Morir una vez más… (5)

Vuelvo a la civilización con la sensación agridulce de cerrar una etapa. Tal vez debería buscar un amor de verdad

Ya de nuevo en Francia, lo primero que hice fue entregar un informe en el negociado de extranjería, para que estudiaran la tramitación de asilo político, como prometí a aquella mujer y a su hija.

Había gastado prácticamente todo mi dinero (mucho dinero) en mi proyecto de redención personal y ahora necesitaba encontrar un trabajo para seguir adelante. Pensé en volver a España, pero aún tenía el miedo de avivar antiguos y dolorosos recuerdos, y decidí quedarme en Francia. De momento.

Llamé a Jean-Paul para decirle que había vuelto y quedamos los tres para para explicarnos como había ido.

Al día siguiente me reuní con la pareja después de tanto tiempo. Fue un encuentro emotivo, donde les detallé toda la experiencia, las emociones vividas y el balance mas o menos positivo obtenido. Les conté que ahora, estaba buscando un trabajo que me permitiera seguir en la ciudad. Mis necesidades no eran muchas, pero la vida era cara y el poco dinero que me quedaba, no daría para mucho si no recibía ingresos pronto. Erika me propuso si quería aceptar el puesto de director comercial en su empresa, ya que dentro de un mes, quedaría bacante al jubilarse Didier, el actual director. Jean-Paul estuvo de acuerdo y me dijo que podría incorporarme inmediatamente solapando funciones durante ese mes, para ver cómo iba el negocio y formarme con la experiencia contrastada de Didier.

Después de comer, Jean-Paul se disculpó, ya que tenía una reunión importante. Nos lanzó un giño a los dos, diciendo que aprovecháramos la tarde y lo pasáramos bien.

Nada más salir su marido por la puerta, Erika se abalanzó sobre mí, casi arrancándome la ropa y diciendo que me iba a comer entero, que deseaba follar conmigo después de tanto tiempo. Me costó bien poco ponerme en situación. Realmente era un animal salvaje nacido para el sexo. Me chupó, lamió, exprimió toda mi esencia en una maratón sexual épica. Hicimos oral, anal, vaginal, múltiples posturas, acabando sudorosos y totalmente extenuados. Sexo en estado puro. Tendido en su cama, me quedé observando su fantástico cuerpo mientras dormía. Con seguridad era la mujer más bella con la que había estado jamás.

Mi incorporación a la empresa de mis amigos fue rodada y con los consejos de Didier, pronto me adapté al negocio. Hice algunas modificaciones en los procedimientos del equipo comercial, que pronto empezaron a dar fruto. Me gustaba el trabajo y además estaba muy bien pagado.

Viajé por varios países intentando abrir nuevos mercados. En algunas ocasiones, tuve sexo con mujeres, generalmente bueno y satisfactorio. Como siempre nada de amor, solo sexo.

Al año, había conseguido aumentar la cartera de negocio un 80%, y “mis jefes” estaban muy contentos con mi labor y con los beneficios que representaba para ellos.

Durante este tiempo, se multiplicaron los encuentros sexuales con Erika. No habíamos vuelto a repetir el trio con su marido, y noté que cada vez su comportamiento era más sensual y amoroso. Demasiado amoroso. Empecé a inquietarme.

Un día hablando distendidamente en la oficina con Jean-Paul, le comenté las dos últimas veces que había estado con Erika. Me miró un poco sorprendido, Erika no le había contado nada y era extraño, porque siempre le explicaba todo con detalle. No le dio más importancia, pero yo empecé a estar realmente preocupado por la situación.

Esperé a que Erika saliera de una reunión, entré en su despacho, y tras cerrar la puerta le pregunté:

-        ¿Qué es lo que sientes por mí, Erika?, con sinceridad, por favor.

-        Estoy enamorada de tí – contestó sin pensarlo dos veces – hasta la médula.

-        Y Jean-Paul, ¿qué? – interrogué, mientras notaba una presión que subía del pecho a mi garganta.

-        Le quiero mucho, pero… mi amor se ha desplazado hacia ti. No lo puedo evitar.

