Musa - Capítulo 1

A esas palabras Alexandra respondió levantándose súbitamente de la orilla de la cama donde había caído al inicio de la conversación, y con un rápido movimiento tomó a la mujer por la cintura y la besó con firmeza, pero al mismo tiempo con delicadeza, como se deben besar los labios de una mujer. Unos segundos después se separó, la miró y le susurró al oído: -Sabes que no es mi deseo que te vayas… pero si te quieres ir, eres libre- Mientras la miraba con picardía. Sabía que ni la mujer querría irse, ni Alexandra querría dormir sola esta noche.

Las decisiones que parecen intransigentes durante los primeros años de vida resultan marcar toda nuestra existencia. Sobre esto reflexionaba  Alexandra mientras se llevaba a los labios un cigarrillo y miraba en retrospectiva su vida.  Su camino no cambió cuando entró en la academia militar como se podría haber creído, eso sólo fue la consecuencia de algo que había sucedido mucho antes. Su vida cambió cuando decidió no satisfacer los deseos de su padre, y mucho menos los de su apellido.

Existe un cliché, una conducta que se repite durante todas las generaciones de todas los tiempos, los padres siempre se creen dueños de sus hijos, y los hijos siempre se creen ajenos a sus padres, salvo algunas y muy contadas excepciones esto es el común denominador en las familias funcionales del mundo.

La familia Selva no escapaba de esta realidad, y se ejemplificaba cada vez que el reconocido abogado James Selva le recordaba a su hija el catastrófico error que había cometido al unirse al ejército.

Al principio al señor James le pareció que era solo un momento de rebeldía y que eventualmente se daría cuenta de lo mucho que le haría falta el dinero cuando estuviese en la academia, pero con el pasar del tiempo se percató que Alexandra había tomado una decisión, y la falta de control que esto le provocaba solo hacía crecer la furia dentro de él, algo que se ponía al descubierto en la más mínima charla con su hija.

_ ¿Al menos podrías evitar fumar eso frente a mi? Ya es suficiente ver como desperdicias tu vida, no deseo ver como la acortas.

_ ¿Desde cuándo te preocupas por mi bienestar?, dijo Alexandra a la par que apagaba su cigarrillo por puro recuerdo de algún respeto.

_ No me hables de ese modo, eres mi hija, por supuesto que me preocupa tu bienestar.

_ Como digas… ¿Qué querías padre? ¿Por qué me has citado aquí?

_ Siempre al punto… al menos eso lo sacaste de mí, -hizo una pausa, midiendo sus palabras prosiguió-, He estado hablando con Khaterine y llegamos a la conclusión de que Joy sería un buen partido para ti. Él es un joven que trabaja en mi bufet, de familia bien posicionada por supuesto.

La sola mención de Katherine, la madrastra de Alexandra, podía hacerla hervir su sangre, pero no quería perder la compostura frente a su padre.

_ Papá… ya sabes que no estoy interesada en ninguna relación en estos momentos. –Mucho menos si es para complacerte a ti, pensó, pero esto decidió guardárselo-

_Si lo sé, pero estoy viejo, y eso es algo que no me escucharas admitir muy seguido, necesito herederos. Ya me has dejado claro que no te interesa el negocio familiar, al menos déjame intentarlo con mis nietos.

_ ¿Puedo pensármelo? –Preguntó Alexandra aun sabiendo la respuesta.

_Puedes pensarlo, pero la cita está fijada para el viernes de esta semana, a las 8. Habla con él para los detalles.

_Guao, sí que piensas en todo. –Dijo con cierta resignación.

La cena continuó con pesada tranquilidad, las siguientes pocas conversaciones que la acompañaron se centraron en la trivialidad de sus vidas: ¿Cómo está el trabajo?, ¿A dónde irán estas vacaciones?, la verdad es que a ninguno de los dos les interesaba las respuestas a tales preguntas, al Señor James solo le interesaba su imperio, y a Alexandra solo le interesaba mantenerse lo más alejada posible de él.

Finalmente James le ofreció una hoja con los datos del dichoso Joy, Alexandra los tomó con recelo, pensando que incluso en detalles como ese, su padre resultaba ser increíblemente formal. Ambos se levantaron de sus asientos dando por terminada la cena, y el la acompañó a su auto, ella tomó este gesto como símbolo de la paz que tanta falta hacía entre ellos y lo agradeció.

