Motel

Después de mucho tiempo prostituyéndose, decide acostarse por placer con una joven que vive en el mismo motel que él (Tercera parte de "Banned Pleasure Palace")

Tercera parte de "Banned Pleasure Palace"

Daemon se levantó temblando del suelo. Llevaba tres horas con la misma mujer violenta. Él no hacía nada más que sufrir mientras ella se reía de su dolor y le obligaba a darle placer sin dejar de torturarlo.

Cuando oyó los tacones salir de la estancia y la puerta cerrarse se derrumbó sobre la cama, rompiendo a llorar. Llevaba una semana en ese trabajo y aún no se acostumbraba.

Oyó la puerta abrirse y se incorporó en la cama, limpiándose las lágrimas de la cara con el reverso de la mano, sin darse cuenta de que así se manchaba de sangre.

Miró al nuevo en la habitación, Daniel estaba de pie, con una cuba llena de agua templada y una toalla pequeña al hombro. Cerró la puerta tras de si y se acercó a él. Lo había cuidado, curado y lavado desde que lo subastaron hace un mes, aún después de todo el daño que él no le había evitado en el instituto.

Sintió el agua templada empapada en la toalla pasarle suavemente por la cara, limpiando la sangre seca de la herida que tenía en la ceja del primer latigazo que le había dado aquella mujer.

Daemon se dejaba limpiar y curar, sin quejarse del agua oxigenada o de la presión en las heridas. Sentía como Dan le acariciaba y trataba con mucho cuidado y cariño, cosas que antes de entrar ahí le repugnaban, pero que ahora necesitaba como nunca y le daba igual que un homosexual le semimagrease.

Cuando estuvo limpio de sangre Dan empezó a darle besos por el cuello y a acariciarle el abdomen. Daemon se apartó viendo como su antiguo compañero se quedaba en la cama admirando a su antiguo bully.

El torturado se fue hacia su motel caminando lentamente, queriendo darse una ducha para librarse de esa asquerosa sensación.

Cuando llegó al motel, los pasillos estaban tan desiertos como siempre, sin un alma errante siquiera. Caminó con pies pesados hasta la cochambrosa habitación que le correspondía y, al ir a cerrar la puerta para encerrarse con su depresión en la estancia, algo se lo impidió.

Se giró a mirar y vio a una joven que no podía ser mayor de edad. Tenía una piel canela pasión, con unos ojos y un pelo tan oscuros como el carbón. Algo en ella lo hipnotizó.

La había visto alguna vez por los pasillos, caminando tras la que suponía era su madre. Entró en la habitación y cerró la puerta tras de si con pestillo. Se fijó en su ropa, al igual que todos los que estaban ahí, la situación económica era lamentable, así que vestía un top cruzado de color rojo y unos short vaqueros que dejaban a la vista que, aunque estaba desarrollada, seguía siendo una niña.

— Me he enterado de donde trabajas de verdad… Sé que no vas al club de boxeo a combates amañados…

— Espero que no quieras dinero a cambio de tu silencio, porque estoy segura de que tú tienes más que yo.

— No quiero dinero… solo un servicio de los tuyos… gratis…— la adolescente empezó a quitarse el top, lenta y sensualmente— Tranquilo… no voy a contárselo a nadie… y tampoco tienes la gran responsabilidad de quitarme la virginidad… puedes disfrutar esto…— la joven se acercaba a Daemon mientras hablaba, dejando ver ya uno de sus pequeños pechos sobresaliendo por el top, bajo el cual no llevaba sujetador.

— No eres de mi edad… deberías irte a casa...— Daemon se dejó llevar a la cama entre toqueteos y movimientos por parte de la adolescente.

— La edad es solo un número… además… no nos llevamos tantos años… hay famosos que se llevan 20 entre ellos…

— Prometes callarte si te doy lo que pides… ¿Verdad?— la joven asintió con una pícara sonrisa, iba a callarse de cualquier manera, Daemon le caía bien y no quería que lo pasase peor de lo que ya lo pasaba.

Daemon se dejó sentar en la cama con un leve empujón de la joven y se fijó en el collar que llevaba en el cuello, Savoy, un nombre perfecto para la joven que lo acosaba ahora mismo.

Vio como dejaba caer su pantalón corto al suelo del motel y se sentaba sobre sus piernas, con cariño y cuidado, cosa que hacía mucho no sentía con alguien con quien se iba a acostar.

Sintió los labios de la joven en su cuello, dejando húmedos besos, mientras movía la cintura con demasiada experiencia para su edad. El mayor cerró los ojos y se imaginó el porqué de esa experiencia, algun casero al que había que pagar, tal vez el mismo del motel, y al que le había gustado la niña.

— Savoy, ¿de que sabes tu moverte así…?

— Cuando el dinero no llega al mínimo necesario… empiezan a sobrar principios... — Daemon bajó la mirada y vio el tanga que llevaba la joven, blanco para resaltar en su piel oscura, parecía una prostituta en todos los aspectos, y eso no le gustaba en absoluto, no le gustaba que le arrebatasen la inocencia así a alguien.

