Nada es lo que parece 4

Luis tendrá que decidirse.

CAPÍTULO 6

El despertador sonó a las 8.30 de la mañana. Apenas había dormido debido al alboroto que había en mi cabeza. Mi matrimonio estaba roto y yo no tenía ganas de seguir con esa farsa, pero hasta hablar con un abogado, me mantendría callado.

Me duché y me vestí para ir a casa de María mientras Julia continuaba durmiendo. Me apetecía menos ir a su casa que morirme, pero di mi palabra y la cumpliría.

Llegué a su casa preparado para defenderme de la loba. María abrió la puerta vestida con una bata de seda que apenas le cubría nada. Debía ser de cuando era una niña porque le quedaba muy corto.

  • Hola príncipe azul – dijo María morbosamente.

  • Hola María – mi desgana era evidente.

  • ¿Vamos primero a la cama? Yo ya estoy preparada.

Y diciendo esto se quitó la bata y comprobé que no llevaba nada debajo. Si llego a ir con Julia le da un ataque al ver a su tímida compañera así vestida.

Fue acordarme de Julia y de mis ojos volvió a salir el rio del Amazonas. No quería que María me viera así pero se abrieron las compuertas y ahora era difícil cerrarlas.

  • ¿Qué te pasa Luis? – dijo María tapándose otra vez.

  • Nada María. Te cambio el mueble y me voy – dije yo secándome las lágrimas.

  • ¿No os quedáis a comer? ¿Le ha pasado algo a Julia? – María no sabía como actuar.

En ese momento pensé que era buena idea dejarme llevar y contarle a María todo lo que llevaba sufriendo estos meses, o follarmela y mandarlo todo a paseo.

  • A Julia lo que le pasa es que está liada con su jefe – lo solté con rabia.

  • No me sorprende lo que me dices.

Al parecer, María estaba al tanto de los tonteos que llevaban Julia y Mauro en la oficina y allí todo el mundo hablaba de ellos.

  • El cornudo es el último que se entera -gran verdad esa.

  • Para serte sincera, Julia le sigue las gracias, pero es Mauro el que insiste en ir a su mesa y el que le propone salir a tomar café – me aclaró María

  • No necesito más datos. Ya estoy bastante jodido sin saber lo que se traían a mis espaldas.

María me acompañó al sillón del salón y nos sentamos en él. Me cogió las manos como muestra de cariño y me habló con delicadeza:

  • Luis, no te preocupes, eres un hombre guapo y bueno y no te mereces que te traten así.

Esa mujer sabía como domar una fiera y yo me deje domar. Me tumbó en el sillón con la cabeza en su regazo y me acarició el pelo como si fuera su hijo. En ese momento estaba sereno.

  • No pasa nada, todo está bien – me susurraba como si cantara una nana.

Estaba muy cansado y me dejé llevar. Al mirar hacia María vi que la bata estaba abierta y sus tetitas salían con los pezones duros al frente. María me miró a los ojos y yo le mantuve la mirada. Ella bajó la cabeza y me besó la frente. Me incorporó y me besó la nariz y el moflete y….. la boca.

Nuestros labios se encontraron y yo ya no tenía fuerzas para luchar. Me había ganado la partida. Noté como su lengua se habría paso en mi boca y nos besamos tferozmente. Me quitó la camiseta y me chupó los pezones. Yo estaba como drogado, no era consciente de lo que me hacía María. Se levantó del sillón y se quitó nuevamente la bata dejándola caer al suelo. Su cuerpo era una delicia. Su sexo depilado estaba hinchado y rezumaba líquido. Me levantó, me quitó los pantalones, el boxer y, meneando mi polla dura hacia arriba y hacia abajo con delicadeza, me dijo:

  • Ven a la cama. Hoy te voy a follar como nunca te folló Julia.

Por segunda vez, oír el nombre de mi mujer me provocó una reacción inesperada. Esta segunda vez me hizo reaccionar y darme cuenta de que yo no era así. Julia me había engañado pero yo no lo iba a hacer. El ojo por ojo no es mi estilo. A demás, no quería que luego eso se volviera en mi contra. La infiel era Julia, no yo.

