Nami se divierte - parte 3

El hecho de haberse masturbado va a traer a Nami problemas... Pero, ¿es posible que la pelirroja no haya visto saciado aún su deseo sexual y quiera todavía darse más placer?

Recomiendo a los lectores que lean las partes previas a este relato para entender los detalles que se van desarrollando

Nami estaba a punto de salir de su camarote cuando vio que en el suelo, justo al lado del marco de la puerta, había un papel. Es posible que estuviese antes allí y en la oscuridad no lo hubiese visto.

Tenía algo escrito, era una nota.

Creyó adivinar la procedencia de ese papel, y en cuanto lo desplegó y lo leyó confirmó sus inquietudes…

Mañana a la noche,

quiero que vengas a hacerme una visita,pequeña putita.

Zoro

A Nami le dio un sofoco. Aunque claro, era de esperar, Zoro estaba allí arriba, le había visto todo el espléndido cuerpo y le había visto darse placer. ¿Cómo no iba a querer el maltrecho espadachín poseerla a ella después de ese atracón para la vista que le había dado sin querer? Y además, Nami sabía bien las sensaciones que causaba en los machos… pero no era culpa suya, su cuerpo era así.

Nami volvió a dirigirse hacia el puesto de vigilancia. En medio del camino arrojó la comprometida nota al mar. El agua azul se la tragó y sólo quedó en su memoria. Cada vez era más de día y muchas gaviotas se arremolinaban en torno a la embarcación.

Una vez arriba decidió sopesar su situación una vez más…

Nami no salía del agobio de imaginarse que en menos de veinticuatro horas, Zoro reclamaría sexo con ella. Ella tenía que ceder, ¿qué iba a hacer si no? Podía contarles a todos que ella se masturbaba desnuda en lo alto del mástil en el turno de vigilancia. Podía chantajearla demasiado…

Pero a la vez a Nami no le parecía tan mal, de todas formas. Pese a que discutía con Zoro casi tanto o más que los demás, Zoro tenía su atractivo para una mujer. Es más, era con diferencia el hombre más atractivo… ¿Por qué no dejarse penetrar por él? Los pensamientos sucios de Nami inundaron su mente poco a poco. Se imaginó desnuda, poseída por Zoro, con toda su corrida en sus pechos… Sensaciones que sólo había visto en las profundidades de su mente sucia empezaron a acosarla. Decidió moderarse porque lo último que quería era masturbarse otra vez allí a la vista de todos.

La noche con Zoro era la noche de ese mismo día, quedaban horas para aparecer en su habitación y rendirse sin remedio a sus perversiones. Iba a ser verdad, ella lo sabía y no podía evitarlo, ¿no era mejor anticiparse e ir disfrutando un poco?

Pero, ¿cómo había empezado todo este proceso, con una simple masturbación, y cómo podía acabar? Además, lo que más le aterraba era precisamente iniciarse esa noche, con Zoro…

Sumida estaba en sus preocupaciones, que tampoco parecían tanto, cuando advirtió que alguien se movía en cubierta.

Era el pelo rubio inconfundible de Sanji, que ya estaba trajeado y llevaba algo en la mano.

Nami le llamó desde arriba

  • ¿Qué haces despierto Sanji? Aún queda más de una hora para que empiece la actividad en cubierta.

  • He madrugado, no tengo más sueño. Voy a aprovechar para empezar a preparar el desayuno – le decía Sanji mientras empezaba a subir con agilidad pasmosa hacia lo alto del mástil.

Una vez Sanji estuvo arriba, le preguntó si estaba cansada. Sanji llevaba una botella de plástico en la mano.

  • Qué pesado eres, Sanji, voy a acabar mi turno de vigía, bastante que ya la he preparado antes despertándoos a todos…

  • Como quieras, mi cabezota pelirroja. Por cierto, hablando de preparar, he traído zumo, ¿quieres probar un poco?

  • No te diría que no, lo aceptaré gustosa – A Nami le gustó mucho el gesto de su amigo. A pesar de que era un plasta sin igual, los gestos del cocinero hacia ella siempre estaban llenos de generosidad. Además, con un zumo fresquito se le pasaría la calentura.

  • Perfecto, toma, quédate la botella, me bajo a la cocina. Hoy quiero preparar algo distinto, pero tampoco te esperes nada del otro mundo. Hasta luego preciosa

  • Hasta ahora, Sanji – se despidió Nami con una sonrisa y se quedó en el puesto de vigía mientras veía al rubio bajar y meterse bajo el tejado.

Todo volvía a ser pacífico, con la diferencia de que ahora Nami bebía el zumo de naranjas recién exprimido. Estaba bien fresquito. Tenía un toque un poco más amargo que de costumbre, pero Nami apenas reparó en ello.

No pudo evitar beberse la botella casi de trago, estaba riquísimo. Adiós zumito.

Así a lo tonto le había entrado hambre también. Nami se relamió las gotas de zumo que quedaban alrededor de sus labios.

En cuanto los demás se despertasen y desayunasen todos se iba a meter a la cama para dormir todo lo que no había dormido esa noche. No tenía excesivo sueño porque la tarde anterior se había pegado una buena siesta, pero se merecía descansar.

A Nami le pareció un plan extraño. Iba a irse a dormir luego a su cama. A la noche iba a la cama también, pero no a la suya…

¿Qué pasaría si no apareciese por la habitación de Zoro? Sería una opción muy coherente, al fin y al cabo, corría el riesgo de convertirse en la puta del barco si los demás tenían noticia de ello y reclamaban el derecho a pernada.

Agarró con fuerza la botella vacía y la estrujó.

