Ms. Robocop
Helena, policía de profesión, es enviada para infiltrarse en una organización criminal que aparentemente secuestra mujeres, lo que no sabe es que Eliot, su hijo, se ha enterado de sus planes y la ha delatado.
El ambiente en la sala de aquella casa era bastante tenso, y claro que debía serlo si el mismísimo jefe de policía de la ciudad estaba ahí. El imponente hombre tenía frente a sí a un joven rubio, le había conocido desde pequeño y ahora lo tenía ahí, con recién cumplidos dieciocho años, y teniendo que darle esa funesta información, mientras este mantenía la cabeza agachada con una expresión que reflejaba la más profunda tristeza.
—Y ese es el estado de la investigación, Eliot. Lamento que no te podamos decir más.
Eliot asintió, luego dijo:
—No se preocupe jefe. Yo comprendo que hace lo que puede, gracias por venir a informarme.
—Claro Eliot —dijo el jefe con pesar.
Dando por concluida la reunión, el jefe anunció que debía retirarse. Eliot lo acompañó hasta la puerta y antes de salir por esta, tomó al muchacho por el hombro y con una gran sonrisa, dijo:
—No te preocupes. La vamos a encontrar.
Eliot respondió la sonrisa y dijo:
—Lo sé.
Y diciendo eso, el jefe de policía asintió y al fin salió de la casa. Eliot entonces se quedó ahí un par de segundos y una vez que sintió que el jefe de policía ya estaba lo bastante lejos, una sonrisa se dibujó en su rostro y después dejó salir una carcajada.
Giró la cabeza para ver un cuadro que colgaba cerca de la puerta. En él podía verse a él mismo, con una cara no muy feliz, al lado de una mujer tan bien conservada, que nadie adivinaría que tenía ya treintaisiete años. Pero no solo se veía joven, también era bastante atractiva: con su cabello rubio atado en una cola de caballo, su piel blanca casi brillando bajo el sol, esos ojos azules que todos los hombres coqueteaban, unos labios gruesos que le daban una apariencia sexy a pesar de tener un rostro serio y por sobre todo, un cuerpo de infarto, de pequeños senos pero de abdomen plano, piernas tonificadas y un trasero firme a causa de largas horas de entrenamiento físico.
Cualquiera que viera a esa beldad de mujer pensaría que sería una modelo, actriz de cine o la esposa trofeo de algún hombre rico, pero no, había dos verdades sobre ella: era oficial de policía tal y como su uniforme en esa foto la delataba y además…
—¿Debería decirle al jefe que deje de buscar porque nunca te van a encontrar… mamá?
Así era. La oficial Helena era la madre de Eliot.
La relación de Eliot con su madre era bastante complicada. Cuando era muy joven, su padre les abandonó y aunque nunca supo la razón de esto, una vez su madre decidió ser madre soltera, él se imaginó la situación: Helena era una perra insufrible, con una personalidad fuerte y dominante que le hacía querer controlar cada aspecto de su vida y la de los demás, siendo especialmente notorio esto con él mismo y de un par de años hacia acá, ya no eran extrañas las constantes discusiones entre madre e hijo dentro de la casa.
Esto provocó en Eliot un profundo odio hacia su madre y buscaba formas de vengarse de ella… pero por suerte para Helena, Eliot era bastante cobarde como para considerar opciones como el homicidio.
Pero por suerte para Eliot, la solución a todos sus problemas le fue puesta en bandeja de plata por la misma Helena.
Desde su adolescencia, Eliot había desarrollado una afición por meterse a la computadora de su madre y ponerse a revisar sus archivos para ver los detalles mórbidos de varios de los casos en que ella era participe. Entonces, en su última revisión al PC de su madre, encontró un informe para lo que sería su siguiente misión.
Según el informe, se habían reportado casos de varias mujeres desapareciendo por todo el país que después terminaban convertidas en una especie de muñecas sexuales vivientes. Según las investigaciones, todo apuntaba a que una misteriosa compañía que radicaba en la ciudad era la principal sospechosa.
El corazón de Eliot dio un salto al ver el informe. Si él informaba a la compañía sobre los planes de su madre, entonces quizás ellos se desharían de ella por él.
Tomó los datos de la compañía, se aseguró de que su IP quedara bien oculta y después… la delató anunciando todo el plan que pensaba efectuar su madre para reunir evidencia contra ellos.
El efecto fue casi inmediato: Helena salió de la casa el día que debería efectuar su misión… y jamás regresó.
