Nalgas locas (2)

Tras disfrutar del culo de nalgas locas en mi cuarto, decido tomarme otro placer antes de dejarla marchar por hoy, y se me presenta la ocasión perfecta para exigírselo....

Nalgas locas Part. 2

Salí de la habitación y la deje ahí. Exhausta, con el culo empapado de vaselina y mi leche goteando de su palpitante esfínter. Supongo que le pasarían mil cosas por la cabeza en ese momento, y que su humillación sería inmensa. Pero sinceramente, no me importaba lo mas mínimo, para mi ella no era mas que su culo. Su gran y gordo culo.

Fui a la cocina, abrí un botellín de cerveza y me senté a disfrutar de ese maravilloso momento después de un gran polvo. El descanso del guerrero.

Me había olvidado de ella, pero ya había salido de mi habitación y escuché algunos ruidos en el baño y abrirse el grifo de la ducha. Entonces fui hacia allí y la vi que estaba a punto de ducharse para limpiar el destrozo que había hecho con su culo. Estaba aun vestida pero con el culo al aire, tal y como la había dejado, no quería subirse el pantalón para no mancharlo de vaselina y semen.

La agarre del pelo por detrás y tiré de el con fuerza hacia mi, dejándola con la cabeza totalmente hacia arriba (Tuvo que dolerle), y le dije al oído:

  • Cerdita quien te ha dicho que puedas usar mi ducha?
  • Por favo, quiere limpia para no vea marido.
  • Ese no es mi problema cerdita. Es tuyo. Además, las cerditas tenéis que ir sucias.
  • Por favo, marido pega si ve
  • Ahí nalgas locas... Cerdita, mira tu gran culo, esta brillante empapado de vaselina y con el ojete enrojecido. ¿Como vas a explicárselo a tu marido?
  • Por favo, por favo, por favo... (

repetía sin parar como un mantra

). + Pero en nuestro trato no entraba que pudieses usar mi ducha... A ver, te dejare usarla, si te ganas el derecho. + Yo no sabe. + Pues es muy fácil, para que a partir de ahora te deje usar la ducha después de hacerte todo lo que yo quiera. Vamos a incluir en el paquete tu boca, además de tu culo.

Ella no dijo nada, solo empezó a llorar desconsoladamente.

  • Quiero usar todo de ti, excepto tu coño, ahí puedes estar tranquila, no me interesa para nada tu sucio coño moruno. Eso puede quedarselo el cornudo de tu marido. Fíjate que generoso soy.

Yo saqué mi polla de mis pantalones mientras ella seguía llorando, agarre con fuerza sus nalgas desnudas y las separé, puse mi pene entre ellas, y las solté, quedando mi polla aprisionada entre sus poderosas nalgas. Que gran sensación...

La abracé por la cintura y empecé a restregar mi pene por el canal que se formaba entre sus grandes nalgas. Ella aún lloraba como un bebé y no me conmovía lo mas mínimo.

  • Sucia desagradecida, dame las gracias por no hacerme dueño de tu coño también. Y le propiné un sonoro azote que enrojeció el lateral de su nalga izquierda.
  • Gasia....
  • Así me gusta, bueno entonces vamos a cerrar el trato. Cerraras el trato con tu boca.

Saqué la polla de entre sus nalgas. La firmeza de estas hizo que incluso tuviese que dar un pequeño tirón para desencajarla de entre ellas.

La agarre por la cintura y le di la vuelta dejándola frente a mi. Pude entonces ver sus ojos rojos de llorar y sus mejillas empapadas de lágrimas, las cuales lamí y bebí sus lágrimas que me supieron a zumo de victoria.

Puse mis manos entonces sobre sus hombros, y la fui haciendo bajar hasta arrodillarse, despacio pero con firmeza. Ella solo se dejaba hacer. Era como cuando la había enculado en mi cuarto, solo se dejaba hacer, como si dejase su mente en blanco y se ausentase, como si así se sintiese mejor, al no formar parte activa de lo que irremediablemente le iba a suceder.

Al quedar de rodillas en el suelo, su cara quedaba justamente a la altura de mi polla. Ante su pasividad, hice alarde del poder que tenía sobre ella agarrando su barbilla y abriendo su mandíbula preparando su cavidad bucal para lo que se le venía. Se mantuvo con la boca abierta tal y como la dejé, era como manejar una muñeca, estaba a mi absoluta merced.

