My female side

Lo que comenzó como un acto de rebeldía adolescente terminó por abrirme los ojos a la realidad.

Junio del 97, aún recuerdo a la perfección la primera vez que reprobé una clase. También recuerdo que no fue eso lo que me preocupó en sí, sino las razones tan estúpidas en las que se basó el maestro, y los sentimientos que provocaron en mi dichas razones.

Comenzaba el cuarto semestre de preparatoria con el mismo entusiasmo de siempre por ver de nuevo a mis amigos –como sino hubiera pasado todas las vacaciones con ellos-, Ángel, Diana y Lucy. Llegué temprano a la escuela y busqué el salón en el que estaríamos los próximos cinco meses. Entré, aparté algunos lugares con mis cuadernos y me senté a esperar a que llegaran –eran algo impuntuales-. Uno a uno llegaron, hasta que estuvimos los cuatro reunidos y platicábamos como si hubieran pasado años desde la última vez que nos vimos.

Eran alrededor de las 7:30 cuando llegó el profesor de la primera clase. El "Lic. Morales", como llamábamos al profesor de teatro era un hombre joven de unos 28 años, agradable y bastante atractivo, por lo que taller de teatro era nuestra clase favorita. Al igual que los dos semestres pasados llegó hablando de sus vacaciones y bromeando sobre cuanto nos había extrañado. Después de unos minutos de convivencia tomó un marcador y escribió en el pintarrón la forma de evaluación, que era la misma que había manejado antes, el 100% dependía de la obra que presentaríamos al final del semestre, lo único que cambiaba era que esta vez el guión debería ser escrito obligatoriamente por nosotros mismos. Esto último no fue motivo de preocupación para ninguno de los cuatro, ya que las dos veces anteriores ya lo habíamos hecho.

En el primer semestre de la materia – el segundo de la preparatoria- montamos una obra que cuestionaba lo que pasaría en el mundo si de pronto se descubriera que la religión católica se cimentó en una serie de mentiras; si saliera a la luz que Dios fue negro, que nunca resucitó ó que la virgen en realidad no lo fue. Queríamos que la gente reflexionara sobre la fe, la sobre importancia que en algunas ocasiones le da y lo débil que esta puede ser. Fue algo pretencioso y tal vez estúpido, pero no nos caracterizábamos precisamente por pensar antes de actuar, y menos en lo que nuestras acciones podían significar para las demás personas. Como era de esperarse la mayoría del público que asistió a la obra se indignó y algunos hasta salieron del auditorio, pero eso era lo que nosotros buscábamos, crear polémica e ir en contra de lo establecido – éramos los clásicos adolescentes rebeldes sin causa- ; además aprobamos con 100 la materia, así que para nosotros todo fue un éxito.

Para tercer semestre también escribimos nuestro propio guión, pero decidimos que esta vez haríamos algo mucho más "light", así que la puesta en escena esta vez fue acerca de la corrupción que existía en el comité y demás organizaciones de alumnos en la preparatoria. A pesar de que algunos se molestaron y nos convertimos en gente no grata para esos grupos, todo salió mejor que la vez pasada.

Esta vez queríamos hacer algo que causara tanta o más polémica que la obra sobre las creencias religiosas. Pasamos todo el día pensando en que tema sería el adecuado. Vinieron a nuestra mente temas como el aborto, las drogas, la pena de muerte y muchos más; sin embargo, todos ellos ya estaban muy explotados y nosotros deseábamos tocar un tema que aún representará problemas al escuchar sobre él, un tabú. Llegamos a la conclusión de que el sexo sería el tema perfecto a tratar en una sociedad tan conservadora –o mojigata, según sea el punto de vista-. Más tarde lo cambiaríamos – a sugerencia de Lucy- por la homosexualidad, algo todavía más incómodo.

En un  principio Ángel se opuso. Su forma de ser era claramente afeminada, y aunque siempre negaba que fuera homosexual – yo era el único que lo sabía- era en muchas ocasiones el blanco de burlas y bromas, no recuerdo con exactitud cuantas veces nos peleamos para defenderlo, ni cuantas nos pidió que no lo hiciéramos. Al final aceptó e iniciamos a escribir el guión de "Female Side".

La trama resultaba muy sencilla. Todos seríamos estudiantes de preparatoria. Diana  –quien era mi novia en ese entonces- estaría enamorada de mi sin saber que Ángel y yo teníamos un relación; además Lucy sería una mujer con ganas de experimentar sexualmente, por lo  que entre sus aventuras trataría de seducir Diana. De la línea central se desprendían temas alternos, tales como la aceptación personal, la discriminación y el peligro que representan las enfermedades de transmisión sexual. Nuestros escritos no nos convencieron del todo; aunque había escenas en las que Diana terminaba en ropa interior o Lucy utilizaba ficticiamente un consolador, queríamos algo más impactante. A Diana se le ocurrió la maravillosa idea de incluir una escena que serviría para que su personaje se diera cuenta de lo que había entre el personaje de Ángel y el mío. En dicha escena ella nos encontraría besándonos semidesnudos en el cuarto de limpieza de la escuela. Creímos que era demasiado, pero no tuvimos más opción que aceptar, ya que ella y Lucy ya tenían escenas "fuertes" y nosotros no.

