Multiorgásmica
Ese día recibí una llamada teléfónica, un hombre me citaba en el cuarto de un hotel.
Multiorgásmica. Era un Viernes, ya había terminado de todas mis tareas, y aguardaba a mi esposo en nuestro hogar, de pronto el teléfono timbró, me apresuré a contestar, del otro lado una voz masculina, terriblemente masculina; hizo que las piernas me temblaran... - Jessica? - Si? - No digas nada, escucha y haz lo que te ordene - Quién llama? - Te espero en el hotel que se encuentra a dos calles de tu casa, ve si quieres saberlo. Y la comunicación se interrumpió, por un momento dudé, pero me coloqué lencería negra, una gabardina de mi esposo y me dirigí al hotel. Al llegar caí en la cuenta de que no tenía la menor idea de cómo encontrar a quien me había llamado, pensé en retirarme, pero algo me impidió a hacerlo, entre y en la recepción un hombre preguntó si yo era Jessica, en cuanto me vio entrar. Asentí, por lo que me dio una llave y me dijo que subiera la escalera para encontrar la habitación 2-16; así lo hice, abrí la puerta y la habitación estaba vacía. Dentro una reproductora de audio encendida, y una nota que ordenaba que ejecutara el play; lo hice y la misma voz estremeció mi cuerpo: - Sabía que vendrías. Quítate la ropa, tan solo conserva la interior, véndate los ojos con una cinta que se encuentra en el buró y siéntate en la cama. Lo increíble no fue esto, sino que inexplicablemente...¡Hice lo que se me ordenaba! Al colocarme en la posición que se me pidió, escuché como la puerta de la habitación se abrió, y se escucharon unos pasos, que se dirigieron hacia a mí, deteniéndose enfrente. En completa obscuridad, sentí unos dedos ávidos, tocándome el cuello, por lo que mi piel se erizó, desde la punta de los dedos hasta donde nunca dá el sol. La misma voz me pidió que no hablara, que me dejará llevar, enseguida este hombre misterioso beso mi cuello, mi pecho, mi vientre... y se detuvo, sentí su aliento tibio en las rodillas, y la sensación era casi insoportable, de tan placentera. Por un momento paró, pero no por mucho tiempo, porque este macho comenzó a quitarme las medias, el liguero y la tanguita con su boca, con una maestría tal que no lo podía creer, despacio, casi sin prisa, haciendo a mi entrepierna inundarse de desesperación y tuve el primer orgasmo. Después me retiró el sostén del mismo modo, besó mis senos, suavemente y después con violencia, con avidez, y su boca experta fue bajando hasta llegar a la suave hendidura, mojadísima y ansiosa, y cuando metió su lengua y comenzó a moverla de un lado a otro y de arriba abajo o en círculos frenéticos, algo en mí se endureció hasta dolerme, y la boca de mi sexo se expandió, como pidiendo ser alimentada, mientras arrojaba ese liquido que fue trofeo de mi amante; ese fue el segundo orgasmo. Le pedí, le imploré que me penetrara, más no lo hizo, siguió masturbándome con la lengua, pero esta vez uno de sus gruesos dedos, dedos de hombre; se dirigió a la estrella de mis nalgas, masajeándo suavemente, hasta lograr relajarlo y por fin penetrar sin provocar más que placer, y al introducir otro de sus dedos en mi vagina tuve una sacudida como nunca antes en mi vida, y ese fue el tercer orgasmo. Siguió, y cuando estaba a punto de desmayar por las sensaciones, se retiró, tardó unos minutos que parecieron eternos, pero enseguida sentí su cuerpo desnudo arrojándose sobre el mío. Su enorme aparato estaba erecto en todo su esplendor, durísimo, como nunca antes sentí pene alguno, casi lamente no poder verlo... ¡Y lo paseo por la entrada a mis entrañas, pero no me penetró! Yo se lo pedía de tal forma, y en tal forma que no sé si grite, o si lo hice demasiado fuerte; pero se retiró, y cuando lo percibí otra vez estaba frente a mi rostro, tratando de insertarlo en mi boca, yo lo acogí en ella, y lo succioné como si de ello dependiera mi vida, sin embargo, su tamaño era tal que pronto sentí entumecida la mandíbula, y lo solté. Pero el efecto que yo buscaba fue inmediato, él se colocó entre mis piernas y por fin se hundió en mí, comenzó a cabalgarme, y en breve sentí una calor inmenso que me invadía, estaba teniendo el cuarto orgasmo. Pensé que no podría más, pero mi hombre giró y quedó de espaldas sobre la cama, esta vez era yo quien lo montaba, y yo lo hacía incesantemente, repegándome a él, tratando de que todo su miembro entrara, hasta alcanzar el tope de mis entrañas, y después de un rato alcancé el quinto orgasmo. Entonces su voz entrecortada, agitada, me indicó que estaba a punto de llegar al clímax, y sentí como su ardiente lava laceraba mis paredes mientras mi interior lo aprisionaba, y succionaba, imitando la boca de un pez que se convulsiona al salir del agua, en ese momento los orgasmos fueron incontables por que se sucedieron aun después de que retirara su miembro de mí. Por un momento quedé desfallecida, pero al sentir que la cinta era retirada de mis ojos, reaccioné... fue entonces que vi, mirándome fijamente y lleno de amor y placer; el rostro de mi esposo, aún congestionado, y volví a escuchar su voz: - Te amo, señora hermosa...