Nada es lo que parece 5

Última parte de la historia.

CAPÍTULO 7

Han pasado tres años desde que nos divorciamos. Al final conseguí alejarme de Julia, aunque no de la manera que quería.

Los primeros meses los dediqué a averiguar como nuestro entorno común se enteraba de los motivos de nuestra ruptura.

Julia nunca dijo nada de mi supuesta infidelidad, ni yo tampoco de la suya, pero no pensaba cargar con esa losa en mis hombros. Bastante tenía con cargar los cuernos en la cabeza como para parecer un cabrón infiel a ojos de terceras personas.

Realmente nunca saqué nada en claro, me reuní con María en una cafetería y me explicó que el video lo mandó ella porque yo le había rechazado y estaba molesta. Me pidió perdón llorando y me dijo que lo hizo pensando que Julia me perdonaría porque me quería mucho. No me creí nada, fueron muchas veces las que se disculpó para luego acosarme otra vez.

Con Mauro nunca hablé, ni quise hacerlo, no quería darle la satisfacción de verme cabreado y que se sintiera vencedor.

Y a Julia…. la sigo amando. No ha pasado un día en que no me acuerde de ella. He llorado mucho por su infidelidad y por nuestro fin. Pero lo mejor en ese momento era separar nuestros caminos.

Nunca he vuelto a amar a ninguna mujer. En parte porque estaba dolido, y también porque mi corazón estaba aún ocupado por Julia.

La ciudad es pequeña y nos hemos cruzado varias veces por la calle. Al principio no nos mirábamos y actuábamos como desconocidos pero, con el tiempo la tensión se relajó y un “hola” o un “hasta luego” era lo único que nos decíamos.

Mi vida es solitaria desde entonces, he quedado varias veces con mujeres, pero las citas nunca salen bien. Mis amigos se quedaron sin conocidas para presentarme y yo ya estaba dispuesto a vivir mi vida y mi sexualidad sin compañera de viaje.

Un Sábado por la noche salí con varios amigos de fiesta. Algo tranquilo, un pub de música suave para tomar algo y charlar, y luego a casa a dormir. Estábamos en una mesa y mis amigos se dedicaban a repasar con la mirada a todas las mujeres presentes. Mis amigos afilaron sus colmillos y a mi que no me preocupaban mucho sus ligues, seguí disfrutando de mi ron-cola.

Estaban alborotados, al parecer un grupo de chicas les habían hechizado. Tanto revuelo armaban que decidí mirar hacia su mesa. Estaban sentadas en frente de nosotros y la disposición de las sillas hacía que sólo viera a dos de ellas, pero inmediatamente conocí a una de las dos.

Era Sara la que, muy divertida, hablaba con la que tenia enfrente. Me sentí violento al verla. Habían pasado tres años desde la última vez que hablé con ella en esa conversación previa al fin de mi matrimonio. Estaba guapa, como siempre y parecía que por ella no pasaba el tiempo.

Mis amigos estaban decidiendo si ir a hablar con ellas para ver si tenían suerte pero yo no estaba por la labor. No quería incomodar a Sara ni que se viera obligada a hablarme. Esa época ya pasó y eran heridas cerradas.

  • ¡Venga pues voy y les digo algo! – dijo mi amigo Ángel

  • ¡Dejarlas tranquilas, no veis que se lo están pasando bien! – traté de desviar su intención.

  • Con nosotros se lo pasarán mejor – dijo Pablo – lo mismo hasta ligas, que ya no sé el tiempo que estás sin mojar.

  • No, por favor – supliqué yo.

  • Ves, a ver que pasa – dijo Lucas.

Callé. Tres para uno, no había salida. Si tenía algo de suerte, Sara me vería y declinaría la oferta de mi amigo Ángel para sentarse con nosotros.

Ángel se levantó y fue decidido hacia la mesa de Sara. Se presentó y comenzó a hablar con ellas muy animadamente. Las chicas no parecían molestas por la intromisión de mi amigo. Ángel tenía buena labia para las mujeres y sabía como conectar con ellas. En un momento dado hizo un gesto hacia nosotros, como informando que estaba con sus amigos. Sara y la chica que estaba frente a nosotros miraron hacia nuestra posición y la cara de Sara pasó de la alegría al susto en un segundo. Le dijo algo a Ángel y este regresó con nosotros.

