Morir una vez más La vida sigue. (4)
Roberto es testigo de las relaciones sexuales de Yolanda con un viejo ¿es posible que se esté prostituyendo?...
Lo que estaba presenciando me trajo a la memoria la visión de la infidelidad de Yolanda con Mario, aunque no…no era lo mismo.
Me retiré sigilosamente de la habitación y volví a encerrarme en la nº 742. Me senté en el sofá mientras elucubraba con lo que estaba sucediendo en la habitación contigua. Había tantos interrogantes, que me costaba analizar una por una todas las cuestiones que se volcaban en mi mente.
¿Era posible que una fiscal de intachable conducta, casada y madre de una hija, ejerciera de prostituta en un hotel de lujo?
¿El acompañante era su marido y su chulo al mismo tiempo? ¿Qué pintaba el otro hombre de la habitación? ¿Estaba allí por seguridad? ¿Quién era el viejo? ¿Qué derecho tenía yo en inmiscuirme en la vida de Yolanda? ¿si había renunciado a ella, por qué coño la estaba espiando? ¿estaba metida en alguna situación ilegal? Y lo que más me preocupaba, ¿estaba Yolanda en peligro?
Todas estas preguntas y más se agolpaban en mi cabeza. Estaba claro que el viejo no era ningún amor de Yolanda. Se estaba follando al viejo sin ninguna pasión, mecánicamente, como lo haría una puta. Recordaba perfectamente que Yolanda, cuando hacia el amor, se entregaba con toda su alma y disfrutaba de cada segundo de sexo y de forma muy evidente. No coincidía para nada con lo que acababa de ver.
El tiempo iba pasando y tenía muchas cosas que hacer. Llamé a Eva dando instrucciones de aplazar a mañana la reunión de delegaciones. Que se ocupara de que no les faltará nada a los directores y que les facilitará lo necesario para que disfrutasen el día libre.
También llamé a el Sr. Meliano para solicitar su permiso para revisar las grabaciones de seguridad del hotel, cosa a la que accedió sin problemas. También acordamos aplazar la renovación del contrato hasta mañana.
Una vez solucionados estos temas, me coloqué con la oreja pegada en la puerta de la habitación para intentar oír los movimientos que se producían en el pasillo. Al cabo de 45 minutos de escucha, se abrió la puerta de la habitación de Yolanda y se volvió a cerrar. Entreabrí lo justo mi puerta para ver al señor mayor caminando hacia los ascensores. Continué en esa posición de vigía y pasados 2 minutos, los hombres llamaron a la puerta de al lado. Yolanda les abrió y uno de ellos entró en la habitación, mientras el otro, el acompañante inicial, tomó la mano de Yolanda para encaminarse a los ascensores. Oí que le decía:
- Eres una excelente putita, has dejado satisfecho al viejo. Pronto recibirás lo prometido.
Todo esto se apartaba de cualquier lógica. Estuve tentado de entrar en la habitación y arrancarle hostias lo que estaba ocurriendo al tipo de dentro. Lo descarté.
Una hora más tarde estaba en el cuarto de seguridad del hotel, observando las cámaras y escogiendo las imágenes que me interesaban.
Llamé a Jerome, pensando en lo mucho que últimamente estaba necesitando de sus servicios. Después de tanto tiempo sin contacto, me continuaba demostrando ese sentimiento de camaradería y hermandad que solo se forja cuando has compartido situaciones límite.
- Hola Roberto… ¿hay que desactivar algún artefacto nuclear para salvar al mundo? – no se le podía negar que tenía sentido del humor - ¿o algo un poco más difícil?
- ¿Cómo tenéis el tema de inteligencia, para obtener información de alguna persona?
- Bien… lo subcontratamos a unos colegas que son especialistas. Todos provienen de servicios de inteligencia de varios países. Tiene la ventaja de que conocen el oficio y además mantienen contactos dentro de los servicios de espionaje en todos lados. Una llamada y las maquinarias oficiales de información se ponen en marcha. Luego se deja caer un sobre en las manos adecuadas y listo, ya tienes todo el expediente que necesitas. El tráfico de información secreta es un gran negocio.
