Morir una vez más… La vida sigue. (1)

Continuación de la historia “Morir una vez más…” (Leer previamente la serie de relatos anteriores publicados en TR del 27-Sep-2020 al 04-Oct-2020). La vida de Roberto sigue adelante.

Mi nombre es Roberto y esta es la continuación de mi historia.

Habían pasado casi dos años desde que salí de esa cafetería dejando marchar a la mujer que fue el amor de mi vida y cuya traición me llevó a la muerte. Después de todo el tiempo transcurrido, de las explicaciones de Yolanda al relatar las circunstancias de su infidelidad, su posterior sufrimiento, las afirmaciones de que me seguía amando como el primer día y que nunca había dejado de amarme, yo hubiese querido retenerla junto a mí y darle otra oportunidad. Pero el dolor recibido, aunque mitigado por el paso del tiempo, no me permitía reemprender mi vida a su lado.

La había perdonado, pero no podía darle nada más. Tal vez me equivocaba alejándome de ella, pero necesitaba saber si el futuro me dejaría recomponer mi corazón, y volver a amar de verdad a una mujer.

A mis 33 años sentía que todas las experiencias vividas hasta entonces, que eran tantas e intensas y algunas verdaderamente increíbles, pesaban sobre mí como si fuera un viejo que ya ha pasado por todo en la vida.

El amor, la traición, la muerte, el entrenamiento, la batalla, la resurrección, el sufrimiento, la culpabilidad, la redención, la violencia, la libertad, el sexo… todos estos capítulos recorridos me habían curtido y convertido en la persona que soy.

La realidad es que era un hombre joven, fuerte, de buen ver (perdón por la inmodestia), con un pasado de reconocida valentía y honradez, con honores, y con un excelente trabajo que me permitía llevar un tren de vida envidiable.

Se podría decir que era un triunfador. Había tenido y seguía teniendo buenas experiencias en lo referente al sexo, aunque también era cierto que en mis relaciones afectivas con las mujeres, había obtenido una suerte dispar. Muchas de ellas pasaron por mi vida dejando simplemente un agradable y placentero recuerdo. Otras con nombre propio, aparte de buen sexo, dejaron huellas más profundas en mi corazón.

Yolanda y Marta me amaron y traicionaron, Suzanne y Marie me dieron placer y esperanza, Aisha aportó amor, ternura y dignidad femenina. Y finalmente Erika, que seguía dándome amor, aunque compartido, una amistad incondicional, y un sexo inmejorable que practicábamos cuando teníamos ocasión.

La pesadilla de ir a la cárcel ya había desaparecido por completo, y en mi trabajo las cosas iban viento en popa. Había conseguido que la delegación en España de la empresa de importación – exportación de mis amigos Jean-Paul y Erika, diera los beneficios más destacados que los del resto de delegaciones de otros países, incluidos los de mayor volumen de negocio.

Físicamente me encontraba en uno de mis mejores momentos, casi como en mis épocas de soldado profesional en la Legión Extranjera Francesa. Intentaba cada día emplear una parte de mi tiempo, por pequeña que fuera, en hacer ejercicio. Con la experiencia que tenía en diferentes artes marciales y de lucha cuerpo a cuerpo, me había decantado por practicar con más intensidad el Taekwondo. Recientemente había obtenido el grado de cinturón negro 5º DAN de los 9 grados posibles (el 10º es la perfección y solo se concede con carácter honorifico). No sabía si llegaría al 6º grado, ya que implicaría esperar unos 6 años y participar en competiciones, cosa que exigiría un tiempo del que no disponía.

Desde mi encuentro y despedida con Yolanda, había tenido escarceos sexuales con varias mujeres, que invariablemente, solo me proporcionaban un gran desahogo sexual sin aporte de contenido emocional. Las experiencias vividas me habían vuelto muy reticente a abrir las puertas de mi corazón a nadie.

Seguía teniendo algunos encuentros de alto (estratosféricos encuentros) contenido sexual con mi amiga Erika, cuando venía alguna vez a España o yo me desplazaba a Marsella, donde estaba la central de la empresa. A veces coincidíamos en estos encuentros con su marido Jean-Paul donde Erika se volvía loca de placer cuando sus dos “amores” la follábamos con todo nuestro arsenal de conocimiento sexual, que era mucho.

