Nadia, Jov y yo

Un cuarentón se encuentra dos chavales al llegar de madrugada escondidos en su hotel... Ella tiene aficiones muy peculiares...

NADIA, JOV Y YO

Volvía muy tarde hacia mi hotel. Había estado bebiendo y vacilando en un bar, intentando ligar, con una una minifaldera de 19  o 20 años que me había puesto como una moto y a la que creí poderme llevar por unos 150 euros. Se la acabó llevando un chaval de su edad después de un morreo y una metida de mano que acabaron de ponerme a cien

Ya me imaginaba en la cama de mi habitación del hotel, con una peli porno en la tele y sacando la leche que había ido acumulando hacía horas, a la salud de la cría y del mamón de su novio.

Entré en el hotel, un gran hotel lujoso y teóricamente muy seguro. Mi habitación estaba en la novena planta, la penúltima. Supongo que por las copas de más, apreté el botón del 10º piso. Cuando me dirigía a mi habitación, reparé en la numeración y me di cuenta de mi error.  Vuelta al ascensor… pero antes de llegar encontré la escalera de servicio. Pensando que sería más rápido bajar una planta andando que esperar al ascensor, empecé a bajar por la escalera.

Cuando había bajado dos o tres escalones escuché unos gemidos algo más abajo. Escamado, fui descendiendo… dos chavales pegándose un lote de la hostia… ¿Serían los mismos que habían provocado mi calentón en el bar.?

Ella estaba casi tumbada en la escalera con la camiseta subida y los ojos cerrados. Sin sujetador. Él estaba amorrado a sus pechos mientras tenía la mano totalmente metida en la parte trasera de sus tejanos desabrochados, como tocándolo el culo o el coño por detrás…  El chaval tenía la polla sacada por la bragueta de los pantalones, con los huevos por fuera, y ella los tenía asidos en la mano, acariciándolos… La verdad es que era una imagen excitante y bonita… de pronto un tipo como yo, de casi 45 años puesto ahí en medio, no pegaba demasiado…  Sin embargo, me puso cada vez mas caliente el sonido de su excitación y la belleza de sus cuerpos. Los pechos de ella eran pequeños pero duros y rosados. La poya de él era larga con un gran manojo de pelo rubio en los huevos.

Bajé unos escalones más con sigilo… Mas cerca, me di cuenta de que no eran los del bar. Debían tener también unos 19 años, eran muy delgados, ella con el pelo rubio muy claro, cortito, esos pechos preciosos y una cara muy dulce con algunas pecas, casi un ángel.  Él se había girado de espaldas, y solo vi que era alto y espigado. Iban vestidos muy a estilo punk, con la ropa bastante destrozada, y le vi a él dos anillos en la oreja. Evidentemente no eran clientes del gran hotel, y me pregunté cómo podían haberse colado en un sitio con tanta seguridad.

Seguían besándose y tocándose aparatosamente, y a mi se me ponía cada vez más dura. Decidí dejarlos en paz que follaran tranquilos y marcharme a mi habitación a hacerme una paja a su salud.  Sin embargo, me entretuve un rato más mirándoles mientras me acariciaba sobre los pantalones.

De pronto, cuando estoy a punto de girarme, ella abre los ojos y suelta un grito agudo y corto. Él se levanta como puede, se la mete dentro de la bragueta y ella se baja la camiseta, quedándose sentada.  Cuando están a punto de salir corriendo hacia abajo, se oyen voces en las plantas inferiores, alertadas por el grito. Un par de vigilantes suben.  Ellos están aterrorizados, y yo –la verdad- un poco incómodo de mi voyerismo

Subían las voces por la escalera, y no se me ocurrió otra cosa que bajar hacia ellos, acercarme a la puerta que salía a la novena planta y hacerles señas de que me siguieran.  Así lo hicieron, con cara de susto.  La puerta de mi habitación estaba casi en frente de la escalera e servicio. Metí la tarjeta y se abrió, cosa rara, a la primera.  Entramos los tres y cerramos la puerta. Oímos como subían los pasos de los vigilantes por la escalera.

