Naly la gimnasta

Lo vuelvo a subir, una joven gimnasta hace que su equipo pierda la clasificación para las olimpiadas, y tendrá que recibir su justo castigo

Había ido todo el equipo, las veinte. Aunque solo podían competir cinco, la entrenadora había decidido que así harían una piña, no en vano se jugaban el ir a las próximas olimpiadas.

La selección de Letronovia, antigua república soviética, había llegado hasta aquí por primera vez en sus veinte años de vida. Ninguna de las chicas, salvo la entrenadora, aunque solo tenía cinco años cuando la URSS se disolvió, había conocido las glorias de la URSS y de sus gimnastas, y aunque las diecinueve chicas eran fantásticas gimnastas, todas sabían que si no acudían a estas olimpiadas, sería difícil acudir a las siguientes, ya que todas tendrían ya los veinte años.

Habían llegado hasta la última prueba, estaban las cuartas, tenían muchas posibilidades de ser terceras, lo que les daba el pase a las olimpiadas, ya que la gimnasta de selección italiana había sacado una baja nota en el ejercicio de mazas, y si ellas sacaban solo un punto más que ellas, pasarían.

Se la jugaban todo a la última gimnasta. Natalya Yrianiova.

Natalya era la más joven de todas las chicas. Había cumplido hacia poco más de tres meses los quince años, y puede que fuera la única que tuviera otra oportunidad dentro de cuatro años, ya que Irina Volovya, la mayor de las chicas y capitana del equipo, tenía ya los diecinueve.

La entrenadora había confiado todo a la joven Natalya, o a Naly, como la llamaban cariñosamente en el equipo, ya que había demostrado tenacidad y sacrificio entrenándose cada día incluso al acabar las sesiones. Y aunque no era una experta con las mazas, era la única que quedaba por realizar un ejercicio y por tanto la que quedaba por salir a demostrar sus habilidades.

La música empezó a sonar y Natalya empezó a deslizarse grácil con su menudo cuerpo por la pista, agitando y lanzando las mazas con una precisión milimétrica a la hora de cogerlas. Estaba siendo un ejercicio magnífico, la chiquilla sonreía feliz al ritmo de la música, sus compañeras se abrazaban alegres, estaban a punto de conseguirlo, el billete para las olimpiadas. Faltaban veinte segundos, y entonces, ocurrió el desastre. Una sonriente Natalya lanzo al aire la maza, y cuando se disponía a saltar para cogerla, la punta de su zapatilla derecha se salió, la chica la pisó con la punta de su pie descalzo y se resbalo, cayendo de bruces en la lona.

Un ohhhhhhhh y murmullos de lástima se repartieron por la sala. Las compañeras de Natalya se llevaron las manos a la boca, alguna empezó a llorar, y su entrenadora puso un gesto de seriedad y fría en el rostro que no paso desapercibido a las otras chicas.

El tiempo se acabó, y Natalya, desolada, con las mazas en la mano, descalza de un pie, saludó, aguantando e llanto, y tras coger la zapatilla del suelo, fue a esperar la puntuación. Cuando esta llegó, un jarro de agua fría cayó sobre todo el equipo. Habían quedado cuartas, Italia las había superado al final por diez puntos.

En el gimnasio, mientras recogían sus cosas, todo eran lamentos y lágrimas. Natalya, en silencio, se había apartado del resto del grupo sabedora de su culpa. Se había puesto el chándal de la selección y estaba mirando la zapatilla que se le había salido, que estaba en su mano. Estaba rota, se le había olvidado revisarla antes de salir, y por eso habían perdido.

Con las lagrimas rodando por sus mejillas, se calzo las deportivas sin calcetines y cogió su mochila, dejando tras de sí su zapatilla rota.

En el autobús que las llevaba de vuelta al hotel todas estaban en silencio. Las banderas que antes colgaban de las ventanas las habían retirado y los canticos alegres y carreras por el pasillo que habían hecho durante la ida, eran ahora lamentos, sollozos de tristeza y caras largas. Natalya se había sentado sola, al final del todo del autobús, y lloraba en silencio.

