Ms. Hyde
Durante un Erasmus en Dublín, pude conocer a la diosa de mis sueños mas húmedos,aquella mujer fue de esas mujeres que pasan por tu vida (y por tu cama) una vez en la vida y que cuando ya no la ves mas, sabes que venga lo que venga después ya nada será lo mismo. Lo que pasa en Dublín, allí se queda.
Y ahí me veía yo, con una maleta y en un avión camino de Irlanda. Iba a ser una experiencia que no sabía cómo iba a salir, pero sabía que iba a necesitar un cambio en mi vida. Para cuando me concedieron la Beca Erasmus, yo estaba muy contento, porque era algo que, por un motivo u otro, había pospuesto una y otra vez durante cada uno de los cursos de mi carrera. Además, mi pareja por aquel entonces me motivó a hacerlo. Todo esto pasó alrededor de marzo, lo que iba a significar unos meses de muchos preparativos. Además, el lugar me motivaba también ya que mi chica, la cual era muy viajera, fue quien me recomendó dicho lugar. Raquel, que así se llamaba, no había sido muy expresiva ni cariñosa nunca, así que cuando se lo dije y vi que no expresaba demasiada ilusión, no le di mayor importancia.
Pasaron los meses y llegó junio. Durante todo ese tiempo fue un sin parar de preparativos para el viaje: documentos sin fin, burocracia aburrida...aunque también me llevó a conocer a grandes personas. Una de ellas era Anita, una chica de Dublín que había venido a España a realizar a Málaga su Erasmus este mismo año y que cuando yo me iba, ella volvía de vuelta allí. Podría considerarse mi contraparte irlandesa. Era una chica la verdad bastante guapa, con unos rasgos asiáticos preciosos (tenía ascendencia de la micronesia) y alguien que me ayudó muchísimo tanto en el idioma, como en el papeleo como en la estancia. Podría considerarse que ella fue allí profeta en su tierra (siempre decía que todos esos favores me los cobraba en "Tintos de Verano", su bebida y tres palabras favoritas. Hicimos una gran amistad, hasta el punto que llegué a considerarla una hermana. Otra persona que conocí fue a Marta, una chica de Ronda (Málaga) con la cual también me puse en contacto vía redes sociales (realmente a Anita la conocí a través de nuestro coordinador común de Erasmus, Carmelo). Marta estudiaba Psicología, y durante todo el verano previo al viaje estuvimos investigando y resolviéndonos las ultimas dudas sobre el mismo.
Pero no vamos a hablar de mis "hermanitas", ya que estas cumplen en esta historia un papel secundario. Como decía, llegó junio y ya tenía, prácticamente, el 70% del viaje preparado. Un día, y sin que yo me lo esperara, (pues precisamente habíamos tenido recientemente la comunión de un primo suyo al más puro estilo boda gitana en un chalet (echamos ahí 3 días con sus dos noches), me viene con la maldita frase: "TENEMOS QUE HABLAR". Efectivamente, quería terminar con todo de manera (al menos desde mi punto de vista, pues yo no me lo vi venir ya que casi nunca habíamos tenido discusiones) repentina. No me dio explicaciones, no me dio motivos ni excusas. Pero la conocía desde hacía un par de años y, aunque el jarro de agua fría no me lo vi venir, sí que sabía que era una persona sincera y con la cabeza amueblada por lo que sabía que, si había tomado dicha decisión, era porque lo había pensado mucho.
Fueron unos meses de verano bastante amargos los primeros días, la verdad. Pero teniendo en cuenta que era verano, que mis amigos y mi familia estaban ahí para apoyarme, salí adelante la verdad que bastante bien. Además, a lo largo de todo ese verano me di cuenta que, en el fondo sí, yo la quería mucho y sé que ella a mí también, pero no nos amábamos. Eso en cierto modo me ayudó a que el palo no fuera tan grande y que el verano no se convirtiera en un infierno.
