Morir una vez más La vida sigue. (2)
Jorge sorprende a Sara con Roberto bajo la ducha en plena acción. ¿Cómo justificará Roberto la situación ?
- Joder Sara… podrías cortarte un poco, ¿no?
Sara soltó mi pene y giró la cabeza hacia la entrada. Al ver a Jorge le dijo:
- ¿Que me corte un poco? , deja de hacer el mirón, que tú tampoco eres el mejor ejemplo del mundo.
- Yo no estoy haciendo el mirón, he oído una voz femenina en la ducha de los chicos y al acercarme me encuentro a “Sarita” comiéndole el rabo a un tío… Perdona Roberto no es nada personal contra ti.
- Pues lo mismo que cuando te pillé en los vestuarios femeninos del Campeonato de Europa de TK, follándote a esas dos tías del equipo alemán. Eso sí que fue ejemplar…
- Vale, no he dicho nada, ya os dejo tranquilos, pero me llevo la moto. Búscate la vida para volver a casa. Y si no vienes a dormirá casa, me llamas para no preocuparme. – le lanzó un beso con la mano y se largó de allí.
Yo estaba alucinando con la conversación de esos dos y no sabía qué hacer ni que decir. La situación era del todo surrealista.
- Bueno ¿por dónde íbamos? Creo que tenía una cosa en la boca… vaya, veo que casi ha desaparecido. – dijo viendo que mi polla había reducido su vitalidad.
- Perdona, pero no entiendo nada de lo que acaba de pasar. Y que reacción esperabas de mi polla, me ha cortado un montón que tu novio nos haya visto así. Sin yo haberlo buscado, vas y me mezclas en tus infidelidades y …
- Pero que infidelidades ni que leches. ¿Y de que novio me estás hablando?
- Joder Sara, Jorge te acaba de pillar con una polla en la boca y…
- Jajaja… ¿Quién te ha dicho que Jorge es mi novio? Jajaja – se estaba descojonado (sin cojones) en mi cara – Jorge es mi hermano. – dijo remarcando cada silaba de la palabra-. Y creo que ya soy lo suficiente mayorcita para decidir cuándo, dónde, cómo, y a quien me follo.
- ¿Jorge es tu hermano?… - hablaba conmigo mismo – o sea, que podemos follar sin ningún problema.
- Será mejor que lo dejemos para otro día, veo que necesitas asimilar algunas cosas y dejar de hacerte pajas mentales. – dijo mientras se daba la vuelta para marcharse –
- Espera… espera… – la cogí por la cintura y le di la vuelta – La cosa cambia…, de aquí no te vas hasta que sepa lo que estar dentro de ti. Si me dejas…
- Claro que si tonto, llevo días buscándote y me muero de ganas…
Y empezamos a besarnos con pasión, abrazados bajo el agua que caía sobre nuestros desnudos cuerpos. Las lenguas luchaban por conquistar el mayor territorio posible del oponente. La levanté a peso mientras sus piernas se enroscaban en mi cintura. La penetré hasta el fondo, apoyando su espalda contra las baldosas de la pared. De pie, empecé a follarla con desatada furia. Ella, colgada de mi cuello, abandonó el beso y no paraba de morderme en los hombros, el cuello, las orejas.
El desenfrenado ritmo de penetración nos estaba conduciendo a un inevitable orgasmo, que se liberó con un último golpe de riñón, vaciándome en su interior. Ella tiró la cabeza hacia atrás con la boca muy abierta. No emitió ni un grito. Solo dejó de respirar durante unos segundos hasta que empezó a jadear, cogiendo y sacando aire por su boca aceleradamente, agotada, como yo.
Y a partir de ese día, empezamos a salir juntos. Hacía mucho tiempo que, para mí, el concepto “salir” con una mujer no existía. La duración de mis relaciones se limitaba a una noche, o como máximo a un fin de semana.
Con Sara ya llevábamos saliendo casi tres meses, compartiendo gran parte de nuestro tiempo. La verdad es que lo que más compartíamos era la cama.
