Mujer acosada y emputecida ii

Historia de cómo una mujer se entrega a los caprichos de un hombre, hasta el punto de que finalmente su vida sólo gira en torno a su control y dominación, cambiando totalmente su concepto de lo que debe ser una mujer

Al día siguiente me levanté a las 7 como siempre quería llegar a las 8 al trabajo para que no pensara que aceptaba tener sexo, para vivir mejor, mi cabeza le daba vueltas mientras me duchaba, ¿por que no le denuncié? Fue una violación, pero al no hacerlo pasé a sentirme como una mujer que le había puesto los cuernos a su marido, los primeros por cierto.

Pensándolo más aún, en realidad si bien me forzó, tampoco se puede decir que fuera sin mi consentimiento. No hice nada por evitarlo salvo lloriquear un poco. Tampoco evité los tocamientos que me había ido haciendo los últimos días. Incluso, pensándolo bien, hasta había disfrutado con ellos.

En realidad, fue culpa mía y lo del día anterior había sido la consecuencia natural de mi comportamiento los días anteriores. Cuantas más vueltas le daba, más crecía mi sentimiento de culpabilidad. Tampoco ayudaba que, para colmo, jamás había gozado tanto sexualmente hablando, y era consciente de ello.

Decidí intentar controlar la situación, ir vestida discreta y ver si Roberto una vez que me había tomado se había cansado ya de mí al tener su trofeo, además tenía pareja con la que vivía. Quizás ya me dejaría tranquila y podría acabar el proyecto y empezar otro en otra empresa cliente.

Pronto pude comprobar que estaba equivocada. Lo primero que hizo Rober al llegar a la oficina fue acariciarme el culo. Al sentir su mano sobre él me  puse rígida, pero como siempre no le aparté. En ese momento, viéndome incapaz de resistirme, sintiendo cómo empezaba a humedecerme, me vine abajo consciente de que se habían caído mis planes.

El intuyó que le ofrecía barra libre y pronto su mano viajó desde mi culo hasta mi sexo comprobando que, efectivamente estaba de nuevo a su merced. Aún no había llegado nadie más a la oficina y aprovechó para introducir la mano por dentro del pantalón, descubriendo que ya no había pelos custodiando mi entrada.

-        Vaya, vaya, parece que después de lo de ayer, te quedaste con ganas de más, ¿verdad? No te preocupes, ya me encargaré yo de eso.

Me acarició brevemente, saco su mano y se marchó dejándome ahí, empapada y confundida.

Esa fue la señal que el quería. De modo que durante todo el día siguieron los abusos, pero ahora ya en plan a lo bestia, me metía mano en cualquier sitio, me tocaba las tetas, culo y coño, metiendo dedos, debajo del sujetador y bragas – al ser verano lo tenía fácil – y aunque yo me resistía lo iba asumiendo.

Al día siguiente, cuando hacía tiempo que se habían ido todos, entró en la sala con una mirada diferente, que interpreté fácilmente. En cierto modo y aunque sólo lo sabía en mi subconsciente, estaba decepcionada de que el día anterior no me hubiera follado. Tal vez la primera vez había sido tan inexperta que no le apetecía más que manosearme.

Afortunadamente Rober hoy sí que quería repetir, aunque tendría que esforzarme por satisfacerle más.  Por suerte, las cosas que me pidió se las hice ya con cierta habilidad.

En una semana me folló en la oficina otro par de veces,  Estaba aceptando mi nuevo rol y por ello me sentía, como la típica golfa de oficina, que para promocionarse folla con su jefe.

Con sus polvos me hacía sentir lo que Tomás mi marido, nunca había conseguido, era impresionante, y él al darse cuenta de que ya lo asumía me presionaba más. Mi conciencia me obligaba a mostrarme pasiva y distante mientras me tomaba, aunque no sé si Rober descubría todo el empeño que ponía en satisfacerle y todo el placer que me daba hacerlo. Aceptaba, aunque siempre oponiendo una ligera resistencia, a que me montara y me hiciera lo que quisiera, así como realizar también todo lo que pedía.

Conforme me fue follando en la oficina – me lo hacía en la sala de servidores, o en el baño, a veces solo me pedía mamadas – me fue jodiendo menos en el trabajo, aunque yo seguía llegando a las 8 de la mañana, empecé a salir antes con su consentimiento, a las 6 de la tarde o así, con gran felicidad de mi marido.