Dirigí entonces mi pene a su boca abierta. Restregué la punta por sus labios y empecé a meterla muy despacio en su boca. Quería disfrutar de esa inclusión centímetro a centímetro, meterla muy despacito y no parar hasta meterla hasta la ingle, aunque le diesen arcadas debería aguantarlo. La agarré por las orejas y continué metiéndola, cuando ya tenía dentro casi la mitad empezó a toser e hizo ademán de echarse hacia atrás. Y yo tiré de ella hacia mi por sus orejas para mantenerla firme en su sitio, seguía luchando por ir hacia atrás pero en absoluto tenía fuerza suficiente para ofrecerme resistencia.

  • shhh (la tranquilicé con suavidad como a una niña pequeña). Tranquila pequeña cerdita. Aguanta nalgas locas.

Le empezaron a caer de nuevo lágrimas por las mejillas. Aunque me era imposible saber si eran de emoción, o por las arcadas.

Cuando me faltaban unos centímetros por hundir en su garganta, tire de sus orejas hacia mi con fuerza y la hice tragársela entera. Soltó una fuerte arcada y lucho por echarse hacia atrás, y golpeaba mi vientre con sus manos como para avisarme. Pero yo puse las manos en su nuca la hice quedarse justo ahí. Podía sentir su campanilla en mi capullo.

  • shhh (le decía mientras acariciaba su cabeza de un modo paternal) lo se, lo see, aguanta pequeña pronto acabará.

Para su desespero, la mantuve firme un rato en esa posición, atorando su garganta con mi rabo hasta el fondo y su nariz hundida en los pelos de mi ingle. Se notaba que luchaba por no vomitar.

Entonces volví a agarrarla con firmeza de las orejas y fui separándola de mi sacando mi polla muy despacio, hasta dejar solo el capullo dentro de su boca. Me miró fijamente a los ojos agradecida y note un enorme alivio en su mirada.

  • Muy bien cerdita, te has portado muy bien, has aguantado como una campeona.

Empecé de nuevo. La atraía hacia mi por las orejas y la retiraba del mismo modo. Metiéndola hasta el fondo y sacándola hasta la punta. Una y otra y otra vez.

Luego la mantuve firme en una posición por las orejas y me empecé a mover yo. Doblando el pene y presionando el interior de sus mejillas, le daba con tanta fuerza que parecía que le fuese a arrancar la mejilla. Cambiaba de una mejilla otra sin parar. Estaba disfrutando al máximo de su boca y ella se dejaba y aguantaba sumisamente.

Volví entonces a penetrarla hasta las profundidades de su garganta, muy rápidamente, con sonora arcada incluida. Otra vez movía sexualmente su cabeza por las orejas delante y atrás. Pero ahora mucho mas deprisa, debían dolerle mucho las orejas y tener muy irritada la garganta. Subí el ritmo de manera brutal hasta llegar casi al clímax, paré repentinamente y saqué el pene de su boca. No quería acabar todavía, aun no estaba del todo satisfecho, quería disfrutar mas de su boca aquella primera vez.

Mi polla estaba totalmente roja y palpitante. Señal de mi enorme placer. Entonces, sin ninguna delicadeza y presa del éxtasis, la agarre de un brazo y tiré de ella con fuerza, arrastrándola por el suelo mientras ella pataleaba y luchaba por ponerse en pie, hasta llegar al cuarto de mis padres. Aquello era muy primitivo, como los cavernícolas que arrastraban a su hembra hacia la cueva.

Una vez allí la cogí en peso y la lancé con violencia sobre la cama de matrimonio. Ella quedó tumbada boca arriba en la cama y miraba con terror mi cara desencajada por la lujuria.

Me lancé sobre ella y me senté en su pecho, mirando hacia su cara entre mis piernas. La hice lamerme las pelotas un rato a continuación me puse horizontal sobre ella apuntando mi miembro a su boca, la hice abrir la boca al máximo y se la hundí en la garganta sin contemplaciones, de una violenta estocada, volví a sentir su campanilla y sus arcadas y contracciones en la garganta. Empecé a subir y bajar violentamente, muy deprisa, follándole la boca a lo bestia. Sonaban muy fuerte los golpes de mi ingle contra su cara y su cabeza botaba contra la cama como una pelota. Seguí así un buen rato, a un ritmo desenfrenado, el máximo que daban mis caderas. Ella aguantaba estoicamente pero hizo un par de ademanes de vomitar, teniendo que tragárselo otra vez. Sabía que no aguantaría mas mi orgasmo, estaba extasiado de placer y con la sensación de haber disfrutado de su boca lo máximo que ningún hombre la habría disfrutado jamas (por que en condiciones normales ella no lo hubiese aguantado) hundí mi pene hasta el fondo, taponando su boca con mi rabo y su nariz con mi ingle impidiéndole respirar y me corrí abundantemente en las profundidades de su garganta, tan profundo que ni siquiera le di opción a elegir si tragárselo o no. Yo aullaba como un lobo del placer que sentía. Me mantuve así, presionando fuertemente mi ingle contra su rostro, hasta que ella me empezó a golpear y arañar el pecho, avisándome de la inminente asfixia que le estuve a punto de provocar.

