Mujer contra mujer en Santa Cruz
En un viaje, insatisfecha tras dos encuentros, decidí probar con otra mujer. Ella era mayor que yo, muy fina y elegante.
Viajé por trabajo a la ciudad de Santa Cruz (Bolivia), por una semana (lunes a sábado). Cuando se presentan este tipo de viajes, dada mi relación con mi esposo, tengo la libertad de tener aventuras, preferible con conocidos previamente, por tema de seguridad. Al llegar, el trabajo me absorbió y a pesar de que el clima tropical me pone muy erótica, la primera noche estaba agotada y no llame a nadie ni busqué nada más que darme un baño de espuma, y desnudarme para mi esposo por Whatsapp por unos 15 minutos.
En la mañana del martes, bajé a desayunar al restaurant del hotel y estaba semi vacío. En una mesa estaba una mujer en la que reparé de inmediato, tenía algo especial. Era mayor que yo, muy pero muy elegante, alta delgada, muy delicada, a mí me gustan los sombreros y ella tenía uno espectacular, de alas grandes, toda de blanco. Intercambiamos sonrisas, "buenos días", "provecho", y listo. Simplemente se me pasó por la cabeza que me gustaría ser como ella a su edad (unos 45 a 50).
Ese día martes en la tarde empecé a sentir un fuerte deseo sexual. Había sido piropeada por varios hombres en la calle e incluso en las reuniones que sostuve. Obviamente no dejé que nadie se sobrepase. Pero se me encendió el deseo. Mandé unos mensajes a un amigo que había conocido en La Paz, y que ahora residía con su esposa en Santa Cruz. Accedió a vernos y nos fuimos para mi hotel, llegamos como a las 19.00 y mientras jugábamos en los pasillos me topé con la mujer que había visto en la mañana, sonrió con complicidad, y se fue al ascensor, estábamos en el mismo piso. Follé con mi amigo hasta las 22 en que se fue para su casa. Pese a la intensidad del encuentro sentía que algo faltaba, ya que él dominó el encuentro con una pasión muy encendida y yo no terminaba de conocerlo así que estaba medio cohibida.
Día miércoles de nuevo a desayunar, ella otra vez en su mesa; pero se notaba que yo estaba diferente, me vestí con más agresividad, también toda de blanco, yo no uso sostén nunca, así que mis pezones erectos se notaban a la distancia. Lo hice intencional, quería ser deseada por hombres, y ya estaba pensando qué haría en esa noche. Esta vez en el desayuno ella se acercó, era argentina, de Buenos Aires, Universidad Di Tella, me preguntó si estaba por trabajo, le dije que sí, me dijo su nombre (Silvia) y que estaba también por trabajo, aunque en un campo totalmente diferente al mío. Ambas comíamos muy poco, y todo vegetal, reímos por eso, y allí ella aprovechó para decirme sobre la noche anterior, y me dijo si era una aventura o una relación firme, le dije que aventura, sin entrar en mucho detalle del tipo de relación liberal que tengo con mi esposo. No me gusta estar diciendo a todos sobre mi vida sexual. Así que solamente le dije que era una relación casual, aunque estable.
Estuvimos como 30 minutos charlando, compartimos el taxi, ella se quedó por el centro, yo tenía que ir de nuevo a la zona industrial. Y como decía, tanto el vestido como el color y los pezones evidentes, fue intencional.
En el trabajo, mi contraparte (Ramón) me hizo un abordaje que me hizo sentir muy deseada. Quiso incluso darme un beso, y no me dejé, aunque rocé sus labios un poco, le dije que el placer y el trabajo no debieran ir de la mano. Toda la tarde me hizo atenciones, pero también me miraban los otros, y yo sentía tener todo bajo control (sexual). Al terminar el trabajo, Ramón me ofreció llevarme al hotel y acepté. En el trayecto me propuso ir a otro lado y le dije que estaba cansada, que podríamos ir a un lugar cercano al hotel y volver antes de las 22 porque estaba agotada. Fuimos para el hotel, otra vez tipo 19, no lo dejé subir, y lo dejé esperando en el lobby. Dejé las cosas de trabajo, me maquillé para noche, me puse más perfume, pero mantuve el blanco y los pezones expuestos. Quería calentarlo y ver qué pasaba después. Al salir, 30 minutos después, él se levantó, me hizo dar una vuelta y me dijo con cinismo que la vista era hermosa. Mientras eso hacíamos en el lobby, Silvia entró sola al hotel y abrió los ojos viéndome salir con otro hombre. Intercambiamos un saludo más cálido, y le dije que nos viéramos mañana a desayunar.
