Mundo Paralelo Parte 4-A

La historia de Salvador y del rey de los gatos, ¿Qué sentido tiene esto? averígualo tú mismo leyendo...Sin duda este amigo encuentra un buen compañero, aunque silencioso y un excelente equipo para sus misteriosas habilidades.

Mundo Paralelo 11      Parte: 4 A

Salvador:

Miro la batalla entre los gatos, a lo lejos están llegando más de esas cosas; como sigan así…su ventaja numérica, va a desaparecer de un plumazo. La batalla continua hacia abajo y la música sonando haya abajo. Quizás eso evita que nos ubiquen, aun; pero no durara mucho.

Agarro rocas de gran tamaño, del tamaño de cabezas humanas y me preparo para lanzárselas…Cuando un gato de color gris, del tamaño de un perro; con una gema rosa en la frente aparece junto a mí y me mira. Lo miro también y digo en voz baja, sabiendo que me escuchará; aunque supongo que no me entenderá.

—      Voy a ayudaros. – el gato asiente, como si me entendiera y me observa en silencio.

—      ¡Eh, tu; bicho asqueroso! – el bicho me mira con un movimiento brusco y el gato, salta hacia un lado; con un movimiento brusco.

Lanzo la piedra, pillando al bicho justo en el aire; saltando hacia mí. Al pillarlo en el aire, la roca le impacta y lo derriba, cayendo por el precipicio. Si la piedra le hubiera impactado en tierra firme, no le hubiera hecho nada, pero al impactarlo en el aire, lo derribo y lo hizo caer desde al menos; cien metros de altura.

—      ¡¿Estás loco?! – escucho a mi lado, una voz felina

—      No…solo quise ayudar a los gatos – miré, pensando que había una persona a mi lado; pero solo encontré al gato de antes.

—      Pues nos has jodido – hablo el gato, dándose una torta en la gema y negando con la cabeza.

—      ¡¿Hablas?! – grito conmocionado

—      Calla esa boca de humano tonto, y sígueme; ya vienen. – empezó a señalarme el camino, de piedras para poder bajar; mientras que los demás bajaban con extrema rapidez.

—      Voy… - mire como de todas direcciones, venían bichos de esos y los gatos; corrían hacia todas direcciones.

Salte a una piedra redonda, que se tambaleaba; luego a otra triangular, que estaba bien anclada. Al saltar, la redonda empezó a rodar y a caer por el precipicio; la triangular perdió su anclaje y salte a otra cuadrada, justo a tiempo. Luego entre las rocas, empezamos a bajar; trepando entre rocas. El gato, me miro y negó la cabeza; pero siguió ayudándome…Seguimos bajando, me arañe por algunas partes; no sabía cómo cojones subiría después. Pero lo importante era salvar la vida y hablar…con este ¿“Gato”? porque parecía de todo, menos un gato.

Gracias a la roca, algunos bichos como el de antes; fueron detrás de ella…al vacío. Otros se quedaban afuera, intentando localizarnos; pero era difícil, ya que los gatos; se habían separado en infinidad de grupos. Quería respuestas y algo me decía que este extraño ser, las tenía; iría con el…aunque tuviera que ir al infierno con él. Seguimos bajando por cinco minutos, algunas piedras se partían y casi me hacían caer, otras piedras se rasgaban; pero aguantaban el tirón. Me dolían los dedos, hasta que llegamos a una especie de paseo. El paseo tenia boquetes por doquier, escombros, cacas; pis de gato y olía a gato que apestaba. También en zonas localizadas, había raspas de pescado y sobras de otro tipo de comidas, que ignoraba su contenido.

Tenía entendido, que los gatos eran muy limpios; pero sorprendentemente…estos no lo parecían.

El gato me guio entre toda esa suciedad y basura, hasta una cueva, de la mitad de mi tamaño; entre a cuatro patas y seguí así unos minutos, siguiendo el brillo rosa en la oscuridad. Hasta que llegue a una parte iluminada por un fuego azul, en unas antorchas; que afortunadamente era de mi tamaño, el suelo era de tierra y las paredes de piedra. El techo no se alcanzaba a ver, pero me senté en el suelo a respirar y descansar.