No es casualidad que ambas casas se ubicaran en lugares opuestos de la ciudad. Alexandra se había mudado ahí con toda la intención de alejarse por completo de su antigua vida, aunque sabía que iba a ser complicado dejar el sitio que había sido su hogar por tantos años.

De camino a casa repasó las palabras de su padre, él llegó a insinuar que a ella le faltaría dinero, y quizás habría algo de verdad en esto si no se le hubiesen presentado ciertas oportunidades en su camino.

A este último pensamiento Alex se rió para sí misma mientras colocaba algo de música en el reproductor, buscó algo clásico para relajarse. Las charlas con su familia siempre la dejaban estresada. –Es cierto papá, pero no soy tonta, eso también lo heredé de ti. Pensó.

Alexandra sabía que no podía huir de la cita que su padre le había arreglado, pero también sabía que no resultaría nada productivo de esa reunión… No importa lo que sucediera, y había una muy buena razón para ello, jamás se podría emparejar con Joy porque el artículo era un “el” y no un “ella”.

Cuando era niña solía jugar con figuras de acción en vez de muñecas, algo que sacaba de quicio a sus padres, pero la hacía feliz. En la secundaria era muy buena en los deportes y odiaba tener que arreglarse como lo hacían las demás niñas para llamar la atención de los varones, de hecho no se sentía atraída hacía ninguno de los dos “bandos”, ella creía que su aberración por el sexo la acompañaría el resto de sus días, y lo hubiese sido, quizás… pero para cuando terminó la escuela y se preparaba para entrar en la academia, sucedió algo que le revelaría aquello  que no había querido notar mucho antes.

Su nombre era Mary, trabajaba en un laboratorio clínico en donde Alex se tenía que hacer unas pruebas, y aunque ella no era la chica más bella que había conocido, si era, por mucho, la más interesante. Se hicieron amigas gracias a un libro que tenían en común, y casi desde ese instante Alex se dio cuenta que era homosexual. Sin embargo nunca se lo dijo, nunca le hizo mención a Mary de su profundo cariño, pero sabía que si ella le hubiese dado siquiera un indicio, Alex habría olvidado todo y se habría enfrentado a su familia, y al mundo. Algo que finalmente no fue necesario, porque nunca hubo tal cosa como un indicio.

Luego de eso vinieron otras cosas, la academia militar fue el trampolín hacía otra carrera muy bien pagada pero legalmente inaceptable. Alexandra Selva además de ser Capitán en la aviación nacional, era una de las líderes de la mafia MS-14, una ampliación de la mundialmente famosa MS-13, pero con una columna vertebral ligeramente más “decente”, sus similitudes con su predecesora terminaban cuando se trataba del trato a inocentes “civiles”, a los que había que mantener al margen todo lo que fuese posible. Por supuesto, siempre ocurrían accidentes.

La combinación de estas dos carreras era perfecta, Alexandra tenía suficientes contactos en las fuerzas para saber dónde no estar en determinados momentos, y también le facilitaba el acceso a diversos materiales que de otro modo, serían inaccesibles. Ella había aprendido que la mayoría de las personas no son lo que parecen, y que si vivimos en un mundo corrupto, solo resta vivir de la ley del más fuerte. Ella pretendía sobrevivir, y todo el conocimiento que había adquirido a lo largo de su vida (armamento, leyes, seguridad, etc.), la habían ayudado a subir rápidamente de jerarquía en los mundos donde se movía. Ciertamente Alexandra era una chica muy lista. O al menos eso creía.

Su modo de vida la hacía permanecer en el anonimato, incluso en la mafia había que tener un alto rango de confianza para verle la cara (algo que casi nunca ocurría). Esto hacía que en la mayoría de los casos su trabajo no fuese reconocido, o al menos no con su nombre estampado en el, como suele ser el error de quienes realizan grandes obras. Ella podía vivir con eso, podía vivir sin el reconocimiento público de sus hazañas, pero sabía que no podía vivir sin dinero, su padre tenía razón en eso, o quizás simplemente es lo más importante para aquellos que nunca conocieron el amor, ni nada semejante. A excepción de Mary, sus relaciones interpersonales siempre fueron bastante calculadas, frías y tarde o temprano terminaban sin que a ninguna de las partes les afectara. O por lo menos, a ella no le afectaban.