El sexo con ella era un poco diferente a lo que estaba acostumbrado. Le encantaba el oral en ambos sentidos, y el sexo vaginal lo dominaba es todas sus variantes, añadiendo el plus de que era capar de realizar cualquier postura, por inimaginable que pareciera. Era muy ágil y elástica, y le gustaba plasmar a la realidad todas las posiciones que pasaban por su imaginación. Al principio era complicado entender sus propuestas, pero cuando te adaptabas, lo disfrutabas de forma sublime.
Tenía una especial facilidad para el squirt. Bastaba con un buen precalentamiento sensorial, continuando con la estimulación de su coñito y su clítoris. Para finalizar, introducía mis dedos medio y anular en su vagina sobre la zona G y con unos movimientos rápidos de “llamada” (ven, ven), acababa soltando unos chorros impresionantes de liquido, como orina muy diluida. Ella disfrutaba mucho con esto y a mí me fascinaba el espectáculo provocado. Supongo que podía ejecutar muy bien la técnica gracias al hecho de tenia un enorme control de su suelo pélvico.
También estaba dispuesta a hacer todo lo que le pedías, y se entregaba con su habitual generosidad y energía para darte placer. La única excepción era el sexo anal, que no le gustaba nada de nada. Evidentemente lo respetaba ya que no suponía ningún problema para mí.
Pero no solo follábamos continuamente, también hacíamos las cosas que las parejas enamoradas hacen de forma habitual, cenar, teatro, cine, bailar, ver la TV en el sofá comiendo palomitas. Nos divertíamos mucho y Sara tenía la capacidad de hacerme reír constantemente. Cualquier actividad que disfrutábamos juntos, la vivía como si fuese la mayor de las aventuras. Se ilusionaba por cualquier cosa, incluso con su trabajo en una empresa de publicidad. Todo en ella era positividad, nunca parecía triste. Cada tarde la recogía a la salida de su oficina y nos íbamos juntos a practicar TK.
La relación con su hermano era estupenda. Le encantaba que fuera la “pareja” de su hermanita, y cuando podía, me ayudaba a mejorar mi técnica en el combate. Era un taekwondista excepcional.
Un día de esos, Erika me llamó para invitarme a pasar el fin de semana en Marsella, ya que Jean-Paul estaba de viaje y no volvería hasta el martes.
- Erika, sabes que vendría encantado, pero… he conocido a una chica, la que me pateo los huevos. ¿te acuerdas?. No sé si es nada serio, pero ya sabes cómo pienso, no quiero mezclar relaciones. Necesito explorar si esto va a funcionar o no.
- Vaya, me tendré que conformar con mi dedito… No, en serio…, quiero que seas feliz. Sigue a tu corazón, ves despacio pero sin miedo. Deseo que elijas bien esta vez. Ya me contarás que tal funciona en la cama, aunque ya sabes que no se podrá comparar conmigo… jeje.
- Erika, tu eres incomparable. Te quiero mucho. Gracias por comprenderme.
- Me conformo con eso. Un beso cariño… y quiero un informe detallado…jeje.
Ese día, mientras conducía, me llamó Eva desde el despacho para anular la reunión prevista para la tarde. Estaba parado en un semáforo esperando que cambiara a verde. Al mirar distraídamente al vehículo de mi derecha, me fijé en la mujer lo conducía. El corazón me dio un vuelco, era Yolanda. Tenía las manos sobre el volante con la mirada al frente, esperando el cambio de estado del semáforo.
Estaba guapísima, pensé mientras recorría cada milímetro de su rostro. Mi asombro fue en aumento cuando vi en el asiento trasero de su coche, una sillita para niños en la que estaba sentada una niña de poco más de un año, con el pelo rubito no muy largo. Me miraba con curiosidad a través de la ventanilla con unos ojos de intenso azul. Me regaló una deliciosa sonrisa. Su rostro era precioso como el de su madre.
