Morir una vez más… Corazón negro (3)

Yolanda va a recibir un whatsapp anónimo que la informa de que su marido le es infiel

Eran las 6 de la tarde y Yolanda estaba tomando una cerveza en el bar “La Ley”, dentro del recinto de la Ciudad Judicial. Sentado frente a ella estaba su compañero fiscal David, que le estaba relatando la última anécdota ocurrida en el juicio en el que había intervenido esa misma tarde. Ambos reían y se relajaban después de una larga y cansada jornada laboral. Faltaba Esther, otra fiscal amiga de Yolanda, que había “declinado” la invitación para no quedar con ellos en el bar.

Sabía que David no le caía nada bien a Esther, y si él estaba presente, no tardaba en desaparecer con cualquier excusa. David, que el último año había entablado mucha amistad y confianza con Yolanda, le había contado que con Esther habían tenido un rollo que acabo bastante mal.

Para Yolanda, David era muy buen amigo y con él compartía muchas confesiones e intimidades personales. No entendía como Esther lo trataba así, cuando siempre se mostraba atento y educado con ella. Él estaba divorciado y tenía una hija mayor de edad. Le había contado que su ex esposa le había hecho la vida imposible, tanto económicamente como al impedirle las visitas a su hija mientras era menor.

Yolanda, empatizaba con el sufrimiento que había pasado su amigo y se alegraba de que ahora las cosas fueran mejor en la relación con su hija. También sabía que a David le gustaba ella, incluso alguna vez le hizo alguna insinuación al respecto, pero Yolanda atajó de raíz cualquier intento de aproximación que traspasara la línea de una buena amistad. David al ver la respuesta de Yolanda, no volvió a insistir en el tema, comportándose como un buen amigo. Era receptivo con las anécdotas que Yolanda le explicaba sobre sus hijos y con el amor que sentía por su marido Roberto, al que conoció una vez en la fiesta de inauguración del año judicial acompañando a Yolanda.

En alguna ocasión, se les unía a la cerveza a la salida del trabajo Juanjo, otro compañero fiscal que era íntimo amigo y compinche de correrías de David.

Para Yolanda, esa hora de desconexión con sus amigos después del trabajo, le servía de bálsamo para soportar mejor las frecuentes ausencias de Roberto motivadas por viajes de trabajo, y la relajaba el disfrutar de un buen rato de conversación y de buen humor.

Tenía la suerte que Paula, toda una mujercita responsable, se ocupaba de “controlar” que Marc hiciera los deberes escolares en lugar de dedicar demasiadas horas a la PlayStation. Hasta era probable que cuando Yolanda llegara a casa, la cena ya estuviese preparada. Paula se estaba convirtiendo en una buena cocinera, además de ser una excelente estudiante.

Ya casi era la hora de dejar la tertulia para regresar a casa, y mientras se reía de la anécdota que le contaba David, visualizó la entrada de un mensaje de Whatsaap en la pantalla de su móvil. El mensaje era de un número desconocido y estuvo a punto de rechazarlo y bloquear. Pero mientras escuchaba a David, su dedo índice se deslizó sobre la pantalla aceptando la lectura. Sus ojos se agrandaron y una expresión de sorpresa se dibujó en su rostro al leer el contenido del mensaje

-        Tu marido Roberto te engaña desde hace años. UN AMIGO.

David, al ver el cambio en la cara de su amiga le dijo:

-        ¿Te ocurre algo?, te has puesto blanca como el mantel de la mesa.

Yolanda no sabía cómo reaccionar a lo que acababa de leer, estaba convencida de que era una broma de alguien, pero no pudo evitar un sentimiento de angustia. Tenía confianza con David y le mostró el mensaje recibido. Al leerlo, como ella, puso una cara de asombro, pero inmediatamente le dijo:

-        No hagas caso de eso, seguro que te están gastando una broma. No te preocupes. Además, por lo que me has contado siempre, Roberto te quiere con locura.

-        Claro que sí, tienes razón, que tonta soy. Pero que se prepare el bromista cuando lo descubra, que se va a enterar…

Rieron los dos y al cabo de un rato se despidieron hasta mañana. Mientras conducía hacia su casa, Yolanda no paraba de pensar en el mensaje. ¿Y si fuera verdad? Roberto estaba esos días en la central de Marsella… con Erika. Siempre aparecía ella en sus pesadillas, desnuda con su cuerpo de diosa, follándose a Roberto mientras la miraba a ella con sonrisa burlona.  Pero no… tenía que parar, se estaba volviendo paranoica.

Llegó a casa y Paula ya tenía la cena preparada. Cenaron juntos y estuvieron viendo la TV hasta la hora de acostarse. Estando en la cama, recibió la llamada de Roberto, como cada día. Se explicaron las vivencias del día, aunque Yolanda omitió lo del mensaje. Antes de colgar:

-        Roberto… ¿me sigues queriendo?

