MP4 (Preparativos del Viaje)

Nuestra primera noche juntos... ¿cuántas horas dura la noche?.

Entre mi nada dramatizada pereza y la negativa propia de romper el tibio contacto del tosco pecho de Hugo: lo único que paseaba por mi cabeza era un pensamiento tonto que, además de andar muy salido de lugar, no parecía muy convincente; sin embargo: parecía ser otro jueves muy normal.

La pantalla de la teve iluminaba el lugar, Hugo miraba los canales cambiarse con la aparente indiferencia única de hombre acostumbrado al mal dormir; aún así estaba más bello a cada segundo; iluminado únicamente por la luz de la pantalla de televisión: engañosamente azul a ratos, amarilla en otros y nula a veces. No había advertido mi despertar, y no dejaba de acariciar mi cabello de manera lenta, delicada y distraída.

Estábamos en su cama: mirando la pantalla sin mirar la tele, recordé lo sucedido como si hubiera ocurrido hace años, casi con nostalgia. Con los ojos entreabiertos para no llamar su atención, me avoqué a la tarea de sólo sentirlo con cada centímetro de mi cuerpo. Su ligero aroma a colonia para baño se combinaba con el de su cuerpo y me ofrecían su esencia: respiré profundo, me embriagué en sueño y cerré completamente los ojos. No traía puestos el polo y el blue jean con los que llegué; ahora calzaba unos shorts sueltos y un polo que me quedaba algo grande que me era curiosamente familiar; debía ser ropa suya, y a juzgar por el olor algo sucia, aunque muy fresca.

La iluminación de la ventana dejaba adivinar aproximadamente las seis o siete de la noche… pero francamente no me importaba mucho la hora: él estaba semidesnudo al lado; su fornida anatomía me hacía sentir mucho más pequeño de lo que era en el calor de su pecho desnudo, el mundo podía irse a la mismísima mierda en ese momento y yo no tendría de qué arrepentirme, no tendríamos que sufrir tanto… pero no se fue a la mierda: y había que regresar a la realidad. Maldito frío.

En la oscuridad del cuarto de mi tío pude apreciar la parte de su vida que había decidido mostrar a los que entraran en la habitación: si bien el cuarto era de por sí grande, no tenía un muro que separara su cuarto de lo que él usaba como recibidor; por lo que la cama era gran parte de su sala. La estancia me traía innumerables recuerdos de las tantas veces que tuve que pasar por allí para no despertar a nadie tras haberme pasado de copas en alguna fiesta; unas fotos completaban la antesala y algunos trofeos dejaban, a los invitados, formular interesantes preguntas; en fin: lo normal.

Un vaso de leche con indicios de haber estado caliente en algún momento se acercó a mi rostro con cuidado

–¿Sabes qué hora es?- su voz jugaba con la pregunta

  • Debo adivinar..? ... supongo que no es mediodía- dije lentamente, tomando conciencia del hambre que tenía al desaparecer la leche a tal velocidad.

  • Son las cuatro y media de la mañana: has dormido casi diez horas seguidas...-explicó divertido, tendiéndome un sándwich que desapareció con rapidez sobrehumana en mi boca pese a su extraño sabor a tomate mal aderezado.

Creo que lo esperaba… - dije, señalando un reloj que daba la hora con irónica precisión desde la pared y que acababa de descubrir sólo para molestarlo.

Lo ví fijamente mientras sonreía: sus hermosas facciones me tenían atrapado entre la curiosidad y el cansancio, sinceramente – y más allá de la idealización del ser amado- era rara su belleza masculina tan perfecta.