La entrenadora se levantó, y quedándose en el pasillo, agarrada a los dos portamaletas mientras el autobús seguía su rumbo, las miró con dureza.

  • Os quiero a todas, al llegar al hotel, duchadas y vestidas con el chándal en mi habitación en media hora.

Volvió a su sitio, junto a la capitana del equipo, se sentó y enseguida Irina apoyó su mano en el muslo de la entrenadora.

  • ¿Estás bien? – la pregunto en un susurro.

  • No Irina, no lo estoy- respondió Adriana, la entrenadora, en otro susurro – y esa niñata de Naly no lo va estar en mucho tiempo.

  • ¿Qué tienes pensado?

  • Darla una buena azotaina que la hará no olvidar nunca este día.

Y asegurándose que no les miraban, Irina llevó su mano hasta la entrepierna de Adriana, cubierta solo por unas mallas negras justadas.

  • No llevas bragas.

Adriana negó con la cabeza pero no sonrió ni mostró reacción alguna de satisfacción por el roce de la mano de Irina en su entrepierna. La capitana apretó la mano en la rajita del coño de la entrenadora que se adivinaba perfectamente ahora, pero Adriana no estaba de humor.

  • Venga. –Dijo Irina sonriente y al oído de Adriana – No es el fin del mundo.

  • Para Naly sí.

Y la capitana, sabedora de que su amante no estaba de humor, dejó de presionar la mano en la entrepierna de Adriana, deseando que Naly sufriera por quitarle este momento de gozo y placer.

En el hotel, las chicas fueron a sus habitaciones. Las chicas estaban divididas por parejas, y todas fueron a sus respectivas habitaciones, al entrar en la suya, Naly se tumbó en la cama y se puso a llorar. Mia, su compañera, apenada, aunque furiosa con ella por no haberse acordado de revisar las zapatillas, fue a consolarla.

  • Ha sido por mi culpa, se lamentaba la niña acostada en la cama.

Mia la acarició la cabeza y la abrazó.

  • Venga, tranquila. No pasa nada. Vamos a ducharnos y a ver que quiere Adriana. Después podremos cenar algo y descansar para el viaje de mañana. Es largo.

  • No tengo hambre, y Adriana querrá echarme una bronca delante de todas.

Mia sabía que así sería, pero no dijo nada.

  • ¿Te duchas tu primero?

Natalya asintió. Se levantó de la cama y tras desnudarse fue al baño. Mia se quedó sentada en la cama maldiciendo la mala suerte que habían tenido y aguantando las ganas de gritarle a Natalya. Necesitaba desahogarse con su compañera, pero no sabía cómo. Dentro de poco, gracias a su entrenadora, tendría una oportunidad de hacerlo, aunque sería terrible para la pobre Naly.

El sentimiento en el resto de gimnastas era parecido o pero que el de Mia. Todas echaban la culpa a Natalya del fracaso, pero nadie se atrevía a hacerla o decirla nada por ser su padre adoptivo, ya que la chica era huérfana y había sido adoptada con cinco años, un miembro de la federación.

Ninguna sospechaba que en media hora tendrían la oportunidad de hacerlo, y ninguna la desaprovecharía… Para desgracia de su joven compañera.

Ya en la habitación, Adriana llamó a la federación de Gimnasia, enseguida el presidente y todos sus miembros la exculparon del fracaso, recayendo todas las culpas sin duda en la joven Natalya. Incluso el padrastro de la joven había dado carta blanca a Adriana a castigar a su hija si lo creía necesario “Fuera como fuera. No habrá represalias para nadie por el castigo que crea conveniente sea cual sea” y esas palabras del director de las secciones inferiores de la selección fueron las que animaron a Adriana a llevar a cabo su terrible plan.

Cogió la mochila con el material y sacó la cuerda y las mazas. A continuación se desnudó y fue a ducharse. Cuando salió de la ducha, envuelta en el albornoz del hotel y calzando sus pantuflas sin talón se sentó en el hotel con la cuerda en la mano, agarró y la dobló varias veces. Cogió el teléfono y llamó a recepción.

