Muñeca de papel-Volví por ti

El inicio del camino que tomara Caroline en su camino a su nueva vida

Capitulo 1. Volví por ti

Ciudad Petalburgo, 2 semanas atrás.

Todo comenzó en aquella tarde, una que parecía ser como cualquier otra, donde la hermosa Caroline se encontraba paseando por los pasillos del centro comercial de la ciudad realizando su tradicional sesión de compras.

Sin embargo en lugar de la alegre sonrisa que tanto la caracterizaba, y resaltaba sus hermosas facciones, en esta ocasión lo que había en su rostro era una triste expresión de soledad; Ya que su pequeño hijo Max había ingresado al reconocido Instituto Tecnológico Pokémon de Hoenn, y su hija May decidió alargar aún más su viaje a través de las diferentes regiones, razón por la que sus compras habituales eran cada vez más y más reducidas, ya que ahora solo estaban ella y su esposo en aquella inmensa casa, y por extraño que pareciera ese pensamiento la hacia sentir peor.

Ya que cualquiera, y en especial Caroline, pensaría que aprovechando la ausencia de sus vástagos ella y su amado esposo estarían inmersos en una romántica y apasionada atmósfera de lujuria y romance, pero para su desgracia la realidad no podía ser más opuesta. Debido a que por alguna extraña razón Norman, quien en el pasado buscaba hasta la más mínima oportunidad para tener sexo con su ardiente mujer, parecía apático e incluso indiferente ante aquella oportuna situación.

— ¡Vamos a disfrazarnos, amor! —le propuso ella con alegría el día anterior al ver a su agotado esposo llegar del gimnasio. Ya que ella sabía que no había una mejor manera de sorprender y animar un poco a su esposo que usando algún atrevido y erótico disfraz, tal y como en la apasionada ocasión en la que concibieron a su primogénita.

—Cariño ¿No te parece que ya estamos muy grandes para esos juegos? —respondió Norman tras saludarla con un corto beso en los labios, antes de sentarse en el sillón para sintonizar la repetición de la pasada Liga Hoenn.

— ¡Entonces te prepararé la cena usando solo el mandil y las medias que tanto te gustan! —fue la siguiente sugerencia de la obstinada mujer, quién no estaba dispuesta a ser opacada por unos combates repetidos.

—Por favor, querida. Actuemos como los adultos sensatos que somos —pidió el líder de gimnasio sin apartar la mirada del televisor.

—Entonces podríamos tener una aventura como las que teníamos cuando éramos jóvenes, Norman —pidió la mujer con entusiasmo mientras le mostraba los diversos folletos con diferentes opciones que ella había tomado de la oficina de turismo, pero la respuesta de su marido la desilusionó por completo.

—Mi amor, discúlpame, pero no tengo tiempo para estas cosas. Tengo muchos asuntos de la Liga que debo resolver —dijo el una vez que terminó la transmisión, antes de irse a la habitación que ocupaba como oficina.

“Tal vez ya no soy tan atractiva como antes” pensó una abatida Caroline al momento de volver a la realidad y darse cuenta de que estaba frente a un aparador mirando su reflejo, así que ella soltó un suspiro de resignación antes de dirigirse hacia su vacío hogar, ya que su esposo había sido convocado a la sede de la Liga Pokémon en la lejana Ciudad Siempre Grande, lo cual la hizo sentirse más abandonada que nunca.

Al llegar a las puertas de su casa ella pudo notar como una pequeña bolsa de tela colgaba de la manija de la misma, lo cual la sorprendió un poco, aunque de todas formas se acercó para tomarla

— ¿Y qué podrá ser? —se preguntó con curiosidad mientras tomaba la misteriosa bolsa y al hacerlo descubrió la presencia de una nota manuscrita que decía: “Para mi único amor”.

