Morir una vez más Corazón negro (4)
Yolanda está convencida de la infidelidad de su marido, pero aún le falta conocer más detalles
Salió del despacho como una exhalación mientras Eva le preguntaba que le ocurría. Sin detenerse, le dijo que se encontraba mal y que la excusara con Roberto. Fue directa a su casa y se encontró con Paula estudiando y preparando los exámenes finales, ya que se acercaba el fin de curso. Ante la sorpresa de su hija que pensaba que estaría almorzando con su padre, le comentó que no se encontraba bien y fue a su habitación.
Lloró durante un buen rato mientras pensaba que haría con su relación. No iba a permitir que esa zorra de Erika destruyera su matrimonio, aunque la realidad es que ya lo había logrado. Decidió que esperaría a la fiesta del viernes, disimulando con Roberto como si no pasara nada. Se convenció de que el día de la fiesta, iba a decirla cuatro cosas a esa puta suiza, y sacarle los colores delante de todos. Ya no tenía nada más que perder con Roberto.
Media hora más tarde, su esposo se presentó en casa preocupado, le preguntó a su hija donde esta Yolanda que le explicó que se encontraba descansando en su habitación. Subió las escaleras corriendo y fue a sentarse en la cama, al lado de su esposa.
Yolanda le dijo que no se preocupara, que volviese tranquilo al trabajo mientras ella se quedaba en cama. Roberto insistió en avisar a un médico, pero ella lo convenció para que la dejara descansar.
Por la noche bajó a cenar con la familia y actuando con naturalidad con todos ellos. Ya más tarde, cuando se acostaron, Roberto no se atrevió iniciar ningún contacto sexual, preocupado por su salud.
Los días siguientes con Yolanda ya recuperada, continuaron con sus quehaceres habituales. Intentó volcarse en el trabajo para tener la mente ocupada el máximo de tiempo y a la salida, evitó quedar con David o con Esther por si le hacían alguna pregunta que no querría responder. David le insistía por email para que se apuntara a la salida de la casa rural la siguiente semana. Yolanda empezó a pensar que tal vez sería una buena idea para desconectar de toda esa mierda que la no la dejaba vivir.
El jueves llamó a Esther para que la acompañase a comprar un vestido para la fiesta del viernes. Quería estar todo lo estupenda posible para enfrentarse a Erika.
La tarde del jueves la pasó de tiendas con Esther y acabaron comprando un precioso y carísimo vestido azul oscuro de lentejuelas brillantes. Realzaba su figura de forma muy sexi, pero era elegante al mismo tiempo. Esther la acompañó a casa y Yolanda la invitó a que se quedara a cenar.
Estuvieron un buen rato hablando sentadas en el sofá
- ¿Vas a venir a la casa rural de David y sus amigos la semana que viene? – preguntó Yolanda -.
- Para nada, ya sabes que no soporto a David y menos cuando está con Juanjo. Y sus amigos…no sé…
- ¿Pero qué te pasa con él? Es un buen tío, siempre se desvive por nosotras.
- Yolanda, no te fíes de las apariencias. Es mala persona, te tiene envidia por tus progresos en la fiscalía. Quiere tus privilegios y no parará hasta conseguirlos.
- ¿Seguro que no estás un poco despechada por el rollo sexual que tuvisteis? Me ha contado algo y estaba apenado por como lo dejaste.
- No te voy a contar mi vida sexual, pero ten cuidado porque es un…
Esther calló al instante cuando se dio cuenta de que Roberto estaba de pie en el umbral de la entrada del salón. Las dos lo miraron con cara de circunstancias, sin tener claro cuánto tiempo llevaba escuchando su conversación.
Roberto se limitó a saludar:
- Hola chicas, me alegro de verte Esther.
- Esther me ha acompañado a comprar un vestidito para el evento de mañana y la he invitado a cenar con nosotros.
- Perfecto, creo que Paula ha preparado unas cosas para chuparse los dedos –dijo Roberto con tono alegre-.
Cenaron conversando agradablemente y todos disfrutaron de una velada divertida y con buen humor. Marc tuvo mucho que ver ya que estuvo haciendo el payaso y todos rieron a gusto con bromas.
En la cama, continuó la tónica de la semana, sin acercamiento por parte de ninguno de los dos. A Roberto se le veía preocupado, ya que no recordaba ninguna semana sin tener sexo con su mujer desde que vivían en pareja.