  • Si, aquí la habitación 69. ¿Tienen tijeras grandes, como de cocina? ¿Si? ¿Podrían prestarme unas? ¿Y un poco de cinta de embalar? Muchas gracias.

Y colgó. Miró la hora, en quince minutos veinte chiquillas, entre ellas la preciosa Irina, con la que tiene una relación desde hace tres años, estarían en su habitación, y una de ellas seria castigada duramente.

Las chicas se encontraron en el pasillo.

Todas vestían el chándal de tonos azules de la federación y traían sus cabellos húmedos. La mayoría calzaba chanclas de goma, algunas con calcetines, otras sin nada que cubriera sus pies, y unas pocas llevaban unas pantuflas sin talón.

Poco a poco todas las chicas se agolparon en el pasillo ante la puerta de la habitación de Adriana. Una voz desde el interior había dicho que cuando estuvieran todas entrasen. Por fin, cuando llegó Natalya, la última, pues quería retrasar su castigo todo lo posible, las gimnastas entraron.

Adriana estaba sentada en la cama. Vestía unas mallas, igual que antes y una camiseta.

Miraba a todas con gesto duro, pero su mirada se fijo en Natalya, que se había quedado atrás del todo. La niña se supo el centro de atención y bajó la mirada, a sus pies, observando sus deditos sobresalir por la punta de las chanclas.

  • Acabo de hablar con la federación – Dijo Adriana seria – Y me han dicho que os de la enhorabuena, que no están disgustados, y que se ha hecho lo que se ha podido. Que habéis trabajado excepcionalmente, y que todas seréis recompensadas al llegar. Todas… Todas menos una. Natalya Yrianiova Bloshova, ven al frente.

Temblando, aguantando las lágrimas y la vergüenza, mirando a sus pies, Natalya se abrió paso entre sus compañeras.

  • Desde la federación, y son ordenes incluso aprobadas por su padre, se me ha ordenado castigarla como crea necesario por ser usted la única responsable de nuestra eliminatoria.

Natalya abrió los ojos vidriosos y miró fijamente a Adriana.

  • Lo siento, la zapatilla… yo….

  • ¡Silencio! – ordeno Adriana levantándose. – Natalya. Desnúdate.

Un murmullo se levantó entre las gimnastas, Natalya, asustada, obedeció. S descalzó, dejando tras ella sus chanclas y se quitó el pantalón y la chaqueta del chándal. Debajo llevaba solo un tanga y una camiseta, que se quitó, quedándose solo con el tanga, mostrando sus pequeños pechitos de pezones sonrosados. La piel de la niña se puso de gallina y sus pezones duros como piedras al momento. Adriana sonrió´ levemente algo excitada al verlos.

  • Nos has hecho perder por diez puntos – dijo Adriana sentándose y descalzándose a la vez que lo hacía, apartando las pantuflas con los pies, una a cada lado. Antes de seguir, se agachó y cogió la zapatilla del pie derecho. – Por eso, recibirás de cada una, diez azotes en el culo, que te daremos con nuestro propio calzado.

Natalya abrió los ojos y empezó a llorar, sus piernas temblaban y la voz no le salía. Rápidamente hizo cálculos, eso serian 200 azotes. Miró las pantuflas de Adriana y luego, miró atrás, a sus compañeras, calzadas con chanclas de goma o plástico y pantuflas también, de suela de goma, como las de Adriana.

  • Tras eso, yo te azotaré de nuevo durante diez minutos.

Natalya gimió y lloró desesperada, se arrodilló tirándose a los pies de Adriana, mojándolos con sus lágrimas y besándolos sin saber bien porque, algo que excitó a la profesora y enfureció a Irina, ¿Quién se creía esa niñata para besar los pies de Adriana? Eso solo lo ha hecho ella, pues es algo que excita y gusta mucho a la entrenadora… Esa zorra niñata, lo que iba a gozar arreándola.