Le encantaban las dobles penetraciones que le hacíamos y que, a base de práctica, su marido y yo habíamos depurado la técnica y sincronizábamos hasta la perfección. La verdad es que Erika tenía un cuerpo simplemente excepcional, y era capaz de levantar la polla de cualquier hombre con solo un movimiento de su cadera.

Era el animal hembra más bello y sexual que había conocido en mi vida. Bueno, esta descripción sería banalizarla como mujer, ya que también era una persona muy inteligente, preparada profesionalmente y de una calidad humana incuestionable.

Erika continuaba enamorada de mí, pero también quería con locura a su marido. Ellos aceptaban sin ningún problema su condición de pareja liberal en cuanto al sexo y eran totalmente transparentes de sus relaciones con terceros.

Yo había aparcado, aunque con reticencias, mis sentimientos de culpabilidad por interferir en el amor de esa pareja. Jean-Paul me lo había dejado bien claro:

-        Roberto, no te culpes de que Erika te amé más que a mí. El amor no entiende de ataduras y obligaciones, es un sentimiento y como tal no se puede controlar. Lo importante es la sinceridad con las personas que compartes esos sentimientos, que no existan mentiras ni traiciones. Y en nuestra relación triangular, nunca ha habido ningún engaño. Mis opciones eran aceptarlo o no, y ya sabes cuál fue mi decisión. Si Erika me hubiese traicionado rompiendo mi corazón, mi reacción sería otra muy diferente – dijo sin especificar cuál sería -. Te considero mi amigo, casi como un hermano, y hoy es la última vez que hablamos del tema.

No tuve más que asentir y asimilar como continuaría siendo nuestra relación.

En la última visita de la pareja a mi ciudad, nos reunimos en mi despacho del trabajo. Los dos se sentaron frente a mí, y Erika, con un tono extrañamente serio en ella, fue la que inició la conversación:

-        Roberto, hemos estado estudiando el funcionamiento, las acciones que has realizado bajo tu responsabilidad desde que diriges la delegación en España y los resultados obtenidos. Quiero que entiendas que la decisión que hemos tomado Jean-Paul y yo – hablaba muy despacio y yo me empezaba a poner nervioso con lo que me iban a decir – no es nada personal. Ya sabes que no hay que mezclar nunca los negocios con los sentimientos ni con el placer. Lo que te queremos decir es que…

-        Joder Erika,  - salté sin poder contenerme - dilo de una puta vez. Si no estáis contentos conmigo no pasa nada, puedo aceptar todo lo que digáis, os debo mucho como para oponerme a lo que…

-        Que tonto eres – dijo Erika ahora con una sonrisa de oreja a oreja – Queremos ofrecerte una participación del 10% como socio en la empresa. Estamos tan contentos con tu trabajo, tu implicación y pro-actividad con la empresa, que creemos que te lo mereces.

-        Sin lugar a dudas que te lo mereces – intervino Jean-Paul –, evidentemente todo esto conlleva alguna contrapartida. A partir de ahora ya no recibirás las bonificaciones por los resultados obtenidos en la delegación española. Tu retribución anual será inferior a la actual, ya que solo contarás con la nómina acordada. Por otra parte, a partir de ahora, cada año recibirás un ingreso por el reparto de beneficios de toda la empresa, proporcionales a tus acciones. Y ya te aseguro que el importe que percibirás multiplicará por diez tu bono actual de objetivos.

Yo los miraba con la boca abierta sin saber que decir. Intentaba asimilar las implicaciones económicas de su decisión. Estábamos hablando de mucha pasta y dudaba de ser merecedor de ella.

Como quería a esa pareja, cada día me demostraban su aprecio y confianza. Me prometí a mí mismo que jamás les dejaría en la estacada y que haría todo lo posible para protegerlos de cualquier mal. A ellos y a su empresa.

-        Solo puedo decir que estoy muy emocionado y feliz por vuestra confianza. No os defraudaré – dije mientras nos abrazábamos y Erika me besaba metiendo su lengua hasta mis amígdalas.

-        Bueno chicos, soltaros ya – dijo riendo Jean-Paul – que me estáis poniendo cachondo y aquí hemos venido a trabajar. La reunión no ha terminado.