Llegó septiembre, y con ello ¡El viajecito! Ya lo tenía todo preparado y, si tengo que confesarlo, iba bastante cagadete. Sin embargo, y teniendo al lado a mi amiga Marta, me sentí un poco más seguro.
Pasaron los meses y poco a poco comencé a adaptarme al lugar y al ambiente. La verdad, era un lugar muy distinto a España, pero conseguí hacerme al sitio. Conocí a mucha gente, tanto española como extranjera. Marta también conoció a mucha gente. Hizo muchas amigas, pero, sobre todo, a muchos chicos. La verdad es que la condenada, pese a no ser especialmente guapa (Tenía los ojos claros y era rubia, pero poco más) se pasó por la piedra a más de uno, todos de una procedencia y nacionalidad distinta (supongo que es lo que tiene ser chica y salir de fiesta con un vestido carmín ajustado con los labios a juego). No había fin de semana que no saliéramos de fiesta y no se trajera a casa a algún maromo. Al que más conocí fue a un armario empotrado de ébano que nos sacaba a ambos dos cabezas y que lógicamente era (lo que ella llamaba cuando me lo contaba luego), un "Coca-Cola de Litro y Medio". Ya me entendéis.
Yo, por mi parte (y mira que lo intentaba) no tenía tanto éxito. Me lie con alguna en las discotecas, pero, por un motivo u otro, no terminaba de llegar a rematar. Una vez una estuvo a las puertas (nunca mejor dicho, pues la cosa se quedó ahí, a las puertas de mi dormitorio). Era una coreana lindísima con la cual había charlado durante una fiesta realizada en nuestro piso. Con la borrachera, terminamos liándonos, pero, a la hora de rematar, se lo terminó pensando mejor y ahí me dejó con todo el calentón.
Pasaron los meses y la cosa seguía igual. Pero fue llegar febrero y cambiar todo para mí. Un día que estaba bastante liado con trabajos y apuntes, recibo un mensaje: “Vicente, hoy fiesta en el Horizonte! Te apuntas sí o sí. Vienen unas amigas :P.” Yo tenía mucho trabajo y en un principio iba a decir que no, pero yo necesitaba desconectar. Además, aún no había ido al Horizonte, la mejor discoteca de la ciudad. ¡Así que me dije “que cojones!” Y me apunté. A las 11, ya estaba yo listo para salir y fui a darle el encuentro a Marta. Junto a ella, se encontraban dos chicas. La primera de ellas, Sarah, una tailandesa mas bien pequeñita y la mar de simpática, pero la otra era la protagonista de esta historia: Victoria, una eslovaca mas bien delgaducha para algunos, aunque con bastante buen cuerpo, unos ojos azules enormes y una melena rubia que le llegaba a los hombros. No tenía unos pechos especialmente llamativos, pero tenía una cintura y un culo bastante bonitos. María me las presentó y no dirigimos al Horizon. Allí, comenzamos a bailar y beber y pasó lo que casi siempre: Marta se puso a bailar con un maromo al que pronto le echó el lazo y ahí me quedé yo, con las dos guiris en mitad de la pista. La verdad es que a Sarah se le notaba que no estaba en su ambiente. Se les notaba a kilómetros que estaba allí por cumplir con sus amigas y que ese ambiente no era lo suyo, ya que bailaba mas bien de manera muy estándar y sosa. Pero Victoria…pude descubrir que Victoria y el alcohol es como decir Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Apenas llevaría…3 o 4 copas, pero fueron suficientes para que se convirtiera en la reina de la pista: Unos bailes extremadamente sensuales y sugerentes, unas miradas de loba que dejaron a media pista embobados. Mi impresión fue tanta que, al sacar el móvil para proponerle unas fotos juntos los 3, lo que hice fue tomarle un video bailando como solo ella sabía hacer. Mas de uno quiso entrar para meterle cuello, no sin razón. Pero Sarah se tomó eso como un “se acabó la fiesta” y se los espantó. Eso no impidió a Victoria seguir con su baile sensual. En cierto momento de la noche, Sarah decidió marcharse dejándome a solas con aquella caucásica borracha. No se en qué momento fue, pero en un despiste por mi parte…Victoria desapareció, dejando su bolso en el suelo. Mi reacción no fue otra que recoger su bolso e ir a buscarla. Sabe Dios, estando en el estado en el que estaba, donde había ido a parar.
