Motivación en el trabajo 8
Retorcía sus caderas contra mi mano, pero le resultaba un esfuerzo, notaba como temblaban sus piernas y abdomen por el placer. Escuché como en la televisión llegaban al orgasmo final, por lo que decidí hacerla llegar a ella también.
─ Venganza. –dijo con una sonrisa irónica–. Es solo para vengarme. Siéntate.
Era difícil negarse. Me levanté y me senté en el taburete. Y ella se tomó una venganza terrible. Su lengua entró en mí de una forma tan profunda que grité más fuerte que nunca.
Al terminar nos vestimos y comimos rápido, poco después llegaron Oscar y Lorena. Subimos al piso.
─ Ha sido demasiado incómodo. ¿Por qué no te has negado?
─ ¿Y por qué no lo has hecho tú? –repuso, con una sonrisa de satisfacción.
─ No podía… -dije tímida.
El jefe no me había dicho nada, por lo que llegaría el viernes en vez del jueves. Bien, tenía un día más para pensar que hacer con lo de su novio.
Aunque había dejado de insistir en eso yo estaba completamente loca pensando, no sabía que había detrás de todo. Me aterraba que él le hiciera daño, pero también me aterraba pensar que ella lo amara.
─ ¡Peligro! –dijo mirándome a mi lado en el sofá.
─ ¿Eh? ¿Por qué? –pregunté desconcertada al haberme sacado de mis pensamientos.
─ Estás pensando demasiado… eso no es bueno. –dijo burlona.
─ Oh, muy graciosa… -comenté con ironía.
─ Lo sé, gracias. –me guiñó un ojo.
─ Que cruel eres. –le devolví el guiño.
Sonó mi teléfono, me deprimí pensando que igual era Ricardo diciéndome que llegaría al día siguiente. Me levanté rápido y fui a la cocina en busca del teléfono. Por suerte no era él.
─ ¡¡Oh una aparición!! –comentó la voz burlona del teléfono.
─ Hoy os ha dado por meteros conmigo eh. –respondí de broma.
─ Te echo de menos. –comentó triste.
─ ¡Mentirosa! Seguro que no tendrás con quien echar un polvo y te aburres llamándome. –le dije riendo.
─ También es verdad… jajaja. –me encantaba escuchar su risa–. Pero igualmente te echo de menos.
─ Yo a ti también. –le dije con cariño.
─ Sra Judith, ¿me concedería el honor de reservarme este fin de semana? –dijo seria pero en broma.
─ Sería un honor para mí Sra Carol. –me encantaba hacer el tonto con ella.
─ Más le vale ser cierto. –seguía actuando como una mujer formal.
─ Se lo aseguro. –intentaba responder formal como ella pero no podía evitar reírme.
─ Nos vemos mañana, quizá voy a montar por la tarde.
─ Vale, aquí estaré.
─ Un beso. Cuídate cielo.
─ Muuuaa. –le envié el beso por teléfono–. Te quiero MA.
Colgué. Da gusto tener mejores amigas como ella, realmente estaba loca. Tenía unos cambios de humor terribles pero siempre lo solucionaba conmigo, cuando se enfadaba simplemente le decía una frase que a la segunda vez que la decía se reía <<¿No quieres reír?>> Y le ponía cara de puchero, ella decía que no ya aguantando una sonrisa, y al repetírselo se reía sin poder evitarlo. Mucha gente no la soportaba por el carácter fuerte, pero esas personas son las que más valen la pena.
Miré el teléfono que poco lo usaba mientras estaba con Lara, vi un mensaje de Christian.
Dile a esa hermosura que me muero por vela.
Att: Christian.
Me enfadó bastante leer ese mensaje. Detestaba que fuera tan ligón con una chica que me gustara a mí. Ignoré el mensaje, sabía que no tardaría mucho en aparecer, había estado de viaje y por eso últimamente no lo veía por aquí. Volví al sofá con Lara. Me quedé a sus espaldas sin ella verme.
