Nacido para cornudo
La primera vez que Celia me puso los cuernos fue a los tres meses de estar saliendo, durante un puente que pasamos en la costa. Al llegar al hotel se duchó y cuando salió del baño, arreglada de manera seductora, me dijo que se iba a ligar y follar con algún desconocido y que la esperase en el hotel.
Me llamo Miguel, tengo 35 años al igual que mi esposa Celia, estamos casados desde hace 8 años, más otros 4 que estuvimos de novios y llevo siendo un cornudo prácticamente desde el principio. La primera vez que Celia me puso los cuernos fue a los tres meses de estar saliendo, durante un puente que pasamos en la costa. Nada más llegar al hotel se ducho mientras yo deshacía las maletas, cuando salió del baño, arreglada de manera muy seductora, me dijo que se iba a ligar y follar con algún desconocido y que la esperase en el hotel, me quedé tan impactado que fui incapaz de decir nada y cuando quise darme cuenta ya estaba bajando en el ascensor. Tardó cerca de siete horas en regresar, ya de madrugada, como si no hubiese pasado nada, me mostré ofendido y dispuesto a romper nuestra relación, pero realmente, mientras Celia había estado fuera, yo me había pajeado un par de veces pensando en Ella follando con algún desconocido. Celia ni se alteró al escuchar mis recriminaciones, simplemente me dejó hablar y cuando le pregunté que sino tenía nada que decir, tan solo me pregunto que cuantas pajas me había hecho mientras estuvo fuera, por supuesto negué que hubiera sido así, pero Ella siguió insistiendo hasta que no tuve más remedio que confesarle que si lo había hecho. No se como lo supo y nunca me lo dijo, pero el caso es que Celia lo sabía y terminó por convencerme de que seríamos muy felices disfrutando de una relación así.
Nuestro noviazgo se fue afianzando y mi condición de cornudo también, inicialmente solo follaba con otros cuando pasábamos algún fin de semana fuera de nuestra ciudad, pero al cabo de un año follaba con otros hombres un par de veces al mes sin necesidad de ir a ningún lado y un año antes de casarnos empecé a estar presente cuando follaba con otros, primero solo miraba, pero paulatinamente Celia me obligó a tomar un papel más activo y humillante, empecé agradeciendo a su amante de turno que follase a mi mujer, luego sujetando las piernas de Celia para facilitar una penetración más profunda, más adelante debía lamer el coño de Celia en presencia de su amante como preámbulo para que la follase a su gusto y finalmente, cuando llego nuestra noche de bodas tuve que realizar mi primera mamada a un hombre, que también fue el primero que folló mi culo y por supuesto se folló a Celia después.
A pesar de todos esos hombres con los que Celia follaba, también lo hacía conmigo, pero al cabo de un par de años Celia decidió que sólo follaría con sus amantes, por esa época, salvo las pocas veces que Celia follaba sin que yo estuviese presente, siempre debía mamar las pollas de sus amantes antes de follar y también después para limpiarles las pollas sus corridas cuando dejó de usar condón, por supuesto yo era quien limpiaba las corridas del coño de Celia y rara era la ocasión en la que no me follaban el culo, tanto ellos con sus pollas como Celia con un strap on. Al año siguiente fue cuando me compró un cinturón de castidad que me ponía cuando venían sus amantes, más tarde tenía que llevarle todos los fines de semana y seis meses después le llevaba todos los días desde que nos íbamos a la cama hasta que volvía de trabajar el día siguiente, también fue en esa época cuando me prohibió masturbarme, Ella misma se encargaba de ordeñarme cada quince días, pero sin quitarme el cinturón, el cual llevo de manera permanente desde hace cuatro años.
Hasta entonces Celia seguía siendo mi mujer, sus amantes eran ocasionales y ella era quien decidía cual de ellos la follaba y cuando, pero hace 3 años, en la cena de Navidad de mi oficina, conoció a Miguel, el nuevo director y a pesar de que siempre había buscado a sus amantes fuera de nuestro círculo habitual, esa noche Miguel conoció por boca de Celia todos los detalles de nuestra relación, evidentemente terminamos los tres en nuestra casa, Miguel nos folló a los dos varias veces y se corrió al menos cinco, todas sus corridas terminaron en mi boca, unas directamente, otras lamiéndolas del cuerpo de mi mujer e incluso una de ellas sacándola de mi propio culo.
Desde ese día todo cambio y al cabo de dos meses Miguel se convirtió en el único amante de Celia, le dio una llave de nuestra casa para que viniese cuando quisiese y acepto que fuese él quien decidiese cuando follaban. A los cuatro meses de aquella fiesta Celia se comportaba como si Miguel fuese su dueño y fue entonces cuando, por deseo de Miguel, comenzó mi conversión.