Su coche arrancó y yo me quedé mirando el hueco que había dejado al desaparecer. Me devolvió a la realidad el sonido de las bocinas de los vehículos que esperaban detrás de mí. Arranqué mecánicamente sin tener claro hacia donde ir, con la necesidad de tomar aire fresco. Entré en el estacionamiento exterior de un centro comercial. Me dirigí a unas maquines de vending que estaban en la pared del edificio principal del complejo. Sentía la garganta seca y necesita beber agua inmediatamente.
Con el rabillo del ojo, detecté a unos 10 metros de mi posición, a un tipo alto que disimuladamente me estaba siguiendo.
Al llegar frente a la máquina expendedora, introduje las monedas para comprar el botellín de agua. A través del cristal de la pantalla-dispay vi reflejada la imagen del tipo con intención de golpearme en la cabeza. Con rapidez me di la vuelta para bloquear su brazo con mis manos, al mismo tiempo que le lancé un golpe de rodilla. El tipo era muy ágil y también bloqueó mi ataque, retirándose unos metros. Al mirarnos lo reconocí inmediatamente.
- Jerome, maldito hijo de puta, que susto me has dado. – nos abrazamos efusivamente - .
- Ah “mon vieux” – camarada -. Te he reconocido al bajar del coche y he ido a por ti. Con los años que han pasado veo que sigues en forma.
- Pues tú debes estar oxidado – le dije – te he detectado a un kilómetro.
- Sabes que si de verdad hubiera querido liquidarte, ya estarías muerto.
- Lo sé, lo sé. – estaba convencido de ello - ¿Que te trae por aquí?
- Estamos haciendo un trabajito de seguridad en la zona. Ahora estoy en la “privada” y nos va muy bien.
- Vamos a sentarnos en alguna terraza y nos explicamos nuestras batallitas.
Jerome era un compañero de armas en la Legión Extranjera Francesa. En esa época habíamos coincidido en muchas operaciones, y nos habíamos salvado la vida el uno al otro en más de una ocasión. Ahora dirigía una empresa de “seguridad” con capital yankee. Trabajaban tanto para el sector privado como para gobiernos occidentales. Se encargaban de “solucionar discretamente” cualquier problema en los que no es conveniente intervenir por el conducto oficial. Eran unos mercenarios profesionales que trabajaban para el mejor postor, pero siguiendo un cierto código ético. Solo trabajaban para “los buenos”, aunque con mi experiencia, sabía que esa definición podía ser bastante difusa.
- ¿Por qué no te apuntas con nosotros? También están en el grupo Remi y Silvan. Contigo formaríamos un equipazo.
- Ni hablar, ya dejé ese mundillo hace mucho tiempo. Además, tengo un trabajo excelente y gano mucha pasta sin tener que arriesgar la vida continuamente.
Continuamos un buen rato conversando, recordando viejas batallitas y anécdotas vividas en otros tiempos de acción. La verdad es que me vino bien encontrarme con Jerome y distraer un poco mi mente del impacto que suponía volver a ver a Yolanda. Pensar que estaba casada y con una hija me producía un cierto resquemor. No tenía derecho alguno sobre ella, le había dejado claro en aquella cafetería que no tendría un futuro a su lado. Una parte de mi corazón se alegraba de que hubiera rehecho su vida y fuera feliz con una familia. Otra parte me provocaba un malestar interior al pensar que yo hubiera podido ser parte de esa familia.
Se hacía tarde y tenía que pasar a recoger a Sara por su oficina para empezar a disfrutar de un fantástico fin de semana repleto de sexo. Jerome me pasó su contacto por si necesitaba sus servicios algún día y nos despedimos con un fuerte abrazo.
Llegué puntual a la hora de salida de Sara. Estaba en la puerta del edificio hablando con un chico alto y moreno, que tenía apoyada su mano derecha sobre el hombro de Sara mientras hablaban. Me pareció un tipo muy atractivo.
Sara reconoció mi coche en el parking y se despidió de su acompañante dándole dos besos en las mejillas. Vino hasta el coche y se dejó caer en el asiento del copiloto. Me dio un suave piquito, cosa que me dejó un poco descolocado, ya que siempre me abrazaba y me metía su lengua hasta la garganta. Su cara era de cierta preocupación, nunca la había visto así en los tres meses que salíamos.