Así fueron pasando las semanas y la hora final se acercaba poco a poco. Ensayábamos casi todos los días -a excepción de la escena del beso- porque queríamos que todo saliera perfecto. Lejos de que estuviera feliz de no ensayar esa parte de la obra, me sentía inquieto y desesperado porque llegara el día del examen. Me entró una curiosidad enorme por saber lo que se sentiría besar a otro hombre, y sobre todo que sería besar a Ángel. Nunca me había puesto a verlo detenidamente –soy una persona sumamente despistada, por no decir tonta- , pero su belleza no podía pasar desapercibida ni siquiera para los hombres. Medía alrededor de 1.75, era delgado, cabello castaño muy bien cuidado, ojos café oscuro grandes y expresivos, labios finos rodeados por los inicios de una barba y brazos firmes resultado del gimnasio, pero lo que me parecía más atractivo era la fragilidad  y ternura que transmitía a pesar de tener ese cuerpo. Lo quería mucho y a pesar de que yo sabía que él era gay nunca había pensado en la posibilidad de que pudiera surgir algo entre nosotros, ya fuera porque aún no "descubría" mis verdaderas preferencias o porque siempre se dirigió hacia mi sólo como amigo. El saber que muy pronto lo besaría plantó en mi interior una sensación muy extraña que no sentía ni siquiera por mi novia, a la que creía amaba con todas mis fuerzas. La idea de que también yo podía ser homosexual  comenzó a rondar mi mente siempre que lo veía y cada vez que la noche llegaba y me encontraba sólo en mi cama. Los días antes del "estreno" de nuestra obra fueron una verdadera pesadilla. No podía evitar pensar en Ángel cuando estaba besando a Diana, me sentía el peor de los hombres y lo único que deseaba era que todo terminara para descubrir si mis ideas eran ciertas o no.

El día por fin llegó, a las 3:00 p.m. se presentarían las tres obras  del grupo 4° D en el auditorio principal de la preparatoria. Ninguno de los cuatro asistimos a clases esa mañana, queríamos dar una última checada a la escenografía y al vestuario y repasar los diálogos; nada podía arruinar la tarde de nuestra consagración como los más odiados por las mentes conservadoras. Desde la 1:30 llegaron nuestros compañeros, al igual que el Lic. Morales. Los minutos antes de comenzar la función los pasamos acomodando las sillas, el telón, colocando bocadillos y bebidas y diciendo nuestras líneas entre dientes como tratando de no molestar a los demás. Los padres de familia, profesores y alumnos de otros grupos comenzaron a llegar desde las 2:30 para tener los mejores lugares. Poco a poco se fueron ocupando las sillas y aún mucha gente se tuvo que permanecer parada en los pasillos y en el fondo del recinto. En cuanto el reloj marcó las tres en punto, el profesor dio la bienvenida al público, se apagaron las luces y se abrió el telón para dar inicio a la primera obra de la tarde: "Se me atrasó la regla". El simple título delataba que se trataría de una comedia sobre los embarazos no deseados y, si bien, no es un tema de niños no causó ningún problema entre los presentes. La segunda puesta en escena continuó con el mismo tono agradable al presentar otra comedia, ahora sobre un fantasma que no podía dejar el mundo de los vivos. La verdad ambas fueron muy divertidas y nos mantuvieron a todos muy entretenidos y muertos de risa, pero cuando llegó nuestro turno todo cambió. Pensamos que la primera escena debía ser impactante para que todos se quedaran con ganas de ver más, por lo que decidimos presentaríamos a Diana suicidándose para después contar los hechos que la llevaron a cometer tal acto. En cuanto se abrió el telón y vieron como colgaba del techo, inmóvil, todos quedaron sorprendidos. Nuestro primer objetivo se había cumplido. Conforme fue transcurriendo la historia se podían escuchar los murmullos de la gente, azorada por ver chicas en paños menores ó masturbándose, y escuchar frases como "Nunca lo he hecho con una mujer y quiero saber que se siente" ó "Mi pene ya extraña estallar dentro de ti". No sólo el auditorio estaba impactado por nuestra "atrevida" obra, el Lic. tenía una cara que no había visto nunca. Se le notaba que quería matarnos. Pero ninguna expresión se compara a la que mostraron cuando llegó el momento de la famosa escena del beso entre Ángel y yo.