-        Tienes razón – carraspeó Erika – pasemos a otro tema. Como ya sabéis, últimamente hemos tenido problemas contractuales en algunas de las transacciones. No estamos contentos con el redactado poco proteccionista de los créditos documentales que han realizado nuestros abogados actuales. Por eso hemos decidido cambiar de bufete, traspasando toda nuestra cuenta al despacho de abogados local, el mismo que te defendió en el juicio por lo de Marta.

Erika decía todo esto observando atentamente mis reacciones. Yo intenté no mostrar la ansiedad que en mi interior causaba la posibilidad, aunque remota, de volver tener contacto con Yolanda. No podía engañarme, la seguía amando. Solo con recordar la visión de esa mujer cuando nos abrazamos al despedirnos, despertaba en mí la sensación agridulce de amor y de dolor. Evidentemente no había conseguido olvidarla, solo me había dedicado a obviar su existencia.

-        Roberto, queremos saber si tienes algún problema personal con esta decisión – interrogó Jean-Paul-. Si es así, podemos reconsiderarlo.

Ellos conocían mi “problema” con la abogada que tan bien me había defendido en el juicio. Les había explicado la historia y mis sentimientos. No tenía secretos para ellos.

-        Ningún problema – contesté con firmeza -, además, las relaciones que podemos tener con su bufete serían con el departamento de negocios, no con el de penal. Debemos hacer lo más conveniente para la empresa.

-        Pues decidido – dijo Erika – hoy mismo concertaré una reunión con ellos para cerrar el acuerdo. ¿Nos acompañarás, Roberto?

-        Claro, ya me dirás día y hora para agendar la reunión.

-        Bien, solo queda que firmes los documentos de traspaso de acciones y ya podemos dar por terminada la sesión.

-        Los firmo encantado y más contento que unas pascuas.

Todos nos pusimos a reír. Llamé a Eva, mi secretaria, para que asistiera como testigo de la transacción. Al acabar la formalización de los documentos nos fuimos a comer juntos. Después de la comida, mientras degustábamos nuestros cafés, Erika comentó a su marido:

-        Cariño, como esta noche has quedado con Juan y vuestro rollo exclusivamente homosexual no va conmigo, ¿te importa si voy a casa de Roberto a pasar la noche? No quiero quedarme sola en el hotel.

-        Claro que no amor. Disfrutad de la noche a mi salud, como yo haré con Juan a la vuestra.

-        Hola…, que estoy aquí… – dije llamando su atención – a lo mejor yo ya tenía otros planes.

-        Pues los anulas – dijo traviesa Erika - ¿Vas a desperdiciar la mejor mamada que te puede dar una mujer en este mundo? ¿Y todo lo que te voy a ofrecer después?

-        Vale, está bien... – contesté impostando un tono infantil – me sacrificaré por vosotros, jeje. Pienso follarte hasta que aúlles como una perra.

-        Ahuu, ahuuu – bromeó Erika mientras los comensales de las mesas cercanas nos miraban extrañados.

-        Vale, vale…, déjalo para la noche. Esta tarde después del trabajo, iré a practicar al “dojang” (lugar donde se entrena el taekwondo), y después te espero en casa. Pásate sobre las 10 p.m., comeremos una pizza congelada y luego follamos. O según veamos cambiamos el orden de los factores…

-        Ok, vendré con hambre para las dos cosas.

La tarde pasó volando y sobre las 7 p.m., ya estaba haciendo estiramientos sobre el tatami del “dojang” destinado a los cinturones superiores. Al cabo de un rato, nuestro “sabon nim” (maestro-instructor mayor) apareció en la sala acompañado de una pareja de nuevos alumnos. A ella nos la presentó como Sara, cinturón negro 2º DAN. La chica aparentaba unos 26-27 años, de bonito rostro, con una coleta larga de pelo castaño, no muy alta y con un cuerpo poco definido que se ocultaba bajo su “dobok” (uniforme de taekwondo).  El hombre se llamaba Jorge y debería tener aproximadamente mi edad. Era un tipo más alto que yo y se le intuía un cuerpo muy musculado bajo su inusualmente ceñido uniforme. Acababa de obtener el 6º DAN y formaba parte del equipo nacional de la federación.