  • No, no, no… no me pegue, por favor, no me pegue…. Lo siento mucho, yo lo siento, de veras, fue un error.

  • Un error que nos costará caro a todos.

Adriana se levantó, fue hacia su maleta y sacó unas medias de su interior.

  • Quítate el tanga.

Dubitativa al principio, Natalya obedeció finalmente. Antes de dejarlo en el suelo, Adriana la ordenó metérselo en la boca.

  • ¿Cómo? – preguntó Natalya incrédula.

El resto de gimnastas miraban la escena tan asombradas como inquietadas, deseaban ver como se desarrollaba todo, y alguna ya deseaba azotar el culo de Natalya para así desahogar su frustración.

  • Quítate el tanga y métetelo en la boca así no se oirán tus gritos.

Natalya, llorando, obedeció´, después, Adriana, fue hacia ella, y desde atrás uso sus medias como mordaza para fijar el tanga dentro de la boca de la chiquilla y amordazándola aun más, haciendo un dudo en la nuca.

  • Bien, ahora te pondrás sobre la cama, a cuatro patas, y todas te azotaremos diez veces, después, te pondrás sobre mis rodillas y te azotaré durante diez minutos, y después… bueno, después te diré como sigue tu castigo.

¡Ocupa la posición!

Y llorando, Natalya fue hacia la cama, donde se subió a cuatro patas.

  • Si te estás quietecita – dijo sacando la cinta de embalar que le habían subido – no tendré que atarte.

Natalya asintió mientras lloraba. La chica gruñía. El tanga y las medias apenas la dejaban hablar, y respirar, así que se preocupó en respirar bien por la nariz, sollozando, agachó la cabeza y miró las sabanas que se iban mojando con sus lágrimas.

  • Bien. Poneos en fila india, descalzas, con una de vuestras zapatillas en la mano, y por edad de menor a mayor.

Las chicas obedecieron, se descalzaron, dejando sus zapatillas a un lado cogiendo solo una de ellas. Irina se situó la última. Su chancla era de plástico de suela ancha y dura. La muy estúpida iba a sufrir, se dijo, y ella a gozar.

  • Una a una os situareis tras Naly y la azotareis diez veces el culo con vuestra zapatilla. Más os vale azotarla con todas vuestras fuerzas, o si no, os desnudareis y ocupareis su sitio al acabar todas.

Tenéis diez azotes que podéis repartir como queráis. En mitad, en una nalga todos, intercalando… Me da igual, con tal de que lo hagáis con todas vuestras fuerzas, ya sabeis.

Empezaré yo.

En silencio, pues ni siquiera se oían sus pies descalzos sobre el enmoquetado suelo de la habitación, Adriana fue tras Natalya tras coger su zapatilla derecha. Tosió, apoyó la suela de goma amarilla y algo desgastada en la nalga derecha de la chiquilla, que temblaba y lloraba, y echando el brazo atrás, lo descargó finalmente con todas sus fuerzas contra el culo de Naly.

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

  • GRHNMPFFFFFFFFF…. – gimió Naly abriendo mucho los ojos y llorando más cuando sintió el azote caer en su nalga derecha.

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

El siguiente, tan fuerte como el anterior, golpeó su nalga izquierda, Naly volvió a gruñir, y lloraba, tratando de no moverse. No era la primera vez que la azotaban, su padrastro era muy dado a sacar a pasear el cinturón cuando le venía en gana, así que su culo ya estaba acostumbrado, pero jamás había recibido tantos azotes como hoy. Su padrastro se limitaba a diez, quince o como mucho veinte azotes, y después la daba una crema para calmar el dolor. Hoy serian más de 200, y después no tendría crema, estaba segura. No podría sentarse en días, pensaba mientras un tercer golpe cayó de nuevo en su nalga derecha, que ya estaba roja.

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

Los azotes siguieron cayendo, intercalando las nalgas, cada vez más rápidos y seguidos, sin casi darla tiempo a gruñir o llorar, sin casi dejarla ni respirar, tornando sus blancas y prietas nalgas en un rojo que cada vez sería más y más intenso.

