

Sentía mi verga en su boca caliente y cuando me iba a acabar le avisé como me había pedido. Sacó los lentes, no sé de donde y se los puso.

¿Así te gusta? – me dijo

Puta – le contesté y comencé a tirar los chorritos de mi semen. Natalia los tomó con su boca y los últimos los esparció por su cara y lentes. Tenía todo el rostro embadurnado de mi leche. Me agarró de la mano. Hizo que me levantara y fuimos hasta un espejo en la pared. Se sacó los lentes, aclaró más la luz y me mostró como se pasaba la lengua por todo el semen de sus mejillas y el que había caído en los lentes. Luego se arrodilló, atrapó con sus manos mi ya flácida pija, la descabezó y limpió toda con su lengua los rastros que podía tener de semen.

Una gatita puta no deja leche – dijo y se acostó en la cama.

Mi reloj decía que eran las 12 de la noche.

¿Te llevo? – le pregunté

No – respondió – vamos a quedarnos un rato más y luego me dejas en casa.

Hablamos toda la noche y aquella gata en celo, terminó llorando en mis brazos, me despertó una enorme ternura.

Te lo dedico Natalia, porque te lo dije aquella vez y te lo repito ahora, a mi manera pero te quiero.

onlyman43@hotmail.com