Un sudor frio recorrió mi cuerpo al instante. Todos los esquemas de mi relación con ellos dos, quebraron al instante. Donde solo debería haber sexo, aparecía el amor de uno de ellos hacia mí, en lugar de quedarse donde debería estar.

Noté la palidez en mi rostro. Retrocedí sobre mis pasos y salí de su despacho corriendo a encerrarme en el mío mientras Erika decía:

-        Roberto, por favor, hablemos…

Sentado en mi silla le daba vueltas y vueltas a la situación. No podía ser que yo fuese la pieza culpable de romper el amor consolidado de una pareja, por muy liberal que esta fuera. Salí del edificio y llamé a Jean-Paul diciendo que necesitaba hablar urgentemente con él, pero fuera de la oficina. Sorprendido, acepto vernos en la cafetería de en frente en 10 minutos.

Cuando se sentó delante mío le solté que necesitaba dejar el trabajo, marcharme de allí, ir a otro país. Me miró preocupado diciendo:

-        Roberto, que te pasa, a que viene esa prisa por desaparecer. ¿No estas contento con el trabajo?. Si es cuestión de dinero podemos hablarlo y…

-        No es eso…  - me detuve para pensar bien lo que iba a decir – Erika está enamorada de mí.

-        Algo así me imaginaba – la expresión de su rostro denotaba tristeza ahora – Últimamente nuestra relación es diferente.

-        Perdóname, pero te juro que no he hecho nada diferente para provocar esto. No me he dado cuenta, lo último que querría en el mundo es romper vuestra relación de amor.

-        No te culpes, estas cosas pasan…

-        Pero no quiero que pasen por mi culpa. Necesito alejarme y daros espacio para recuperar vuestro amor. Debes luchar por él, por ella.

-        Vale – dijo al cabo de un trato de estar pensando – No tienes por qué dejar la empresa. Puedo ofrecerte el volver a tu país, a tu ciudad, para dirigir la delegación en España. No quiero perder un valor como tú para el negocio ni tampoco quiero perder un amigo.

-        Acepto – dije sin pensar – Lo que sea para no condicionar vuestra relación.

-        Pues decidido. Por mi parte te prometo que voy a pelear por recuperar su amor. Sabes que la quiero con toda mi alma.

Después de continuar la conversación ultimando los detalles de mi partida, regresé la oficina para dar precisas instrucciones a mi equipo y dejar atados todos los cabos sueltos que pude.

Ya en mi piso, empecé a preparar mi partida, haciendo las maletas con mis cosas – tampoco tenía tantas -. Mientras estaba en la faena, sonó el timbre de la puerta. Al abrir, apartándome de un empujón, entró Erika con evidente enfado.

-        ¿Qué coño es eso de que vuelves a España? ¿Cuándo pensabas decírmelo?

No sé si estaba más dolida que furiosa. Intenté razonar con ella, que estaba confundida, que yo la quería mucho pero que no la amaba. Que era mejor irme, dejarles espacio como pareja. Que buscase en su interior todo el amor que sentía por su marido.

Dos horas estuvimos discutiendo, hasta que claudicó con mis razonamientos. Aunque con el amor, uno no sabe por dónde saldrá, como esos ríos que de golpe desaparecen y vuelven a aparecer donde no te lo esperas.

Antes de marchar, quiso que hiciéramos el amor por última vez, pero le dije que no podía hacerlo. Que siempre la querría, pero que no volvería a tener sexo con ella. Nos abrazamos fuertemente y nos despedimos con un beso. Se marchó llorando y mientras la miraba pensé que, en otras circunstancias, seguramente hubiera sido la mujer de mi vida.

A los tres días, aterricé en mi ciudad natal después de tanto tiempo y de tantas cosas que me habían sucedido. Habían pasado casi 8 años desde que me fui a Alemania. Desde que huí de la traición. No quise pensar más en ello y decidí afrontar mi futuro con optimismo

Me instalé en la bonita casa con jardín que me proporcionaba la empresa. Mi piso seguía ocupado por la misma familia al que se lo alquilé antes de marchar de entrenamiento en Alemania. El administrador de fincas se encargaba de cobrar puntualmente el alquiler y de ingresarlo en mi cuenta bancaria. Debía tener un buen dinero acumulado, ya que nunca había tocado esa cuenta.