-        Vaya pregunta, ya sabes que con todo mi corazón. ¿Acaso lo dudas?

-        No mi amor… solo me gusta escucharlo de tu boca.

-        Pues mañana por la noche te lo diré en persona, y prepárate porque tengo mucha hambre de ti.

-        Te quiero Roberto, buenas noches.

Oír a su marido la reconfortó y se recostó en la cama apagando la luz para intentar dormir. Mañana le esperaba un día muy agitado en el trabajo.

La pantalla de su celular se iluminó un instante. Acababa de entrar un nuevo mensaje, la notificación sonora estaba desactivada, pero la luminosa no. Se incorporó hasta sentarse en la cama al tiempo que encendía la luz de la mesita de noche. Cogió el móvil con el parpadeo del led azul, notificando la nueva entrada.

Visualizó el whatsaap en el que había más de un mensaje procedente del mismo número desconocido que el recibido esa misma tarde. En el primero aparecía una foto tomada por una cámara de seguridad en el pasillo de un hotel. La imagen era de una chica muy guapa con un vestido exageradamente corto y con un escote que mostraba unos rebosantes pechos. Estaba frente a la puerta que empezaba a abrirse y se podía observar con claridad la plaquita con el nº 311 de la habitación. En la parte inferior de la imagen se podía leer la fecha y la hora de la foto – las 22:45h. Luego, había otra foto de la chica saliendo de la habitación a las 10:37h del día siguiente.

Otro mensaje era una factura de un hotel de Ámsterdam a nombre de la empresa de Roberto. Era de unos 8 meses atrás. Detallaba los servicios de tres noches de estancia. En color fosforito amarillo estaban resaltadas las fechas de permanecía, la habitación ocupada - la nº 311-, las consumiciones de abundantes bebidas solicitadas al servicio de habitaciones, que coincidían con las horas de estancia de la chica en la habitación. También estaba remarcado el nombre del ocupante de la habitación – Roberto – y el titular de la tarjeta Visa con la que se pagó la factura - otra vez Roberto.

También había un extracto de la cuenta bancaria de empresa que reflejaba el cargo de la tarjeta de crédito coincidente en fecha e importe por el pago de esa factura del hotel.

Un último mensaje de texto decía:

-        Este es uno de los cientos de engaños de tu marido – UN AMIGO

Yolanda, tratando de entender toda esa información, empezó a ponerse muy nerviosa. En su celular buscó en la aplicación de su agenda para comprobar las fechas indicadas en el mensaje. Al localizar los días empezó a palidecer. Ella siempre anotaba todas las ausencias de Roberto por motivos laborales y la agenda indicaba que esos días, Roberto había estado en Holanda y en ese hotel de Ámsterdam. Comprobó también el historial de llamadas de hacía 8 meses – nunca los borraba – y el día indicado en la foto, Roberto la había llamado a las 23:33h. Había estado hablando cinco minutos con su marido y la chica ya estaba con él en la habitación…

Guardó el número desconocido es sus contactos con el nombre de UN AMIGO, para reconocer al momento la entrada de nuevos mensajes en el caso de que los hubiera.

No pudo dormir en toda la noche, confiaba en su marido, pero esas pruebas tan precisas la estaban haciendo dudar. Durante el día siguiente su mente estaba distraída con los mensajes y no dio pie con bola con nada del trabajo. A la salida, David la estaba esperando para tomar una cerveza en el bar de siempre.

La verdad es que no tenía ganas de estar con nadie, pero decidió desconectar un poco. Ya sentados en la mesa habitual, David le comento que parecía distraída. Ella le dijo que eran cosas del trabajo y decidió no contarle nada de los otros mensajes que había recibido.

Para animarla un poco, David de propuso que se apuntara a una salida de sábado y domingo, el primer fin de semana del próximo mes. Irían con un grupo de amigos a una gran casa rural propiedad de su padre, con barbacoa, amplio jacuzzi, piscina, pista de pádel y hasta un pequeño campo de futbol. Y todo gratis, bueno la comida y bebida a repartir entre todos. El único inconveniente era que estaba a unos 300km de Barcelona, pero que cuantos más se apuntaran, mejor se lo pasarían. Yolanda repasó su agenda y le dijo que seguramente no podría ir, ya que ese domingo coincidía con el cumpleaños de Roberto y pensaban celebrarlo en familia comiendo en un restaurante.

En ese momento entró un mensaje en el móvil de Yolanda y disimuladamente identifico al remitente. Continuó hablando con David con normalidad hasta la hora de volver a casa.