No me fue muy difícil dar con ella. El Horizon tenía dos puertas: Un acceso de entrada y otro de salida. Al salir no pude encontrarla, pero cuando me acerco de nuevo a la entrada me encuentro la peor escena: Ella se encontraba en la puerta, discutiendo con el “bouncer” (un gorila con función de segurata y cara de pocos amigos. A decir verdad, no era realmente una discusión, pues lo que vi fue simplemente a Victoria fuera de sí gritándole al segurata en eslovaco. Por la situación y lo poco que pude oír en inglés, entendí que Victoria quería volver a entrar a recuperar su bolso, y aquel proyecto de Vin Diesel, viendo su estado, se negaba. Nunca he querido saber qué le estaba diciendo en eslovaco, aunque imagino que de todo menos bonito. De hecho, lo que realmente me tranquiliza es que no se enterara el segurata, ya que creo que si ella no recibió un guantazo fue por su condición de mujer. Llego a ser yo, aun estaría recogiendo dientes del suelo.
Total, que me acerco a ella, le enseño el bolso y parece que eso la tranquilizó (aunque con la borrachera seguía diciendo por lo bajini cosas en eslovaco), por lo que pude llevármela lejos de allí antes de que el segurata se lo pensara dos veces. Ella me dijo un “Thank you”, me besó en la mejilla y, acto seguido, nos sentamos en el suelo abrazados en una esquina a que se le bajara la borrachera. Cuando la cosa estuvo más calmada, la acompañé hasta la puerta de su casa y ahí me quedé yo, volviendo a casa con todo el calentón del mundo. En cuanto llegué, me cambié de ropa, me eché en la cama y, de repente, me acordé de aquel sensual video de mi móvil. Acto seguido, me lo puse en bucle (duraba apenas como dos minutos, pero fueron suficientes), me saqué la polla y me di un homenaje a su costa hasta que terminé y me quedé dormido.
Semanas mas tarde, una noche que decidí no salir, Marta me contó que había ido con Victoria de fiesta y que había desaparecido durante dos días. Estuvimos a punto de llamar al tercer día debido a que, según su compañera de piso, no era la primera vez que ausentaba después de una fiesta, pero siempre volvía a las 24h o como mucho a las 48. Pero 72h ya eran demasiadas. Sin embargo, cual Jesucristo, Victoria volvió a aparecer como si nada en su casa, con una resaca del copón y sin dar explicaciones a nadie.
Al finde siguiente, volvimos a quedar los de aquella ocasión, pero esta vez sin Sarah y en el Estudio de Marta. Ahí montamos una “manifiesta” privada con música en el portátil, mucho picoteo de comer y, sobre todo, mucho Lambrusco. Como sabéis, el Lambrusco es de esas bebidas que entrar rápido y suben aún mas rápido, así que no tardamos en ponernos a cantar en modo Karaoke por Rihanna. En cierto momento de la noche, y a la vista de que aquel estudio apenas era sitio para 3 personas (María apenas tenía dos sillas). Victoria se me sentó en el regazo. María y yo ya estábamos algo puestos, aunque manteniendo el tipo. Por su parte, una vez mas Victoria pasó de Jekyll a Ms. Hyde, por lo que después de un desfase en el cual casi los vecinos llaman a la policía, Victoria se echó en la cama de Marta y se quedó casi durmiendo la mona.
- ¡Despierta a la loca esa, que ni se le ocurra dormirse en mi cama! – Me pidió Marta.