—      Eres como un bebe – protesto el gato, lamiéndose las patas; para limpiarse.

—      Y vosotros sois unos guarros – ya que él me atacaba, le devolvía el ataque.

—      Si…ya no hay humanos, para que ser limpios – me dijo mirándome con frialdad, ante sus palabras; con una mirada que me ponía los pelos de punta.

—      ¿Ya no hay humanos? – pregunte sorprendido

—      ¿Dónde has estado, debajo de una piedra? – pregunto, haciéndose el gracioso; riéndose de una forma que me era un tanto desagradable para el oído.

—      Acabo de aparecer – proteste ante sus palabras

—      Ah eso lo explica todo, los atrae el sonido; humano – me miro como un cazador a su presa.

—      Lo imagine – me mire las manos doloridas, me pareció que tenía las manos lastimadas, pero estaban bien.

—      ¡¿Entonces porque demonios gritaste?! – grita enojado.

—      No… - miro alrededor, esperando que una de esas cosas aparezca.

—      Tranquilo, el sonido de esta cueva atraviesa Cats; entero. No pueden ubicarnos, es imposible. – me explica con paciencia

—      ¿Cats? – pregunto sorprendido

—      Sí, es mi ciudad; yo le pongo el nombre. Ningún humano decide donde vivo. – dice con orgullo

—      Ah entiendo, ¿Cuántos gatos sois? – pregunto, pues antes no conseguí contarlos.

—      Muchos, demasiados para que tu raza; reconquiste la ciudad – dice avisándome

—      Oye, no estamos en guerra; nuestros verdaderos enemigos son esas bestias – digo intentando relajarlo.

—      Ya…supongo, pero tampoco somos amigos; bueno…gracias por lo de antes, supongo que te debo una. – agradece casi sin mirarme, como si le costara mucho; decirlo.

—      Vale, ¿Dónde estabas? – pregunte sabiendo que dejo a su manada sola.

—      Estaba cazando, esa manada que ayudaste; eran mi manada de distracción. – dice con orgullo, por sus tácticas gatunas.

—      ¿Ah, tienes más? – digo con sorpresa

—      Muchos más – ríe y me hace sentir amenazado.

—      Oye, ¿podemos ser amigos? – digo ofreciéndole mi mano

—      No – me da una torta sin garras en mi mano.

—      ¿oye, puedes enseñarme como volver a la superficie? Tengo un amigo que se muere de hambre y… - me interrumpio al instante.

—      Ahora sabes cómo llegar a la puerta grande de nuestra casa, no puedo dejarte marchar – dice sacando sus uñas, como amenaza.

—      No soy una amenaza, os he salvado y me debes una… - le levanto el dedo delante de su cara

—      Mmm…gmmmm…rmmm…vale, te ayudare a salir; pero no vuelvas o te matare con mis propias garras. – amenaza sacándolas.

—      Mmm… ¿y si te trajera comida? – me siento bobo, negociando con un gato; pero no me queda otra.

—      Maldito humano, eres un torpe bebe a mi lado; ya tengo comida – dice lleno de orgullo.

—      ¿pero y si te trajera comida? – volví a preguntar con insistencia.

—      Bueno aceptaría el regalo, si te arrodillas y me lo suplicas – dice riéndose otra vez.

—      No pienso hacer eso – niego con la cabeza

—      Entonces quédate tu sucia comida humana – dice con asco

—      ¿y si te traigo comida de gato? – ofrezco, pensando que quizá le guste.

—      ¿comida de gato? ¿Queda de eso? – dice con los ojos fuera de la órbita, aunque intenta controlarse.

—      Vale, la buscare para ti. – digo ofreciéndome.

—      Bueno, como quieras; nadie te ha pedido nada. Pero si tanto me admiras, vale…te lo permito. – dice sin dejar su lado orgulloso, pero no descartándolo del todo. — calla ya – pide por las buenas.

