Motivación extra V

La familia sufre un revés, pero lo superan con amor y juntos

La vida familiar transcurría como siempre. Desde esa noche, era habitual que, sin que Sandro lo supiera, madre e hijo se las ingeniaran para que Marco les espiara y se masturbara viéndolos. Madre e hijo seguían con sus juegos y masturbaciones mutuas y alguna que otra vez practicaban sexo oral. Pero un día, unos meses después, sus vidas cambiaron. El 17 de enero del 2021, sus vidas darían un giro de 180º. Ese día, Sandro salió por la mañana temprano a trabajar. Sandro se encontraba trabajando normalmente cuando de pronto, una explosión en un tanque cerca de dónde él y varios compañeros más estaban trabajando, lo catapultó varios metros y cayó inconsciente en el suelo. Raudos, los servicios de emergencia lo evacuaron y llevaron al hospital, dónde le curaron las múltiples heridas que su cuerpo tenía. Pero de lo realmente grave no se dieron cuenta, sino hasta que despertó. Llamaron a su mujer para avisarla. Viviana se encontraba en casa, preparando la comida, cuando recibió la fatídica llamada que cambiaría su vida. Sandro seguía inconsciente.

Viviana: Sí, ¿quién es?... Sí, soy su mujer… ¡Qué! ¿Pero está bien?... ¿Dónde está? ... ¡Voy para allá!...

Viviana, nerviosa y alterada por la llamada, se cambió de ropa y se puso una camisa y unos pantalones vaqueros y salió corriendo al hospital. Cogió el bus en vez del coche de manera sensata, pues en su estado de nerviosismo no podía conducir. Cuando llegó al hospital, preguntó por su marido en la recepción y la mandaron a la U.C.I., dónde se encontraba en una habitación. Lo miró. Parecía que dormía plácidamente. Estaba entubado, pero tenía muchas partes del cuerpo vendadas. Se quedó en la puerta del box, llorosa, sin atreverse a entrar y sin quitar la vista de su amado marido. Al verla, un médico se acercó a ella.

Doctor: Señora – dijo llamando su atención al llegar a su lado - ¿Es su marido?

Viviana: Sí, soy su mujer – dijo mirando aún a su marido - ¿Qué le ha pasado?

Doctor: No lo sabemos con certeza, señora, le estamos haciendo pruebas para descartar lesiones graves – explicó serio – Solo sabemos que sufrió un accidente laboral en la refinería dónde trabaja. Hubo una explosión en un tanque dónde él estaba trabajando y salió despedido. Tiene varias quemaduras y rasguños por la explosión y la caída – dijo al ver que no les quitaba ojo a sus vendas.

Viviana: ¿Tiene alguna fractura? – dijo llorosa.

Doctor: De momento no le hemos encontrado nada grave, solo una fuerte contusión en el cráneo, pero nada más – dijo tocándola el hombro.

El doctor se fue dejando a una llorosa Viviana que, aunque quería pasar, no se atrevía, le daba miedo descubrir que su marido, su compañero, el amor de su vida, se le iba a ir en cualquier momento. Con lentitud, poco a poco, fue entrando y se colocó al lado de su marido. Le tocó la mano.

Viviana: Tienes que luchar, amor, no puedo vivir sin ti, te necesito, y nuestro hijo también – decía llorosa – Eres fuerte, siempre lo has sido, no te dejes vencer.

El estado de Sandro era delicado, pero estable. Marco, ajeno a todo, se encontraba en sus clases, cuando una llamada de su madre, llorosa y angustiada, le informó de lo que pasaba. Raudo, salió de clases para ir a ver a su padre. La relación paternofilial había mejorado bastante desde que empezó a tener sus escarceos con su madre, ya no lo veía como un rival, sino como un compañero, un amigo, un padre que cuida de los suyos. Estaba preocupado por su padre. Llegó al hospital y tras preguntar por su padre, le informaron que su padre estaba ingresado en la U.C.I. Cuando llegó, vio a su madre. Estaba pálida. Se acercó.

Marco: Mamá – llamó con cautela.

Viviana se giró al oír la voz de su hijo. Le llegó como un murmullo lejano. En cuanto vio a su hijo a un lado de ella, se derrumbó, no pudo más. Sabía que tenía que ser fuerte, pero se vino abajo al ver como su hijo la abrazaba y apoyaba su cabeza en su hombro. Marco no se creía lo que veía, su padre, su regio y duro padre, ese hombre tan fuerte que le enseñó a defenderse de pequeño de los abusones, que le enseñó a montar en bici y que le cuidó toda la vida, postrado en una cama con el cuerpo lleno de vendajes. Viviana dejó de llorar y su hijo aprovechó para saber qué pasaba.

