Moto acuatica

Mientras el cornudo disfruta de un paseo con mi moto acuática, yo cuido de su novia para que no se aburra.

MOTO ACUATICA (1)

Sentados en la mesa que hay justo delante de mí dos parejas charlan amigablemente mientras se toman quizá la última copa. La noche ya está bastante avanzada, los más jóvenes todavía no parecen haber encontrado su sitio  y deambulan por la calle.

Los pubs cercanos están atiborrados de gente,  en el que estamos la música es más suave y permite un pequeño respiro para disfrutar del fresco de la noche de verano.

Ambas parejas no dejan de hablar entre ellos, haciéndolo de forma cruzada, los hombres entre ellos y las chicas por otra parte. Una pareja rondará los cuarenta, el otro hombre tendrá unos cincuenta y sorprendentemente su pareja es una joven mujer que no pasa de los treinta.

Miro el vaso de mi gin tonic, lo tomo y doy un sorbo. Mi cita se ha retrasado mucho y el aburrimiento hace acto de presencia. Levanto la vista un poco con desgana para a continuación descubrir la pareja que me daba la espalda se ha separado. Están sentados en un banco de madera típico de estos pub ingleses.

Por el hueco que queda entre ambos puedo ver que justo enfrente tengo a la vista las rodillas de la mujer joven. Por un instante pienso que a poco entreabra las piernas me mostrará el color de sus braguitas, y por lo menos me alegrará un poco la vista.

Mientras me recreo en la contemplación no me dado cuenta que me he quedado boquiabierto, cuando reacciono, veo que el maduro acompañante chica sonríe maliciosamente enorgulleciéndose de poseer en exclusiva lo que tanto me ha turbado.

Me siento incómodo y rápidamente miro hacia otro lado disimulando y rehuyendo el cruce de miradas. Cuando de refilón vuelvo a mirar a través del hueco, veo la mano del hombre apoyado sobre una de las rodillas de la mujer haciendo que esta mantenga ligeramente abiertas las piernas.

Le miro a la cara con curiosidad y él me devuelve la mirada como diciendo:

-       “si quieres mirar... yo te lo enseño... es mío... y me encanta sentirme envidiado mientras miras”.

Hago un gesto de aprobación dándole a entender que me ha gustado mucho lo que he visto y que le envidio por su fortuna de por tener una mujer tan atractiva.

Sin mostrar ninguna otra repercusión en su actitud los dos siguen con su animada conversación con la otra pareja sin que nada pueda indicar que debajo de la mesa sucede nada especial.

El hombre maniobra con su mano hasta conseguir separar las piernas de ella, acariciándole la parte interior del muslo. Ella no le da importancia y sigue con su conversación sin prestar atención a lo que pretende su pareja. Ahora ya puedo ver con claridad sus braguitas blancas.

A pesar que sigo con disimulo la actividad que hay por debajo de la mesa, el hombre sabe que no me pierdo detalle. Con mucho descaro por su parte pone su mano en medio de las piernas de la mujer haciéndole separar los muslos, con lo que queda su entrepierna queda bien expuesta a mi indiscreta mirada.

No contento con esta exhibición, se lanza a sobarle el chochito por encima de la braga mientras los dos siguen animadamente la conversación con la otra pareja. Estoy convencido que es un juego que practican a menudo con la novedad que hoy tienen un improvisado mirón.

Al poco tiempo, la mujer a moverse inquieta sobre el banco como si le costase permanecer sentada.

El hombre me mira y con la cara  me anuncia  que ahora viene el más difícil todavía. Le pone un par de dedos por debajo de la tela y estoy convencido que le soba suavemente el coño.

Ella se retuerce y suspira sin que la pareja que les acompaña se den cuenta de nada de lo que sucede.

Supongo que para aumentar el morbo de la a la escena,  echa a un lado la braguita con la complicidad de la mujer para enseñarme un tupido triangulo de pelitos negros.

El hombre parece siente eufórico y se esfuerza en mostrarme todas las intimidades de ella. Una de las caricias resulta más intensa de lo acostumbrado y la obliga a dar un respingo. Al girar la cara se da cuenta que los estoy observando, tiene una reacción instintiva de pudor y trata de cerrar las piernas y salvar su intimidad.

El hombre se lo impide y consigue mantener expuesto a mi mirada indiscreta el chochito de su pareja.

Ella ahora se esfuerza en disimular y hacer ver que no sabe que los estoy observando. Yo estoy seguro que lo sabe, que no debe ser la primera vez que él la pone en una situación semejante.

En el fondo el juego tampoco le desagrada, sentirte acariciada por su pareja y deseada de esta manera tan bestial por el desconocido de turno la debe llenar de morbo.

Si no lo supiese, alguna vez cruzaría la mirada conmigo, pero evita mirarme a los ojos y eso la delata.