  • Me han pedido que me marchara. No lo entiendo parecía que les apetecía conocernos – comentó Ángel descolocado.

  • Es por mi. Yo conozco a la morena de enfrente. Se llama Sara – me descubrí yo.

  • ¡Ya lo podías haber dicho antes! ¿Es una ex? – preguntó Pablo.

  • No, es la amiga de un conocido. Hace tiempo que no la veo y parece que ella no quiere verme tampoco.

Mis amigos sabían que estaba separado pero ni conocían a mi exmujer, ni sabían porque estaba divorciado. Eran amigos de amigos y hasta divorciarme no empecé a salir con ellos ya que tampoco estaban casados ni tenían pareja.

  • Pues nos has jodido el plan! – protestó Lucas.

Estábamos discutiendo que hacer cuando Sara se acercó a nuestra mesa.

  • Hola Luis, cuanto tiempo.

  • Hola Sara – me levanté para darle dos besos – estás igual de guapa. ¿Cómo te va?

  • Gracias. Pues bien, la vida me trata bien…… Luis, no vengo sola.

  • Ya lo veo, sois cuatro -era algo evidente.

  • Lo que te quiero decir es que Julia está conmigo en la mesa.

Miré hacia la mesa de las chicas y entonces pude distinguir a Julia. Aún estaba de espaldas pero, sin duda era ella.

  • ¿Sois amigas? No lo sabía -dije mirando a Sara.

  • Si, hace años que nuestra amistad creció. Es mi mejor amiga y la apoyé cuando os divorciasteis.

  • Me alegro que tuviera alguien en quien apoyarse -dije yo en tono neutro – si queréis vamos a vuestra mesa, o venir aquí si lo preferís.

  • Voy a preguntarlo.

No estaba seguro de querer estar en ese momento con ellas. Todavía sentía muchas cosas por Julia, y entre ellas había dolor por la traición. Aún estaba presente mi teoría sobre ellas (Julia, Sara y María) y Mauro. La forma en la que jugaron conmigo para parecer yo el culpable de la ruptura.

Sara se dirigió hacia su mesa y se sentó en su sitio. Lo que antes eran risas y diversión entre ellas, ahora era tensión y caras largas. No creo que fuera buena idea juntar las dos mesas.

Tras unos minutos hablando, las chicas se levantaron y se dirigieron hacia nosotros. A una no la conocía, pero a las otras tres si ya que la otra mujer que no identifiqué en un principio, resultó ser María. Estas tres eran amigas y eso reafirmaba mi teoría.

Vinieron con caras de preocupación y pidieron permiso para sentarse. Mis amigos rápidamente les hicieron hueco y lo dispusieron de manera que cada hombre tuviera a una mujer a cada lado y viceversa. A mi (suerte la mía) me toco María a un lado y Patricia (la chica que no conocía) al otro.

Rápidamente mis amigos empezaron a bromear con ellas y el ambiente se animó. Pero yo no estaba a gusto, y menos aún cuando María empezó a darme conversación.

  • ¿Cómo estás Luis? – preguntó María.

  • Pues bien – no quería darle pie a nada.

  • Estás más delgado. ¿Haces deporte?

  • Si. Me apunte a un gimnasio para matar el tiempo y me encuentro fuerte ahora.

  • Ya lo veo, ya.

María decía esto y me tocaba el bíceps como queriendo evaluar mi musculatura. Yo sólo tenía ojos para Julia. Los tres años que habían pasado le habían hecho más guapa. Tenía el pelo cortado a melena larga y con un flequillo que le favorecía. Parecía Cleopatra. Además llevaba los labios perfilados de rojo y los ojos muy bien maquillados. Para mi seguía siendo la mujer más bella, pese a todo lo ocurrido.

