Nata y ataduras

Una experiencia inolvidable

Nata y ataduras


Encontrado en http://free.bondage.and.erotic-storiez.com

Título original: "Bondage and Cream"

Traducido por GGG. Noviembre de 2001

En la plaza está una mujer, una ráfaga de aire pasa bajo su falda y entre los mechones de su cabellera oscura. El sol poniente envuelve su cuerpo en un aura de fuego, dibujando sus curvas con la luz, como si fuera la caricia de una mano etérea. Tiene la mirada perdida en la distancia, soñando en desconocidos viajes y experiencias. Sus trenzas abundantes realzan la curva de su cabeza erguida.

Una lenta, decidida cadencia de pasos hace eco en las paredes de los edificios que rodean la plaza, aparentemente provenientes de todas las esquinas y de la escultura situada en el centro junto a la pensativa mujer. La pauta que precede al eco se hace más fuerte y clara mientras el desconocido caminante se aproxima a la mujer.

Los pasos cesan. Mientras el eco rebota y se extingue lentamente el recién llegado extiende las manos y las coloca suavemente sobre los hombros de la mujer. Durante un instante ella retrocede ante su contacto como si quisiera retirarse de un encuentro no deseado. Pero luego sus músculos se relajan y se comporta con tranquilidad; el contacto le resulta familiar, tanto como la cara indeleblemente asociada con él en su mente y su corazón. Mediante una presión suave pero insistente la fuerza a volverse hacia él.

Ella se vuelve, obediente ante su orden táctil, sin oponer resistencia. Aunque sea un hombre apacible, tiene una voluntad de una fuerza que rivaliza con la infraestructura de los rascacielos que los rodean, y a ella le parece prudente acceder a sus deseos, por ahora. Levanta los ojos para encontrarse con los de él, deleitándose en la visión de sus rientes ojos enfocados hacia ella.

La rodea con sus brazos y la retiene en un abrazo estrecho y prolongado. Ella le pasa los brazos por la cintura, lamentando en silencio una vez más la sustancial diferencia entre sus alturas. Finalmente él la libera parcialmente y vuelve a mirarla.

"Te he echado de menos, amor; más de lo que hubiera pensado nunca.

Es tan agradable volver a tocarte y a sentirte, y oír tu voz."

"También yo te he echado de menos, Bruce... tanto por el doloroso éxtasis de tu testarudez, como la tierna presencia y la atroz agonía de tu extraviado ingenio. ¡Te quiero, grandísimo estúpido!"

"Creo que yo también te quiero, amor."

"¿Y ahora qué?"

"Ahora... déjame ver....... ¡¡¡Ajá!!!"

Y con esto, se dobló ligeramente hacia delante, la cogió en sus brazos y empezó a cruzar la plaza con paso decidido.

"¿Qué haces, idiota? ¡Te vas a herniar! ¡Déjame en el suelo!"

"Oh, y yo que creía que habías dicho que habías adelgazado. ¿Por qué me iba a herniar, amor?"

"Venga, Bruce, peso demasiado."

"No, que va. Además, si te tiro vas a caer desde muy alto, así que yo en tu lugar no discutiría."

"¡Eres imposible! En todo caso ¿a dónde vamos?"

"Ah, eso es una sorpresa. Lo verás cuando lleguemos al lugar de la cita. Así que relájate y disfruta del paisaje."

"Vale; tengo mi propia y personal torre Sears como novio."

"Cállate, querida, o te amordazaré."

"(Muy sarcástica) Oh, sí, pégame, pégame, haz que me sienta una birria."

"Ah, no deberías tentarme nunca, Kerri-Ellen. Sabes que no debes darme ideas."

"Oh, no te estoy dando ideas -- ¡eres más retorcido que mi hijo!" Miró hacia arriba y se dio cuenta que Bruce había entrado en el portal de un edificio y se acercaba a unos ascensores. "¿Me dejarás ahora en el suelo? ¡La gente nos está mirando!"

"¿Te avergüenzas de mí, amor? bromeó."

"¡Por supuesto que no, pero es un poco embarazoso."

"Ya queda poco, amor, ya queda poco."

