Muñeca perversa

¿Se puede amar a dos personas a la vez?

MUÑECA PERVERSA.

Vida en pareja 5.

Argentina ardía y nosotras nos amábamos. El "corralito" y la crisis que se adivinaba en el horizonte envolvía la sociedad, y nosotras disfrutábamos una maravillosa pasión.

Nos habíamos deseado mucho tiempo y tras romper el hielo de las convenciones y amarnos, todo nos había cambiado.

Vivíamos en una nube, descubríamos los placeres de los besos taladrándonos la boca, con las lenguas que jugaban después por nuestra piel. Julia tiene una piel preciosa, suave, sonrosada que al tomar el sol desnuda se iba dorando. Apenas tiene vello y lamerla con el sabor del sudor salado era una gozada, como dice Lalo. Los pezones pequeños nadando en la aureola marrón claro, casi beige, que se ponían duros entre mis dientes, jugaban con los míos obscuros, grandes como falange de meñique, y ese roce nos llevaba prácticamente al orgasmo que se multiplicaba con las conchas apretándose .

Pasábamos el día desnudas, deleitándonos en vernos, el sol y la luna nos llenaban de fuerza. Todos los momentos eran el momento de besarnos, acariciarnos, pero además estudiábamos. Creo que la felicidad que nos inundaba hacía que nos aprovechara más el tiempo que dedicábamos a preparar exámenes y estos nos salían bien.

Julia tiene una concha divina. El monte de venus una pequeña almohadilla de grasa, que no necesita depilar, con un pequeño matojo dorado. El sexo es una rajita marrón en la que no se aprecian los labios, parece una almeja cerrada, cuando la abres aquellos son pequeños y gordezuelos, el clítoris cubierto por una funda que sólo cuando mi lengua juega con él, deja ver su cabeza. ¡ Y cómo me gustaba lamerlo!

Se masturba diferente que yo, cada una debemos tener nuestro estilo, pone la palma de su mano sobre la parte baja del pubis y con el índice llega al punto del placer, así pasaba las horas estudiando, desnuda al sol. Cuando estaba punto de venirse me pedía que se lo comiera, yo me arrodillaba y lamía su concha mojada buscando el clítoris. Me apretaba la cabeza entre sus muslos al llegarle el orgasmo. Esta última parte era muy corta. Después me besaba saboreando sus propios jugos y luego volvía a estudiar, repitiendo la operación varias veces al día.

Almorzábamos ligero, un gazpacho, que me había enseñado Lalo a preparar, y fruta. Durante el día estudio, sexo y mate. A la noche nos preparábamos algo más fuerte. Cada día cocinaba una, y si Julia es brillante intelectualmente y preciosa, no se distingue por sus habilidades culinarias, y era yo la que daba más alegría a las comidas.

No estudiábamos por las noches, eran para nosotras. Mi muñequita se había convertido en una mujer insaciable. Me comía una y otra vez, besos, lamidas, mordiscos. Me dolían los pezones del juego de sus dientes, lo que hacía que cuando nos abrazábamos sintiera el placer del pequeño dolor unido sexo, que lo hace más morboso y agradable.

Pasaba la lengua por los labios de mi concha, libando mis jugos hasta llegar al clítoris, que besaba, lamía y chupaba como si fuera un pequeño pene. Cuando me venía una vez, metía sus deditos en mi interior y buscaba mi punto G que acariciaba hasta que me iba una y otra vez, soltando un néctar que de su boca pasaba a la mía, cuando trepaba por mi cuerpo hasta mi boca.

No necesitábamos los juguetes eróticos que me había regalado Lalo, éramos una el manual de placer de la otra. Descubría que me gustaba lamerla los sobacos y la unión entre los muslos y el pubis, esa piel suave, olorosa, sudada me volvía loca.

El corralito hacía difícil la vida en Argentina, nosotras estábamos encerradas en el apartamento y no nos afectaba. Verónica nos telefoneaba de vez en cuando, preocupada por el ardor que habíamos puesto en acabar nuestras carreras. Yo llamaba a Lalo todos los días, teniendo a Julia de espía a mi lado.

Llevábamos una semana amándonos cuando mi novio me preguntó:

"Julia y tú, ¿ya?"- le contesté con un sí mezcla de alegría y miedo, quería a Julia pero también a él y me asustaba perderlo.

