Narigon

El muchacho tenía muchas virtudes, y entre otras una nariz descomunal,

Érase un hombre a una nariz pegado,

érase una nariz superlativa…”

Francisco de Quevedo.

Es narigón.  Narigón y árabe. También es argentino. Es un santo varón que me aguanta, que me perdona, que me sostiene El es mi remanso, mi salvación, mi contención, mi compañía. El amor de mi vida.  Es también mi bastón, mi alegría, y no lo cambiaría por nada.   A pesar de ese naso tamaño familiar que tiene.

Claro que todo esto tiene una historia.

El día que trascendió públicamente que yo era un alcohólico perdido, comenzó el declive de mi carrera de comediante. Eso pensé mientras me curaba de la resaca y lo confirmé poco después cuando desaparecí de los medios.

Pasado el escándalo, vino el silencio.  Y eso significaba el principio del olvido.  No hubo más  televisión  ni propuestas ni contratos, no me llamaron más para hacer presentaciones personales, shows, promociones  ni publicidades  ¿Cómo podía “vender” mi presencia en un aviso publicitario,  un queso crema o un yogur para las familias, si yo era un enfermo de alcoholismo?  Eso aparte de puto, tragasables, maricón, condiciones  que ya eran de por sí “una molestia”  Yo era lo que se dice políticamente incorrecto. Puto y encima borracho.

Por un tiempo, breve quizás, todos los medios gráficos, radiales y televisivos del país se encargaron de contar los detalles escabrosos de aquel escándalo que involucraba entre otras cosas, alcohol, botellazos, trompadas, sangre, la rotura de mesas, copas y sillas, algún desmayo inoportuno, corridas, desmanes, caídas, vómitos, hemorragias y el espectáculo obsceno de mi cara de borracho en estado de inconsciencia alcohólica, ampliada cientos de veces. La imagen del boludo sin destino.

“Ugo Caprile protagonizó un escandaloso episodio en la disco Tinta Roja, mientras se encontraba acompañado de un joven.  ¿Quién era el desconocido muchacho que estaba al lado del ídolo? (Diario de ultra derecha y homofóbico)”

“Ugo Caprile “copeteado” causa destrozos en un local nocturno. Termina preso” (diario “progesista de izquierda”,)

“Radiografía de la decadencia”  Ugo Caprile y sus infiernos” (Programa de chismes de la TV abierta).

Títulos lapidarios de parte de quienes antes me alababan, me adoraban, se arrodillaban frente a mi talento, festejaban mis chistes hasta los de mal gusto, y celebraban como propios mis éxitos más contundentes.  Todos hasta ese momento, se enriquecían hablando de mí.  Pero ahora, yo había caído en desgracia y muchos hacían “leña del árbol caído”.

Por ese entonces estaba en el punto máximo de mi carrera, era amado, odiado, admirado, asediado., envidiado.   Me sobraban,  el trabajo, el dinero, los amigos, los fans, los asistentes y asesores pero también me mareaba la fama, el dinero, la popularidad, los nuevos amigos, las conquistas fáciles. ..Yo era un ser infeliz que tenía que demostrar mi “alegría “con o sin cámaras”.  Podría haber sido peor, pero el resultado de mi desequilibrio fue que  sólo me convertí en un alcohólico violento, un ebrio que daba asco o pena, un borracho sin futuro. Creo, al final de cuentas, que no le hice mal a nadie: en definitiva sólo me dañé a mí mismo.

Fueron años de decadencia y dolor   Alguien, no estoy seguro quién, quizás la persona menos pensada,  me socorrió cuando ya había caído en lo más bajo: me encontró inconsciente, bañado por mi propio vómito en el piso del baño y, me internó en un sanatorio psiquiátrico y al cabo de un tiempo (mucho tiempo) pude comenzar a salir de esa pesadilla.  Cuando me dí cuenta, la vida, los años habían pasado como un avión supersónico y en el espejo sólo veía algunas canas, arrugas prematuras, ojos secos,  y ese aire gris que adquieren los borrachos recuperados.  Tenía la cara gris del sobrio triste.