Marco: Mamá, ¿qué ha pasado? – dijo serio y preocupado.

Viviana: No lo sé, cariño, lo único que sé es que tu padre ha tenido un accidente en el trabajo y ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza y tiene contusiones por todo el cuerpo – dijo con voz ronca.

Madre e hijo se quedaron en esa posición durante horas, mirando a su marido y padre postrado en la cama, aparentemente en paz, lleno de cables y máquinas. Veían entrar enfermeras y médicos, hasta que los sacaron de allí para hacerle pruebas. Esperaron durante horas en los fríos pasillos del hospital. Se alimentaron de bocadillos de la cafetería del hospital que Marco compró. Por la noche, el doctor apareció por fin. Sandro había despertado. Tenía malas noticias.

Viviana: ¡Doctor! ¡Dígame que le pasa a mi marido! – exigió nerviosa – Por favor – suplicó angustiada.

Doctor: No se preocupe, su marido está fuera de peligro, no le va a pasar nada – dijo serio – Pero sí hay un problema.

Marco: ¿Cuál? – dijo nervioso.

Doctor: El paciente despertó – dijo serio – pero tiene lesionada gravemente la médula espinal.

Viviana: ¿Qué? – dijo sorprendida.

Doctor: Tras ver que el paciente despertó, le hicimos preguntas para ver si había daño psíquico, pero el paciente no se podía mover, y tras hacer una prueba inicial, hemos detectado que no se puede mover – dijo serio y con todo el tacto que pudo – Le haremos más pruebas para confirmar, pero deberían hacerse a la idea, para poder ayudarlo psicológicamente.

Viviana: ¿Qué? – gritó - ¿Mi marido se va a quedar así para toda su vida? – dijo horrorizada.

Doctor: Es probable – explicó – En unos días les daré un diagnóstico más seguro, pero deben tener paciencia con él, la noticia afecta demasiado a los pacientes y lo suelen pagar con sus familiares – dijo marchándose.

Madre e hijo se quedaron mirando al médico según se iba. Marco, por pedido de su madre, avisó a toda la familia, tíos, primos, abuelos, todos, de lo que había ocurrido. Durante los siguientes días, toda la familia desfiló por el hospital para ver, aunque fueran cinco minutos al pobre Sandro. Los médicos le hicieron las pruebas pertinentes y confirmaron el estado vegetativo permanente de Sandro. El humor del hombre estaba por los suelos, no quería ver a nadie, no aceptaba las palabras de su familia, palabras de aliento. Se sentía hundido y no quería más lástima y asco de la que ya sentía él por sí mismo. Viviana no dejaba a su marido para nada, lo vigilaba día y noche, pese a las quejas de él. Marco se quedaba con su padre para que su madre descansara, y hablaba con su padre de mujeres, de su futuro. La empresa petroquímica, para evitar males mayores, se comprometió a darle una suculenta paga mensual, así como a garantizar el futuro de Marco con un puesto de grado en la refinería. Sandro no entraba en razón, se veía como un estorbo para su familia, un lastre para su amada mujer y su hijo. Por ello, su mujer solicitó al psicólogo que le hiciera entrar en razón. Viviana y Marco se quedaron fuera de la habitación, pero estuvieron escuchando.

Psicólogo: Buenas tardes, ¿se puede? – dijo amable.

Sandro: ¿Quién es usted? – dijo en tono seco.

Psicólogo: Soy el Dr. Patón, psicólogo del hospital – se presentó, sentándose a su lado.

Sandro: No necesito ningún psicólogo, no estoy loco – dijo en tono seco.

Psicólogo: Eso es evidente – dijo sonriendo amable – Pero estoy aquí por petición de su mujer – Al ver que Sandro se quedaba callado, prosiguió – Ella y su hijo están muy preocupados por usted.

Sandro: No tienen por qué, no seré un estorbo para ninguno de ellos – dijo frío, causando la indignación de su mujer e hijo – pueden seguir con su vida como les plazca, yo no se lo impediré, me buscaré la vida.

Psicólogo: Lo mejor es estar con la gente que te quiere y no cerrarte la puerta a dejarte querer – dijo amable.

