Mudanza sorpresa....con sorpresa

Haciendo una mudanza que no es la suya, acaba en una cama que tampoco es suya

(Recuerdo que en mis relatos, las experiencias son reales, pero los datos, nombres y demás información es inventado, cualquier relación o parecido con la realidad es pura coincidencia.)

Unas 3 semanas después de mi anterior relato…..

Corría el mes de septiembre, mitad larga de septiembre. Un septiembre caluroso, todavía íbamos todos en manga corta, y las mujeres, con vestidos frescos.

Con el comienzo del curso (recuerdo que soy Profesor de Secundaria) llega el momento de conocer a los padres, el momento de tener esa reunión de padres donde pones cara por primera vez a los progenitores de esos alumnos con los que tanto tiempo vas a pasar.

En el centro donde yo trabajo, al principio, la Directora dirige unas palabras a todos los padres que han querido venir en el salón de actos, para dar por “comenzado” el curso. En ese momento entran montones de padres y madres (generalmente más madres que padres), y según donde nos sentemos  es un placer ver pasar tanta mujer de mediana edad, muchas de ellas bien cuidadas.

En este caso, no pudo ser así, los profesores nos sentamos en las primeras filas del salón de actos, y no pudimos ver ese “pase de modelos” tan interesante.

Pasó el rato de la charla general, y nos tocaba ir a nuestras aulas, con los padres de nuestra tutoría.

Al estar sentados al principio, los profesores salíamos detrás de los padres, y era un espectáculo ver los vestidos ajustados, pantalones marcando, buffff, que momento…

Me llamó especialmente la atención, un culo precioso en un pantalón blanco muy ajustado, un culo perfecto, en tamaño, forma, y aparentemente también en dureza.

Fui hacia mi aula siguiendo ese culo, no podía mirar a otro sitio, estaba como hipnotizado, no veía más alrededor, lo seguía y lo seguía…hasta que, sin darme cuenta el culo perfecto había entrado en mi aula. Ese culo era de la madre de una de mis alumnas…

Entraron todos, se sentaron, y empecé a hablar del curso. Aun no había podido mirar todas las caras, iba haciendo pasadas mientras hablaba, hasta que llegué a mirar a una madre en la segunda fila, con su pantalón blanco, y cuando le miré a la cara, me quedé sin respiración y sin habla. Era la mujer del vestido verde en el supermercado de hace unas semanas.

Ella se dio cuenta de que la había reconocido, sonrío maliciosamente, y me guiñó un ojo…

No sabía donde meterme, a partir de ahí todo fue un desastre en la reunión, equivocaciones, fallos, nervios,….

Terminé, y en estos casos, hay varios padres que se quedan a saludarte, a preguntarte cosas, lo normal. Una de ellas fue ella, con su pantalón blanco, se quedó la última, se acercó a mi y se presentó como Inma, la mamá de María; sin quitarse la sonrisa de la boca, cosa que me derretía, me preguntó cosas banales, y cuando se iba a marchar, se giró de repente, me pilló mirándole el culo y me soltó:

-          A mi me marido le gustó la lámpara, pero a mi me gustó mucho más ir a comprarla.

Después de esa situación, totalmente turbado y despistado, volví a casa, y decidí salir a correr un rato para despejarme.

La rutina más o menos habitual, unos 10 kms de carrera, y vuelta para casa.

Aparcada en doble fila, había una furgoneta, y una pareja de unos 40 años estaban bajando muebles al portal de mi casa. Era una pareja normal, sin ser modelos, tenían pinta de cuidarse un poco, hacer algo de deporte, y llevar una rutina sana.

Él era un poco más bajo que yo (mido 1,81) moreno y complexión normal. Ella era castaña, 1,70, ojos marrones, cuerpo proporcionado, con un culo con caderas para agarrar, y unos pechos de buen tamaño, sin ser enormes, pero interesantes. Ella llevaba unas mallas azul marino, que le marcaban perfectamente su culo, y una camiseta deportiva normal y corriente, supongo que con sujetador deportivo debajo.

A ella le veía sufriendo por el peso que tenía que transportar, así que amablemente me acerqué a los que supuse nuevos vecinos y les ofrecí mi ayuda.

-          Buenas tardes, soy Sergio, vivo en este portal, en el 7ºA. Disculpad las pintas – iba con mis mallas de correr y mi camiseta toda sudada.