Cuando mis ahorros se agotaron empecé a buscar trabajo: a contactar productores, a ofrecer mi show, a  humillarme de mil maneras para convencerlos para que me contrataran, pero según me dijo un antiguo conocido,  me habían incluido en una lista negra, la de los “impresentables”. Los que estaban fuera del mercado.  Ugo Caprile era un problema, algo así  como la peste bubónica.  Un muerto en vida. Una calamidad. Incontratable. Contagiosa.

Vendí una casa que me quedaba y con el resultado viví un tiempo y monté un circo que recorría las provincias de pueblo en pueblo,  por caminos polvorientos y olvidados… Fue todo muy duro y hasta yo había perdido parte de  la gracia y y me parecía que la gente ya no se reía conmigo como antes.

Pero un día, inexplicablemente, se dio vuelta la tortilla.  Fue hace poco, cuando  a iniciativa de unos productores jóvenes que me recordaban de su infancia, insistieron que me dieran un premio a la trayectoria, vaya saber porqué, pero al recibir el premio en un gran teatro y transmitido por televisión, algunos se dieron cuenta que yo podía estar avejentado, mas flaco, entristecido,  pero que aún podía hacer reir, bailar, cantar, entretener ,que aún podía enloquecer a una audiencia y generar ovaciones entre viejos admiradores y el público que siempre se renueva..

Cabalgata Boreal me contrató, para un programa cómico de TV en horario central junto a dos actores semi-olvidados como yo :, una gorda de risa muy contagiosa, conocida por su boca sucia y por su enorme culo  y un petiso, casi enano reconocido por poder hacer toda clase de ruidos hasta los más desagradables,  lo apodan  “Mr Pedo”. O sea, para resumir, me presentaba con un culo y un pedo…..Por suerte no resultó en una cagada….

Me pagaban muy bien, podía salir de la pobreza en la que había caído siempre y cuando permaneciese sobrio. Era la condición resolutoria de mi contrato de seis cifras. Asi me lo hicieron saber.  Si volvía a beber, se acababa todo.  Además del compromiso contractual, se me asignaría  un productor “junior” para que me llevara y trajera a los estudios del canal de TV, y cuidara que no hubiera bebidas alcohólicas a mi alrededor  Eran condiciones humillantes pero yo no tenía otra alternativa que aceptarlas.  Los dos primeros productores no me gustaron y recién con el tercero pude entenderme mejor.  Se llama Ali Mohamed Juri : es hijo de árabes, sirios de Aleppo, y como tal es poseedor de una nariz grande y rotunda, aguileña y prominente, una suerte de pija gorda en plena cara , que generó un apodo gracioso para sus compañeros pero no para él.: .le dicen “Narigón”. Cuando Ali da vuelta la esquina lo primero que aparece es su apéndice nasal.  Es un Cyrano de Bergerac pero  argentino y musulmán.

Ali tiene apenas 27 años,  alguna poca experiencia como productor de programas de TV, una sonrisa enorme y tímida, una vos de barítono  muy de macho y esa nariz que lo delata.   Sólo con esa nariz dice si algo le gusta o no.

El era mi productor exclusivo pero también mi chofer, “acompañante terapéutico”, mi vigilador  el guardia de seguridad que controlaba mis actos, lo que comía, lo que bebía,  el estado de mi aliento, mi aspecto exterior.

A pesar de que represento más,  tengo 49 años, si 49 y no me estoy sacando ningún año.  Y hace mucho tiempo que estoy sólo en el mundo.  Parejas fugaces he tenido. Algunos amores no correspondidos.  Vividores que se ataban a mi durante mis épocas exitosas y que se alejaban apenas descubrían mi precariedad económica o mis aficción a la bebida.. Pero el amor como la felicidad me estaban vedados. Eran mi castigo por mi vicio,  o por el éxito desmesurado que había tenido hasta que caí en desgracia.  O por ser gay.

