Nace una esclava

Historia de como se inicia una muchacha en la sumision. Bastante buena la historia.

NACIMIENTO DE UNA ESCLAVA.

Claudia con sus 23 años era tal vez la más hermosa mujer de un pequeño pueblo en el interior, todas las otras mujeres le tenían envidia ya que ella podía tener cualquiera de los hombres del pueblo cuando quisiera y muchas veces le había tomado prestado el novio a mas de una.

Ella trabajaba en una empresa distribuidora de alimentos, a cargo de una vieja mas que exigente, es en ese entonces que apareció Pablo. Él era un viajante de unos 30 años muy bien parecido, que llegaba al pueblo de cuando en cuando a hacer negocios rurales a nombre de su empresa.

De mas está decir que Claudia se enamoró perdidamente de Pablo y deslumbrada por los relatos de este, de negocios fenomenales de la capital, fue inducida por Pablo a robar en la empresa. Ella accedió de buena gana dado que odiaba a la vieja y motivada por los cuentos de inefabilidad del plan comenzó su tarea entregando a Pablo el dinero para que lo depositara en una cuenta para casarse.

Cuando se descubrió el robo con evidentes pruebas de la culpabilidad de Claudia, ella se enteró por la policía de que Pablo era un señor respetable y casado que declaraba no tener nada que ver. Fue la madre de Claudia quien fue a la seccional de policía le dijo que no contara ni con ella ni con su padre y que era una vergüenza para la familia que siempre había sido pobre pero honesta y que ella estaba destrozada por lo que dirían las vecinas y no volvería por allí.

Una vez sola en la celda, pensó en toda una vida de arrogancia y por primera vez sintió que debía rogar piedad. Así sola tocándose experimentó el primer orgasmo real de su existencia.

Claudia en ese momento comprendió que había nacido para ser humillada, que allí estaba el verdadero sexo para ella, tal vez recordó una vida anterior en el imperio Romano o en la lejana China o tal vez había sido una esclava negra en una plantación en América o una esclava sexual de los Japoneses, ni ella sabe que pasó en su mente, pero nunca se había mojado tanto como allí.

El abogado del estado asignado a Claudia al otro día le dijo que por lo menos le darían tres años y que sería prácticamente imposible la defensa dadas las sobradas pruebas del ilícito. Entonces Claudia le propuso un plan inaudito. ¡ Le dijo que quería ser la esclava de Amanda!.

Amanda era una sargento de la policía femenina en la cárcel de mujeres, había sido compañera de estudios de Claudia y esta se había acostado con su actual esposo, pero como no hay muchos hombres buenos en el pueblo Amanda soportó el engaño.

Claudia también le contó que con el fiscal también tenía una cuenta pendiente ya que lo había rechazado muchas veces y que seguramente estaría muy contento de llegar a un acuerdo para reducir la condena a un año a cambio de participar como su amo. Por supuesto aclaró Claudia que los amos serían tres Amanda, el fiscal y el abogado defensor.

El abogado del estado asignado a Claudia y el fiscal se reunieron esa noche en un bar con Amanda. Los dos hombres deseaban tener un show inolvidable y Amanda deseaba vengarse, por lo que al otro día se reunieron su abogado y el fiscal, detrás del espejo que oficiaba de vidrio en la sala de interrogatorios, cuando Amanda hizo traer a Claudia para interrogarla.

Cerrada la puerta Amanda le dijo a Claudia que se desnudara y la esposó por la espalda. Luego la tomó por la barbilla y le dijo, ¡perra así te quería ver, ahora ponte de rodillas!.

Claudia no lo hizo, por lo que Amanda sacó del cajón del escritorio un látigo, de los que se usan en el campo para encauzar los animales y lo puso frente a su cara. Claudia obedeció y estando de rodillas le besó los pies a Amanda mientras le pedía disculpas por lo de su esposo y a la vez mojaba el piso con pequeñas gotas que chorreaban de su húmeda concha.