— ¡Oh, Norman! —suspiró ella mientras abría la bolsa de tela esperando encontrar algún lindo y romántico detalle, como alguna joya o incluso una sensual prenda de lencería, pero en su lugar se encontró con una simple muñeca de papel que por un lado tenía escrito su nombre y por el otro tenía una serie de extrañas letras y símbolos que ella no era capaz de entender y que sin duda estaban en otro idioma.

— ¿Pero que significa ésto? —se preguntó aún más confundida que antes mientras miraba la muñeca con detenimiento cuando un extraño pensamiento asaltó su memoria: Ya que aquella no era la letra de su esposo, pero sin duda ella ya la había visto antes.

De forma que Caroline aún trataba de recordar el porqué aquella letra le era tan familiar y como era que la conocía, cuando la muñeca se desprendió de sus dedos y se lanzó directamente hacia su frente, haciendo que en el momento en que la muñeca tocó su frente ella sintiera como una fuerte corriente eléctrica recorría su cuerpo, de pies a cabeza, y que la hacia convulsionar levemente antes de que está se fusionase con su frente.

La mujer se sentía muy mareada y desorientada, ya que todo parecía dar vueltas, y sin poder hacer nada para evitarlo ella trastabilleó un poco antes de comenzar a caminar hacia un rumbo desconocido.

“¡Por favor! ¡Alguien ayúdeme!” era el silencioso grito de auxilio de Caroline, quien era presa de la aterradora sensación de ser la prisionera de su propio cuerpo, mientras caminaba por las calles hacia las afueras de la ciudad.

Ella continuó avanzando por varios minutos hasta llegar a una elegante cabaña de dos plantas situada en el profundo del bosque, donde de nueva cuenta ella fue incapaz de controlar su cuerpo, y tocó el timbre en espera de instrucciones o algo que explicara aquel extraño fenómeno.

— ¡Adelante! ¡Te estaba esperando, querida! —anuncio una suave y familiar voz masculina al otro lado del intercomunicador, y de nueva cuenta el cuerpo de la mujer se movió por si solo, entrando a aquel misterioso lugar sin saber realmente que le esperaba del otro lado.

—Bienvenida, Caroline. Te estaba esperando —la saludó amablemente un hombre, un poco menor que ella, de cabello castaño oscuro, ojos azules, piel bronceada y que vestía de manera formal.

— ¡¿Simón?! ¡¿Eres tú?! —preguntó Caroline con una nota de sorpresa y nerviosismo en su voz, en cuanto reconoció al hombre que estaba frente a ella, ya que él había sido uno de sus mejores amigos de la infancia.

—Veo que no me has olvidado, querida —le respondió el con cariño y una sonrisa, antes de depositar un beso en sus mejillas.

Ya que cuando Caroline era una niña ella vivia en Ciudad Olivine, en donde desde su más tierna infancia trabó amistad con Simon, quien era el hijo de un pequeño empresario hotelero.

Ambos niños eran tan unidos que incluso viajaron juntos por toda la región en busca de aventuras y estrechando aún más su vínculo. Todo parecia perfecto para el chico, quién a lo largo de su viaje se había enamorado perdidamente de su compañera, hasta que en su viaje se toparon con un joven Norman y todo lo demás era historia.

— ¿Qué significa esto Simón? —preguntó Caroline con una mezcla de añoranza y molestia en su voz, ya que para ella esa extraña situación no tenía ningún sentido, pero él únicamente se limitó a sonreír de nuevo.

—Yo te dije que volvería por ti, cariño. Y tu mejor que nadie sabes que yo soy un hombre de palabra —el respondió con calma, mientras que el rostro de Caroline se tornó rojo al recordar el nada grato espectáculo que su amigo había armado antes de su ceremonia nupcial al jurar a los cuatro vientos que él regresaría por ella algún día y que cuando lo hiciera, ella sería toda suya.