Nos fuimos a Hard Rock Café, en Ventura. Tomamos mucho, yo tomaba bebidas suaves, con mucho azúcar, él en cambio solo whiskys. Nos pusimos a bailar al escuchar una de Bee Gees pese a que nadie baila allí, y me propuso ir a otro lado (un motel), le dije que no, que se estaba confundiendo. A las 22, según lo acordado le pedí llevarme al hotel. Esta vez, él no me dejó en el lobby, me acompañó hasta mi habitación y cuando quiso cruzar la puerta le dije que no, que estaba muy cansada, me puso contra la puerta y me besó el cuello, tratando de llegar a mis tetas, le dije que no, le devolví el beso, con lengua, sus manos me recorrieron torpemente, zafé y le dije buenas noches.
La mañana siguiente (jueves), directamente nos sentamos en la misma mesa Silvia y yo. Yo estaba frustrada ya que Ramón a pesar de su torpeza me había dejado con ganas de sexo, y esta vez estaba con ganas locas de follar. Opté por un vestido que combinaba verde y negro. Muy apretado, que esta vez mostraba mis piernas de manera generosa. Le dije a mi esposo por mensaje que en la noche si o si, quería estar con alguien. Yo sabía a quién llamar. Sin embargo, en el desayuno, Silvia se vino exuberante. Toda de negro (mi color favorito); nada de transparencias; con unas piernas también bien expuestas, y un sombrero de ala ancha otra vez, negro con puntos blancos, haciendo perfecta armonía. Sus labios muy rojos, y maquillada a la perfección a pesar del clima. Me dijo, que en la tarde era su exposición (ella estaba en un seminario y era conferencista). Ella fue directa al grano, ¿"sos puta vos?" me preguntó. Yo me reí. Y ella me explicó que martes me vio con uno entrando a mi habitación y miércoles con otro. Me lo preguntó como una amiga pregunta a otra, sin saña, sin mala intención. Le expliqué de mi adicción, de la relación con mi esposo, que no me consideraba a mí misma una puta, aunque me gusta mucho que otra mujer me lo diga. También le dije en confianza lo que haría en la noche, que me vería con Héctor y esta vez sometida a sus reglas. Ella me contó que también era casada, nada de liberal ni nada, que, si bien tuvo algunos deslices, fue 10 años atrás y que daría alcance a su esposo en México el día domingo. Compartimos otra vez taxi y ambas nos quedamos en el centro. Yo tenía una reunión con gente de banca y estaba totalmente indiferente a cualquier piropo porque ya tenía planeada mi noche sexual.
Con Héctor quedamos vernos a almorzar a mediodía. Soltero, 38 años. De Santa Cruz. Amigo íntimo de mi esposo. Lo había conocido 3 años antes cuando mi esposo me ató y me vendó los ojos. Lo hacía siempre. Me decía qué diría si fuera otro quien me penetrara, y yo me asustaba, ya que él hacía ruidos y movimientos como si otro entrara en la habitación, me penetraba de manera diferente, me mordía o besaba de manera diferente, y yo me molestaba, me quitaba la venda, y era mi mismo esposo. Muchas veces jugamos así. Hasta que finalmente, con Héctor realmente fui penetrada. Recuerdo muy bien porque esta vez me di cuenta casi de inmediato que era otro quien me besaba y penetraba. Su pene era enorme y a pesar de darme cuenta, no dije nada, su cuerpo era más fornido y con más vello que mi esposo, así que yo abría mis labios para rozar su pecho velludo. Simulé sorpresa cuando me quitaron la venda de los ojos. Y Héctor se volvió uno de mis habituales acompañantes. Cuando él viene por La Paz me folla, cuando voy por Santa Cruz lo llamo, así de simple. Así que en el almuerzo me preguntó qué quería para la noche, y le dije que un trío. Que fue una semana en la que había follado sólo 1 día, cuando mi costumbre es mínimo una vez al día teniendo a mi esposo cerca. Le dije que me traiga alguien joven, muy corpulento, muy bello, que sea de confianza, y que nos veríamos a las 20.
