Nada que ocultar
Entonces te vi, a unos 25 metros de mí. Parecías una diosa, con los rayos del sol reflejados en tu piel desnuda, sobre la arena de esa playa naturista.
Aquella mañana de finales de junio me desperté con mucho calor. Tenía todo el domingo por delante y ningún plan establecido. Podía quedarme en casa todo el día holgazaneando pero este calor que sentía me agobiaba. Así que, después de pensarlo un poco, decidí ir a mi playa preferida. Me gusta bañarme en las playas naturistas porque, además de la libertad y comodidad que se siente, no suelen estar abarrotadas de gente como las textiles. Como no tenía muchas ganas de conducir, me dirigí a la que estaba más cercana de mi casa.
Al llegar comprobé con alegría que efectivamente, a pesar de ser domingo, había pocas personas en la arena. Me desnudé, tendí la toalla y fui a bañarme para refrescarme del calor. Al rato salí y me tendí a tomar el sol. Se estaba de maravilla, mojado, fresquito y relajado. Tan bien me encontraba que por unos minutos me quedé dormido. No recuerdo que soñé pero al despertar me encontraba totalmente excitado. Tenía el pene empalmado, apretado contra la toalla y la arena. Menos mal que esta boca abajo, si no, habría dado un buen espectáculo a los que paseaban por la orilla.
Entonces te vi, a unos 25 metros de mí. Parecías una diosa, con los rayos del sol reflejados en tu piel desnuda. Tenía que intentarlo, el "no" ya lo tenía y mi sexo me pedía poseer a una mujer tan bella como tú. Esperé disimuladamente unos minutos, hasta que casi bajó del todo mi calentura, me levanté y me dirigí hacia donde estabas tomando el sol, desnuda, por supuesto. Notando la brisa en tu sensible entrepierna y el calor del sol que abraza tu cuerpo, tus senos.
Estás leyendo un libro cuando notas que alguien se para delante de ti. Alzas tu rostro y me contemplas justo delante de ti, sonriente, contemplándote mientras te digo si estás sola y si te puedo hacer compañía.
Por un momento te sorprende mi descaro e incluso puede ver que mi sexo, sin llegar a estar erecto sí tiene un volumen muy superior al normal de un "miembro relajado".
Extiendo mi toalla al lado de la tuya y me siento a tu lado (tú estás tumbada boca arriba). Empiezo a hablarte de mí y a interesarme por ti. Podría ser un pesado ligón de playa más, pero mi verborrea y mi simpatía te hacen sentir bien y te provoca una atracción hacia mí.
Poco después te incorporas, sentándote al igual que yo. Así podemos hablar más fluidamente. Aunque notas como mis ojos se van descaradamente hacia tus pechos, para tu sorpresa no te sientes molesta, sino más bien excitada por mi interés.
Al poco rato, decides ir a tomar un baño y me preguntas si quiero acompañarte. Es evidente que sí. Nos dirigimos al agua, tú delante de mí. Sabes que de esta forma puedo contemplar tus nalgas, y eso te está excitando.
Justo cuando entras en contacto con el agua fría la impresión te hace dar un paso atrás, con lo que tu cuerpo choca con el mío. Te cojo por la cintura, para evitar que te caigas. Pero eso no hace otra cosa que forzar más aun el roce de tus nalgas y mi sexo. Notas como crece de repente, sientes toda su dureza.
Sé que es una situación un poco incomoda para los dos, pero para rebajar la tensión y mientras todavía te agarro por la cintura me dices con una risa que tendremos que meternos rápidamente en el agua para evitar que la gente vea mi turbación.
Entramos en el agua, sin que te despegues de mí. Estamos riendo mientras avanzamos, con mi pene erecto apoyado entre tus nalgas. La situación es bastante excitante...
Sentimos el frescor del agua en nuestra piel. El efecto que produce en tus pezones no tarda en aparecer. Al girarte hacia mí, observo que están duros y levantados. Dan ganas de comérselos, y eso hago, me abalanzo sobre ti, sobre ellos y comienzo a besártelos, a lamértelos mientras agarro tu cintura para que no te escapes.