Cuando me presentaron a Alí le dije “pibe no vas a durar al lado mío”,  y también “los dos anteriores los hice “rajar” pronto”.  “No tendrás la culpa, si te querés ir enseguida,  como ellos,  el responsable soy y siempre seré  yo”   El me miró con esos ojos árabes, negros y profundos que no logran ser tapados por su nariz sobresaliente y me dijo que le interesaba el desafío.

A mí, el chico me gustó desde el vamos, no lo voy a negar. Su voz me dilataba el orto, su mirada me derretía, Su físico ágil, atlético y joven me atraía. Si sé que es ridículo que justo me calentara el tipo que era el representante de mi verdugo.  Mi carcelero.  El “alcahuete” que me acompañaba para reportar alguna recaída en el alcohol. Pero su tranquilidad me daba calma, su sonrisa de dientes casi perfectos, me alegraba el corazón, su sencillez me hacía bien, su paciencia infinita me causaba asombro y bueno también, siendo tan puto como soy, su pija y demás intimidades me intrigaban.   No se le notaba mucho el bulto: usa esa ropa holgada a la moda entre algunos jóvenes que no marca paquete ni sugiere el culito.   Imaginaba que los narigones la tienen grande, siguiendo el mito popular, y eso me calentaba.  Además de calentarme, el pibe festejaba mis chistes, estaba pendiente de que me sirvieran la comida que me gustara, y la que no me cayera mal,  me ayudaba a seleccionar el vestuario,  se interesaba en lo que hacía.

Se fue metiendo en mi vida.  Me fue conquistando de a poco.   No había nada sexual al principio entre nosotros: salvo mi oculto deseo de chuparle la poronga y comerme su culito, pero todo era disimulado, discreto, oculto y secreto.  El noviaba, me habían dicho, con una recepcionista del canal, una tal Patricia, linda chica, alta y de muy buenas tetas.

Al principio Ali controlaba mi puntualidad. Me pasaba a buscar una hora antes de salir, eso por si yo estaba “durmiendo la mona” pienso,  y ello me hacía sentir mal, no me gustaban, ni esa desconfianza ni ese contralor ni que me impusieran condiciones, pero me la tuve que comer doblada como dicen los muchachos.

También en los comienzos, Alí  me traía a casa en su auto al final de las grabaciones.  Subía a veces hasta mi departamento, llevando las perchas con mi vestuario, pero se iba en seguida.  Como lo haría cualquier empleado que había cumplido su turno.   Con el tiempo las cosas se dieron vuelta:  si  Alí no llegaba una hora antes, yo ya lo extrañaba, y  después le reprochaba el retraso dándole otros motivos claro,  y cuándo volvíamos a casa con cualquier excusa, él,  por su parte, ya no se iba enseguida:  nos quedábamos charlando, escuchando música, viendo fotos viejas, programas teatrales, revistas antiguas,  yo lo hacía reir:  quería que toda mi gracia le encendiera la sonrisa,  que toda mi seducción lo atrapara en mi telaraña,, que todo mi humor me ayudara para que no se fuera. Al borde de los cincuenta años me había enamorado perdidamente de un muchacho al que doblaba en edad  Cosa de alcohólico en recuperación. De puto irredimible.  De iluso terminal.

Fuimos ganando confianza: nos empezamos a hacer confidencias.  A veces venía los fines de semana a cocinarme para el almuerzo, y ahí nos quedábamos charlando, de la vida, de mi,  de él, de nuestras vidas. Repasaba los libretos con él  (pasábamos letra como se dice en el teatro) y el sabía corregirme cuando me equivocaba.  Se convirtió en imprescindible para mí.   Me acostumbré a su olor a jabón de muchacho limpio, a su colonia,  a su saludo, a su sonrisa, a sus palabras dulces.