La investigación para localizarla empezó y el jefe de la policía, amigo de la familia, venía de tanto en tanto a darle avances del caso y a asegurarle que la iban a encontrar, mientras que a él le daban ganas de carcajearse en su cara y decirle que dejara de perder su tiempo, que jamás la iban a encontrar.
Algo interrumpió su feliz recuerdo: el timbre de la puerta. Se apuró a abrir y cuando vio lo que estaba frente a él, se le fue la respiración. Un tipo tan enorme y peludo que podría pasar por un gorila, estaba en la puerta con una caja de madera al lado de él.
—¿Es usted el joven Eliot? —preguntó el gorila con una voz grave.
—S-sí… —respondió Eliot sin saber qué podría querer ese tipo con él.
—Tengo un paquete para usted —dijo con una maquiavélica sonrisa y sin pedir permiso, tomó la enorme caja y con ella pasó al interior de la casa, avanzó hasta la sala y dejó su carga ahí.
—E-espere un momento, ¿quién es usted? ¿Y cómo sabe que este paquete es para mí?
El gorila lo miró, esbozó su sonrisa tétrica y dijo:
—Usted le pasó el soplo a mis empleadores acerca de una policía que se iba a infiltrar para buscar evidencia incriminatoria.
El alma de Eliot se le fue hasta los pies. Estaba seguro de que había cubierto bien sus huellas cuando delató a su madre, ¿cómo podían esos tipos saber su nombre y su dirección? El gorila continuó:
—Su aviso fue muy oportuno, el plan de la oficial era bueno y pudo haber reunido suficiente evidencia como para complicar nuestra operación, por lo que en agradecimiento, mis jefes le mandan esto.
Y miró a la caja. Eliot lo imitó y preguntó:
—¿Q-qué hay en la caja?
El gorila soltó una carcajada siniestra y dijo:
—Oh… estoy seguro de que usted sabe qué productos manufactura nuestra organización.
«¡¿Mi propia muñeca sexual viviente?!», pensó Eliot con el corazón en un puño.
El gorila hizo una reverencia y antes de salir de la casa, dijo:
—Solo asegúrese de guardar bien su nuevo juguete. Le cayó bien a mis jefes y no les gustaría tener que “borrarlo” como hicieron con esa puta.
Y sin decir más, salió por su cuenta de la casa.
Eliot se quedó, primero en shock por lo que acababa de ocurrir, luego sonrió y soltó una carcajada de alegría. No solo se había deshecho de su madre, sino que ahora tenía su propia muñeca sexual viviente.
Con la polla dura ante la idea de que pronto follaría a una chica como si no existiera el infierno, se apuró a abrir la caja y cuando al fin pudo quitar uno de los lados, su verga se volvió a poner flácida por la impresión.
Dentro de la caja se encontraba su madre, en posición de firmes y con la boca dibujando una letra O de tal forma, que un hilo de baba ya escurría por ahí. A primera vista podría decirse que estaba bastante normalita, vestida con todo y su uniforme de policía llevando incluso su gorro y sus lentes de aviador, pero lo normal terminaba cuando se veía la blusa y el pantalón: la primera estaba recortada por el pecho de tal forma que sus tetas desnudas estaban a la vista mientras que el segundo estaba recortado en el área del pubis, dejando a la vista un muy bien depilado coño sobre el cual se encontraba un código de barras tatuado sobre la piel blanca de la mujer.
Eliot se llevó la mano a la boca por la impresión y se apuró a pasar la mano enfrente de los ojos de su madre, pero no hubo reacción. Con la misma mano, ahora temblorosa por una mezcla de nerviosismo y emoción, retiró las gafas y soltó un grito ahogado cuando vio que esos ojos antes gobernados por un hermoso iris azul, se habían convertido en globos blancos carentes de toda vida.
—¿Ma-mamá? —preguntó Eliot todavía sin creer lo que veía.
La palabra “mamá” activó algo en el cerebro de la ex oficial, ya que la O que eran sus labios empezó a moverse para decir con una voz casi computarizada:
—La personalidad de esta unidad ha sido eliminada y ya no responde al comando “mamá” a menos que el controlador así lo requiera. Mientras tanto, favor de referirse a la unidad como Helena Bot. Aguardando órdenes del controlador nombre clave: amo.
Creyendo que estaba en un sueño, Eliot pasó saliva y ordenó:
—Helena Bot, sal de la caja.
—Sí amo —respondió Helena mecánicamente y con pasos firmes y precisos, empezó a marchar fuera de la caja y mientras lo hacía, Eliot la siguió con la mirada, bajando sus ojos al culo de la mujer y notando que no solo el pantalón también estaba cortado de atrás dejando a la vista el despampanante culo de la mujer, sino también a la vista tanto un tapón anal en forma de corazón tan grande que sobre salía entre las dos nalgas, como un tatuaje sobre estas que decía “Helena Bot”.