"Disfrútala, que el aprendizaje del placer es más importante que el de la ciencia".

Me quedé tranquila y cuando colgué besé a mi compañera con fuerza y le conté que el gallego sabía lo nuestro y le parecía bien. Nuestro secreto pasó a ser de tres.

Esa noche al acostarnos Julia me pidió algo especial. Quería saber lo que se sentía.

Se tumbó boca abajo en la cama, y comencé a recorrer su espalda con mis pezones, a mi me excitaba, ella que se había dejado la mano en la concha, masturbándose mientras la acariciaba con mis lolas se vino al rato.

Mi lengua lamió su cuello, y bajó por la columna camino de sus nalgas. Eran dos medias esferas pequeñas, duras que se iban mojando con mi saliva.

Pasé al canal que las separaba, su color canela adquiría destellos al reflejar la luz en lo que iba dejando húmedo. Su esfínter era mínimo, cerrado, apretado, apenas un punto negro con estrías que como rayos salían de él.

Me senté sobre sus piernas y dejé caer unas gotas de saliva sobre el objetivo, acertó el blanco que quedó cubierto de líquido. Adapté mi concha a su pantorrilla, mi sexo húmedo apretó su carne dura. Con mi índice mojé todo el círculo anal, y empecé a meter mi dedo en su boca oscura.

Entraba bien, despacio, la yema, la uña y poco a poco estaba todo dentro de Julia. Ella estaba callada, la boca y los ojos cerrados, concentrada en mi dedo invasor. Su mano derecha en su concha. Empezó a tocarse y con un susurro me pidió que siguiera.

Yo sacaba y metía el dedo lentamente, ella empezó a gemir. Lo dejé dentro con movimientos circulares sobre su colon, de modo que a través del fino tejido, acariciaba su vagina. Me masturbaba rápido contra su pierna. Julia llegó primero, fue un grito largo, profundo, de sexo animal, temblaba, yo intentaba venirme con el roce de su pantorrilla, algo me impedía el orgasmo.

Se movió como un gato cazando ratones y puso su boca en mi concha, lamió directamente el clítoris, y yo estallé. Fue entonces cuando me penetró con su puño pequeño, pero que me llenó y lancé un rugido que debió resonar en la noche porteña.

Nos quedamos abrazadas, sudadas del esfuerzo. No podíamos pensar en el último examen que teníamos a la mañana.

Me despertó el teléfono, era mi novio Lalo, le habían mandado ir a Argentina urgente, llegaría al atardecer del día siguiente.

No pude volver a dormir ¿qué iba a hacer con dos amores a la vez?

Por la mañana, otra llamada de Lalo desde Barajas deseándonos suerte en los exámenes.

No sé cómo rendí, estaba con la mente en otro sitio, el profesor nos hizo esperar para darnos la nota, me regañó por la poca calidad de mi prueba diciéndome que me aprobaba por el curso, pero que me bajaba la nota al mínimo.

Volvía al apartamento, Julia no había vuelto, yo estaba histérica, no valoraba que había acabado mi carrera. Mi muñequita llegó cantando y tirando los apuntes, me abrazó y me dio un beso apretada largo y húmedo.

"Ya hemos terminado, tenemos que celebrarlo a lo grande. Habrá que hacer que el gallego pague una comida de mariscos, nos lo hemos ganado"

Me miró dulcemente, dándose cuenta del dilema en que yo estaba y volvió a besarme, esta vez sólo era una muestra de cariño y amistad.

"No me voy a interponer entre vosotros. Estate tranquila, yo te quiero muchísimo y estoy segura que él también"

Empezó a meter sus cosas en una bolsa, y dándome otro beso se despidió con un si querés que cenemos juntos me llamas.

Me quedé sola, faltaba algo más de una hora para que Lalo llegara a casa, decidí dejar de preocuparme y arreglarme para él. Me duché y me di bien de crema hidratante, quería tener la piel suave para mi novio, después comencé a mirar cómo me vestía. Lo decidí en pocos minutos: nada, esperarle desnuda sólo cubierta con su batín de seda. Eso sí me calcé con unas sandalias con taco alto, que me mantenían erguida y me estilizaban la pierna.