— ¿Y qué está pasando conmigo? ¡¿Que fue lo que me hiciste, Simón?! —pregunto la mujer con intriga al ver que ella ni siquiera podía moverse frente a él

—Es algo que aprendí mientras viajaba por éste ancho mundo, querida, buscando la forma de olvidarte o de hacerte mía —le susurró al oído antes de alejarse un poco y tomar sentarse en un sofá.

—Pero no te quedes de pie y toma asiento, mi querida Caroline. Hay muchas cosas de las que debemos hablar después de 15 largos años—dijo el hombre con calma y con un ademán le indicó el asiento frente a él.

Por supuesto que lo Caroline menos deseaba era estar más tiempo con su antiguo amigo, pero para su enorme sorpresa, ella pronto descubrió que no era capaz de desobedecer aquella indicación. Por lo que tuvo que sentarse frente a Simón, con toda la gracia que le correspondía, mientras él servía un poco de agua mineral en dos vasos con hielo.

— ¡Simón! ¡¿Qué me has hecho?! —exigió la mujer, moviendo a un lado el vaso que su captor puso frente a ella, y fulminandolo con la mirada en busca de alguna explicación.

—Tranquila, querida. Esto es algo llamado “Marioneta Cósmica”, y en verdad discúlpame si me tarde mucho en venir por ti, cariño. Pero debo decir que dominar esta habilidad me tomó mucho tiempo de lo que pensé —anunció el mientras se acercaba a ella.

— ¿Marioneta cósmica? —preguntó Caroline con incredulidad, ya que ella jamás había oído de algo parecido, aunque la mención de ese nombre le producía una extraña sensación de alerta, ya que por alguna razón sus instintos sabían que aquello era real y muy peligroso a la vez.

—Asi es, cariño. Imaginó que en alguna ocasión habrás escuchado que en el cuerpo humano hay una especie de válvulas de energía llamadas chakras —aclaró el hombre mientras ella asentía —Sin embargo lo que no todos saben es que si puedes controlar los chakras de alguien ¡Entonces controlarás a esa persona!

Por su parte Caroline estaba claramente estupefacta por aquella revelación, ya que a pesar de que todo aquello sonaba como una locura, en ese momento aquellas palabras parecían tener sentido, lo cual junto al tono siniestro que Simón uso en la última oración, le decía que él estaba hablando en serio.

—En este momento tengo control sobre lo que comúnmente se conoce como “el tercer ojo”, cariño. Es por eso qué puedo controlarte psíquicamente —continuó diciendo aquel hombre con una sonrisa, antes de acercarse y tocar la frente de la mujer.

—Únicamente con este chakra podría eliminar tu libre albedrío y todos tus recuerdos, cariño, para dejarte como una sensual robot a mi servicio... Sin embargo no tengo ninguna intención de hacer eso —añadió Simón rápidamente al ver la expresión de terror que se formó en el rostro de su víctima —Ya que mi verdadero propósito es hacerte totalmente mía, mi amada Caroline, tal y como siempre debió ser.

— ¡Te aseguro que Norman no tolerará esto! —respondió Caroline con furia en un intento de intimidar a su captor, pero él no sé inmutó en lo más mínimo y se limitó a beber tranquilamente su vaso de agua mineral antes de responder.

—Cariño, veo que aún no entiendes cuál es tú situación actual, pero con mucho gusto te lo mostraré. Sin embargo antes que nada quiero que sepas que el adicto a las peleas al que aún llamas marido, no me asusta en lo absoluto... Es más, nada me encantaría más que él pudiera ver cómo recuperó lo que siempre debió ser mío —aclaró Simón con una inquietante calma mientras que con su mano derecha formaba el símbolo de victoria.

Al principio la mujer no entendía que significaba esa señal, hasta que ella vio con horror como sus bellas piernas comenzaron a abrirse haciendo que la falda que usaba subiera hasta sus caderas, revelando unas pantimedias y unas simples pantis de algodón. Y a pesar de que que ella trataba de evitarlo no había nada que pudiera hacer para recuperar el control de su cuerpo.