Yo me acerqué a intentarlo, pero apenas llegué a ella, Victoria me cogió de la mano y me hizo tumbarme con ella de cucharita. En aquel momento no se si lo notaría o no, pero mi verga empezó a crecer de manera considerable. Para rematar la faena, Victoria en su ensoñamiento me hizo abrazarla por los pechos, cosa que me puso como una moto. En aquel momento, y en esa posición tan sugerente, giré mi cabeza buscando la mirada de Marta con un claro objetivo: Que ella me prestara su estudio para dormir con Victoria aquella noche. Ella podía irse a dormir a mi piso, yo le prestaba las llaves.
- Ni de coña, Vicente. Yo tengo ganas de dormir, te he dicho que la despiertes y la mandes pa su casa.
Total, que finalmente consigo que se salga de la cama y empecé a acompañarla de camino de vuelta. El problema fue que su casa era en una dirección y la mía en otra, y ella iba de manera automática a la suya, a pesar de la borrachera. Estuve a punto de intentar convencerla a venir a casa, pero no hubo manera…Tampoco podía ir a su casa porque su compañera de piso era también compañera de habitación, así que una vez mas me quedé con dos palmos de narices (y con el calentón)
Algunos días más tarde, en marzo, ocurrió que de repente una noche empecé a encontrarme mal, hasta el punto que tuve que llamar de urgencia a Marta para que me trajera comida, bebida y medicinas, ya que no me podía ni mover. Por lo que se ve, cogí un virus de esos de 24h que se curan con reposo. Al día siguiente me la pasé todo el día en la cama aún medio convaleciente.
Recibo una llamada de Marta
- ¡Vicente! ¿Cómo te encuentras?
- Algo mejor, Marta. Aunque aún metido en la cama.
- Tío, ¿Recuerdas que hoy venían mis amigos de España? ¿Qué vas a hacer? – Me preguntó Marta.
- ¡Uff, Marta! – dije yo – ¿Hoy de fiesta de nuevo? Yo aun no me he recuperado…
- Ok, como veas. De todas formas, no creo que nos vayamos a ir de desfase esta noche, yo mañana madrugo – Y, como si me leyera el pensamiento, Marta me soltó – Esta noche he quedado con Victoria y ellos a las 10 – Oír el nombre de Victoria y saber que iba a estar me sobresaltó – Vamos a ir al pub irlandés que hay aquí al lado de tu casa. Si ves que te encuentras mejor, pásate. Esta gente quiere conocerte. ¡Hasta luego! – Colgó Marta.
No se si Marta me dijo que Victoria iba a estar ahí de manera inconsciente o intencionadamente (conociéndola, me atrevería a decir que lo segundo), pero el solo hecho de oír su nombre, me hizo sacar fuerzas de flaqueza para replanteármelo. De ese modo, dejé la ropa por si acaso preparada y seguí descansando toda la tarde.
Cuando fueron las 8 y media, aún sentía que no me encontraba del todo recuperado, pero tomé una decisión: Iba a ir. Total, el pub estaba a dos calles de mi casa y, si veía que me seguía encontrando mal, lo único que tenía que hacer era caminar dos minutos y para casa.
De este modo, me duché, me vestí y, a las 10 estuve en el sitio, sin avisarles. Nadie me esperaba:
- ¡Vikitouh! – Acerté a oír mientras miraba a Marta con cara de aprobación y picardía que solo pueden tener dos grandes amigos. Pero la voz no era la suya.
Aunque no hubiera reconocido su voz, la única persona en el mundo que me llamaba “Vikitou”, era cierta eslovaca que aún le costaba pronunciar correctamente mi nombre y que tampoco había aprendido del todo bien a utilizar los diminutivos correctamente. Aquella rubia de ojos enormes ojos azules me sonrió. Yo le devolví la sonrisa y me senté en el ultimo asiento que había.