La fiesta se celebraba en un gran salón de un lujoso hotel, cuyo dueño era uno de los mejores clientes de la empresa. No faltaba de nada y se notaba que Eva se había encargado de que todo estuviese a la perfección. Yolanda estaba espectacular con su nuevo vestido y Roberto guapísimo con un traje gris claro y corbata de un amarillo discreto. Nada más llegar, Eva se acercó a la pareja contoneando sus poderosas caderas y luciendo un fantástico cuerpo enfundado en un elegante vestido largo de noche.
- Yolanda, estas guapísima. Y este buen mozo que tengo por jefe está para comérselo – bromeó con Yolanda.
- Tú también estas espectacular Eva…y ya hablaremos que hacemos con este mozo – le seguía la broma - .
- Vais a conseguir que me ponga colorado como un tomate. Vosotras sí que estáis divinas.
- Anda jefe, te toca dar el discurso de inauguración, yo cuido a tu mujercita.
Las dos se quedado hablando y cuchicheando de lo elegante que iban todos los asistentes en general. Yolanda oteaba toda la sala buscado a Erika, pero no conseguía divisar por donde andaba. Suponía que iba a dar el discurso junto con Roberto, pero al ver a su marido en el escenario solo frente al micrófono, empezó a temer que esa zorra no había venido.
Y efectivamente fue así. Roberto dirigió sus palabras en inglés a los invitados, agradeciendo la labor y entrega de todos los empleados, la confianza depositada por los clientes y en especial a la delegación coreana que eran los principales protagonistas del evento. Se disculpó por la ausencia de Erika, la socia mayoritaria, debido a que, en el último instante, su pareja Louis había tenido un contratiempo de salud y no podrían asistir. Transmitió el mensaje de saludo de Erika, en que les animaba a los asistentes a disfrutar de la velada.
Yolanda estaba cabreada, aunque intentó disimilar su enojo hablando con Eva mientras su marido caminaba hacia ellas. En ese momento se percataron de que la mayoría de asistentes giraba la cabeza al paso de una mujer súper espectacular. Era muy alta, con cabellera lisa muy larga que llegaba hasta la línea de separación de sus glúteos. Llevaba un vestido llamativo y muy sexi, de color verde manzana con algunas lentejuelas de un verde más oscuro. El escote era de infarto, con unos senos bien apretados que parecían luchar como locos para liberarse de su encorsetamiento. Su cara era muy bella y Yolanda estaba convencida que era una modelo. Alguno de esos hombres iba a necesitar un desfibrilador pronto, pensó.
La mujer, interceptó a Roberto a medio camino de su regreso con ellas. Estuvieron un minuto hablando los dos, mientras se daban un apretón de mano del que no se soltaron hasta finalizar la conversación. Roberto continuó su camino hasta reunirse con ellas.
- Vaya repaso le has dado a esa belleza – le metió la puya Yolanda a su marido -.
- Cariño, solo nos hemos presentado, no la conocía y me ha dicho que viene de acompañante de uno de nuestros clientes.
- Pues el reguero de babas que has dejado se puede ver desde Marte.
- Yolanda, no seas mala con Roberto – le decía Eva – solo estaba siendo amabl… ahhh… perdón.
Al hacer el gesto de girarse hacia Roberto su copa de vino salpicó una de las perneras del pantalón de Roberto. Con un pañuelo, Eva intento desesperadamente limpiar la mancha, pero solo empeoró la situación. Ahora la mancha, curiosamente, parecía la silueta de un corazón mal dibujado.
- No te preocupes, Eva, voy al baño a ver si lo arreglo un poco, o lo estropeo más – dijo Roberto riéndose.
La conversación entre ellas continuó y se amplió cuando se les unieron Peter, el responsable de la zona de Gran Bretaña y su mujer. Se notaba que ese hombre dominaba las relaciones sociales, ya que tenía anécdotas y experiencias que conseguían centrar la atención de los contertulios.
Hacía más de 20 minutos que Roberto había marchado. Era lógico que estuviese atendiendo como principal anfitrión a sus clientes, pero el caso es que no se le veía por ninguna parte del salón. En ese momento Yolanda sintió la vibración de su móvil, dentro del minúsculo bolsito que colgaba de su hombro con una fina cadenita dorada.