— ¿Desde cuando usas pantis de anciana, querida? —preguntó Simón con decepción al mirar la conservadora ropa interior que usaba su vieja amiga —Si no mal recuerdo durante nuestro viaje siempre te esforzabas por verte lo más sensual posible... Pero no te preocupes, mi amor, te enseñaré de nuevo a verte como antes.

Por su parte la avergonzada mujer trató de ignorar aquel comentario, mientras aún intentaba cerrar sus piernas con todas sus fuerzas, sin embargo lo único que consiguió fue que estás se abrieran hasta llegar al límite de resistencia de sus articulaciones.

Pero sus piernas no eran la única parte de su cuerpo que se movía en contra de su voluntad, ya que sus pies lentamente se colocaban en el borde de la mesita, haciendo que ella quedará en una comprometedora posición donde su parte más íntima estaba completamente expuesta.

—Créeme cuando te digo que ésto es solo una diminuta muestra del control que ahora tengo sobre ti, amor mío —anunció el hombre, mientras se levantaba y con una mirada depredadora se acercó a su expuesta e indefensa presa.

Caroline por su parte estaba petrificada de miedo, ya que por más que lo deseara ella no podía hacer nada más que observar cómo su captor se acercaba a ella y con todo el descaro del mundo acariciaba sus piernas desde su tobillo hasta la expuesta unión de su pubis con sus muslos.

— ¡Son tan suaves y hermosas! ¡Sin duda eres como los buenos vinos, mi amada Caroline! ¡Con el paso de los años te vuelves mucho mejor! —exclamó Simón, deleitándose con el tacto de sus manos sobre la suave y blanca piel de la mujer.

— ¡Por favor, déjame ir Simón! ¡Te prometo no decirle nada a nadie! ¡Pero déjame ir! —suplicó la castaña, luchando contra las fuertes oleadas de culposo placer que aquéllas caricias le provocaban.

— ¿Te han dicho alguna vez lo hermosa que te ves cuando súplicas, cariño? —le preguntó él mientras acercaba su cara al enrojecido rostro de su víctima.

— ¡Para, por favor! —pidió ella con languidez en el momento en que los labios de su amante se separaban de los suyos, mientras ella sentía como sus manos desabrochaban su blusa con lentitud y delicadeza.

—Por favor, cariño. Como si esta fuera la primera vez que hemos tenido sexo —aclaró el hombre, remarcando cada palabra con un beso en el cuello de su víctima, mientras los ojos azules de Caroline perdían momentáneamente su brillo y un delicioso escalofrío recorría su cuerpo, ya que esas palabras habían provocado que un recuerdo que ella había reprimido durante años se apoderara de su mente, lo cual era justo lo que Simón esperaba para cumplir su propósito.

En una noche en la que ella y Simón acampaban en los prados que rodeaban a la entonces no tan extensa Ciudad Cañadorada, la mezcla del jugo ligeramente fermentado de bayas Oram y la visión de un Tauros y una Milktank apartándose, provocaron qué ambos amigos comenzarán a sentirse muy excitados.

De forma que de forma un poco temerosa ambos comenzaron a acercar sus rostros antes de besarse en los labios, sin embargo unos pocos minutos después todo el pudor y timidez se había desvanecido en el aire, ya que ahora ambos jóvenes estaban inmersos en una apasionada sesión de besos, lo cuales cada vez eran más duraderos y lascivos.

De forma que una vez que la necesidad de aire los obligó a separarse ambos chicos se miraron con lujuria, aun con un hilo de saliva uniendo sus labios, cuando el castaño colocó a su amada suavemente sobre una gruesa manta de viaje y lentamente empezó a remover los shorts de viaje y las diminutas panties de su amiga dejándola semi desnuda.