Empecé a reorganizar la nueva estructura de la delegación. Tras unos cambios en el personal y ajustes de procedimiento, la actividad empezó a crecer, y pronto logramos superar los objetivos de beneficios previsto.

El tiempo pasaba y con todo el trabajo que tenía, no me dedique a buscar una relación estable con nadie. Hasta que al cabo de un año conocí a Marta en una fiesta en la Cámara de Comercio. Era una ejecutiva de nivel medio en una entidad financiera. Muy guapa, con un cuerpo espectacular, del que resaltaban unos pechos especialmente grandes para lo delgada que estaba. Su culo también era de los que te girar al pasar. Vestía con falda y chaqueta conjuntada, que se ajustaba a sus curvas a la perfección. No mostraba nada, todo muy sobrio, pero desprendía una atracción difícil de eludir. Parecía muy seria y profesional.

En la fiesta le entré con determinación, desplegando todo mi arsenal, convencido que con mi magnifica presencia y mi encanto personal de macho alfa, no podría resistirse.

Pues nada de eso. Me paró los pies de una manera que me dejó impresionado.

-        Perdone, pero creo que no tenemos la suficiente confianza como para que me avasalle de esta manera, y no me muestre el respeto que como mujer merezco. – me soltó a la primera con voz serena.

-        Disculpe señorita, no era mi intención faltarle al respeto. Me he sentido atraído por su belleza, pero no he sabido interpretar correctamente la situación. Reitero mis disculpas.

Y empecé a retirarme con el rabo entre las piernas, pero antes de alejarme demasiado, me dijo con voz más sugerente.

-        Tal vez, con una copa en la mano y una conversación adecuada, serviría para conocernos mejor.

Así es como empezó nuestra relación. Todo muy despacio, como amigos que comparten aficiones. Íbamos al teatro, al cine, a cenar, tomar alguna copa. Solo nos dábamos besos al principio y al final de la cita. No daba pie a más. Poco a poco legamos a escarceos más calientes, hasta que un día hicimos el amor. La verdad es que no muy pasional, pero si placentero.

Yo quería un poco más, acostumbrado a un sexo más activo, pero ella era la que marcaba el ritmo de la relación. Si le pedía que me la chupara, lo hacía, y muy bien, pero no permitía que la forzara a nada. La realidad es que ella pilotaba todos nuestros avances sexuales. No se cerraba a nada, al contrario, no tenía problemas con el sexo anal, hacerlo en sitios más o menos públicos, situaciones morbosas. Podía hacer el amor dulcemente o de manera brusca y salvaje. Lo único que pedía es que respetara sus deseos. No siempre coincidían con los míos, pero no me importaba. Siempre disfrutaba con ella, su elección me parecía bien y realmente era muy buena follando.

También he de decir que era muy cariñosa, detallista, excelente cocinera, culta, de conversación agradable, elegante, perfecta en casi todo. Poco más se puede pedir.

En su trabajo, constantemente debía imponerse a los hombres, que dominaban el mundo de las finanzas. Para una mujer, las dificultades de crecimiento en ese entorno laboral siempre son mayores que para los hombres. Ella lo llevaba muy bien y sabía hacerse respetar.

La relación fue avanzando y empezamos a amarnos de verdad y acabamos viviendo en mi casa.

Tras un año de vivir juntos, empecé a pensar si ya era el momento de afianzar nuestra relación teniendo hijos.  Teníamos gran estabilidad económica, nos queríamos, seríamos buenos padres, creo que éramos felices.

Un día, volviendo de pasear por nuestro tranquilo barrio residencial, ocurrió un incidente con unos vecinos. Al pasar frente a su casa, cerca de la nuestra, estaban tres tipos en el garaje, toqueteando una moto mientras bebían unas cervezas. Eran los típicos cachas de gimnasio y dirigiéndose a nosotros empezaron:

-        Vaya pibón que llevas del brazo, chaval – dijo uno de ellos

-        Y que culazo tiene, para hundir el rabo en él. Jeje..

-        Pues con esas tetas me haría una cubana de la hostia.