En tu mente sigue grabada la sensación que notarías. Mi pene erecto contra tus nalgas, la imagen de él cuando lo miraste con disimulo. Sientes la necesidad de percibirlo con otros sentidos. Una de tus manos se desliza hasta mis nalgas agarrándolas con una suavidad precisa mientras que con la otra, bajo el agua, buscas mi miembro excitado por tu deseo. No tardas en tropezártelo, en todo su esplendor, a pesar de la temperatura del mar, el calor que me produces la supera. Lo agarras entre tus dedos y la palma de tu mano, lo aprietas, sientes como palpita en tu piel y notas como otra humedad, la tuya, te moja el interior de tu ardiente sexo.
Bajas la mano hasta alcanzar mis testículos. Quieres comprobar que no me falta de nada. Éstos si están contraídos por el frió. Te caben bien en tu mano abierta. Tu masaje en ellos me hace suspirar entre tus senos mientras siento mi verga pegarse contra mi vientre. Vuelves a ella y comienzas a masturbarme con la precisión que tu experiencia te ha dado.
Dejo tus pechos y mis labios escalan hacia tu cuello. Te lo lleno de besos hasta hacerte cosquillas que te bajan por la espalda y se detienen en tus labios más pequeños. Después alcanzo tu boca abierta, esperando mi lengua. La introduzco en ella y siento como la chupas con deseo. ¡Qué bien besas! Pienso que si lames todo así debe de ser demasiado y la suerte que he tenido de encontrarte. Mis manos bajan de tu cintura y se aferran a tus nalgas. Las siento duras, divinas, deseables. Tienes un culo que me vuelve loco.
Separamos nuestra bocas para mirar alrededor. Vemos como alguna gente nos mira, pero al contrario de avergonzarnos, nos excita más. Nos miramos fijamente y sonreímos mientras tu mano sigue palpando mi pene, ahora con más dedicación a mi glande, que aprietas en la palma de tu mano. ¡Qué bonita estás con el reflejo del sol en tu pelo mojado! Así, sin dejar de mirarte, te coloco una mano por delante, en tu vientre y la voy deslizando hasta tu coño. ¡Qué placer me da sentirlo entre mis dedos! Y más cuando introduzco uno dentro tus labios y compruebo lo húmeda que estás por mí. No puedes evitar exclamar un suspiro cerrando los ojos por un instante.
De pronto, te capuzas, escapas de mí y me quedo solo, sorprendido. Te busco en el mar, anhelante de tu cuerpo y de tus caricias. Estoy pensando que ha sido un hermoso sueño cuando apareces de nuevo más adelante. Emerges del agua como una sirena encantada y sigues nadando alejándote aún más de mí. No se si pensar que estas jugando conmigo o quieres alejarte para evitar que los mirones vean como te hago el amor. Para comprobarlo comienzo también a nadar, detrás tuyo. Soy un buen nadador y no tardaré mucho en alcanzarte
mmmmm, yo soy buen nadador... y tú quieres que te atrape.
Pero no te alejas mucho, te quedas en un lugar en donde ambos tocamos fondo y nuestros cuerpos quedan totalmente debajo del agua. Te sientes excitada de notar las miradas de los bañistas, de permitir que se imaginen que pasa bajo el agua.
Te atrapo. Llego por detrás de ti. Mis manos se aferran a tu cintura, atrayéndote hacia mí. Notas mi dura verga apoyarse en tus nalgas y te gusta. Mueves tu cintura, poniéndome aun más excitado con el roce de tu trasero.
Te aprieto más todavía contra mí, y mientras sientes mis besos en tu cuello y nuca, notas como mis manos te recorren entera por delante. Acaricio tus pechos, los aprieto y los amaso, como a ti te gusta, pellizcando tus pezones enhiestos. Bajan por tu costado, por tus caderas y por tus muslos para volver a subir por su parte interior y rodear tu anhelante sexo.
Empiezo a acariciarte tus labios, a frotar tu clítoris. Estás a mil. Y yo también, notas como no puedo evitar mover mis caderas y frotar contra ti esa maravilla que tengo apoyada detrás de ti.
Ahhhh, aun no me creo lo que está pasando. Te doy la vuelta, te abrazo, te beso profundamente. El agua te llega hasta el cuello. Sumerjo mi cabeza buscando tus suculentos pechos, los muerdo, los lamo; luego tus pezones, me los meto en la boca y juego con ellos. Entre el frío del mar y mis chupadas los tienes al máximo de su dureza. Sientes algo de dolor y mucho placer a la vez. Notas como salen los fluidos de tu sexo mezclándose con el mar.
