Mujer acosada y emputecida i

Historia de cómo una mujer se entrega a los caprichos de un hombre, hasta el punto de que finalmente su vida sólo gira en torno a su control y dominación, cambiando totalmente su concepto de lo que debe ser una mujer

Mi nombre es Begoña y esta es la historia de mis últimos tres años, mas o menos, todo empezó en mayo de 2013, tenía 32 años y llevaba casada un año, es decir, me casé con mi último novio con el que llevaba 5 años emparejada, soy licenciada en físicas, y trabajo de consultora senior en una multinacional que diseña programas informáticos a medida para empresas, la verdad que mi imagen era bastante conservadora, en cuanto a la forma de vestir, peinados, maquillaje, etc.

Comía de todo y aún estaba delgada, supongo que era mi metabolismo, soy alta mido 171 sin tacones, y por aquel entonces pesaba sólo 58 Kg, mi madre siempre se preocupó por estar tan delgada, hasta me llevó al médico por si tenía anorexia pero estaba sana, era mi constitución.

La talla de pecho era la 85 aunque con wonderbra parecía una 90, y de ropa la 36. Mi color de pelo castaño claro y los ojos azules.

El tono de piel claro, aunque en verano en seguida me pongo morena con el sol.

Mi marido se llama Tomás, nos conocimos en el trabajo, el estudió matemáticas, y trabaja también de consultor informático en mi empresa, y la verdad que es un hombre estupendo, serio formal, el novio perfecto para cualquier madre, cosa que luego se comprobó al casarnos.

Además al ser 7 años mayor que yo cuando le conocí ya tenía la cabeza amueblada y eso me proporcionó seguridad. Me gustaban mayores por ser insegura. Físicamente es corriente, algo gordito y mide 178.

En cuanto a mi familia la típica de clase media de Madrid, mi madre Maruja, mi padre empleado de banca hasta que se jubiló, y tengo una hermana

dos años menor que yo, con novio y economista que trabaja también en banca.

En fin cuando empezó todo la verdad que mi vida era perfecta con una familia y un marido que me querían, sólo estábamos justos de dinero, por la hipoteca, las letras de los dos coches y demás, pero con nuestros trabajos podíamos vivir, bastante bien, al no tener hijos.

Me llevaba bien con mi suegra, cosa rara, era la nuera perfecta,

para cualquier suegra:

Guapa, pero no exuberante, educada, inteligente y discreta.

Un día a finales de mayo me convocó el director de mi área para decirme que se abría una posibilidad interesante en una empresa química. No teníamos clientes

en ese sector y era vital dar una buena imagen y abrir nuevos mercados

y confiaban en mí para el proyecto.

Yo sabía que esas palabras significaban horas extra, llegar tarde a casa, trabajo duro, mano izquierda con el cliente, fingir que sabía de su negocio más de lo

real y sonrisa a todas horas. Pero el reconocimiento que podía obtener

a cambio merecía la pena. Además, las oficinas del cliente, a las que

debería acudir a trabajar a partir de ahora y mínimo durante 6 meses, estaban cerca de mi casa, aunque ya me avisó que tenían delegaciones en otras ciudades, y a lo mejor para acabar de implantar el sistema tendría que ir.

De momento sólo iría yo como consultora senior, y si el proyecto cuajaba en toda su extensión me prometieron la incorporación de consultores junior, que estarían a mi cargo.

Al lunes siguiente, me mandaron al laboratorio central en el Polígono de Alcalá de Henares, y al llegar pregunté por el Jefe de Operaciones, un tal Roberto que sería el interlocutor de mi cliente, y por tanto mi jefe.

Me encontré con un hombre que no era especialmente atractivo, algo mayor que yo luego supe que tenía 36, medía más de 180, y tenía la misma pinta de chulo que Bruce Willis en Pulp Ficcion incluso se parecía al actor pelo rapado, iba con unos pantalones chinos y un polo, se le veía eso sí atlético y fuerte.

Salimos a comer me invitó, hacía calor, no paraba de sudar, el se reía de mí y me decía que ya me enteraría en Julio, que no vistiera tan de ejecutiva que me moriría de calor.

Aquel comentario sexista me molestó, era bastante feminista, siempre defendiendo la igualdad de la mujer, y siempre soltaba a los tíos que éramos mejores en el trabajo, y que cada vez las mujeres ocupábamos más puestos directivos.

Como mujer convencida de la igualdad, estaba muy orgullosa del camino que había recorrido. De hecho mi sueldo era como el de mi marido de 37.000 € al año, y no hubiera permitido que no me dejara aceptar mi nuevo destino aunque no tuviera horarios ya que era una buena oportunidad profesional, por mi dedicación al trabajo en realidad todavía no teníamos hijos, a pesar de la insistencia de Tomás.