Sandro: Usted no sabe nada, no entiende nada – dijo cabreado.

Viviana: Entonces explícanoslo – dijo entrando enfadada, encarándolo.

Sandro no se atrevió a mirarlos. Viviana y Marco entraron indignados por sus palabras y no podía soportar sus miradas dolidas, su enfado, su coraje.

Sandro: No quiero hablar – dijo evadiéndose.

Viviana: ¡Ah no! Ahora mismo vas a explicarnos porque estás comportándote como un idiota con nosotros y qué significa eso de que sigamos con nuestras vidas – dijo enfadada.

Sandro: He dicho que no quiero hablar – dijo serio.

Viviana: Pues me vas a escuchar entonces – dijo enfadada - ¿Te piensas que porque te comportes como un idiota y nos eches de tu vida nos va a doler menos lo que te pasa? ¿Te piensas que nosotros queremos apartarnos de ti, porque eres un lastre? Estás muy equivocado, pero que muy equivocado – dijo encarándolo.

Sandro: ¿Ah sí? Dime que no tengo razón, dime que, si yo no estuviera, si no tuvierais que cuidarme, no estaríais más felices – dijo sarcástico.

Viviana: Eres imbécil – dijo dándole una fuerte cachetada, enfadada – Si tú faltaras, yo me moriría, si tú faltaras me sentiría vacía – dijo llorando – Te amo y te amaré siempre, juré ante Dios cuidarte en las buenas y en las malas, y lo pienso cumplir porque te amo, no quiero separarme de ti, y si piensas que te voy a dar el divorcio estás muy equivocado, no pienso hacerlo – dijo conociendo a su marido – Hasta que la muerte nos separe, y si intentas quitarte la vida, yo me voy contigo.

Sandro: Viviana, piensa...

Viviana: ¡Yo no tengo nada que pensar! – dijo enfadada - ¿Acaso tú, si fuera yo la que estuviera en tu lugar, me abandonarías o sentirías lástima por mí? – le encaró.

Sandro: No – susurró, derrotado – Permanecería a tu lado, siempre, pase lo que pase.

Viviana: ¿Entonces por qué quieres echarme de tu lado? – dijo enfadada – No pienso separarme de la persona que amo, del hombre de mi vida y del ser humano más extraordinario del planeta, ¿te queda claro? – dijo seria – Te cuidaré encantada, como siempre he hecho, te mimaré y consentiré siempre, amor – dijo abrazada a él con ternura.

Marco: Yo también lo haré, papá – dojo serio – Tú siempre me has enseñado a seguir adelante, pasase lo que pasase y con la frente en alto. Pienso hacerte caso siempre, porque tenías razón. Tú siempre has estado ahí para mí, incondicionalmente, aunque me comportara como un niñato, tú siempre has estado ahí, y ahora soy yo el que no va a dejar que mi ídolo, mi referente, mi héroe, se rinda tan fácilmente sin pelear, como tú me has enseñado – dijo emocionado y sincero – Si tengo que hacer de enfermero o ayudarte a cualquier cosa, lo haré encantado y orgulloso de devolverte cada una de las veces que has estado ahí para mí – dijo orgulloso – No te rindas, papá, nosotros no lo haremos nunca.

Tras esas palabras, Sandro no sabía que hacer, seguía sintiéndose miserable por su comportamiento, pero aún más al saber que su estado era irreversible. No quería ser un lastre para su familia. Por mucho que le doliera, ellos merecían ser felices, aunque fuera lejos de él. Pero ellos no lo abandonarían. Tenían razón. Tendría que luchar por ellos.

Psicólogo: Escuche a su familia, ellos tienen razón – dijo serio – Usted es un hombre inteligente, sabe que lo que le pasa es duro y que su vida ha cambiado, pero su familia siempre estará con usted, luche por ellos, luche por usted mismo.

Sandro: Pero…

Psicólogo: Veo muchos casos como el suyo más a menudo de lo que me gustaría, y la mayoría piensan como usted, pero ¿sabe como acaban? Peor que ahora – dijo señalándole – Acaban solos, sin ayuda, sin medios, abandonados por su idiotez, y muchos se suicidan. Dele una oportunidad a la vida, dele una oportunidad a ser feliz con su familia. Adáptese a su nueva vida, aprenda a vivir así, haga feliz a su familia y sea usted feliz por ellos y por usted mismo – dijo amable antes de salir de la habitación.