- ¿Te acurre algo, Sara?
- No … bueno estoy un poco espesa, no es nada.
- Vaya, intentaré relajarte durante todo el fin de semana, ya verás como cambias esa carita.
- Roberto, perdóname, no quiero fastidiarte este fin de semana que habíamos preparado con ilusión, pero quisiera que me dejaras en casa. Necesito estar sola para pensar y aclarar unos temas. Lo siento mucho.
- No te preocupes, no pasa nada. A veces va bien estar solo y ocuparse de uno mismo en tu espacio personal.
- Gracias Roberto, eres un sol. El lunes ya estaré mejor.
La dejé en casa y me fui a la mía un poco intrigado. Algo le pasaba a Sara, no era nada normal esa actitud en ella.
Pero no podía hacer nada más, así que decidí a pasar el fin de semana en casa viendo una maratón de series en la TV, alimentándome de comida basura y durmiendo todo lo posible.
La llamé varias veces cada día, pero no me contesto a ninguna de las llamadas. Tampoco a los mensajes que le envié, aunque los había visto, ya que estaba marcado el doble cheek de lectura. Pues ya hablaremos el lunes - pensé-.
Se iniciaba la semana y de camino al trabajo, recibí una llamada inquietante de Jean-Paul.
- Buenos días Roberto, no sé si has visto las noticias últimamente sobre la inestabilidad política en el país árabe “X”.
- Pues algo he visto. Tenía pensado comentarte el tema para ver cómo podíamos enfocarlo.
- Tengo previsto viajar a “X” el próximo lunes desde Paris en vuelo directo para cerrar nuestra oficina comercial allí. Me preocupa la seguridad de nuestros empleados y quiero repatriar a los tres.
- Me parece bien, pero creo que antes deberíamos preparar un plan de seguridad que os proteja durante tu estancia. Los rebeldes van a cargarse a todo occidental que se cruce en su camino y puede ser muy peligroso.
- No te preocupes, hablaré con el ministerio de exteriores francés para que disponga medios de protección.
- Jean-Paul, no creo que ellos puedan llegar a proteger a todos los súbitos franceses en esa zona tan compleja. Tú ya sabes las cosas que pueden pasar allí, la situación está muy descontrolada. Precisamente tengo unos amigos que nos podrían montar un servicio de protección discreto y muy fiable. Son muy buenos, sabes que entiendo de eso.
- Estate tranquilo Roberto, no lo veo necesario. Lo tengo controlado y ya verás cómo en tres días estamos en casa. Te llamo cuando vaya a partir. – y colgó.
Llegué la oficina con un runrún en mi cabeza que me preocupaba. No veía nada claro el plan de Jean-Paul.
A poco rato de mi llegada al despacho, Eva asomó la cabeza por puerta:
- Roberto, tienes una visita de una chica guapísima – dijo con una sonrisa de complicidad – no tiene cita, pero me ha pedido que te diga que se llama Sara.
- Hazla pasar por favor.
Estaba muy extrañado. Sara nunca había venido a mi trabajo y mucho menos un lunes a primera hora. Me levanté para recibirla en la puerta esperando que saltara a mis brazos y me besara. Pero se limitó a entrar directamente caminando hasta mi mesa
- Buenos días Roberto, disculpa que me presente aquí a estas horas y sin avisar.
- No te preocupes Sara, siéntate por favor – estaba confundido con su manera de actuar -.
- Tenemos que hablar – soltó la frase que precede a los problemas – En primer lugar, pedirte perdón por no responder a tus llamadas ni a tus mensajes durante el fin de semana. No me encontraba en condiciones anímicas para hacerlo.
- No pasa nada, lo importante es que estás bien.
- No, no estoy nada bien. Déjame que te cuente lo siguiente, que me está corroyendo por dentro – sus ojos se estaban enrojeciendo y alguna lágrima empezaba a asomar -.