Luego Amanda se levantó la falda del uniforme, debajo de la cual no traía nada y le ordenó a Claudia que le chupara el culo mientras le decía, ¡perra quiero ver cuanto se mueve esa lengua que enloqueció a mi marido bien dentro de mi ano!.

Luego de un rato y cuando Amanda había tenido ya su tercer orgasmo, quito a Claudia las esposas y le hizo firmar su confesión, aunque habían mas que sobradas pruebas de su delito. Luego la envió de nuevo a su celda aislada a la espera del juicio.

Al otro día de mañana, el Juez la declaraba obviamente culpable, pero era según el propio fiscal un delito menor sin agravantes y el juez solo pudo darle un año.

Ahora si podrían hacer lo que quisieran porque Claudia era ya carne de prisión. A la noche Amanda entró de guardia y llevó a Claudia a un sótano, con una pesada puerta de madera, una vez allí le dijo ¿Ahora si vas a cumplir con tu promesa de ser nuestra esclava? y en ese momento le pegó una cachetada mientras dos hombres enmascarados (el abogado y el fiscal) la sostenían firmemente por los brazos. ¡Ahora vas a aprender!.

Tenían muchos juguetes, por lo que comenzaron por desnudar a Claudia y hacerle poner unos zapatos de taco muy alto. Luego le colocaron un cinto de cuero grueso con dos argollas, una adelante y otra detrás muy ajustado. Le colocaron una correa roja en el cuello, la esposaron con las manos adelante y la esposaron en los pies con una cadena de unos 30 centímetros en los tobillos.

El show comenzó cuando Amanda le ordenó chupar la pija del fiscal y apoyó la orden tomando de un balde con vinagre un látigo de 7 colas y golpeando a Claudia en las nalgas.

Claudia en cuatro patas chupaba la pija del fiscal que estaba a su frente y era poseída por el abogado a la vez mientras que Amanda cada tanto la golpeaba con el látigo en la espalda para que pusiera entusiasmo.

Escenas como estas se repetirían cada vez que Amanda entrara de guardia, el solo pensarlo mojaba a Claudia y el resto del tiempo pasaba muy bien asilada del resto de las presas, protegida por Amanda y los abogados que tenían mucha influencia en la cárcel del pequeño pueblo.

Claudia estaba muy contenta con su situación de presa en la cárcel del pueblo, nunca había tenido sexo mas intenso que el experimentado en su relación como esclava de la sargento Amanda y por otro lado había obtenido una gran reducción en su pena y un muy buen pasar en una celda asilada con Tv y frigobar.

Por otro lado Claudia oficiaba de soplona de Amanda, denunciando cualquier actividad de las otras presas, con lo cual se ganó el odio de todas. Es de destacar especialmente el día en que denunció a Fanny por besarla. Fanny era la cabecilla de las presas, mujer de unos 30 años, con un estado atlético envidiable, morocha de unos 1,70 metros de pelo oscuro como el azabache y ojos rasgados estilo oriental. Fanny era bisexual y en el horario de trabajo se había acercado a Claudia y la había besado con pasión. Claudia se lo dijo a Amanda y esa noche Fanny fue obligada a bañarse con agua fría por una hora.

Todo transcurría bien hasta que a Amanda le llegó la orden del mando para ser transferida y ascendida por su esmerada labor. Amanda sabía que Claudia no podía mantener los beneficios con la nueva sargento que ocuparía su lugar y que de dejarla con las otras presas sería asesinada, por lo que le propuso a Claudia que hablaría con Fanny para que esta se encargara de su protección a cambio de ser su esclava. A Claudia le pareció muy bien esto y aceptó la propuesta. Tenía miedo por lo que Fanny le haría por aquel baño de agua fría, pero ese mismo miedo la excitaba como nunca y casi no podía esperar para ser entregada a Fanny.

Esa noche Amanda ordenó a Claudia que se pintara los labios de un rojo fuerte, se peinara esmeradamente, se pusiera el collar, las sandalias rojas de taco alto y un tapado negro largo, luego del pitido de silencio Claudia fue conducida a la celda de Fanny.