-          Hola Sergio, somos Carmen y Alfredo, nos mudamos al 7ºB, pero creo que de la otra escalera, porque en el 5ºA se nos ha presentado una señora mayor muy amable – respondió Alfredo.

Efectivamente, mi edificio tiene dos escaleras, y en el 7ºA de la otra escalera vive la señora Aurora, una mujer de unos 75 años, que siempre me ha recordado a mi madre.

Y por ende, ellos van a vivir en el piso con el que comparto tabique de dormitorio, el cual lleva casi 1 año sin habitar.

-          Yo: ¿Os puedo ayudar a subir cosas? Siempre que no os importe que vaya así de sudado

-          Carmen: Sí, por favor, no puedo más, estos muebles pesan como un demonio

-          Yo: Perfecto, decidme que voy haciendo

Alfredo se quedó pensativo unos segundos, miró a la furgoneta, al portal y de nuevo reaccionó.

-          Alfredo: Mira, creo que lo mejor es que vayáis subiendo lo que hay en el portal. Carmen coge las cosas pequeñas y las llaves, tú las pesadas, y yo voy descargando hacia el portal más cosas.

-          Yo: Como tú mandes

Carmen y yo nos dirigimos al portal, llamamos al ascensor y empezamos a cargar cosas, empezando a llenar el fondo del ascensor, y un lateral. Es un ascensor antiguo, pero por suerte es muy amplio.

Quedó hueco para montar yo, y un poquito más adelante ella, dándome la espalda, pero con espacio de sobra para los dos.

Cuando estábamos a punto de apretar el botón para arrancar, nos llamó Alfredo diciendo que cabía esa pequeña estantería, que nos apretásemos un poco. De manera totalmente inocente, Alfredo hizo que el culo de Carmen quedase totalmente pegado a mi paquete, y nosotros sin poder movernos. El mismo Alfredo pulsó el botón para que arrancase el ascensor.

Poco a poco, mi polla al sentir ese culo sensual delante de ella, empezó a crecer, hasta ponerse bien dura cuando habían pasado 2 ó 3 pisos nada más. El contacto era casi piel con piel, al llevar ambos mallas de verano, el roce era muy notorio, al menos para mi, pero entiendo que para los dos.

Todo el camino estuvimos en silencio, un silencio tenso por lo que estaba pasando de cintura para abajo. Pero muy placentero, al menos para mi.

Llegamos al 7º, se abrió la puerta, y ella salió delante de mi sacando la pequeña estantería de baño. Al girarse para seguir cogiendo cosas, disimuladamente sus ojos se dirigieron a mi paquete hinchado, y a su vez, unos ojos impregnados de lujuria y un rubor en su cara demostraban que a ella también le había excitado la situación.

Con una conversación banal sobre cuanto tiempo llevaba viviendo ahí, de dónde eran ellos, y cosas superficiales, dejamos toda la carga del ascensor dentro de su casa, algún roce casual, pero de poca importancia. Mi paquete seguía algo hinchado, pero sin el volumen que tenía nada más bajar del ascensor. El color rojizo de su cara no había bajado, y alguna mirada que otra se posaba en mis partes.

Volvimos a bajar a recoger más muebles, esta vez en el ascensor íbamos a ir mucho más libres de espacio. Le dejé pasar primero para poder admirar ese culo que hace unos minutos me la había puesto tan dura, y ella lo supo, al entrar, se movió de una manera muy sugerente, como queriendo mostrar aún más el atractivo de su culo, sabedora de que me la había puesto bien dura en la subida. Una muestra más de que ella estaba, al menos, tan excitada como yo y no le disgustaba el juego.

Una vez dentro, alejados el uno del otro en ese ascensor tan amplio, no hubo ni una sola palabra, pero el recorrido de los siete pisos fue muy tenso, nos miramos el uno al otro, y ninguno de los dos separamos la mirada. Se podía cortar la tensión sexual que había dentro de ese habitáculo.

En cuanto se empezó a abrir la puerta, apartamos las miradas. Alfredo estaba esperándonos allí mismo.

-          Alfredo: Venga chicos, que ya solo nos queda el somier y el colchón, y me voy a devolver la furgoneta a Carlos – se refería a algún amigo suyo

-          Carmen: Sí, por favor, vamos a terminar, que necesito una ducha

-          Alfredo: Vale, pero esto pesa bastante, lo subimos Sergio y yo, y tú te quedas aquí con la furgoneta, que la tenemos en doble fila y puede que haya que moverla.