El pobre no sabía que todos los días volvía con lefa de Roberto en el coño, o en mi estómago, ya que si no me había follado, seguro que al menos una mamada me había obligado a hacerle. Tampoco imaginaba que no me había depilado el sexo para él, sino para complacer a Roberto. Supongo que mi subconsciente empezó a relacionar, el ser complaciente y golfa con Roberto con vivir mejor.

Después de unos 15 días desde la primera vez que me folló, a mediados de agosto vino otra vuelta de tuerca, cuando me invitó a ir a tomar una copa a su casa, Roberto tenía novia y vivía con ella me lo había dicho hace tiempo pero me comentó que estaba de viaje, al ser azafata no paraba mucho en casa.

-             ¿Bego te vienes a mi casa a tomar una copa, y así nos conocemos mejor?

-             No me parece bien tienes novia, y no quiero que nos vean irnos juntos.

-             Joder Bego!!, después de todo lo que hacemos aquí no me jodas con lo de mi novia. Vamos en los dos coches por separado, vivo cerca en Torrejón, tú luego te vas a tu casa.

-             Roberto son sólo las 5, no es la hora todavía.

-             Pareces tonta, yo digo cuando es la hora, así que te vienes ahora conmigo a Torrejón.

-             Vale Roberto pero sólo una copa.

Salimos en los dos coches hacía Torrejón, es un pueblo grande de Madrid, cerca del trabajo y de mi casa a unos 10 Km, a la azafata también le venía bien, al estar cerca del aeropuerto. El iba en su Audi Q5 de color rojo, y yo en mi Renault Megane.

Iba vestida muy normalita, con unos pantalones rojos tobilleros y blusa también roja, y sujetadores y bragas de algodón blancos. El pelo recogido en una coleta, y poco maquillada, como iba normalmente a trabajar, vamos.

Vivía en una Urbanización con piscina y zona ajardinada, en un apartamento de un dormitorio, con suelo de tarima, y muebles modernos de Ikea.

Vi alguna foto de su novia, era la típica pija resultona, alrededor de 30 años, alta, delgada, pero con pecho imaginé que operada, muy morena de piel y con el pelo negro azabache, teñido seguramente. Instintivamente miré mis pechos, no entendí como con esa novia Roberto se pudo fijar en mí, cuando estaba claro que no estaba a su altura.

Nos sentamos en el salón, y empezamos a hablar.

-            Bego ¿Qué quieres tomar?

-            Un whisky con coca cola – estaba muy nerviosa y fue lo primero que se me ocurrió  no podía creer que estuviera en su casa –.

-            Bien yo tomaré lo mismo, ¿te gusta mi casa? Nos viene bien a Cristina – su pareja – y a mí al estar cerca del curro de ambos.

-            Si me encanta muy funcional.

-            ¿Has visto esas fotos de Cristina? ¿Qué te parece?

-            Es atractiva, se la ve que cuida su imagen.

-            ¿Pija verdad? Así me gustan las mujeres, mide 170 y pesa 58 Kg, para mí delgada, pero por su trabajo tiene que estar a dieta, se operó el pecho el año pasado, se puso una 95, ¿le queda muy bien verdad?

-            Bueno quizás sea demasiado ¿no crees?

-            Al menos no está plana como tu.

-            ¿No te gusta mi pecho?

Él como respuesta, se encendió un cigarro. Yo misma respondí.

-        Supongo que con mi pecho pequeño es difícil que te guste. No se, pensé que sí te gustaba, como lo mirabas tanto y luego lo tocabas tan a menudo…

Cada palabra que pronunciaba evidenciaba que me importaba su opinión. Me dí cuenta y me sonrojé. Él siguió sin responder.

-            Toma un cigarro no me gusta fumar solo, y en el curre no podemos.

-            No fumo Roberto ya lo sabes.

-            Qué fumes uno joder!! Que no te va a pasar nada. Te relajarás estás muy nerviosa.

Yo continué con mi costumbre de obedecerle. Me dio un marlboro, y entre el cigarro y la copa empecé a marearme, no estaba acostumbrada, entonces ya empezaron los avances.

Se puso a palparme por encima de la ropa primero y luego a quitármela, empezó por quitarme la camisa, miró mis pequeñas tetas, con el sujetador puesto, noté que no le gustó. Me sentí doblemente culpable, por el volumen y por la ropa. Luego empezó a quitarme los pantalones despacio, besándome restregándome la lengua por cara y cuello.