Un sonido anunció la llegada de su carruaje vertical. Se subió al ascensor todavía llevándola en vilo como un trofeo de su fuerza y resistencia.

"Me siento ridícula."

"Pero querida, ¿no lo encuentras romántico?"

"¡Te voy a dar a ti romanticismo, señor Krafft!"

"Pero ¿acaso no es cierto, tras el embarazo y la estupidez, que te sientes adulada por la atención? Admítelo, amor; te gusta ¿verdad?

El silencio fue la respuesta a su pregunta. "¿Kerri...?"

"Vale, lo admito - me encanta. Pero mi orgullo y dignidad me obligan a protestar contra tu acción despótica."

"¡AJÁ! ¡Lo sabía!" Se abrió la puerta del ascensor y salió al pasillo. Cerca del final, junto a un gran ventanal, se paró ante una puerta. "Me estoy preguntando, amor."

"¿Qué?"

"Tengo que abrir la puerta."

"Pues déjame en el suelo."

"No puedo hacerlo - estropearía todo el escenario machista. Creo que haré esto..." Ajustando ligeramente el equilibrio se la puso al hombro liberando de esta forma una mano con la que extraer la llave y abrir la puerta.

"¡Bruce!" gritó con toda la fuerza que le permitía su oprimido diafragma. "¡¡¡¡¡SUÉLTAME AHORA MISMO!!!!!"

"¿Ahora?"

"¡¡¡AHORA!!!"

"Está bien." Se la pasó por encima y la soltó sin miramientos sobre la gran cama justo tras la puerta. Enmudecida por la impresión y por la entrada violenta de aire tras el impacto, se limitó a mirarle, con el pecho gloriosamente palpitante frente a los ojos aprobadores de él. Cuando pareció tener suficiente control para hablar, él se sentó bruscamente sobre sus piernas, le sujetó las muñecas a la colcha con sus manos y se dobló sobre ella. Apretó los labios con firmeza sobre los suyos y empezó a besarla vigorosamente.

Tras unos minutos, durante los cuales ella correspondió enérgicamente, levantó la cabeza ligeramente y la miró a la cara inquisitivamente. "¿Bien?"

Ella le devolvió la mirada con expresión entre aturdida y divertida y murmuró, "¿Qué es lo que te ha pasado?"

"Quería que las cosas fueran bien; siempre te estás quejando de que no te presto suficiente atención - que no hay romanticismo suficiente o sorpresas. ¡Sorpresa!"

"Bruce."

"¿Sí, amor?"

"Cállate y bésame otra vez."

"Por supuesto." Se desplazó para liberarle las piernas y la atrajo hacia sí, incorporándola. Tras un ligero beso en la parte superior de su cabeza le sujetó la barbilla con la mano y le volvió la cara hacia él. La rodeó con sus brazos y empezó a besarla con intensa determinación. Ella le pasó lentamente los brazos alrededor de la espalda y levantó y le pasó la pierna por encima. Le atrajo con fuerza mientras sus lenguas se perseguían en las bocas y su pie empezaba a acariciarle el muslo arriba y abajo.

Mientras sus besos continuaban, ella movió las manos por su espalda, presionándole firme y constantemente contra su carne. Él movió la mano derecha brevemente para jugar con su pelo y luego la bajó a su nuca. Luego sin prisa pero decididamente empezó a bajarle la cremallera del vestido, tirando de ella hacia abajo suavemente hasta por debajo de su cintura. Llevó las manos a sus hombros y le bajó el vestido sucesivamente de uno y otro, moviendo cada mano con suavidad sobre la suave redondez de su carne mientras lo hacía.

Retiró hacia abajo la tela que quedó a su alrededor sobre la cama. Ahora su sostén de encaje negro y sus bragas cortas se reflejaban en los ojos brillantes de él. Se desenganchó de sus labios húmedos y cálidos y le sonrió.

"Dios, hacía mucho que no me mirabas de esa forma. Me gusta muchísimo."

"Bueno, si no me gustara lo que veo no te estaría mirando de 'esa forma'. Ahora túmbate y cierra los ojos."

"¿Tengo que hacerlo?"

"Sí, tienes que hacerlo, pero te gustará. Te lo prometo."