Julia conversaba con Lucas y este parece que desplegaba todas sus artes para seducirla ( vuelvo a decir que ellos no conocían a Julia, ni siquiera su nombre o su cara). Yo tenía cierto punto de celos por la situación, pero entendí que Julia y yo ya no teníamos nada y era libre para hacer lo que quisiera, igual que yo. Intenté hablar con Patricia para que María no me molestara pero no se daba por vencida y volvía a atacar.

  • Y, cuéntame de ti. ¿ Tienes novia? – María seguía insistiendo.

Se hizo un silencio en el grupo.

  • ¡Que va! Si ninguna le gusta – dijo Pablo metiéndose en la conversación – le hemos presentado a mil mujeres y no pasa de la primera cita.

  • Yo creo que aún espera que su ex regrese – comentó Lucas.

Los chicos rieron con ganas y yo quería que me tragara la tierra. Mi color de cara debía ser similar al de un tomate maduro. Levanté la vista y mis ojos se cruzaron con los de Julia que me miraba con una sonrisa discreta y con los ojos vidriosos. No sabría decir si estaba apunto de llorar o se iba a descojonar de mí en mi cara.

  • A lo mejor es que no ha encontrado a la mujer adecuada – respondió María – estará esperándome a mí

  • No se si espero a alguien, pero desde luego a ti no – usé el tono más frio que se puede.

  • Eso es porque no me has probado – se defendió María.

  • Ya tuve bastante con tus numeritos para saber que nunca tendremos nada.

Todo el mundo calló. Estaba harto de esa mujer, no sólo se creía irresistible, sino que tenía un don para sacarme de mis casillas. Me levanté decidido a dar por terminada mi velada.

  • Chicos, lo siento, pero no me puedo quedar más. Ya nos veremos la semana que viene – y me dirigí a la salida.

Esa noche había sido un fiasco y encima había tenido que aguantar como mi exmujer flirteaba con mi amigo. Estaba cansado y abatido, y sólo quería irme a casa a dormir.

  • Luis espera! – era Julia la que me llamaba.

Yo me quedé donde estaba y esperé que viniera Julia.

  • ¿Era ella verdad? La del video que me mandaron – dijo Julia con un hilo de voz.

  • Si. Era María. Pero lo que no se vio en el video es como le rechazo en cuanto pude reaccionar – contesté yo.

  • Tenemos que hablar Luis.

  • Mándame un mensaje el día que quieras quedar.

CAPÍTULO 8

Ya en casa, pude analizar la noche. Julia quería hablar de lo sucedido hace tres años. Esta conversación me daría la posibilidad de defenderme y pedir explicaciones por lo que yo pensaba que era una trama entre los cuatro amigos para hacerme la jugada. También pensaba comentarle lo suyo con Mauro. Era un tema que ya no me dolía, pero quería saber porque mi mujer me engañó con otro cuando yo sólo cometí el error de amarla. Nuestra relación en esos momentos era buena, el sexo era bueno y la compenetración era excelente. No entendía que pudo pensar Julia para traicionarme de esa manera.

Decidí dejar de pensar y dedicarme a dormir para reponerme de esa noche tan extraña.

La mañana siguiente pasó como tantas otras desde que me divorcié, Domingo de no hacer nada y estar en pijama.

A las 12.30 de la mañana recibí una llamada de un número desconocido y decidí no atenderlo ya que no me apetecía interactuar con nadie. La llamada se cortó al cuarto tono y después empezaron los mensajes. Levanté el teléfono y me dispuse a leer los mensajes.

J – Soy Julia.

J – No se si estarás despierto u ocupado.

J -¿Te apetece quedar para comer?

J - Sin compromiso

J – Si no quieres, no pasa nada.

Me cogió de sorpresa, yo pensaba hacerme una tortilla para comer y seguir tumbado, pero esta cita no la esperaba. No sabía si sería muy pronto para hablar con Julia, primero tendría que ordenar mi mente y saber que enfoque le daría a la conversación. Estaba indeciso, podía no contestar y hacer como que no lo había leído, pero el whstsapp te deja al descubierto mostrando el doble check azul. Julia sabía que los había leído y tenía que decidir. Un aplazamiento de la invitación quizás se entendiera como un rechazo por mi parte, así que decidí aceptar.

