Nada es lo que parece 2
¿Sucumbirá Luis a la provocación?
CAPÍTULO 3
María estaba descontrolada y yo... yo… yo… yo no debía estar ahí. Así que me di la vuelta y dejé a María con su paja y su coño brillante y sus pezones como cuchillos…. Y yo con mi empalme me dirigí hacia el salón nuevamente.
Era la primera vez que me pasaba algo parecido. La verdad es que he ligado más bien poco, o nada en mi vida. Muchas amigas si, pero novias o rolletes? Se podían contar con los dedos d una mano. Este suceso me provocó mucho morbo, pero yo estaba enamorado de Julia y la fidelidad es lo más importante de una pareja. Reaccione a tiempo y eso me honra.
Llevaría poco más de una hora fuera y el frio empezaba a entumecer mis músculos. Cuando iba a entrar dentro del salón, Julia abrió la puerta de cristal primero.
¿Se puede saber donde estabas? -me pregunto un tanto enfadada.
Que mas te da! – después del calentón con María, volvía el otro tipo calentón con Julia.
¿Porqué me hablas así?
¿Se hacía la ofendida?. ¿Pero, que era esto, una broma?
- No te hablo de ninguna manera. He salido a tomar el aire. Total, no tengo nada mejor que hacer.
No pensaba montar el número delante de todo el salón aunque era lo que me pedía el cuerpo, aunque el incidente con María aún me tenía descolocado.
- ¿Otra vez con ese tema? – dijo Julia enfadada - Por favor Luis, no me amargues la noche.
Y volvió a irse de mi lado para adentrarse en la improvisada pista de baile donde el alcohol ya hacía efecto a más de uno. Julia se fue al lado de Mauro y le dijo algo al oído y ambos me miraron. En ese momento entró María como si fuera un torbellino y empezó a moverse en la pista de forma muy sensual y a restregarse con un tipo guapete que no le hacía feos al arrimón de su compañera. María mientras, me miraba como queriéndome decir que había perdido mi oportunidad. Creo que era el primer hombre de la historia que rechazaba tal insinuación.
Yo volví a mi sillón y justo al lado estaba la pareja de Mauro. Por lo visto padecía el mismo mal que yo.
A ti te pasa lo mismo que a mi, mientras tu marido se divierte, tú estás en otro planeta hoy. Por cierto, soy Luis. – le dije a la mujer tratando de ser cortés.
Sara – nos dimos la mano- No es mi marido. Soy una amiga suya y me pidió por favor que lo acompañara a la cena. Pero te juro que es la última vez que vengo con él. Estoy más aburrida que una ostra.
¿Quieres bailar? – me salió sin pensar
De acuerdo, vamos porque si no me dormiré -y se encaminó hacia la pista.
Mientras me dirigía al centro de la pista, intenté buscar a Julia y a Mauro pero no los vi por ningún lado. Esto me puso alerta pero enseguida Sara me cogió de las manos y reclamó mi atención para ella. Yo no soy muy buen bailarín pero disfruto bastante bailando y si lo hago con amigos más todavía. Sara bailaba realmente bien, sobretodo la salsa, y yo me cojo con bastante rapidez a los pasos de baile. Estábamos muy acompasados y bailamos tres o cuatro canciones antes de dirigirnos a la barra para tomar algo. En ese momento apareció Julia:
- ¿Podemos irnos? – me dijo con tono seco.
-¿Ahora? – empezaba a divertirme.
-Si. Estoy cansada y me duelen los pies.
De acuerdo – me dirigí a Sara – Bueno. Un placer. Espero no haberte pisado mucho
El placer es mío. Bailas bastante bien. Has estado a la altura – dijo Sara, quedándose otra vez sola.
Nos alejamos de la gente que ya empezaba a desmadrarse, y nos dirigimos en silencio hacia el aparcamiento. Antes de llegar al coche, pude ver como María estaba apoyada en otro coche, mientras el chico con el que se había refregado intentaba besarla. Ella lo esquivaba con gesto divertido pero en cuanto miró hacia nuestro lado, cambió su cara a otra de ira y se marchó dentro del salón dejando al chico muy confundido.
El trayecto a casa fue insufrible. Yo con un cabreo de órdago y Julia girada hacia su ventana como si estuviera ofendida por mi comportamiento.