Ya en ropa interior se cabreó por el conjunto de sujetador y braguitas, no me extraña, eran de monja y eso le puso de mala leche. Me conjuré para compensarle por ello.

Luego me obligó a que le desnudara a él – me dio morbo nunca desnudaba yo a Tomás antes de hacerlo, siempre lo hacíamos a oscuras –  le quité la ropa un poco nerviosa por lo que estaba muy torpe, Roberto me miraba como con indiferencia. Parece que tampoco estaba acertando ahora. Mi nerviosismo crecía.

Cuando le desabroché los pantalones y los deje caer, me puso de rodillas y me dijo que se la mamara. No lo pensé mucho, en la oficina ya había perdido miedo a eso, una vez de rodillas, le bajé los calzoncillos, y empecé a cumplir las instrucciones que me daba, para hacerlo como quería.

Se reía por mi inexperiencia, y me decía que mientras mamaba que le mirara a la cara todo el  tiempo. Yo obedecí, preocupada por lo mal que estaba desenvolviéndome.

Me indicó que le lamiera los testículos, un rato manteniendo la verga sujeta con una mano. Después tuve que pasar la lengua desde los testículos hasta el prepucio lentamente, y luego empezar a mamársela rápido moviendo la cabeza arriba y abajo, sin usar las manos.

Se me cansaba la boca de abrirla tanto mientras mamaba, pero me daba miedo parar y volver a decepcionarle, así que para descansar le pajeaba arriba y abajo también de vez en cuando, mirándole a la cara aunque no me salía el sonreírle. No me podía creer que estuviera haciendo eso a ese tío en vez de a mi marido, al que por otra parte nunca le hacía esas cosas.

Cuando notó que bajaba la intensidad me agarró la cabeza, y se puede decir que empezó a follarrme la boca, diciéndome que la relajara que si no sería peor. Me daban arcadas pero al final ya me iba adaptando a dejarle sitio.

Mientras se la mamaba, también me dijo que con la mano que tenía libre estuviera todo el tiempo masturbándome que me quería mojadita. Esto sí que era humillante, quería verme masturbarme. Pero no podía decepcionarle una vez más y comencé a  tocarme. No pude evitar excitarme mientras tomaba conciencia de lo bajo que estaba cayendo.

Cuando veía que iba a correrse en mi boca, paró, me subió a la cama y poniéndose encima me abrió las piernas y me penetro por el coño, aunque estaba muy mojada, le costó algo, y al principio me hizo daño.

Yo era un títere, dejando que Roberto manejara mis hilos sin resistencia alguna. Esto me produjo remordimientos de conciencia.

-            Por favor, Roberto esto no está bien, vamos a dejarlo, estoy casada.

-            Joder que gilipollas eres, le cortas el rollo a cualquiera, si es lo que pasa por joder con casadas estrechitas. Pues a ver si te enteras: tu marido ya tiene unos cuernos de cojones !!!, o sea que te voy a seguir follando, como me salga de los cojones. De modo que abre un poco más las piernas.

-            Por favor déjame te lo suplico, no es justo lo que me haces – me puse a llorar, pero abrí más las piernas, como me ordenaba –.

-            Y ahora te pones a llorar, joder, me gusta tu coñito por lo apretadito que lo tienes, me da mucho gusto, las casadas que no han parido todavía lo suelen tener así, ya que han follado muy poco cielo, pero eso va a cambiar.

Se salió bruscamente de ahí y se fue, dejándome llorando, excitada y confundida. No tenía idea de por qué se había ido, quizás había vuelto a decepcionarle, no en vano ya me había dado cuenta que me vio desnuda hoy, no había vuelto a acariciar mis tetas. Volvió con un bote rosa de farmacia, el típico de vaselina, me puso a 4 patas poniéndose detrás de mí, empezó a untarme la vaselina en el culo. Yo traté de apartarme, no le iba a permitir eso.

-            Roberto ¿Qué vas a hacer?.

Él me agarró con fuerza y continuó aplicándome vaselina, metiendo los dedos poco a poco mientras me gritaba.

-

  • ¿

Eres tonta o qué? ¿Qué coño te parece que voy a hacer? Voy a desvirgarte el culito. El coño y lo tienes en su punto, y el culo te lo voy a desvirgar ahora cielo, en tu vida habrá un antes y un después de hoy.