M -De acuerdo

M – A las 14 horas en el restaurante Sabores.

J – Ok.

Acababa de quedar con Julia para hablar lo que no hablamos al acabar nuestro matrimonio. Tenia que ducharme y arreglarme para estar presentable. Llamé al restaurante y reservé mesa para las 14 horas.

Diez minutos antes de la hora pactada, llegué al restaurante y me acomodé en la mesa reservada con una cerveza fresca en la mano. Los nervios me consumían, no había dejado de querer a Julia en todos estos años. Pese a lo que me había hecho, en mi corazón nunca hubo lugar para otra mujer.

A las dos en punto apareció Julia por el comedor y las piernas me temblaron. Esa mujer era puro fuego para mi. En estos tres años se le veía más mujer, con una sensualidad al andar y una seguridad que antes no tenia. Estaba bella, como siempre, e iba vestida muy elegante y discreta.

Nos dimos dos besos y se sentó en frente de mí.

  • ¿Cómo estás Luis?

  • Pues la verdad es que no te puedo decir que bien. Estoy muy nervioso -no quería mentirle.

  • Yo también. La verdad es que esta conversación la teníamos que haber tenido hace tiempo.

  • Más vale tarde que nunca. Seguramente este momento es el mejor. El tiempo nos da la tranquilidad para no hacernos reproches pasados.

  • Puede ser. ¿Qué es de tu vida? – preguntó Julia tratando de cerrar este tema.

  • Pues como siempre ha sido, del trabajo a casa y viceversa. ¿Y tú?

  • Yo estoy más asentada laboralmente. Cambié de trabajo al poco de divorciarnos y ahora trabajo en las oficinas de una multinacional. El sueldo es mayor que antes y el horario me permite ir al gimnasio por las tardes. – me comentó Julia.

  • Entonces, ¿ya no trabajas donde estabas? – eso significaba que no veía a Mauro.

  • No. Al poco de divorciarnos tuve un problema con un compañero y decidí buscar otro empleo.

  • ¿Problemas? ¿A qué te refieres?

Julia me contó que mi “amigo” Mauro no paraba de acosarla y ella le intentó parar los pies varias veces pero él no cejaba en su empeño.

  • ¿Entonces tú y Mauro no…? – ya no me cuadraba nada.

  • No, que va! Ya te dije que era un pesado. No le decía nada porque no quería perder el trabajo pero, al final me di cuenta que estaba acosándome.

  • Yo pensaba que aquél día en el pub…

  • Aquél día cometí el mayor error de mi vida. Te humillé ésa noche y ya era la segunda vez que lo hacía. Te abandoné para conservar un trabajo y no pensé que te hacia daño. No te quiero mentir tampoco, ya ha pasado mucho tiempo y nada cambiaría de hacerlo, pero si que te digo que en ese momento me sentí atraída por Mauro. Era una atracción falsa, ahora lo se, porque me decía cosas muy bonitas con la intención de acostarse conmigo. En este tema te tengo que pedir disculpas. Pero sabes que tenia que agradar a Mauro para continuar en la empresa, y una cosa llevo a la otra.

  • Pero, en la discoteca, tardaste tres horas en darte cuenta de tu error. Te fuiste con Mauro. Me fuiste infiel. – ahora no tenía sentido ocultar nada.

  • ¿Infiel? ¡El infiel fuiste tú, no yo! Nada más irte del pub, Sara vino hacia mi y me apartó hacia un sillón del pub. Allí estuvimos hablando mucho rato de nuestra relación y sobre lo que estaba haciendo. Me dijo que tenías muchas dudas sobre mi fidelidad hacia ti y ella, viendo lo que veía, también las tenía. Estuvimos hablando todo el rato y me di cuenta que fui cruel contigo. Estuve llorando más de una hora sobre el hombro de Sara y ella me recomendó que volviera a casa y lo hablara contigo. Al volver, tú ya estabas dormido y me derrumbé al verte y saber por lo que debías haber pasado. Al día siguiente estaba avergonzada y no tuve valor para decirte nada, y los días pasaron y cada vez me costaba más. Y un día me mandaron las fotos tuyas con otra y me sentí estúpida. ¡Yo sufriendo por lo que pensabas de mis actos y tú follando con otra!.