Al entrar en el coche, se afanó para ver el mensaje. Lo primero era una foto de Roberto y una chica cogidos de la mano, sonriendo, acercándose al mostrador de la recepción de un conocido hotel de Madrid donde había gente delante de ellos, esperando registrarse.

En el lateral de la foto se veía claramente un cartel promocional de un congreso de médicos en el que se mostraba la fecha de cinco años atrás. Rápidamente reconoció a la chica que acompañaba a Roberto. Era Sara, una antigua relación de su marido. Estaba cambiada, pero no había duda de que era ella.

Lo siguiente era una factura de ese hotel por dos noches, especificando cargo de cenas para dos comensales en la habitación nº 653 durante las dos noches de estancia. Factura a nombre de Roberto y pagada con la tarjeta de crédito de Roberto. También coincidía con el extracto bancario adjunto, importe y fechas.

Revisando su agenda, comprobó que efectivamente Roberto había estado esos días en Madrid. Hacía cinco años de esa infidelidad. Yolanda empezó a llorar y solo paró hasta llegar a casa. Estuvo calmándose unos minutos, para que sus hijos no la viesen en ese estado. Además, ella y Paula habían quedado para preparar la cena de recibimiento de Roberto, que llegaría a casa en unas de tres horas.

A la llegada de Roberto, sus hijos corrieron a abrazarle, pero Yolanda lo recibió de forma muy neutral. Cenaron todos comentando las anécdotas del cole y del instituto. Roberto entregó a sus hijos unos regalos de parte de Erika, que se pusieron muy contentos.

Yolanda estuvo bastante callada durante la cena, pensando en lo de las supuestas infidelidades de su marido y sin tener muy claro cómo reaccionaría esa noche cuando estuviesen en la intimidad de su habitación.

Tan pronto entraron en la habitación, Roberto abrazó a su mujer, besándola apasionadamente, buscando la colaboración de la lengua de su esposa, pero ella se limitaba a seguir el beso sin pasión alguna. Roberto ya tenía una erección considerable, pero al notar la poca interacción de su mujer le preguntó:

-        ¿Te pasa algo, mi vida? ¿No te encuentras bien?

-        Es que estoy un poco mareada, creo que la comida no me ha sentado bien. ¿te molesta que hoy no hagamos nada? No estoy muy fina.

-        Claro que no amor, acuéstate y descansa, mañana será otro día.

Vio como Yolanda fue hasta el baño, pero antes cogió su celular para llevárselo con ella. Sentada en el inodoro, comprobó que tenía nuevos whatsaaps de UN AMIGO.

Foto tomada en el lobby de un hotel con decoración arábica, se podía ver a Roberto abrazado a una mujer musulmana, aunque vestida a modo occidental salvo por el pañuelo “hiyab” que cubría su pelo. Por el ángulo de la foto, su cara no muy joven, pero con una belleza especial, se veía con más claridad que la de Roberto, que penas se distinguía al estar tapada por la cabeza de la mujer. Pero Yolanda reconoció a su marido de inmediato. A ella, aunque no la había visto nunca, le puso nombre a su cara por las descripciones que Roberto le había dado de Aisha.

A la foto le seguían, como en los casos anteriores, la factura del hotel por 6 días de estancia de Roberto, con los cargos de 2 cenas y dos desayunos en la habitación correspondientes a las dos últimas noches de estancia. El hotel estaba en el país árabe “A”, donde Aisha vivía. También están los cargos a la tarjeta y el extracto bancario que lo corroboraba todo. Las fechas eran de hacía dos años y coincidían totalmente con el viaje a de Roberto al país “A”.

Yolanda volvió a llorar. Salió del baño aprovechando la oscuridad de la habitación y se metió en la cama, dándole la espalda a su marido. Este se acercó a ella y la abrazó acurrucándose a su cuerpo. Ella permaneció inmóvil y no lo rechazó, pero por primera vez en su vida se sintió violentada por un abrazo de Roberto.

Al día siguiente, en el desayuno Roberto se interesó por su mujer:

-        ¿Cómo te encuentras del malestar de ayer noche?

-        Pues no muy bien, creo que esta mañana no iré a trabajar y me quedaré en casa.

-        Si al medio día te encuentras mejor, ¿Por qué no vienes a mi oficina y cómenos juntos? Me gustaría estar contigo todo el tiempo posible.

-        Vale, si me encuentro mejor, ya vendré. – dijo Yolanda no muy convencida.

-        Perfecto, avisaré a Eva – era su secretaria personal desde hacía muchos años -  para que te “deje” esperar en mi despacho si aún no he acabado de la reunión con el dpto. comercial. Ya sabes cómo es de controladora, gruñona y perfeccionista.

-        No digas esas cosas de Eva, que es un encanto. La suerte que tienes de tenerla a tu lado.