Marta se paró en seco mientras yo intentaba continuar. No quería problemas con unos capullos, que estas cosas siempre se complican.

-        Os podéis ir a la mierda, gilipollas. - les gritó Marta furiosa.

-        Vaya, la putita tiene genio, ven aquí que tengo comida para ti – dijo agitando el paquete con las manos.

-        Vámonos, son unos imbéciles, no merecen que perdamos ni un segundo con ellos. – dije tirando de Marta - no les hagas caso.

-        Vaya maridito más cobarde que has buscado, quédate con nosotros y verás lo que es un hombre.

Mientras nos alejábamos, seguían diciendo groserías y tuve que controlarme para no volver a partirles la cara. En otro momento, no hubiera dudado ni un instante lo que había de hacer, pero me había prometido que no usaría la violencia si lo podía evitar.

Al llegar a casa, Marta estaba muy enfadada, y me recriminó mi actitud de permitir que no respetaran a su mujer y que no me hubiese enfrentado ellos. No quise discutir con ella y lo dejamos ahí.

Al día siguiente tuve que salir de viaje por temas de trabajo y estaría fuera dos semanas. Cada noche llamaba a Marta y nos pasábamos las novedades del día. Todos los días sucedió igual hasta el primer sábado. La llamé a casa varias veces y no contestó. Supuse que había salido con sus compañeros, aunque siempre me avisaba antes. Llamé a su móvil y tampoco contestó. Eran las 12 de la noche y le dejé un mensaje en su buzón para que me llamara cuando llegara a casa, o me enviara un mensaje para saber que estaba bien. Me tumbé en la cama de mi habitación de hotel y me dormí sin más preocupación. Sobre las 5 de la madrugada me desperté y comprobando el móvil, no tenía ningún mensaje de ella. Llamé a casa y nadie contesto. Pensé, vaya juerga que se está pegando a estas horas. La llamé al móvil, pero no contestó hasta el tercer intento.

La oía muy mal, con risas y murmullos de fondo, no se escuchaba ninguna música

-        Hola Marta, ¿dónde estás?, no contestas a mis llamadas.

-        Hola amor gh – dijo con voz extraña, como si estuviera comiendo – estamos en casa de Susana con ughh – más ruidos -  unos compañeros tomando la ultima una copa, aghh, te oigo fatal, hablamos mañana. Te quiero ogghh. – más risas y tono discontinuo…

Y se cortó la llamada. Me quedé extrañado, ya que jamás había actuado así, pero pensé que una juerga con los amigos de tanto en tanto, va bien para desconectar.

Al día siguiente me llamó sobre las 4 de la tarde, me contó lo bien que se lo había pasado con sus compañeros, aunque había bebido bastante, y se disculpó por no haberme avisado que saldría. Me pregunto cuando volvería y le dije que tenía previsto llegar el Domingo por la noche.

Las noches siguientes continuamos hablando con normalidad, como era habitual.

El jueves, se desconvocaron las reuniones que tenía previstas para el fin de semana, por lo que decidí tomar el avión de la noche y poder llegar a casa el viernes por la tarde. No avisé a Marta para darle una sorpresa. Había comprado un anillo de compromiso, le iba a pedir que se casara conmigo. La verdad es que ninguno de los dos era partidario de casarse, pero pensando en los hijos … bueno, ya veremos qué pasa. - pensé-.

El taxi me dejó en la puerta de casa. Atravesé el jardín, abrí la puerta entrando en el vestíbulo. Al dejar la maleta en el suelo, un ligero olor a tabaco invadió mi olfato. Nadie fumaba en esta casa. La puerta del salón estaba cerrada y al acercarme se oían unos gemidos amortiguados.

Abrí la puerta y - ¿otra vez? – La escena era impactante, a Marta se la estaban follando dos de los hijos de puta de mis vecinos, mientras el tercero estaba sentado en el sofá pajeándose con una mano mientras fumaba con la otra. Uno de ellos le estaba taladrando el coño y el otro le metía una y otra vez su polla hasta la garganta.