-          Carmen: Ni de coña, yo no conduzco el mamotreto ese, ahí se quedará hasta que bajes. Así que me subo con vosotros, yo no me quedo aquí sola.

-          Alfredo: Bueno, como quieras, pero en cuanto dejemos esto arriba, yo me tendré que marchar corriendo.

-          Carmen: Vale, ya nos tomaremos Sergio y yo una cerveza a tu salud.

Alfredo y yo nos acercamos al somier, nos repartimos las posiciones, yo delante y él detrás, lo cargamos en el ascensor, en diagonal cabía de sobra, de alto perfecto. El ascensor es muy grande.

Hicimos lo mismo con el colchón, que pesaba bastante más, yo entre delante en el ascensor, y Alfredo iba detrás. El colchón cruzado en la diagonal del ascensor hacía que estuviese como dividido en dos, desde una parte, no se veía la otra.

Falta por subir Carmen, la cual no tuvo dudas, y se puso en mi mitad del ascensor, dándome la espalda, como la vez anterior, pero en este caso había espacio como para estar a un palmo de mi, por lo que no esperaba ninguna situación ni parecida a la anterior.

Alfredo le dio al botón, y la puerta empezó a cerrarse. En ese mismo momento, Carmen dio un paso hacia atrás, y esta vez, sin obligación ninguna por falta de espacio, pego su culo a mi paquete, con la diferencia de que esta vez no se quedó quieta, suavemente, empezó a frotarlo notando como mi polla crecía y crecía. Vista la situación, no quise ser solo un espectador, sino que decidí pasar a la acción, y puse mis manos en sus caderas, acompañando sus movimientos de culo con mis manos, y a veces pegando un empujoncito con mi polla simulando que se la metía. La sensación era incluso mejor que en el viaje anterior, con ropa fina, pero esta vez con complicidad por parte de ambos.

La temperatura en este lado iba subiendo, y mis manos se lanzaban más, empecé a tocar su culo, comprobando que de verdad estaba durito, frotando mis manos y apretando sus glúteos, mientras ella se dejaba hacer y empujaba hacia atrás para intentar sentir mi polla. Ella quería más, y abrió un poquito sus piernas, sacando el culito hacia atrás, ofreciendo su tesoro más preciado, que no tarde en palpar, acariciar, tocar, sintiendo la humedad que allí se concentraba, y notando todo el calor que emitía.

De repente, notamos como el ascensor se paraba, y se empezaban a abrir las puertas. Nosotros tuvimos que parar también, ella se apartó, y nos comportamos como si no hubiese pasado nada. En ese momento, no sé como estaría ella, pero yo estaba hecho un flan, pensaba que Alfredo iba a notarlo todo, principalmente por la erección que tenía, y el paquete que se me marcaba, que se iba a montar un follón, y que me iba a soltar dos leches bien dadas.

Pero él estaba a lo suyo, a su mudanza, nada más terminar de abrirse, me avisó de que empezaba a coger el colchón, y que cogiera yo también. Así lo hicimos, descarga del colchón y del somier, los colocamos en su sitio. Alfredo me dio las gracias, me dijo que estábamos ahí para lo que necesitase, el ofrecimiento fue mutuo, y acabamos en que un día de estos me pasaría a cenar con ellos. Y rápidamente, desapareció de casa para ir a devolver la furgoneta que aun estaba en doble fila.

Carmen, que estaba despidiéndose de su marido, vio cerrarse la puerta del ascensor, cerró la puerta de casa, y sin mediar palabra, vino hacia mí, se agachó delante de mi, me bajó las mallas, y mientras me miraba a los ojos, engulló mi polla de un solo golpe, empezó a meterla y sacarla de su boca con pasión, con lujuria, con muchas ganas. Dejó de sujetarla con su mano, y se la metía hasta al fondo, sus manos fueron a mis glúteos, como para evitar que me escapara, y para metérsela bien al fondo ella solita, incluso en algún caso se le escapó alguna arcada. Todo esto, sin dejar de mirarme, algo que aun me pone más.

Le tuve que decir que parase, porque me iba a correr solo con la mamada, y ya que nos habíamos puesto, quería darle placer a ella también.

-          Carmen: ufff, no sé que me ha pasado, es la primera polla diferente a la de mi marido que pruebo en toda mi vida. Pero me pusiste tan cerda en el ascensor, que no pude controlarme.