Se separó del grupo para ver el mensaje recibido. Era una foto tomada en posición difícil, desde debajo de una mesa y enfocando lo posible hacia arriba. Se veía claramente a la mujer espectacular del vestido verde, con las rodillas en tierra y comiéndose casi entera, una polla que salía de la bragueta abierta un hombre que estaba de pie. El impactó fue el reconocer la mancha con forma de corazón atrofiado en los pantalones gris claro que llevaba el hombre. Con eso, identificó que era su marido el que estaba recibiendo la soberana mamada.
Le seguía un mensaje de texto.
- Ni hoy puede parar. UN AMIGO.
Se sintió mareada, a punto de caer al suelo. Por suerte Peter se dio cuenta de su debilidad y llegó a tiempo de sujetarla.
- ¿Qué te ocurre Yolanda? - Eva ya le acercaba una silla para que se sentara -.
- Estoy un poco mareada, creo que cojo un taxi y me voy a casa.
- Ni hablar, te acompaño en mi coche – decía Peter mientras su esposa asentía con la cabeza -.
- No… no es nada…disculpadme con Roberto y disfrutad de la fiesta. Un taxi es lo mejor.
Mientras Eva fue a buscar a Roberto por el salón, Peter y su mujer acompañaron a Yolanda hasta la salida del hotel y la acomodaron en el interior de un taxi. Volvieron al interior para explicar a Roberto lo ocurrido a su esposa.
En el asiento trasero del taxi, sintió que su vida, la recuperada y feliz vida, se rompía en pedazos como una copa de cristalería fina, sin posibilidad alguna de unir tantos cristalitos para devolver la copa a su estado inicial. Era imposible. Aún tenía en su pecho, el deseo de venganza hacia la persona que, estaba segura, había propiciado el cambio de comportamiento para que Roberto fuese desaforadamente infiel. Erika.
Se conjuró en mantener un comportamiento normal con todo el mundo hasta que llegase la oportunidad de sácale los ojos a esa mujer. Y abandonar a Roberto, aunque sería lo más doloroso de su vida porque le seguía amado con locura. Le costaba imaginar el volver a vivir sin su amor, sin sus besos y caricias, sin su sexo.
Al llegar a casa se metió en la cama y estuvo llorando hasta las 2 de la madrugada, instante en que Roberto se acostó a su lado, sin hacer ruido, abrazándola con suavidad para no despertarla. Ella siguió fingiendo que estaba dormida hasta que, dos horas más tarde lo consiguió.
El fin de semana pasó con normalidad habitual en la casa. El lunes por la mañana, la familia estaba desayunando antes de salir de casa para ir cada uno trabajo o instituto, cuando Yolanda comentó:
- Este sábado domingo voy a ir con un grupo de amigos a una casa rural muy chula.
- Pero mamá, - dijo Marc - el domingo celebramos el cumpleaños de papa – no puedes faltar.
- No te preocupes, la comida es al medio día, ya estaré de vuelta e iré directamente al restaurante.
- ¿Pero papa, tu que dices? – preguntaba Paula a su padre contrariada -.
- Tu padre no tiene nada que decir – se anticipó Yolanda, subiendo un poco el tono – la decisión es mía. Llevo muchos días de stress y necesito desconectar un poco.
- Es un poco precipitado – dijo Roberto con un tono extremadamente neutro – pero si es lo que necesitas, no hay inconveniente. Asegúrate de no llegar tarde a la celebración… pero no te olvides del regalo, jeje.
Se fueron todos a sus tareas diarias. Desde el despacho, Yolanda llamó a David para confirmarle que iría con ellos. Se puso muy contento:
- Ya verás que bien lo pasamos. Ya somos 17 los que se han apuntado.
- Supongo que Esther no va a venir.
- Le he insistido, pero me ha enviado a la mierda. Qué le vamos a hacer.
- ¿Cuál es la logística? Porque la casa está lejos.
- Hay unas tres horas de viaje. El sábado muy temprano, dejaremos los coches particulares en el aparcamiento del centro comercial sur. He alquilado una furgoneta muy guapa con capacidad para nueve personas.
- ¿Qué tengo que llevar?
- Sobre todo, no te olvides del bañador. Algunos de mis colegas ya estarán allí y habrán comprado comida y bebida para todo un regimiento. No hay que preocuparse de nada más. No lo tengo cerrado del todo, pero es posible que podamos hacer barroquismo en un sitio muy chulo, ya verás.
- Pinta bien, nos vemos.
Durante la semana, Roberto intentó varias noches hacer el amor con su mujer, pero ella le dio una oportuna excusa en cada caso para evitarlo.
