Motivación en el trabajo 2
Yo ya estaba dentro de la cama, estábamos a oscuras, sentí como se abría el otro lado de la cama y su cuerpo se hundía en ella muy lenta y cuidadosamente. Mi problema empezó cuando sentí su brazo rozar mi espalda
Pasé una noche bastante inquieta, me costó mucho dormir y no pensaba en ella precisamente, simplemente estaba desvelada. Me vi toda una temporada de una serie que me gustaba mucho, hasta que me quedé dormida en el sofá.
A la mañana siguiente me sentía terriblemente cansada, era domingo, por suerte solo trabajaba medio día y el lunes era fiesta.
Cuando finalicé mis clases serían las 14:00 del mediodía.
─ ¡Judith! –escuché que alguien decía mi nombre a lo lejos.
─ Oh Ricardo, ya me iba para casa. –respondí cuando vi quien era. Supuse que vendría a pedirme ayuda, y dado mi cansancio quería irme ya a casa.
─ A muy bien. –comentó, tras unos segundos dijo–. Venía a decirte que me voy el martes al pueblo, iré a por los potros nuevos que han nacido y el mozo no se puede quedar por las noches en la hípica…
Sabía perfectamente que eso era una indirecta, podía negarme perfectamente pero era como mi padre y por eso siempre estaba dispuesta a ayudarle.
─ Vale ya me quedaré yo. –murmuré–. Por cierto, ¿Hasta cuándo estarás allí?
─ Regresaré el lunes siguiente. –menos mal, eso era poco… ¡siempre solía irse durante un mes! Y me tocaba a mí quedarme allí. Era mi segunda casa.
─ Vale perfecto. ¿A qué hora te irás?
─ No creo que coincidamos, me iré el martes a la madrugada.
─ Vale, pues me voy ya que estoy reventada.
─ Muy bien cariño, muchas gracias. –me dijo dándome un beso en la frente.
─ Sabes que para mí no es nada. –y le regalé una de mis sonrisas.
─ ¡Adiós preciosa! –dijo chillando un poco, porque yo ya me estaba alejando.
─ Que vaya bien el viaje, recuerdos a todos los de allí. –y me encaminé hacia el coche sin mirar atrás.
Me di cuenta que ese día apenas me había cruzado con Lara, tan solo un par de veces entre cambio de clases. Mejor así, tomando distancia.
─ Soy tonta… para que hablo… -dije de manera casi inaudible.
Me la encontré justo cuando iba a entrar al coche que pasaba por detrás de mí.
─ Hey, ¿qué tal el día? Apenas nos hemos visto… -comentó contenta pero poniendo cara de triste apropósito.
─ Si… la verdad que ha sido un día bastante duro. –comenté mientras me pasaba la mano por la cara y luego el pelo, expresando el cansancio.
─ Oh, no me lo puedo creer, y ¿tú eras la que querías una compañera marchosa? ¿Aguantando tan poco? –se estaba riendo mientras me devolvía el golpe que le di yo al hacer ese comentario el primer día.
─ Emm… Si bueno he pasado mala noche, y cuando lleves más semanas aquí me entenderás. Igualmente prefiero montar potros que dar clases a niños…
─ Jajaja, ¡eso es cierto! Yo también lo prefiero. –dio un paso hacia mí.
No pude recular más porque tenía el coche pegado en la espalda. Empecé a sentirme invadida en mi espacio, estaba incómoda, quería empujarla un poco con mis manos para tener aire y que no me invadiera. Sus ojos azul claro se los veía poco, tenía las pupilas exageradamente dilatadas.
─ Tienes los labios muy blancos… ¿Te encuentras bien? –se acercó más y me tocó la frente.
¡Seré tonta! Reaccione como cuando levantas la mano para regañar a un perro, y yo era el perro.
─ Tranquila… ¿tengo que calmarte igual que a los potros? –dijo irónicamente–. Bueno primero tendría que domarte creo yo.
No me atreví a responder, simplemente levanté una ceja y la observé con atención. Su mano se deslizó por mis mejillas hasta rozar mis labios. La contradicción que sentía dentro de mí era insoportable. Por una parte me gustaba, porque flirtear así sin nada más me encanta pero por otro lado seguía sintiendo mi espacio invadido. No sé si vio mi reacción confusa pero se enderezó y retrocedió un paso. Suspiré como si en un año hubiera tenido todo el cuerpo tenso y lo relajaba un segundo.
Ahora era ella la confusa, estábamos en silencio una delante de la otra, pero apenas nos mirábamos. No era un silencio ni incómodo ni de atracción. Si no en el que las dos estábamos reflexionando, tranquilas y en un ambiente agradable. Que rápido se rompió ese hermoso silencio.