─ Interesante… -le susurré al oído.
─ ¿Qué? Perdón… -dijo mirándome roja como un tomate.
─ Jajaja, no te disculpes, me gusta verte así de roja tanto por la excitación como por la vergüenza. –subí el volumen de la televisión, en la que salía una escena de sexo y ella había estado mirando con atención.
Desde atrás fui acariciándole la nuca, por debajo de las orejas, con suaves masajes que te erizan la piel. Pasé mi mano por la parte delantera del cuello y lo agarré con fuerza, con cuidado de no ahogarla. Lanzó un fuerte suspiro. Bajé lentamente mi mano hasta introducirla dentro de su camiseta desde arriba. Fui en busca del pecho lo agarré con fuerza. Esta vez gimió. Me encantaban sus pechos, cabían perfectos en mi mano, se salían un poco entre mis dedos por la redondez y el tamaño. Eso me hizo apretarlo con más fuerza. Jadeó por dolor y placer. Con el pulgar y el índice le pellizqué el pezón algo fuerte pero sin hacerle daño. Lanzo otro gemido algo más prolongado. Mi excitación me hacía tenerme presionada contra la parte de atrás del sofá, presionando mi sexo. Estaba tremendamente excitada, sus gemidos mezclados con los de la pantalla me volvían loca. Me agaché, con mi otra mano le aparté a un lado el cabello y succioné suavemente su cuello. Suspiró y gimió al mismo tiempo. Sin poder esperar más retiré la mano de su pezón y camisa y fui directa a sus pantalones. Sin desabrocharlos me metí dentro de ellos, no era difícil al ser elásticos. La presión del pantalón me aprisionaba la mano y la apretaba más fuerte en su entrepierna. Por encima de sus braguitas le acaricié la entrada de su sexo mientras con la palma de la mano le frotaba el clítoris. Suspiraba como loca, no llegaba a producir ningún sonido debido a tal excitación. Tenía débiles orgasmos que no podía potenciar por culpa del placer, notaba que se sentía débil. Retorcía sus caderas contra mi mano, pero le resultaba un esfuerzo, notaba como temblaban sus piernas y abdomen por el placer. Escuché como en la televisión llegaban al orgasmo final, por lo que decidí hacerla llegar a ella también.
─ ¡JODER! –dijo ella al escuchar su teléfono.
─ Da igual, ignóralo. –le susurre con voz cálida.
─ Ese tono de llamada sé de quién es. –comentó fría.
Me retiré de ella, me tensé al saber que sería su pareja pero seguía igual de excitada, o incluso más.
No hacía más que discutir por el teléfono. Nada más colgar se puso a llorar. La abracé y la llevé al sofá, cambié de canal mientras ella hablaba por teléfono, por lo que había una película de acción. Descansaba en mis muslos, mientras le acariciaba la cara. Tenerla allí entre las piernas me estaba humedeciendo demasiado. Ella ya no tenía ganas, y menos la iba a acosar después de lo sucedido por teléfono. Se durmió. Me levanté sin despertarla y me fui al baño. Necesitaba una ducha, luego ya la llevaría a la cama.
Me metí en la ducha, aunque tenía mucha calor puse el agua caliente. Rápidamente limpie con agua todos los flujos que habían salido y seguían saliendo de mí. Ese chorro caliente y potente directo a mi sexo no me ayudó a calmarme para nada, al contrario me encendió mucho más. No pude más y apunté con la alcachofa de la ducha directa en mi clítoris. Se me escapó un << ¡Joder!>> al sentir ese chorro directo a ese punto concreto. Me corrí como nunca antes, una sensación diferente. Nunca me había corrido con la alcachofa. Mis piernas me temblaban mucho, había llegado demasiado rápido al orgasmo, las consecuencias me llegaron y tuve que salir, el agua tan caliente y el orgasmo me hicieron sentir terriblemente débil, estaba extasiada. Me senté en el inodoro mientras me secaba, fui a la habitación y me cambié. Me dirige hacia Lara al sofá para llevarla a la cama. La cambié y todo solo que ese día hacía demasiada calor y no se dejaba poner la camiseta, se quedó solamente con la parte de abajo.