Fuimos a un especialista, amigo de Miguel, que me puso un tratamiento hormonal, en poco tiempo me crecieron las tetas, mi vello se había debilitado y mis genitales se redujeron al punto que fue necesario cambiar mi cinturón de castidad por un modelo más pequeño. Aprendí a maquillarme, a caminar y a comportarme como una mujer, en casa siempre vestía con vestidos, faldas, medias, zapatos de tacón y cuando salía siempre era con bragas y medidas en lugar de calzoncillos y calcetines, por supuesto que Miguel nos follaba a los dos siempre que quería y al menos dos veces en semana debía mamársela en su despacho hasta que un par de semanas antes de la siguiente cena de Navidad, Miguel me comunico que desempeñaría mi trabajo desde casa para poder completar mi conversión en mujer, a pesar de mantener mis genitales masculinos, que para entonces ya eran casi inservibles.
Fue en esas navidades cuando Celia mostró públicamente su relación con Miguel acompañándole a la cena de Navidad y llamando la atención de todos mis antiguos compañeros ya que su vestuario era tremendamente provocativo, una blusa transparente que permitía ver perfectamente su sujetador, una minifalda con algo de vuelo que no cubría más de cuatro dedos de sus muslos, unos pantys abiertos en la entrepierna, sin bragas y con unos zapatos de tacón muy alto y fino que le elevaban su culo de tal modo que, con lo corto de su falda, era muy fácil que alguien pudiese ver la parte baja de sus nalgas.
Ese era el tipo de vestimenta que Celia llevaba habitualmente, Miguel le había prohibido cualquier prenda que impidiese el acceso a sus agujeros, tanto pantalones, bragas como pantys desaparecieron de su vestuario, el cual se quedó compuesto por vestidos ajustados, cortos y escotados, blusas transparentes, faldas cortas y sujetadores, que sólo tenía permitido usar cuando la blusa fuese demasiado transparente, siempre debía llevar medidas de liga, aunque si la falda era demasiado corta podía usar los pantys abiertos y zapatos de tacón, Ella misma me contaba como la miraban todos los hombres, muchos intentaban ligar con ella y algunos tenían las manos demasiado largas, pero por orden de Miguel siempre se mostraba amable con ellos y si se ponían demasiado insistentes explicarles que su dueño la tenía prohibido follar con cualquier hombre, de momento.
Tras permanecer varios meses recluido en nuestra casa con un programa de hormonación intensiva, que el doctor controlaba con análisis periódicos de los que él mismo se encargaba en las revisiones que me realizaba cada quince días en mi domicilio, mi cuerpo y mi comportamiento ya era el de una mujer, salvo por mis pequeños e inservibles genitales masculinos recluidos por el cinturón de castidad.
La primera salida que hice fue acompañando a Celia y Miguel a una fiesta, una fiesta en la que durante varias horas me usaron una quincena de hombres, me sodomizaron, follaron mi boca, se corrieron en ella varias veces e incluso me usaron como urinario y tuve que lamer sus culos, todo ello de manera violenta y con constantes humillaciones verbales a base de llamarme puta, maricona, chupapollas y adjetivos de esa índole. Durante todo el tiempo que me estuvieron usando estuve sólo con ellos, ni Miguel ni Celia estuvieron presentes ni tampoco ninguna mujer. Al terminar la fiesta me encontré de nuevo con Celia y Miguel, estaban esperándome en el coche a la salida del local, entré en el asiento trasero y tuve que contarles con todo detalle lo sucedido, intenté mostrar que la velada no me había gustado, pero realmente había disfrutado más de lo que nunca había hecho anteriormente y Miguel terminó por conseguir que reconociese la verdad antes de dejarnos en nuestro portal.
Una vez en casa los dos solos nos quitamos la poca ropa que llevábamos y pude ver como el cuerpo de mi mujer tenía marcas de haber sido golpeada, especialmente en su culo y en sus tetas, se sentó en el sillón abierta de piernas y me contó como había sido su noche mientras yo lamía su coño y su culo inflamados y llenos del semen de todos los hombres que la habían follado, me fue contando como Miguel le había obligado a realizar un strip-tease y masturbarse frente a ellos para finalmente ofrecerse a ser follada por todo el que pagase a Miguel y al parecer lo habían hecho casi una veintena de ellos.
Desde entonces, tanto Celia como yo somos prostituidos por Miguel, yo he vuelto a trabajar en la oficina con mis antiguos compañeros, pero como una mujer y todo el mundo sabe quien soy realmente, cuando salgo me dirijo al burdel donde trabajo como puta un par de horas entre semana y los fines de semana lo hago de manera ininterrumpida, por supuesto solo para hombres, Celia, por su parte, dejó su empleo para entrar como secretaria de Miguel en mi misma empresa y al igual que yo también trabaja en un burdel al salir del trabajo, pero los fines de semana lo hace en fiestas privadas como esclava y cuando regresa a casa siempre tiene su cuerpo dolorido de los diversos castigos que recibe.
A pesar de todo, se puede decir que somos felices y cada tres meses, Miguel nos paga un viaje de fin de semana en la ciudad que queramos, los dos solos y con plena libertad para hacer lo que deseemos sin obligaciones de ningún tipo.