  • ¿Cómo? – mi incredulidad era máxima - ¿Nunca me fuiste infiel?

  • Nunca. Me equivoqué en mi modo de actuar, pero siempre has sido el hombre de mi vida y eso no lo hubiera querido perder por un estúpido polvo. Yo sabía que estabas raro y trataba de compensarte en la cama, quería ser mas abierta sexualmente para demostrarte que te amaba. Y tú sólo querías follar con otras.

  • Y dale… ¡que yo tampoco te he engañado nunca! – mi honor siempre en entredicho.

  • ¿Entonces las fotos que eran, un montaje? – dijo Julia hastiada - ¡No me tomes por tonta ,Luis!

  • Esas fotos las tomó María el día que fui a montarle el mueble.

  • ¿Ese día me engañaste? – dijo Julia confundida.

  • No. Ese día quiso que le hiciera el amor. Ese y otros más. Te dije que no quería ir solo, que me estaba acosando. Y tú me dijiste que eran fantasías. Las fotos no se como las tomó, pero te aseguro, y ya no tengo nada más que perder, que ella me bajó los pantalones y me la agarró. Cuando quiso bajar para chupármela le dije que parara y que no quería nada con ella. Y, al divorciarnos intentó meterse conmigo en la cama varias veces, pero tras mil rechazos míos parece que se calmó y hace tiempo que no se nada de ella – por fin podía aclarar las cosas.

  • Bueno, tendré que hablar con ella. Vamos a dejar este tema y hablemos de otras cosas.

Tras esa discusión necesaria, hablamos de nuestra vida actual y como nos encontrábamos en ese momento. Yo le dije a Julia que ninguna mujer me había ganado el corazón y ella me dijo que lo mismo le había pasado.

La charla fue entretenida y reconozco que todavía sentía amor por Julia. Estaba muy a gusto con ella y la conversación fluía como cuando éramos pareja. Al despedirnos quise arriesgarme con ella.

  • Julia, la verdad es que no he llegado a estar con otra mujer porque ninguna se podía comparar a ti. Creo que nunca te he olvidado. Siento si te molesta saberlo, pero los sentimientos no se pueden ocultar.

  • No me molesta, la verdad es que a mi me ha pasado igual. Contigo siempre he tenido mucha compenetración y no creo que ame a nadie como te amé a ti. – Julia también se sinceraba.

Nos dimos un beso en la comisura de los labios con sabor agridulce para mi. Por un lado sabía que Julia aun sentía algo por mi pero, por otro, nuestra historia estaba acabada y seria difícil retomarla.

Dos días más tarde, Julia me volvió a llamar para tomar un café. Quedamos esa misma tarde en la misma cafetería de la primera vez. Que Julia quisiera volver a verme era buena señal. Quizás si se podría volver a empezar.

Al llegar a la cafetería, Julia ya estaba sentada. Nos dimos dos besos e hicimos la comanda al camarero.

  • Me ha encantado que me pidieras quedar otra vez. Pensaba que no querrías verme más – empecé yo rompiendo el hielo.

  • Si, verás, he hablado con María sobre lo que me contaste el otro día – Julia iba al grano.

  • Y, ¿Qué te ha dicho? – esperaba las escusas de María.

  • Me ha corroborado tu historia. Dice que ella y Mauro lo organizaron todo para estar cada uno con uno de nosotros pero que no pensaba que fuéramos a divorciarnos por eso. Cuando nos separamos ya le quedó claro que tú me querías mucho y al ver que yo dejaba la empresa, le pidió a Mauro que se olvidara de mi.

  • ¿Ahora me crees? – por fin la verdad salía a la luz.

  • Si, te creo.

  • Julia, no he amado a nadie nunca como te amo a ti. Y jamás he deseado a nadie que no fueras tú.

Ya no podía ocultar mis sentimientos. Julia era y siempre sería la mujer de mi vida. En ese momento me di cuenta que sin ella estaba perdido.

Julia empezó a llorar como si hubieran abierto las compuertas de sus lagrimales.