Como era posible que esto se repitiera con alguien amado. Pensé que mi corazón se iba a parar. Morir otra vez…, pero no. No sentí nada. Es como si todo me diera igual, como si hubiera perdido la necesidad de confiar en alguien. Dejé caer al suelo la caja con el anillo.

Me vieron todos, vaya si me vieron, pero no pararon de su acción y continuaron follando como si nada.

-        Mira quien ha venido, el cornudito de tu marido, ¿Te gusta como estamos reventando a tu mujercita?

-        Joder, que bien la chupa esta zorra.

-        Que puta tienes en casa, parecía tan digna y orgullosa y es la más grande de las zorras.

-        A la que ha probado nuestras pollas, ya no ha parado ..jeje. Toda la semana llevamos taladrando todos sus agujeros.

Yo no abrí boca, avancé despacio hasta el sillón y me senté, sin dejar de mirar. El tipo que le estaba follando el coño, pego un grito y se corrió dentro de Marta. El que estaba sentado, se levantó y fue a sustituir a su compañero, que se apartó permitiendo que se colocará detrás de ella. Sin ningún miramiento, se la enchufó en su culo y la clavó hasta el fondo. Empezó a follársela enérgicamente y Marta solo hacía que emitir gritos y gemidos, los que le dejaba la polla que tenía en la boca.

No entendía como Marta podía seguir así, permitiendo lo que le estaban haciendo esos cabrones. Disfrutándolo. Y delante de mí, sin importarle nada. Pensé que estaba drogada, no podía ser mi Marta.

El que estaba en su boca acabo corriéndose dentro y ella no tuvo inconveniente en tragar su descarga.

-        Venga tío – me dijo el tipo a salir – ven que hay sitio disponible.

-        Déjale, que prefiere hacerse una paja mientras hombres de verdad se follan a su mujer, jaja.

-        Ven mi amor, únete a nosotros – dijo Marta a punto de correrse por la follada que recibía – es culpa tuya, no te hiciste respetar y ahora ya no me respeto yo a mí misma aaghh – gritaba mientras se corría al mismo tiempo que el que la estaba sodomizando. ´

No podía creer las sandeces que me decía mi mujer. ¿Se había vuelto loca? No entendía la película porno sin argumento que acababa de ver.

Los tres tíos se sentaron a descansar en el sofá mientras quitaban el tapón de unos botellines de cerveza.

Yo estaba muy calmado, como si estuviera bajo los efectos de una anestesia. No me dolía nada, no sentía nada. Me levanté y me dirigí a ellos.

-        Ahora que ya habéis acabado con esta puta – desvié la cara mirando a Marta – Haced el favor de salir de mi casa. Tengo que limpiar toda la porquería que habéis dejado en mi salón, incluido a esta zorra.

-        Una mierda nos vamos a ir de aquí – dijeron levantándose amenazadoramente y avanzando hacia mí, desnudos como estaban – tendrás que echarnos, cornudito, porque pensamos seguir toda la tarde follándonos a esta golfa.

Ahí empezó y acabó todo. Exactamente fueron 34 segundos. No necesité más para deshacerme de ellos. Incluyo el tiempo de recogerlos del suelo del salón, sacarlos fuera de casa y arrojarlos desnudos al jardín. No voy a explicar que combinación de artes marciales utilicé, pero las ejecuté con toda la precisión que había ensayado tantas veces.

Luego me acerqué a Marta, no articulaba palabra después de haberme visto en acción. Reflejaba un miedo atroz en su cara.

-        Perdóname – levanto su brazo intentando protegerse mientras todo su cuerpo temblaba– no me mates por favor – lloraba sin atreverse a mirarme.

-        No temas – le dije – no te voy a hacer daño, solo quiero que salgas de mi vida para siempre. No te voy a perdonar, tal vez sea yo el que te tiene que pedir perdón. – levantó su mirada sin comprender – Perdón por no saber entenderte. No sé qué pretendías con el numerito de hoy, pero no lo entiendo. Creo que nunca lo entenderé. Ya no quiero entender nada de ti.

Fuera, ululaban sirenas de todo tipo. Aparecieron ambulancias, policía, un vecino periodista que hizo un reportaje estupendo. La policía me llevó esposado y la fiscalía me acuso de tres delitos de lesiones graves.