Al llegar a casa entramos en nuestro cuarto para ponernos ambos el pijama. Lo que presumía ser una noche loca que desde hace mucho tiempo no teníamos, se iba a convertir en la casa de los horrores. Julia entró al baño primero para desmaquillarse y mientras yo me desnudaba y procedía a ponerme el pijama.Al salir del baño Julia, se desnudó para ponerse el pijama mientras yo entraba al baño a mear y a lavarme los dientes. Cuando salí ella ya estaba dentro de la cama y con eso se terminaba una noche que prometía sexo y que acababa con un calentón y un enfado. Apagué la luz y me metí bajo las sábanas y me acerqué a Julia a darle un beso de buenas noches y para quemar mi último cartucho. Con mucho cuidado me acerqué a ella y le fui metiendo la mano debajo del pantalón hasta llegar a su coño que, extrañamente, estaba muy mojado. Por lo visto estaba excitada y no creo que fuera de verme a mí en pijama.
Retiré la mano y otra vez volvió a mí el sentimiento de ahogo por los celos.
- Hazme el amor -dijo Julia girándose hacia mí.
Volví a meter la mano y empecé a masturbarla lentamente, acariciando su clítoris sin hacer mucha presión. Una suave caricia que extendía hacia sus labios mayores aprovechando la humedad de la zona. Me aventuré hacia su ano, pero me retiró el culo ya que nunca le ha gustado el sexo anal ni intentar nada similar aunque yo se lo he propuesto varias veces. Retiré mis dedos de esa zona y continué por su coño, volviendo a acariciarlo de forma delicada.
Julia cada vez gemía más y eso me ponía a cien. No tardó nada en correrse en mi mano mientras me la apretaba para hacer más presión.
Cuando volvió en si, nos desnudamos y nos besamos con pasión mientras nuestras lenguas bailaban dentro de mi boca. Julia estaba muy cachonda y enseguida me tumbó para cabalgarme. En esta posición ella disfrutaba mucho. Los gemidos no se hicieron esperar. Movía las caderas de una manera desconocida para mí. Estaba sentada sobre sus rodillas con mi pene dentro de ella y sus pezones estaban tan duros que casi me costaba cogerlos. Sus gemidos ya eran casi gritos y empezó a correrse anunciándolo:
- Me corrooooo……me meoooo!!!
En ese momento noté como mi pubis se mojaba y por mi culo caía líquido al colchón. Eso no fue un orgasmo, era una corrida en toda regla. Yo estaba alucinando de lo suelta y desinhibida que estaba. Nunca se había corrido de esa manera y parecía que estaba muy satisfecha. Pero yo aún no.
Aproveché que estaba destrozada para colocarla en el borde de la cama con las piernas bien abiertas. Me había pedido que la amara, pero la iba a follar. Metí mi polla en su mojadísimo coño y empecé un mete saca brutal.
- Más despacio que me llega muy dentro y me molesta -decía Julia entre jadeos.
Baje el ritmo para no penetrarla hasta el fondo para ir preparando su orgasmo.
- Ahora amor! Dame más fuerte!
La expresión de Julia era desconocida también. Nunca me había pedido nada. Era más bien pasiva y siempre era yo el que tomaba la iniciativa en todo. Pero inmediatamente empecé a taladrarla con tal fuerza que pensaba que la cama se desarmaría. A Julia parecía que ahora no le molestaba mi profundidad, y en poco tiempo se corrió otra vez.
- Así, así. Me corroooo!!!
Otra descarga de flujo y líquido que hacía que se escuchara un plof, plof que me ponía aún más cachondo. Seguí con la misma profundidad y velocidad después de su orgasmo y, un minuto más tarde, volvió a correrse entre gritos. La giré a cuatro patas y le sujete las tetas desde atrás. Empecé a penetrarla hasta que me corrí como nunca, minutos después de otro orgasmo suyo.
- Voy al baño a limpiarme – dijo Julia mientras se dirigía al baño – Joder! No puedo ni andar! Estoy desecha!
Yo me reí sabiendo que había sido un gran polvo y había aprobado con nota.
Al volver Julia del baño traía la cara más seria.
Luis, tenemos que hablar de lo de esta noche.
Tú primero – repliqué yo.
No me ha parecido bien que bailaras tanto con la mujer de Mauro – dijo Julia en tono bajo.
¿Y que querías que hiciera? No me has mirado en toda la noche, estaba sólo y esa mujer también. No se que te traes con ese Mauro pero no me gusta. Además Sara no es la mujer de Mauro, es una amiga.
¿Una amiga? El decía que era su mujer. De todas maneras da igual eso. No me traigo nada con Mauro. Es mi jefe y es un pesado pero tengo que seguirle la corriente para que no me coja manía – a Julia no parecía importarle mucho la relación de Sara con Mauro.
¿Y donde estabais Mauro y tu mientras yo bailaba con Sara? Te estuve buscando y no os vi por ningún lado – contraataqué yo para que supiera que yo si me fijaba en ella.