─ Madre mía que bellezas… -comentó Christian bajando del coche, lo dijo sin apenas mirarme a mí.
─ Oh, buenas tardes guapo. –respondió ella rápidamente.
─ Oh, Hola Christian. –mi oh, era diferente al de Lara, era más de asco.
─ ¿Puedo invitarte a comer? –demasiado estaba tardando en hacerle la pregunta…
─ Bueno con la condición de que venga Judith. –dijo intercambiando la mirada de Christian a mí.
─ Uf, no gracias de verdad, ya dije que estaba cansada. –y aunque no lo estuviera ni en sueños me voy a ver como se la liga, porque acabarían enrollándose y yo allí muerta del asco.
─ No pasa nada, vamos tú y yo. –comentó el rápidamente, mientras me miraba y guiñaba el ojo.
─ Otro día, aún no nos conocemos mucho, lo siento. –me fascinó bastante su respuesta.
─ Pues me voy solito… -dijo dándose media vuelta y algo enrabiado.
─ Oye pues nos vemos el martes y si eso ya iremos a cenar por allí. –me dijo Lara sin que Christian nos oyera.
─ Será difícil, tengo que pasarme la semana durmiendo aquí, no puedo escaparme ninguna noche. –comenté triste, aunque estaba alegre porque así me libraba de la cena.
─ Ah bueno mucho mejor, nos quedamos aquí… si se desmadra la noche no prometo nada… que todavía iré a montar algún potro borracha. –me reí nada más imaginarme la escena, ella hizo lo mismo.
─ A cargo mío no estarás eh, ¡que te encierro en alguna cuadra! –dije aún entre risas.
─ Vale vale, beberé poco… -eso sonó muy a mentira, mientras se secaba las lágrimas de los ojos.
─ Pues nos vemos para entonces. –dije intentando volver a entrar en el coche.
─ Adiós, que descanses bien. –se acercó y me dio dos besos cuando ya estaba dentro del coche.
Por fin era libre, desconecté de todo mientras conducía con la música bastante alta. Al llegar a casa me di una ducha fría y me tumbe en la cama. Que gloriosa es la cama cuando estás así, es como una nube, tan blandita que parece acogerte entre sus brazos.
No hice nada más que descansar esa tarde y el lunes. No hablé con nadie, desconecté el teléfono y me la pasé viendo películas. Sabía que me esperaría una semana dura, así que era mejor descansar mucho antes del martes.
Llegó el martes, cuando llegué el jefe ya no estaba. Me fui directa al bar.
─ ¡¡Buenos días!! Que bien se te ve… -comentó Lorena acariciándome la cara.
─ Si, bueno es lo que tiene dormir de vez en cuando. –y me reí dulcemente.
─ Pues deberías hacerlo más, te sienta muy pero que muy bien. –era Lara, pero no sabía de donde procedía su voz.
─ ¿Bueno ya no? ¡Me estáis intimidando! –comenté con una sonrisa y mis mejillas ruborizadas.
─ Vale, pero eso no significa que no sea cierto. –entonces vi que procedía del baño, no la había visto porque hay una especie de valla en medio pero ella me podía ver a mí.
Me tomé mi café con ellos y me dispuse a empezar el trabajo. Antes de eso, Oscar me dio las llaves de la oficina, las habitaciones y el salón. Era todo un piso montado en la hípica, pero cada apartado estaba separado y cerrado con llave.
Transcurrió bien el día. Al acabar la última clase por la noche eran las 20:00.
─ ¿Preparada para una sesión de relax? –escuché que decía a lo lejos.
─ Mientras sea se relax estoy preparadísima. –respondí dirigiéndome hacia ella.
─ He traído guarrerias, jajajaja, nutella, nata, vainilla… -dijo relamiéndose los labios.
─ Ummm… ¡qué bueno! Casi que lo saboreo en mi boca y todo. –dije imitándola a ella con mis labios.
Recogimos todo, cerré la puerta principal de la hípica que estaba a la otra punta de todo. Luego cerré la de los corrales y los boxes que estaban divididos por zonas. Vigilé que todas las luces estuvieran apagadas y al piso, en el salón.
─ ¿Qué agradable no? Es así como muy rural y acogedor. –dijo observándolo de arriba abajo.
─ Si la verdad que aquí se está muy a gusto.
─ Me encantaría vivir aquí. –pareció decirlo con segundas, como si quisiera que la invitara.
─ ¿Sí? Pues estás invitada estos días. –no quería para nada dormir con ella, pero daba un miedo terrible la hípica por las noches. Siempre solía quedarme con Carol, sola casi nunca.