Estábamos totalmente a oscuras en el recibidor de mi habitación, ya que hay que me introducir la tarjeta en una ranura para activar las luces.  Solo se escuchaba el jadeo de los chicos. Olían a cuerpos jóvenes pero con bastantes días sin ducha… Cuero y fuerte olor de los zapatos de él.  A mi se me estaba pasando el susto, por la tontería de que los de seguridad me pillaran espiando a los chicos, pero ahora empecé a pensar que tampoco era lo mas razonable del mundo tener dos punkies acojonados a las cinco de la mañana en un hotel de lujo. Recordé que acababa de cobrar un proyecto, y en la caja fuerte del armario, tenía 36.000 euros

Continuaban los jadeos hasta que ella susurró unas palabras a su chico en un idioma que no entendí.  Introduje la tarjeta, y se encendieron las luces de la habitación.

Estábamos en el recibidor. La puerta de entrada, a un lado la puerta del baño, y enfrente una pared de espejos con las puertas de los armarios. Al otro lado, la puerta abierta que da al dormitorio.

Decidí romper el hielo y caminé hacia la cama con ellos detrás. Me senté en la cama, y les pregunté qué hacían en el hotel.  Pregunta por otra parte absurda, pues ya me había ocupado yo de ver lo que hacían unos minutos antes.

Ellos ni una palabra en español. Inglés? Nada.  Ruso solamente.  Pues si que lo tenemos bien, pensé.  Afortunadamente la abuela de ella era italiana y así pudimos ir entendiéndonos con bastante dificultad.

Ella se llama Nadia y él Jov.  Me contaron que se habían escapado de Kiev hacía una semana, y habían llegado aquí haciendo autostop. Un camionero alemán había intentado violarla, y al huir habían perdido dinero y documentación. No tenían nada de nada. Estaban muertos de hambre y se habían conseguido colar en el hotel, donde habían robado algo de comida del bufette de desayunos preparado para la mañana siguiente, y después estaban buscando un lugar donde esconderse cuando yo les econtré.

Jov iba asintiendo a todo lo que Nadia decía.  Parecía que la chica era la líder clara de la pareja.  Sonriendo les dije que cuando yo les pesqué no estaban precisamente buscando donde esconderse…   Él se puso rojo hasta las raíces, ella me miró sonriendo a los ojos y me soltó que algo de lo que vi me debió gustar, si les había invitado a mi habitación.

-         Mujer, precisamente invitado no es la palabra.  Más bien os he escondido para que no os pillen los guardias.

-         Sí, sí… y para que no se dieran cuenta de lo abultada que tenías la entrepierna… Seguro que mucho asco no te daba lo que hacíamos

Mientras decía esto, con su carita de no haber roto un plato en su vida, mi miró descardamente a la bragueta, y sonrió a su chico. Jov ya no estaba rojo, estaba granate y se hubiera metido debajo de la cama. Nadia, muy suavemente, como un gatito,  bajo una mano y empezó a acariciar la poya de Jov por encima del pantalón… él se apartó de un brinco, pero ella le dijo algo en ruso y el se quedó quieto, mientras ella iba acariciando su cada vez más abultada entrepierna.

-         Me parece que tu y yo nos vamos a entender, sonreí yo mientras me volvía a sentar en la cama para disimular mi erección.

-         Estamos aquí solos. Tú tal vez puedas ayudarnos con algo de dinero que nos iría fantástico. Nuestros cuerpos te gustan, eso lo acabo de comprobar, a mi me hace falta tu dinero, y además me gusta el sexo. ¿Hay trato?

En ese momento reparé en el percing que tenía en la lengua y en la transformación que podía hacer su cara entre ángel ingenuo y viciosa sin escrúpulos en cuestión de segundos.

A Jov se le veía resignado a marcharse y dejarme con ella. Ella casi deseosa de hacer lo que sea para conseguir algo de dinero, ducharse y largarse, y yo, cada vez me estaba poniendo más caliente, o sea que la cosa se estaba poniendo interesante

(continuará)