Tras los saludos respetuosos de rigor, empezamos el entrenamiento con “pumses” (movimientos estructurados que simulan el combate imaginario con adversario/os) de nivel superior. Después continuamos la sesión con varias tandas de combate. No pude evitar mirar disimuladamente a la nueva pareja mientras combatían el uno contra el otro. Se les veía gestos muy cariñosos y aunque la chica era muy rápida de movimientos, estaba claro que Jorge era física y técnicamente muy superior. Cualquier entendido podría ver como él “se dejaba ganar” por la chica y cuando se ayudaban a levantarse, aprovechaban para abrazarse y hacer carantoñas mientras se miraban con complicidad.

En ese momento de despiste, el pie de Pedro, mi oponente habitual de combate, impactó con fuerza en el casco que protegía mi cabeza al ejecutar un movimiento certero de “mondollyo yop chagui” (patada lateral con giro). Esto me devolvió a la realidad de inmediato.

-        Vaya despiste que llevas mirando a la nueva belleza ehh… - se burlaba en Pedro de mí en voz baja – yo también he estado mirando lo buena que está.

-        ¿Y cómo sabes lo buena que está si apenas se aprecia nada con el “dobok” puesto? ¿Tienes la vista de RX?

-        No, es que la he visto llegar con su novio en un pedazo de moto. Tiene las tetas grandes y un culo nada despreciable. Supongo que debe tener las tetas comprimidas con el sujetador deportivo, pero te aseguro que tenían un aspecto formidable.

-        Joder Pedro, eres un puto enfermo… como yo – nos reíamos mientras con gran esfuerzo, le bloqueaba varios ataques consecutivos.

En ese momento el “sabon nim” ordenó un cambio de rival.

Y Sara se colocó frente a mí. Nos saludamos siguiendo el protocolo y empezamos el combate.

Tomando la iniciativa, la hice retroceder con mis ataques hasta que acerté con un golpe directo en su ”hogu” (peto protector) a la altura de su pecho. Por la fuerza del impacto salió despedida hacia atrás, cayendo al suelo. Cuando me acercaba a ayudarla a levantarse, apoyó las manos en el suelo al lado de sus orejas, e impulsando con brazos y espalda, dio un salto acrobático que la puso en pie de nuevo.

Pensé que no se podía negar lo ágil que era la tía. En ese momento, realizó con una velocidad asombrosa, un movimiento relativamente sencillo denominado “tuit chagi” (patada trasera) de media altura, que me alcanzó plenamente bajo el peto protector y me lanzó al suelo.

Y allí me quedé retorcido de dolor. La traducción de lo que había pasado es que me acababa de dar una soberana patada en los huevos, que me hacía ver las estrellas. Pude ver reflejada en mis compañeros masculinos, la cara de dolor solidario, mientras las compañeras femeninas intentaban disimular como se les escapaba la risa.

Sara, al ver la situación que había provocado, se puso roja como el tomate y no paraba de pedirme disculpas. El primero que se acercó a mi fue su novio Jorge. Me puso en cuclillas y cogiéndome por las axilas, empezó a levantarme a pulso, subiendo y bajando para calmar el dolor. Mientras hacía esto, le decía a su chica:

-        Joder Sara, el primer día y ya estás haciendo “amigos”…

Todos se rieron, y mi sensación de ridículo iba en aumento a cada instante que pasaba. Tan pronto fue posible, me puse bajo la ducha caliente, intentando relajarme. Mientras caía el agua sobre la espalda, pensaba como llevarían mis pobres testículos el enfrentarse a Erika esa noche.

Cuando llegué a casa, aun tenia dolor en mis nobles partes. A las 10:30 p.m. sonó el timbre de la puerta  y al abrir entró  Erika con esa vitalidad que la caracterizaba.

-        Vengo a “cenar”, sácate la polla que hace tiempo que no la degusto y me muero de ganas.

-        Pues a lo mejor tenemos un pequeño problema – dije mostrando cara de pena – en el entrenamiento me han dado una patada en los testículos y todavía me duelen.

-        ¿Quien ha sido el cabrón que le ha pegado a mi niño?

-        La verdad es que no ha sido un tío, ha sido una chica la que me ha tumbado.

-        ¿Me estás diciendo que una tía boluda te ha pateado los huevos? Mañana voy y le arranco los ojos a esa furcia.