Pero no tenía que pasar nada.   Yo debería contenerme para no tocarlo, para no abrazarlo, para no buscar su boca. Tenía la esperanza que a él  le pasara algo conmigo;  que producto de la cercanía, de la admiración, de esa especie de amistad que habíamos formado, le pasara algo parecido a lo que yo sentía. Aunque él fuera heterosexual…..

El programa fue un éxito con records de audiencia.  Tres actores muertos en vida resucitaban del olvido para hacer reir a todo un país.  Me di cuenta del éxito cuando a la salida de las grabaciones me esperaban centenares de personas para conseguir mi autógrafo, cuando mi número de seguidores en las redes sociales se multiplicó por miles. Cuando la prensa volvió a ponerme por los cielos.  Cada día que pasaba sentía más deseos por estar con Ali,  pero me lo guardaba, nadie debía saberlo.

El suceso repentino e impresionante del programa y mi situación personal: solo y perdidamente enamorado de alguien imposible , mucho más joven, y que me estaba prohibido, me empujaban hacia una recaída en el alcohol.  Eso pienso.  Me resultaba difícil soportar tantas presiones, tantas exigencias.  Era como si mi cabeza me dijera, me impusiera, volver a beber para calmar mis inquietudes  aquietar mis angustias, alejar mis pesadillas.. La menor contrariedad me hacía pensar en una copa, una sola copa que sabía que no sería la única.  Mientras tanto me pajeaba compulsivamente pensando en el muchacho, en su piel brillante y joven, en su pecho velludo,  en sus espaldas anchas, en sus pies grandes, en el bulto y el culito que escondía con su ropa,  con su virilidad, su voz de macho, y hasta con su nariz.  Hasta en sueños lo llamaba: se había convertido en mi obsesión. Pero yo sabía que era tan peligroso caer en esa tentación,  como beber una copa de alcohol.

Después de una larga jornada de grabaciones,  aquella noche el me llevó a mi casa, conduciendo un auto de la productora.  Yo tenía un fuerte dolor de cabeza,  estaba extenuado,  de mal humor, con este temperamento de mierda que tengo, pero eso no impedía que sintiera mucha angustia porque creía que el producto de mi trabajo de ese día no había sido bueno. Se lo dije en el camino y el puso su mano sobre la mía en mi pantalón como intentando consolarme.  Yo apoyé mi mano sobre la suya,  y sentí su calor joven y potente y el no  la retiró.   Me daban ganas de acercar su mano a mi boca y besarla, acariciar sus dedos, lamerlos.  Moría de calentura. Por fin retiré mi mano y el volvió a ponerla sobre la suya mientras me miraba.  Callé aunque mi cara seguramente reflejaría mi tensión.   Al llegar a un semáforo, el acarició con esa mano mi nuca, una y otra vez, como se acaricia o se consuela a un niño que está triste. O a un perrito perdido. Esa caricia, inexplicablemente me quebró y me largué a llorar, no sin sentir que estaba haciendo el ridículo.  Cuando el estacionó el auto en un sitio oscuro, y me pude controlar le dije lo que me pasaba pero no todo, claro. Le dije que todo me superaba y que  necesitaba una copa.  Iba a recaer en el vicio.   El se quedó pensando, turbado y me dijo ,¡Querés que me quede en tu casa esta noche ?  Lo miré sin decir nada y el tomó su celular e hizo un par de llamadas.    Cuando cortó, me dijo ya está, hoy me quedo en tu casa.  Te voy a cuidar.  Como yo seguía sin contestar, el me repitió la frase y luego algo ofuscado me dijo “ Che boludo dame bola” (tonto prestame atención)..  En Argentina la palabra boludo es un insulto grosero habitualmente.  Es equivalente a decir “pendejo” estúpido, tonto, tarado, “pelotudo”  “huevón”, gilipollas, pero entre los más jóvenes ha dejado de ser una ofensa para convertirse en una manera de llamarse entre sí.

Dame bola, boludo, repitió.