Me separé de ella y cogí mi ropa inmediatamente.

  • Esto no está bien María. Si quieres que te ponga la pila, lo haré. Si no , me voy. No te lo vuelvo a decir más veces – decía mientras me vestía.

  • Pero si Julia te ha engañado. Date un capricho tú también. Lo pasaremos genial – decía María con los brazos abiertos.

  • No dudo que lo pasaríamos bien pero yo no soy así. Voy al baño. No vengas si no te aviso.

Y me fui del salón dejando por tercera vez desnuda a una de las mujeres mas sexys que he visto en mi vida. Minutos más tarde aún la tenía dura pensando en lo que me podía haber dado esa mujer.

El cambió estaba casi terminado. Era la una del mediodía y no sabia que hacer al terminar. Irme a casa y encontrarme con Julia no era buena idea, pero no sabía donde ir a matar el rato.

Al momento oí como llamaban a la puerta y después a María hablar con alguien. Era Julia que se asomó al baño del dormitorio.

  • Hola Luis.

Su cara era seria. Tenía ojeras y el hablar ronco. Me imagino que el primer encuentro con tu marido después de cornearlo no será agradable tampoco.

  • Hola Julia – “hola infiel" es lo que primero pensé, pero la amaba mucho todavía para faltarle el respeto.

  • Dice María que ya casi has terminado. Ya tiene la comida preparada. Dice que te duches si quieres – en sus palabras había traición.

  • Bien. Me ducho y voy. – en las mías dolor.

La comida fue desastrosa. Los canelones estaban muy buenos, eran de espinacas y piñones con bechamel de trufa, pero el ambiente parecía el de un velatorio. Caras serias, ojeras y dolor.

María intentó animarnos pero no lo consiguió. Nos marchamos después de tomar café e imagino que María respiraría aliviada por tanta tensión. Cada uno volvió en su coche. Yo llegué antes y no esperé a Julia, entré en casa y me cambié de ropa. Julia entró al rato. Yo estaba mirando la televisión y Julia se sentó a mi lado mirándome.

  • Luis anoche yo…..lo siento – dijo sollozando.

  • No digas nada más – dije sin apartar la vista del televisor.

  • Déjame explicártelo, por favor. – lloraba sin parar.

  • No. Esta noche dormiré en el cuarto de invitados.

Julia no dijo nada. Se levantó llorando y se marchó a la habitación. Estábamos juntos y solos. Ese era el precio de la infidelidad. Lo pagaríamos ella y yo.

Llevaba una semana durmiendo en la habitación de invitados. La situación era muy rara. Sólo hablábamos para las cosas precisas de la casa y para decirnos hola y adiós.

Julia empezó a volver, algunos días, más tarde del trabajo. Al principio me mandaba un mensaje y me decía que se iba a tomar algo con una amiga pero yo no le respondía así que dejó de hacerlo.

La verdad era que prefería que no estubiera en casa. La situación era extraña cuando estábamos los dos. Nos esquivábamos todo el rato y eso era incómodo en 80 metros cuadrados.

Yo continué con mi vida normal y los fines de semana salíamos con amigos o nos quedábamos en casa respetando la distancia de seguridad, ya me entendéis. La vida de pareja ya no existía. La relación fracasó y me encontraba hundido.

Un Viernes por la mañana recibí un mensaje de un número desconocido.

S- Hola Luis, soy Sara!!! Podemos quedar para hablar?

L- Hola Sara!!! Que sorpresa!!! Esta tarde tengo libre. Si quieres quedamos en el bar Delicias. Te paso la ubicación.

S- Ok. A la 6 de la tarde estaré allí.

No sabía como Sara tenía mi número ni tampoco de que me quería hablar. A pesar de los dos ratitos que habíamos coincidido, entre ella y yo había surgido una especie de amistad. Me sentía libre para contarle mis sentimientos y ella escuchaba sin posicionarse sobre nada.

A la 6 de la tarde estaba en una mesita del bar esperando a Sara que llegó cinco minutos más tarde con un vestido veraniego que dejaba su escote muy pronunciado, y una chaquetita de entretiempo tapando sus brazos y sus hombros. Me levanté para recibirla y nos dimos dos besos. Ella tomó asiento y pedimos dos infusiones. Cuando el camarero se retiró ella empezó a hablar.