- Estupendo, te paso unas fotografías de varias personas y necesito saber todo lo que se pueda de ellas.
- Esta vez sí que te voy a cobrar…eh, que los americanos ya me están haciendo demasiadas preguntas.
- Y te he dicho que el dinero no es problema.
- Jeje.., siempre engaño a los amigos con unos primeros servicios gratuitos y después de fidelizarlos, zasca…, a exprimirlos eternamente…jeje…
- Que cabrón estas hecho… te prometo un contrato de colaboración entre nuestras empresas.
- De puta madre, eso acallará las vocecitas de los “yankees” que me torturan.
- Ok. Me llamas cuando sepas cosas.
Al día siguiente, celebramos la reunión, en la que se acordaron las líneas maestras a seguir. Reasigné los temas abiertos de Jean-Paul, para continuarlos o cerrarlos definitivamente. El más importante era un contrato con una gran multinacional japonesa de electrodomésticos para gestionar la exportación de sus productos a toda Latinoamérica. Jean-Paul tenía muy trabajada la pesca de esta “ballena”, pero los oponentes eran muy hábiles. El tema se llevaría desde Marsella.
Todos los directores actuaron con gran espíritu colaborativo y acabamos la reunión con la sensación de haber realizado un buen trabajo.
Pasaban los días, y toda la empresa estaba muy ocupada con el trabajo acumulado y en adaptarse a las nuevas directrices del negocio. Erika se había reincorporado al trabajo y contaba con la información que me enviase Pierre sobre su conducta. Paralelamente, esperaba tener la información del tema de Yolanda, cuya situación, no conseguía apartar de mi mente.
Empecé a recibir diferentes imputs sobre la actitud de Erika en el trabajo. Algunos subordinados se quejaban de un cierto maltrato, les gritaba sin motivo aparente y no toleraba ningún comentario ni recomendación. Ella jamás se había portado así con sus empleados, al contrario, la tenían como una jefa, aunque exigente, muy amable, respetuosa, empática y comprensiva con sus colaboradores. A veces incluso, excesivamente generosa.
Pierre por su parte, también me informó que su comportamiento en las reuniones era muy errático, como ausente, pero que, en ocasiones, intervenía en la toma de decisiones sin tener en cuenta las aportaciones de los demás y sin querer escuchar a nadie. Diría que, en alguna ocasión asistía a trabajar bajo los efectos del alcohol y drogada. Pierre, incluso había tenido que rectificar algunos errores en documentos elaborados por Erika, antes de llegaran a ser un problema para la empresa.
Erika había decidido pilotar el acuerdo con los japoneses y Pierre dudaba que estuviera en condiciones para ello. También se comentaba que se la veía con compañías poco recomendables y que se estaba moviendo por ambientes donde la droga y otros vicios eran habituales.
Para acabar de disparar todas las alarmas, recibí una llamada de nuestro abogado para hablar sobre un problema con un contrato.
- ¿Cuál es el problema?
- Sr. Roberto, la Sra. Erika nos mandó el contrato con la multinacional japonesa para nuestra formalización. Revisándolo, detectamos varios clausulados muy peligrosos, que, de aceptarlos, podrían ser muy perjudiciales para la empresa. En ellos se plasma una seria de penalizaciones económicas muy elevadas, que el cliente nos podría aplicar al mínimo contratiempo. Incluso sin que nuestra empresa fuese el causante del problema.
- ¿De cuánto dinero estamos hablando?
- Podría suponer la pérdida inmediata de unos 50 millones de euros al primer problema.
- Bueno, pues vamos a corregir esas cláusulas para proteger nuestros intereses.
- Vera usted… no sé como decirlo…
- Vaya al grano.