Te doy las dos bolas , le dije con un absurdo sentido del humor.  El me miró se sonrojó y dijo, por ahora no te las pido,  boludo.   Llegamos a mi casa y yo prendí algunas luces, el me seguía,  preocupado.  Pasé al baño y me duché rápidamente, a veces el agua tibia me tranquilizaba  El me esperó en la puerta y cuando salí,  se sacó la ropa y se fue a bañar.   Ver su cuerpo desnudo, joven, tan masculino y tan fuerte me calentó mucho.   Pero para disimular me tiré en mi cama, y apagué la luz del techo.  Una suave penumbra iluminaba el cuarto.  Cuando salió del baño,  envuelto en una toalla, con el pelo aún mojado,  tomó la manta y el bóxer nuevo que encontré en mi placard y le había preparado y se fue al cuarto de al lado donde había un sofá en el que dormiría.    Pero antes de irse, vaciló.  Estas bien, boludo, preguntó y yo otra vez disimulando contesté.  Si,  boludo estoy bien, como siempre.

Apagué el velador y mi dormitorio quedó a  oscuras y el se quedó en la otra habitación. Tomé el calmante recetado y me habré quedado dormido, porque eran las cuatro menos veinte de la mañana, cuando me desperté para verlo a él velando mi sueño, parado en la puerta, con los calzoncillos que le había dado antes y descalzo.   Narigón,  le dije , y el me sonrió con una sonrisa timida, como avergonzado por haber sido descubierto.  .Estás tiritando de frío le dije y aunque me arrepentí después, le hice un lugar en mi cama, y le dije que viniera.   No, ya me iba, me dijo, pasé al baño. Vení le dije y el corazón me empezó a palpitar velozmente.  En las sombras vi mi brazo llamándolo y su cuerpo moreno caminando hacia mi, y nunca sentí algo tan vital como su rápida caminata y le dije acóstate.  Sólo por un rato me dijo y apoyó su cabeza sobre mi almohada. Tenés que dormir me dijo..  No quiero dormir contesté..   El se calló y apoyó todo su cuerpo en mi cama hasta que me quedé dormido.   Después se fue.      Cuando amanecí, ,otra vez, tenía los ojos llenos de lágrimas. Encima de puto, llorón…..

La crisis pasó. Todo volvió a la normalidad y un día lo cambiaron de puesto.  Dejó de ser mi acompañante, mi asistente, mi angel de la guardia.   En su lugar pusieron a un gordito cuyo único antecedente era el de haber trabajado en un geríatrico, un ancianato: un experto en viejos…. Un experto en escupideras y vacinillas….

Pero cada día Alí me llamaba al celular, o me escribía mensajes de texto preguntándome como estaba, como había sido mi noche, o mi día y yo le contestaba y trataba de vivir sin él , sin mi muleta.

Un año después de eso y con mi carrera consolidada nuevamente,  supe que lo mandaban al Paraguay a coordinar la producción de un programa cuyo formato había sido vendido para allá.   Y él se fue, a vivir a Asunción por un tiempo y ya nuestro trato dejó de ser frecuente.   Supe que con la recepcionista había cortado relaciones.  Supe también que había estado de novio con una bailarina.  Supe que eso tampoco había durado.   Yo mientras tanto retomé una antigua relación con una ex pareja.que no supo cuidar mi necesidad de alejarme de la bebida (tomaba siempre en frente mío), y aunque es buena persona, poseedor de una pija de tamaño extra- large y que sabe usar magníficamente,, cortamos a los pocos meses. O sea preferí la sobriedad a la pija.  Estaba madurando……

Ese sábado cuando entré al canal de TV, vi la sombra del narigón, pasó rápidamente , apurado, con una mochila azul y gris al hombro, el bigote más tupido, el pelo más largo, pero no pude ver nada más.  Recorrí los corredores del inmenso estudio para ver si lo volvía a encontrar pero no estaba en ningún sitio.  Grabamos mi programa frente a un estudio lleno de gente, celebramos un aniversario, y todo estaba lleno de globos, adornos y luces, casi no podía ver nada más allá de las cámaras.  Esa noche actué como nunca, parecía que el sólo hecho de creer que el me estaba mirando me impulsaba con una energía que ya no recordaba tener.   Miraba como podía más allá de las luces, buscando su cara entre la muchedumbre.  Sus ojos grandes y oscuros, su nariz prominente su bigote, su pelo,  pero sin éxito.