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

Tras el decimo azote, Naly temblaba y lloraba, encogía y los deditos de los pies y abría y cerraba las manos para hacer más llevadero el dolor. Adriana admiró el culo rojo de Naly y sonrió.

  • Valya – dijo señalando a la chica de la primera fila, que estaba llorando de ver como castigaban a Naly, al igual que alguna otra. – Ahora tú, y recuerda, tan fuerte como puedas, o luego iras tú.

La chiquilla, con su chancla de suela de goma en la mano, arrastró sus pies descalzos por la moqueta y fue hacia donde estaba Adriana. Desde allí vió el culo de Naly y los labios de su coñito, con el vello rodeándolo. Estaban rojos, sin duda algún azote había recibido allí, y sin duda recibirá más, pero lo que la impresionó fue como estaban ya las nalgas de Naly, de un rojo tan intenso que casi la dolía a ella.

Llorando, apoyó la chancla en el culo de Naly, que hizo una mueca, cerró los ojos, apretó las manos y encogió los deditos de sus pies esperando el azote.

  • Lo siento mucho Naly – susurró Valya. Y ante la sonrisa de Adriana, descargó con todas sus fuerzas el primer azote en el centro del culo de Naly.

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHTTTTUUUUMMMMMBBBBBBBBHHHHHHHFFFFFFFFFF!!!!!

El golpe había sido más fuerte de lo que Naly esperaba, y gruño tan alto como la mordaza le permitió. Todas escucharon el sonido, había sido tan fuerte y salvaje como los de Adriana, pero distinto. El culo de Naly se había movido a cada azote recibido, y seguía haciéndolo con los que caían ahora.

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHTTTTUUUUMMMMMBBBBBBBBHHHHHHHFFFFFFFFFF!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHTTTTUUUUMMMMMBBBBBBBBHHHHHHHFFFFFFFFFF!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHTTTTUUUUMMMMMBBBBBBBBHHHHHHHFFFFFFFFFF!!!!!

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHTTTTUUUUMMMMMBBBBBBBBHHHHHHHFFFFFFFFFF!!!!!

Los azotes de Valya caían todos con precisión en el centro del culo, y Naly lloraba sin parar. Las gimnastas veían como a cada azote el culo de Naly bailaba y ella se movía hacia delante, como impulsada, hasta que la chiquilla acabó por derrumbarse sobre la cama en el último azote.

  • Está claro que así no puedes estar.

A partir de ahora te pondrás sobre las rodillas de quien te azote.

  • Yelena, siéntate en la cama, y tu zorra – dijo agarrando a Naly que apenas podía moverse – sobre sus rodillas.

La gimnasta llamada Yelena se sentó en la cama, y Naly, sollozando, se situó sobre sus rodillas. Esa era la posición favorita de su padrastro para azotarla

Su compañera, con unas pantuflas de felpa nuevas con la suela de goma, apoyó esta en las nalgas enrojecidas de Naly y empezó a azotarla.

¡¡¡¡¡¡¡¡SSSSSSSSSSSHHHHPLAAAAAASSSSSSSSSSSSSSSSSSHHHHHH!!!!!

El azote veintiuno dolió tanto o más como el primero.

Naly temblaba como un flan. Su rostro era una máscara desencajada de llanto y sufrimiento. Su boca estaba seca, su tanga, encharcado de sus babas así como las medias de Adriana habían sido una excelente mordaza. En la habitación solo se escuchaban los continuos azotes en su culo y sus gruñidos, algunos más fuertes que otros, mientras era azotada por cada compañera las diez veces de rigor, sinteindo azotes tan fuertes que pensaba le romperían algún hueso.

Finamente, le tocó el turno a Irina.