Helena Bot continuó caminando un par de pasos más hasta que se detuvo en medio de la sala y volvió a quedarse en esa posición de firmes tan poco natural. Eliot se acercó a ella y la admiró, para luego dejarse caer en el sillón con su esclava frente a él y apoyó su codo en uno de los respaldos para poder apoyar su cabeza en su puño. Todo lo que quería era sacar a su madre de su vida, que el gorila le dijera que le habían dado una muñeca por su soplo había sido un plus, pero no esperaba que esa muñeca fuera a ser su madre. Ahora ya no sabía qué hacer.
Continúo observándola, en su posición de firmes, con sus ojos en blanco y sus tetas y coño expuestos sin que a la muñeca que era ahora Helena le importara en lo más mínimo. Eliot repasó la situación y llegó a una única conclusión: ¿qué es lo que se hace cuando tienes a una mujer tan sexy, no importa que sea tu propia madre, bajo tu completo control? Obviamente no ponerla a lavar platos.
—Helena Bot, hazme un oral —ordenó Eliot ya resignado a la situación.
—Sí amo —respondió Helena al acto.
La mujer se puso de rodillas frente al muchacho y con gran maestría comenzó a manipularle el pantalón para bajárselo junto con el bóxer. Mientras recibía el tratamiento, Eliot todavía no se sentía muy confiado de que su propia madre se la fuera a chupar, pero cuando miró esos gruesos y sexys labios rojos que estaban por abrazar su verga, la erección que había perdido al ver que la muñeca que le habían regalado resultó ser su propia madre, regresó y cuando la muñeca al fin le quitó el bóxer, frente a ella quedó un pene bien parado listo para la acción.
Helena miró esa vara de carne solo por unos momentos, no dijo nada y sin avisar, la tomó con su mano y empezó a masturbarla para que algo de líquido preseminal saliera y cuando aparecieron las primeras gotas, ahora sí se lo llevó a la boca para empezar con el movimiento arriba bajo de su cabeza y pasear sus labios rojos por todo el tronco.
Eliot mientras tanto estaba en la gloria y así lo hizo saber con un gran gemido que soltó al sentir el calor y el vacío de la boca de su madre. Empezó a acariciar la cabeza de esa mujer mientras esta atendía su pene y no pudo evitar comparar esa mamada con otras que había recibido en el pasado; la calidad de esta era por mucho mejor, no se esperaba que su madre fuera tan experta.
Con eso en mente, Eliot recuperó su sonrisa maligna y se atrevió a preguntar:
—Helena Bot, ¿alguna vez se la chupaste a mi padre?
Eliot no sabía si los recuerdos de esa mujer se habían ido con su personalidad, pero no perdía nada con preguntar.
Helena dejó de chupar la polla de su amo, pero la siguió masturbando con su mano, para tener la boca libre y responder:
—No, amo. Esta unidad nunca tuvo sexo oral con el sujeto identificado como “ex esposo”, nuestros encuentros sexuales fueron más bien escasos.
Y tras decir eso, retomó la tarea de seguir mamando la verga de esa persona que su robotizado cerebro reconocía como su dueño.
Eliot soltó una carcajada. Ahora sabía que la personalidad de su madre no había sido lo único que había acabado con su matrimonio, también la falta de sexo había ahuyentado a su progenitor. Con esa idea en mente, decidió darle a su madre lo que antes del lavado de cerebro tanto necesitaba: una buena cogida.
—Helena Bot, tírate de espaldas con las piernas bien abiertas para coger tu vagina de puta amargada.
Helena detuvo el servicio, enderezó la espalda y respondió con un computarizado:
—Sí amo.
La muñeca obedeció, se tumbó de espaldas con las piernas bien abiertas dejándole a Eliot una buena vista de su coño de labios rosas y el tatuaje de código de barras.
Eliot no lo pensó más, se quitó el resto de su ropa y se arrodilló frente a su madre, acarició con su polla la entrada a esa cueva y sin ningún miramiento más, la penetró de una sola estocada.
Sintiendo cómo esa cueva cálida y húmeda le abrazaba la verga, Eliot comenzó a mover sus caderas para bombear a esa mujer. Aunque ella no reaccionaba, el rubor en su rostro y la forma en la que rebotaban sus tetas al ritmo que él llevaba le bastaban, tomó las tetas de su madre, pequeñas pero apetecibles, y las estrujó hasta dejarlas coloradas y luego fue por los pezones, para pellizcarlos mientras gritaba:
—¡Así puta! ¡¿Te gusta maldita perra?! ¡Eso es lo que eres! ¡Una pinche puta!
