Nadabas en el lago
Nadabas en el lago, tus pálidos y delgados brazos contrastaban con el color turquesa del agua.Nadabas en el lago, mientras sacabas la cabeza con cada brazada boqueando como un pez.Nadabas en el lago, cuando el aire nos asfixiaba húmedo y dulce como todos los veranos...
“Nadabas en el lago, tus pálidos y delgados brazos contrastaban con el color turquesa del agua.Nadabas en el lago, mientras sacabas la cabeza con cada brazada boqueando como un pez.Nadabas en el lago, cuando el aire nos asfixiaba húmedo y dulce como todos los veranos.Nadabas en el lago y tu pelo castaño resaltaba entre los colores del lugar, oliendo a agua, oliendo a vida.”
Conocí a Javier hace ya muchos años, yo era una niñata que acababa de cumplir la mayoría de edad y él me sacaba unos 8 años. Fue una tarde de Abril y llovía a cántaros cuando entré en una pequeña cafetería del centro de la ciudad.La decoración era muy recargada y a la vez acogedora, había una lámpara de araña de los años treinta que daba al lugar una cálida iluminación y una también cálida bienvenida. Los sillones eran de color teja e intuyo que pertenecían, al igual que la lámpara, a una época pasada. Las mesas redondas eran de mármol y hierro forjado y los pasamanos de las escaleras eran piezas únicas doradas.
Siempre me había gustado ese sitio, era el lugar favorito de alcohólicos escritores, de señoras enjoyadas pero muertas de hambre que se dejaban ver con intelectuales fumadores de pipa. Poseía una decadencia francesa de otro siglo pero en plena urbe española del siglo XXI. Allí estaba yo, una joven estudiante de filosofía resguardándose de la fría lluvia primaveral cuando de repente vi sentado al lado de uno de los grandes ventanales art noveau a Javier.
Él era alto pero no demasiado, tenía el cabello corto y de color castaño claro, era dueño de unos bonitos ojos verdes esmeralda, su boca era fina y poseía un gesto de tensión que arrugaba su ceño.Le gustaba leer y además tenía buen gusto a la hora de elegir sus lecturas:
-“Las Flores del Mal” es un libro muy adecuado para este lugar pero un tanto difícil de leer con este barullo ¿no crees?- atiné a preguntarle.
-Cuando estoy tenso me ayuda venir aquí y leer un poco al loco de Baudelaire mientras la gente se comporta de forma tan teatral. Me divierte.- respondió Javier con un aire juguetón.
Me senté con él y rápidamente conectamos. Me contó cosas sobre su día a día, lo que le gustaba, lo que no, que vivía solo, que era muy organizado…Hablamos de política, sobre viejos vinilos de grandes grupos pop, de lo que esperábamos de la vida, de lo que no, de ciudades europeas, de sexo, de amor, de la muerte. De todo lo que nos preocupa y mucha gente tiene miedo a contar.
Estaba fascinada. Era la imagen de hombre ideal que tenía en mi mente, yo era muy jovencita y el hecho de que pudiera encontrarme con un hombre guapo, interesante e inteligente y que estuviera dispuesto a enseñármelo todo, me tenía en el cielo.Cuando paró de llover me llevó a cenar a un bonito italiano allí reímos y discutimos sobre si Freud era un imbécil o no. Terminó de conquistarme cuando de camino a mi casa me besó repetidas veces cogiéndome por la cintura cortando mi discurso y mi respiración:
-Calla tonta- me susurraba.
Cuando llegué a mi casa aturdida y extasiada por todo lo que me acababa de ocurrir, me encerré en mi habitación y me senté en la cama. Mientras analizaba la tarde-noche fui quitándome la ropa poco a poco, pensando en su pícara sonrisa, en sus profundos ojos, en sus inteligentes bromas…y empecé a preguntarme porqué no me había llevado a su casa, no me había desnudado él y no me había follado. Cuando me metí en la cama un calor bastante conocido bajó de mi cabeza a mi sexo haciendo que sintiera unas ganas terribles de masturbarme. Y así lo hice: desabroché el cierre de mi sujetador y mis voluptuosos pechos salieron al exterior. Comencé a pasarme la lengua por los labios mientras acariciaba mis pechos imaginando que era Javi el que lo hacía. Pellizcaba mis pezones imaginando que él los mordía mientras todo me daba vueltas de lo excitada que estaba. Lentamente mi mano derecha comenzó a bajar por mi estómago hasta llegar a mis bragas las cuales fueron apartadas hacia un lado con furia. Mis largos y huesudos dedos empezaron a pasearse por mi tibio sexo en busca del placer que ese hombre no me había brindado hoy, ya no me preguntaba cómo sería hacerlo con un tío, ahora me preguntaba cómo sería hacerlo con Javi. Llena de ganas jugaba con mi clítoris retorciéndolo hasta causarme dolor mientras mi mente sólo pensaba en Javi, en sus blancas manos, en sus miradas de deseo, en la polla que debía tener. Pensaba en ello con todas mis fuerzas, ¡quería que él fuera el primero! Exploté en un orgasmo desgarrador y me dormí al poco.
Pasaron los días y veía a Javi las tarde que tenía libres de estudio. Él me hacía reír y seguía fascinándome con sus ideas e historias, pero yo no dejaba de pensar en lo de la otra noche: ¿Por qué no me folló? ¿Sabía que era virgen?- estas inútiles preguntas venían una y otra vez a mi cabeza. Las noches de aquellos días fueron cubiertas de incalculables masturbaciones e incalculables gemidos ahogados con la almohada.
