Morir una vez más… (2)

Continúa mi historia tratando de olvidar la traición que me hizo morir. Debo alejarme de mi vida actual.

Al día siguiente de descubrir la traición de mi amada y mi mejor amigo, fui a ver a mi capitán. Le supliqué que me permitiera solicitar mi ingreso en la Compañía de Operaciones Especiales nº xx (COE-xx), que compartía acuartelamiento con el Regimiento de Infantería al que yo pertenecía. Como siempre faltaban “locos” para convertirse en “Boinas Verdes” no puso ninguna objeción.

Comencé el infernal entrenamiento hasta conseguir “ganar” la boina verde y como a lo largo de mi adiestramiento destaqué en todas las “modalidades” de combate, fui escogido para participar en un programa de entrenamiento de nivel superior que se impartiría en Alemania durante un año. Allí se reunirían diferentes cuerpos de elite de ejércitos de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Alemania y España, para experimentar y compartir toda su sapiencia bélica.

En ese momento ya me había convertido en un tipo cachas con unas habilidades combativas de la hostia y con mi situación personal, no dudé en agarrarme a la oportunidad de alejarme de la toxicidad que me provocaba el hecho de estar en la misma ciudad de mi gran amor, mi amigo y de su traición.

Para no extenderme, en el año que me estuve en Alemania con un entrenamiento más bestial si cabe al sufrido en España, acabé convirtiéndome en una perfecta máquina de matar. Dominaba el uso de cualquier arma, disciplinas como el submarinismo, paracaidismo, esquí, comunicaciones, manipulación de explosivos, así como diferentes tipos de artes marciales y de lucha cuerpo a cuerpo. También descubrí que tenía facilidad con los idiomas y aprendí a hablar con bastante solvencia inglés, francés, algo de alemán y un más que aceptable árabe estándar con sus variantes dialectales mashrequíes y magrebíes.

En el plano sexual se podría decir que mi actividad fue nula durante todo ese periodo. Nada de mujeres, solo alguna triste masturbación para lo que biológicamente equivaldría a vaciar el depósito para no reventar.

Al finalizar este programa de entrenamiento, recibí una propuesta de la Legión Extranjera Francesa para formar parte de su equipo de elite. No tenía ninguna atadura familiar ni afectiva, y acabe aceptando. Firme un contrato por 5 años, ofrecían buena paga y la nacionalidad francesa a los 3 años. Me trasladé a un acuartelamiento en Aubagne, cerca de Marsella, donde el grupo operativo esperaba órdenes para intervenir en alguna zona “caliente” o de conflicto.

Allí volví a tener relaciones con varias chicas, nunca sentimentales ya que no tenía espacio para el amor, solo sexo bastante brusco y salvaje, a veces violento, normalmente muy satisfactorio para las dos partes y… adiós muy buenas, encantado de conocerte.

El primer año tuve algunos momentos de acción en algunos países que no puedo nombrar. Me gané un machetazo en un costado, hubo situaciones de acción en las que… - tú me disparas – yo te disparo y como mi fusil es mejor que el tuyo y lo manejo mejor que tú, te acojonas y te largas.

Había muchos momentos de tranquilidad sin acción en los que solo entrenábamos para mantener la forma. En uno de esos periodos conocí a Erika, un monumento de mujer de nacionalidad suiza, que había residido 2 años en Argentina y hablaba un español con acento porteño muy… digamos que curioso.

Erika tenía sencillamente un cuerpo de escándalo. Era alta, sobre el 1,80m, con unos pechos grandes que encajaban completamente con lo voluminoso del conjunto. Su cintura era estrecha y desde ella se descolgaban unas caderas de curvas perfectamente delineadas que culminaban en un trasero poderoso. Podría parecer por la descripción que estaba rellenita, pero nada más lejos de la realidad. Estaba milimétricamente proporcionada y todo ello aumentaba su valor si le sumábamos un rostro realmente bello, con unos ojos oscuros de mirada profunda, nariz discreta y con unos labios aterciopelados muy perfilados. Su larga melena ondulada de pelo negro le daba una apariencia sensual y a la vez de animal salvaje.