Muy a su pesar, Sandro reaccionó bien ante lo acontecido, y le hizo caso al psicólogo, lucharía por su familia, lucharía por él, por ver a su familia feliz. Viviana, que conocía a su marido, supo que, por fin, había entrado en razón, y solo lo cubrió de besos, enamorada, emocionada, feliz. Marco miraba por primera vez sin envidia a su padre por los besos de su madre, sino que se unió a ellos en un abrazo familiar muy emotivo, muy esperado, muy esperanzador, sellando un pacto no verbal de cuidarse mutuamente, de ser felices. Gracias a la indemnización que le pagó la empresa, adecuaron la casa para Sandro, la habitación matrimonial y el baño, además del salón y la cocina, para que pudiera salir y no verse siempre entre las mismas paredes, además de comprar una silla de ruedas para sacarlo a pasear. Durante varias semanas, incluso meses, todo siguió su curso, madre e hijo dejaron sus juegos sexuales y se dedicaron a Sandro. Lo cuidaban incansablemente. Pero la sequía sexual empezó a hacer mella en Viviana, que, sin echarle la culpa a su marido, empezó a frustrarse por no poder tener sexo. Sandro se dio cuenta, y una noche, le habló sin tapujos. Aprovechando que Viviana se sentó en el sillón para echarse sus cremas, la encaró.

Sandro: Sé lo que te pasa – dijo serio.

Viviana: ¿De qué hablas? – dijo nerviosa.

Sandro: Te conozco, nena, sé que me amas, pero tienes necesidades sexuales que yo no puedo cumplir – dijo serio.

Viviana: ¡Amor, no...

Sandro: Amor, no lo niegues, te oigo masturbarte en el baño – dijo serio – Quiero que seas feliz, amor, no soportaría que me seas infiel, si estás necesitada yo podría...

Viviana: ¡Ni se te ocurra pensar en el divorcio! – le amenazó – Que yo sienta deseo sexual no es motivo para que mi hombre me aleje de su lado – dijo enfadada.

Sandro: Creo que es lo mejor – dijo serio.

Viviana: Eso no es lo mejor – dijo seria – Yo sé que no es tu culpa estar así y no te culpo por no poder tener sexo, pero hay formas de obtener placer, aunque sea masturbándome.

Sandro: Ya, por eso te escondes – dijo sarcástico.

Viviana: Me escondo por no hacerte pasar un mal rato – dijo seria – Sé que te excitas al verme, aunque tu cuerpo no pueda responder, igual que yo me excito al bañarte o al tocarte o al verte tumbado en esa cama, no sabes las ganas que tengo de caerte encima sin importarme que no puedas responder físicamente – confesó – Si me escondo es para que no sufras más.

Sandro: Pues no te escondas, me da igual que no pueda hacer nada, quiero que no haya secretos, no quiero que te masturbes a escondidas, si tienes ganas, hazlo aquí, ahí donde estás – dijo serio.

Viviana: Pero...

Sandro: No te preocupes por mí, aunque no pueda tocarte ni hacerte lo que estoy pensando, quiero mirarte y que te corras de nuevo delante de mí, para mí, por mí – dijo serio.

Viviana: Solo tienes que pedirlo, si es tu deseo, amor mío – susurró excitada.

Viviana, que vestía un camisón transparente, sin nada debajo, evidenció lo que le gustaba la idea de su amado marido cuando separó sus piernas y se le erizaron los pezones. Sandro se dio cuenta, y aunque no podía mostrarlo físicamente, estaba igual excitado. Viviana, mientras se mordía el labio con deseo, separó más las piernas, ofreciéndole unas vistas inmejorables de su sexo.

Sandro: Quiero que la puta de mi mujer se masturbe delante de mí, y me muestre cómo la excito – ordenó excitado.

Viviana: Como mi hombre ordene – susurró excitada – Espero darle un digno espectáculo.

Con la sensualidad estudiada, le mordió el labio inferior mientras sus manos empezaban una sensual danza sobre su cuerpo, tocándose cada milímetro de piel por encima del camisón, pellizcándose con lentitud y fuerza sus ya erizados pezones, que se pusieron enormes al sentir la mirada de deseo de su amado marido. Viviana sintió una oleada de deseo que hizo que su coño empezara a parecerse a un manantial, lleno de jugos. Sandro, que nunca había visto a su mujer con los pezones así de erizados, comprendió su necesidad de sexo, y descaradamente empezó a mirarlos, excitado, morboso por la nueva forma de dar placer o excitar a su exuberante mujer. Ante la mirada de su amado, empezó a mostrarse más juguetona, llevando sus manos a su sexo mientras subía las piernas y las separaba al máximo.