- Tranquilízate mujer, cuenta conmigo para lo que sea.
- Estoy enamorada de un chico. Perdóname, no quiero hacerte daño, pero es que…
- Sara…yo...
- Espera, déjame hablar, por favor – ya estaba llorando visiblemente – no he podido evitarlo. Es un chico nuevo del trabajo, lo conocí la semana pasada y me gustó mucho. En ningún momento he querido engañarte ni mentirte. No busqué nada, solo creo que estoy enamorada de él. No tardamos en congeniar y el viernes, en el comedor, le besé. Me lo hubiese follado allí mismo, pero fui incapaz de traicionarte. No ha pasado nada más entre nosotros, te lo juro. A la salida estuvimos hablando del beso y me dijo que también sentía algo muy fuerte por mí. Ya sé que solo hace una semana que nos conocemos, pero no puedo evitar sentir lo que siento.
He pasado todo el fin de semana buscando el valor para hablar contigo y explicártelo todo. Me duele tanto hacerte daño, no te lo mereces. Eres el hombre que mejor se ha portado conmigo jamás, y también con el que he tenido el mejor sexo de mi vida. He sido tan feliz a tu lado estos meses…
Es posible que dejarte sea el mayor error de mi vida, pero tengo que probar este nuevo amor tal como lo siento. Necesito hacerlo – ahora ya lloraba desconsoladamente y casi no podía seguir hablando -.
Fui hasta su lado y la ayudé a levantarse. La abracé con ternura, apoyando su cara en mi pecho y acariciándole el pelo suavemente.
- Sara, ya soy feliz solo con que tú seas feliz. Estoy orgulloso de ti. Has sido muy valiente al afrontar la situación conmigo de esta manera tan sincera y creo que has obrado con honradez y honestidad. No pienses que no me duele el hecho de perderte. Sabes que siento algo más que cariño por ti. Pero no debes sufrir por mí, ya sabes que soy muy fuerte. Recuerda que siempre te gano…jeje. – levantó la cabeza para mirarme-.
Solo espero que sigas siendo mi amiga y que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea. Si me necesitas, ahí estaré. – respiraba entrecortadamente producto del llanto -
Te pediría que no dejes de venir al “dojang” a combatir conmigo. Tienes el título honorífico de ser la única mujer en el mundo que me ha pateado los huevos. – se puso a reír y llorar al mismo tiempo -.
- Eres el mejor, Roberto. Me encantaría hacer el amor contigo por última vez, solo de pensarlo ya me estoy mojando, pero no sería justo con la persona que amo ahora. ¿lo entiendes?
- Claro que sí, preciosa. Si algo valoro en esta vida es la fidelidad. Llámame antiguo. Anda, sécate esas lágrimas, que te invito a desayunar y luego te acompaño al trabajo.
Desayunamos abundantemente y poco a poco, volvía a ser la Sara vital y alegre que conocía. Cuando la dejé en su trabajo, se despidió con un suave beso en los labios. Caminaba hacia la puerta con gran energía. Parecía muy alegre, y aunque pensé que acababa de perder un “posible” gran amor, estaba contento viendo su felicidad.
Al volver al despacho, aparté de mi mente el tema Sara para darle vueltas al asunto del viaje de Jean-Paul. No estaba tranquilo y decidí llamar a Jerome.
- Vaya… Roberto, una sola cita y ya no puedes vivir sin mí – bromeaba -. Cuál es tu problema, porque si me llamas es que hay un problema, ¿no?
- Como siempre, lo has clavado. Necesito un servicio discreto de protección a un máximo de 4 personas para una extracción del país “X”.
- Joder, mal asunto. No es el mejor momento para entrar ahí… bueno dame más datos.
- Mi jefe piensa salir desde París el lunes que viene para intentar repatriar a 3 empleados que están en la oficina comercial de nuestra empresa en “X”. Tu equipo debería partir en el mismo avión, pero no quiero que él lo sepa. En teoría ya tiene protección de Ministerio de Exteriores, pero no me fío un pelo. No hay que intervenir si no es estrictamente necesario. Y si conseguimos entrar y salir sin incidentes, y sin que nadie detecte vuestra presencia, fantástico.