Mi tipo de ropa en aquella época era del tipo trajes de chaqueta, discretos, algo ajustados pero al estar delgada, no marcaba mucho, y en cuanto a la ropa interior que llevaba ... pues un poco de todo.

Sujetadores blancos

con aros para trabajar, y con colores y estampados cuando quería estar

más guapa.

No acostumbraba a utilizar tanga me resultaban incómodos, casi siempre bragas blancas de algodón y licra, a veces con encajes. Algunas a juego con el sujetador.

En la comida me estuvo explicando el proyecto, el era ingeniero químico y se veía que controlaba de informática, era un tanto prepotente, y mostró como que el que fuera mujer no era un punto a mi favor, ni mucho menos.

Antes de terminar yo de comer se encendió un cigarro y me echó el humo, le hice ver que me molestaba que no era fumadora, pero le dio igual, empezó como a sonreírse y además me sentí observada toda la comida, me miraba sin cortarse al pecho y al levantarme al baño me di la vuelta y me estaba mirando al culo.

Esa tarde me presentó a la gente con la que tendría contacto para enseñarles y eso, mandos intermedios en su mayoría, y mi sala de trabajo, junto a la sala de servidores y al despacho de Roberto.

Ese día ya me fui preocupada a casa, menudo cliente, un chulo, machista, prepotente, y encima me miraba con cara de sátiro, lo mejor que el trabajo estaba a 10 min de mi casa. Yo vivo en Alcalá e ir a mi oficina en Madrid todos los días era un suplicio.

En los días siguientes se confirmaron mis temores, el tío me machacaba, me montaba pollos en cuanto algo no iba bien, siempre lo relacionaba con que era mujer, me ponía trabajo a destajo, y ni si quiera me daba tiempo a ir a mi casa a comer y eso que estaba al lado, comía algo de las máquinas de vending.

Total entraba a las 8 de la mañana y no salía nunca antes de las 22 horas, él eso sí, a media mañana se escaqueaba y se iba a su gimnasio, luego a su casa en Torrejón a dormir la siesta, etc ….

Lo peor fue cuando ya a finales de junio, al llegar el calor, tuve que llevar ropa de verano, y aunque vestía discreta, me miraba con descaro el cuerpo, incluso mientras hablaba conmigo, no me miraba a los ojos, lo hacía a las tetas o a las piernas, y eso que sólo tenía una 85. Al culo en cuanto le daba la espalda.

Me hacía sentir terriblemente incómoda, me miraba como diciendo ¿Qué pasa te molesta?.

Pero lo peor de todo es que también me excitaba. Por mi atuendo habitual y mis maneras, lo cierto es que nunca acaparé demasiadas miradas y esta nueva situación me hacía sentir muy extraña. Tampoco acertaba a explicar el por qué de sus respuestas bordes y su comportamiento exigente me hacían sentir un vacío extraño en el estómago.

Un día en la sala de servidores quiso dar un paso más. No había mucho espacio y se pegó a mí, dejando que su polla se apoyara con fuerza en mi espalda. Hubiera supuesto que era un gesto casual de no haber sido por la dureza de su aparato. Se veía que estaba bien dotado. Yo lo pasé fatal y traté de retirarme cuanto pude. De nuevo su actitud grosera tratándose de pegar otra vez me sumió en una esquizofrenia. Me ponía atraer mucho a aquel hombre, pero tenía muy claro que esto no llevaba a ningún sitio y salí corriendo de allí.

Por supuesto, mi actitud sólo sirvió para postergar el episodio hasta el siguiente encuentro en la sala, que se produjo dos días después. Para evitar confusión alguna, esta vez agarró mi pecho con su mano. Me sentí asfixiada. Empecé a llorar y le rogué que me dejara, que estaba casada. Pero él descubrió que no aparté su mano de ahí y comenzó a reír. Pellizcó mi pezón a través de la ropa y me soltó lanzándome un cachete al trasero.

Esa noche no pude dormir. Entendí que los nervios y el estrés de su ataque produjeron este insomnio, aunque mi subconsciente sabía que no podía evitar excitarme al rememorar cómo me había tocado contra mi voluntad.

Consideré que lo mejor para mí era cambiar de proyecto y así se lo hice saber a mi gerente en la empresa. Le dije que había ciertos problemas personales con Roberto que aconsejaban un cambio de persona al frente del proyecto.