¿Y si no aparecía, entonces? ¿Se atrevería Zoro a visitarla en medio de la noche o por el contrario olvidaría el supuesto chantaje?

Dejó la botella estrujada en el suelo de madera.

Siguió pensando en esquivar la nota del espadachín y le empezó a parecer muy plausible.

Ocurrió que mientras Nami pensaba en alejarse de la visita a Zoro, su mente la traicionó. Imágenes de lo que ella había visto del torso de Zoro durante toda la travesía desde que empezaron a viajar juntos aparecieron con nitidez en su mente. Ella lo había admitido antes, no estaba nada mal el hombre, musculoso, con fuerza para hacerla de todo… Intentó sacudir de su cerebro esas imágenes eróticas, pero volvieron con la misma fuerza o más que antes.

¿Qué estaba pasando? ¿Acaso se volvía tan cachonda que ya no se podía poner freno a sí misma?

La botella de zumo vacía miraba como una chica pelirroja se debatía internamente entre sus pensamientos, debate que empezaba a manifestarse en su cara. En su mente, y de una forma muy real, casi palpable, la imagen de un hombre en calzoncillos aparecía y ocupaba toda su vista. Ya ni siquiera podía asegurar que fuera Zoro, es como si la figura en sí no importara, sino sólo parecía importar el deseo.

La imagen parecía muy real, demasiado real… Nami se fijó en que ese hombre la agarraba con fuerza de una mano y la obligaba a recibir un beso de sus labios, humedeciendo su boca y entrando en su espacio, a la vez que sintió una presión en sus tetas porque estaban siendo estrujadas con otra mano. Nami sintió que sus pechos se revolvían lejos de su control, llevados por la excitación y empezaban a palpitar de forma intermitente pero acelerándose…

Nami abrió los ojos y vio que seguía en el puesto de vigía, el cielo oscuro ya había perdido mucha intensidad, el sol aparecía por el horizonte, despuntando con sus rayos el día.

¿Qué había sido aquello, una alucinación? Su cuerpo había reaccionado a ella, es más seguía reaccionando porque notaba un cosquilleo palpitante en sus tetas.

Nami levantó el cuello de su camiseta para observar sus pechos y vio que se empezaban a hinchar un poco, y los notaba inquietos. Pero lo más notable es que sus pezones estaban duros como el hielo de repente, tanto que casi le dolían.

De repente, el macho musculado estaba ante ella otra vez. Se quitó rápidamente la prenda interior y un falo salió de golpe, un potente miembro más grande que su antebrazo y grueso como un rodillo quedó ante la sorprendida chica. El hombre atacó sin miramientos a la entrepierna de la joven, metiendo sus manazas entre los muslos y hurgando entre los labios vaginales de Nami sin pudor. Mientras el pene ya tocaba a Nami entre sus pechos, era un pedazo de carne caliente que no dejó a la pirata indiferente. Nami sentía miedo ante aquella agresión, pero su cuerpo no opinaba igual, y su cerradita vagina empezaba a reaccionar estremeciéndose de forma placentera ante aquél extraño que quería poseerla…

Y aquél que intentaba poseerla volvió a desaparecer de repente. Nami volvió a ver el cielo cada vez más claro sobre su cabeza, se empezaba a colorear de azul claro.

Pero las sensaciones que aquella fantasía había dejado en su mente seguían expandiéndose por su cuerpo. Los pezones de la pirata seguían erectos y al roce de la camiseta se estremecían, parecía que el cualquier momento supurarían leche. Y ahora es la vagina de Nami la que lleva el compás del deseo sexual: el clítoris estaba muy sensible incluso a los pliegues de la vulva, y las paredes vaginales se empezaban a frotar y a humedecer, como si se preparasen para recibir el miembro dentro de ellas. La tela de las braguitas nuevas ya se empezaba a humedecer de nuevo…

Todo ese hervor de sensaciones fisiológicas tuvo su rápida repercusión en la mente de Nami. Su cuerpo se fundía de excitación fuera del control de su mente, sintió el calor de la excitación previa al orgasmo, como su cuerpo se elevaba y aumentaba la sensibilidad…

El Sol ya dejaba escapar sus rayos por el horizonte, estaba amaneciendo rápidamente en el mar.

Nami estaba temblando, temblando de deseo… Ella misma veía como sus manos temblaban sin que ella pudiera evitarlo. Entonces ella se dio cuenta de que no podía impedir darle de nuevo a su cuerpo lo que su cuerpo le pedía.

Bajó sus dedos a su cintura, impotente, y rindiéndose el intenso deseo repentino. Metió la mano debajo de sus braguitas y las yemas de sus dedos se pasearon por su rajita palpitante, que recibió con agrado la visita. Tocó su clítoris y experimentó un placer sin límites con tan sólo rozarlo. Una simple uña se mojó con un poquito de fluido que ya recubría sus labios vaginales.

Nami se arrodilló y se dedicó a frotar la zona pélvica con su mano de forma fiera, sintiendo el sexo cabalgar su cuerpo y mente una vez más. También estrujó sus pechos contra ella, queriendo sentirlo todo a la vez, buscando el orgasmo que se moría por encontrar.

Nami se retorcía de excitación una vez más en lo alto del mástil.

En ese momento, la luz del día apareció con más fuerza. Estaba amaneciendo y con ello empezarían a levantarse uno a uno los integrantes del barco en cuestión de pocos minutos.

Pillarían a Nami masturbándose...

Continuará

Muchas gracias por leerme. Agradezco sus comentarios y las sugerencias de cara al desarrollo de esta saga