-        No lo hagas, que tiene unos ojos azules preciosos, aunque sus pechos son más bonitos aun. – le dije poniendo imaginación al tema para picarla – creo que la voy a invitar a cenar y si se tercia…

-        Ni se te ocurra, que ya me estoy poniendo loquita de los celos. Vamos a tu habitación y te vas a enterar de lo que es una hembra. Y si te pones tonto, igual me la follo antes que tú. Primero tendría que probar si su coñito es digno de tu polla y si supera la prueba, a lo mejor te dejo que te unas a nosotras. Aunque tal vez decido que Jean-Paul te prepare antes los agujeritos de esa zorrita con su pollón, para que te entre sin problemas.

-        Vaya fantasía erótica que te estás montando, Erika.

-        Bueno, será una fantasía pero, mira lo burro que te has puesto. Eres todo un “marranote”.

Miré hacia abajo y… sorpresa, tenía el pene que iba a explotar dentro del pantalón. Y lo mejor de todo era que no me dolía nada. No me lo pensé dos veces y cogiendo a Erika por las piernas, la cargue sobre mi hombro como si de un saco de patatas se tratase, y subí las escaleras mientras pataleaba gritando que la dejara en el suelo.

La solté de golpe sobre mi cama y tiré de su falda hacia abajo hasta sacarla completamente. Con las dos manos rompí su tanguita por uno de sus laterales y apartándolo hacia la otra pierna, sumergí mi boca y mi lengua en su mojadísimo sexo. Que sabor más delicioso tenía esa mujer. Agarraba mi cabeza con sus manos, empujándome hacia su interior como si quisiera que mis labios y mi lengua se solidificaran con su vagina. Estuve un buen rato lamiendo, chupando sus labios vaginales, metiendo la lengua hasta el interior de su acogedora caverna, succionando su clítoris hasta que finalmente estalló en un orgasmo descomunal, gritando como una parturienta y tirando de mí cabello hasta hacerme sentir dolor.

Me desnudé completamente mientras ella recuperaba la movilidad. La ayudé a incorporarse mientras me sentaba en la cama detrás suyo. La levanté a peso cogiéndola por sus caderas y la dejé caer sobre mi verga mientras ella ayudaba con sus manos para conseguir una penetración completa. La abracé y con mis manos rompí los botones de su camisa y se la quité bruscamente. Me sorprendí al ser capaz de desabrochar los cierres traseros de su sujetador con mis dientes liberando sus magníficos senos.  Sentía el calor de su espalda en contacto con mi pecho.

Ella empezó un movimiento circular de sus caderas sobre mi polla al que me adapté acompasando mis movimientos a los suyos. Sus brazos estirados hacia atrás rodeaban mi nuca y acariciaban mi pelo. Mientras, una de mis manos acariciaba su botón del placer y la otra estrujaba sus pechos y retorcía sus erizados pezones. Aceleramos nuestros movimientos aumentando la intensidad de nuestros jadeos hasta la inevitable explosión de placer que sincronizamos perfectamente.

Tras vaciarme en ella, me dejé caer de espaldas en la cama y ella me acompañó quedando su cuerpo tendido sobre el mío. Nuestros sudores se mezclaban mientras compartíamos esa agradable sensación de cansancio placentero.

Tras unos minutos se relax, Erika me cogió la polla con sus manos mientras decía:

-        Voy a hacerte un control de daños, para ver el alcance de la lesión. Comprobaremos que los huevos estén a la temperatura correcta, que el mástil mantiene la capacidad de endurecimiento óptima y que los conductos están libres de cualquier obstrucción.

-        Estas muy loca…

-        Por ti, Roberto, por ti…

Y empezó a hacerme una mamada de las que no se olvidan y no tardé en correrme en su boca. Se tragó toda mi esperma, y limpió cualquier rastro de ella con su lengua.

-        Me gusta tu leche – decía mirándome a los ojos – cuando te corres dentro de mí, siento que me llevo una parte de tu ser. – tras una pausa – Ahora vamos a comer pizza.

Durante la comida hablamos de varios temas referentes al trabajo y me comento que la reunión con los abogados sería mañana a primera hora.

