Mujer amada en familia. La tía Rosita 5

Rosita sabe hacer felices a todos los hombres de su familia al tiempo que disfruta de coger con ellos.

Mujer amada en familia. La tía Rosita 5

ROSA.

Rosa no podía evitar besar y lamer el ancho pecho de su sobrino. Era algo que le fascinaba, le hacía sentirse una maga, una diosa. ¡Leonardo era tan hermoso! Y ¡ tan joven!. Apenas cumplidos los veinte un cuerpo de deportista, de nadador, de surfero, bronceado, musculoso, con un rostro de galán, pensó que se parecía a su marido, del que se había enamorado por guapo en cuando le conoció. Le gustaba su piel suave, todo el cuerpo depilado menos el negro matojo de vello púbico, y allí la polla enorme que se levantaba orgullosa, erguida, una declaración del deseo de su hombría. Rosa mordió el pezón izquierdo, justo sobre el corazón, le divirtió su pensamiento: se parecía a su marido mejorado con un cuerpazo de atleta y sobre todo con un pedazo de verga enorme, majestuosa, que debía haber heredado de su padre pero que los genes habían mejorado convirtiéndola en un falo perfecto.

  • Tía, ¿ sabes que te quiero? ¿ qué siempre te he querido?

  • Lo he descubierto ahora y me haces muy feliz, la mujer más feliz del mundo- respondió besándole al principio mimosa, y sin pausa, haciendo el beso más y más apasionado.- Yo también te quiero.

Tras el largo beso, su mano agarró la pija por la base , la tenía empuñada, y comenzó un largo y lento recorrido desde los labios de Leonardo hacia el miembro erguido. Iba besando y lamiendo, sin soltar la verga. Su sobrino le agarró del cabello, tiró hacia arriba par poder ver el rostro de la mujer amada, que disfrutaba del sabor del joven. Llegó a su objetivo, y recorrió la carne dura de la polla con la punta de la lengua dejando un reguero de saliva que cubría toda el arma. Dio un piquito al capullo dejando que el sabor del líquido preseminal le invadiera.

-¡ Tómame! ...¡ hazme tuya!- le dijo mirándole entregada, disfrutando de la plenitud de su feminidad, con un amor que le llenaba.

Su sobrino no se hizo esperar. Se levantó, Rosa se giró en el amplio lecho y colocó las almohadas bajos sus nalgas para estar más asequible a Leonardo que le acarició con mimo los pechos donde los pezones duros querían reventar de placer. La mujer abrió las piernas, Leonardo no necesitó apenas tantear para encontrar con el cipote la puerta de la entrada al sexo empapado de su tía, metió la cabezota y empezó a empujar para llenarla.

  • Te amo...te amo...te amo...- repitió el hombre mientras iba poseyendo a la mujer que comenzó a gemir plena de picha y de dicha.

A Rosa le encantaba cómo la cogía. Su sobrino perdía el control y se convertía en una bestia en celo que la poseía en un nivel donde ella notaba que el joven entraba en una nirvana, en un estado de éxtasis que a ella le envolvía haciendo que se sintiera una diosa de la lujuria. Y era ese ardor místico de Leonardo el que hizo que ella alcanzara el orgasmo, pese a que la primera corrida fue rápida. Luego con la enorme polla dentro, dura pese a la descarga de semen, se besaron y Rosa recorrió con sus finos dedos la espalda de su amante, llegó a las nalgas, y fue deleitándose en la dureza de la carne del deportista, del macho que al sentir la caricia , comenzó de nuevo a embestir.

  • Mi hombre- dijo al tiempo que le daba un par de azotes en el culo.

Fue como lanzar a un caballo a la carrera, una vez y otra empujaba poseído por la más maravillosa y loca de las pasiones. Esta vez duró más la batalla y Rosa se vino dos veces de una forma que ella pensaba no podía ocurrir.

Volvieron a besarse, él sacó la polla de su funda vaginal, se quedaron abrazados.

  • En unas horas llega tu tío. Y tú has quedado con Julieta. Habrá que ducharse.