"¿Vas a atarme, vendarme los ojos y dejarme a tu merced?"

"Probablemente."

"Bueno. Date prisa."

"Querida, ¿no estamos siendo muy ansiosos? ¿Qué prisa tenemos?"

"Veamos... Estoy tan caliente que podría gritar. Temo que cambies de idea y no quieras practicar el sexo conmigo. Tengo miedo de que nunca consumemos esta relación pervertida. He estado sufriendo a causa de tu exquisita habilidad desde el último intento abortado. ¿Son suficientes razones? ¡¡¡Ahora, sigamos con ello!!!"

Se quitó el sostén y las bragas lentamente, delante de él y deslizó sus medias negras. La oscuridad recorrió su piel pálida en el camino hasta el suelo, a un lado de la cama. Luego colocó su cuerpo desnudo boca arriba, sobre la cama, como le había dicho y cerró los ojos. Muy poco después sintió como le abrochaba algo a sus muñecas y tobillos. Aunque en la lucha estribaba la mitad de la diversión, dejó sus miembros relajados y cooperantes para no retrasar la acción y llegar a lo que él tuviera pensado. Estaba deseando con todas sus fuerzas abrir los ojos y mirarle pero los mantuvo cerrados. Él tiró de sus brazos y piernas y los aseguró a los postes de la cama. Luego sintió que su peso se retiraba de la cama.

"¿Dónde vas?"

"Aquí al lado... Necesito algunas cosas. ¿Prometes que no te rebelarás?"

"Bruce, aguantaré todo, ¡siempre que empieces a hacerme algo!"

"Vale, pero recuerda lo que has dicho y no te eches atrás de tu palabra."

"Bruce, ¿qué estás pensando? Quizás no quiera seguir con ello..."

"Nada realmente terrible, amor. Relájate y disfruta."

Sintió su aliento sobre su rostro mientras se inclinaba sobre ella. Le puso algo oscuro y suave sobre los ojos y luego lo ató detrás de su cabeza. Después ya no hubo más luz que se filtrara a través de sus párpados cerrados.

"Adivina que más tengo, amor."

"Si te acordaste, auriculares o tapones."

"Correcto; ¿qué más?"

"No lo sé - ¿qué?"

Le colocó los tapones suavemente en los oídos, pero le susurró suavemente tres palabras en el instante anterior al bloqueo de cualquier sonido.

"Nata montada helada."

Y mientras ella abría la boca para gritarle, le metió rápidamente una mordaza, riendo para sí mismo del tenso ultraje que resonaba en su cuerpo aprisionado. De detrás de la mordaza salieron sonidos incoherentes.

Luego se volvió a sentar en la cama, a su lado, y esperó, observándola y dejando que se pusiera a hervir. Primero se pondría furiosa. Luego, al rato, podría pensar que él estaba de broma y se relajaría. Luego empezaría a preguntarse que era exactamente lo que él tenía en mente y por qué no lo estaba haciendo. Su privación sensorial efectiva estaría amplificando todo de forma desproporcionada.

Cuando consideró que ya se habría descolocado suficientemente agitó el bote de nata montada que había mantenido en un congelador hasta ese momento. Trazó una línea desde el hueco de la base de la garganta hacia abajo, entre los pechos, sobre el abdomen hasta la cima de su oscura selva rizada. Luego trazó una línea subiendo desde el tobillo derecho por la parte interior de la pierna y el muslo hasta la parte más alta de la pierna repitiendo el proceso en la pierna izquierda. Ella sabía dónde estaba trabajando el artista porque las heladas sensaciones que recorrían su sistema nervioso hasta el cerebro no le dejaban dudas. Se estremeció, pero no podía estar segura de que parte era debida al frío y cual a la excitación. De repente emitió un grito totalmente amortiguado cuando él disparó una montañita de nata helada sobre y alrededor de su clítoris y todo lo que estaba conectado con él. Ahora se estremecía constantemente.

Humedad caliente empezó a sustituir a las líneas frías cuando comenzó a lamer y tragar la nata con angustiosa lentitud, en el mismo orden que la había aplicado sobre su carne expectante. Ahora el sonido ahogado parecía un gemido desde lo profundo de su garganta y su cabeza se agitaba de lado a lado.