-        Vamos a dormir pronto que mañana me tienes que llevar al hotel antes de la reunión. Necesitaré ropa limpia para estar presentable. – reía feliz – por cierto, me debes una camisa carísima y un tanga de lencería fina. Y quiero que te vistas muy guapo para la reunión de mañana. El traje azul oscuro… no mejor el gris marengo. Y deberías recortarte el pelo y afeitarte bien. Y ponte esa colonia que me gusta tanto. Y..

-        Aghh… eres imposible… Me voy a dormir.

-        Espera que vamos juntos – y de un salto se subió a caballo de mi espalda –

Subí las escaleras con ella a cuestas y después de asearnos, nos dormimos abrazados plácidamente.

A las 9 de la mañana ya estábamos los tres frente la puerta del despacho de abogados.

-        ¿Qué tal la noche con Juan, cariño? - preguntó Erika a su marido.

-        Muy bien, ¿y vosotros?

-        Inmejorable – contestó Erika.

Yo empezaba a estar nervioso por si tenía un encuentro con Yolanda, y al no contestar, Erika me soltó un codazo.

-        ¿Quieres hacer el favor de contarle a mi marido lo bien que te lo pasaste conmigo?

-        Perdona…, fue fantástico, un 11 sobre 10.

-        Estupendo, todos contentos – soltó Jean-Paul con su habitual practicismo– ahora, a trabajar.

Tan solo entrar e identificarnos, seguimos por un pasillo a una amable secretaria de culo perfecto, enfundado en una ajustada falda de tubo, y cuyos movimientos oscilantes al andar acapararon mi atención y la de Jean-Paul. Erika nos soltó dos discretas collejas simultáneas para que dejáramos de mirar el trasero de la joven.

Entramos en una gran sala de reuniones decorada con mobiliario de estilo clásico. Allí nos esperaban tres hombres trajeados que se presentaron como los tres socios fundadores que daban nombre a la firma. Inmediatamente reconocí al abogado que en su momento estuvo llevando mi defensa en el juicio de lesiones a esos tres hijos de puta, hasta que fuera sustituido por Yolanda. Me saludó efusivamente, recordando los pormenores del caso y me dejó de piedra con uno de sus cometarios:

-        Que gran idea tuvo Yolanda al decidir llevar su caso desde el principio. Tan pronto se enteró de su existencia, me presionó para ofrecer nuestros servicios de defensa a su empresa. Y dedicó todo su tiempo, tanto el laboral como el particular, y este no se lo facturamos jeje…, para recabar toda la información y preparar su brillante defensa.

-        ¿Pero?, yo pensaba que era usted el abogado que lo llevaba todo y que había preparado la estrategia para el juicio.

-        Que va, ella lo hizo todo. Solo me pidió que me ocupara de las visitas a la cárcel y de informarle a usted de las posibles resoluciones. La verdad es que nos amenazó con que si nuestro bufete no se hacía cargo de la defensa, pensaba llevarla ella a nivel particular y sin cobrar nada. Por suerte fue todo a través de nuestro despacho y pudimos facturar el servicio jeje. Lo cierto es que estábamos convencidos de que ganaría. Yolanda era nuestro mejor abogado asociado junior.

-        Perdone – preguntó Erika al instante -  ¿ha dicho… era? ¿ya no trabaja aquí?.

-        Pues lamentablemente no. Nos dejó dos meses después del veredicto de su caso – dijo dirigiéndose a mí -.

-        Y… por curiosidad – continuó interesada Erika mientras yo cerraba los puños con tal fuerza, que mis uñas dejaban marca en la palma de las manos – ¿qué ha sido de ella?

-        Fue un poco extraño. En nuestra firma percibía una remuneración excelente, y le ofrecimos mejorarla para que no se fuera a la competencia. Rechazó todas nuestras ofertas de mejora y se fue. La verdad es que desapareció del mundillo del derecho durante un año y medio. Hasta que hace unos cuatro meses ha vuelto a aparecer como fiscal. Suponemos que durante este tiempo estuvo preparando oposiciones al ministerio fiscal. Evidentemente no lo habrá hecho por dinero, ya que en la comparación económica, no hay color. Ahora rezamos para no tenerla como oponente en ningún juicio penal, jeje.