Al cuarto día me propuso algo:
-Mañana si te apetece podríamos pasar el día en el lago donde iba cuando era pequeño.
-Sí, estaría bien.- respondí un tanto tensa. Sabía que aquel iba a ser el momento pero no por ello podía dejar de estar nerviosa. Así que subí a casa y me preparé como era debido. Saqué del armario un bañador con cierto aire de pin-up junto con los demás artículos de ocio al aire libre además preparé mi bolso con algunos preservativos llegado el momento de calentón.
Yo no era como las demás chicas, no quería que saliera todo perfecto ni súper romántico ¡mi cuerpo sólo pedía la polla del chico que tanto me gustaba! Aquella noche para no variar me masturbé en la oscuridad de mi habitación, pero esta vez con calma y tranquilidad disfrutando de cada sensación que mi cuerpo me ofrecía.
Cuando llegamos al lago colocamos todas nuestras pertenencias bajo un árbol grande con una densa copa verde. Allí sobre el esplendor de la verde hierba nuestras toallas fueron estiradas y nuestros cuerpos reposaron sobre ellas. Javi se ofreció a aplicarme protector solar allá donde mis manos no alcanzaban, me acariciaba la espalda, bajaba mis tirantes, podía sentir sus labios como ventosas en mi nuca. El calor comenzó a atontarme, poco a poco fui incorporándome hasta quedar, al igual que él, de rodillas. Así en esta postura Javi me besaba el cuello y sus brazos me rodeaban la cintura mientras yo empezaba a suspirar. Sus manos se colaron con gran destreza dentro de mi bañador agarrando así mis grandes pechos, eché mis brazos hacia atrás a fin de acariciar su cara y su pelo:
-No te imaginas las ganas que tengo de follarte, Laura- me susurró un Javi excitado.
-No serán más grandes que las que tengo yo de que me folles.
De un tirón me bajó el bañador dejando mi blanca y desnuda piel al sol:
-Date la vuelta- me espetó Javi con una voz grave que yo desconocía. Y yo como una chica buena cumplí su orden sin decir palabra mientras él me tumbaba en su toalla y terminaba de quitarme el bañador. Sin darme cuenta cogió mis tetas y empezó a besarlas y a lamerlas poniendo así erectos mis pezones. Yo no dejaba de gemir mientras notaba como bajaba una de sus manos hasta mi excitado sexo:
-Me encantas así: desnudita en la hierba, tan blanquita, tan húmeda, a mi merced. Voy a hacerte la mejor comida de tu vida. – y con estas palabras me brindó el mejor sexo oral que a día de hoy he recibido. Su lengua se fundía con mi abultado clítoris, jugando con él deleitándome, haciéndome sentir caliente, en celo, sexy, poderosa. Se tomaba su tiempo, cambiaba el ritmo, se paraba, volvía a seguir. Me corrí tres veces perdiendo la noción del tiempo. Para cuando yo me había corrido la polla de Javi clamaba al cielo:
-Ahora es mi turno, las chicas listas sabemos comer en condiciones una polla.- le solté de forma jocosa.
Aquella polla era gorda y en el largo de la media, pero era mía por lo que a mis ojos era preciosa. Poseía un capullo rosado maravilloso y alguna que otra vena se le marcaba. Aunque fuera virgen no era la primera que me comía una pero he de decir que sí que era la primera que me comía una totalmente encantada.
La recorrí con la lengua desde la base hasta la punta parando al llegar a ella, para luego acabar metiéndola poco a poco dentro de mi boca, Javi estaba recostado sin dejar de mirarme mientras gemía y me cogía la mano que me había quedado libre. Estaba a mil y yo más, con la mano ayudaba a mi boca a dar forma a una felación que nos estaba matando a los dos. La sacaba de mi boca y veía el líquido preseminal enganchado a su capullo, estaba dispuesta a volver a meterla dentro de mi boca cuando Javi me pidió que parara:
-Ya he dicho antes que me muero por follarte no me hagas que te lo repita.- Y dicho esto se posicionó encima de mí con su polla en la mano dispuesto a “darme todo su amor”. Fue un polvo intenso, no dejó de decirme cosas subidas y cosas dulces al oído. Mordía mi cuello y también mis pezones. Me hizo sentir deseada, empujaba con furia manteniéndome caliente, húmeda, excitada. Exploraba mi cuerpo, me ponía sobre él haciéndome sentir como una amazona, una orquídea salvaje. Se corrió mordiéndose fuertemente los labios, cuando yo me corrí mi cuerpo se dobló hacia atrás reflejándose la luz del sol en mis pechos.
Después nos bañamos, jugamos, reímos, nadamos en el lago. Y pasaron los días y el simple hecho de ir al cine se acababa convirtiendo en sexo en su casa. Así todas y cada una de las tardes- noches que quedamos. Nunca me decepcionó, al contrario, era mi amigo siempre tan inteligente, razonable, culto y el único que sabía follarme bien.
Una noche unos años más tarde soñé con aquel mediodía de Abril tan caluroso casi veraniego y escribí esto:
“Nadabas en el lago, tus pálidos y delgados brazos contrastaban con el color turquesa del agua.
Nadabas en el lago, mientras sacabas la cabeza con cada brazada boqueando como un pez.
Nadabas en el lago, cuando el aire nos asfixiaba húmedo y dulce como todos los veranos.
Nadabas en el lago y tu pelo castaño resaltaba entre los colores del lugar, oliendo a agua, oliendo a vida.”
A lo que él me respondió:
“Me mirabas mientras nadaba en el lago y yo detendría el tiempo en este momento para siempre. Y así te hice mi Lolita eternamente.”