Del trabajo salí a las 17. Me fui derecho para el hotel. No vi a Silvia ni al entrar ni al salir a las 20. Me perfumé el cuerpo, me puse un pantalón negro muy apretado, caro y lujoso. Una blusa blanca con escote. Ya estaba húmeda de sólo pensar en lo que tendría. Héctor me recogió con su amigo, un chiquillo (Luis Carlos) de 21 años de 1.95m estudiante de la UPSA. Nos fuimos en el auto de Héctor a un bar en la Av. Monseñor Ribero. Yo me pedí tequila, que tiene un efecto fuertemente sexual en mí. En pleno bar le pedí a Luis Carlos que me bese, el me besó tiernamente en los labios, yo le exigí más fuerte. No estaba nervioso, pero parecía enamorado, y eso me halagó. Héctor nos llevó a su casa en Equipetrol, y me pidió que me desnude pero que me quede con los tacones. Fui complaciente en todo. Quería sexo y quería mucho. Héctor se puso en el rol de mi esposo, se atrincheró en una silla y vio como parada aún, Luis Carlos me penetraba desde atrás en la sala de su casa. El miembro de Luis Carlos era aceptable, yo esperaba más de esos 1.95 metros de altura pero me llenó toda. Sentí cómo se venía dentro de mi vagina y eso me gusta mucho, muchos salen antes de eyacular, a este no le dio el tiempo. Me alzó, me recostó en un sofá y me siguió dando aunque sentía cómo su pene iba perdiendo dureza tras la eyaculación. Le dije a Héctor que me diera duro, que le de una lección al joven amigo, y él me abrió las piernas y aun con el pantalón puesto me penetró con su maravilloso pene. Mientras, Luis Carlos me besaba las tetas, y tuve mi primer orgasmo. Me dieron hasta las 23 horas y les dije, tras 5 orgasmos, que ya era hora de volver. Estaba realmente complacida. Héctor vio que Luis Carlos me había dejado unos chupones en mi espalda, y le dije que no me importa, extraño en mí que no dejo que me dejen huellas. Me dejaron en el lobby y pesar de haber tenido sexo realmente bueno, estaba aún con ganas de más. Me fui al bar del hotel y me pedí un "sex on the beach", sentía cómo salía semen de los muchachos de mi ano, me sentía con olor a hombre, mi cabello alborotado, y Silvia me toca mi hombro desnudo y me dice, "tienes una marca en tu cuello". Ella estaba con varias amigas en una mesa, y se acercó a la barra al verme entrar. Me preguntó cómo me había ido, le dije que muy bien (y en la oreja) le dije, "pero quiero más". Ella se rio, me dio un beso en la mejilla y me dijo que descanse, que debía volver a su mesa. Le sonreí y le dije, que la vería al desayuno.
Al día siguiente nos vimos a la misma hora en el restaurante del hotel. Silvia me contó que eran amigas bolivianas que fueron sus compañeras en la Di Tella, todas andaban entre sus 45 y 50. Yo le conté de mi trío. Para ambas ese viernes era el último día de trabajo. Ella tenía que seguir hacia México el día sábado en la noche y yo debía embarcar a La Paz a las 17 del día sábado. A pesar de que esa mañana ella no estaba tan elegante como los 3 días previos, la miré con lascivia, me la imaginé follando con mi esposo, con Héctor o con Luis Carlos, me decía que cualquiera de ellos hubiera alucinado follándola. Así que de manera casi espontánea le dije qué tal si la noche del viernes nos reservamos para nosotras, irnos a una disco, festejar la buena semana, dejar el trabajo. Ella aceptó entusiasmada. Era una salida inocente de dos amigas. Yo lo tomé así. Ella lo tomó así. Quedamos en vernos a las 20.