El parte fue el siguiente:

Sujeto 1: Perforación pulmonar por rotura de tres costillas, provocando neumotórax. Rotura de brazo izquierdo en la articulación del codo.

Sujeto 2: Extirpación del bazo por traumatismo severo. Fractura en pierna derecha a la altura de articulación rodilla. Traumatismo craneoencefálico de evolución positiva.

Sujeto 3: Fractura de tres vertebras dorsales sin afectación medula espinal. Rotura de nariz con necesidad de cirugía reconstructiva. Pérdida del 70% visión del ojo derecho por traumatismo.

El caso fue muy sonado en la zona, gracias al vecino periodista que le dio mucha publicidad. El juez de 1ª instrucción, no le gustó el cariz mediático del caso y no me concedió ninguna fianza. No podría salir de la cárcel hasta el juicio definitivo.

Jean–Paul, contrató al mejor bufete de abogados de la ciudad para defenderme. También movió sus influencias para que un tipo de la embajada francesa en España, hiciera de enlace entre los abogados y mi empresa. Quería tenerlo todo controlado.

En la cárcel, tanto carceleros como presidiarios, pronto me identificaron con el caso “del marido engañado que defiende su honor y se enfrenta a tres indeseables, dándoles una merecida paliza”. A partir de ese instante, todos me trataban con gran respeto.

Recibí la visita no deseada de Marta. A través del interfono intentaba justificarse, con la lujuria, la calentura, que le habían dado tal y cual, y no sé qué chorradas más. Estaba dispuesta a testificar que la estaban violando y que yo la defendí y bla, bla, bla… Simplemente le dije:

-        Ya te puedes ir, y no vuelvas más. Vive tu vida en paz. No te quiero y creo que nunca te he llegado a querer.

Eso pareció hacerle mucho daño, porque se largó llorando desconsoladamente. Me dio hasta pena.

Mi abogado me visitó acompañado del enlace de la embajada, a los pocos días de estar en la cárcel. Parecía competente, hablaba con seguridad y convencimiento. Llevaba un traje que debía costar más de medio bloque penitenciario. Planteó el problema diciendo que me podían caer 3 condenas de 3 a 12 años de prisión. Me acojone al instante. 12x3=36 años??. No es posible. Me tranquilizó diciendo que en ningún caso sería así. Que lucharía por una pequeña condena por delito de faltas más una indemnización económica y si esto no fuera posible, intentaría la mínima condena de tres años por cada víctima. Total 9 años, en 5, a la calle. Todo lo que superase esto sería perder. Joder pensé yo, pues 5 años no me parecía que fuese ganar. ¿Y si eran 5x3=15 años??. Otro problema era que la juez del caso, era una tipeja muy dura con la violencia entre machitos. El abogado volvió varias veces para preparar la estrategia del caso, aunque mi nerviosismo empezó a crecer cuanto más se acercaba el día del juicio. Llevaba ya 5 meses en el talego.

Y aquí nos volvemos a encontrar, en un furgón de camino a la Ciudad Judicial. Al entrar en el edificio, los policías me llevan esposado hasta una sala donde con mi abogado, ultimaremos la defensa antes de entrar en la sala. Me quitan las esposas y me siento en la silla a esperar a mi abogado. En ese momento entra el tipo de la embajada, parece un poco nervioso.

-        Hay un pequeño problema con la defensa, pero tranquilo que está controlado.

-        ¿Qué problema hay?

-        El abogado titular ha sufrido una indisposición, nada grave, pero no podrá estar en el juicio. No hay porque preocuparse ya que su socia más competente del bufete, va a encargarse de la defensa. Está al día de todo el expediente y de la estrategia a seguir.

En ese momento entró en la habitación una mujer de unos 30 años. Vestía con traje–chaqueta elegante de corte sobrio, figura esbelta, pelo rubio cortado al estilo masculino. Unas gafas de fina montura le daban un aspecto intelectual.

Cuando la miré a los ojos, no me lo podía creer. Solo pude balbucear:

-        Yolanda…

-        Hola Roberto – contestó con semblante serio.

(CONTINUARÁ)