Nada

Desamparado de una vida llena de locuras innecesarias y a la vez obligadas a tener para poder seguir viviendo...

NADA

Desamparado, eso es lo que veo. Un chico desamparado, solo, tirado en la acera con los ojos vidriosos, las pupilas dilatadas y pidiendo ayuda con la expresión de la cara. Su piel es blanca y la tiene agrietada por el frío, el pelo está revuelto y la nariz le gotea; su cuerpo tiembla bajo su abrigo que esconde algo mas que un chico de unos dieciséis años. A su lado, una jeringuilla, que aun cuelga de su delgado brazo, esperando que alguien la lance lejos de aquella horrible visión.

Yo, de pie, mirándolo fijamente y con ganas de llorar, me paro frente a él y recojo en un instante, su mirada fría, empañada de lágrimas entre su cara pálida, y él me mira a su vez, preguntándose quizás, porque ese extremo, esa situación, sabiendo que no puede volver atrás, que ya es tarde para pensar.

Su respiración se convierte en pequeñas nubecillas de vapor a medida que transcurren los segundos, seguramente los últimos de su corta vida. Sus lagrimas empiezan a resbalar por sus mejillas, aliviando su dolor. Sus ojos se tornan rojos y su cuerpo sigue inerte en la acera, mientras, su mirada no se separaba de la mía. Y me pregunto qué sentirá, cual será su anhelo, cual será el recorrido de sus pensamientos, si por un instante se arrepentirá.

Solloza, él solloza silenciosamente mientras intenta articular alguna palabra. Su cara empapada empieza a palidecer, sus labios morados se cierran en un susurro ahogado y sus ojos mueren sellando sus lagrima. Ha dejado de temblar. Su cuerpo, impasible, queda inmóvil en la acera. Solo era un niño. Y yo me pregunto; ¿ Y ahora que?

Mientras me alejo paseando por la estrecha calle, noto que mis ojos se van empañando poco a poco y lo único que siento es dolor y rabia, impotencia. Miro hacia atrás y él sigue allí, tirado. Su cuerpo huesudo, entumecido y sin vida parece u rapo viejo tirado a lo lejos, al cual el viento a arrastrado lentamente con su sutil tacto hacia ese rincón, hacia lo que parece ser inevitable.

Y sigo preguntándome lo mismo, pero parece o tener solución. Y me resigno a seguir mi camino, me resigno a girarme y deshacerme de esa visión que ha erizado mis sensaciones. Me resigno a girar la esquina y encontrarme otra es a un chico que ha encontrado la realidad de su final, tirado en un callejón sin salida.