El trabajo terminó al mediodía. Mi objetivo de acercar al vendedor y comprador de una empresa soyera terminó con éxito. Se cerró el precio a las 10 de la mañana. Para las 11 todo estaba concluido. Quedamos en ir a almorzar todos, me llevaron a un lugar de carnes y me incomodé porque soy vegetariana, así que comí una ensalada simple. Los halagos a mi cuerpo y mi habilidad para haber concluido el negocio no cesaban. Y finalmente a las 15 nos desbandamos. Don Raúl (de unos 65 años), el flamante dueño de la empresa me llevó al hotel, me preguntó cuáles eran mis planes, le dije que en la tarde estaría en la piscina hasta las 18 y de ahí me iría a comprar algo de ropa ya que a las 20 tenía un compromiso. No le dije que era una simple salida de amigas, le di a entender que era con un hombre. Me miró de reojo porque él es muy amigo de mi esposo, y no sabe nada de mis apetencias sexuales. Sin embargo, parece que algo lo movió con mi declaración. Me dejó en el lobby, me dio un respetuoso abrazo y un beso en la mejilla.
Subí para la habitación. Me desnudé. Me vi en el espejo buscando las huellas que me habían dejado Héctor y Luis Carlos, sonreí al verlas. Me puse una crema relajante en mi ano, lo tenía un poco dolorido por la noche anterior. Me toqué los senos, y decidí irme a la piscina. Me puse un bikini verde mostaza y me fui para la piscina. Me pedí una limonada y estuve allí. Había poca gente, así que me fue fácil divisar a Don Raúl sentado solo en una mesa con sombrilla tomando un whisky. Me hizo una señal de "salud" a lo lejos. No paraba de mirarme. Finalmente se acercó y me dijo que era un placer sin límite verme que por favor no me moleste por ello. Le dije que no había problema, "usted me halaga" le dije. Así que estuve unos 30 minutos más entrando y saliendo de la piscina sabiendo que él me miraba con una erección evidente. Decidí calentarlo al extremo. Me eché boca abajo dejando mi cola expuesta a su mirada.
Raúl se acercó al lado mío y me dijo si aceptaría un trago, le dije que no, que estaba a punto de irme. Como él sabía que no pasaría nada y yo sabía que no me animaría a nada, decidió ser atrevido sin llegar a ser maleducado, y me dijo, si por favor, pudiera sacarme unas fotos para tener recuerdo mío. Ahí aproveché para calentarlo aún más, y le dije que con mucho gusto, pero que por favor sea adentro, porque el sol estaba muy fuerte. Y nos fuimos para mi suite.
Allí posé como lo hago para mi esposo o mis amigos sexuales. Levantando la colita, abriendo la boca, mirando al horizonte. Raúl me sacó fotos de todos los ángulos. Me preguntó tímidamente si podía abrir mis piernas, el dije sorprendida "Don Raúl!!!" y me dijo que no entendiera mal, que sólo era una travesura; le dije que okey, y abrí las piernas sonriendo. Se arrodilló para sacar la foto más cerca y en un momento su rostro estaba tan cerca de mi vagina que llegue a sentir su respiración agitada entre mis piernas. Me debió sacar como 50 fotos. Ya mojada de deseo, y él erecto sin ningún tipo de reparo, le dije que ya debía irme. Me dijo, "niña eres una diosa", y me dio en beso en los hombros y en la mejilla puesto que esquivé que su beso llegue a mis labios. Pese a que lo vi en estos meses, jamás hablamos del hecho, además que siempre evito topármelo a solas de nuevo, no sé por qué, tal vez porque me apetecen mucho los mayores y este no era la excepción.
A las 20 me vi con Silvia. A pesar de que me considero una mujer elegante, no me esmeré mucho para esa salida. Un enterizo de jean muy apretado, con cierre en el escote. Una boina morada Benetton y tacos altos blancos. Ella se vino muy diferente a sus looks exuberantes de los días de su seminario; se vino con vestido negro, con los hombros expuestos, y bastante corto. El pelo recogido, y mucho maquillaje. Ambas nos sorprendimos cuán diferentes que estábamos, le dije que vayamos al bar para planear donde ir. El bar del hotel estaba semi vacío, y casi por instinto pedí mi tequila, costumbre que heredé de mi estadía en el Colegio de México en los noventas.