El se limitó a recordarme la oportunidad que representaba el proyecto para mí y que debía ser profesional y no permitir que un problema personal me afectara. Además me hizo ver las dificultades del cambio ya que era verano y la gente comenzaba sus vacaciones. Vi el cielo abierto y le pregunté por mis vacaciones, y me contestó que hasta septiembre nada, que había prisa por parte del cliente, y que al haber menos actividad en verano era más fácil la implantación, sin afectar a la producción.

La conducta de Roberto creo un entorno laboral intimidatorio, hostil y humillante con consecuencias psicológicas para mí: estrés, ansiedad, depresión, estado de nerviosismo, sentimientos de desesperación, de indefensión, impotencia, etc y, consecuencias físicas: trastornos del sueño, dolores de cabeza, .........

Fui  al médico y no me atreví a explicarle el acoso sexual al que estaba sometida, le hablé de ansiedad y estrés por el trabajo, y me recetó bromazepam, un ansiolítico fuerte, en dosis elevadas, ya que me vio mal, tomaba por la mañana y por la noche, y me enganché por completo, era la única forma de aguantar.

Las mujeres en esta situación rara vez denuncian, por vergüenza, o incluso sentimiento de culpabilidad, nos llegamos a creer realmente que somos unas inútiles, como nos hace ver todos los días el acosador

, con esa inquietante sensación de vértigo cada vez que se acercaba a mí, que me tocaba, que me humillaba

Poco a poco fui cambiando. En vez de tratar de obviar sus broncas y rechazar sus acosos, me encontré trabajando a destajo para complacerle. Me entristecía sentir que le decepcionaba y las escasísimas muestras de reconocimiento las recibía como un regalo. Y aunque sudaba cada vez que pensaba en ir a la sala de servidores, me descubrí entristecida la vez en que él no acudió cuando yo estaba. Me encontraba totalmente desubicada y perdida.

Al iniciar agosto, ya estaba pidiéndole disculpas constantemente por fallos que sólo él veía en mi trabajo y permitiéndole que se apretara contra mí como algo normal.

Poco a poco fue yendo más lejos, un día cuando eran ya las 10 de la noche entró fumando (como siempre le daba igual molestarme con el humo) en mi sala de trabajo, y me montó otro de sus pollos, que si era una inútil que iba muy retrasada, que no me cundían las horas, etc…

Me puse a llorar, le respondí que trabajaba 15 horas diarias !!! (hacía tantas horas para acabar el proyecto cuanto antes) que no podía más !!!, entonces cerró la puerta de la sala, y de pie empezó a tocarme y meterme mano, intenté resistirme, pero me dio una bofetada, y me levanto la falda y empezó a tocarme por debajo de las bragas.

  • Joder tía llevas unas bragas y un sujetador de monja, blancos y de algodón.
  • Por favor Roberto déjame te lo ruego.
  • Mira tía si no te resistes, será mejor para tí, y vivirás mejor aquí, no tan puteada, ¿entiendes?.

Esa sentencia era lo que mi moral necesitaba oír. Mi cuerpo me pedía a gritos que me abandonara a aquel hombre, pero sabía que no estaba bien. Esta era la excusa, iba a dejarme, pero no porque quisiera, sino porque, razonablemente, no me quedaba otro remedio.

Él notó mi indecisión y aprovechó para rasgar mi vestido y quitármelo. Y después hacer lo propio con el sujetador. Cuando me quise dar cuenta estaba en bragas, y con sus dedos dentro de mi coño, los metía y sacaba con rudeza.

  • Joder tía te estás mojando, esto te gusta ¿verdad zorra de mierda?.
  • Por favor te lo ruego déjame!!!.

El seguía metiendo y sacando dedos, y me metía la lengua en la boca, yo intentaba cerrarla pero no podía impedirlo.

  • Te he preguntado si esto te gusta, ¿vas a responder ya o qué? Pareces una cría de dos años.

Mi autoestima no me permitió responderle la evidente realidad, por lo qué decidió tirarme al suelo y ponerme de rodillas, empezó a bajarse los pantalones, y se los quitó después de los zapatos. Se bajó el bóxer, y me puso su polla en la boca, tenía alrededor de 25 cm, mucho más que la de mi marido y otros novios que había tenido, y bastante más gruesa.

Me invitó a mamarle, pero me negué cerré la boca, entonces me propinó un bofetón y ante la negativa otro, entonces ya no pude aguantar más y empecé a mamar, a mi marido solo se lo había hecho dos veces en mi vida, por su insistencia, y sin tragar el semen.

Como no me veía progresar adecuadamente por mi falta de experiencia, se cabreó y me dijo como hacerlo después de otro bofetón. Luego empezó a bombearme la boca, dándome arcadas, Roberto se cabreada, diciéndome que que clase de mujer era que no valía ni para hacer una mamada, pero insistía bombeando como si fuera mi coño, ya que no se lo hacía bien.