Pues Mauro se fue a fumar al jardín y yo aproveché para ir al baño y al volver os encontré a ti y a Sara bailando como locos. Y me puse muy celosa porque conmigo no bailas así – dijo Julia haciendo pucheros.
Déjalo Julia. Esta discusión no nos lleva a ningún lado – le di un beso y apagué la luz.
Parece ser que a Julia le había molestado mi actitud con Sara. Si me llega a pillar con María, termina con nuestro matrimonio.
Y yo no podía dejar de pensar en lo inusualmente cachonda y fogosa que había estado en la cama.
¿Sería por mí, o habría otra cosa que la había puesto de esa manera? El sueño pudo con mis pensamientos.
CAPÍTULO 4
Julia no demostraba un carácter muy diferente del normal en ella. Pero en cambio, las noches de sexo cada vez eran más intensas y ella parecía más salvaje.
Las fiestas Navideñas pasaron entre comidas y cenas familiares y con amigos.
Mi preocupación sobre Julia y Mario seguía activa e imaginaba que la de Julia por mi y Sara también. Pero había una diferencia, y era que mientras que yo no había vuelto a ver a Sara, Julia veía todos los días a Mauro y encima era su jefe.
Una tarde estaba Julia estaba a punto de ducharse cuando sonó su teléfono. Julia me pidió que mirara quién llamaba. A esas horas sólo podía ser alguna llamada comercial ya que con nuestros amigos nos mensajeábamos y nuestras familias nos llamaban al fijo al saber que ya estábamos en casa.
Fui a mirar el teléfono y el nombre de Mauro estaba en la pantalla.
Me quedé parado sin reaccionar y, al ver que no decía nada, vino Julia desnuda a por el teléfono pensando que no lo había escuchado yo.
¿Qué haces ahí parado? ¿Quién es? – preguntó Julia.
Es Mauro – dije con un hilo de voz
¡Que pesado es! – dijo Julia cortando la llamada – será algo del trabajo. Luego le mando un wass.
No pareció molestarle mucho una llamada de trabajo a las nueve de la noche cuando hacía menos de dos horas que había salido de trabajar. El móvil estaba sobre la mesa y Julia desapareció con una toalla enrollada en su cuerpo y otra en su pelo para atenderlo. De pronto empezó a vibrar varias veces en señal de estar recibiendo mensajes. No pude aguantar la tentación y volví a espiar su teléfono. Los mensajes eran de Mauro pero no podía leerlos antes que ella porque se quitaría la notificación en el teléfono y sabría que lo había mirado. Tendría que esperar a que ella los mirara primero.
Continué mirando el móvil y accedí al registro de llamadas. Tenía muchísimas llamadas de Mauro. Cada llamada era de unos diez o quince minutos. Otras duraban apenas uno o dos para, diez minutos más tarde, volver a llamar. Julia también le había llamado un par de veces. Curiosamente, las llamadas empezaban en el mes de Noviembre, así que, no creo que fueran llamadas laborales ya que Julia llevaba desde Septiembre en esa empresa, y en esos primeros meses no había ninguna llamada.
Otra cosa que me llamó la atención fueron los días y las horas de las llamadas. Los fines de semana no había ninguna llamada, pero entre semana, todos los días y siempre minutos más tarde de salir de trabajar. Algún día se podía haber quedado algún tema pendiente al salir Julia y por eso Mauro le llamaba, pero no creo que todos los días tuvieran ese problema.
Mi mente era un hervidero en estos momentos. No sabia que pensar. Quería confiar en Julia pero las pruebas me indicaban otra cosa. Que me hubiera sido infiel era posible, pero yo lo veía improbable ya que Julia siempre llegaba a casa del trabajo sobre la misma hora. Algún día se había quedado un rato más terminando algún papeleo, pero no más de media hora de su habitual horario de llegada a casa. Otra cosa es que durante el horario laboral tuvieran algún encuentro, eso no lo podía controlar y era mucho imaginar.
Lo mejor era confiar en ella y preguntarle para salir de dudas. Sería una tontería y yo le estaba dando demasiadas vueltas.
Cuando los dos estábamos descansando en el sofá, ella se dio cuenta de los mensajes y, no se si conscientemente, se separó un poco de mí para responderlos. Ese movimiento me fastidió mi intento por ver lo que se ponían en los mensajes y lamenté no ser un camaleón para poder girar los ojos y ver que se decían.
Esperé pacientemente mi oportunidad de poder mirar su teléfono. Si se iba al baño aprovecharía.
- Voy a hacer pipi – dijo Julia dándome un beso en la mejilla.