Vuelvo a emerger para tomar aire y aprovecho para besar tu boca, para volver a mirarte a los ojos y ver en ellos tu deseo por mí. De nuevo me hundo, desaparezco en el agua, incluso pierdes mi contacto. Te quedas inmóvil, esperándome, hasta que sientes mis manos en tus muslos invitándote a abrirlos, a dejar todo tu sexo a mi merced. Separas las piernas hasta que el nivel del mar te alcanza la barbilla. Estás tan excitada que un pequeño orgasmo estalla dentro de ti y recorre toda tu piel.
Enseguida notas mi boca pegada a tu coño. Lo noto caliente en contraste con el resto de tu cuerpo. sientes mis besos en tus labios mayores y como mi lengua te los separa introduciéndose entre ellos. Ahora sientes mis lamidas en tus pequeños labios y un poco más arriba, en tu clítoris que hace que un escalofrío recorra tu espalda.
Por un momento te abandono de nuevo. Lo justo para subir a la superficie y coger aire nuevo. Vuelvo a bajar, directo hacia tu sexo. Tus labios siguen entreabiertos, esperándome. Introduzco mi lengua hasta encontrar la entrada de tu vagina. Me deleito con tu sabor mientras tus ojos se cierran concentrándote en el placer que te estoy dando. A la vez que degusto tu exquisito coño voy soltando el aire de mis pulmones, creando cientos de burbujas que recorren toda tu raja, acariciándote el clítoris y suben también por detrás, entre tus nalgas, rozando tu ano.
Otra vez vuelvo a subir para coger oxígeno pero tú me sujetas con fuerza para impedirme la inmersión. Abres tus lindos ojos y mientras sonríes acercas tus labios a los míos y me besas con pasión. Nuestros cuerpos se juntan, nuestros sexos se tocan en un abrazo muy sensual. Despegas tu boca de la mía y comienzas a besarme el rostro, el cuello. Ahora tomas aire tú y sigues bajando besándome, lamiéndome el pecho, el vientre, el pene y los testículos. Introduces mi verga en tu boca, esta semi erecta por lo que te cogen en tu boquita con facilidad. La rodeas con tus labios y tu lengua saborea mi glande.
Estoy extasiado, pero tus pulmones son más pequeños que los míos y pronto tienes que salir a flote para respirar. Entonces, para facilitarte la labor, me pongo en posición horizontal, flotando sobre el mar, con mi enhiesto miembro apuntado al sol que nos ilumina...
Contemplas con deseo esa maravilla apuntando al cielo y no quieres que se queme con los rayos del sol. Te introduces entre mis piernas, aguantando mis muslos por debajo, jugando con mis nalgas, mientras tus labios se acercan a mis testículos. Te da lo mismo lo que vean desde la playa, es más... te excita.
Empiezas a besarme la punta de mi sexo, a humedecerla, a saborear el rastro salado que ha dejado el mar. Introduces la punta entre tus labios, los aprietas sobre ella, jugando con tu lengua. Abres más la boca y empiezas a introducir mi miembro en tu interior, poco a poco.
Vuelves a sacarlo. A contemplarlo totalmente enhiesto y brillante. Lo vas introduciendo y sacando de tu boca, presionando con tus labios, succionándome. Escuchas mis gemidos ahogados. A medida que vas aumentando el ritmo voy sintiendo más placer. En un par de ocasiones los espasmos de mi espalda me han hecho perder la flotabilidad, pero vuelvo a recuperarme y mi falo erecto vuelve a brotar del agua... para volver a introducírtelo.
De repente me abandonas. Te das la vuelta, sin marcharte de entre mis muslos. Yo sé lo que quieres. Me pongo de pie, justo detrás de ti. Apoyando mi sexo entre tus nalgas. Me notas tan duro y poderoso.
Mis manos se dirigen rápidamente a tus senos, apretándolos y apretándote más contra mí. Frotas tu culo por mi sexo. Una de mis manos se dirige por tu vientre hacia tu sexo. Tienes las piernas abiertas, esperándome. Mis dedos empiezan a jugar con tu excitado clítoris mientras dientes como mi pene se introduce entre tus muslos, bajo tu sexo, rozando tus labios.
Estás a mil, totalmente entregada a mí. Mis labios y lengua jugando con tu sensible cuello, mi mano acariciando tus senos y apretando tus excitados pezones y mi otra mano masturbándote mientras notas mi sexo frotarse por tus labios vaginales.