─ Yo encantada. –dijo con una gran sonrisa–. Ya iré si eso mañana por la mañana a por mis cosas, que ahora ya has cerrado todo.
─ Me harías un gran favor. –lo dije muy agradecida.
─ ¡Ahora a cenar! –dijo pasando su mano por la barriga.
Hay veces que da gusto ponerse hasta arriba de porquerías. Llenarte hasta reventar, así satisfaces todos tus deseos. Al contrario de lo que me esperaba ella guardaba mucha distancia conmigo, como si al saber que dormiremos juntas tuviera miedo a que la violara. Se sentaba en otro sofá, me miraba muy poco…
Básicamente, estaba muy tímida. Resultaba encantadora, como una niña pequeña que piensas que te la comerías y sobretodo no piensas para nada en sexo con ella.
Me quedé dormirá mirando la televisión, sentí que algo me cubría. Mis ojos eran incapaces de abrirse, entendí que estaba en la hípica, y que Lara estaba conmigo.
─ Judith… -oí una voz en mis sueños, se repitió dos veces más hasta que entendí que procedía de la realidad. Era dulce, exageradamente tierna.
Abrí los ojos lentamente, me costaba despertarme, no sabía por qué. La encontré sentada frente a mí, observándome con dulzura.
─ Venga vamos a la cama, no puedo llevarte porque no sé dónde es. –dijo en un tono muy suave para que no me molestara ya que aún estaba medio dormida.
Me levanté como pude. Y fui hacia las habitaciones, le pregunté donde quería dormir, si conmigo o sola, respondió que conmigo que le daba cosa estar sola allí.
Se puso en la cama pequeña y yo en la de matrimonio. No tenía energía para decirle si quería dormir conmigo, no podía articular palabra. Me tumbé y la vi quitarse la ropa, mis imágenes era algo borrosas, estábamos a oscuras. Casi ya dormida de nuevo sentí que algo rodeaba mis piernas y tiraba de ellas. Me estaba desvistiendo.
─ Al menos quitarte los pantalones, el sujetador ya te lo quitarás tú que son cosas incómodas para dormir.
Cuando me quitó los pantalones me di la vuelta para intentar quitarme el sujetador aún tumbado pero no pude y dejé de intentarlo para quedarme dormida de nuevo. Sentí sus manos entrar por debajo de mi camiseta, estaban calentitas, me deshizo el sujetador, me quito los tirantes y pudo quitármelo sin darme la vuelta.
Después de eso me quedé dormida hasta la mañana siguiente. Me desperté pronto a eso de las 06:00 y queriendo darle las gracias por lo sucedido la noche anterior y que me tratara con cariño le hice un buen desayuno. A las 8 se lo llevé a la cama con una notita que decía: Estoy en la ducha, disfrútalo, te lo mereces. Gracias por lo de anoche.
Me fui a la ducha, pero no en el baño del piso, si no me fui al de la hípica, a los vestuarios. Eran más cómodas esas duchas.
Alguien abrió la puerta mientras me enjuagaba el pelo.
─ Gracias a ti por el desayuno. Estaba de muerte. –se la oía entusiasmada.
─ Entonces vamos empatadas, yo gracias por ayer y tú a mí por hoy.
─ Me parece bien. Por cierto ahora iré a por mi ropa para pasar la semana, ¿me esperas para ir a tomar un café cuando abran el bar?
─ Claro que sí. –y se fue despidiéndose.
La semana fue agradable, solía pasar cada día lo mismo, yo me dormía en el sofá, ella me llevaba a la cama y al día siguiente le preparaba el desayuno.
El problema fue cuando llegó el fin de semana. Habían terminado las clases y nos fuimos al piso. Ese día no tenía nada de sueño, ni si quiera cansancio. Es más, estaría ovulando porque mi cuerpo estaba más sensible de lo normal, lo percibía todo. Ella poco a poco fue cogiendo confianza y empezaba a sentarse a mi lado en el sofá y tocarme más a menudo.
Al ir para la cama, aunque no teníamos sueño era tarde y teníamos que dormir ya que los sábados eran los días más duros y tendríamos que estar en forma. Al entrar al cuarto.
─ Tengo la espalda fatal… No sé si es por la cama o qué pero estoy por ir al sofá.
─ ¡Pero eso me lo dices antes! Esta es de matrimonio, cabemos las dos perfectamente. –comenté rápidamente, me sabía mal pensar que ella había estado incómoda.
Yo ya estaba dentro de la cama, estábamos a oscuras, sentí como se abría el otro lado de la cama y su cuerpo se hundía en ella muy lenta y cuidadosamente. Mi problema empezó cuando sentí su brazo rozar mi espalda…