Me sentía más sensible de lo normal, seguía excitada después de esa sesión de ducha. Mi sexo pedía más, estaba más sensible. Tenerla allí en la cama, casi desnuda no me ayudaba. Moría por tocarla así semidormida como los primeros días. Le acaricié suavemente un pecho, tanta tentación me superaba. Pero se dio la vuelta y me dio la espalda, dormía profundamente y no quería ninguna caricia.
Pensé en darme otra sesión de placer allí en la cama, al lado de ella. Oliendo su perfume, sintiendo su cuerpo caliente bajo las mismas sabanas que yo. Palpitaciones muy fuertes aumentaban en mi entrepierna, no podía más. Miraba el techo, no quería hacerlo así como una loca obsesionada del sexo mientras ella dormía y yo me acariciaba pensando en ella. Pero no podía más, era eso o violarla y no quería molestarla. Opté por lo primero.
Me quité la parte de arriba quedándome igual que ella. Miraba el techo y escuchaba su respiración. Me fui acariciando el pecho, no sentía lo mismo que cuando lo hacía ella, pero estaba tan sensible que me excitaba todo. Sin aguantar más me dirige a mi zona íntima. Nada más entrar en la única prenda que llevaba puesta tuve que aguantar un fuerte gemido. Cogí la camiseta con la mano libre que me quedaba y me la puse en la boca. No quería despertarla. Me acaricié con astucia los labios exteriores, mientras me pasaba la palma en el clítoris. Se acercaba mi orgasmo, me penetré rápido con dos dedos. Mordí y gemí con la camiseta en la boca. Doblé mis dedos dentro de mí y me acaricié por dentro. Sentí la oleada caliente impregnar mis dedos. Electrocutarlos al mismo tiempo que mi cuerpo acalambraba. Toda yo estaba estática, tenía electricidad por mis venas. Dados mis movimientos bruscos por el orgasmo final ella se removió incómoda. Mis movimientos la molestaban. Me dormí rápidamente después de mi tercer orgasmo en ese día.
Nos despertamos las dos a la vez, su teléfono estaba sonando. No sabía qué hora era pero si mi despertador sonaba a las 7 i aún no había sonado era porque era antes. Nos costó reaccionar, yo estaba agotada del día anterior y ella era de difícil despertar. Salió de la cama y fue a buscarlo, miró la pantalla y colgó sin cogerlo. Deduje quién era. Yo estaba sentada en la cama, por lo que se me veían los pechos.
Ella se dio cuenta, se puso roja. Luego se percató de que ella también estaba igual que yo y noté como intentaba taparse disimuladamente.
─ Eh, si…. –dije con voz ronca, luego me aclaré la garganta–. No te dejaste vestir…
Vi cómo me miraba a mí, posó su mirada en mis pechos, entendí sin palabras que entonces porque yo iba sin camiseta también. Me puse roja, no sabía que explicarle, que realmente fui a dormir con camiseta pero me la quité en mi sesión de sexo.
─ No pasa nada… –dijo mirándome, pareció entender mis pensamientos–. Me gusta lo que veo. –sonrió seductora.
Se acercó de nuevo a la cama, ya no sentía vergüenza por lo que dejó de taparse. Antes de entrar en la cama se quitó la parte de abajo. Suspiré sorprendida, no me esperaba esa imagen en ese momento. Esos inmensos ojos azules tan exageradamente claros me miraban atentamente, casi no eran azules, tenía las pupilas tan dilatadas que ocupaban todo su ojo. Me estremecí al ver esa mirada, era de un deseo brutal.
Se puso audaz mente sobre mí y de un empujón fuerte me tumbó toda.
─ ¡Cielos! –jadeé, casi sin habla. Me había cogido completamente por sorpresa.