El gemido provenía de muy adentro; un alarido gutural de su diafragma. Cuando llegó al final de la nata y la mente de ella estaba sobrecargada de sensación, recorrió amorosamente con su hábil lengua su carne excitada, deteniéndose de vez en cuando para expulsar algunos zarcillos de pelo errante que de alguna manera se habían metido en su boca laboriosa.

Paseó ligeramente sus manos por los costados del cuerpo de ella. Tenía los ojos casi vueltos en la cabeza, bajo la venda - la tenía en un punto tal de excitación que pensó que gritaría con cualquier caricia de la mano o la lengua. De repente él se detuvo y se tomó un respiro, permitiéndole algo así como un instante de descanso aunque no lo fuera realmente.

Alcanzó y desató su mano derecha y, sujetándola, la pasó sobre la cabeza hasta su mano izquierda; luego ató las dos manos juntas por las muñecas. Una vez hecho esto desató la mano izquierda del poste de la cama. Desató las piernas, la llevó a una postura sentada y guió sus dos brazos sobre su cabeza de manera que le rodearan. Así aseguraba que no se pudiera quitar fácilmente la venda o los tapones de los oídos pero le permitiría alguna libertad de movimientos. Le gustaba la idea de hacer sexo con ella mientras no podía verle ni oírle.

Luego le retiró la mordaza pero colocó un dedo suavemente sobre sus labios para indicarle su deseo de silencio. Le llevó la cabeza cerca de la suya y juntó sus labios con los de ella. La respuesta fue frenética, apretándose contra sus labios con más energía de lo que esperaba, indicando el grado de excitación en el que debía estar. Sus manos luchaban en su difícil situación lo bastante para permitirle a sus dedos alcanzar la parte de atrás del cuello en pautas deliberadamente circulares o aleatorias, a la vez ligeras e insistentes.

Sus labios se separaron, y la lengua de ella empezó a trazar un camino errante sobre su cara - recorriendo hacia arriba la curva de su carrillo y por encima de su oreja, pasando caliente y húmedamente sobre el lóbulo y sus alrededores, soltando deliberadamente el aliento en su oreja. Sus dientes agarraron suavemente el lóbulo y tiraron de él ligeramente adelante y atrás. Él cerró un momento los ojos, los abrió y le guió la cabeza de nuevo frente a la suya.

Empezó a besarla intensamente otra vez, restregando los labios bajo los suyos y pasando una mano sobre su cabeza, para enredar los dedos en su suave cabello. Mientras lo hacía puso la otra mano tras su espalda para sujetarla mientras la tendía sobre la cama, estirando sus brazos totalmente puesto que todavía estaban sujetos tras su cuello.

Le llevó las manos hacia delante, ajustó su posición y la penetró cuidadosamente. Empezó a empujar lentamente, permitiendo que su movimiento se incrementara gradualmente. Cuando estaba empujando regular pero todavía no rápidamente, empezó a incrementar su fuerza, penetrándola más fuerte y más profundamente a cada embestida. Empezó a empujar todo lo fuerte que podía, con velocidad creciente.

A cada movimiento, embestía con más fuerza y dureza la carne que le envolvía. Sintió los músculos estrecharse sobre él en relativa sincronización son sus poderosas acciones. Su cuerpo empujaba contra el de ella y la clavaba en la cama bajo ellos. Mientras su fuerza aumentaba, lo mismo hacía su velocidad hasta que pareció no haber intervalo entre los movimientos y todo parecía una danza continua, repetidamente atrás y adelante.

Gotas de sudor rodaban por él y caían sobre la piel enardecida de ella. Pareció que había llegado al límite de sus posibilidades; que no podía moverse más rápidamente o penetrar más profundamente. Se movía sin intervalos; se diría que sin pararse a tomar aliento, salvo porque su aliento resultaba rabioso y audible para él y para ella, si hubiera podido oírlo. Bruscamente, se detuvo tras un último empujón en su interior. Espiró lentamente el aliento entre sus labios. Puso sus húmedos brazos alrededor de ella y la abrazó, inclinándose para besarla suavemente en los labios. Después de separar sus labios de los de ella puso el dedo en ellos como había hecho antes, así entendería que todavía no debía hablar. Se desenganchó de ella y se tendió a su lado un momento.