Entonces desmonté mi polla de su boca, la cual había follado como si fuese un coño, y observe su cara enrojecida, por el duro trato que mi ingle le había proporcionado con sus embestidas, era como si la hubiesen estado abofeteando un buen rato, y con los ojos muy rojos y llorosos de atragantamiento.

Tosió un par de veces, trago los restos del polvo que le eché a su garganta y volvió a respirar dificultosamente. Antes de bajarme restregué mis testículos por toda su cara. La desmonté como quien desmonta de un caballo, y me puse de pie junto a la cama, viéndola ahí extasiada, exhausta, me dio cierta pena, pero me duró muy poco.

Me acerqué a su oído y le susurré:

  • cuando llegues a casa esta noche, quiero que beses a tu marido con tu profanada boca.

Entonces la volteé sobre la cama dejando su aun desnudo culo a la vista, lo agarre tanto como abarcaban mis manos y magreé su gran culo a conciencia.

  • Este es el plato fuerte- Dije y le propine un sonoro azote que marcó mi mano en una de sus poderosas nalgas.
  • Nalgas locas, tu precioso culo me pertenece. Dilo.
  • Mi culo te pertenese.
  • Y ahora tu boca también me pertenece. Dilo.
  • Mi boca también le pertenese.
  • Muy bien, ahora dime tu nombre.
  • Shadiya

Le propine una generosa tanda de azotes repartidos entre sus dos gordas nalgas y tras meterle tres dedos de golpe en el ano, con lo que ella arqueó la espalda a tope, le dije:

  • Tu nombre es nalgas locas.
  • Vale, vale

  • Dijo llorando.

  • AHORA DI TU NOMBRE CERDITA.
  • Nalgas locas
  • Vaya, por fin dices algo bien en español. Al menos tu nombre sabes pronunciarlo. Muy bien nalgas locas. - saqué los dedos de su dolorido culo y le di un beso en una de sus enrojecidas nalgas.
  • Ahora ve a darte esa ducha que tanto trabajo te ha costado ganarte. En cuanto se me reponga entraré a la ducha contigo a tomar otra vez ese culo que me pertenece. Para enjabonartelo bien a fondo.

Se levanto costosamente y se fue hacia la ducha, caminando con esfuerzo por la enculada anterior, y carraspeando su garganta, inflamada por la reciente follada. Se iba alejando cuando me di cuenta de la mancha que la vaselina de sus nalgas había dejado en la sabana de la cama de mis padres, con lo que la obligué a meterla en la lavadora antes de ducharse, por muy dolorida que estuviese. Al fin y al cabo, para eso era la asistenta.

Una vez hubo acabado su tarea, le di permiso para ducharse por fin. Mientras tanto me tomaba una cerveza en la cocina para recuperar fuerzas para la enésima follada y escuchaba la ducha sonar.

Cuando me encontré recuperado y me dispuse a entrar a la ducha para hacer posesión de mi recién adquirido culo, escuché las llaves en la puerta. Era mi madre.... Parece que la enculada debería esperar, al menos hasta mañana.

Al entrar mi madre y escuchar la ducha se sorprendió le dije que era shadiya.

  • Dejala a la pobre mamá, no puedes imaginarte cuanto trabajo ha tenido hoy (dije con toda la malicia y el doble sentido del mundo)

Cuando nalgas locas salió del cuarto de baño, ya totalmente vestida para irse a su casa y supongo que aliviada por haberse ahorrado la enculada que le prometí, yo la estaba esperando en la puerta de la salida, lejos de la mirada de mi madre que estaba tumbada en el salón viendo la tele. Antes de salir, me saqué el paquete del pantalón y le dije:

  • Besale las pelotas a tu dueño antes de irte. A partir de ahora lo harás siempre antes de salir de casa.

Ella se arrodilló resignada y beso varias veces mis pelotas en señal de sumisión. Una vez me había demostrado así sus respetos, e iniciado un ritual que seguiríamos a rajatabla a partir de ahora, se incorporó, la abrí la puerta y la despedí con un azote y un fuerte apretón y magreo en esas nalgas que tanto iba a extrañar, hasta el día siguiente al menos.

  • Hasta mañana, nalgas locas.

Nalgas locas... Desde luego le pegaba ese nombre. No cabía en mi de gozo y pasaba cada segundo del día pensando en que le haría a ese culazo.

Continuará....

Agradezco comentarios, consejos o cualquier contacto de cualquier tipo a mi e-mail, gracias.