Ella se pidió un vodka y a ambas antes de las 22 ya se nos había subido a la cabeza los tragos tan tempraneros. Para ese momento ya nos habíamos contado lo más esencial de nuestras vidas sexuales; las infidelidades de su esposo, las inconclusas aventuras que ella había tenido; del amante casado que la follaba 2 veces al año; de mi adicción al sexo, de mis aventuras; y le dije que nos vayamos a bailar a una disco, como si tuviéramos 20 años. Le preguntamos al barman cuál es la mejor discoteca cerca a nuestro hotel y nos mencionó a Maroon.
La disco era muy grande. Música tecno ordinaria. Y nosotras seguimos con los tragos. Ella otro vodka y yo otro tequila. Le dije que tenía otra vez ganas de sexo, que Don Raúl sin darse cuenta me había dejado mojada, Que me daba vergüenza llamar a Héctor de nuevo, y ella me dijo que tenía ganas de sexo, que le había contagiado el deseo. Que se había sentido deseada toda la semana por hombres atractivos pero ella no había dado lugar a ningún acercamiento. Le propuse portarnos como putas. Le dije, nos llevaremos de aquí un hombre cada una. Nos echaremos una cana al aire. Ella entusiasmada aceptó. Salimos a la pista y empezamos a bailar. A pesar de que Santa Cruz creció mucho sigue siendo un pueblo. Muchos se nos apartaron y se fueron a bailar más lejos. Dos amigos muy jóvenes se interpusieron entre nosotras y se pusieron a bailar junto a nosotras. Ella me hizo un guiño dando a entender que sean ellos los afortunados. Y empecé a hablar. Nos llevaron a su mesa. Charlamos, reímos, bebimos, y antes de procesar lo que pasaba, vi que Silvia se besaba en la boca con uno de ellos. Mi compañero me tomó de la mano, y yo no alejé mi mano, 30 minutos más tarde ya frotaba su mano en mi pierna.
Para la 1 am, vi que el compañero de Silvia tenía sus manos en todas partes de ella que sin ningún pudor respondía a sus caricias incluso gimiendo. Eso me hizo calentar mucho, y no dudé en aceptar a mi ocasional acompañante irnos al baño. Entramos al baño de mujeres a escondidas, mi regla con desconocidos es hacer todo, menos penetración. Al llegar al baño, me bajó el cierre del enterizo y besó mis tetas; a su vez, yo le bajé el pantalón y le hice un largo oral; luego con mucha dificultad me bajé el enterizo y él me besó la vagina desde atrás, yo agachada ofreciendo mi cola a su boca; tuve un orgasmo muy fuerte; y me dejé penetrar por el ano, sus embestidas eran fuertes y eso me gustaba; ya me venía por segunda vez y Silvia me tocó la puerta y me dijo que por fin me encontraba. Salí del baño, le dije a mi compañero que vaya a la mesa que ya lo alcanzaba, Silvia me miró incrédula, "te lo follaste???" me preguntó, y le dije que claro, que esa era la idea. Ella no se contuvo, me introdujo de la mano al baño de nuevo, y allí nos dimos un beso largo y profundo. Mi boca aún con olor a hombre, y ella que buscaba mi lengua desesperada. Le bajé la bombachita pequeña que ella tenía y mis dedos jugaron con sus labios que botaban líquido a chorros. Le dije, "vámonos, dejemos a estos pinches bueyes, vámonos para el hotel" y brillaron sus ojos; de la mano, salimos del baño, yo dejé 100 dólares a los muchachos para que paguen la cuenta y salimos volando, rumbo al hotel. En el taxi nos besábamos al punto que el taxista nos dijo "señoritas por favor!!!", lo miramos sonrientes y seguimos probándonos.
