Natalia, la amiga morosa de mi madre (2)
Pasaron unos cuantos días antes de que volviera a ver a Natalia, pero la espera mereció la pena, Natalia me guió para poner mi mundo patas arriba y me hizo descubrir el sexo desde otro punto de vista.
Pasaron unos cuantos días desde aquella primera mamada. Los primeros días no podía más que hacerme pajas recordando la mamada que me hizo Natalia, la amiga íntima de mi madre, creo que han sido los días de mi vida que más me he masturbado. Pero pronto, todo aquel optimismo se tornó en ansia y decepción al descubrir que Natalia no pasaba por casa, no la veía ni siquiera con mi madre. Empecé a pensar que no había estado a la altura de las circunstancias, ella me había probado y yo la había decepcionado.
No hacía más que darle vueltas a la cabeza pensando que ella creería que era un niñato que se corría con tan solo tocarlo. Me moría de ganas de pedirle una segunda oportunidad, quería demostrarle el semental que había en mí. Pero no aparecía.
Pasó una semana y media hasta que volví a ver a Natalia, apareció un día en la cocina de mi casa cuando volvía de la piscina;
- ¡Hola¡ – dije yo casi tartamudeando-
- ¡Hola¡ - contestó ella con voz firme y segura-
- Te he dejado la comida para que la calientes en el micro.
- Gracias – dije yo con voz temblorosa.
No me podía creer lo que estaba pasando, para Natalia parecía que lo del otro día no había pasado. Pero yo no estaba dispuesto a dejar pasar esta oportunidad, quería follarme a Natalia, y esa era mi oportunidad.
- Natalia quiero hablar contigo.
- ¿Qué pasa?
¿Cómo que qué pasa?, pues que me has hecho una mamada y me has dejado más salido que el pico de una plancha y quiero follarte por todas partes, pensaba yo para mis adentros.
- Quiero hablar de lo del otro día, quiero pedirte disculpas por si no estuve a la altura, quiero que me des otra oportunidad, quiero hacerte el amor
Ahora que lo pienso se notaba mi desesperación.
- ¡Shuuuuu! – Me mandó callar y me puso su dedo en mi boca para que me callara.
- No tienes que disculparte por nada, eres joven y tienes mucho que aprender todavía, tienes que tener paciencia, ¡Roma no se construyó en un día chiquillo!
Seguidamente acercó sus labios a los míos y me beso mordiéndome los labios, comiéndome la boca con frenesí. En eso estábamos cuando note que me desabrochaba los pantalones y dejaba caer mis bermudas al suelo, empecé a notar como me cogía mi erecta polla con su mano y empezaba a masturbarme mientras continuábamos comiéndonos la boca. Al principio lo hacía suave, despacio, manteniendo un compás lento pero constante, después, poco a poco, fue acelerando el ritmo y como no pudo ser de otra manera sentí que me corría.
- ¡Para, para, por favor!, ¡me corrrroooo!
- ¡córrete, córrete cariño!
¡Pero qué coño decía!, me voy a correr otra vez en dos minutos, que pensará Natalia de mí, duro menos que un conejo.
- ¡Espera, espera!, ¡ufff!
Pero ella no bajó el ritmo de la paja, seguía constante, rápido, cada vez más rápido hasta que exploté en un orgasmo dejando escapar todo el semen que tenía en los huevos, echando chorros de lefa por toda la cocina. Ella siguió con las sacudidas cada vez más lentas exprimiendo hasta la última gota de esperma, manche su mano y cuando terminó hizo algo que demostraba lo cachonda que era Natalia, se la llevó a la boca para saborear mi dulce néctar.
Volví a correrme en dos minutos, no me lo podía creer, ¿cómo puede esta mujer de 49 años excitarme tanto para que cualquier cosa que me hace acabe corriéndome como un quinceañero?
- ¿Te ha gustado? – me preguntó con su pícara sonrisa.