Sin embargo el influjo de la bebida le paso factura y a él le dificultaba quitarse los pantalones, por lo que Caroline sonrío con ternura y haciendo gala de una agilidad digna de una contorsionista, fue ella quien retiró sus zapatillas de deporte junto a sus calcetines y usó sus pequeños y suaves pies para desabrochar y liberar el eniesto miembro viril de su compañero.

— ¡La tienes tan grande como un Tauros, Simón! —lo eligió una embriagada Caroline al ver su erecto miembro, ya que en ese momento no había ningún pensamiento en su mente más que tener esa enorme verga hasta lo más profundo de su ser.

— ¡Y tus pechos son tan grandes como los de una Milktank! —le respondió Simón con una voz muy áspera mientras la manoseaba con descaro.

—Muchas gracias mi Tauros ¡Ahora follame! ¡Necesito tu gran polla dentro de mi! —imploró la chica mientras que el emulaba al Pokémon toro y se puso en cuclillas para poder penetrar firmemente el apretado coño de Caroline.

Fuera de aquella ilusión Simón había logrado su objetivo y empezaba a embestir con fuerza a la mesmerizada mujer, quién de manera inconsciente soltaba eróticos gemidos de placer, suplicando a su captor por más y disfrutando del momento en el que ella rompió sus votos matrimoniales de serle siempre fiel a su esposo.

Por su parte, y dentro de aquel recuerdo, parecía que se hubiera desatado una competencia entre Simón y el Tauros para ver quién podía hacer gemir con más fuerza a su respectiva pareja ya qué ambos empezaron a empujar con fuerza y vigor sus respectivos miembros buscando que sus compañeras liberaban el mayor gemido de placer, y ellas correspondían estando cada vez más receptivas, esperando con ansias el inminente momento de la liberación.

— ¡SIMÓN! ¡ESTOY... AHHH... A...PUNTO... DE...! —exclamó una avergonzada y excitada Caroline al momento de apretar con fuerza su cuerpo contra el de Simón.

— ¡YO... AHHH... TAMBIÉN... CAROLINE! ¡VOY... AHHH... A HACERLO ADENTRO! —respondió él, correspondiendo el abrazo y aumentando la fuerza y velocidad de sus embestidas hasta que finalmente llegó al tan placentero orgasmo, y aunque los fuertes gemidos de los jóvenes fueron opacados por el fuerte grito del Tauros, ellos simplemente se sonrieron antes de dejarse caer uno sobre el otro.

De vuelta en la realidad ambos amantes. estaban agotados, pero deseosos de más y lo último que recordó Caroline antes de perder el sentido y ceder a la lujuria, fue que de sus labios salió un: —¡Dame más, mi Tauros! ¡Te lo suplico!

A la mañana siguiente, cuando el sol comenzaba a asomarse, fue cuando Caroline comenzó a despertar. Al principio la mujer pensaba que todo aquello se había tratado de un extraño y erótico sueño, hasta que ella se dio cuenta de que se encontraba totalmente desnuda en una cama desconocida, y lo más desconcertante era que el hombre que dormía a su lado definitivamente no era su esposo.

“¿¡Que demonios he hecho!?” pensó una aterrada Caroline, quien estaba al

borde de las lágrimas, mientras los confusos recuerdos del día anterior regresaban a su memoria y la sumian en un fuerte sentimiento de culpa. Ya que ella no solo sido infiel a Norman, sino que en el fondo ella lo disfruto, ya aquella experiencia había puesto fin al largo ayuno sexual de la mujer.

Durante varios minutos la aturdida mujer permaneció sentada en la cama, absorta en sus pensamientos, cuando ella se percató de que finalmente había recuperado el control de su cuerpo.

De forma que con mucha cautela ella se levantó de la cama, para no despertar a su captor, y con premura comenzó a reunir sus prendas, las cuáles estaban espercidas por toda la habitación.