Te tengo totalmente abrazada, con tus principales puntos de placer en mis manos y mi boca. Mientras te sigo besando la nuca y jugando con tus hermosos senos y tus erectos pezones, busco la entrada de tu sexo con mi miembro; te abro los labios y te acaricio por dentro hasta encontrar tu anhelada puerta que tanto deseo traspasar para hallar otro mundo, contigo, solos, por unos minutos que valen una eternidad.
Te penetro con mi glande y te escucho un gemido que sale de tus labios y se pierde en el mar. Sigo entrando en ti, hasta que tus nalgas chocan con mis muslos. Mi verga está tres cuartas partes dentro de tu cálido coño, todo lo que esta postura me permite poseerte. Te siento mía, me siento tuyo, como si toda nuestra vida la hubiéramos compartido juntos.
Comenzamos a movernos, los dos, tu culo contra mi sexo. Entro y salgo de ti chocando nuestros cuerpos, que provocan olas de deseo y suben desde abajo, por tu espalda y mi pecho, hacia la superficie, rodeándonos, descubriéndonos ante las miradas perplejas y envidiosas de la gente que nos mira. Ahora gemimos juntos, entre palabras y sonrisas que expresan este amor que está naciendo en nuestros corazones.
Quiero más. Estar más dentro de ti. Te digo al oído que te des la vuelta. Lo haces rápido. Me abrazas con tus muslos por encima de mis caderas. Coloco mi pene de nuevo en tu vulva y bajas tu cuerpo hasta tener mi miembro insertado hasta la base. Ahora te siento más mía y tú notas toda mi hombría que te llena y empieza a provocarte un intenso orgasmo. Aprovecho para mirarte, para ver tu deseo en tus ojos, el placer que se refleja en tu cara. Te cojo de las nalgas para dirigir mejor nuestro ritmo, para penetrarte más fuerte mientras te corres en mi verga sin remedio. No puedes aguantar mi mirada; sientes vergüenza y cierras los ojos. Ahora sólo veo tu boca que se abre expresando tu estado, ansiando la mía. Te beso profundamente. Me echas tus gemidos en mi boca. Siento tu orgasmo en tu lengua, en mi lengua que se acarician, se chupan como si fuera la última vez que pudieran encontrarse.
Terminas de correrte pausando tus movimientos pero apretándote más contra mi cuerpo. Te noto cansada y paramos de movernos. Estas totalmente insertada en mi falo erecto. Enseguida que tus jadeos van remitiendo vuelves a ser consciente de mi excitado sexo dentro del tuyo. Tu deseo renace y sobre todo, el deseo de hacerme eyacular en tu interior, de sentir mi orgasmo como yo he sentido el tuyo. Comienzas a mover tu culo contra mi. No me hace falta ahora mover tu trasero con mis manos porque tú lo haces de maravilla. Me estás follando con una pasión que no recuerdo haber sentido con ninguna otra mujer. Tu boca no para de besar la mía, de morder mis labios, de lamer mi lengua mientras restriegas tus senos por mi pecho.
Entre beso y beso me dices que me corra, que deseas mi semen caliente muy dentro de ti. Que te inunde con mi placer tu sexo y tu cuerpo que tanto me desea. Tú también vuelves a estar muy excitada y notas como otro orgasmo se va gestando en tu interior. Te digo que ya me viene, que sigas así, que eres la mujer más bonita con la que he estado y que este el mejor polvo de mi vida. Te pido que te corras otra vez, pero ahora lo harás conmigo; quiero que me digas cuando te vas a venir, yo te esperaré para que sintamos nuestro orgasmo a la vez.
No tardas en gritarme que vas a explotar de un momento a otro y te respondo que yo también lo haré. Te digo "ahora mi amor" y dejo escapar de mis testículos todo mi semen que tenía albergado para ti. Sientes los chorros de mi esperma esparcirse por las paredes de tu vagina mientras mi verga se contrae en espasmos de placer y entonces tú también te corres en un orgasmo mucho más intenso que el anterior. Tan fuerte como nunca habías sentido ni supieras que eras capaz de sentir. Nuestros cuerpos se funden haciendo hervir el agua que nos rodea. Y mientras nuestros suspiros se calman, seguimos besándonos, prolongando todo lo que podemos este frenesí de placer.
A lo lejos, como en otro mundo, escuchamos lo aplausos de las personas que han sigo testigo de nuestro amor... ¡Ay mujer, has conseguido volverme loco por ti!