— Savoy, no te fuerces a hacer esto…

— Por una vez me gustaría acostarme con alguien que de verdad me guste…

Los labios de ambos se fundieron, Daemon dejaba que su acompañante llevase el ritmo por la costumbre, pero por primera vez desde hacia un tiempo se sentía excitado.

Empezó a pasar las manos por la cintura de la chica, a coger ritmo en los besos que cada vez más rápido se daban. Bajó las manos hasta la cintura de su acompañante e hizo fuerza para pegarla a su entrepierna, donde se podía ver claramente el bulto que se formaba por su excitación.

— Joder… Daemon, eso es muy grande…

— Pues esperate a que me quite los pantalones…— se movió rápidamente y la joven quedó bajo su cuerpo, casi desnuda, casi con miedo por el tamaño de lo que había sentido.

Savoy le quitó la camiseta despacio al mayor, pasando los dedos lentamente por las heridas, nuevas y no tan nuevas, mirándole a los ojos con algo de tristeza. Antes de que pudiese decir nada, Daemon le dio la vuelta, poniéndola boca abajo en la cama, besándole el cuello con cuidado y bajando lentamente por la desnuda espalda.

Se bajó los pantalones y se quedó con la misma cantidad de ropa que Savoy, esta no pudo evitar soltar un gemido de sorpresa al sentir como aquel bulto se apretaba contra su culo. Estaba acostumbrada a cosas mucho más pequeñas de  asquerosos cobradores de cualquier tipo al que le gustasen las menores de edad.

— Sé bueno conmigo… por favor… no estoy acostumbrada a algo tan grande… ni a alguien que pueda mantener el ritmo o aguantar más de tres minutos…

— Tranquila… yo te voy a hacer disfrutar…— le dio un beso suave en la nuca para luego empezar a bajar— Además, eres tu la que ha venido a mi…

Savoy soltó un suspiro al sentir esos cálidos labios por su espalda. Daemon mordió la tela del tanga y lo bajó con los dientes despacio, sintiendo cómo la joven se tensaba bajo su cuerpo.

— Relájate, preciosa… o no disfrutarás y solo te dolerá… Sé lo que es eso y no es agradable…

Cuando el mayor se puso de nuevo sobre Savoy, ninguno de los dos tenía ropa ya. El miembro caliente de Daemon rozaba el culo de la menor, haciendo presión entre las nalgas, deseando ambos sentir placer en una practica que solo les traia dolor y sufrimiento.

La mano del recientemente torturado acarició el cuerpo de la joven, metiendo la mano entre la cama y su vientre para levantarla un poco y poder rozar su polla con el cálido coño que le esperaba.

Ambos suspiraron de placer, por fin iban a disfrutar de algo agradable y no de una tortura física o psicológica.

Daemon movió la cadera lentamente para introducir su miembro despacio en esa cálida cavidad. La sintió estrecha, como si nunca hubiese probado el sexo y la estuviese desvirgando, pero por sus leves movimientos para facilitar la entrada supo que no era así.

Los gemidos de la menor sonaban dulces en comparación a los que se había acostumbrado a oír, y eso le puso mucho más cachondo. Empezó a moverse de forma más firme, sacandola despacio y metiéndosela con fuerza hasta el final, haciendo que la joven se retorciera de placer y gimiera cada vez más alto.

Las manos del mayor estaban colocadas una en el vientre de la chica para pegarla más a su entrepierna y otra en su hombro para poder embestirla con más fuerza y hasta el fondo, queriendo darle placer a quien por primera vez en mucho se lo ofrecía también a él. Pronto los gemidos eran tan altos que tuvo que mover la mano del hombro a la boca de la joven para acallarlos y que no se oyesen en las otras habitaciones o el pasillo.

Daemon no tardó demasiado en correrse, el simple hecho de poder disfrutar de lo que hacía le impedía tardar más. Cuando Savoy sintió como se corría no se asustó, no corría riesgo alguno de embarazo y las ETS no la asustaban, pero se sintió decepcionada de que hubiese durado casi menos que cualquier cobrador con el que ella hubiese estado.

Cuando iba a apartarse para así vestirse e irse, una mano le agarró con fuerza por la muñeca, a Daemon aún le brillaba el deseo en los ojos, Savoy aún sentía dura la polla que tenía dentro y eso le dio una pequeña esperanza de que todo pudiese durar más.

— Llevo follando a diario un mes… Pero sin correrme llevo exactamente el mismo tiempo… Creeme, te puedo dar otras tres rondas más si las aguantas…

Savoy asintió y se giró, con cuidado de no hacer daño en el miembro a quien le iba a seguir dando placer. Cuando estuvo mirándolo sintió cómo pasaba las manos por sus piernas para subirlas a sus hombros y se movía un poco, metiendo la polla más de lo que lo había conseguido antes.