Pasó y rozó su mano sobre la pelusilla de su pierna, sintiéndola estremecerse bajo él mientras lo hacía. Ahora iba a ser su turno de suspiros y jadeos. Se levantó y colocó su cuerpo sobre el de ella para conseguir fácil acceso a todas las partes de su carne húmeda, tensa y brillante. Empezó a recorrer su cuerpo con sus manos arriba y abajo muy, muy ligeramente, tocando todo desde su nariz a sus pezones, a sus rodillas. Después de hacer esto durante veinte minutos, ella había pasado del punto de los estremecimientos y la agitación y solo podía yacer allí bajo sus dedos expertos, incapaz de mover su cuerpo aprisionado por la pasión incluso en los confines de sus ataduras.

Le daba una enorme sensación de poder, ser capaz de eliminar de ella cualquier vestigio de consciencia y libre voluntad. No era su intención detenerse aquí, desde luego... ella apenas había paladeado el inicio de su exquisita tortura. Se inclinó sobre su cuerpo, más cerca, y empezó un largo, cálido, húmedo y perverso baño de lengua.

Comenzó por la cara y alrededores hasta las orejas, empleando mucho tiempo en acariciar las orejas y sus lóbulos con su caliente y sonrosada lengua, soplando cálidamente dentro de ellas, sintiendo que su cuerpo se estremecía incontroladamente bajo él mientras lo hacía. Cuando se trasladó hasta su cuello bajo su barbilla ella arqueó la cabeza hacia atrás, casi imperceptiblemente... casi como si fuera una muñeca de trapo parcialmente traída a la vida.

Siguió su camino hacia abajo por su piel de gallina, rastreando alrededor y sobre los pechos, chupando larga y adorablemente sus grandes y oscuros pezones que se elevaban diligentemente para salir a su encuentro. Muy suavemente los mordisqueó con los dientes y continuó, sobre su abdomen y caderas, abajo, abajo, ... abajo hasta sus pies y luego arriba.

Dedicó la misma atención de forma alternativa a las dos piernas, moviéndose lentamente hasta sus rodillas, y luego volviendo la cabeza hacia abajo para hacerla estremecerse y temblar de nuevo mientras le hacía el amor caliente y húmedo a la parte interna de sus muslos, oh tan despacito; reteniendo abajo sus piernas con las manos, para que no pudiera retirarse de su instrumento de tortura.

Lentamente, de nuevo muy lentamente, subió por sus muslos al punto que sabía que ella había estado rogando en silencio que llegara durante la última hora, pero todo lo que podía hacer ella era jadear y controlar su aliento; no podía moverse, no podía hablar. Cada pensamiento de su mente nublada por la pasión, cada contracción involuntaria de sus terminaciones nerviosas, cada repuesta de sus traicioneros músculos... todos le pertenecían, tanto tiempo como él lo deseara.

Empezó a lamer y chupar su carne sensible y excitada, pasando sobre ella la lengua tan ligera y repetidamente, chupando el tejido húmedo y palpitante bajo él, sintiendo como intentaba girarse, pero evitándolo con su cuerpo y con el propio y traicionero de ella. Mientras continuaba chupándola y acariciándola con su cálida humedad, las estrellas empezaron a girar y dar vueltas en su cabeza, detrás de sus ojos. Sintió que la tensión se elevaba hasta un punto increíble y luego todo se fundió en su interior en un insoportable momento de debilidad, con la mente girando y dando vueltas entre sus estrellas internas. Luego su cuerpo empezó a temblar y agitarse de forma incontrolada a cada mínima caricia de cualquier tipo.

Conocedor de su éxito, cesó en su maravillosa tortura y la envolvió de nuevo en sus brazos reteniéndola firmemente hasta que su cuerpo se hubo calmado y dejó de temblar y estremecerse bajo él. La besó de nuevo, haciéndole el amor con la lengua a la suya lenta y dulcemente. Luego la desató y le quitó todas las barreras sensoriales, cubriéndola con su cuerpo mientras ambos caían juntos en el sueño.

FIN