No era que Alexandra se alejara completamente de su orientación, en su mundo necesitaba discreción, y aunque había tenido muchas amantes, no era de las que colocaban una bandera multicolor frente a su casa, ni salía en marchas en honor al orgullo. De hecho, muy pocas personas sabían de sus inclinaciones, y siempre que conocía alguna chica, lo hacía de casualidad cuando pasaba por algún bar luego de un trabajo, o antes de uno.

Fueron muy pocas las segundas citas, si es que alguna vez las hubo.

Cuando llegó a casa hizo lo de costumbre, revisó su email, respondió algunos asuntos importantes del trabajo, se ejercitó, puso a llenar la bañera con agua caliente, y finalmente se metió en ella.

Su vida era, en términos generales (es decir, si obviamos el hecho de que tenía una doble vida) bastante simple y monótona. Eran contadas las ocasiones en las que se sentía en peligro, y las situaciones solían resolverse casi inmediatamente. Alexandra se sentía tranquila con su día a día.

Al salir del cuarto de baño se colocó una de esas batas cuya tela sedosa parece fundirse con la piel, resaltando así su tonificada figura. Ella era consciente de esto, sabía que era propietaria de un cuerpo envidiable, pero pocas veces se afincaba en el para obtener lo que quería, como normalmente sucede. Posterior a este pensamiento se dispuso a encriptar la conexión a internet para revisar los asuntos de su “otro” trabajo.

Finalmente habían llegado los datos que había estado esperando toda la semana, entre las cosas a resaltar estaba el envío y posterior recepción de una cantidad importante de anfetaminas. En el correo se especificaba como sería el procedimiento y su trabajo en este caso consistiría en tener todo listo en el puerto de la ciudad con sus contactos en la marina. Además debía enviar una pequeña comisión para “asegurarse” de que todo marchaba bien. Lamentablemente el cosmos siempre conspira para que la ironía reine nuestras vidas, y como ciertamente ella no era la excepción, el envío se realizaría precisamente el viernes en la noche.

Ya saben, la mafia nunca duerme. Tendría que garantizar que todo se hiciese correctamente antes de la cita con Joy, y probablemente estaría distraída en ella… Decidió no pensar mucho el asunto, simplemente dejaría que las cosas ocurrieran. Después de todo, era una cita que estaba destinada a terminar mal.

En circunstancias normales, Alex tendría que pasar gran parte de la semana en la fase de planeación, sin embargo, en esta oportunidad ya ese trabajo estaba hecho, de eso se percató cuando revisó los archivos adjuntos al correo, no solo había un completo itinerario, si no información de los posibles implicados, de las posibles complicaciones y qué hacer en caso de que alguna de ellas ocurriera. Sirvió también para percatarse de la cantidad de dinero que se estaba moviendo. Fue una gran motivación para ella saber que parte de eso iría a sus bolsillos en unos días. Luego de revisar exhaustivamente en busca de algún error que corregir, terminó la conexión segura y se dispuso a ir a su habitación.

Pensó en ver alguna película, pero a mitad de lo que sea que estaba viendo en la tv, se quedó dormida. No fue sino hasta que escuchó la puerta que se despertó, alarmada, e instintivamente buscó el arma bajo su almohada tratando de hacerlo parecer un típico movimiento de una persona somnolienta.

Estaba segura que había escuchado algo, y estaba segura que ese “algo” seguía ahí y no era consciente de que ella ya estaba despierta.

Los segundos pasaron tensamente, hasta que escuchó pasos, de una persona acercándose al baño.

¿Al baño?

¿Por qué un asesino se metería en el baño de la persona que desea matar?, al darse cuenta de lo ridículo de la situación levantó la vista sin importarle que la persona en cuestión se percatara de su movimiento.

Al ver que la luz se encendía y que la puerta estaba entreabierta, decidió que sólo podía ser una persona, aunque esa persona no tuviese ningún motivo para estar ahí.

_ ¿Qué estás haciendo aquí?, preguntó a la par que se levantaba.

_Oh, disculpa, ¿te desperté?, lo lamento, solo quería pasar a darte una sorpresa.

_ ¿La sorpresa era usar mi baño a las… -miró el reloj al lado de su cama- 3 de la mañana?