Viviana: Quiero que mi hombre vea y compruebe como le pone a su puta mostrarse ante el como la guarra que es – dijo excitada, morbosa y cachonda al sentir la mirada de su marido clavada en ella con los ojos inyectados en lujuria.

La excitación de sentirse observada aumentó considerablemente, por lo que, mientras se tocaba y separaba sus labios mayores y rozaba su clítoris, no dudó en pellizcárselo y en meterse dos dedos en su ya húmeda vagina. Sandro escuchaba el chapoteo que salía de la entrepierna de su mujer mientras no dejaba de observarla con deseo, deseando ser él el que, como otras veces, disfrutara a placer de su exuberante cuerpo. Viviana estuvo tocándose apenas un par de minutos en los que su calentura aumentaba exponencialmente al ver la mirada de puro deseo de su marido, lamiéndose los labios y exigiéndole que se tocara para él. Pero de repente, tuvo una súbita idea, cegada por el deseo, el morbo y la lujuria. Deseaba a su marido, deseaba tocarlo, restregarse con su cuerpo, besarlo, lamerlo. Con miedo por su reacción, pues en todo ese tiempo que llevaba en cama, su marido no había dado señales físicas de ningún tipo y siempre se frustraba, se levantó como una gata en celo del sillón y gateando, se dirigió a la cama, donde un excitado Sandro no dejaba de mirarla, deseando poder hacerla suya.

Sandro: ¿Dónde vas? – dijo excitado.

Viviana: Lo siento, amor, pero tu gatita necesita sentirte – susurró morbosa, gateando hacia la cama.

Lenta y sensualmente, Viviana llegó a la cama y se subió sin dejar de mirar a su marido a los ojos, mordiéndose el labio inferior con sensualidad. Se despojó de su camisón dejando a la vista su cuerpo, a sabiendas de que su marido no perdía detalle. Empezó a restregarse desde las piernas, pasando su cara, sus tetas, su húmedo coño por todo el cuerpo de su marido, quien vestía un simple pantalón de pijama. Al mismo tiempo, cuando llegó al pecho de su amado, empezó a lamer u morder sus pezones, saboreándolo, subía a su cuello y lo mordía con sensualidad, lamía sus orejas con ardor y lo besaba con lascivia, jugando con sus lenguas. Todas las acciones y el cúmulo de la excitación, hizo que Viviana, con el roce, tuviera el primer orgasmo de la noche, pero su calentura no bajó, sino que se puso más cachonda al notar como la entrepierna de su amado comenzaba a responder, pues al ver las acciones de su mujer, pasó algo que no pensara que podría pasar, tuvo una semi erección, cosa que Viviana notó, sorprendida y excitada.

Viviana: Parece que mi hombre desea a su gatita, ¿te pone cachondo que te use para mi placer, amo? – gimió en su oído mientras se restregaba con su semi erección a través del pantalón.

Sandro: Siempre, putita mía – dijo excitado.

Viviana: Tu putita va a demostrarte todo el placer que te pude dar – dijo excitada, mirándolo intensamente.

Viviana creyó que era conveniente paró a su hijo, se levantó de su cara reptó de nuevo por el cuerpo de su amado marido y se sentó en su polla, colocándola entre los labios de su coño empapado. A Sandro le encantó la sensación de sentir de nuevo en su polla el coño empapado de su mujer mientras ella le sonreía pícara.

Viviana: ¿Me echabas de menos, amo? – dijo sin moverse.

Sandro: No te imaginas cuanto – dijo sonriente - ¡Estás empapada!

Viviana: Tú me has puesto así, me pone calentar a mi amo – dijo mientras se agachaba a besarle con pasión – Ahora viene lo bueno, disfruta – le pidió.

Sandro sonrió travieso cuando vio como su mujer, cogía sus manos y, mientras ella comenzaba a moverse, no dejaba de pasar las manos de su amado por su cuerpo, parando concienzudamente en sus tetas y culo. Viviana gimió ante el contacto de su cuerpo a las manos de su amado, lo echaba de menos, y comenzó a moverse lentamente sobre su polla.  Sandro le lamió un pezón.

Viviana: ¡Oh sí, cómeme las tetas, amo! – gimió comenzando a moverse despacio, como una encantadora de serpientes - ¡Sigue, así!