El culo de Naly era ya de un rojo tan intenso que parecía fuego, y como fuego debía de arderle a la niña. Incluso se veían pequeños puntos rojos de sangre donde se habrían roto algunas venitas interiores, y varias ampollas que empezaban a salir en la superficie. El coño de Naly, que se seguía adivinando desde atrás, estaba más abierto. El roce con las piernas de sus compañeras y los azotes que se habían desviado o caído ahí directos, alguno aposta, estaba segura la niña, lo habían abierto e hinchado, incluso mojado, y de pie ante Irina, esta vio como brillaba entre el vello púbico las gotitas que rezumaba poco a poco la chiquilla desde su coño, lo que la excitó e incitó más, a darla la mayor paliza de su vida.

Temblando, con el rostro descongestionado. Nyla se tumbó sobre su última azotadora de la noche, sin recordar que aun la quedaban los diez minutos prometidos por Adriana.

Irina admiró el culo de Naly y lo acarició. La niña gruño y lloró. El dolor era terrible. Estaba sudando, tanto que estaba empapada, los azotes habían sido demasiados, con una fuerza desmesurada, algunas se habían ensañado tanto que las dolía la mano y el brazo. Unas pocas, Valya entre ellas todavía, lloraban al ver como estaba quedando ese culo que estaba tan blanco al llegar a la habitación.

Irina cogió su chancla, la apoyó en el culo de Naly que gimió y gruño de nuevo entre temblores, y descargó con furia el primer azote sobre su nalga derecha

¡¡SSSSSSSSTTTTTTTTUUUUMMMMMMMMMMPPPPPPPPPPPPPPPPPHHHHHHFFFFFFFFF!!

Naly se revolvió y gruñó todo lo fuerte que le permitía su mordaza. Abrió mucho los ojos y quiso llevarse la mano a las nalgas, pero el segundo golpe cayó enseguida en la izquierda.

¡¡SSSSSSSSTTTTTTTTUUUUMMMMMMMMMMPPPPPPPPPPPPPPPPPHHHHHHFFFFFFFFF!!

Y el tercero le siguió tan rápido que apenas daba tiempo a respirar o a parpadear a nadie.

¡¡SSSSSSSSTTTTTTTTUUUUMMMMMMMMMMPPPPPPPPPPPPPPPPPHHHHHHFFFFFFFFF!!

¡¡SSSSSSSSTTTTTTTTUUUUMMMMMMMMMMPPPPPPPPPPPPPPPPPHHHHHHFFFFFFFFF!!

¡¡SSSSSSSSTTTTTTTTUUUUMMMMMMMMMMPPPPPPPPPPPPPPPPPHHHHHHFFFFFFFFF!!

¡¡SSSSSSSSTTTTTTTTUUUUMMMMMMMMMMPPPPPPPPPPPPPPPPPHHHHHHFFFFFFFFF!!

¡¡SSSSSSSSTTTTTTTTUUUUMMMMMMMMMMPPPPPPPPPPPPPPPPPHHHHHHFFFFFFFFF!!

¡¡SSSSSSSSTTTTTTTTUUUUMMMMMMMMMMPPPPPPPPPPPPPPPPPHHHHHHFFFFFFFFF!!

¡¡SSSSSSSSTTTTTTTTUUUUMMMMMMMMMMPPPPPPPPPPPPPPPPPHHHHHHFFFFFFFFF!!

¡¡SSSSSSSSTTTTTTTTUUUUMMMMMMMMMMPPPPPPPPPPPPPPPPPHHHHHHFFFFFFFFF!!

Los diez azotes fueron de una intensidad salvamente brutal, los más fuertes de la noche sin duda, y las demás gimnastas estaban ya todas asombradas con la dureza de estos.

Temblando, llorando, Naly se levantó.

La niña llevó sus manos a las nalgas, pero el roce de sus yemas en estas la hizo gemir de nuevo y apartarlas.

  • Bien dijo Adriana – Menos Irina, que es la capitana, el resto pueden irse.

Mia, dado que Naly se quedará castigada esta noche aquí en mi habitación, vaya a dormir con Guna, yo dormiré con la capitana Volovya.

Una a una, las chicas del equipo desfilaron junto a Naly viendo su culo. Ya todas estaban llorando, ninguna hubiera imaginado al final ese resultado, y aunque sabían que por culpa de esa niñata habían perdido su oportunidad de ir a las olimpiadas, pensaban que la pobrecita no merecía eso, ni ella ni nadie, y lo peor aún no había pasado, pero eso ellas, no lo verían.