─ Ajá. –murmuró satisfecha–. Ahí es donde vas a llegar muy pronto, espero.
Se inclinó sobre mí y noté sus manos por todo mi cuerpo, seguidas muy de cerca por su boca. Me retorcí de placer. Me quitó la única prenda que llevaba rápidamente y sin perder tiempo. La rodeé con los brazos y la atraje hacia mí.
Al poco rato, se deshizo de su parte de abajo. Quedando las dos desnudas. Acaricié sus pechos y su piel como si fueran míos, sólo que con mucha más pasión. Ella me tapaba con su adorable cuerpo como si fuera una manta cálida y suave. Me besaba cada vez más excitada. Su lengua era puro fuego en mi boca. Me costaba un gran esfuerzo respirar. Luego muy lentamente y con cuidado, se alejó de mi boca.
─ ¡Oh, no! –protesté débilmente. Ella acercó sus labios a mi oreja.
─ Sólo tengo una lengua, cariño. –me susurró en un tono de lo más sensual.
Después empezó a descender por mi cuerpo, tan despacio que me resultaba una tortura. Me erguí un poco y gemí en voz alta. Su lengua me convertía en un simple objeto de deseo. No podía más, a pesar de estar desfogada de la noche anterior ella había conseguido ponerme como si llevara años sin sentir placer. Al mínimo roce me estremecía, mi piel vibraba bajo sus manos.
─ No puedo más… -protesté frustrada.
Bajó rápidamente a mi sexo, trazaba círculos alrededor de mi clítoris. Cada vez que me tocaba con la lengua no podía evitar levantarme y volver a dejarme caer. Finalmente, grité. Me quedé inmóvil, sentí tal fuerte oleada salir de mí. Me quedé agotada. No sabía cómo sería capaz de trabajar ese día con lo reventada que estaba.
Fui a ponerme encima de ella pero su teléfono sonó de nuevo. Su rostro cambió y se puso rígida. Ella sabía quién era. Se puso en pie y colgó de nuevo. Esta vez no volvió a la cama, se vistió rápidamente.
─ Iré a casa ahora, nos vemos para desayunar. –dijo dándome un beso en la mejilla.
Antes de responder ya había salido por la puerta. Aún estaba reventada del orgasmo, decidí dormir un poco más.
Me desperté, ya era tarde. Eran las 9, me había dormido y el despertador no lo había escuchado. No entiendo porque no había venido a despertarme Lara al no verme ir a desayunar.
Me vestí rápidamente, no tenía tiempo ni para ducharme, aunque estaba limpia de ayer, los orgasmos anteriores me habían hecho estar algo pegajosa, pero no pude ni pasarme un agua.
Escuché un sonido extraño proceder de las cuadras donde estaban los potros. Me acerqué sin hacer ruido. Me asomé a la cuadra por donde los caballos sacan la cabeza. La vi allí llorando. No entendía que le pasaba.
─ Hey… ¿Qué pasa? –dije completamente asustada, pero con voz tranquilizadora.
No respondió. Se sorprendió al verme. Se dio la vuelta, me daba la espalda. A lo mejor estaba enfadada conmigo, y le había hecho yo algo sin darme cuenta. Abrí la puerta, y entré sin más. Me acerqué a su espalda y di la vuelta por su lado para quedarme frente a ella. Me petrifiqué. Creo que mi rostro jamás se ha visto tan horroroso, ni mi cuerpo tan acelerado. Tenía razón desde el principio. La maltrataba…
No supe reaccionar, verle la cara toda hinchada y roja. El labio que aún tenía sangre que supuraba. Estuve a punto de salir por la puerta e ir en busca de ese cabrón. Pero eso significaría dejarla sola y eso era lo último que quería hacer en esos momentos. Pero tampoco sabía qué hacer, que decirle. Así que sin más la abracé suavemente para no hacerle daño. Incluso así noté un leve quejido. Traté de separarme pero ella no me dejó. Rompió a llorar aún más fuerte en mis brazos.