Cuando empezó a hablar, parecía que se estaba arrepintiendo de lo que había pasado. Pero conforme continuó con la segunda parte de la frase, se levantó, se acercó a mi, y me agarró la polla con la mano, para recorrerla de arriba abajo. Y en cuanto terminó de hablar, se acercó a mi, se irguió ligeramente, y empezó a comerme la boca, sin soltar mi polla. Yo abrí mi boca, y empezamos a besarnos con pasión, ella masturbándome y yo me puse a acariciar su culo, primero por encima de sus mallas, para después, meter mi mano por dentro, y sentir su suave piel al apretar su apetitoso culo.

Si con la mamada ya estábamos los dos muy encendidos, con este beso tan apasionado, el control estaba a punto de perderse, aún más. A los pocos segundos de besos y manoseos, llegué a ese límite, y perdí totalmente el control. Me separé, la agarré de la cintura, le di la vuelta, y la empujé contra la pared.

Carmen entendió al instante lo que quería, puso las palmas de sus manos en la pared, se arqueó ligeramente, ofreciendo su culo y su sexo para mi. Agarré sus mallas azules, se las bajé de un tirón junto con su ropa interior. Me acerqué con mi polla dura, y apuntando a su vagina, le penetré por completo de un solo empujón, entrando con total facilidad debido a su humedad. Pegó un gemido enorme, de puro placer, y al ver que no me movía, giró su cabeza, su mirada no sé muy bien si lleva implícita una pregunta “¿qué haces, porqué no sigues?” o una súplica “por favor, sigue”.

Cualquiera de las dos opciones era más que interesante...así que, puse una mano a cada lado de sus caderas, y sin avisarle, empecé a follarle a un ritmo frenético, al más alto que me permitían mis piernas después de haber corrido 10 kms un rato antes. No sé cuanto duré, estaba a punto de quedar exhausto, pero sus gemidos empezaron a ser más seguidos, se acercaba su orgasmo, y cuando noto que pasa eso con la chica que estoy follando, me pongo mucho más cachondo. Saqué fuerzas de flaqueza donde parecían no quedar, y durante un par de minutos aumenté el ritmo de la follada, hasta que Carmen empezó a gritar como una loca, fruto de su orgasmo. Sintiendo en mi polla como se corría, me pusé a cien, tuve que sacarla, para correrme sobre ese culo tan bonito que tenía.

Allí estábamos los dos, recién corridos, exhaustos, pero bien satisfechos.

En ese momento, sonó un mensaje de wasap en el móvil de Carmen. Se acercó a mirarlo, era Alfredo, que le decía que se iba a tomar un par de cervezas con Carlos tras devolverle la furgoneta.

Al leerlo, a Carmen le surgió una sonrisa de niña mala de su boca, me miró:

-          Carmen: Sergio, aun tengo ganas de más, vente a la cama, que vamos a estrenar mejor el nuevo piso.

Me agarró de la mano, me llevó hasta el colchón que acabábamos de subir, nos desnudamos, y empezamos a besarnos y a tocarnos. Le besaba el cuello, mientras le acariciaba el culo; me besaba la oreja, mientras me acariciaba el pecho; la cosa se estaba encendiendo de nuevo. Me puse encima de ella, le dí un buen morreo, y froté mi polla dura de nuevo contra su vagina. Ella esperaba ser follada, pero de repente, me bajé hasta sus piernas, se las sujeté fuerte, y metí mi cabeza entre ellas, hasta llegar a su coño, el cual empecé a lamer despacito, poco a poco, jugando con sus labios, introduciendo mi lengua todo lo que podía, recorriendo todo con mis labios, mi lengua, besos, mordiscos suaves. Hasta que llegué a su clítoris, y me puse a jugar con él.

-          Carmen: Para, para, Sergio, por favor, para. No me lo han hecho nunca. Es algo que me da un poco de cosa

No le hice ningún caso, le agarré más fuerte de las piernas, y empecé a lamer más rápido su clítoris. Sus quejas se empezaban a mezclar con gemidos de placer, cada vez más y más gemidos. Hasta que sus quejas desaparecieron, y empezó a moverse, a retorcerse, debido al placer que estaba recibiendo. Esos movimientos me lo ponían difícil, pero quería llevarle hasta el climax con mi lengua. Y tras esfuerzo y mucho trabajo de lengua y boca, Carmen empezó a gritar, a tirarme del pelo, a sujetarme la cabeza. No era ella, en ese momento era un animal disfrutando de un gran orgasmo. Tras un minuto así, sintiendo como su corrida resbalaba por mi barba, me aparté, y ella quedó derrotada encima de la cama. No estaba ahí, respiraba profundamente, pero tenía la mirada perdida, y no hablaba. Pasaron 3 ó 4 minutos mientras yo acariciaba su cuerpo suavemente con la punta de mis dedos, su piel estaba erizada, aun le duraba la sensación de placer del orgasmo de hace unos minutos.