Cuando oí el ascensor, apagué las luces, dejando el departamento iluminado por la luz de una pequeña lámpara de pie, me pellizqué los pezones para que destacaran contra la tela y...

No hablamos, me vio, dejó la maleta , me besó , me abrió la bata, me tumbó en el suelo, se bajó de un golpe los pantalones y los calzoncillos, y me la metió.

Yo estaba húmeda de la espera, así que no hubo problema en el camino de la verga. Le clavé mis talones en los muslos, y disfruté de las embestidas de mi macho, rápidas y profundas. No llegué al orgasmo, pero cuando sentí la explosión de su leche dentro de mí, gocé de esa satisfacción tan nuestra de saber que le volvía loco de deseo. Se quedó tumbado sobre mi cuerpo, hasta que se le fue saliendo la minga.

"¡ Qué buena estás! Te tenía unas ganas enormes, mientras estoy en el baño, ¡cuéntame!"

Mientras Lalo hacía sus necesidades y se duchaba, yo me lavaba la concha e iba contando cómo había acabado la carrera y cómo estaba Argentina en una crisis muy dura. Me preguntó si Julia había terminado también y me pidió, ante mi respuesta afirmativa, que la telefoneara para cenar y festejarlo, él había dormido en el avión y la noche le era joven. Lo hice y la cité una hora después en un restaurante español cercano al apartamento.

Mi novio se puso un jean y una chomba, yo ropa interior blanca, de nido de abeja, una pollera azul, y un saco blanco. Decidió que nos bajáramos a tomar algo a la Biela.

La terraza de la Biela es una vidriera de Buenos Aires, y en ella a Lalo le gusta presumir de hembra. Después de una cerveza fuimos al restaurante. Era uno de los de moda en la ciudad, el dueño conocía a mi novio, y pese a las fechas no estaba lleno. La crisis afectaba hasta a los vips de la sociedad argentina. No habían pasado diez minutos cuando llegó Julia.

Un vestido muy corto, rosa, de licra , se ceñía a su cuerpo como un guante dejando los hombros al aire , sujeto por el busto, un chal blanco, y unas sandalias de tacón súper alto, le daban un aire perverso, de una adolescente vestida de mujer explosiva. Se había maquillado destacando el azul de sus ojos y el rojo de los labios chocaba con la blancura de sus dientes.

Hitkoch decía que la diferencia entre susto y suspense era que unas personas están cenando y estalla una bomba ( susto) y que suspense era que mientras cenaban , el espectador sabía que había una bomba bajo la mesa, que veía pasar el tiempo mientras los comensales hablaban de boludeces, era más terrible. Eso era nuestra comida, sabíamos lo que había pasado, lo que iba a pasar, y hablábamos de otra cosa mientras caían unas ostras, erizos chilenos, centolla del sur, y unas tortas que llamaban "tetas de monja" ( su nombre indican la forma de los dulces) y bebíamos Chandon frío.

Yo no sabía cómo iba a seguir la historia, estaba nerviosa, ¿quién iba a hacer la propuesta? Fue Julia la que de la manera más normal nos dijo al final del café: "¿Subimos al apartamento o me voy a mi casa?"

Lalo salió del restaurante con los brazos sobre una rubia y una morena, canturreaba una zarzuela, estaba tranquilo y divertido de la situación. Nosotras no hablábamos.

Al entrar pensé que Lalo iba a llevar la situación, no contaba con la nueva Julia que mirándole a los ojos le dijo:

"¿Por qué no te desnudas vos primero?"

Mi novio estalló en una risa, puso música (una recopilación de boleros que duraba más de dos horas) y al ritmo de "somos novios" se quitó la chomba, se desató el cinturón y con un golpe de caderas hizo caer el pantalón, se quedó ante nosotras con el boxer tras descalzarse los mocasines.

"Estas muy bueno"- exclamó mi amiga. Era verdad, guapo, moreno , los hombros anchos, un poco de vello negro que desde el pecho le corría hasta la tela del calzoncillo , y ésta levantada por la erección, pero sin salir la presa de la madriguera.

Me acerqué a él y de un tirón le bajé la última prenda, ante nosotras se levantaba orgullosa su minga. El prepucio apenas cubría la cabeza del glande. Pasé el dedo por la zona y mojado volví hacia Julia, dándoselo a chupar como si fuera un caramelo.