_ No exactamente… -la misteriosa voz tomó una pausa-  Ésta era la sorpresa.

Acto seguido se abrió la puerta del baño y salió una hermosa mujer vestida con un corpiño de encaje rojo a juego con unas bragas también de encaje. La chica era rubia, de ojos celeste, parecía una modelo que desfilaba ropa íntima. Y estaba ahí, en la puerta de su baño, con intenciones bastante obvias.

_ Entonces… ¿sólo querías desvestirte en mi baño a las 3 de la mañana? –Preguntó a sabiendas de que solamente estaba intentando sonar indiferente, pero la verdad era que algo así no podía pasar desapercibido a sus ojos.

_ ¿No te gusta?- Dijo la mujer desde la puerta, mientras iniciaba su andar hacia Alexandra.

_ No dije que no me gustara… es solo, que estoy sorprendida. ¿Cómo entraste aquí?

_ ¿Importa?

_ ¿Responderás a todas mis preguntas con otra interrogante?

_ Si es necesario, lo haré. –Dijo acortando la distancia entre las dos aún más-

Alexandra pudo sentir el olor de la mujer que tenía al frente, era una combinación de rosas, y algo fuerte, como almizcle. Y conforme la mujer se iba acercando ella pudo notar que también olía a alcohol y humo de tabaco.

_ ¿Estabas bebiendo?

_ Un poco, digamos que estaba aburrida…

_ Y decidiste divertirte conmigo – Alexandra estaba consciente de que aunque tratase de evitarlo (que no lo hacía), estaba irremediablemente en el juego de aquella seductora figura.

_ Si sigues con ese interrogatorio, pensaré que quieres que me vaya, y eso sería una lástima.

A esas palabras Alexandra respondió levantándose súbitamente de la orilla de la cama donde había caído al inicio de la conversación, y con un rápido movimiento tomó a la mujer por la cintura y la besó con firmeza, pero al mismo tiempo con delicadeza, como se deben besar los labios de una mujer. Unos segundos después se separó, la miró y le susurró al oído: -Sabes que no es mi deseo que te vayas… pero si te quieres ir, eres libre- Mientras la miraba con picardía. Sabía que ni la mujer querría irse, ni Alexandra querría dormir sola esta noche.

La mujer no respondió, solo se rió en complicidad, y ahora fue ella quien la besó. Esta vez con lujuria.

Al cabo de unos minutos ya estaban en la cama, abalanzándose sobre el deseo sin medida, sin control. Los besos se tornaban cada vez más desesperados, y el proceso de desvestirse duró menos de lo que esperaba.

Luego, ya despojadas de sus escasas prendas Alexandra se colocó sobre la misteriosa mujer y lentamente inició su descenso desde su lóbulo derecho, hasta su abdomen, pasando por su cuello, deteniéndose un poco en sus senos, y jugando con su ombligo. Sabía que la espera estaba matando a su compañera, pero esto no la hizo apurarse. Decidió tomarse su tiempo y cuando finalmente emprendió de nuevo su descenso no se detuvo en donde la ansiosa mujer hubiese deseado, al contrario, siguió bajando, y con esmero besó las piernas, primero la derecha, y luego la izquierda. Sabía que la desesperación en el cuerpo que estaba por poseer creía inmensamente. Y entonces se detuvo bruscamente. Alzó la vista y miró con picardía a la cara de la mujer.

_ Así que –hizo una pausa-  me ibas a decir como entraste a mi casa… -Dijo finalmente

_ No importa ahora- respondió entre jadeos y obviamente alterada- Por favor, continúa… dijo casi como una súplica.

_ Oh no, y acarició las piernas  de su amiga – Tú me vas a contar cómo entraste, Kate, o pasaremos toda la noche aquí, y no será agradable- Ahora empezó a acercarse más a su cuerpo, pero ésta vez sin tocarlo ni un poco.

_ Por favor… no me hagas esto.

_ Solo tienes que contarme.

_ Está bien – Dijo con un tono de frustración – te robé una copia de la llave hace tiempo, y vi cuál es tu clave de acceso. Lo estaba guardando para una ocasión especial.

_ Ya veo… te has convertido en una chica muy atrevida… ¿Eras así cuando te conocí?

_ Ahora mismo no lo recuerdo… -dijo entre jadeos, y fue lo último que hablaron esa noche.