El hombre no duda en presentarme sin reparos la entrepierna de su pareja, con orgullo exagerado y pavoneándose como si fuese suya en exclusiva.

Ella se siente protegida por la pareja que es de gran envergadura y no le pone trabas a su afición exhibicionista. Sin más cuidado, el chico se pone a frotar con sus dedos sobre la rajita de ella. Durante varios minutos esto no parece afectarle, pero al fin ella empieza a entrecortar sus palabras y a parpadear sin control. Toma el vaso entre las manos e inconscientemente lo acaricia deslizando la mano arriba y abajo.

Luego se aferra a él con fuerza y deduzco que se ha corrido delante de nosotros. El hombre se muestra altamente satisfecho por el resultado, el espectáculo ofrecido y por el morbo conseguido al hacer correrse a su pareja, delante de sus amigos y con la contemplación de un desconocido, en este caso yo.

Me dirige una mirada con una mezcla de superioridad  y chulería. Ella se muestra ausente y trata de disimular que ha tenido un orgasmo en medio del pub.

Terminan sus bebidas y se van del pub dejándome solo y con un empalme que me impide levantarse por miedo a ser descubierto.

Al rato, entro en un pub donde me tomaré la última copa. A esta hora de la noche se van concentrando todos aquellos que hemos bebido algo más de la cuenta y nos resistimos a volver a casa. Quizás aquí encuentre la pareja que necesito para desfogarme esta noche.

Apostado en la barra descubro las dos parejas que había antes en el pub. Me acerco. El hombre al reconocerme maniobra para que el culo de su acompañante quede bien expuesto en mi trayectoria.

Ya que me lo ofrece no lo desprecio en absoluto y al pasar a su lado le doy un buen restregón.

Inmediatamente se inclina para decirle algo al oído, éste sonríe malévolamente y sin que ella le vea me guiña un ojo, asumiendo la parte de complicidad necesaria. Con voz un poco pastosa le pido al camarero mi último gin tonic.

Mientras me lo tomo tranquilamente, sorbo a sorbo, amparado por la semioscuridad y la aglomeración de gente con la mano izquierda sobo el culo de la mujer sin ningún respeto y seguro que con la complicidad de su pareja.

Con la mente completamente nublada por el alcohol y presuponiendo que el hombre sabiendo que el chico está conforme en compartir conmigo el prieto culo de su pareja, me entretengo en disfrutar sobando su trasero con “disimulo”.

Estando casi ebrio apenas me controlo, llevo mi mano por debajo de las nalgas a través de las piernas y me parece que topo con la mano de el que está hurgando de nuevo en el coñito de la chica.

Después de semejante estimulación veo con claridad que mi papel esta reducido a ser simple aditamento y que no pasaré de un monumental calentón. Como ya es bastante tarde me voy a casa a practicar la autoestima.

Al día siguiente, en la playa, una pareja se detiene delante de la moto acuática que he comprado. La miran boquiabiertos con admiración. Los reconozco como la pareja que ayer noche me hicieron poner los dientes largos y creo que puede haber llegado la oportunidad de devolverles la pelota… o quizás encontremos una forma de compartir nuestras apreciadas posesiones.

Me acerco, me reconocen y los dos se sonríen con cierta malicia. Enseguida entablo conversación sobre lo divertido que es cabalgar sobre las olas sobre esa estupenda máquina. El hombre se interesa mucho y no para de hacerme preguntas sobre las prestaciones de la moto.

Visto su gran interés le ofrezco la oportunidad de dar una vuelta y Marcial acepta enseguida. Su pareja se llama Lidia, muy prudentemente no se anima a acompañar a su pareja en esta primera vez. En el último momento se echa atrás con lo que se quedará conmigo en la orilla esperando a que Marcial regrese.

-       “Ten mucho cuidado, debes darle gas lentamente... si te pasas te echara al agua... debes tratarla con mimo, suave pero con decisión...igual que haces con tu pareja”, le digo mientras preparamos su aventura mirando a ambos.

-       “Yo me cuido de tu Lidia, la voy a tratar mejor que si fuese mía, ¡haz tu lo mismo con la moto!, añado al tiempo que la tomo a ella por la cintura y la atraigo hacia mi hasta apretar su cadera con la mia.

La mujer da un respingo y se suelta. Marcial y yo reímos complacidos por el susto que se ha llevado y porque quizás podamos ir un poco más allá. A él no le parece descabellado que yo pueda cuidar de Lidia en su ausencia.

Antes de que él inicie su paseo, hago un aparte con él para decirle:

-       - “Mientras paseas con la moto voy a ligar con Lidia… ¿Qué te parece el cambio?”

-       “ Tu vas a disfrutar como nunca, yendo a toda velocidad y pensando que me estoy comiendo su coñito.