“¡Mis panties! ¿En donde están mis panties?” se preguntó ella con desesperación, ya que después de buscar por toda la habitación, su prenda íntima era la única que no podía encontrar.

“Tus cutres pantis de abuela deben de estar en la sala, cariño” fueron las palabras que repentinamente resonaron dentro de la cabeza de Caroline, haciendo que ella se sobresaltara y que por instinto mirará hacia la cama, en donde Simón continuaba durmiendo.

“Que susto... Debió ser solo mi imaginación” pensó ella un poco más tranquila después de verificar que su captor estaba profundamente dormido, por lo que estaba decidida a reanudar su búsqueda, cuando...

“Te juro que no soy tu imaginación, mi amor” fueron las palabras de Simón, las cuales de nuevo resonaban dentro de la cabeza de la mujer, haciendo que ella de inmediato sacudiera su cabeza y tratará de huir de aquel lugar, sin embargo en cuanto a ese pensamiento paso por su mente ella nuevamente perdió el control de su cuerpo, el cual se quedó completamente inmóvil.

“Linda, aún es muy temprano. Por favor regresa a la cama” le pidió la voz de Simón que resonaba dentro de su cabeza, haciendo que el rostro de la aterrorizada mujer perdiera todo color.

“Simón... Te suplicó... ¡Por favor, déjame volver a mi casa!” imploro la indefensa mujer, quien parecía estar a punto de estallar en lágrimas

“No dejó de preguntarme  ¿Por qué deseas tanto volver a un lugar en donde no eres querida, cariño, ni siquiera valorada?” fueron las siguientes palabras de Simón que resonaron en la cabeza de Caroline, sin embargo en esta ocasión en lugar de sorprenderla o asustarla, esa declaración la hizo sonreír.

“En eso te equivocas, Simón jEstoy segura de que Norman ya reportó mi desaparicióón a las autoridades!” respondió ella con un tono desafiante.

“¿Norman? ¿Estás hablando del mismo idiota que ni siquiera te ha tocado en seis meses? ¿El que prefiere pasar las noches viendo combates pokémon que teniendo sexo contigo?” le espeto Simón de forma irónica y maliciosa, haciendo que la sonrisa que había en el rostro de Caroline fuera sustituida por una expresión de consternación y que sus mejillas se tiñeran de carmín.

“¿¡Có-como... Como fue que supiste eso!?” preguntó una asustada y avergonzada Caroline, ya que esa revelación era lo último que ella esperaba oír.

“¿Acaso ya lo olvidaste, cariño? Fuiste tú misma quien me lo dijo... Lo hiciste entre gemidos de placer mientras te llevaba a tu tercer orgasmo de la noche” comentó él con calma, a la vez que ese recuerdo aparecía en la mente de la mujer, donde ella misma era quien le suplicaba a amante por más sexo, y sin ningún tapujo le revelaba los tristes cambios en su vida amorosa con Norman.

Después de revivir esos recuerdos no era raro que la confundida mente de la mujer estuviera sumida en la confusión, ya que ella deseaba huir de ese lugar y dejar aquella experiencia como un mal recuerdo, sin embargo una parte muy en el fondo de su ser deseaba regresar a ese cómodo lecho y disfrutar del momento, pero antes de que ella pudiera tomar una decisión...

“Si tanto insistes, cariño. No tengo otra elección” dijo la voz de Simón, la cual volvió a resonar dentro de la cabeza de la castaña, y en cuanto escucho esas palabras ella sintió como estaba recuperando el control de su cuerpo.

Temerosa de que su captor decidiera pensarse mejor las cosas, Caroline rápidamente se apresuró a salir de aquel lugar, por lo que tomó todas sus cosas para correr en dirección hacia la puerta.

