Mujer con zapatos de tacón

Así que me levanté de la cama y me acerqué a ella colocándome a su espalda. Acaricié sus nalgas suaves y me arrodillé frente a ellas

MUJER CON ZAPATOS DE TACÓN.

Siempre tuve una fantasía en mi cabeza, pero no sabía como ni con quien llevarla a cabo hasta que la encontré a ella. Ella era una mujer especial. De intensos ojos azules, piel blanca como la leche, unos gruesos y sensuales labios, pelo rizado y sobre todo una personalidad arrolladora, tierna, sincera, simpática y cariñosa. La conocí una tarde de verano, casi por casualidad. Yo iba algo distraído, mirando unos papeles y repentinamente tropecé con aquella belleza.

Perdón – Dijimos ambos tras el susto inicial.

Vaya, lo siento, iba distraído. – Añadí yo mirando aquellos hermosos ojos.

Yo también iba distraída, no te preocupes. – Agregó con la voz más dulce y sensual que jamás hubiera oído. Así que, desde ese primer instante, me quedé prendado de ella.

¿Puedo invitarte a algo para resarcirte del tropezón? – Le pregunté tratando de lograr una oportunidad para no dejar aquello en un simple y breve encuentro.

Tengo un poco de prisa. – Objetó la muchacha.

Venga, sólo un rápido café en ese bar de ahí enfrente. – Le indiqué.

Venga, vale, pero rápido. – Aceptó ella.

Tomamos un café mientras hablábamos el uno del otro, hasta que ella tuvo que irse, y en ese instante le pedí su teléfono. No quería dejarla escapar, necesitaba conocerla más y...

Aquella misma noche la llamé y quedamos en vernos al día siguiente por la tarde. Fue una tarde maravillosa en la que nos conocimos un poco más y pude robarle un sincero beso de amor.

Así poco a poco nuestra relación fue intensificándose hasta convertirse en una estable relación de amor. Con frecuencia cuando estabamos a solas en la cama, tras haber hecho el amor, hablábamos de nuestras fantasías y un día le conté la mía, le conté mi deseo de hacer el amor con una mujer de largas y torneadas piernas coronadas por unos preciosos zapatos de tacón alto.

¿Esa es tu fantasía? Pensé que sería algo más difícil de hacer.

No, es que yo soy así de simple.

Pues tampoco es tan difícil de realizar. ¿Por qué no lo has intentado? – Me preguntó.

Supongo que porque aún no he encontrado a la mujer adecuada.

Quizás la hayas encontrado. – Me dijo, levantándose de la cama y acercándose al armario que había enfrente.

La observé desnuda, estaba bellísima. Tenía esas piernas lindas y torneadas que yo deseaba para realizar mi fantasía, y aunque no las tuviera, era la mujer perfecta para hacerla realidad, pero no pensé que ella en aquel momento estuviera pensando en lo mismo que yo, hasta que vi que sacaba su zapatos negros de tacón. Se puso en pie, se los puso y girando la cabeza hacía mí me preguntó:

¿Esto es lo que quieres?

La miré de arriba abajo, y sobretodo, observé sus piernas y sus pies enfundados en aquellos zapatos y mi verga se puso en pie de guerra en menos de un minuto.

¡Sí, eso es! – Exclamé feliz.

Tenía ante mí el sueño de mi vida, una mujer con zapatos de tacón.

Pues ya puedes hacer realidad esa fantasía.- Me dijo con voz insinuante acariciándose el culo con lascivia.

Así que me levanté de la cama y me acerqué a ella colocándome a su espalda. Acaricié sus nalgas suaves y me arrodillé frente a ellas. Las besé y acaricié sus piernas desde los tobillos hasta los muslos. Mi sexo estaba a mil, la deseaba más de lo que jamás antes la había deseado.

Gisela abrió las piernas y busqué su sexo con mi mano. Estaba húmeda, lo que me excitó aún más. Pensaba que no podría controlarme, porque aquella visión me excitaba demasiado. Verla allí, expuesta y dispuesta sólo para mí, con las piernas abiertas y aquellos zapatos negros de tacón, era mi sueño hecho realidad. ¿Qué más podía pedir?. Así que me aventuré a meter mi lengua entre aquellas hermosas piernas, busqué su erecto clítoris y empecé a lamerlo suavemente. Gisela empezó a gemir al sentir como mis dientes lo mordisqueaban y mi lengua lo acariciaba. Viajé desde su clítoris hasta su vulva y penetré en aquella cueva. Un pequeño espasmo de placer la hizo temblar y mi erecta vara aún se irguió más. Deseaba ponerme en pie, y penetrarla. Pero no, aún no era el momento, también ella tenía derecho a su parcela de placer. Yo seguía lamiendo, moviendo mi lengua por aquel sexo femenino, mientras ella movía sus caderas y gemía extasiada. Moví mi lengua hasta sus nalgas, las lamí y luego mordí una de ellas. Gisela volvió a convulsionarse. Me puse en pie y pegué mi cuerpo al suyo, alojando mi sexo entre sus piernas y restregándolo por su humedad, mientras acariciaba sus senos, suaves y pequeños.

¡Vamos métemela ya! – Me suplicó excitada.

Así que no la hice esperar más, guié mi verga hasta su húmedo agujero y despacio la penetré. Cuando nuestros cuerpos estuvieron unidos por fin, ella se apoyó sobre el armario y yo abrazándola por la cintura, empecé a moverme tratando de meter y sacar mi sexo de aquel cálido refugio. Besé su hombro y miré hacía abajo. Me excitaba ver aquel cuerpo de mujer completamente desnudo, vestido sólo con aquellos zapatos. Empecé a empujar más fuerte y ella también empujaba hacía mí. Un cúmulo de sensaciones se agolpaba en mi sexo. Su cuerpo pegado al mío, su culo empujando en mi pelvis, su respiración entrecortada y jadeante; señal de que estaba disfrutando, era mi sueño hecho realidad.

Deslicé una de mis manos hasta su clítoris y empecé a masajearlo. Los gritos de placer de Gisela eran cada vez más fuertes e intensos, sentía las paredes de su vagina estrujando mi sexo cada vez más robustamente.

Acerqué mis labios a su oído y le susurré:

Estás preciosa, nena, no sabes como me tienes.

Gisela empujó hacía mí, mi verga entró aún más profundamente en ella y sentí como mis huevos chocaban contra sus labios vaginales, sabía que en cualquier momento me iba a correr, pero quería aguantar hasta que lo hiciera ella. Aceleré mis movimientos y las caricias sobre su clítoris y no tardó mucho en empezar a convulsionarse y empujar hacía mí sin parar, presa de su orgasmo. Di un par de fuertes empujones más y también yo me corrí sintiendo como mi semen la llenaba. Cuando terminamos de convulsionarnos, la abracé y la arrastré conmigo hasta la cama. Se giró hacía mí y nos abrazamos.

¡Buf, ha sido increíble! – Exclamé.

Sí, también para mí lo ha sido.

Ahora te toca a ti contarme tu fantasía para ver si podemos hacerla realidad.

Vale, pero otro día, ahora tengo hambre ¿Vamos a desayunar?.

Vale.

Ella se levantó de la cama y vi como se alejaba por el pasillo en dirección hacía la cocina. Otro día sería su turno para hacer realidad su fantasía...

Erotikakarenc (del grupo de autores de TR y autora TR de TR)

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