- Uff, es muy justo… Empiezo a mover el tema para introducir ya mismo el “material sensible” en el país. Y también hay asegurar los vehículos para movernos por allí. Una vez dentro recogemos el “material sensible” y empezamos la protección de los objetivos.
- Jerome. Cueste lo que cueste, el dinero que haga falta. Confió en ti. Protege la vida a Jean-Paul como si fuese la mía. Y no es la primera vez que lo haces.
- Hermano, yo me ocupo. Y te haré un buen descuento en el precio…jeje
- Gracias, te llamaré con los detalles.
La semana pasaba con rapidez. Comuniqué a Jerome toda la información que necesitaba para identificar a los objetivos a proteger y la localización de la oficina comercial en “X”. Me confirmó que las armas y demás equipamiento ya estaban en el país.
El viernes por la noche recibí una llamada de Jean-Paul.
- Hola Roberto, he adelantado el viaje, acabo de llegar a “X”, voy a intentar agilizar la repatriación.
- Para…Para…, ¿me estás diciendo que ya estás ahí? Tenías que viajar el lunes. Maldita sea, ¿tienes protección?
- Si hombre, tranquilo. Me han asignado un guardaespaldas armado que me acompañará todo el tiempo.
- ¿Un solo hombre? - un sudor frio estaba invadiendo mi cuerpo – Jean-Paul. Busca la primera comisaría de policía o cuartel militar y quédate dentro hasta que el lunes llegue un equipo de protección.
- Tío, deja de preocuparte. Te llamaré cuando llegue a la oficina comercial. – y se cortó la comunicación-.
- Jean-Paul…
Llamé corriendo a Jerome.
- Jerome, hay que apretar el botón del pánico. Jean-Paul ya está en “X”
- ¿Qué?... nos lleva tres días de ventaja. No hay vuelo desde París hasta el lunes…déjame pensar… Reuniré al equipo ahora mismo. Si volamos a Frankfurt, podemos coger un avión que nos puede dejar en “X” el domingo por la mañana.
- No...no… dos días son demasiados…
- Vale… En Lyon tengo un cliente ricachón que me debe un favor. Es dueño de un jet privado decorado como si fuera un puticlub, tendrías que verlo. Se monta cada orgia que para estar a la altura te tienes que meter un tarro de viagra.
- ¿Podrás convencerlo de que te lo preste o de que lo alquile?
- Aunque tenga que robarlo. Pero con toda seguridad no dispondremos de la tripulación. Por suerte contamos con Remi, que es capaz de pilotar cualquier cosa que vuele.
- Con esto podríais estar en “X” mañana por la tarde. No tenemos nada mejor.
- Roberto, en una hora salimos cinco operativos por carretera hasta Lyon, volamos hasta “X” y localizamos a los objetivos. Llevamos teléfonos vía satélite. Te llamaré cuando contacte con Jean-Paul.
- Gracias por todo Jerome. Esperaré tus noticias.
- Hasta pronto, hermano.
Las horas pasaban tan lentas que ya no sabía en que ocupar mi mente. Tenía un mal presentimiento. Mi entrenamiento me había enseñado a adaptarme a cualquier adversidad o imprevisto y a reaccionar de la manera más adecuada a cada circunstancia. Pero también estaba acostumbrado a una exhaustiva planificación de las misiones, calculando todas las posibles variables y prever las respuestas alternativas.
En este caso, todo había sido pura improvisación y la situación estaba del todo descontrolada. Si le ocurría algo a Jean-Paul no me lo podría perdonar. ¿Y qué pasaría con Erika? ¿Cómo le afectaría?
A las 11h de la noche del sábado sonó mi teléfono. Era el terminal satélite de Jerome. Cogí el celular con la mano temblorosa, acepté la llamada y escuché con claridad sus palabras.
- Roberto. Lo siento…Jean-Paul está muerto… lo han degollado.
( Continuará…)