- Resulta que hablamos con la Sra. Erika para avisar del problema en el contrato y… me mandó literalmente a la mierda, diciendo que pensaba firmar el contrato, tal como estaba, con los representantes japoneses… hoy mismo.
- Joder…maldita sea… Bien gracias por avisar. Adiós.
Definitivamente Erika no había podido asimilar la perdida de Jean-Paul y estaba totalmente trastocada. Y la deriva que estaba tomando con las drogas y las malas compañías había que atajarla ya.
Yo tenía muchos frentes abiertos de la empresa en varios países, a banda de avanzar en lo de Yolanda. Pero esto era lo más urgente. El tema de los japoneses nos podía estallar en la cara y lo de Erika también podía acabar mal. Decidí coger el primer avión a Marsella.
Entré en las oficinas centrales y fui directo al despacho de Erika. Me interceptó Pierre con cara de preocupación.
- Erika no está en su despacho. Lamento informarle de que ha firmado el contrato con los japoneses… ella no está bien…, no me ha escuchado nada de lo que le decía y ha firmado el contrato. Tiene todos los poderes para ello, como usted, aparte de ser socia mayoritaria… no he podido impedirlo.
- Tranquilo Pierre. ¿Dónde está ahora?
- Arriba – dijo mientras indicaba con el dedo – en el “pisito”, con los representantes japoneses.
El “pisito” era eso, un confortable piso que estaba sobre las oficinas, donde Jean-Paul se quedaba a dormir cuando se le hacía muy tarde trabajando.
Subí en el ascensor que daba acceso directo al “pisito” y al entrar en la sala los encontré los tres. El cuadro era bastante grotesco, Erika estaba desnuda a cuatro patas mientras un japonés alto y delgado la follaba por detrás. El otro japonés, bajito y gordo también se estaba follando a Erika por la boca, tirándole del pelo, obligándola a chupar. Se hacía extraño ver a un pedazo de mujer como ella, en una escena con esos tipos tan, digamos que pintorescos.
Los japoneses al verme, se asustaron un poco, parando la follada, mientras se separaban de Erika. Cuando elle se percató de mi presencia y ver que los tipos habían parado, se puso en pie, caminando hasta la mesita del salón.
- Hola querido, estamos celebrando la firma del contrato del siglo – se inclinó sobre la mesita y esnifó una raya de coca con un tubito plateado - ¿quieres un poquito, mi amor?.
- ¿Qué coño estás haciendo, Erika? – dije enfadado – ¿Cómo has podido firmar eso?. Y mira cómo estás.
- Estoy haciendo mi trabajo, para mi empresa, con mis decisiones y tú no eres nadie para cuestionarme.
Los japoneses empezaron a vestirse, al ver que el ambiente se estaba caldeando, y no tardaron en desaparecer del piso.
- Erika… por favor…tienes que parar.
- Déjame en paz…, lárgate con tus prejuicios morales… no le llegas a Jean-Paul ni a la suela de los zapatos – me gritaba mientras apuraba el contenido de su vaso -.
Salí de la estancia con un profundo dolor en mi corazón. Mi mejor amiga, mi mejor amante, estaba en un espiral autodestructivo del que no podría salir ella sola. No me dolían sus palabras ni el mal trato. Sabía que no era ella quien me hablaba. Me dolía su dolor.
Había que tomar decisiones. Llamé a Peter, el director de la delegación en Londres. Era el más preparado de la empresa para la misión que le iba a encomendar.
- Peter, soy Roberto.
- Hola Roberto, me acabo de enterar de lo de los japoneses – joder como vuelan las noticias, pensé - lo he mirado por encima y tiene muy mala pinta.
- Te necesito. Hay que ejecutar las medidas correctivas ya. Los japoneses tienen el contrato firmado en sus manos, pero estarán unos días más en Marsella antes de volver.
- ¿Cuál es el plan?