Entonces le dije que si se la mamaría mejor pero que no bombeara más que no sabía como dejarle sitio, y empecé a mamar lo mejor que podía. Después de 10 minutos, o así se separó, y: * Dime ¿tomas pastillas? no quiero usar condón.

Estaba bien claro cuál era su propósito. Desperté del sueño, era el momento de zanjar el tema, de salir de ahí, no iba a permitirle ir más lejos. Pero mi boca me traicionó: * Sí, si tomo, pero en mi vida mi único amante ahora es sólo  mi marido. * Pues eso va cambiar putita, tienes ese coño peludo empapado, esto te está gustando y te voy a joder.

Entonces me levantó del suelo, me apoyó sobre una mesa de la sala rompiendo y quitándome las bragas, me dobló la espalda, y de un golpe me clavó su polla hasta la matriz, me hizo daño, a pesar de que si era verdad que estaba mojada, me lo hizo muy brusco, y metía y sacaba fuerte, no como mi marido, el nunca me había follado de esa forma. Me hacía algo de daño y además me daba azotes en el culo.

  • Begoña  me gusta tu coño está estrechito y mojadito, se ve que follas poco y que nunca te han jodido bien, tu marido debe tener una polla de mierda, no te preocupes cielo, que el dolor desaparecerá pronto, estás mojada de cojones.
  • Por favor déjame, estoy casada!!, no me hagas más daño por favor deja de meterla.
  • Bego  me atraes físicamente pero no te creas que eres mi prototipo de tía buena ni mucho menos, joder a ver si te depilas el coño del todo, en vez de llevarlo sólo “arregladito” y pareces una cría además con tus estrecheces y lloriqueos de este par de meses.

Al cabo de unos 20 minutos, se corrió dentro de mi coño, me inundó de semen, Roberto es un tío que se corre cuando el quiere, puede durar lo que quiera, eso me dijo, pensé que era una de sus chulerías, pero mas adelante comprobé que era cierto.

Finalmente me obligó a limpiarle la polla con la boca mamando otra vez, yo nunca había probado el semen, me supo como salado, una vez limpio, buscó su ropa en el suelo y se la puso. Mientras se vestía:

  • Bueno cielo seguro que no te han follado así en tu vida verdad? No contestas? En fin, ya sabes quien calla otorga. Ya nos veremos mañana, y bueno si quieres como te digo tu vida en este trabajo la puedo hacer más cómoda.

Se fue, recogí la ropa y me vestí como pude había prendas medio rotas, me sentí totalmente humillada como mujer, lo de ese día había sido la consecuencia lógica de lo sucedido las últimas semanas, ya habíamos pasado del acoso sexual, a tener sexo realmente, y quizás lo vi como una liberación no sé.

Todo el camino de vuelta a casa lo pasé dando vueltas a lo ocurrido. Me decía que para decidir qué hacer, aunque el motivo era que estaba tan excitada que no podía pensar en otra cosa que en revivir cada momento.

Me metí dos pastillas de ansiolítico para relajarme, había llegado a casa con el semen de otro hombre en mi coño, y no tuve capacidad ni iniciativa para hacer algo, lo asumí, y lo peor de todo es que gocé del sexo como nunca, por su forma de follarme y especialmente de tratarme.

Mi orgullo de ser mujer, había dado paso, a una especie de aceptación de la convivencia con la sumisión al hombre, en este caso Roberto, y encima me ponía en el fondo la situación, tenía otra vez el sexo mojado, con Tomás durmiendo junto a mí.

Mientras intentaba dormir, pensaba en como sería a partir de ahora mi relación con Roberto, después de lo sucedido. No tenía claro qué actitud mostrar.

No tuve la capacidad de decisión para denunciarle por violación que en realidad lo fue aunque yo hubiera gozado como nunca, si lo hubiera hecho seguro que todo habría terminado, y además en mi cuerpo había pruebas de mi resistencia, mi ropa rota, su semen en mi sexo, pero no hice la denuncia por vergüenza ante mi empresa y Tomás, aceptando con ello en realidad la situación en que me encontraba.

Me levanté una hora antes de lo habitual y me rasuré el sexo, como él me mandó el día anterior. Estaba pensando que aún no tenía claro qué hacer, pero que si la decisión era continuar, por lo menos no debía defraudarle otra vez y por tanto cabrearle.

FIN

Se agradecen comentarios.

Autor: Corsarionegro

Correo:

corsarionegroesp@hotmail.com