— Nunca he tenido un orgasmo… No se como se siente…

— Intentaré darte uno por cada uno que yo tenga de ahora en adelante…— Daemon le besó el cuello, metiendo aún más su polla, haciéndola gemir más—, pero prometeme que no vas a gritar como una loca… Hay vecinos y no quiero que me acusen de asesinato…

Los labios de ambos volvieron a fundirse mientras Daemon volvía a embestirla, despacio, acelerando cada vez más, sintiendo como gemía contra su boca. Ahora que tenía las dos manos libres jugaba con los pequeños pechos de la joven, rozando y estimulando sus pezones para darle aún más placer.

Los gemidos pasaron a gritos ahogados contra su boca, sabía que si la chica no se calmaba llegaría al orgasmo en pocos segundos, pero él no pensaba bajar el ritmo, y ella nunca había sentido nada parecido.

La vio tensarse y como la piel se le erizaba, como sus gemidos se volvieron totalmente desordenados y sintió su espalda arquearse en el momento máximo del orgasmo.

Daemon no paró por eso, siguió embistiendo, sabiendo que ahora, con el orgasmo reciente, sentiría muchísimo más placer.

Tiró levemente de sus hombros para quedar ambos sentados, ella sobre él. Mientras él le lamía sus pequeñas tetas, con los pezones duros por el placer, ella se movía lentamente sobre su miembro, quería aguantar todo lo que su único amante pudiese aguantar y más, no quería decepcionar a la única persona que se había preocupado por darle placer.

Poco a poco se oían mas los gemidos del mayor, que rozaba el segundo orgasmo, pero que aguantaba para alargar ese placer ilegal que tanto le estaba gustando.

Daemon sintió como Savoy se cansaba poco a poco, no estaba acostumbrada  a estar tanto tiempo, y eso le estaba pasando factura. La cogió por la cintura y empezó a moverla él, haciendo que se pudiese recuperar, acelerando para que ella no dejase de sentirse al borde del orgasmo, dejando de aguantar las ganas de correrse cuando volvió a sentir su cuerpo tensarse entre sus manos.

— ¿Me estas diciendo que aún puedes aguantar dos de estas más...?

— Si tu no aguantas pero igualmente quieres sentir el placer, creeme, puedo hacer que estando totalmente quieta sientas el mayor placer de tu vida… y si tus piernas aguantan estar a cuatro patas… puedo hacerlo dos veces más…

La joven negó, no podría mantenerse sobre sus piernas. Besó a su acompañante y este la dejó tumbada de lado en la cama, poniéndose el detrás de ella, rozando su aún dura polla en la cavidad chorreante de la exhausta muchacha.

— ¿Has oído eso de darte como a un cajón que no cierra…?— ante la afirmativa, Daemon sonrió— Pues vas a comprobar cómo se siente…

Antes de que respondiese algo, el mayor ya había comenzado a mover la cadera con fuerza, desesperado por poder correrse dos veces antes de que ella llegase al orgasmo para así quedarse tranquilo por fin y poder dormir una mañana entera sin pensar en el dolor que le hacían pasar en el trabajo.

La joven no podía ni gritar ni gemir de placer, solo se oían quejidos que suplicaban que no parase, lo que hacía que Daemon acelerase cada vez más, cada vez más excitado, cada vez con más ganas de acabar, aguantando como podía para sentir el máximo placer.

Antes de poder bajar un poco el ritmo para evitar el orgasmo de la joven, esta ya estaba en el clímax, lo que hizo que el mayor se corriese también.

— Antes de que te vayas… digo yo que limpiarás este estropicio… ¿No?

— ¿A qué te refieres?— la joven se giró a mirarlo, sin comprender, y sintió la presión de una mano en su cabeza llevándola hacia abajo.

— A que no puedes dejarme la polla llena de mi semen y tus fluidos… ¿O no quieres limpiarla?

— No… nunca lo he hecho y no… No quiero hacerlo…— Daemon asintió, comprendiendo, no iba a obligarle, no era como la gente que lo compraba por horas. Él tenía respeto por la persona con la que estaba, independientemente de la razón que los hubiese llevado a estar juntos.

— Savoy, deberias ir a casa, ducharte y prepararte para ir al instituto…— la cara de Savoy cambió bruscamente al darse cuenta de que sabía que era menor de edad— Creeme, es lo menos ilegal que he hecho en el último mes, y tu puedes venir cuando quieras… pero que no sea a follar, por favor… eso debería hacerlo con gente de mi edad… o al menos en la edad legal…

La única respuesta que obtuvo fue un sonido de afirmación y el ver a la joven vestirse e irse. Eso le hizo sentirse aún más vacío que cuando era un juguete para los más ricos del lugar.

Se echó la manta por encima e intentó dormir, sin lavarse ni ducharse, no quería levantarse de la cama. Evocó la imagen de Daniel cuidándolo después de cada sesión y, por alguna razón, su polla volvió a ponerse dura aún cuando estaba relajándose.

Sacó esas imágenes de su cabeza e intentó dormir, teniendo sueños con Savoy, pesadillas con sus compradores y algo intermedio con Daniel.