—      ¿puedo hablar? - pido

—      No – niega con su cabeza

—      ¿puedo preguntar? – pido de nuevo

—      No – vuelve a negar, como si lo estuviera cansando

—      Necesito saber – me quejo

—      Pues aprende solo, no soy tus monjas de la caridad – protesta de mala gana

—      Se dice hermanita de la caridad – le corrijo

—      ¿Quieres ver lo fuerte que araño? – me amenaza con claridad

—      No, no; gracias. – levanto las manos en son de paz.

—      Así me gusta, bien educado - dice metiéndose conmigo

Me rugió fuertemente el estomago

—      ¿Llevas mucho sin comer? – dice al rato, tras un silencio incómodo.

—      No lo sé, no recuerdo nada. – me encojo de hombros.

—      Quizá es mejor así – sonríe, creo.

—      ¿Tan malo es lo que debo recordar? – pregunto, sorprendido.

—      Algo me dice que si – dice mientras su gema brilla un poco más.

—      ¿Sabes más de lo que dices? – pregunto, sabiendo la respuesta

—      Probablemente – contesta con orgullo

—      No es difícil – suspiro agobiado

—      ¿Por? – dice feliz

—      Porque hablas mucho, pero no dices nada. - protesto

—      Eso es bueno, pero no para ti; cállate. – ordeno de nuevo

—      Vale, vale; tranquilo. – levante las manos de nuevo

—      Estare como yo quiera – me miro retándome con su mirada.

—      Vale, lo entiendo. – le mire de reojo, sabiendo que una mirada directa; nos llevaría a confrontar.

Pasamos por muchos pasadizos que se iban iluminando ante nuestro paso, hasta que llegué a unas escaleras, pero preferí no hablar más.

—      Hasta aquí llego, humano; no te será difícil salir. Ten cuidado haya afuera, coge un arma o algo; porque si no estás acabado. – dice más por lastima, que por querer ayudarme.

—      Gracias, supongo. – se relamía, sus garras.

—      De nada, espero no verte más – dice sonriendo, o eso creo; poniéndome los pelos de punta.

—      Espero verte de nuevo. – digo, mientras se va andando hacia detrás.

—      Ja, pesado. ­– dice largándose, metiéndose en la oscuridad y desapareciendo.

Al final no le saque nada en claro al gato, no quiso decirme mucho; solo cosas sin sentido de gatos y, tonterías sobre que no quedan humanos, que son más. Miro las escaleras e intento subirlas, pero de nuevo una barrera azul me repele con suavidad; malditas barreras…niego con la cabeza.

—      Déjame ver, así que necesitas mi ayuda; pídelo y te ayudare. – dijo lamiéndose la pata, como el que no quiere la cosa.

—      ¿No lo ves? – le señalo a la barrera, aunque dudo que pueda hacer nada; al respecto.

—      No, no veo nada. – dice el gato, mirándome como si no estuviera ni yo mismo.

—      Gmmm… ¿me podrías ayudar, por favor? – le hice hasta una pequeña reverencia con recochineo.

—      Vale, pequeño; bebe y torpe humano. El gran gato te ayudara. – pero el si se dio cuenta, paso de mí; y se inflo como un sapo.

—      ¿Gran gato? – me pregunto — me gusta, para ti estará bien. – dice con orgullo

—      Si, gran gato – le sonreí, al ver que se lo tomaba bien, hizo un amago de sonrisa; pero no llego a sonreír, la quito al desviar la mirada.

—      Vale, gran gato; es un principio. – dije sabiendo que ya tenía forma de llamarlo.

Me miro molesto, pero se concentró en la barrera fijamente

—      ¿Qué haces? – le pregunto, queriendo saber qué diablos hacía.

—      Calla, déjame concentrarme bebe – protesta insultándome de nuevo.

—      Vale, gran gato. – le hago otra reverencia.