La ovación final me emocionó hasta las lágrimas: o quizás fuese la certeza de que él no estaba allí, que ya no iba a encontrarlo.   Que nunca lo tendría.  Todos me felicitaban y no sabían el motivo real de semejante emoción que cubría de lágrimas mi cara de payaso.    Ugo Caprile emocionado hasta el llanto por el amor de su público dirían en las páginas de internet al dia siguiente: pero yo sabía que más que eso era por el desamor que sentía en mi vida.

Esa noche llamé a mi asistente terapéutico, temía que la depresión me llevara otra vez a la bebida.  No lo encontré, su mujer estaba con los trabajos de parto me enteré después.

Eran las tres de la madrugada, tres y quince cuando decidí llamar a Narigón, sabiendo que quizás nadie contestaría , o que el disco de la empresa de celulares dijera que el número solicitado no pertenece a un abonado en vigencia…..

Pero contestó él. Con una voz bien despierta y hablando a los gritos, porque en el lugar había muchos ruídos, una música bien alta, y muchas otras voces, parecía ser una fiesta.  Cuando me identifiqué  se quedó callado por un momento y luego , en un sito menos ruidoso,  me saludó sorprendido.  Hola boludo,me dijo.  Ahí no sé lo que le dije, no sé qué tontería le dije, pero a la media hora él estaba en la puerta de mi casa tocando el timbre, soy Ali, me dijo.  Pasá, contesté.

Todavía tenía papel picado y serpentinas en el pelo.  Todavía tenía un disfraz de no se que super héroe japonés que no reconoci. Todavía tenía la mirada más tierna que conozco,  la cara pálida,  la boca temblando del susto Y esa nariz enorme que adoro.

Cuando nos miramos, creo que los dos sentimos algo igual: casi idéntico,  la convicción de que el tiempo no había pasado y que no obstante lo que había ocurrido en nuestras vidas, seguía habiendo entre nosotros ese lazo especial que superaba todas las distancias.  Supe en ese instante que no lo había olvidado, que moría por abrazarlo, por besarlo, por decirle que lo amaba, que siempre lo había amado, que rogaba que no se fuera, que no podría vivir sin él .

Hablamos, me dijo que estaba a punto de casarse con aquella recepcionista de tetas grandes con la que había salido antes, Patricia..   De mi vida privada no le conté mucho, salvo lo del hombre casado con el que de vez en cuando nos matábamos de sexo (una mentira, no había tal cosa). Me preguntó que me pasaba y no me atreví a decirle nada: me levanté a servir el café que había preparado.  Volvio a preguntar:  que tenes, boludo?

El se vino a la cocina, unos minutos después,  ya despojado de su disfraz y con su ropa normal, y mientras yo ponía el agua caliente sobre el filtro del café, lo sentí a mis espaldas, con su aliento pegado a mi cuello, con su nariz prominente en mi oreja, con su poronga enganchada en la raya de mi orto.  Sentí el calor de su pija a través de mis pantaloncitos,  el ardor de su sexo apretado a mi culo, y luego sus brazos abrazándome desde atrás y refregándome en su bulto y aunque mi orto pedía pija, con desesperación grité:  No…..!!!!!!.,

Me di vuelta y vi su cara sorprendida una vez más, su palidez, el susto que mi grito le había causado.  Abría la boca como buscando aire, como si su gran nariz no le fuera suficiente para respirar.   Nuestros ojos se enfrentaron nuestras miradas se cruzaron acariciándose y ahí supe que estaba perdido: completamente perdido.