Fanny se encontraba haciendo pesas sola en su celda, con una musculosa sudada y un pantalón corto bien ajustado, cuando se abrió la puerta metálica y entró Amanda tironeando del collar a Claudia, Fanny entonces se paró respetuosamente al costado de la cama y bajo la cabeza. Amanda le dio un largo beso a Claudia y le dijo a Fanny ¡ahora la cerda es tuya¡ y se fue cerrando la puerta metálica.

Fanny ordeno a Claudia ¡Quitate el tapado!, ella obedeció mirando al piso, ¡las manos sobre la cabeza putita! y Claudia obedeció de inmediato ante la penetrante y lujuriosa mirada de Fanny que admiraba aquella desnudez. ¡ponte de espaldas mirando la pared con las piernas bien abiertas !, después de que Claudia obedeció Fanny le dio una sonora cachetada en las nalgas y otra y otra hasta que estuvieron bien rojas.

Luego Fanny prendió un cigarrillo y aspiró profundamente el humo, mientras ordenaba a Claudia que se parara en frente a ella con las manos en la espalda y las piernas bien abiertas. Mientras le mostraba el cigarrillo le dijo ¡me gustan pelonas y si llegas a gritar este cigarrillo se apagará en el jugo que chorrea de tu pepa!, luego comenzó a arrancar los pelos de su concha con pequeños tirones, alternando con caricias en el clítoris y en las tetas.

Claudia lloraba en silencio y el jugo de su pepa chorreaba por sus mulos hasta la rodilla.

Cuando ya no quedaba ningún pelo en la concha de Claudia la obligó a limpiar el baño y a lavar toda la ropa interior con manchas de todo tipo, cada tanto Fanny que leía una revista en la cama se levantaba, entonces a Claudia se le erizaba la piel, porque sabía que la haría chupar la suela de una chancleta de cuero tipo romana y luego de estar mojada la azotaría con ella. Solo después de esto permitió que Claudia se acostara con ella e hicieron el amor como dos desesperadas. Mas tarde Fanny encendió un cigarrillo y ordenó a Claudia que durmiera en el piso.

A partir de allí esta escena y otras similares se repetirían todas las noches, pero nadie se metía con Claudia, que llegó a amar a esa mujer que era fuerte y la protegía.

Tres meses mas tarde le darían la libertad a Claudia, separando a la feliz pareja.

Claudia ahora en libertad se encontraba mucho peor que en la cárcel, ya que en su casa era un infierno. Su madre pasaba quejándose de que Claudia era una carga, que había que vestir y alimentar. Su padre de unos 55 años siempre borracho en el bar jugando a las cartas, gastaba casi todo el dinero de su pensión y la miseria era grande, pero Claudia no podía conseguir trabajo por sus antecedentes. Entonces la madre le dijo que ella tenía un viejo amigo muy influyente en la capital que podía solucionar el problema, pero que requeriría que ella fuera muy complaciente. El Coronel de caballería Hernández, había sido el amante de la madre de Claudia hacía muchos años, cuando estuvo destacado con el regimiento de caballería mecanizada del pueblo.

La madre de Claudia le escribió una carta contándole todo lo que su hija había sido humillada en la cárcel e indicando que ella estaría dispuesta a cualquier clase de favor para conseguir un trabajo. El Coronel contestó que no habría problema ninguno y que ya estaba gestionando un cargo como secretaria ejecutiva en el Ministerio de Defensa y que se olvidarían de solicitar el certificado de buena conducta y remitía además un pasaje de ida para la capital.

Claudia llegó a la capital y estaba el Coronel esperándola para trasladarla en un auto a su casa en las afueras, en el auto quedó claro de que Claudia haría cualquier cosa que se le ocurriera al Coronel ese día, luego le conseguiría el cargo y se olvidaría de ella. En realidad el hombre con una postura rígida, pelo canoso y un estado atlético bueno para su edad de 48 años no le parecía mal.