Tan solo verla en aquel local de copas de moda pensé – vaya pedazo de hembra, quien la pillara. –

Pero la realidad es que fue ella la que me pilló a mí. Al ver que la miraba con cara de bobo ensimismado se me acercó y comenzó a hablar conmigo. Me sorprendió que fuera tan simpática, inteligente y nada estirada, como su apariencia de mujer inalcanzable pudiera hacer pensar. Tras varias copas y una larga y divertida conversación, me miró a los ojos diciendo:

-        Ahora que ya llevas un buen rato escaneando todo mi cuerpo de norte a sur, y que yo también he hecho lo mismo contigo, ¿porque no me acompañas al servicio, me levantas con esos fuertes brazos y me follas como un loco?. Me has puesto súper cachonda.

-        Vaya, esperaba que preguntases mi nombre – Roberto, por cierto – pero a tu proposición no puedo más que decir que encantado de la vida.

Nos encaminamos cogidos de la mano a los servicios del local y entramos – ella escogió – en el de damas. Frente al espejo había dos chicas retocándose el maquillaje que sonrieron al ver que entrabamos en el primer cubículo disponible y cerrabamos la puerta.

Tan solo entrar ya nos estábamos besando furiosamente, con nuestras lenguas frotándose y colisionando con pasión desesperada. Mis manos rápidamente tomaron posición de ventaja, con la derecha introducida en su escote agarrando sus pechos alternativamente, masajeando y pellizcando sus pezones erectos. Con mi mano izquierda situada bajo de su falda, aparté su diminuta lencería íntima, introduciendo dos de mis dedos en su exageradamente mojado chochito y excitando su clítoris con el pulgar. Con estos movimientos continuados de mis dedos, Erika empezó a gemir de placer, intentaba liberar de su escondite a mi polla que estaba a punto de estallar y destrozar los pantalones, pero no pudo seguir en su empeño ya que le sobrevino un descomunal orgasmo, que me obligó a sujetarla para que no se desplomara al suelo al fallarle las piernas.

Tras recuperarse de su parálisis, se puso de rodillas sobre las sucias baldosas del suelo, me bajó el pantalón y el slip, cogió con sus manos mi pene que estaba en su estado más esplendido y se lo metió enterito en la boca, provocándole alguna arcada que logró controlar. Estuvo combinando mamada y pajeo de mi polla bastante rato esperando que me corriera, pero al ver que no lo lograba, me sentó bruscamente sobre la tapa del inodoro, se encaramo sobre mis piernas y apartando de lado su tanga, se dejó caer sobre mi polla muy lubricada por la saliva. Los fluidos de su vagina también facilitaron la tarea.

Con la polla metida hasta el fondo, empezó un sube-baja de ritmo frenético, emitiendo gritos sincopados y de volumen creciente. Con mis manos agarrando sus nalgas intenté reconducir ese ritmo para adaptarlo a lo que una persona humana puede soportar y tras conseguirlo aceptablemente, llegamos juntos al éxtasis final. Se dejó caer abrazando mi cuello y apoyo su cabeza desmelenada sobre mi hombro.

-        No me he equivocado al escogerte – me susurró al oído – ha sido un grandísimo polvo.

-        Estoy de acuerdo y si no tienes inconveniente me gustaría repetir este encuentro en más ocasiones.

-        Por mi encantada – y dicho esto me dio un beso muy tierno que me recordó sensaciones de otros tiempos felices que precedieron al dolor sufrido antaño.

Salimos rápido del aseo sin mirar si había público aplaudiendo o despotricando por el espectáculo ofrecido.

A partir de ese momento, tuvimos bastantes encuentros calientes, la mayoría de ellos en su magnífico y espacioso apartamento.