"Bueno , Elena ahora vos, yo que soy la nueva debo ser la última"

Me solté la pollera que cayó a mis pies, y después me abrí el saco, sabía que estaba excitante semidesnuda.

Se habían sentado juntos en el sillón, era morboso ver a mi novio desnudo con la verga en alto, junto a mi amiga vestida a su lado, con su manita apoyada en el muslo peludo del hombre.

Mirándoles a los ojos, me quité el saco, con el corpiño y la bombachita hice unos pases de baile ante ellos.

Primero el top, luego la tanga, quedé desnuda. Aplaudieron. Estaba excitadísima.

"Séntate con tu hombre, ahora es mi turno"

Mientras lo hacía ella se levantó, y empezó a bailar para nosotros. No me atrevía a tocar a Lalo, pero su mano se posó sobre mi concha acariciándola. Estaba chorreante, yo no quería agarrar su miembro, era para usar luego, así que me agarré a la tela del sillón.

Julia sujetó el vestido por la parte que le cubría los pechos y tiró de ella muy despacio hacia abajo, surgieron sus tetitas con los pezones enhiestos, las pequeñas colinas duras, desafiantes, como mi amada muñeca que siguió deslizando la licra sobre su piel dorada, hasta dejar la tela sujeta por las caderas. Entonces se acercó a nosotros..

Se quedó apenas a unos centímetros, y cerró los ojos para de un golpe dejar el vestido en el suelo, al levantarse y quedar desnuda ante nuestras miradas. Sonrió al ver nuestro asombro al descubrir que no había llevado nada debajo durante toda la cena. Sus ojos azules despedían perversidad, tomó una mano de cada uno de nosotros y la puso sobre sus lolas. Moví la palma para acariciar su seno, cabía todo en mi diestra.

"Vamos a ver cómo juegan las niñas" – la voz de Lalo sonaba ronca por la excitación.

Nos fuimos al centro de la sala, y nos abrazamos para bailar un bolero de Manzanero, yo estaba descalza y Julia no, sus tacos altos hacían que nuestros pechos se rozaran en la danza. Paró y me besó, me comió la boca, mientras sus manos recorrían mi espalda, camino de mis nalgas, al llegar me apretó aún mas contra ella Estábamos empotradas la una en la otra. Nuestros muslos buscaron la concha de la otra. Nos restregábamos como dos posesas.

Fue como un rayo, el pensamiento me llenó la cabeza en medio de las caricias: Julia había mandado, Lalo también, pero yo no era una niña tonta que se dejaba hacer y dominar, yo era ELENA, a la que deseaban los dos, yo era Elena que quería a los dos.

Me separé y agarré de la mano a mis dos amores, les conduje al dormitorio, y empujé a mi novio sobre la cama.

La polla parecía el mástil de un velero. Toqué la concha de Julia, estaba totalmente mojada.

"Ponte de pie encima de él." – lo hizo – " ahora vete arrodillándote hasta que la tengas toda dentro"

No había llegado a apoyar las rodillas cuando ya la punta de la verga chocó con su pequeña concha. Tomé el eje en mi puño y con la otra mano empujé el hombro de mi amiga para que la taladrara. Apenas cabía, su pequeña vagina tenía que dilatarse para dar cabida a aquel trozo de piedra .Por fin llegó a mi puño.

Julia tenía los ojos cerrados, la boca abierta, jadeaba, retiré la mano y la puse en su seno, con la otra volví a empujar para empalarla. Me había sentado sobre la mano de mi novio que comenzó a acariciarme la concha.

Mi amiga estaba quieta con el miembro dentro, ya estaba todo entero dentro de ella. Se movió de adelante hacia atrás, Así estuvimos un buen rato, me levanté y me senté sobre los muslos del hombre y me apreté a la espalda de Julia, así sus pezones entre mis dedos y los pellizqué.

Ahora ella empezó el sube – baja, muy rápido, yo me restregaba cada vez mas fuerte contra la carne de mi novio.

Estallamos, primero Lalo, en segundos Julia, y yo la última. Una bomba atómica no tiene tanta energía como nuestra explosión. Nos derrumbamos en la cama. No podíamos hablar.

"Creo que hay que ocuparse de esta gatita"- como una pantera y un tigre mis amores cayeron sobre mí.

Esta historia es la segunda parte de "Muñeca adorable"