Llegamos al hotel como a las 3, y decidimos ir a mi habitación y allí nos besamos aún vestidas. Ella me dijo que quería mis tetas, que había tenido fantasías con ellas. Me saqué el enterizo, y se las ofrecí. Las besó como si fuera un semental experto. Al punto que me hizo lanzar gemidos y reclamaba por una penetración. Nos reímos mucho porque ni ella ni yo llevábamos ningún tipo de juguete sexual. Me puse de a 4, levanté mi cola lo más que pude y ella depositó sus labios en mi vulva; abrió con sus dedos mi vagina e introdujo profundamente su lengua; le siguieron los dedos y en determinado momento su mano entera estaba dentro mío. Sentía sus dedos jugar dentro de mi vagina, todos ellos. Los cinco.
Yo no soy nada experta en mujeres. En los tríos que tuve con mujeres, nuestros contactos eran muy tímidos, así que ahora no sabía qué hacer a Silvia y dejé los sentidos actuar.
Me costó adoptar una posición dominante. Silvia, aún con el vestido negro puesto, pero sin bombacha, abrió las piernas y vi que tenía un pubis muy bien depilado, con depilación permanente. Me sorprendió para alguien de tan poca actividad sexual. Y le hice un oral como le hago a los hombres, lamí sus labios, jugué con mi mano en su pequeño clítoris, puse mis dedos en su ano, sin penetrar, solamente rozar con mis yemas su orificio, hasta que ella dijo, "entrá" en su acento porteño. Y mis dedos entraban y salían de ese ano que era evidente no había tenido acción; era su primer anal a pesar de sus 45 años, y su primer orgasmo anal llegó y sentí cómo sus paredes se contraían con fuerza aplastando los tres dedos que había introducido allí.
Y no fue cualquier orgasmo. Ella gritó con un aullido agudo in crescendo y levantó las rodillas y me hundió las uñas en mi espalda, que ya estaba marcada por los besos de Luis Carlos. Ni modo, me dije. No sé qué explicaré a mi esposo.
Tras el orgasmo espectacular que tuvo, Silvia se agazapó en mi pecho, jugaba con mis pezones, a veces con la boca, a veces con sus finos dedos. Volví a ponerme de a 4 y le dije, esta vez no pares, y otra vez sus 5 dedos dentro de mi vagina esta vez me hicieron explotar. Mientras gemía ella muy maternalmente me besaba la espalda al punto que me vino un "llanto de Venus", un chorro de líquido que le llaman la eyaculación femenina, pero que fue más abundante que cualquier otro que había tenido. El último lo había tenido unos 10 años antes en manos de un jovencito en Miami.
Pasamos largo minutos besándonos en los labios, recorrí su cuerpo preguntando constantemente cómo hacía para mantenerlo tan bien; ella sonreía y vi el brillo del amor, aunque sea por horas, en sus ojos. Luego, sentí que empezaba a gemir de nuevo y procedí a penetrarla. Mi delgada mano, entera pudo entrar en ella, y mi orgullo se hizo grande cuando ella se venía esta vez por el estímulo en su vagina. Nuestros juegos siguieron toda la noche. A las 7 de la mañana más o menos ella estaba recostada desnuda y abrió los ojos apenas y me dijo que durmamos. Me acurruqué a su lado y me dormí. Abrí los ojos a eso de las 11; y empezó la histeria de hacer las compras, hacer el check out; ir para el aeropuerto que nuestra despedida fue rápida pero romántica. Ella me acompañó hasta Viru VIru, nos dimos un beso en la boca, “never mind the bolloks” me dije. La magia terminó allí. Seguimos en contacto, pero ya somos otra vez ella y yo, ambas casadas y con sus vidas. Fui a Buenos Aires varias veces, y no pasó nada, salimos a almorzar, nos contamos nuestros secretos, pero ya no nos miramos a los ojos con deseo. Voy a Santa Cruz por trabajo unas 10 veces al año. Pero decidí alojarme en otro hotel, casi por instinto. Un día la llamé cuando estaba siendo penetrada por el joven asistente de Don Raúl, él le hizo un saludo y ella sonriendo me dijo que era una pícara. Pero hoy, dos años después, no volvió esa magia.