Erika se ganaba muy bien la vida trabajando en una empresa de importación–exportación que operaba en países de varios continentes. Vestía con ropa elegante y cara, conducía un coche deportivo que, combinado con la extrema belleza de su conductora, despertaba envidias y admiración por donde pasaba.

Por mi parte, omitiendo la realidad de mi ocupación, le expliqué la versión estándar de que me dedicaba a comercializar equipamiento deportivo, por lo que a veces debía viajar para colocar el producto.

Un día que estábamos practicando nuestra afición favorita en su apartamento sucedió algo extraño.

Erika estaba a 4 patas sobre la mullida alfombra del salón, frente a la chimenea apagada. Yo penetraba su coño furiosamente mientras con una mano le estrujaba un pecho y con la otra le daba tirones a su cabellera, enredando su pelo entre mis dedos.

-        Te voy a partir en dos – le decía mientras mis huevos rebotaban una y otra vez contra ella.

-        Si, ufhh, rómpeme cabrón, me muero de gusto aghgh…

Justo en ese momento un hombre entró en el salón y se detuvo frente a nosotros. Automáticamente paré de follar a Erika aunque no salí de su cálido interior.

-        ¿Quién coño es este tío? – interrogué a Erika con tono de enfado.

-        Es Jean–Paul, mi marido -  contestó con voz entrecortada por la excitación que mantenía. – Jean-Paul, este es Roberto, mi mejor amante.

Al instante pensé que estaba provocando un dolor a otra personal al ser cómplice de una infidelidad, que, aunque no premeditada y desconocida por mí, no dejaba de ser un engaño como el que yo sufrí en el pasado.

-        Disculpad, no quería interrumpir, pensaba que no había nadie en casa – habló Jean-Paul por primera vez con voz tranquila – Erika me ha hablado muy bien de ti. Si no os importa me gustaría unirme a la fiesta.

-        Claro que si, mi amor. Necesito dos pollas que destrocen mis agujeros y que me traten como a una zorra – soltó Erika ante mi sorpresa.

Viendo que yo no acaba de entender la situación, Erika me explicó que ellos eran una pareja liberal, que respetaban las necesidades sexuales de cada uno y si todas las partes estaban de acuerdo, no tenían inconveniente en compartir la experiencia conjuntamente con el o los amantes de turno.

La explicación me tranquilizó y decidimos no perder más tiempo discutiendo sobre lo divino y lo humano, retomando la fiesta en el punto anterior a la interrupción.

Jean-Paul era un tipo de mi altura, cuerpo musculoso muy trabajado en gimnasio, pelo largo rubio recogido en una coleta.

A todo esto, mi pene había perdido su gran magnitud pasando a un estado de evidente letargo.

Jean-Paul ya se estaba desnudando y Erika dijo que quería chupar nuestras pollas alternativamente, para hacerlas crecer hasta reventar. Cumpliendo sus órdenes nos pusimos uno al lado del otro, formando un ángulo aproximado de 90º con nuestros mástiles frente a la cara de Erika. Cuando me fijé en el rabo del marido de mi amiga, me quedé alucinado. Si bien el tamaño de mi polla no es nada despreciable – unos 21cm. erecta –  el pollón que calzaba el “amigo” no bajaba de los 28cm., con un grosor que daba miedo. Y ya la tenía plenamente inhiesta.

Erika empezó a engullir mi polla, a lamerla desde la base hasta su cabeza mientras pajeaba la de su marido. Al cabo de un rato intercambió los papeles y la mamada la disfrutaba Jean-Paul mientras yo recibía la masturbación con la mano de Erika. Cerré los ojos dejándome llevar por el placer y el morbo de la situación, cuando noté que mi polla volvía a ser engullida por una boca. La mano que sujetaba mi polla y la forma de succionar me parecieron diferentes a la de hacía unos instantes. Al volver a abrir los ojos, descubrí que el que me la estaba mamando era Jean-Paul y no Erika.

El observó mi cara de contrariedad y retirándose me dijo:

-        Perdona Roberto, debería haber pedido permiso, soy bisexual y desconozco tus preferencias. Disculpa, me he dejado llevar.