La mujer se levantó de un salto del lecho. Movió la cabeza haciendo que la melena jugara en el aire.

  • Pensaré en vos …

  • Cuando cojas con tu novia y yo en mi tigre cuando lo haga con mi marido.

  • Soy tan feliz.

  • Y yo.

LEONARDO.

Cuando pensaba cómo comenzó el romance de su vida con la mujer que siempre había deseado, su tía Rosa, se daba cuenta que solo una casualidad había hecho posible que aquel mundo de alegría y placer estallara.

Había vuelto tarde de cenar y coger con Julieta, su novia, la linda muñequita que decía su padre. Un polvo rápido, de compromiso y sacarse la leche acumulada durante el día. Día en el que le había tocado estar mucho tiempo con su tía Rosita en la playa, y allí ella con su cuerpo lujurioso, explosivo, cubierto con un bikini negro que le realzaba más las tetas turgentes, las nalgas bien paradas y las patas largas de yegua, como la habían definido antes de conocerla hace diez años, le había tenido caliente con solo verla, y encima, cariñosa, le tocaba , le hacía caricias que podían ser inocentes pero que le excitaban. Como siempre el coger con su novia era un placer y un consuelo.

Llegó tarde a casa de sus abuelos donde vivía en el piso alto de la guardilla. Allí tenía su estudio. Le venía bien, tenía independencia y cuidaba de sus abuelos, que ya no eran unos niños. En el largo verano, allí también vivían su tío Rafael, sus dos primas y su tía Rosita. Era una casa grande, el andar junto a la mujer de sus sueños le hacía, por un lado feliz, pero por otro le tenía caliente todo el día.

La noche venía con aires de tormenta, algo habitual en Mar del Plata , cuando el día había sido especialmente caluroso. La lluvia y el viento empezaron apenas se acostó, estaba echando una ojeada a un viejo cómic de Altuna, sus chicas le recordaban a su tía, cuando oyó aquel ruido. Era fuerte , en el salón, decidió bajar. Tuvo miedo que se rompiera o se hubiera roto algún cristal de las grandes ventanas que daban al jardín. Lo hizo rápido y cuando llegó , ALLÍ ESTABA ELLA.

Con una camisa de hombre azul y chanclas intentando cerrar las contra ventanas. De puntillas, medio cuerpo fuera, estirada, las piernas largas desnudas, volvió la cabeza al oír a Leonardo.

  • Leo... ¡Ayudame! ...que sola no puedo y como siga la tormenta se van a romper los cristales...

  • Tía, sin problemas. Deja que yo cierre las contraventanas.

Rosa se retiró del ventanal, se volvió hacia su sobrino que estaba a su lado, intentando pasarla para poder empezar a cerrar.

  • Gracias...Leo.-

Se había mojado y la camisa se le pegaba al torso, marcando y transparentando sus senos orgullosos, donde se marcaban los pezones totalmente erectos . Estaba con solo una bombachita bajo la tela que le moldeaba el cuerpo. Leonardo no pudo evitar mirarla y tuvo una erección que saltó bajo su boxer formando una enorme montaña. Sacó medio cuerpo fuera, agarró las contraventanas, tiró, las juntó y las pasó el seguro. Ya no entraba agua. No quiso parar hasta que agarrando las ventanas las cerró. Entonces se volvió hacia su tía para decir con un susurro de voz :

-Tita...ya está.

Y la que estaba era su tía, hermosa, excitante, casi desnuda y él con su polla en alto.

  • Gracias... sos una joya.

Apoyó la mano en el ancho pecho de Leonardo, levantó un poco la cabeza haciendo que se encontraran sus miradas y ocurrió. Ella se pegó a él y le besó. Le explotó el cerebro de la emoción. La ilusión de tu vida hecha realidad. Que tu diosa se haga mortal. Eso pensaba Leonardo mientras su bocas se abrían para dejar que las lenguas se encontraran. Fue un beso largo de un encuentro de toda una vida. Y se amaron, sobre los muebles del comedor, una y otra vez. Estaba en un cielo del que no quería bajar. Ella le animaba en voz baja para no despertar a nadie. Primero él encima, después ella montándole incansable, solo se susurraban “ amor mío”...”mi vida”... “mi tesoro”...Era el hombre más feliz de la tierra.