La noche antes de la salida de Yolanda, Roberto ya no intento nada con ella. No entendía que pasaba por la cabeza de su mujer que derivaba a ese distanciamiento. Estaba preocupado. Decidió que cuando volviese de la excursión, hablaría con ella para afrontar el problema.
Yolanda se levantó muy temprano. Había preparado la mochila la noche anterior y salió sigilosamente de la habitación. Roberto estaba despierto, pero no dijo nada esperando que su esposa le diese un beso de despedida, beso que nunca llegó al oír como Yolanda cerraba la puerta para marcharse.
Aparcó el coche en el parking del centro comercial al lado de un grupo de cuatro personas en el que reconoció a David. Los otros eran tres hombres que no conocía. David los presentó como sus amigos Raúl, Oscar y Miguel. Tras los besos de rigor, Yolanda preguntó:
- ¿Y la demás gente?
- Juanjo ya está en la casa desde ayer. Se ha encargado de toda la comida junto con Pedro y Javier. Al resto los esperamos durante el día.
El viaje no se hizo nada pesado y fue bastante ameno. La furgoneta era amplia y muy cómoda, con dos filas posteriores de tres pasajeros cada una y la del conductor en la que cabían dos copilotos. La sorprendió que Miguel llevase una guitarra y a la media hora de viaje, ya estaban todos cantando canciones “kumbaya”, como una pandilla de adolescentes Boys Scouts de colonias.
Hicieron una parada en una estación de servicio con cafetería para tomar un ligero desayuno de café y pastas, aprovechando para ir al lavabo. Cuando llegaron a la casa, Juanjo y dos hombres más les esperaban en el aparcamiento. Se los presentaron como Pedro y Javier.
- Juanjo, ¿dónde está la otra furgoneta con el resto de la peña? – preguntó David -.
- Pues resulta que las dos hermanitas Marta y Rosa, han tenido un problema y el resto se ha rajado y no van a venir.
- Joder, pues nos faltan siete tías y dos tíos. Adiós al partidillo de futbol chicos contra chicas.
- Y va a sobrar comida por un tubo…
- Yolanda, vas a ser la única mujer de la fiesta, pero no te preocupes, te trataremos como una reina – dijo Juanjo mientras todos se reían -.
A Yolanda no le hizo mucha gracia ser la única gallina entre tanto gallo, pero había decidido pasarlo bien ese fin de semana y olvidar la desgracia en la que su matrimonio se acababa de convertir. Llamó a Paula para decirle que habían llegado bien a la casa.
- Dile a papa que hemos tenido buen viaje.
- Espera, te lo paso.
- Hola Yolanda, ¿qué tal todo por ahí? – preguntó Roberto - ¿ya han llegado todos?
- Pues todo perfecto, la casa es impresionante, el paisaje y las instalaciones son de ensueño. Ya estamos todos y todas aquí – mintió a su marido para no especificar que era la única mujer -.
- Me alegro, pasadlo bien, te llamaremos por la noche. Adiós cariño.
- Adiós – cortó en seco la conversación.
Estaba cansada de tanta hipocresía de su marido, simulando que la quería, con todas las traiciones que había descubierto. Pero después del cumpleaños de Roberto, cuando la semana siguiente viniera Erika a Barcelona, estaba dispuesta a hacerlo estallar todo.
- ¿Estás bien Yolanda? – preguntó David – pareces cabreada.
- No pasa nada, una pequeña bronca con mi marido.
- Venga, olvídate de malos rollos – se dirigió al resto de colegas – Tíos, tomaros unas cervezas y empezar a preparar la barbacoa mientras le enseño a Yolanda la choza.
- Vale, pero no os escaqueéis mucho, que aquí ha de currar “to dios”. – les gritó Pedro -.
Le enseñó la casa, permitiendo que escogiera la mejor habitación para ella. Llegaron donde estaba el jacuzzi de un tamaño como para seis personas. Era una zona cerrada totalmente por cristaleras transparentes del suelo hasta el techo.
Yolanda se apoyó en la cristalera mirando al interior. Sintió unas manos que empezaron a masajear suavemente sus hombros. Cerró los ojos y no dijo nada hasta que notó unos labios besándole el cuello.
- David, para. Ya hemos hablado de esto anteriormente.
- Relájate mujer, déjate llevar. Estas pasando por un mal momento – la hizo girar para mirarla a los ojos – hemos venido pasarlo bien. El lunes todo será historia.