Sin embargo ella aún seguía insegura, ya que algo le decía que Simón aún no había terminado con ella, y ese presentimiento se volvió realidad en el momento de cerrar la puerta de esa cabaña, ya que claramente pudo oír la voz de su captor dentro de su cabeza diciéndole alegremente: “Podríamos ir a la playa en la tarde”

Algunas horas más tarde, poco después del mediodía, una molesta Caroline caminaba por los pasillos de su cómoda sala antes de presionar su contestadora por cuarta vez, la cual  ajena a la molestia de su interlocutora se limitaba a decir el registro del día anterior:

—No hay llamadas perdidas... No hay mensajes de voz... Sin llamadas del contacto “Norman” —recito una robótica voz femenina, lo cual hizo enfuerecer aún más a la castaña, quien finalmente estalló.

— ¡Simon pudo haberme secuestrado, e incluso llevarme a otra región! ¡Y tu ni enterado, Norman! ¿¡Tanto te cuesta enviarme un simple mensaje o hacerme una llamada!? —gritó ella con furia mientras colocaba bruscamente el teléfono en su lugar, antes de dejarse caer sobre uno de los sillones de su sala.

Por unos momentos la furia que Caroline sentía hacia su esposo ocupaba todos sus pensamientos, sin embargo poco a poco éstos comenzaron a desviarse hacia el que para ella era el responsable de esa situación.

—Simón —susurró ella, aún molesta, sin embargo al pronunciar ese nombre de manera inconsciente las manos de la mujer se dirigieron hacia su zona íntima y ella comenzó a tocarse por encima de su ropa interior.

“¿Que diablos pasa conmigo?” se preguntó ella al tomar consciencia de lo que estaba haciendo, sin embargo por más que lo deseará ella no podía dejar de tocarse, ya que sus caricias junto a los recuerdos de como Simón la había poseído la noche anterior no hacían más que excitarla cada vez más.

De forma que la mujer no tuvo más opción que la de ceder ante esa involuntaria sesión de masturbación, por lo que ella hizo a un lado su braga y abrió sus labios vaginales para meter un par de sus dedos dentro de su coño mientras usaba su pulgar para estimular su clitoris.

“¿Quieres ir a la playa, cariño? ¿O prefieres tomar el sol en la piscina de la cabaña?” preguntó la voz de Simón, varios minutos después y una vez más dentro de la mente de Caroline, haciendo ella soltara un suspiro de resignación y sorpresa, ya que había sido interrumpida cuando estaba por correrse.

— ¡Iré... a... la... cabaña! —respondió ella entre gemidos de placer, mientras  que sus hábiles dedos retomaban el  ritmo de su excitante labor, por lo que ella no tardó en llegar al tan ansiado orgasmo.

Por un momento Caroline miró sus dedos, los cuales brillaban tenuemente al estar cubiertos por sus fluidos, sintiendo una poco de culpa, pero esta desapareció al momento en que ella llevó sus dedos hacia su boca para comenzar a chupar los hasta dejarlos limpios, tras lo cual ella se levantó y camino con rumbo a su habitación.

Por lo que algunos minutos después Caroline nuevamente estaba frente a la cabaña de Simón, pero en esta ocasión ella estaba usando una larga gabardina color beige, un sombrero de paja de media ala y unos lindos lentes de sol, los cuales no solo protegían su cuerpo del Sol, sino que impedían que la gente la reconociera.

— ¡Algo que me encanta de las mujeres en gabardina es que nunca sabes lo que usan debajo de ella! —exclamó un alegre Simón a través del intercomunicador, ante lo cual Caroline le dió una mirada molesta a la vez que abria la mencionada prenda, revelando que debajo de ella solo usaba un revelador bikini azul, el cual dejaba muy poco a la imaginación

—No me mires así, amor. Te aseguro que pronto lo disfrutarás tanto como yo —dijo el hombre con calma al abrir la puerta y dedicarle una sonrisa lasciva, una sonrisa que hizo estremecer a Caroline, ya que por más que lo negará una parte de ella ya lo disfrutando.

Continuará...