¿Qué pregunta era esa?, ¿Qué si me ha gustado?, ¿no ves cómo me he corrido?.
- Claro que sí, pero no sé qué me pasa que no puedo controlarme, haces que me corra como un conejillo. – me atreví a decir-
- No pasa nada, es normal, eres muy joven.
- Vamos a hacerlo de nuevo, déjame que te enseñe lo que soy capaz de hacer, quiero que tú lo pases igual de bien que lo paso yo. – trataba de justificarme por mi temprana corrida-
- Hoy no, tu madre está a punto de llegar.
Ya estamos otra vez, ¿para qué me pone a cien, si luego no me deja demostrarle lo que soy capaz de hacer?
- ¿Por qué vienes siempre a esta hora cuando está a punto de llegar mi madre? – me atreví a preguntar-
- Cariño, no soy yo la que viene tarde, eres tú el que se entretiene en la piscina con los amigos.
¡Toma ya!, y tenía razón, ¿cuánto tiempo llevaría Natalia en casa esperándome?, como puedo ser tan idiota y no haberme dado cuenta.
En ese momento oímos que mi madre metía la llave en la puerta, yo apresuradamente me subí los pantalones y a toda velocidad limpié la lefa que había caído al suelo, mientras, Natalia se lavaba las manos en la fregadera.
- ¡Hombre Natalia!, ¿todavía aquí? – preguntó mi madre
- Sí, hoy me he entretenido en la pelu, y mira qué horas son ya…
Cuando terminé de limpiar el suelo le di un beso a mi madre y me fui a mi cuarto a pensar en lo que me había dicho Natalia.
Estuve en mi habitación más de dos horas pensando en lo idiota que había sido. Seguramente Natalia llevaría horas esperándome y yo como un aparvado que era perdiendo el tiempo con los amigos.
Pero eso iba a cambiar, al día siguiente no iría con mis amigos, me quedaría en casa a esperarla cuando llegase, y entonces tendría mi oportunidad de demostrarle quien era yo.
A la mañana siguiente me desperté temprano y me pegué una ducha, en la cual aproveché para hacerme una paja para liberar tensiones. Tenía que estar en forma para cuando llegase Natalia.
Serían aproximadamente las 11 de la mañana cuando apareció Natalia en casa. Ella iba vestida con una camiseta ajustada que le marcaban sus grandes tetas y una falda por encima de las rodillas color carne a juego con unos zapatos de tacón de 12cm color crema. El corazón parecía que se me iba a salir del pecho, había llegado el día, era mi oportunidad y no quería desaprovecharla.
- ¡Egunon Natalia!
- ¡Buenos días! – me respondió con una amplia sonrisa- Vaya, no esperaba encontrarte en casa, ¿no vas a ir con tus amigos?
¿Qué pregunta era aquella?, pues claro que no iba a ir con los imbéciles de mis amigos, me iba a quedar allí, para follármela todas las veces que quisiera.
- Pues no – respondí con seguridad- hoy me quedo en casa, hoy quiero follarte Natalia.
- Vaya, vaya… - dijo con su particular sonrisa picarona- por fin te has dado cuenta, ¿eh?, pensé que no te gustaba lo que te hacía…
- Sabes que sí, pero ahora quiero más, quiero tenerte, quiero follarte, quiero que me enseñes. –le dije reconociendo mis limitaciones-
Ella volvió a poner esa sonrisa que tanto me gustaba y cogiéndome de la mano me dijo que fuésemos a mi cuarto;
- ¡Ven, siéntate en la cama!
En cuanto me senté en el borde de la cama ella se subió la falda hasta la cintura, pude ver unas preciosas bragas con puntilla de color negro. Acto seguido se sentó a horcajadas encima mío y empezó a besarme, primero despacio y luego abrimos nuestras bocas para comernos las lenguas y mordernos los labios. Qué bien besaba para ser una mujer madura. A esas alturas yo ya tenía la polla que me iba reventar y ella lo debió notar porque deceleró el ritmo de fricción en mi bragueta;
- Hoy no, hoy no te vas a correr tan pronto, hoy me vas a saciar mí.