-            Por favor, no Tomás se dará cuenta, nunca he practicado sexo anal.

-            ¡Joder ya está bien! Te vienes con tu ropa de monja y no paras de hacerte la estrecha, estás empezando a tocarme los huevos-. Luego suavizó el tono.- No te preocupes. Mira te estoy metiendo los dedos, poco a poco con la vaselina y te van entrando. Con mi polla será igual iré poquito a poquito, se buena putita.

El muy cabrón dio en el clavo. No sólo había descubierto que no quería decepcionarle y se aprovechaba de ello, sino que para colmo, había logrado hacerme sentir sucia al llamarme putita, Ver que me estaba comportando como una cualquiera me intranquilizó tanto como me excitó.

Después de un rato de dilatarme con sus dedos y lubricar bien, culo y polla, empezó a penetrarme, poco a poco, según iba avanzando me iba molestando mucho al principio, pasando a ser un dolor muy intenso al llegar al final.

Casi me desmayo, y sangré bastante, a él le dio igual empezó un mete y saca, con el culo ya roto entraba y salía con fuerza, aquello no me dio placer, salvo por saber que le estaba complaciendo. Sufrí muchísimo y no paraba de gritar y llorar pero me daba morbo lo que me hacía, el entregarme al chulo de Roberto de esa forma me ponía.

Nunca me habían dado por el culo y después de 15 minutos más o menos, se corrió dentro de mi culo, que tenía una mezcla de sangre y semen. Descansé aliviada, pero humillada y vencida. Comprendí que tras haber capitulado con esto, Roberto no me volvería respetar jamás.

Roberto se fue al baño a lavarse, el pene que estaba con mi sangre, y luego yo, andaba con dificultad, me di una ducha, y me miré en el espejo. Tenía el sexo muy dilatado, aunque no me dolía,  supongo porque la penetración vaginal es más normal.

Luego, al ponerme de espaldas, comprobé llorando que tenía el ano súper dilatado, y con restos de sangre. No podía enseñarle el culo a mi marido en un mes, o sea que encima el pobre se quedaría sin tener relaciones bastante tiempo, por culpa del polvo de Roberto. Se puede decir que había marcado a su hembra. Me lavé bien en el bidet.

Mientras me duchaba, trataba de analizar mis sentimientos. No podía negar que cuando Roberto me usaba, me sentía viva, un ser sexual, pero en cuanto terminaba, me arrepentía. Bastaba una mirada, un tocamiento, una orden para que me pusiera a mil, pero al finalizar me quería morir.

Realmente esa noche sólo tuve un orgasmo en la penetración vaginal, pero disfruté mucho, porque me sentía utilizada por Roberto, que ni si quiera se había preocupado por mi placer, y encima ese hombre era mi jefe.

No entendía como había llegado a lo que siempre critiqué en las tías que no están preparadas intelectualmente, y que se promocionan en la empresa por ser unas golfas con su jefe, porque yo no era así, por mi titulación, valía y experiencia.

Me fui a la habitación toda desnuda, y Rober me encendió un cigarro, me acarició la cabeza y me dio un beso, diciéndome que no había estado mal, pero que tendría que cambiar, charlamos un poco mientras fumábamos en la cama.

-            Mira Bego ya puedes ir depilándote del todo el coño todas las semanas no de pascuas a ramos, ¿Entendido? y cambiar tu vestuario, empezando por la ropa interior, joder pareces una monja.

Ya no sólo se limitaba a darme órdenes mientras manteníamos relaciones. Ahora también quería controlar parte de mi vida. Me quedé mirándolo, vencida.

Comprendí que después de lo que había pasado, no tenía sentido ahora negarme. Además, volvió a mi cabeza la imagen de Rober decepcionado mirándome en ropa interior y sabía que no quería volver a sentir ese sentimiento de frustración. Bajé la cabeza y respondí mientras sentía que había comenzado un camino nuevo y no sabía donde podría acabar:

-            Me depilaré más a menudo y trataré de renovar mi armario.

-            Ya puedes comprar ropa interior de colores, y más tangas, que nunca te he visto joder, empieza por eso.

-            Como quieras Roberto haré un esfuerzo.

FIN

Se agradecen comentarios.

Autor: Corsarionegro

Correo: corsarionegroesp@hotmail.com