-        Tienes razón, no sé qué haría sin ella. Por cierto, el viernes que viene por la noche celebramos la renovación del contrato con los coreanos por cinco años más. Eva está montando un “fiestorro” de aúpa. Ya me ayudaras con el traje, habrá que ir guapísimos.

-        Ok, hablaré con Eva para ver de qué va la fiesta y elegir lo más apropiado para no desentonar.

-        Descansa mi amor, para que estés mejor a la hora de comer – Roberto le dio un beso en los labios que fue correspondido por Yolanda.

Pasó toda mañana envuelta en un mar de dudas respecto a su marido. Tal vez debería hablar abiertamente con él y explicarle lo de los mensajes anónimos y ver como reaccionaba Roberto. Deseaba con toda su alma que todo esto tuviera otra explicación, pero había muchas pruebas, aunque no concluyentes.

Se preguntó como UN AMIGO podía tener acceso a documentación contable de la empresa de Roberto. ¿era posible que el informante fuese un empleado? ¿y cómo de cercano a Roberto?

A las 12:30h se presentó en la oficina de Roberto. Eva, al verla, fue corriendo a abrazarla ya que hacía tiempo que no se veían. Ambas se apreciaban mucho. Eva tenía unos 52 años, pero conservaba un cuerpo bien cuidado y se podía decir que era una mujer hermosa. Lo que no se le podía negar es que era muy eficiente en su trabajo y tenía una capacidad de resolución de los problemas sobradamente demostrada.

Roberto aún estaba en la reunión y las dos aprovecharon para comentar el evento del viernes:

-        Eva, ¿cómo tenemos que ir vestidos para la ocasión?

-        Cualquier cosa que te pongas tú, será perfecta, con ese tipazo… Roberto algo de color claro. Los coreanos tienen manía a la ropa oscura por la noche.

Estuvieron comentando lo divino y lo humano en cuestión de moda hasta que Yolanda se atrevió a preguntar:

-        Eva…, ¿tú eres… UN AMIGO? – dijo remarcando la palabra- .

-        ¿A qué te refieres? – contesto con cara de no entender – Yo soy una amiga, bueno, eso espero.

-        Es que he recibido algunos imputs de cosas negativas de Roberto y no se…

-        ¿Negativas? ¿de Roberto?... ¿Quién te ha dicho nada malo de Roberto? Dímelo que le arranco los ojos. Tu marido es el hombre más bueno que existe en la tierra, tú deberías saberlo – estaba un poco enfadada-.

-        Claro que sí, no me hagas caso – arrepintiéndose de sacar el tema con Eva – es una tontería sin importancia.

Eva la acompañó al interior del despacho de Roberto para esperarlo. Se sentó en la silla de su marido, curioseando con el contenido que había sobre su escritorio.

Al cabo de unos cinco minutos, un pop-up de notificación de email apareció en la pantalla de PC de Roberto. Era de Erika. Su mano cogió el ratón para abrirlo, pero por un instante pudo controlar la tentación. Pero solo duró ese instante, y con mil remordimientos rondando por su cabeza abrió el correo recibido.

-        Roberto, ¿cuándo vuelves a Marsella? Mi chochito está muy solo sin tu polla.

Yolanda se quiso morir en ese momento. No podía creer lo que acababa de leer. Necesitaba saber todo, descubrir que se decían esos dos. Filtró los mensajes enviados por Erika. Estaban ordenados por “asunto” que aglutinaba toda la cadena entradas y respuestas que se referenciaban al mismo asunto.

La mayoría eran de temas de trabajo, pero había otros que claramente eran personales y descaradamente sexuales.

Eligió el primero que encontró con el asunto sugerente “Como una perra” y empezó a leer la secuencia del dialogo. El mensaje tenia fecha de 3 meses atrás, después de un viaje de Roberto a la central:

-        Me has dejado como una perra en celo, tengo el coño chorreando.

-        Ya será menos, en tres días me has dejado seco, tengo los huevos vacíos.

-        Mejor así, no le soltarás nada a la furcia de tu mujer, tu lechecita es solo para mí.

-        Sabes que me tengo que esforzar con Yolanda para que esté contenta.

-        Deja a esa zorra de una puta vez y vente a vivir con nosotros. Ya sabes que a Louis le encanta espiar cuando me rompes el culo con tu polla mientras él se pajea como un simio.

-        Y dices que Yolanda es una zorra, tu sí que eres el mayor putón de la galaxia.

-        Pero bien que te gusta poseer este cuerpazo.

La conversación seguía por los mismos derroteros, con Erika calentando a Roberto y humillando a Yolanda sin que Roberto objetara nada de nada. Ya no quiso leer más, fotografió la secuencia en la pantalla con su móvil, borró el filtro y eliminó el último mensaje recibido.

Ahora ya no tenía dudas de que Roberto no la quería…

(CONTINUARÁ)