Pero mientras desquitaba sus frustraciones con su madre de manera sexual, se dio cuenta que una follada vaginal no sería suficiente para terminar de desquitar toda la furia que sentía contra su madre, tenía que pensar en algo más y entonces lo recordó:
—El tapón anal.
Dejó de follar a su madre y se salió de ella para volverse a sentar en el sillón con la verga parada y llena de los fluidos vaginales de la mujer.
—Helena Bot —ordenó—. De pie y dame la espalda.
—Sí amo —respondió Helena con una voz tan tranquila que ni parecía que acababa de someterse a una extenuante actividad física.
Helena se puso de pie y se giró para darle la espalda a su amo, quien posó su mirada en el culo de la mujer, específicamente, entre las nalgas de esta por donde sobre salía esa gema con forma de corazón.
Eliot tomó la joya y empezó a tirar de ella para sacarla del recto de su madre, pero la verdad es que el tapón o estaba metido muy profundo, o el ano de su madre era tan apretado como su personalidad.
Al final dejó de importarle el daño que le provocara a su muñeca y tiró con fuerzas, sacando el tapón que si bien era chico, era bastante grueso y había dilatado el ano de su madre de tal forma, que Eliot pensó que podría meter ahí tres de sus dedos sin problemas.
Con una sonrisa perversa, Eliot ordenó:
—Helena Bot, así como estás metete mi verga en el ano.
—Sí amo —respondió Helena sin siquiera titubear por lo que estaba por ocurrir.
Tomó el falo de su hijo, lo apuntó a entre sus nalgas y poco a poco se fue sentando hasta que toda la verga de su hijo estuvo dentro de su recto.
Ebrio por el poder, Eliot sabía cuál era la jugada obvia, pero ahora que tenía una muñeca a su completa disposición, quería intentar algo que ninguna otra de sus parejas sexuales había querido hacer con él: un anal full Nelson .
Pasó sus brazos por debajo de las rodillas de su madre para luego levantarlas haciendo que sus piernas se levantaran y que todo el peso de la mujer cayera sobre la verga de él, cosa que más que lastimarlo, lo excitó todavía más. Luego llevó sus manos hasta la cabeza de Helena y ahí, se agarró del cabello de la mujer para completar la pose por completo.
Sin importarle si halar del cabello a su madre la lastimaba, Eliot empezó a mover su cadera para follarle el ano a su madre. El peso de esta le dificultaba un poco la tarea, pero la posición era tan excitante para él, que sus propias hormonas le dieron la fuerza que necesitaba para continuar follando ese sucio agujero hasta que al fin el orgasmo empezó a construirse y cuando llegó a su clímax, explotó en oleadas de placer mientras él sentía que su leche caliente le llenaba los intestinos a su madre, pero él no fue el único que disfrutó de la faena. Una vez terminó de correrse, vio que del coño de Helena salió disparado un chorro de un líquido transparente que empezó a bañar el piso de la sala.
Eliot rio divertido y luego jalando con más fuerza el cabello de Helena, dijo:
—Muñeca estúpida, ¿quién te dijo que podías tener un orgasmo?
—Lo siento mucho amo —respondió Helena—, esta unidad no volverá a tener un orgasmo sin su autorización.
Eliot sonrió. Ahora sabía qué haría con su juguete nuevo.
Helena se encontraba en la casa preparando la comida. Sus ojos seguían en blanco y su rostro también inexpresivo, pero ahora se encontraba desnuda, con el tapón anal de vuelta en su ano y con pequeños vibradores pegados con cinta en sus pezones y su clítoris.
Se escuchó que se abrió la puerta de la casa y por esta entró Eliot cargando una gran bolsa.
—Bienvenido a casa, amo —saludó Helena al reconocer la llegada de su dueño.
—Hola estúpida —dijo Eliot sin mirar a su juguete y obviamente a esta, no le importó, continuó preparando la comida.
Eliot dejó la bolsa en la mesa del comedor y empezó a sacar su contenido: un disfraz de enfermera, uno de gatita y otro de maid, además de varios juguetes sexuales como dildos, pinzas y correas.
Eliot sonrió por lo triste de la situación: Helena, renombrada oficial de policía, había sido reducida a un mero juguete sexual que su hijo usaría para cumplir todas sus fantasías, sin importar lo turbio que estas fueran.
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