David le hablaba con una voz hipnótica, acariciando su pelo. Yolanda, en el fondo de su mente sabía que esto iba a ocurrir, intentaba negarlo, pero sabía que sí. Lo que no esperaba era que estaba dispuesta a ponérselo tan fácil. No hacia ni diez minutos que estaba a solas con David, y ya estaba a punto de caer en sus brazos.
Había que reconocer que David era muy atractivo y tena una habilidad especial para la seducción. Yolanda se dijo que no iba a oponerse más, a nada. Y no lo hizo.
Se besaron con furia mientras las manos de David se introducían por entre los tejanos ajustados de Yolanda hasta llegar entrada su coñito. No tardaron en desnudarse mutuamente mientras los dedos de David no dejaban de moverse dentro del sexo de ella. Yolanda no quería pensar en nada mas, solo en el placer que le estaba proporcionado esos dedos expertos que la exploraban.
Ya metidos dentro del jacuzzi, Yolanda agarró la polla erecta de David y empezó a chuparla mientras él acompañaba sus movimientos con la mano sobre la cabeza de ella. No tardó en correrse soltando su lefa sobre la cara y el pelo de Yolanda.
David, agarró las piernas de Yolanda, las colocó sobre sus hombros, y empezó a lamer los labios de su vulva, metiendo y sacando su lengua dentro del coño, sin olvidarse de chupar y succionar el clítoris. Yolanda suspiraba cada vez más aceleradamente hasta que llegó al clímax y tuvo un tremendo orgasmo. Se relajaron durante unos instantes, pero David volvía a tener su herramienta a plena disposición.
Apoyado en la pared del jacuzzi, levantó a Yolanda colocando la espalda de la mujer en contacto con sus fornidos pectorales y la penetró introduciéndose en ella lentamente. Los dos empezaron un movimiento de vaivén, incrementando el ritmo a demanda de las sensaciones percibidas.
Yolanda tenía los ojos cerrados mientras notaba la polla deslizando por sus paredes vaginales. En un instante que abrió sus parpados, se dio cuenta de que tras las cristaleras que aislaban el jacuzzi, estaban desnudos Juanjo y Raúl, cascándose sus pollas, mirando extasiados el espectáculo gratuito que les estaban ofreciendo David y Yolanda.
Ella intento parar, cubriendo sus pechos, pero David separó sus brazos mientras le susurraba al oído.
- Déjalos que miren, no me digas que no te pone ver lo burros que se han puesto por ti. – mientras, estrujaba sus tetas, retorciendo sus pezones, clavando su polla hasta el fondo y ella se estremecía - dime que te gusta.
- Me gusta… - dijo en voz baja, pensando cómo había sido capaz de decirlo -.
- No te oigo, dilo más alto – le decía mientras aceleraba las embestidas que la taladraban -.
- Ahgg… si me gustaaaa.. aghh…
- Invítalos a entrar y cómeles la polla – seguía bombeando -.
- Estaaas… loco… no voy a hacer eso… estoy casada… aghh..
- Este fin de semana… no estás casada… solo estas aquí para sentir y disfrutar. Olvídate de Roberto. Diles que entren, te mueres de ganas.
- No puedooo… - era lo que su mente le decía, pero movió su mano con un claro gesto para que entrasen -.
No se lo pensaron dos veces y se metieron dentro del agua, colocándose a los lados de la folladora pareja. Acercaron sus trancas a Yolanda, que las cogió con sus manos apretándolas con fuerza. Se metió la polla de Raúl en la boca mientras pajeaba enérgicamente la de Juanjo. Estaba loca por correrse, aunque sus gritos se ahogaban por la polla que estaba mamando. Estuvo un rato así hasta que cambió a chupar la de Juanjo, que era bastante más grande que la de su amigo. David estaba a punto de correrse y Yolanda también, pero el primero en eyacular fue Juanjo dentro de su boca. Ella se tragó la esperma que pudo y se dejó llevar sin poder evitar correrse como una loca.
David, soltando un enorme soplido también se corrió dentro de su coño. Raúl, con su mano sobre la de Yolanda, aceleró el ritmo de la paja hasta soltar una cantidad brutal de leche sobre las hermosas tetas de la mujer.
Los cuatro estaban satisfechos, y estuvieron un buen rato relajándose dentro del Jacuzzi. Yolanda no entendía como podía ser tan puta de haber permitido lo que acababa de pasar. Pero lo había gozado, había sucumbido a los deseos de David sin ninguna oposición.
Acababa de desatar una tormenta de consecuencias impredecibles…