Sandro: ¡Oh, nena! – gimió.

Viviana comenzó a moverse despacio, sintiendo la polla de su amado entre los labios de su coño, mientras le comía una teta. El olor a sexo en la habitación era inconfundible, lo que puso más caliente a Viviana, que comenzó a aumentar el ritmo de sus movimientos. Ambos gemían.  Sandro mordió con dureza el pezón de su mujer cuando ella cogió su mano a su otra teta y se pellizcó con mucha violencia. Viviana berreó de placer, eso era lo que le gustaba, eso era lo que necesitaba. Le gustaba el trato duro en el sexo. Viviana volvió al ataque con renovadas ansias, más cachonda y a punto de volver a tener otro orgasmo.

Viviana: ¡Oh sí, amo, muerde a tu puta, sí, me encanta! – gemía de placer, incitándole.

Sandro se puso más cachondo a él también. Comenzó a morder los pezones a su mujer que ella misma ponía en su boca, haciéndola gemir de placer con cada mordisco, notando mayor humedad bañando su polla. Viviana se movía más rápido, presa de la excitación.  Viviana se estaba calentando mucho, estaba al borde del orgasmo. Sandro no dejaba de morder las tetas de su mujer, pero también le lamía los pezones con suavidad, alternando violencia y ternura, volviendo loca a Viviana. El movimiento de su mujer y el morbo por volver a sentirse sexualmente, aunque no hubiera penetración, hicieron que Sandro no tardara en correrse.

Viviana: ¡Oh, que dura la tienes, amo! ¡Sigue! – gimió notando como, aún en semi erección, la verga de su amado comenzaba a hincharse para eyacular.

Sandro: ¡No voy a tardar en correrme, puta! – gimió mordiéndole un pezón con algo más de fuerza.

Viviana: ¡Oh sí, córrete, amo, córrete en el coño de tu puta! – le pidió, morbosa.

Sandro: ¡Vas a hacer que me corra, putón! – gimió mordiendo su pezón rudamente.

Viviana: ¡Oh sí, tu puta quiere que te corras en su coño, sí! ¡Dale tu leche a tu puta! – gimió pidiéndole la leche mientras colocaba la punta de su polla en su clítoris con habilidad.

Sandro: ¡Oh sí, me corro, puta, me corro, sí, toma leche, tómala toda! – gemía.

Viviana: ¡Oh sí, échamelo todo, toda tu leche en el coñito de tu mujer, sí, me corro, sí, sí, sí! – gimió.

Sandro se corrió como un loco mientras le comía las tetas a su mujer. Viviana, hábilmente, dirigió la corrida de su amado hacia su clítoris y se corrió instantáneamente al sentir la explosión de su marido en su coño, sintiendo cómo le escurría la corrida de su amado, pegajosa, en su coño. Viviana se corrió con un grito. Cuando ambos terminaron de correrse, se quedaron como estaban, ella reposando encima de su amado, abrazada, besando cada milímetro de su piel. Luego de unos segundos, en los que ninguno pudo quitar de su cara la sonrisa de satisfacción, Viviana miró a su amado con ternura y le besó con todo su amor. Sandro, le devolvió el beso, un beso lleno de ternura y amor. Ambos lloraban, emocionados.

Viviana: ¡Mi amor, me ha encantado volver a sentirte! – dijo abrazada a él.

Sandro: Y a mí, nena – dijo sonriente.

Viviana: Sé que no me has follado como quisieras, y que probablemente nunca más lo hagas, pero quiero que sepas que siempre voy a estar para ti, en todo lo que me dejes estar, y dispuesta a hacerte feliz, en todo lo que me pidas, mi amor, y más si consigo de nuevo tu deliciosa leche – dijo riendo.

Sandro: Lo sé – dijo emocionado – No pensaba que fuera a poder correrme de nuevo, para mí el sexo era ya asunto del pasado - reconoció.

Viviana: Pues de eso nada – dijo sonriéndole – A partir de ahora siempre te ordeñaré así, mi amor.

Sandro: Te amo, mi vida – dijo besándola – Perdón por estos días, es que....

Viviana: Te sientes mal por no ser el de antes, lo sé – dijo tierna – Pero no se trata de ser el de antes, sino de ser tú, estés como estés, mi mor – dijo besándolo – Yo te amo infinito.

Así, Sandro por fin entendió el mensaje, y se prometió que ni él ni su familia, sufrirían más por él.