Naly seguía llorando al pie de la cama, con las piernas temblando, mientras Irina, sonriente se levantaba de la cama con la zapatilla aun en la mano y se situaba junto a Adriana, que seguía descalza.

  • Bien. Ahora Irina y yo tenemos diez minutos para azotarte, y esta vez de verdad.

Naly gimió y gruño a través de su mordaza.

Adriana cogió la almohada de la cama y un cojín y los puso encima de la misma, a la mitad.

  • Túmbate sobre esto, y estate quieta.

Obediente, temblando, sintiendo el culo latir de dolor, Naly se tumbó. Su culo quedaba elevado, en pompa, y la niña hundió la cara en el colchón.

Adriana cogió entonces la cinta aislante y la paso por los tobillos de la niña, atándolos juntos. Naly gimió y sollozó. Después, la hizo estirar los brazos por encima de su cabeza y ató juntas las muñecas. A continuación, sacó de debajo de la cama dos de las cuerdas que usaban en los ejercicios y con una, pasándolo por la corva de las piernas de la niña la ató a la cima. La otra la pasó por los antebrazos, y así, quedó fija y sujeta sobre la cama, sin moverse.

  • Hará falta – la dijo Adriana – Créeme. Con lo de ahora te moverías mucho.

Sacó entonces un manojo hecho con cuatro trozos de una de las cuerdas. Cada uno medía 40 centímetros, y estaban atados en un extremo con cinta aislante. Naly, se giró para verlo bien y abrió los ojos. ¿La iban a pegar con eso? La respuesta llegó enseguida, pero no como la pobrecilla de Naly esperaba, ya que tras silbar en el aire el terrible instrumento, SSSWWWHHHIIIISSHHHHH , el primero de los azotes que recibiría en esos diez minutos cayó en las suaves y blancas plantas de sus pies.

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

La niña aulló de dolor, y esta vez casi se oye a través de su mordaza el grito. Una marca roja se dibujó en el centro de sus arcos, y la pobre trató de mover los pies para calmar el dolor, pero no pudo. El dolor picor era terrible, y lo fue más cuando el segundo y el tercer azote cayeron en el mismo sitio.

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

Las lágrimas brotaban de sus ojos con fuerza y rabia, y la niña trataba de moverse para calmar el dolor, pero estaba muy bien atada, y el cuarto y quinto golpe repitieron objetivo.

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

Los pies de Naly estaban ya de un rojo intenso. La niña lloraba, las líneas que se habían dibujado debido a los golpes estaban nítidamente dibujadas en toda la superficie de las plantitas de sus pobres piececitos, que trataba de mover inútilmente para contener el terrible dolor que se empezaba a acumular.

  • Por culpa de estos pies tuyos – nuevo azote – hemos perdido – nuevo azote – así que se merecen – nuevo azote – un castigo – nuevo azote, nuevo azote.

Llevaba diez azotes en sus pies, y la pobre creía tenerlos ya rotos, pues apenas los sentía.

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

Y Después empezó a alternar, los siguientes diez azotes cayeron en un ya maltrecho culo, levantando algún verdugón.

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

Los diez siguientes sobre su espalda, la niña aulló tras la mordaza cuando empezaron a caer en sus muslos, y de nuevo, ahora de manos de Irina, en sus pies.

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

¡¡¡SSSSSSSSSSSCHLAAAAAAAAAACCCCCCCCCCKKKKKKKKKKKKKKKKKSSSSSSSSSSS!!!

Y así durante diez minutos interminables, en los que los azotes no dejaron de llover.

Finalmente, cuando una alarma del IPOD de Adriana advirtió que los diez minutos habían pasado, el tormento cesó.

El cuerpo de Naly era un amasijo de azotes, heridas, hematomas y golpes que cubrían su espalda, su culo, sus muslos y las plantas de su pies.