- Vente a Marsella ya. Prepara una reunión con los dos japoneses con cualquier excusa… llevarlos de putas, a cenar, a saltar en paracaídas… lo que sea. Mételos en un local atestado de cámaras ocultas. Les plantas delante un maletín con dos millones de euros a cada uno. Tienen que tocar el maletín mientras el dinero está visible. Les dices que es para ellos si rompen el contrato allí mismo. Si lo hacen, perfecto. Si se niegan, utilizaremos las grabaciones para chantajearlos con sus jefes. Ese contrato no debe llegar al Japón. ¿lo vas pillando?
- - Hasta aquí fácil.
- Bien, pase lo que pase en la reunión, al acabar te vas volando a Seul – Korea. Te pasaré un contacto para montar una reunión con los directivos de la empresa de electrodomésticos competencia de los japoneses. Allí es donde entra tu habilidad en las negociaciones. Les dices que tenemos un contrato con sus “enemigos” japoneses, pero que estamos dispuestos a tirarlo a la papelera si nos pagan un 5% más, y trabajaremos con ellos en exclusiva. Hay que convencer a los koreanos de que, aparte de un buen servicio, van a joder durante un buen tiempo a los japoneses. Les encantará.
- Joder Roberto eres mas retorcido que yo… eres el puto amo.
- Es la única manera de sacar algo de tajada a este puto desastre.
- A muerte con ellos. Te informaré de los progresos. Adiós.
Estaba cansado, me fui a mi hotel y me quedé dormido a los tres segundos. Me quedaría en Marsella toda la semana. Ahora había de actuar para “salvar” a Erika de si misma.
Al tercer día, me llamó Peter para informar que el primer objetivo estaba cumplido. Los japoneses se habían dejado sobornar con la pasta y con unas chicas que estaban de muerte, y que fueron muy cariñosas con ellos. Dinero bien empleado. Contrato anulado.
Erika no volvió a aparecer por la oficina ninguno de esos días. Fui a su apartamento y tampoco había señales de ella. Estaba muy preocupado y decidí activar el localizador de su móvil. Mi teléfono empezó a sonar, era Jerome.
- Camarada, ya tengo la información de las cuatro personas que me pediste. Vas a alucinar con las conexiones.
En ese momento entró Pierre sin llamar a la puerta de mi despacho, el antiguo de Jean-Paul. Traía la cara blanca como el papel de fumar.
- Perdona un momento Jerome – tapé el auricular –
- Roberto, perdone la interrupción, pero es que creo que pasa algo grave con Erika.
- ¿Qué ocurre? – dije alarmado. –
- Un empleado nuestro, por casualidad, ha visto salir de un local de dudosa reputación a Erika, acompañada con dos hombres. La sujetaban por los brazos y parecía que no se encontraba muy bien ya que casi la estaban arrastrando. La metieron en una furgoneta banca y salieron a toda velocidad.
- ¿Cuándo ha sido eso?,
- Hace unas cuatro horas… El chico…ya sabe… no se atrevía a decir nada porque estaba en la zona… bueno… comprando alguna “cosilla”.
- Maldita sea…Jerome, necesito una pistola ya. – continué con el teléfono -
- ¿Dónde la necesitas?
- Espera un momento – dije mientras activaba la localización de Erika – A ver… de camino a una especie de polígono industrial, saliendo de la ciudad hacia el norte. Te paso el trayecto.
- Bien… pásate por la rue Dr. Pascale, frente al nº 53 te esperará una chica con el pelo azul, vestida de anime japonés, no preguntes. Te dará el paquete.
- Necesito un coche – mientras lo decía, Pierre me estaba alargando las llaves de su Mercedes – Vale ya lo tengo. Salgo ahora mismo.