Ese era el momento, le echaría un vistazo rápido para ver todo y poder juzgar. Pero justo cuando se levantaba, cogió su móvil y se fue trasteando con el en la mano.
Se me había escapado pero aún había otra oportunidad. Julia siempre se dormía en el sillón. Si no le llamaba yo para ir a la cama, podría estar toda la noche allí. Así que cuando se durmiera, procedería a mirárselo.
No pasaron ni diez minutos cuando Julia ya dormía profundamente en el sillón.
Lentamente me levanté del sillón procurando no hacer movimientos en falso para no despertarla. Conseguí ponerme en pie y alcancé su teléfono. Me dirigí hacia un lugar seguro en el que no me pudiera ver con su móvil en la mano. Era muy arriesgado porque si despertaba y se daba cuenta que no estábamos ni su móvil ni yo, la pelea sería antológica.
Entré en nuestra habitación comprobando antes que Julia siguiera durmiendo, y desbloqueé el teléfono. Yo sabía cual era su clave y ella cual era la mía. No había nada que ocultar. ¿O si?
Las llamadas las tenía controladas pero los mensajes no. Clické en la aplicación y busqué su conversación. “Mauro trabajo” ponía. ¿Habría un Mauro personal?.
Miré en sus contactos. Los dedos me temblaban y no acertaba en los botones. Baje por todos los contactos y SI, había un “Mauro” a secas. No conocíamos a ningún otro Mauro (no es un nombre muy común), así que, debía ser él. Otro secreto más, aunque este no me extraño, pero me pareció curioso que tuviera dos teléfonos. Las llamadas y los mensajes eran del mismo número, del “Mauro trabajo”. Del personal no encontré nada.
Volví a los mensajes y abrí su conversación. La de esta tarde después de llamarle decía:
M - Te he llamado para ver como estabas pero me imagino que estás ocupada.
M – Has salido tan rápido que no me he despedido.
Foto de una pareja en la que ella era una modelo y el un hombre gordo muy feo.
M – Mira esta foto. Somos tú y yo. Jajaja
M – Hasta mañana, que descanses.
Carita dando un beso.
Definitivamente, intentaba ligársela, si no lo había hecho ya porque las frases no eran muy fuertes pero daba a entender que había complicidad entre ellos. Y no solo de la laboral.
A esta ráfaga de mensajes, Julia había contestado:
J – Me estaba duchando.
J – Estaba reventada hoy y me he escapado para que no me mandaras más trabajo.
Carita de vergüenza en referencia a la foto mandada por él.
J – Jajaja. Como exageras!!!
J – Descansa tú también. Buenas noches.
Emoticono de chica levantando la mano.
Bueno. Esta conversación me dejaba con las mismas dudas. No había ninguna frase que hiciera ver que estaban enrollados, pero estaba claro con estos mensajes y con las llamadas, que eran amigos íntimos, y eso no me agradaba.
Tenía que hablar con ella. Y no lo iba a retrasar más. Dejé el teléfono donde estaba y la llamé.
Luisa… despierta.
¿Vamos a dormir? – me dijo sin saber donde estaba.
Si. Pero quiero comentarte una cosa. Despéjate.
¿Qué pasa? No me asustes.
-Oye... no se como decírtelo... ¿ Qué pasa con Mauro? – disparé a quemarropa.
-¿Y eso, a que viene ahora? – Julia ya estaba bien despierta.
Esta tarde te ha llamado y luego te ha mandado muchos mensajes – no podía decirle que le había espiado el teléfono.
Bueno, si... - no sabía que escusa poner - Me ha llamado por un asunto de un albarán que necesitaba y como no lo he cogido, me lo ha preguntado por mensaje.
¿Seguro? – esa mentira me dolió en el alma. Ahora si que desconfiaba.
Siiiii!!! Que obsesión tienes con Mauro, hijo!
Es que te quiero sólo para mí. – estaba furioso.
Y soy sólo tuya, amor.
Terminó de decir esa frase he intentó bajarme los pantalones para chupármela, pero yo no estaba para fiestas y le aparté. Julia me miró con cara desconcertada, no solía despreciar una mamada.
Al ver su cara pensé que sería mejor actuar para que no se notase mi decepción con ella. La desnudé y en el propio sillón empecé a penetrarla con calma hasta que mi polla estuvo bien lubricada. Por suerte era una mujer que mojaba rápidamente.
Cuando note que entraba sin dificultad, la embestí sin piedad poniendo toda mi rabia en esa mujer que, posiblemente me engañaba con su jefe. Julia no aguantó mucho y empezó a correrse entre gemidos de placer y yo me derramé entre bufidos de cornudo.
Pero lo que tenía claro es que no sería un consentidor.
CONTINUARÁ.....