- Mira Vicente, estos son Carlos y Andrea, dos amigos míos del pueblo – Dijo Marta presentándome a sus amigos.
- ¡Encantado! Yo soy Vicente– saludé – Bueno, vamos al lio…¿tomamos algo?
Lo que tomamos fueron unas enormes pintas británicas que, a pesar de no entrar tan rápido como el lambrusco, si que subían mas o menos a la misma velocidad. Como era de esperar, Victoria comenzó a beber y a empezar a dar los primeros síntomas de Ms. Hyde. En cierto momento de la noche, el pub se convirtió en una discoteca casi improvisada en la que empezó a bailar gente. Adivinad quien fue de las primeras en salir a la pista.
Efectivamente, Victoria ya había comenzado a bailar, aunque de momento de una manera mas o menos normal.
- Bueno Vicente, nosotros vamos tirando pa casa, que me toca madrugar – Oí decir a Marta.
Eran las 1 de la noche y apenas había empezado la fiesta allí, pero Marta, a pesar de que era verdad que madrugaba a la mañana siguiente, se que lo hacía por lo que lo hacía. Era lista la jodía.
Total, que comencé a despedirme de Marta y sus amigos y volví a quedarme allí abandonado por ella con aquella bomba de relojería rubia.
La bomba de relojería rubia…
- Mierda…- fue lo primero que acerté a decir cuando mis ojos vieron lo que vieron: Victoria se había acercado al DJ y le estaba exigiendo que cambiara de canción. El DJ, incómodo, no sabía dónde meterse.
- Sorry, buddy, excuse my friend. She’s a Little bit tipsy – acerté a decir cuando llegué a la mesa de mezclas.
El DJ me miró con cara de pocos amigos, pero no me dijo nada mas cuando vi que me llevaba a Victoria al centro de la pista a bailar.
Victoria ya estaba en modo Ms. Hyde. Había comenzado conmigo su danza sensual y sus miradas entre perdida y morbosa. Me hizo agarrarla por la cintura para que siguiera bailando pegado a ella. En cierto momento, acerqué las manos a mas que jugoso culo y se lo toqué de manera poco disimulada. En aquel momento, Victoria tenía la cabeza echada encima de mi hombro mientras bailaba y, cuando menos me lo pude esperar, nuestros labios se habían fundido en un profundo beso. Su lengua jugaba con la mía como ninguna lo había hecho hasta entonces. Pero de repente…
- ¡Get out of there! – oí una voz detrás mía y alguien que me cogía del hombro.
Cuando me quise dar cuenta, acerté a descubrir el motivo de aquella interrupción: No se en qué momento, y con la pasión (no sabía si había sido iniciativa suya o mía), Victoria había acabado encima de una mesa, con las piernas abiertas y semitumbada recibiéndome con todo su cuerpo.
En aquel momento no quise miran, pero estoy seguro que mas de uno se nos quedó mirando sorprendidos.
Cuando bajé a Victoria de la mesa (la cual la verdad, no sabía ni donde estaba) solo acertó a decirme:
- I want more beers… - Automaticamente, miré hacia la barra, solo para comprobar que ya estaba cerrada. Creo que ahí fue donde empezó todo.
- I have more beers at home – Le conteste.
Realmente no se si eso era verdad porque, aunque yo no tenía nada en contra de la cerveza, si es verdad que no es una bebida que yo suela comprar o beber en mi día a día, salvo excepciones.
Así que, mientras nos dirigíamos a mi casa, solo acerté a rezar para mis adentros que mis compañeros de piso tuvieran alguna.
Cuando llegamos a la casa, le dije a Victoria:
- Wait here, I gonna take the beers – le dije señalando mi dormitorio.
Cuando llegué al frigorífico, di gracias al cielo por tener compañeros de piso cerveceros. Cogí unas cuantas y prometí que al día siguiente las repondría.