Desde esa noche, todos los días se amaban, sólo había descanso para cargar las pilas, como le decía Rosita con una sonrisa cargada de picardía, los días que estaba su tío, aunque se besaban a escondidas como dos adolescentes y hasta alguna vez cogieron en un polvo rápido, gozoso por el disfrute de la oportunidad.

Leonardo era feliz. No podía pedir más a la vida.

RAFAEL.

Rafael sintió como se le endurecía la polla, su mujer le besó apenas llegó y le musitó al oído: “ Te he echado mucho mucho de menos. Quiero que me la pongas atrás...quiero ser tu nena mala.”

Le gustaba darla por culo, era un placer que antes lo hacían muy de vez en cuando, y tras ruegos de él,pero algo había cambiado, y era ella la que se lo pedía todos los fines de semana.

  • Ven- le ordenó en voz baja. Y tomándola de la mano la llevó al dormitorio. Apenas entró se quitó la camisa y se bajó de un solo movimiento el pantalón y el bóxer. La verga estaba dura y erguida, deseando entrar en batalla.

Rosa , sin dejar de mirar el arma de su marido, se desnudó: vestido, corpiño, tanga, fue a la mesilla y agarró la crema hidratante. Echó un poco en los dedos y se embadurnó el ojete.

  • Ya, me apetece sentirte y dar un regalo a mi adorado esposo- su voz sonaba ronca, de hembra ansiosa. Se puso a cuatro patas sobre la cama, cerca del borde.

Rafael se puso entre las piernas de ella y sin miramientos apoyó el glande en el estrecho orificio. Notaba el frescor de la crema en el cipote. Metió la pija y empezó un adelante y atrás donde cada vez entraba más profundo. Rosa se dejó caer para tener una mano libre y poder acariciarse el clítoris. Se dio cuenta que quería venirse con él.

  • ¿ Me corro dentro o fuera?-

-Como desees...pero me gustaría sentir tu leche en el culo mientras me vengo... ¡qué yaaa...me está pasandooo!

Rafael no acabó de entender si aquello del culo era dentro o fuera, pero al ver como temblaba su mujer en el orgasmo, decidió sacar la polla y masturbarse restregándose contra las nalgas duras de Rosa donde soltó su carga de semen con el final de la venida femenina.

  • Rosa, sos una maravilla...cada día me vuelves más loco.

  • Es que cada día te quiero más y me gusta ser tu esposa.

PEDRO.

Pedro notaba como cada vez que Rosa iba a la consulta a coger con él, estaba más y más pícara, juguetona, sacando una mujer que permitía todas las fantasías, todos los juegos.

Se había vestido de enfermera, le había hecho un striptease , le había montado un peqeño show de masturbación femenina y una vez tumbado él, se había empalado y le montaba como una jinete que iba del trote al galope, mientras él le sobaba las tetas y pellizcaba los pezones erectos.

-¿ Sabes que me has hecho más mujer?...Nunca pensé que podía ser así.

  • Nena, has sacado todo lo de putilla que tenías dentro ...y te gusta.

  • ¡UUUHHHH qué gusto! Me voy a venir...¡Aaaahhhh!

Pedro se controló dejando que su cuñada explotara en el orgasmo, cuando ella iba acabando movió las caderas en un arriba y abajo hasta que le soltó toda la leche. Rosa se dejó caer sobre el pecho del hombre y le besó.

-Sos malo, pero sabio.

-Nadie saca de un pozo el agua que no hay. Y vos tenías escondidas unas ansias de vida que ahora disfrutas con un amante y un marido.

Rosa sonrió para si misma, su cuñado no sabía que eran tres los hombres de su vida y que se complementaban para hacerla la mujer más feliz del mundo.