Mountain Bike

Una excursión en bicicleta de montaña de las que crean afición.

Mountain Bike

Cuando puedo y el tiempo lo permite me gusta practicar deporte y uno de mis preferidos es la bicicleta de Montaña. Me gusta hacer excursiones de un día con mis amigos saliendo temprano con una pequeña mochila en la que llevo un bocadillo para reponer energías.

Hace algún tiempo que una amiga de mi mujer me confesó que a ella y su marido les gustaría salir con nosotros en alguna excursión.

Esta semana gracias al buen tiempo cuando regresaba por las tardes del trabajo bajaba a entrenar una horita en bicicleta por el paseo marítimo. El martes me encontré con Raquel y le dije que este sábado habíamos programado una salida en bici. Le pareció una idea estupenda y quedé que les recogeríamos el sábado a las nueve en su casa con el coche. Llevaríamos las bicis en la baca del coche.

Raquel tiene una larga melena negra de color azabache y unos ojos grandes e igual de oscuros. Es alta, aproximadamente 1,80 centímetros, esbelta, pechos pequeños y firmes, piernas eternas y culito respingón, pequeño pero juguetón.

Eran las diez y cuarto y allí estaba ella sola esperando en el portal. Le pregunté por su marido y me dijo que le había sentado mal la cena y no se encontraba bien. Ella me preguntó por mi acompañante y le dije que un imprevisto de última hora también le impedía acompañarnos.

Hasta ese día nunca me había fijado en la belleza natural que encerraba el cuerpo de Raquel. Lucía radiante un cullotte blanco de lycra que marcaba sus piernas esbeltas y un top a juego blanco que la convertían en un reclamo sexual ambulante.

Una vez en el coche le enseñe un mapa donde le marqué el itinerario que seguiríamos durante el trayecto, durante mi exposición creo que se fijó en mi abultado paquete que se apreciaba bajo el mono bicolor gris y negro que habitualmente uso en mis salidas. Confesó sentirse un poco asustada por el recorrido; pero la tranquilice diciéndole que podíamos descansar cuando fuese necesario. Aquella excursión era una auténtica maravilla de la naturaleza en la que visitaríamos un valle, ascenderíamos por una colina y bajaríamos a la vera de un riachuelo que nos obsequiaría con varias cascadas y unas grutas preciosas al borde de un acantilado.

En poco más de una hora y media estábamos bajando las bicicletas del coche. El trayecto tenía unos treinta kilómetros así que no había tiempo que perder.

Atravesamos el verde valle y remontamos la colina con algunos tramos andando. A las dos horas y media ya habíamos recorrido unos veinte kilómetros de la etapa y decidimos para a comer al lado del río.

Le pregunté que tal se encontraba y me dijo que estaba un poco escocida por el roce del tanga y el sujetador. Le comenté que en bicicleta se deben llevar prendas sin costuras y por eso el cullotte tiene una almohadilla de protección y la ropa es muy ajustada; conviene llevar el sexo depilado para evitar roces desagradables. Confesó que el pubis lo tenía completamente afeitado y que le daba corte vestir sin ropa interior. Le dije que allí estábamos en medio de ninguna parte y podía darse un baño en el río. Yo le dejaría una camiseta para secarse y en mi mochila siempre llevo un pequeño botiquín de emergencia con alguna crema.

Accedió y tras hacerme prometer que no miraría se desnudó y se metió en el agua lentamente dejándome deleitarme con su interminable y estilizada figura. Después de nadar un poco me invitó a meterme con ella en el agua para refrescarme porque según ella era evidente que me hacía buena falta.

No necesité que insistiera mucho y le dije que ella si quería podía mirar. Fui enrollando lentamente mi maillot dejándolo deslizarse por mi pecho hasta llegar a la cintura de donde se descolgó una manguera que a pesar de su estado de semiflaccidez debía medir ya cerca veinte centímetros. No era capaz de apartar la vista de mi aparato. Me zambullí de golpe llegando hasta ella de dos brazadas. Me acerque preguntándole que tal se encontraba de sus escoceduras. Sin hacer caso a mi pregunta se abrazó a mí pasando sus muslos alrededor de mis caderas y clavando sus duros pezones en mi pecho. Su lengua entró como un obús en mi boca y empezó a revolverse con un ansia desesperada. Poco a poco la temperatura de mi miembro hizo que comenzase a desperezarse y se acomodó cómodamente entre sus piernas. Como si hubiese detonado un sistema de seguridad, se revolvió dando un salto y haciendo desaparecer mi orgullo en su entrepierna. El frío del agua ayudó a demorar lo inevitable y tras casi diez minutos de natación sincronizada un violento orgasmo logró separarnos. Permanecimos un rato descansando sobre el agua y cuando recuperamos el aliento decidimos salir para secarnos al sol.

Aprovechamos para alabar mutuamente la esplendidez de nuestros cuerpos. Examine su escocedura en la ingle y le propuse que se pusiese mi mono ciclista que posee protector. Apliqué un poco de vaselina en las proximidades de su raja e intercambiamos vestimentas.

El mono gris resaltaba aún más su cuerpo esbelto y todo hay que decirlo su pantalón blanco destacaba el tamaño de mi paquete y al no llevar protección recogía sus formas con extraordinario detalle.

Llegamos hasta el coche e iniciamos el regreso comentando las excelencias de la excursión y el ejercicio realizado. Había que repetirlo con más frecuencia.

A mitad de trayecto, en un área de descanso de la autopista decidimos detenernos para intercambiarnos la ropa antes de llegar a casa. Nos pusimos detrás del coche y nos desnudamos le pedí que me dejara ver sus roces y aproveché la ocasión para comerme aquel jugoso chochito que se ofrecía ante mi pidiendo clemencia. Se abría de piernas dejándome explorar sus profundidades y pidiendo que no me parase. En el fragor de la batalla sonó un teléfono móvil, se giró apoyándose en el asiento para cogerlo, posición que aproveché para aferrarme a sus prietas nalgas con intención de saciar mi apetito. Era su marido para preguntar que tal se lo estaba pasando; con voz entrecortada apenas acertó a decir que bien cuando incorporándome le clavé mi picha en su culo con un golpe seco y certero; ella corrigió conteniendo la respiración y dijo: -muy bien.

Al llegar nos despedimos y le di un pellizco en el culo que correspondió agarrándome los huevos.

Quedamos para el sábado siguiente.