Es justo lo que quería oír, acto seguido me levante de la cama con ella en brazos me di media vuelta y la lancé encima de la cama para abalanzarme sobre ella y seguir comiéndole la boca. Después de un rato de estar saboreándonos alcé un poco mi cabeza para quitarle la camiseta que llevaba puesta y empezar con un masaje frenético en sus tetas que, al desabrocharle el sujetador bese, mordí y chupe hasta la saciedad. A Natalia le gustaba el sobe que le estaba dando a sus tetas, así me lo hacía notar con sus gemidos y su respiración entrecortada, además de sus protuberantes pezones que apuntaban desafiantes. Poco a poco fui bajando hasta su entrepierna, quería verle el coño, quería saber cómo olía, quería comérselo, así que me deslice desde sus tetas hasta su coño, no sin antes retirarle los preciosos zapatos de tacón color crema. He de reconocer, que siempre me han gustado los tacones en las mujeres.
Una vez con mi mirada fijada en su entrepierna me dispuse a retirarle las bragas de encaje negro, noté que se estremecía en cuanto puse mis manos en el interior de sus muslos, pude apreciar cómo se le ponía la carne de gallina, estaba excitadísima, jadeante, cosa que confirmé al ver su húmedo coño chorreante ante mí mientras le retiraba delicadamente las bragas con los dientes.
Tenía un coño bonito, depilado, con una pequeña tira de pelo justo en el medio, se notaba que era algo que no descuidaba. Me agache y respiré hondo para sentir su olor, un olor a mujer, a perfume caro, a sexo, a lujuria.
- Te voy a comer el coño Natalia. – le dije con voz segura, mientras observaba sus ojos en blanco mirando hacía el techo de la habitación.
- ¡Cómemelo!, ¡hazme tuya! – estaba como en shock.
Introduje mi cabeza entre sus muslos, besando el interior de estos, acercándome poco a poco a esa raja que me atraía hipnóticamente, que olor más sugerente, uhmmm…, cómo me gustaba, poco a poco besé y chupe ese coño abriendo con mi lengua los labios superiores de su coño, busqué su clítoris, empecé con un movimiento de lengua de arriba abajo, que bien sabía, absorbí todo lo que pude y pellizque suavemente su preciado botón para hacerlo cada vez más grande, cambié la velocidad y con un movimiento ahora circular de la punta de mi lengua empecé a mover su clítoris en movimientos circulares. Le gustaba. Lo sé. Estaba catatónica.
- ¿Te gusta? –me apresure a decir
No dijo nada, solo cogió mi cabeza con sus dos manos para que continuara, cosa que accedí gustosamente. ¡Qué rico!, ¡cómo me gustaba! Quería que se corriese en mi boca, como agradecimiento por lo que había hecho por mí, pero cualquiera que haya estado con una mujer madura sabrá que esto no se consigue con dos lametones, te lo tienes que currar. Cuando me soltó la cabeza le pedí que me chupara los dedos índice y corazón, cosa que hizo gustosamente y con mirada lasciva, cuando los tuve lo suficientemente lubricados los introduje poco a poco en su vagina, primero uno, poco a poco, suave, sin prisas y después el otro. Ella instintivamente elevó sus caderas para facilitarme el movimiento de mete-saca con mis dedos. Natalia a estas alturas estaba muy dilatada y húmeda, factor que facilito mi movimiento manual, efecto que aproveche y al compás de mis dedos volví a chupar su clítoris, efectuando un movimiento síncrono que, por la expresión de su cara y cuerpo demostraba que estaba sumida en un estado de placer que pocas veces había sentido.