  • Luis, no sabes cuanto tiempo he esperado para volver a escucharte decirme lo que me acabas de decir. Yo también te amo y sin ti me siento sin rumbo, perdida.

No hablamos más, nos abrazamos fuertemente y nos besamos como si fuera la primera vez que lo hacíamos. Parecíamos dos adolescentes y decidí arriesgarme e invitar a Julia a casa.

  • Te apetece venir a mi casa.

  • Lo estoy deseando.

Al llegar a mi casa nos desnudamos mutuamente como desesperados. No quería empezar en el recibidor, así que cogí de la mano a Julia y la conduje a mi habitación. Al llegar allí mi polla estaba muy gorda ya y Julia la sostuvo en sus manos y me miró con los ojos vidriosos.

  • ¡Como la he echado de menos!

Y diciendo esto se arrodilló frente a mi y empezó a besarme el glande. Daba pequeñas succiones y lo acompañaba con un masaje en mi escroto. Me mamaba la polla como una profesional y yo estaba a punto de correrme, así que, la paré y la tumbé en la cama. Al mirar su sexo pude ver como empezaba a aparecer líquido de excitación. Procedí a probarlo con la lengua y a chupar todo su coño.

  • ¡Que ganas te tenía, Luis! Chúpame entera.

Julia estaba disfrutando de mi trabajo y cuando empecé a succionarle el clítoris, empezó a correrse sonoramente.

  • Siiiiii… joder siiiii

Ya sabéis que Julia tiene facilidad para correrse, pero es que no había pasado ni un minuto. Yo relajé la succión pero seguí jugando con mi lengua en su botón, y aproveché para presionar, un poco, con el dedo en su ano. Esto pareció gustarle y comenzó a correrse nuevamente. La dejé descansar y me coloqué encima de ella para empezar a follar.

La penetré suavemente, quería volver a sentir a la mujer que amaba. La cadencia era lenta y profunda, sin prisas, con cariño.

  • Como me gusta que me la metas despacito – susurraba Julia- Así, así. Me corroooooo…!!!!

Y otro orgasmo atravesó su cuerpo. Cuando se relajó se puso sobre mí y empezó a cabalgarme. Estaba entregada al placer y pronto se volvió a correr.

En ese momento la puse de medio lado y la penetré subido sobre una de sus piernas mientras que la otra quedaba sujeta por mi brazo. De este modo la penetración era más profunda y Julia me advirtió que no la metiera mucho porque le molestaba. Yo accedí a su petición pero cuando empezó a correrse nuevamente, aceleré el ritmo y le metí la polla todo lo fuerte que pude. Después del orgasmo, otro le surgió rápidamente.

  • Otro, otro, otro!!! Por Dios, me meoooooo!!

Y su, ya mojado , coño empezó a soltar más líquido viscoso y el chapoteo de mi polla en su coño se oía en toda la habitación. Al notar su corrida, no pude aguantar más y descargué dentro de ella.

  • Yo también me corro Juliaaaaa!!!

No se si fue por la abstinencia o por las ganas que nos teníamos, pero no he vuelto a correrme como aquel día.

Los dos nos dormimos abrazados y muy satisfechos.

EPÍLOGO

Desde ese encuentro han pasado ya dos años, y Julia y yo volvimos a estar juntos. La vida nos va bien y nuestra única condición para volver fue hablar todo lo que nos inquietaba. Con esa premisa, la pareja se fortaleció.

No nos hemos vuelto a casar pero somos más matrimonio que antes.

De Mauro no volvimos a saber nada nunca.

Julia hace tiempo que discutió con María y ya no se han vuelto a hablar. Se que han salido de fiesta juntas alguna vez, ya que ambas comparten amistad con Sara, pero dice Julia que no se han hablado.

Sara sigue quedando con Julia. A veces quedamos y hablamos. Hace un año que conoció a un chico y parece que la vida les va bien. Yo he hecho buenas migas con él y hasta hemos ido los cuatro de escapada de fin de semana.

El sexo con Julia cada vez es mejor, sin tabúes ni complejos.

En fin, soy feliz!!!

FIN.