Con una mano presionó el clásico botón rojo en el margen superior derecho que apagó la televisión sin mover la cabeza un milímetro o retirar la vista de mí. Quedamos en esa penumbra de la mañana que se resiste por empezar, me abrazó hacia él con una potencia protectora: sólo pude responder acurrucándome a su hombro desnudo con confianza y besé suavemente su cuello; su cuerpo replicó raspando la recortada y gruesa barba en mi mejilla y descendiendo la caricia hasta mi cuello provocó un espasmo de placer en mí: le correspondí abrazando su espalda con fuerza: no quería tener que salir nunca de sus enérgicos abrazos, de su mirada profunda, de simplemente nosotros. Aunque su peso sobre mi cuerpo era un poco sofocante, no tenía reparos en soportarlo. Subió a la altura de mis ojos y me dio un beso lento, de los que tanto me gustaban y –al parecer- a él también. Me empujó un poco: de manera que terminé acostado boca arriba en la cama, delante suyo, con las piernas cerradas tras él, oprimiendo su amplia espalda cobriza y empujando su abdomen plano contra mí. Al momento sentí despegar su erección, me abracé a él alternando gemidos bajos y agudos en su oído. Su presencia anulaba mi capacidad de responder… pese a mi pasado eminentemente heterosexual, no podía reaccionar como activo a él: sus ojos tenían la capacidad de hacerme sentir tan pequeño y tan emocionado como mi primer amor… tal vez él era mi primer amor; en fin, dieciséis años son muy poco: me dejé de lado y me abandoné a él.

Su pene tieso se sentía rozar entre mis nalgas gracias a la flacidez de nuestras ligeras prendas de dormir: casi sin avisar, empezó a hacer un movimiento que imitaba el vaivén de una cogida y que, ocasionalmente, presionaba mi estrecho ano por encima de los bóxers: sólo gemía gravemente y tocaba mi erección: 16 cm al borde del éxtasis sexual. Me abracé a él con ternura y pegué nuestras frentes fuertemente, con fuerza la mía y él reaccionaba empujando, también con fuerza, la suya. Nuestras bocas separadas me permitieron articular palabra:

  • Quiero que

  • Prométeme que me vas a decir si te lastimo. – dijo terminante.

  • No te preocupes, no me vas a lastimar: yo

  • Mira hijo- replicó en tono paternal- no nací ayer: las mujeres con las que he tenido sexo antes se quejaban cuando lo hacíamos por detrás -respiró profundamente al ver cierta incomodidad mía ante la frase, agregó: - Son veinte centímetros ( ahí me enteré la medida exacta); no se te va a ser fácil por más que finjas; no lo compliques… - bajé un poco la mirada, no me gustaba pensar en él con otras personas, casi adivinando mi pensamiento, explicó: -A ninguna de esas mujeres les pedía esto: y no sólo porque todas ellas te duplicaban la edad, sino porque…-empezó a jugar con mi cabello desordenado y dejó caer sus pobladas cejas negras- … te amo.

Resonó tan fuerte en mi alma aquel grave "te amo". Pude contener unas extrañas ganas de romper a llorar frente a él como una nena: era fantástico que el sexo con él me pusiera tan vulnerable. Lo besé con todo mi amor y el correspondió abrazándome por la espalda, su tibio contacto era todo lo que necesitaba para abandonar el miedo a lo que sea.

Lo prometo. –Volví a mentir.

Me miró con cierta desconfianza sagaz; simplemente serené el gesto, como hacía cada vez que mentía a alguien. Y él también se lo creyó:

Bien, pero si te pido que me avises es porque lo último que deseo es lastimarte.-Su dulzura me tenía arrinconado, pero sólo yo sabría qué hacer... Bueno, la verdad NO sabría que hacer, pero iba a intentar no decepcionarlo, me sentía tan suyo.

Hemm…-su rostro de preocupación se transformó en un gesto de ligera vergüenza- …estee… bueno .. ahh- concluyó señalando su gran pene, que me presionaba la espalda únicamente protegida por los boxers.

Buenoo… -su duda me tenía al pendiente con una sonrisa astuta- … lo primero que pued…que debes hacer… bueno, que …– le corté el rollo sin demasiados rodeos:

Bueno, como te has portado bien…-esbocé un gesto de aprobación mal intencionada- … se merece una mamada: con todas sus letras: MA-MA-DA. ¿Repites después de mí? MA-MA-DA... estás ligeramente viejo para clases de educación sexual

Su cara se puso de colores y trató de esconderla en mi cuello con una risa nerviosa acallada.