- ¡Mikel me corro!, no aguanto más, me vas a volver loca, me falta el aire, el corazón me va a estallar…
En ese preciso momento su cuerpo se detuvo, elevó todo lo que pudo sus caderas, sus ojos en blanco y con la cabeza echada para atrás soltó un grito ahogado exteriorizando todo el placer que estaba experimentando en ese momento, la corriente eléctrica que en ese preciso momento la estaba atravesando de arriba abajo.
- ¡Ahhhh cabronnnnn!, ¿qué me has hecho?, no puedo más – decía mientras sentía los últimos espasmos del orgasmo que la había partido en dos.
- ¿No te ha gustado? – contesté con una mirada burlona
- ¡No seas idiota!, nadie me había comido el coño como lo has hecho tú, eres bueno chiquillo, vas hacer feliz a muchas mujeres como sigas así.
- Jajaja…, gracias por el cumplido
En ese momento, Natalia se percató de mi exagerada protuberancia que asomaba por mis pantalones que aún llevaba puestos y, con un movimiento ágil que demostraba que era una mujer que estaba en forma para su edad se incorporó para quitarme los pantalones y la camiseta.
- Bueno chiquillo, ahora estamos los dos desnudos, y por lo que puedo comprobar tu amiguita tiene ganas de marcha.
- Jajaja…, ¿tú crees?, pues no se me ocurre quien puede darle marcha – dije con tono humorístico-
- Tú déjame a mí, yo sé cómo hacer que esta pollita me dé su néctar.
Dicho y hecho, hicimos un intercambio de posiciones y ahora era yo el que se encontraba de decúbito supino y Natalia de rodillas entre mis piernas preparada para chuparme la polla. Mirándome a los ojos se introdujo poco a poco mi polla en la boca sin utilizar las manos, se la tragó entera, ansiosa, con mirada lasciva no dejaba de mirarme, ¡que morbo me estaba dando!, Natalia jugaba con mi polla y con solo los movimientos de cabeza me estaba haciendo una mamada espectacular, acelerando cada vez más los tiempos de subida y bajada, sabía muy bien lo que estaba haciendo, luego, en otro movimiento maestro, cogió mi polla con las dos manos y como si fuera un chupa-chups se recreó en el glande y chupó como quién degusta un piruleta. Me volvía loco. Yo, consciente de que si seguía chupándome de esa manera pronto me iba a correr, se lo hice saber;
- ¡Natalia para que me corro!
Y por primera vez me hizo caso, paró. Levantó la cabeza y me dijo sonriendo;
- Hoy vas a aguantar, hoy me vas a llenar el coño con tu leche.
¡Madre mía!, como me ponía cuando me hablaba así. Poco a poco fue avanzando hasta situar la entrada de su coño encima de mí endurecida polla y, mirándome a los ojos me dijo;
- ¿Estás preparado cariño?
- Sí Natalia, ¡fóllame!, quiero que me cabalgues hasta que me corra en tus entrañas e inundarte el coño con mi leche.
Acto seguido apunto con mi polla a la entrada de su excitado coño y despacito fue bajando metiéndose la polla hasta quedarse sentada perpendicularmente a mí. Mi pene entró en su coño como un cuchillo en una tarrina de mantequilla. ¡Que sensación más cálida!, su coño estaba húmedo, caliente, receptivo.
Natalia con las rodillas apoyadas en la cama y las manos en mi pecho empezó a cabalgarme a un ritmo suave como una ágil amazona, recreándose cada vez que la tenía dentro moviendo las caderas como quién se acomoda en una confortable silla, sintiendo toda la grandeza de mi miembro en su interior. Yo, que para entonces estaba ya en el séptimo cielo acompañaba sus movimientos cogiéndole de las tetas, masajeándolas suavemente, Natalia que notaba mis ojos de deseo por sus tetas se estiro y dejo caer sus enormes senos para que se los chupara, cosa que hice con agrado, saboreando sus tetas, mordiendo sus exagerados pezones, sintiendo la agradable angustia de sentirme preso por esa gran masa mamaria que eran sus tetas.