Cuando se abrió el telón ya estaba en el escenario la escenografía del cuarto de limpieza y en el centro una sábana en la que Ángel y yo nos sentamos uno frente al otro. De pronto él acercó su mano a mi cara y acarició suavemente mis mejillas, pasó uno de sus dedos por mis labios y yo lo saboreé como cualquier paleta. Sus caricias fueron bajando al cuello y después a mi pecho. Desabrochó uno a uno los botones de mi camisa mientras yo trataba de acelerar mi respiración para que todos escucharan lo excitado que se encontraba mi personaje – algo que no me costó mucho trabajo-. Se inclinó un poco para poder besar mi torso y mi estómago, al tiempo que yo jugaba con su cabello. A pesar de no haberlo ensayado nunca, todo fluía de una manera impresionante, como natural. Me olvidé por completo de los murmullos, que para ese entonces ya tenían un volumen bastante alto, y disfrute de aquel momento. Coloqué mis manos a los costados de su cabeza obligándolo a levantarse y quedar en dirección de la mía. Nos miramos un momento a los ojos y después de que él me dijo "te amo" por fin sentí sus labio sobre los míos. Lo que pasó por mi mente y las sensaciones que atravesaron mi cuerpo son difíciles de describir. A pesar de que apenas se daba un pequeño roce, sentí que fue el mejor beso que me habían dado. Aún con su rostro a unos milímetros del mío me recostó sobre la sábana y cuando ya había olvidado que nada de eso era real, escuche la voz de Diana que gritaba: "Como es posible que me engañaras así, si no te gustaba sólo había que decirlo. No tenías porque esperar a que te viera así con el puto de tu novio...". Eran las líneas que marcaban el final de la escena, pero me pareció que en verdad me las decía a mi y no al personaje. Me sentía en el cielo por lo que acababa de pasar, pero al mismo tiempo me asfixiaba la culpa que me provocaba dicha felicidad. Me quedé parado en medio del escenario sin ayudar a poner la escenografía de la siguiente escena, con miles de cosas en la cabeza que se esfumaron como por arte de magia al escuchar al Lic. Que nos decía: "Ya no cambien nada, la obra se terminó y los cuatro están reprobados...". No se que fue lo siguiente que dijo, recuerdo que me bajé del escenario y la poca gente que todavía se encontraba dentro me miraba como si fuera un extra-terrestre o un preso a punto de cumplir su sentencia de muerte por haber asesinado a una niña después de violarla. Caminé hasta la puerta y me senté en las bancas que se encontraban afuera del auditorio. Pasaron unos minutos antes de que salieran mis amigos. Me preguntaron qué era lo que me pasaba y yo no podía decir palabra. La repentina atracción que ejercía Ángel sobre mi, el miedo que provocaba pensar en la reacción que tendría Diana al enterarse y la manera en que esa gente me miraba ocupaban toda mi mente y no dejaban espacio para nada más. El darme cuenta que era parte de un grupo al que la mayoría de la gente de este país repudia parecía demasiado en ese momento aún para alguien como yo, alguien que nunca había mostrado interés por las críticas o comentarios de la gente. Sin insistir en sus cuestionamientos  me tomaron por el brazo y nos dirigimos  a casa de Ángel –se encontraba a cinco cuadras de la escuela- al igual que los semestres pasados cuando terminábamos la obra y nada más pensábamos en celebrar nuestra victoria con uno de los pasteles de la señora Claudia, la madre de Ángel. Esa vez fue diferente, nadie pronunció una sola palabra en todo el camino y la atmósfera se sentía densa; el pastel no representaba un premio sino un escape al numerito que hicimos. Su madre no estaba, por lo que Diana y Lucy prefirieron irse. Desperté de mi estado de shock y dije: "Yo me quedo, no tengo ganas de ir a mi casa en este momento". Le di un beso en la mejilla a Diana y se fueron mientras que nosotros entramos a la casa.