Salí a toda velocidad del aparcamiento en dirección al lugar de recogida del arma. Nada más detenerme, la chica disfrazada se acercó a la ventanilla y me entregó un paquete envuelto en papel de embalar. No me entretuve en mirar el contenido, y conduje como un loco hasta llegar el polígono que señalaba el localizador. Avancé despacio por la calle principal. Todo eran naves industriales abandonadas, y al fondo de la calle, vi una furgoneta blanca estacionada frente una nave con la persiana metálica llena de grafittis.
Detuve el coche a una distancia prudencial y saqué el arma de su envoltorio. Era una automática Remington R1de 9mm y llevaba acoplado un silenciador. No era lo mejor del mundo, pero sí bastante fiable. Avancé con precaución hacia la nave.
Apoyado en la puerta de la camioneta, había un tipo de color de unos dos metros, una buena bestia. Detectó mi presencia e intentó sacar una pistola de su cintura. Fui muy rápido dejándole fuera de combate con una combinación de golpes. Alejé el arma de su alcance y lo até de pies, brazos y boca concienzudamente, utilizando un rollo de cinta americana que encontré en la furgoneta.
Entré en la nave por una pequeña puerta en el lateral. Había una zona central muy iluminada por unos focos colocados en trípodes. Me acerqué lo suficiente ver con claridad lo que está sucediendo. Lo que vi me heló la sangre al instante.
Erika estaba estirada en el suelo, con las piernas abiertas, atadas con cuerdas de cuero. Los brazos también estaban igualmente atados. Un hombre estaba tumbado sobre ella penetrándola con rabiosa furia. Detrás de su cabeza y a los dos lados de su cuerpo inmovilizado, había tres hombres de pie que se estaban meando en su boca y sus pechos. Erika no podía mover la cabeza ya que una cinta fijaba su frente al suelo, y en la boca llevaba una mordaza que impedía que la pudiese cerrar.
Otro hombre, también desnudo, filmaba la escena con una cámara en el hombro, moviéndose alrededor del conjunto. Los cuatro hombres tenían la cara cubierta con una máscara negra de látex. Absortos en su faena no habían notado mi presencia. Pegué una patada a una vieja lata que había en el duelo y automáticamente dejaron lo que estaban haciendo para mirar en mi dirección.
El de la cámara hizo una intentona de acercarse a la mesa para coger una pistola, pero un disparo cerca de sus pies, le detuvo. Les grité que se pusieran juntitos con las manos en la cabeza mientras los apuntaba con la pistola.
- No sabes lo que estás haciendo, cuando se entere el jefe te va a joder vivo.
Otro disparo cerca de su cabeza le hizo callar. Me acerque a Erika. Estaba con los ojos enajenados, las muñecas y los pies le sangraban, le habían… - tuve que respirar profundamente y cerrar un instante los ojos – cortado los pezones de sus pechos…. Se estaba tragando toda la orina acumulada en su boca.
Con rabia, puse de rodillas la de la cámara mientras le apuntaba en la cabeza.
- ¿Qué coño le habéis hecho? Hijos de puta…
- Solo cumplíamos con el trabajo… hacemos una snuff movie... solo seguíamos el guion – dijo lloriqueando mientras señalaba un papel que estaba encima de la mesa.
Sin dejar de apuntarlos, fui hasta la mesa para leer el papel.
Lo que estaba escrito se parecía a una lista de la compra. Solo que su contenido era terrible. Con la mano temblorosa empecé a leer.
- Follar todos juntos coño, culo boca – estaba tachado con una raya -.
- Cortar pezones con alicates – también tachado.
- Follar y mear en boca y cuerpo. – tachado.
- Bates béisbol en culo y coño.
- Romper piernas barra hierro.
- Cortar brazos, piernas, cabeza motosierra.
- Gasolina quemar.
Ese era el simple guion en el que, una mente enferma había decidido acabar de forma terrible con la vida de una persona. Y para deleite de un público pervertido e inhumano.
Deje caer el papel inmundo al suelo, mientras mi sangre se convertía en témpanos de hielo. En ese momento resucitó el Roberto que había jurado enterrar…
( Continuará…)