Natalia seguía moviendo las caderas a un ritmo cada vez más rápido, era ella quién marcaba los tiempos, yo, preso como estaba entre sus pechos, poco más podía hacer que aguantar el frenético ritmo que Natalia imponía. Estaba a su merced, y ella lo sabía. Natalia intensificó aún más el ritmo hasta el punto de llegar a un intenso orgasmo que la dejo paralizada un segundo y con las piernas sujetando las mías, yo, al percatarme de que se estaba corriendo la embestí desde mi posición para que en ese último instante notase toda la dureza de mi erección, segundos después cayó desplomada encima mío sintiendo los últimos espasmos del orgasmo que la recorría por todo su cuerpo.
- ¡Cariño que bien te has portado! – decía jadeante-
- Natalia quiero más.
- Lo se cariño, ahora te toca a ti, te has portado muy bien y te lo voy a recompensar, ponte de pie – me dijo-
Yo haciendo caso a su orden me puse de pies en el suelo de la habitación, Natalia seguidamente bajó de la cama me dio un beso en la boca y acto seguido se puso de rodillas delante de mi polla y sin decir palabra alguna se la metió en la boca. Chupó y limpio sus jugos vaginales de mí ya dolorida polla por el tiempo que duraba mi erección, y en medio de la mamada me dijo con voz lujuriosa;
- ¿Quieres correrte en mi cara?
¡Vaya pregunta!, ¿que si quiero correrme en su cara como en una película porno?
- ¿Me dejarías? – pregunté yo con voz de inocente
- Te has portado muy bien cariño, mereces un premio
Pues ahí me encontraba yo, desnudo con la polla más tiesa que un arado, Natalia, la amiga de mi madre desnuda de rodillas frente a mí esperando mi corrida. Corrida que llego y como en una película porno, cuando estaba a punto de correrme saque la polla de la boca de Natalia y apuntando a su cara descargue pi poderosa corrida en medio de su cara. Los chorros de lefa fueron a parar a la boca, ojos, pelo y a las enormes tetas de Natalia. Como buena mamadora que era, Natalia chupo y limpio mi polla hasta dejarla reluciente, tragando toda la lefa que pudo capturar durante mi corrida.
- ¡Ozú chiquillo, menuda ducha me has pegao!
Inmediatamente estallamos en una amplia carcajada por el comentario jocoso de Natalia y caímos abrazados y besándonos sobre la cama.
Relajados como estábamos decidimos sincerarnos, Natalia me comentó que siempre le habían atraído los hombres más jóvenes que ella, enviudó muy joven y como decía ella, no se iba a quedar para vestir santos, me reconoció que era una mujer muy caliente y que le gustaba mucho el sexo. Natalia me hizo jurar que lo que habíamos hecho debería quedar en el más absoluto secreto, cosa a la que accedí por el bien de nuestra nueva relación. Natalia en confianza era una mujer muy cercana, que no se ruborizaba al hablar de sexo, yo con la confianza que ella me daba le declaré mis gustos e inquietudes, le explique que a mí también me atraían las mujeres maduras, que me gustaban las mujeres en lencería y los tacones altos, que tenía muchas ganas de experimentar en el mundo del sexo, a lo que ella me respondió que no había ningún tipo de problema con eso, que si queríamos, podríamos probar todo lo que nos apeteciera.
Pasaron más de tres horas y como mi madre estaba a punto de llegar nos tuvimos que vestir y dejar para otro día un nuevo encuentro, quedamos que ella me avisaría cuando pudiese y que sería mejor quedar en su casa para que nadie nos pudiera molestar, cosa a la que accedí gustosamente, en su casa no nos podría molestar mi madre.
Yo, como era de esperar en un hombre de mi edad, esperaba con ansia desmedida el aviso para subir a casa de Natalia, para recibir una vez más una nueva lección de sexo.