La última vez que se la había mamado en el auto había sido muy torpe, más que nada fue por complacerlo… a pesar de amarlo tanto no podía disfrutar el sexo oral como supongo que debía ser por razones que no entendía; pensé en rechazar la ocasión, sin embargo no podía pensar claramente ante tanta excitación acumulada en mi entrepierna. Aún así mamársela a un hombre, bueno a mi único hombre, me provocaba cierto … bueno: ¿recelo?... ¿acaso era …asco?: antes de terminar de pensar ya estaba bajando a su cadera con lentitud.

Bien… no está mal para empezar - dije, tratando de parecer no muy convencido.

Arrastré mi boca hacia su entrepierna lentamente, pasé por su cuello dejando una ligera mordida que lo estremeció: besando y lamiendo todo su rudo y velludo torso no podía pensar en nada más, su fornida anatomía de rasgos salvajes no daba mucho a imaginar con alguna furtiva cana que me enloquecía de morbo, el cual se controlaba al ver directamente su rostro... el tranquilo y erótico gesto se concentraba en los ojos negros de aquel hombre; ese gesto que parece saber lo que estoy pensando me provoca subir a besarlo... pero no debo: mi amado quiere jugar y yo debo entrar a su juego.

Bajo más rápido… pero sobre el abundante vello que protege a su sexo está un relieve hermoso irresistible a mi instinto: sus abdominales se dibujan orgullosos y cubiertos de otra ligera capa de hermosas hebras plateadas y oscuras: su pesada mano al lado de mi cara me acaricia y me apoyo en ella cerrando los ojos: sólo puedo besar sus soberbios músculos abdominales, prominentes pero sin exagerar: simplemente perfectos. No me intimidaba su belleza: yo también me consideraba muy atractivo gracias al séquito de zorras tras de mí. Pero ahora sólo me importaba él, su satisfacción.

Su virilidad está semirrecta bajo unos calzoncillos deportivos… subí mi mirada de desconcierto hacia él.

  • Eres perverso.

  • Era una sorpresa.-su sonrisa de medio lado … demasiado para mí.

  • A ti yo no te rezaría.- vuelvo la mirada hacia el ajustado paquete.- Prométeme no usar las manos – mi sonrisa es sugerente, sus cejas se relajan y él asiente.

Me concentro en su verga medio adormecida hacia la izquierda: me da una idea algo siniestra; la ligera mordida que le brindo es más una caricia con los dientes que un ataque: recorrí con mi lengua sobre la delgada tela azul que dibujaba una erección que se tornaba monstruosa bajo los calzoncillos. Su cuerpo rígido se precipita cuando toco sus enormes testículos peludos bajo los interiores… siento una convulsión recorrerlo con potencia eléctrica cuando masajeo su creciente herramienta con los labios por encima de sus ropas… me niego a liberarlo, amor… eres tan mío, disculpa: no puedo dejarte: no ahora.

