Natación

Chicas, agua, un sumiso...

NATACION

Desde mi departamento me habían mandado un trabajo especial; dedicado a los deportes acuáticos, me habían encomendado la tarea de estar un fin de semana intensivo de entrenamiento con un equipo nacional de natación sincronizada para preparar un importante campeonato internacional, ya que el entrenador oficial había tenido un percance. No podía ser tan malo, estar encerrado y sin posibilidad de comunicación externa con tres chiquillas en una casa con piscina durante dos días, así que contento y feliz por aquella expectativa me presenté en la casa en cuestión.

María, Isabel y Sara eran tres preciosas rubitas de pelo corto, casi idénticas, menudas y jóvenes, que me atendieron a mi llegada y al instante me pusieron al corriente de los entrenamientos y me invitaron a compartir la primera sesión de entrenamientos; sin ningún tipo de pudor se desnudaron y se cambiaron, poniéndose unos bañadores ajustados y unos gorros de goma en la cabeza, invitándome a hacer lo mismo. Yo miré sus cuerpos moldeados y perfectos, alucinado por aquella intimidad desvelada y sin más preámbulo me desnudé también delante de ellas para ponerme el bañador; sentí sus miradas clavadas en mi cuerpo también, pero me negaron el bañador que iba a ponerme.

A fin de unir la imagen del equipo, me tendieron un bañador igual que el de ellas y un gorro; quise protestar, pero entendí que era un capricho de aquellas divas de la piscina y acepté la humillación de ponerme aquella prenda femenina. Contentas con mi decisión, nos encaminamos juntos a la piscina que se hallaba en el interior de la casa. Nada más meternos en el agua me indicaron que mi principal cometido era ponerme bajo ellas e ir corrigiendo errores en su danza, sosteniendo sus frágiles cuerpos y girarlos al son de su coreografía.

No me pareció demasiado pesado aquel trabajo, me puse unas gafas de nadador y me zambullí en pos de sus cuerpos que ya nadaban alegres; desde allí debajo podía observar el lento movimiento de ellas acercándose a mí. Cuando estuvieron a mi lado me hicieron emerger y me dijeron que era importante mi resistencia para aguantar la respiración y que tendrían que trabajar conmigo en ello, por lo que María me sumergió, poniéndome de rodillas en el suelo de la piscina y poniéndose de pie sobre mis muslos, mientras Isabel y Sara me aguantaban la cabeza bajo el agua. Sus caderas quedaban justo delante de mi cara lo que hizo que me empalmara sin remisión, pero la excitación provocó que mi oxígeno se acabara rápidamente, con lo que forcejeé con ellas por salir a la superficie.

Cuando saqué mi apurada cara del agua percibí un gesto de reprobación en sus caras y me hicieron salir de la piscina, y me dijeron que tendrían mucho trabajo conmigo; me tendieron en el suelo boca arriba y María junto con Sara se sentaron sobre mi regazo, quedándose Isabel arrodillada al lado de mi cara. Yo me dejé hacer, pues sabía que las manías de los deportistas de elite podían dar con mi trabajo en el paro, así que me dejé hacer. Isabel puso sus manos sobre mi cara y me conminó a mantener mi respiración; me concentré en ello sin darme cuenta que las otras dos estaban atando mis manos y mis tobillos con una cuerda.

Cuando quise darme cuenta estaba totalmente inmovilizado y a expensas de aquellas tres chicas que mi miraron sonriendo; desde luego estaban dispuestas a trabajarme a fondo. María quedó sentada sobre mi estómago, cortándome la respiración mientras observé alarmado cómo Isabel avanzaba unos centímetros sobre mi cara, para colocar su culo sobre mí y sentarse en mi cara sin piedad, tapando toda mi posibilidad de respirar. Me dijeron que a intervalos de medio minuto conseguirían que aguantara sin respirar hasta tres minutos, que es lo que necesitaban para hacer su danza en el agua.