Ya dentro de la casa Ángel me preguntó qué era lo que realmente tenía. Él sabía a la perfección que a pesar de que trataba de obtener siempre las mejores calificaciones no era algo que me obsesionara y un extraordinario en mi certificado no era algo que me pudiera quitar el sueño. Lo tomé de la mano y nos sentamos en el sillón de la sala. Comencé a explicarle todo, el sentimiento que había estado naciendo en mi  las últimas semanas, lo que pasó por mi cabeza cuando hacíamos la que fue la última escena, la culpa de lastimar a alguien tan bueno como Diana y todo lo demás. Entre el titubeo que me provocaban los nervios alterados y lo rápido que puedo hablar en algunas ocasiones no me di a entender muy claramente que digamos. Su cara tenía una expresión de "¿Qué diablos acabas de decir?, porque no te entendí nada". Cerré lo ojos, respiré profundamente y le dije algo así: "Lo que siento por ti va más allá de una simple amistad, me estoy enamorando de ti, si no es que ya lo estoy desde hace mucho". Se quedó mudo ante mis palabras. Sabía que no era porque le ofendieran mis sentimientos, ya me había hablado sobre sus gustos, pero si podía ser que para él fuera solamente un amigo. Los acontecimientos en el auditorio, el no haber aprobado o lo que podría pasar con Diana ya no me interesaban en ese momento, lo único que anhelaba era que sus labios se abrieran y escuchar "yo también siento lo mismo por ti" ó "no sabes cuanto añoré este momento".  No me dijo nada parecido, de hecho no pronunció ni una sola palabra. Lo que hizo fue besarme, pero no de la manera tímida y tierna de la escena, sino de una forma tan apasionada que me hizo pensar que en verdad había esperado que pasará algo entre nosotros. Me levantó del sillón y me llevó en brazos hasta su recámara. Me recostó sobre la cama y continuamos lo que no pudimos terminar en el auditorio. Lo que experimenté no podía comparase con ninguna de las ocasiones en que estuve con Diana. Aunque para muchas personas el sexo entre dos hombres es algo asqueroso y tenía un poco metido ese concepto, me di cuenta que era una mentira. Esa tarde supe lo maravilloso que es el entregarte por completo a una persona sin esperar nada a cambio y recibir el mismo cariño; el sentimiento de pertenecerse el uno al otro. Es injusto el siquiera intentar aproximarse al esplendor de hacer el amor con alguien especial con palabras, estoy seguro de que saben a lo que me refiero.

Al día siguiente le confesé toda la verdad a Diana, no podía engañarla más. Como era de esperarse me dijo hasta de lo que me iba a morir. Aunque no pude evitar sentirme como chinche el contar con el amor de Ángel aliviaba todas mis penas. Pasó mucho tiempo para que me perdonara, pero cuando lo hizo pudimos recuperar la amistad que existió antes de nuestro noviazgo. Durante todo ese tiempo pasé mil y un momentos bellos con el hombre de mi vida. Sin embargo, todo cuento tiene un final, y el nuestro no fue bueno.

Conocí a un chavo que se llama Fernando, con el que comencé una gran amistad. Era alguien que me inspiró confianza y cariño desde el primer momento en que lo vi, una de esas personas que sientes conocer de toda la vida. Ángel se ponía sumamente celoso cada que mencionaba su nombre porque se imaginaba que había algo especial entre nosotros; tal vez mi manera de tratar a Fernando se lo hizo creer, ya que tenía cierta ternura hacia él que raramente muestro ante personas que no conozco a fondo. Un día cercano a navidad Fernando y yo salimos para darnos los regalos, ya que los días siguientes no podríamos vernos. No se si fue lo descuidado y olvidadizo que soy ó si prefería estar con Fernando, pero deje plantado a Ángel. Él pensó que estaba con Fernando – y no se equivocó- y salió con un amigo al que siempre le había gustado. Juan nunca me cayó bien y no por andar brincando de cama en cama, sino por su actitud arrogante, por lo que Ángel no lo procuraba mucho.

Esa noche tuvieron relaciones. Los meses siguientes estuvo muy extraño y distante. No veía el día en que me diría que sería mejor terminar.  Después me enteraría que era porque Juan lo había contagiado de SIDA. Me lo dijo en la carta que me escribió antes de suicidarse, no quería contagiarme y trato de tener el menor contacto posible con migo hasta que no aguanto más y tomó la escena inicial de nuestra obra como inspiración para terminar con su sufrimiento. El ver como lo llevaban cubierto de pies a cabeza con una sábana blanca fue la experiencia más dolorosa que había tenido. La simple idea de que había sido el causante de su decisión me tuvo en la depresión mucho tiempo. Estuve a punto de que me corrieran de la universidad. No pude entablar ninguna relación e inclusive recurrí a las drogas, algo que podría haber jurado nunca haría.

Hoy me he perdonado y lo he perdonado a él. Le agradezco el haberme regalado tantos momentos maravillosos, el haberme mostrado lo que es el amor y el no haberme contagiado. Él ha sido la persona más importante en mi vida y nunca voy a olvidarlo. Siempre estarán presentes en mi mente sus palabras de aliento, su contagiosa sonrisa, el sabor de sus labios y el aroma de su perfume. Pero también se que es tiempo de dejarlo ir  y permitir que alguien más ocupe mi corazón. Donde quiera que estés sólo quiero decirte dos palabras más:

Gracias y adiós