—      Msch – hace un sonido de molestia.

Volvió su concentración a la barrera

—      Vaya, no funciona – dice riéndose

—      ¿En serio? – lo mire con una ceja levantada.

—      ¡Ja! Que fáciles de engañar sois. – se ríe de mí en mi cara, provocando mi mirada de reproche.

Volvió a concentrarse, su gema brillo con un rosa intenso y le disparo un rayo a la barrera azul. Al principio la barrera parecía resistir como si tal cosa, pero luego fue tiñéndose del rosa; de mi nuevo amigo. Poco a poco el color se volvió violeta, un violeta suave; que parecía mucho más frágil que el azul de antes.

—      ¡Guau! Eso es impresionante, ¿Qué diablos has hecho? – pregunto emocionado.

—      Permitirte, pasar; ahora vete y cuidado…si puedes entrar, ellos también. – me anuncia, sentándose con suavidad.

—      Entiendo, gracias; estamos en paz. – le ofrezco la mano para que la choque, pero pasa de mí.

—      Así lo quería – mira hacia otro lado, ignorando que todavía estoy ahí.

—      Adiós Gran gato – le digo con respeto, con lo que ha hecho; se lo ha ganado.

—      Adiós bebe – pero el me sigue tratando como un inferior.

Subí por las escaleras y me sorprendió ver, una armería romana en perfecto estado; no es que fueran armas modernas…pero algo era algo. Con esto tendría que apañarme por ahora, entre todas las armaduras, vi una armadura de legado; que tenía mi nombre. El escudo de la misma, dos pilum y la gladius dorada. Cogí también un arco y un par de canastas de flechas, uno cruzado de lanzas y una lanza de prínceps.

Estoy listo para salir…voy andando perdido por las alcantarillas, hasta que veo una puerta de madera tras unos escalones de piedra. Pateo la puerta, para salir; porque esta atrancada. Tras varios golpes y crujidos, la puerta se parte desde fuera y clavo la lanza a la altura, de la cabeza.

La saco y el ser, que había enfrente cae al suelo; era uno de los de antes.

—      Funciona – pienso para mí mismo.

Salgo a una casa con una luz violeta, parecida a la barrera de la iglesia; que, al entrar en ella, la luz cesa automáticamente. Dentro de la casa, me sorprende ver; que todo está casi como nuevo. No hay más seres de esos, así que registro sin soltar la lanza, el resto de la casa. Una caja de cereales, una termo cola; un zumo de naranja…un paquete de patatas fritas y una tortilla de patatas recién hecha.

Bastara por ahora, salgo a la calle, que esta desierta, tras coger mi escudo y meter todo en una mochila. Estoy en la plaza por abajo, subo con dificultad por el peso del equipo las escaleras hasta la iglesia e intento entrar, pero soy repelido de nuevo.

Veo al sacerdote, comiendo dentro de la iglesia y me niega con la cabeza.

Lo veo con asombro y me hace el gesto que me vaya, no me sorprende; me quito el casco por si no me reconoce y veo su sonrisa.

—      Yo ya he cumplido, ahora lárgate; cumple tu función. – ordena el sacerdote

—      ¿Va a dejarme aquí fuera? – pregunto sorprendido

—      Es la única manera, de que cumplas tu función; que sobrevivas o mueras dependerá de dios. – Dice fanáticamente.

—      Necesito un sitio donde dormir – pido clemencia por su parte.

—      Eso es fácil búscalo. – dijo cerrando las puertas desde dentro.

Tras de mi apareció uno de esos monstruos y le clave la lanza en la cabeza, sin vacilar.

Un gato estaba sentado a mi lado, lamiéndose las patas; me miro y entro en una casa por la ventana de un solo salto, seguí al gato; tras percatarme que tanto la música como el sonido de batalla había acabado, y me perdí dentro de la casa del obispo; según ponía en un cartel.

Al pasar el gato la luz de la barrera se volvió violeta y al pasar tras él, la luz recupero su fulgor azul tras breves segundos…