Al rato, reaccionó

-          Carmen: Cabrón, ¿qué me has hecho? No me había corrido así en la vida, te lo juro. Con Alfredo tengo buen sexo, pero lo que me acabas de hacer, supera todo lo que imaginaba que podría sentir. Uffff, ha sido tan bueno, que no sé si es bueno, espero no necesitar que me lo vuelvas a hacer. Eso sí, te debo una.

-          Yo: Carmen, no me debes nada. Lo he hecho porque quería darte placer, y lo he conseguido. Además, antes me la has chupado, y si no te paro, hubieses hecho que me corriese.

-          Carmen: de eso nada, monada, te debo una

De nuevo se puso melosa, y empezó a besarme, mientras acariciaba mis piernas y mi culo desnudo. Ella se volvía a poner cachonda, lo notaba en los pezones duros que arañaban mi pecho. Mi polla también se había endurecido tras el relax de hace unos minutos. La miró, me miró, y empezó a masturbarme, despacito, con suavidad, como si pudiese romperse, totalmente diferente al comienzo en la puerta de su casa.

-          Carmen: Esta polla quiero que se vuelva a correr, y quiero que se corra porque yo hago que se corra. Y como te has portado tan bien, te dejo elegir postura.

-          Yo: De verdad, que no hace falta, viendo que tú has disfrutado, me puedo ir tranquilo – Lo decía de verdad, pero con la boca un poco pequeña, ya que estaba muy cachondo de nuevo.

-          Carmen: Parece que tu polla no opina lo mismo – Decía esto mientras miraba a mi polla - ¿verdad chiquitina? – decía como hablando con ella

Y de repente, se acerca a ella, le da un besito, y la lame de arriba abajo. Me vuelve a mirar

-          Carmen: ¿Estás seguro de que no quieres volver a follarme?

Y se mete toda mi polla en la boca, chupandola suave, pero con mucho ímpetu, dándome mucho placer. Tuve que rendirme.

-          Yo: Ponte a 4 patas

Ella obedeció al instante, se puso en esa posición, me coloqué detrás, y empecé a follarmela, primero suavecito, con un ritmo constante, pero poco a poco, mientras acariciaba su espalda, acariciaba su cabeza, y me agachaba hacía ella para decirle lo mucho que me estaba gustando follarle.

Empecé a subir el ritmo, agarrándole de las caderas, y de los pechos. Empujando cada vez más fuerte y más rápido. De nuevo, sus gemidos cada vez se repetían más, y yo estaba cada vez más cachondo, más cerca de correrme.

A pesar de habernos corrido los dos anteriormente, no aguantamos mucho, y el orgasmo llegó pronto. Primero el mío, me corrí antes de que ella llegase. Pero acariciándole con mis dedos, conseguí que se corriese de nuevo.

Se giró, me dio un buen beso

-          Carmen: Jamás en la vida me había corrido 3 veces en un solo día.

-          Yo: Me alegro que esa primera vez haya sido conmigo

Miró la hora, y habían pasado 2 horas desde que Alfredo le había dicho que se tomaba unas cervezas. Se nos había pasado el tiempo volando, ninguno de los dos había sido consciente.

-          Carmen: Ufff, Sergio, por favor, corre, vístete y vete. Alfredo no tardará mucho, y no puede ver que estoy sin duchar todavía, y mucho menos pillarte a ti aquí, sin haber gastado ni una sola cerveza.

Entendí el mensaje, y tenía toda la razón, apurar más tiempo ahí tenía mucho riesgo, y ninguno de los quería ser pillado en esa situación. Me vestí rápidamente, y me fui. Bajé por las escaleras para evitar cruzarme con Alfredo. Al llegar a mi casa estaba en una nube, no esperaba pasar una tarde tan placentera. Vaya sorpresa con la mudanza de los nuevos vecinos.