Cuando llegué a mi cuarto, Victoria estaba sentada en mi cama. Me senté a su lado y, antes de que pudiera hacer o decir nada, se bebió la cerveza a tal velocidad que más que eslovaca parecía alemana o la mismísima hija de Odín. Sin embargo, aquello fue lo que la terminó tumbando.
En aquel momento y tal y como había hecho en casa de Marta aquel día, Victoria atrajo mi cuerpo hacia el suyo y me hizo acostarme con ella de cucharita. Me llevó la mano derecha a sus pechos, y en aquel momento supe que ya lo tenía todo.
Comencé a besarla en el cuello y a acariciarle los pechos. Eso la hizo reaccionar y empezar a contonearse de forma sensual, aunque sin hacer mucho más. Decidí pasar a la acción y dejé sus pechos para recorrer con mis manos el resto de su cuerpo. Pasé por aquella cintura tan bien definida, agarré su culo un par de veces para tantearlo y, por último, me dirigí a su cueva del placer.
No recibí oposición alguna por su parte. Al contrario, sus contoneos comenzaron a ser más y más pronunciado, y comenzó a gemir en el momento en el que empecé a acariciarle su clítoris. Esa fue ya la ultima señal con la que ella se giró y empezó a darme un profundo beso de tornillo, sin dejar de jadear como solo ella sabía hacer. Pude notar cómo su vulva se iba mojando, por lo que empecé a acercar mis dedos poco a poco en el interior de su coño. Primero uno, después otro…hasta llegar a cuatro. Alternando mis dedos dentro de su vagina como el tocamiento con el pulgar de su clítoris, no tardó en arquear su cuerpo y soltar un gemido prolongado para hacerme ver que había llegado a su primer orgasmo de la noche. Cuando se recuperó, se tumbó boca arriba y no me hicieron falta mas señales para saber que mi próxima jugada tenía que se colocarme entre sus piernas. Mi polla ya había llegado a su máximo esplendor así que, cuando ella boca arriba separó sus piernas para recibirme, comencé a mojar y a jugar un poco con mi polla y los fluidos que de su maravillosa cueva habían salido. Seguí jugando así, sin llegar a meterla, buscando lo que buscaba.
- Do it, fuck, please – me susurró al oído.
Cumpliendo con lo pedido, empecé a introducir mi soldadito poco a poco en aquella maravillosa, húmeda y excitada trinchera, mientras ella aumentaba sus gemidos y sus contoneos. Mis embestidas fueron de manera progresiva, a la par de sus gemidos. Cuantos mayores y mas fuertes eran sus gemidos, mas fuertes eran mis embestidas. No tardó mucho en llegar su segundo orgasmo, arqueando de nuevo aquella maravillosa cintura, mientras yo ahogaba sus gemidos con mis labios.
Inmediatamente, ella se colocó encima de mí y empezó a cabalgarme de una manera bestial. En ningún momento de aquella follada y creo que, debido a una mezcla entre placer y ebriedad, abrió los ojos. Hasta que…
Ella aumentó la velocidad de su cabalgada…y en ese momento abrió aquellos enormes ojos azules, me miró a los míos y me acercó a ella a escasos centímetros de su nariz. Aquello fue ya para mi la gota que colmó el vaso y, juntos, alcanzamos el mayor orgasmo de nuestra vida. Mientras sus paredes vaginales comenzaban a contraerse y dilatarse rítmicamente, del interior de mi falo comenzó a salir dentro de ella una enorme cantidad de lefa. Estuvimos en esa posición, abrazados y sin decir nada, minutos, horas, meses, años…Y como si un disparo nos hubiera alcanzado, dejamos caer nuestros cuerpos a la cama, ella se desacopló de mí y noté como a los pocos segundos ya se había dormido profundamente.
Yo, pocos segundos antes de imitarla y aun boca arriba, pude dar una profunda inspiración que me sirvió para pensar que ojalá tuviera algo así todas las noches.