Seguiré paseando mi boca sobre su pelvis: el olor a macho me enloquece, pero sé que debo controlarme: él tiene que sufrir un poco de la deliciosa ansia del sexo. Pasear mi rostro sobre su ardiente falo en cautiverio me provoca aún más morbo… sus manos bajaron hacia mí con avidez para liberar a mi cautivo, pero las retengo fuertemente con las mías: torturo su sexo atrapado respirando sobre él, masturbándolo con los labios por sobre la tela de sus deportivos, empezó a gemir como un toro, moviendo sus caderas hacia mi cuerpo… disfruto su desesperación con amor, pero creo que ya es suficiente castigo para mi hombre: bajé los interiores disimulando una desesperante calma: mi boca hace el trabajo gesticulando un gesto de lujuria, apenas la libero salta hacia mí. Su verga libre y erecta es el monumento a la virilidad: 20 cm que desde aquí abajo se ven aún mucho más grandes, el grosor no me permite por poco cerrar la mano alrededor de su pene. Un lapso de espontaneidad me sugiere recorrer con mi lengua la base de su gran pene: poco a poco subí hacia su brillante glande lamiendo cada milímetro de la fálica anatomía que me subyugaba… se empieza a liberar un olor animal de masculinidad en el aire: sin previo aviso me metí todo lo que pude hasta el fondo de la garganta –aún quedaba mucha verga fuera de mi boca- provocándome arcadas salvajes: pero pese a la molestia no la quería fuera de mí, así que me quedé quieto, presionando sus trabajadas nalgas hacia mí con desespero y gula. Empezó un vaivén en mi boca que poco a poco tomó un ritmo feroz, pero que se confundía con la ternura de su tacto acariciándome. La rapidez de sus embestidas provocó que su hermosa arma saliera casi totalmente de mi adolorida cavidad bucal: bañada en mi saliva se escurrían de mis labios 19 cm deseosos de sexo pero la atrapaba cariñosamente con mis labios del glande y dejaba a mi lengua y mis labios desinhibirse en su sensible cabeza: mientras usaba mi mano para masturbar lo que quedaba fuera del alcance de mi boca: sus grandes manos me toman los hombros como queriendo romperlos: un masaje en el momento preciso casi me provoca eyacular, pero no es hora: mis dos manos y mi boca descubren cada parte de su gran intimidad con lujuria: empecé a intentar tragarme todo su palo nuevamente, me dolía mucho la mandíbula, que forzaba al máximo para permitir a mi huésped, y cuando ya no pude más saqué su herramienta de mi adolorida boca y preferí masturbarlo en mi torso desnudo: quedé nuevamente a la altura de su boca, que no tardó en prodigarme besos y mordidas por doquier, mientras mis manos subían y bajaban el forro de su enorme virilidad con suave velocidad circular.

Antes de sentir frío pude sentir como me cobijaba con sus gruesos brazos velludos: solté su verga erectísima y me abracé a él: dejando juntos nuestros penes: que se calentaban con el contacto mutuo, de repente su mano baja por espalda con tranquilidad: cuando llegó a mi rajita virgen empiezó un masaje con dos dedos que me llevó a la luna en dos segundos, el placer me hizo quebrar la espalda, pero él me atrapò con uno de sus fuertes brazos, aquel momento me hizo darme cuenta de que tan suyo era en realidad… no había parte de mí que no deseara aquel prometido desvirgamiento de una maldita vez por todas

Alguna vez has sentido que el mundo conspira en contra tuya?. Pues Bien: el timbre de la casa de mi abuela era, por sí mismo: bastante estresante: pero en aquel momento maldije –para variar- aquel imprudente sonido que otra vez retardaba mi entrega.

Nos miramos… podíamos no abrir la puerta, pero si alguien más iba podría encontrarnos desnudos y eso tampoco era muy buena opción. Me puse la poca ropa que me acababa de quitar y él tomó algo de la ropa sucia apta para usar. Me miró con un gesto que proclamaba "Yo también lo siento: pero qué mierda puedo hacerle" mientras se dirigía a la puerta. Cuando abrió la ventanilla murmuró algo afable parecido a un saludo en voz alta, mientras yo me arropaba; tomando conciencia de los 8 grados que había anunciado aquel tan ignorado pronostico del tiempo el día anterior. La conversación de la puerta no se prolongó mucho pero me dio tiempo suficiente para desvanecer todo deseo sexual, aquel tiempo raramente obtenido me dejó recordar algo que parecía ser parte de la noche que acababa de irse, o podía ser simplemente el fragmento de un sueño erótico pasado: pero allí estaba la imagen: una hermosa luna contrastada en azul… unas estrellas por aquí y por allá. La noche despejada abrazado a mi amante había sido larga…lo suficientemente larga para ser eterna y lo suficientemente larga para terminar con un idiota parado en la puerta, Hugo sin polo con una sonrisa mal pintada y yo mirando aquel reloj decirme que era hora de regresar a mi cama. Había que descansar: era viernes y el viaje era el sábado… cuando me sorprendí a mí mismo preguntándome dónde estaba mi mp4 me convencí que la sesión de sexo había terminado en un inesperado fracaso.