Me miró con esos ojos negros moros y profundos y me preguntó que me pasaba, le dije que estaba mal , que lo había extrañado mucho, que cada día que habíamos estado separados me hacía más falta.  Abrí mi alma y el me abrió la suya, me dijo que me había aprendido a querer, que no había podido alejarme de su pensamiento.  Que nunca había sentido algo así por otro hombre.  Que estaba confundido, loco, aturdido.  Nos besamos.  Nos volvimos a besar.  Besos con ruido. con rabia, con calentura, con mucha saliva y mucha lengua.  Besos que sabían a ausencia y a negación, besos dementes y despiadados que comienzan y terminan en la boca pasando por todo el cuerpo de dos tipos que se van desnudando rápidamente tirando la ropa a cualquier parte, las medias, los zapatos, los calzoncillos, las camisetas. Y al costado se forma una montañita que mezcla la ropa de uno y del otro, como anticipo de la fusión de nuestros cuerpos.

Yo acariciaba sus nalgas peludas, y él se refregaba contra mí, pija contra pija, y era un vaivén que me ponía duro y más duro a cada momento.  El ya la tenia dura bien dura y morcillona y yo iba en ese camino, el gemía despacito y yo le respondía con mas intensidad.  Su humedad producía la mía…Lleno la cabeza de mi pija con su líquido seminal, parecía una canilla abierta que despedía deseo y amor.

Yo le mordía el cuello y el parecía deleitarse con cada mordisco , mientras sus manos frías recorrían el largo grosor de mi pija. Yo acariciaba su pecho, sus pezoncitos salientes y expectantes  y me pareció que gemía o lo que parecía más el ronroneo de un gato acariciado por su dueño.   Su mano recorría mi pelo, suavemente y el calor de su palma era como un bálsamo de tibieza que iba despidiendo uno a uno mis terrores, mis fantasmas, mis noches sin sueño.

Nuestas pijas hacían duelo, la suya larga, algo curvada y circuncisa, la mía larga, gorda, venosa, encendida por el placer del contacto con la suya mojada y ardiente.  El me besaba sin parar y yo le respondía con lengua, saliva, boca, dientes y paladar.  Por un instante, nos detuvimos y nos separamos levemente mirándonos con los ojos brillantes, como no creyendo aún que es lo que pasaba.  Con mi mano temblorosa, tomé su verga, y me asombraron su temperatura, la suavidad de su piel, su grosor… En ese momento me moría por su pija….

Le pregunté: me la dás y el por toda respuesta, acerco su poronga dura a mí, la hizo moverse entre mis dedos, y tapó mi boca con la suya y me callé.  Que lindo es masturbar al hombre que se ama, recorrer el tronco de su poronga, apreciar las venas que se expanden, la humedad de los pelos de su pubis y de sus huevos llenos de leche,  llegar a su cabeza y sentir su grosor, su humedad, la intensidad de la pasión que la llena de sangre y sentido. Acariciarla una y otra vez, mientras se escuchan sus suspiros.  La pija del narigón se curva un poco, y su cabeza es grande, como un champignon enorme, que amenaza destruir ortos, abrir túneles, hacer doler.  Recorrí su largo y aprecié su grosor y su urgencia, me detuve en sus huevos húmedos y peludos, para mi, primero uno luego el otro, luego los dos, apretando hasta hacerlo gritar, acariciando su escroto, y recorriendo con la uña de mi dedo índice la línea que separaba su bolsa de su ano. El sentía el impacto de un tocamiento tan íntimo por parte de otro macho y su culito se abría a mi paso como extasiado por el contacto.

Nos tiramos a través de la cama,  el encima de mí, el abrazándome para no dejarme escapar, el resoplando como si le faltara el aire, el diciendo palabras calientes, levantándome una pierna sobre sus hombros, besando mi pie, mi piel, penetrándome despacito suavemente, hundiéndose en mi cuerpo, con una paciencia infinita……..

galansoy.  Otro relato de sexo pasión y amor entre dos hombres.  Ojalá les guste.g.