  • A ver Luis, tenemos que hablar de Julia- dijo Sara directa al grano.

  • No se que quieres decirme de ella que no esté claro – no sabía a que venía eso ahora.

  • Últimamente he hablado mucho con ella. Está muy triste por vuestra situación. Fue ella quién me dió tu número para poder hablar.

  • El que está triste y decepcionado soy yo. Nunca pensé que pudiéramos llegar a esta situación – mi voz sonaba resentida y dura.

  • Por favor, nada es tan simple. Ella te quiere.

  • Eso lo tenía que haber pensado antes. Ahora es tarde – dije esto levantándome y me marché.

Sara trataba de defender a Julia. Por lo visto el haberse acostado ambas con Mauro las unió. Yo, sinceramente dudo que Julia me amara. Una persona que ama a otra no se acuesta con un tercero y tontea con este en la cara de su amado. La traición de Julia era nuestro final, y una conversación no me iba a hacer cambiar de opinión. Yo la amaba y ella no estuvo a la altura de mi amor.

Me dirigía a casa para poner punto y final a nuestra historia de ¿amor?. Quizás alguna vez me amó, pero ya no.

Abrí la puerta de casa y al cerrarla oí sollozos en el salón. Imaginaba que Sara ya habría hablado con Julia y esta sabía que la cosa estaba decidida. Pasé por el salón y entré. Julia estaba en el sofá que tantas buenas tardes y noches nos había dado. Me vio entrar y sentarme a su lado. La amaba pese a todo y me dolía verla llorar, pero yo no era culpable de la situación. Estábamos así por su infidelidad. Ese era el momento de decirle adiós a la mujer que más he amado en mi vida.

  • Julia creo que ya sabes lo que vengo a decirte – lo soltaría y se acabaría todo.

  • Claro que lo sé, Luis. – lloraba amargamente.

  • Bueno, pues…

  • Me has puesto los cuernos – me dijo Julia cortándome.

-¿Cómo dices? – me cogió por sorpresa.

  • ¿Lo niegas? ¿No venías a decirme eso?. Es por este motivo por el que estás tan raro desde hace semanas. ¿Te has enamorado de ella? ¿La conozco? – demasiadas preguntas que no tenían respuesta.

  • Yo no…..- estaba bloqueado.

  • No – me paró en seco – mira lo que me han mandado hoy.

Me alargó su móvil con la mano temblorosa. Yo lo cogí de su mano y visualicé la imagen de la pantalla. Era un video. Le di al inicio y en la pantalla aparecí yo de frente junto a María, de espaldas. A ella no se le reconocía porque estaba como mal enfocada, pero a mi se me veía perfectamente. En el momento de iniciar el video, María me besó y después me desnudó, se quitó la bata y empezó el masaje lento de mi pene. Mi cara en el video era de éxtasis, pero yo sabía el porqué. No era placer, era bloqueo. El video duraba menos de un minuto, pero a ojos de Julia estaba claro lo que sucedió después.

  • Julia esto no es…- intenté explicarle.

  • Quiero el divorcio - sentenció ella.

No había nada más que decir. Yo iba con la intención de pedir el divorcio y me lo pidieron a mi. Había caído en la trampa de María. No sabía porqué esa chica me quiso hacer daño, pero lo hizo.

Quedar por infiel sin serlo no es plato de buen gusto para nadie. No intenté explicarme, cualquier escusa hubiera sonado a tópico y Julia no estaba dispuesta a ceder tras la prueba tan clara que poseía. Tampoco yo quise decirle que era una encerrona de María, estaba claro que no lo creería, ya le dije en su momento que no estaba a gusto yendo con ella y Julia no quiso escucharme. Otra idea que me rondó la cabeza fue que Julia, María, Mauro y Sara lo hubieran preparado todo. Tendría sentido que fuera una estrategia para que Julia pudiera dejarme e irse con su amante sin parecer culpable de infidelidad.

Recogí mis cosas y salí de mi casa para no volver.

CONTINUARÁ...