El peso de Isabel, aunque no excesivo, me oprimió la cara, con la tela del bañador húmedo empapándome y ahogándome un poco más, cerrando sus muslos entorno a mi nariz y con mi boca sellada por sus nalgas, mientras María la observaba divertida. Sara, que se había acomodado sobre mis mulos, comenzó a sobarme la entrepierna, de manera que mi corazón se aceleró en demasía. No sabía que pensar, no sabía si resistirme o dejarme llevar y sacar un goce extra de aquellas tres criaturas caprichosas. No había posibilidad de que las molestaran, pues en todo el fin de semana nadie acudiría por allí.

A pesar de los esfuerzos de Isabel hacía por mantener mis pulmones vacíos, yo encontraba una y otra vez una rendija por la que aspirar algo del vital aire, a pesar de que ella apretaba con todas sus fuerzas su cuerpo contra mi cara, de que cerraba los muslos e incluso metía una de sus manos por entre ellos para apresar mi nariz, pero yo, una y otra vez, salía victorioso del envite. Pero Sara encontró la solución.

Se levantó y fue a la habitación donde dormían, regresando poco después; Isabel se levantó de mi cara para dejarle hacer, y me metió unas braguitas usadas suyas en mi boca, hasta el fondo y después selló mi boca con un trozo de cinta adhesiva. Tomó el puesto de su compañera, sentándose sobre mi cara, pero al hacerlo retiró la tela de su bañador en la zona de su entrepierna, permitiéndome observar un sexo depilado por completo; se ajustó sobre mi cara de manera que mi nariz se enterró por completo en su coño, y de esa manera me fue imposible encontrar una bocanada que llevarme a los pulmones.

Sus compañeras aplaudieron entusiasmadas aquella acción, y durante toda la mañana se fueron turnando en mi entrenamiento, actuando todas ellas de igual manera; de tanto en tanto, una de ellas cogía un cubo de agua y lo echaba por encima de la compañera que estaba sentada sobre mi cara, de manera que no perdiese en ningún momento el contacto con el agua.

Cuando no estaban sobre mí me metían en la piscina, me sentaban en el suelo y ataban mi cuello a las escaleras de la piscina, de manera que quedaba sumergido y sin posibilidad de ascender a la superficie, aunque en su piedad me metían un tubo en la boca para que pudiese respirar. De vez en cuando sentía un movimiento en el tubo, y es que alguna de ellas se venía has mí y manipulaba mi respiración, metiéndose el tubo en el coño y masturbándose con él mientras yo me asfixiaba.

Aquella noche me metieron en la bañera, sin haberme soltado la cuerda en ningún momento, y dormí en ese medio húmedo, con uno de sus bañadores puesto en la cabeza para que no dejase de aspirar ni un solo momento su aroma y por la mañana se ducharon las tres juntas sobre mi cuerpo, reanudando mi entrenamiento. Estaba maravillado con la perfección de sus menudos cuerpos y excitado por la situación que estaba viviendo, aunque he de aceptar que era muy incómoda.

Durante todo el día siguiente me mantuvieron en la misma posición, con las mismas técnicas de entrenamiento, hasta que a última hora de la tarde me soltaron y me permitieron ejercer de apoyo en sus ejercicios, cumpliendo la expectativas y quedando satisfechas de mi aguante.

Al día siguiente era la competición y me hicieron salir ante el público con el mismo bañador que ellas, soportando yo las risas del público y la humillación de estar así ataviado, pero ellas hicieron su ejercicio y estuvieron asistidas por pi trabajo bajo el agua, resultando vencedoras del campeonato. Poco después presentaba mi solicitud para ser el entrenador fijo de aquel equipo, aunque en mi propio despacho seguía recibiendo las bromas de mis compañeros. Regresé a la casa de mis niñas y se pusieron muy contentas de mi decisión. Ya sería suyo para siempre.