La estancia era amplia y antigua, Claudia no pudo dejar de notar que todo estaba descuidado, el pasto largo, las habitaciones sin limpiar y una muy escasa cantidad de muebles, en los fondos se encontraba la caballeriza, y en ella el mas hermoso caballo que Claudia había visto. El Coronel amaba a su caballo más que a cualquier otra cosa y había decidido darle una gran alegría, por lo que le dijo a Claudia que se desnudara. Mas tarde le indicó que se recogiera el pelo en una colita, que se pusiera unas botas de montar y le colocó un atuendo compuesto de un cinto ajustado y una serie de tiras de cuero muy finas y mojadas cruzadas ajustando varias partes del cuerpo y resaltando fundamentalmente los pechos. Le colocó una cadena muy ajustada entre las piernas y una barra detrás de la espalda encadenada a sus manos hacía que su espalda quedara muy derecha. El Coronel la sentó en una silla y mientras con una mano le tomaba la nariz para que Claudia abriera la boca, con la otra le introducía un gran puñado de sal y le sellaba la boca con varias pasadas muy fuertes de cinta. Le colocó una cadena al cuello y a los tirones la condujo a una pequeña casilla de chapa donde le ordenó entrar en cuclillas, luego prendió cuatro estufas, tiró muchas tachuelas en el suelo para que Claudia no pudiera sentarse y cerró la casilla.

Eran mas o menos las 11 de la mañana cuando Hernández dejó a Claudia en la casilla, solo unos minutos después el calor dentro de la casilla, producto de las estufas y del sol sobre las chapas era insoportable, Claudia transpiraba a mares, las cintas de cuero que rodeaban su cuerpo se fueron ajustando al secarse y apretaron más aún su cuerpo, además la sal de su boca comenzaba a derretirse con su saliva y se veía obligada a tragarla.

Eran las 4 de la tarde cuando el Coronel, vestido de uniforme, con gorra, chaqueta con botones dorados, botas de montar y fusta debajo del brazo, abrió la puerta de la casilla y sacó a Claudia y la arrastró a la caballeriza. Una vez allí le dijo al caballo ¡hoy te traje una gran yegua y está lista para el semental¡, le quitó la cinta de la boca a Claudia mientras tocaba sus pechos torturados por las correas de cuero. Ella estaba totalmente mojada por la transpiración y con una sed terrible por la sal, por lo que enseguida rogó ¡agua amo!, el Coronel la arrodilló debajo del caballo y le dijo ¡solo tomarás algo si le sacás la leche al caballo!, Claudia miró dudando al caballo, entonces el Coronel comenzó lentamente a tomar un baso largo de jugo de naranja con abundante hielo, por lo que Claudia comenzó desesperadamente a chupar al animal, hasta que el enorme miembro de este descargó como medio litro de leche que Claudia se tomó hasta la última gota.

Había llegado la hora de la segunda alegría para el animal, por lo que el Coronel quitó la barra de la espalda de Claudia y la cadena de la concha. Así la colgó con las piernas bien abiertas de una viga del techo, luego puso debajo un colchón de cardos y la fue bajando hasta que ella apoyó las manos sobre las plantas que inmediatamente se le pusieron rojas de ardor. Su cola estaba mas o menos a unos 10 centímetros de los cardos y Claudia se mantenía con las manos para no apoyar la espalda. Ella se preparó para aguantar lo mas que pudiera cuando el Coronel le untó mermelada en la concha y acercó al caballo que era loco por la mermelada. El caballo la comenzó a chupar, mientras el Coronel derramaba mas mermelada a medida que se acababa. Esa lengua gigante y áspera solo permitió que Claudia aguantara 5 minutos antes de revolcarse en los cardos gozando como una marrana con la chupada y el ardor de los cardos en la espalda.

Al terminar el Coronel desató a Claudia y le ordenó en 4 patas tomar agua del bebedero del caballo, mientras este la cogía y le daba con la fusta el la dolorida espalda y en los sudados flancos de la cola.

En la noche el Coronel llevó a Claudia a un hotel en la ciudad y le dio algún dinero y la dirección para que se presentara al otro día en el trabajo.

(continuará)

Sacado de otro servidor pero me pareció muy bueno.

Riggs.