La niña temblaba. El olor a orina revelaba que se había meado encima, Adriana e Irina sonrieron.

  • Bien. Ahora, te vamos a dejar aquí sola para que descanses, pero antes.

Fue de nuevo junto a cama y cogió dos de las mazas de ejercicios, las mismas que había usado Naly durante el día de hoy.

  • Para que no olvides tu error y aprendas. Capitana, separe las nalgas de Naly.

La niña abrió los ojos, no se atrevería, se dijo, eso no. Aulló entre las mordazas al notar las fuertes manos de Irina apretar sus nalgas hacia dentro y separarlas, el dolor en estas era terrible, la ardían, la escocían, y notar cómo se separaban la hizo notar su esfínter dilatarse dolorosamente. Entonces, sin previo aviso, notó la punta de la maza apoyarse en la entrada de su coño que se abría ante la visión de Adriana, metiéndolo sin pudor ni cuidado a pesar de los gruñidos y gemidos de la niña hasta notar como perforaba el himen y ver la sangre brotar desde dentro hacia fuera.

Llorando y chillando tras la mordaza, Naly notó ahora como la punta de la otra maza se apoyaba en su esfínter. Gimió entre lágrimas y gritó un NOOOOOOOOOO tan fuerte y alto que fue entendible incluso tras la mordaza, pero que de nada sirvió. La maza entró en su esfínter desgarrando a su paso el ano de la niña que volvió a gemir y aullar de dolor tratando de patalear sin éxito. Pronto, de su ano roto empezó a brotar también sangre. Las dos mujeres se quedaron contemplando el tembloroso cuerpo de la niña que se orinó encima nuevamente entre espasmos y gemidos.  Irina se agachó y cogió su chancla del suelo, y después, sonrientes, ambas se fueron de allí apagando la luz al hacerse, dejando a la niña sola, atada, empapada en sus meados y amordazada sobre la cama, empalada por las dos mazas, una en su coñito y otra en su culo, con el cuerpo lleno de golpes y hematomas, y arrepintiéndose hasta el infinito de no haber revisado las zapatillas, tanto, que hasta deseaba vender su alma al diablo si le permitía volver al pasado, pero eso, no ocurrió. Le dolía todo tanto que no podía más, notaba su coño y su culo pegajosos de la sangre que había brotado con fuerza al principio y que poco a poco había disminuido hasta dejar de salir, y la niña se quedo llorando y gimiendo hasta que tres horas después, víctima del cansancio, se durmió sobre sus meados.

Mientras se alejaban de la habitación donde Naly gemía y sollozaba de dolor, Adriana e Irina caminaban en silencio sobre el suelo del pasillo, sin percatarse de que estaban descalzas hasta llegar a la habitación de la capitana, donde esta descubrió la zapatilla en su mano. La otra estaba en la habitación. Miró a los pies de Adriana y la descubrió también descalza. Sonrió, esos pies la volvían loca. Deseaba lamerlos, besarlos, chuparlos, sentirlos en su coño, en sus tetas.

  • Da igual – dijo sonriendo Adriana al notar la mirad afija de Irina en sus pies – Antes de que se levanten todas, volveré al dormitorio para levantar a Naly y ya me vestiré allí. – la entrenadora miró los pies de Irina, también ella los deseaba.

Irina sonrió. Entraron en la habitación y tras cerrar la puerta y encender las luces se abrazaron y se besaron. Sus lenguas se buscaron en la boca de la otra mientras sus manos recorrían sus cuerpos desnudos por dentro de las ropas de sus chándales. La una dió con un pecho de la otra y pellizco un pezón mientras con la otra mano surcaban la separación de las nalgas pasando por el ano y el coño, que acariciaban.

Súbitamente, Irina se separó de Adriana, se desnudo y sonrió. La tendió la chancla, y sonriente fue hacia la cama, en donde se puso sobre ella a cuatro patas.

  • Dame mi merecido, que he sido mala.

Y sonriente, Adriana fue zapatilla en mano a darle lo suyo a Irina, solo que esta vez, la azotada también gozaría.