-       “ No creo que ella te deje, pero lo puedes intentar… me gustaría ver como te da calabazas, pero me interesa mucho más dar un paseo en tu máquina.

-       “Entonces ambos tenemos media hora para disfrutar cada cual de su “juguete”, ¿OK?, le pregunto.

-       “Por supuesto, que asi sea”, dice dando un acelerón para comprobar la potencia de la moto y oír su rugido. ”La gasolina la pagas tú”, dice riendo.

-       “Perfecto, ¡que te vaya bien con tu intento!”, dice mientras sale disparado hacia mar abierto.

Invito a la chica a que suba a la terraza de la casita desde donde podremos seguir las evoluciones Marcial. Está bastante alejado y a Lidia no parece importarle. La contemplo de espaldas y disfruto con la visión de su culo respingón y aparentemente bien prieto.

-       “Toma estos prismáticos...así lo podrás ver mejor”l e digo al tiempo que se los ofrezco.

Después de varios intentos, me los devuelve pues no sabe cómo usarlos. Me pongo detrás de ella, los ajusto y se los pongo delante de los ojos. Lidia empieza a ver y yo le coloco con disimulo el enorme bulto de mi pantalón justo a rozar con sus nalgas.

En cuanto se mueve, nota mi presencia y se hace la despistada. Después de preguntarle si ve bien, le dejo los prismáticos en sus manos y las mías descienden por su cuerpo hasta rozar los pezones que ya destacan por debajo del bikini.

Tampoco se da por enterada y sin despegarse de los prismáticos relata las hazañas de su novio subido a mi moto. Yo opto por dedicarme a sobar desde atrás las tetillas de Lidia y a apretar mi pene contra sus nalgas.

Lidia describe las proezas de Marcial con exageración al tiempo que finge que lo que estoy haciendo no va con ella. No quiere darse por aludida y parece como si las tetas que tengo en las manos no fueran las suyas.

Vista la situación parece que los tres vamos a encontrar la parte de diversión que mas nos gusta a cada cual.

Llevo mi mano hacia su entrepierna, y después de dudarlo durante unos instantes Lidia me deja apretar sobre su coñito. Instantes después me deja que ponga mis dedos debajo de la tela y por fin me deja  bajarle la braguita hasta quitársela totalmente.

Le sobo el culo desde atrás y poco a poco consigo que se vaya abriendo de piernas para poder tener acceso a su chochito. En cuanto pongo los dedos en él, noto como me alcanza su calor y sus flujos me humedecen los dedos. Al poco tiempo, ya está preparado para recibirme sin molestia.

Me bajo los pantalones y justo en el momento que ella grita:

  • “Uy!, mira...mira Fran se ha caído”

Antes que Marcial regrese no tengo tiempo que perder por lo que me bajo el pantalón y se la clavo por detrás. Voy bombeando al tiempo que la sujeto con fuerza para que no pierda el equilibrio. A duras penas consigue sujetar los prismáticos y articular palabra.

Los dos estamos disfrutando echando este polvete lleno de fantasía, mientras mira a su novio y quizás pensando que él también lo sabe. A mí lo que me gusta es su coñito prieto, sus impresionantes nalgas y el sonido inconfundible que se produce al chocar mis muslos con sus nalgas.

  • “Ya viene, ya viene”, dice Julia refiriéndose a su novio.

Aprovecho para aumentar el ritmo hasta hacerla soltar los prismáticos y gemir de gusto. Se inclina hacia delante hasta apoyar los antebrazos sobre la baranda. Bombeo fuerte hasta que ella se retuerce de gusto.

La lleno de leche que sale acompañando mis espasmos. Después, rápidamente nos arreglamos y bajamos hasta la playa a esperar que llegue Marcial.

Este llega eufórico y con la respiración alterada por el esfuerzo y la emoción. Lidia se echa en sus brazos y le dedica unos besos muy especiales. Enseguida le relata con detalle todas las proezas que le ha visto hacer desde la terraza. Por suerte, se le olvida decir lo que hemos hecho nosotros.

-        “Menuda máquina tienes... es una pasada!...vaya gozada!”, me dice entusiasmado.

-       “Me alejo que te guste. Nosotros también lo hemos pasado bien ¿verdad?” le digo dirigiendo la vista hacia Lidia.

Luego sin que ella nos vea, le añado:

-       “ Si te das un poco de prisa y llevas a Julia a casa, encontraras el motor todavía caliente. Seguro que te encantara encontrarlo bien trabajado y lubrificado. No le des tiempo para relajarse ni para limpiarse... ya veras que rico.

-       “Si ella pone trabas no le hagas caso, es que no quiere que veas lo mojada que está”, añado.

-       “Que cabrón eres… ¿al final te la has follado?. Me habría gustado mucho verlo. Te agradezco que me la hayas calentado para mí, me responde disfrutando de ser un cornudo.

Deverano