Dimos por terminado el tema y empezamos a discutir el acuerdo de servicios legales con ellos. Yo no paraba de dar vueltas al hecho de que ella, había movido cielo y tierra desde el principio para defenderme. Y no había hecho ostentación ninguna de ello ante mí.

Dejé estos pensamientos para centrarme en la negociación, que al final terminó en acuerdo. El precio de contrato era más elevado que con nuestros anteriores abogados, pero obtuvimos algunos servicios adicionales que compensaron la diferencia y se ajustaron a nuestro presupuesto de coste inicial.

La semana siguiente transcurrió con la monotonía habitual. De casa al trabajo, del trabajo al gimnasio, del gimnasio a casa, y hasta el día siguiente.

En las tardes que entrenaba en el “dojang”, empecé a notar un acercamiento de Sara hacia mí cada vez más evidente. Se colocaba a mi lado para los estiramientos, cuando hacíamos “pumses” y a la hora del combate, siempre se adelantaba a Pedro para pelear conmigo. A mí no me molestaba, era muy divertida y teníamos conversaciones muy amenas. En la lucha, aunque siempre la ganaba, alguna vez me sorprendía con algún movimiento asombroso. Todo esto ocurría bajo la atenta mirada de su novio Jorge, que controlaba discretamente nuestra relación. Hacía ya una semana que esta situación iba a más y eso empezó a violentarme. No iba a interponerme en la relación de es parejita, por muy cachondo que me estaba poniendo con Sara.

En una de las sesiones, ya era muy tarde y solo quedábamos muy pocos entrenando, ocurrió que, en un momento de la pelea con Sara, caímos los dos al suelo. Ella, con todo el descaro del mundo, cogió mi polla con su mano y empezó a acariciarla sobre el pantalón. Mientras, me sonreía con carita de vicio mordiéndose su labio superior.

Hostias, me estaba metiendo mano sin ningún rubor, y el caso es que mi pene reaccionó de inmediato pidiéndose duro como las barras de la espaldera. Aparté su mano y le dije:

-        Sara, esto no está bien. Por favor, no continúes, no quiero engañar a nadie.

Me levanté rápidamente y me fui a las duchas al galope. Me topé con Jorge que salía ya vestido del vestuario masculino.

-        ¿Has visto a Sara?, que se nos hace tarde.

-        Creo que está en el vestuario, voy a ducharme. Hasta mañana. – le respondí bastante incómodo.

Bajo la ducha, no conseguía olvidar esa carita lujuriosa que me había provocado una excitación de la que aún no estaba recuperado. En ese momento, vi a Sara cubierta con una toalla en la entrada de las duchas. Estaba observando mi desnudez con aparente interés antropológico.

-        Oye, creo que te has equivocado de vestuario. El de chicas es el de la puerta verde que tiene un cartel escrito con la palabra “DAMAS”, con letras bien grandes. A demás de un pictograma de una silueta con falda.

-        Ya conozco ese sitio, pero es que no hay agua caliente en las duchas de las féminas. No te importa que me duche aquí, ¿verdad?

-        Haz lo que quieras –  claramente estaba mintiendo ya que la caldera para calentar el agua, era la misma para los dos vestuarios – hay muchas duchas libres, tu misma.

Dejó la toalla en una banqueta y se acercó hasta la ducha más cercana a mi posición. Dios, desnuda estaba buenísima y sus pechos eran preciosos. Su sexo estaba completamente depilado y la estrecha cintura hacía resaltar las curvas de un firme trasero.

Es agua resbalaba por nuestros cuerpos y no podíamos evitar el examinar nuestras anatomías de arriba abajo.

-        Parece que no te hayas duchado nunca con una chica desnuda a tu lado.

-        Estas equivocada, para mi es lo más natural del mundo – le dije sin darle importancia al tema -.

-        Pues “tu amiguito” debe ir por libre, lo veo muy, pero que muy contento.

Maldita sea, volvía a tener una erección de las de campeonato y es esa circunstancia, no había forma humana de disimularlo.

Sara, sin decir una palabra, se puso en cuclillas y se metió mi polla en la boca. Puse mis manos sobre sus hombros para intentar separarla con suavidad.

-        Por favor, para…, no quiero que…

En ese momento me quede sin habla. En la puerta de la entrada estaba Jorge con los ojos desorbitados mientras nos miraba.

-        Joder Sara…

( Continuará…)