-        Joder, no pasa nada, es muy placentero, pero es que me hace sentir incomodo – le contesté – preferiría que…

-        No te preocupes, no volverá a ocurrir…

-        Vale tíos – gritó Erika – dejad de discutir, que necesito que me metáis la polla ahora mismo.

-        No te preocupes golfa, - le dije apartándome de su cara y colocándome detrás de ella – voy a clavártela por el culo hasta llegar a tus intestinos.

A continuación, le metí tres dedos en el coño que estaba chorreando y aprovechando este lubrificante natural, lo trasladé al otro orificio. No necesité de mucho movimiento de los dedos para poder comprobar que su esfínter estaba bien dilatado. Introduje mi polla despacio hasta la mitad, obteniendo una señal de Erika que indicaba que podía continuar sin problema alguno. Sin pensarlo dos veces, se la clave hasta el fondo y empecé a sodomizarla con movimientos rápidos y sin miramientos, sacándola casi en su totalidad y volviendo a meterla hasta el fondo. Empezó a gritar como una loca, pensé que le hacía daño, pero pude confirmar que los chillidos estaban provocados por el placer que sentía.

De repente los gritos sonaron ahogados y al levantar la cabeza vi como su marido le estaba tapando la boca con el monstruo de polla que tenía. Prácticamente la tenía toda dentro. Parecía imposible que le cupiera toda sin asfixiarse. Pude apreciar como su cara y sus orejas estaban rojas como el tomate e imaginé que sus ojos estarían a punto de saltar de sus orbitas.

Note que estaba a punto de correrme y pareció que ella también. Di tres embestidas profundas y seguidas y me vacié dentro de su culo soltando un grito de alivio y placer. Ella también se corrió emitiendo algún grito amortiguado por la polla de su marido que continuaba follando su boca. Al poco rato Jean-Paul dio varios golpes de riñón y eyaculó dentro de la boca de su esposa. Sujetaba contra si la cabeza de Erika, impidiendo que la retirara y obligándola a tragar de semen expulsado. Pese a ello, la mujer no fue capaz de engullir la cantidad inhumana de lefa que había soltado su marido y lo que no pudo tragar, empezó a resbalar por la comisura de sus labios. También de su culo regalimaba parte de mi esperma y en ese momento nos dejamos caer los tres al suelo para recobrar el aliento perdido.

Al cabo de un rato todos queríamos más, por lo que Erika empezó a chupar mi pene hasta conseguir el tono adecuado para sus planes. Aprovechando que estaba tumbado boca arriba sobre la alfombra, no tardó en auparse hasta engullir mi polla dentro de su chorreante vagina. Estuvo un buen rato cabalgando a su ritmo hasta que su marido la empujó hacia adelante, juntando sus senos con mi pecho y empezó a penetrarla por el culo con su tremenda herramienta. Erika estaba como loca por la doble penetración. Se notaba que era un tema que lo tenían muy bien ensayado ya que su sincronización parecía perfecta. A mí me costó un poco pillarles el ritmo, pero una vez me adapté, formamos una maquinaria de follar perfectamente engrasada y a pleno rendimiento. A través de la delgada pared que separaba su coño de su culo, notaba el deslizar de la polla de Jean-Paul con la mía. La situación era tan excitante que creo que nunca había vivido nada parecido.

Erika ya no podía más, parecía que le faltaba el aire y sus ojos estaban en blanco por el placer que sentía. Acabó estallando en un orgasmo tan bestial, que al caer desfallecida sobre mi pecho, pensé que se le había parado el corazón. En ese momento ya no pude aguantar más y soltando todo lo que tenía dentro, inundé el interior de su vientre con mi simiente.

Jean-Paul no tardó en soltar su descarga dentro del culo de su mujer, se dejó caer hacia atrás quedando estirado sobre la alfombra y resoplando de agotamiento.

(CONTINUARÁ)