Morgan Stone, Bruja adolescente 9
Morgan se involucra en la vida de Teresa, descubre la mina de oro que oculta y decide ponerla a trabajar para mejorar los resultados de sus planes más grandes, en los que la verdadera Teresa trabaja desde su cuerpo.
Teresa estaba trabajando a destajo. Lo cierto es que Morgan no la había escogido sólo porque quisiera catar su cuerpo. Teresa también tenía muy buenas notas y estaba entre las primeras de la promoción. Y no era innato. A diferencia de Morgan, que tenía una memoria prodigiosa y un talento natural para los estudios, Teresa era de las que compensaba sus carencias con esfuerzo.
Y nada le hacía esforzarse más que tener contenta a su ama Morgan. Ella le había pasado muchos datos sobre el instinto. Planos, horarios, fechas de eventos y comidas. Y Teresa había estado organizándolo todo y fabricando un dossier al respecto. Era muy duro para ella, pero no por el trabajo en sí.
Teresa tenía muchas ganas de masturbarse. De tomar el pequeño espejo que había en la habitación, tumbarse en la cama y tocarse con intensidad. Mientras miraba a los ojos a Morgan. Pero sabía que no podía. Estar en el interior de su diosa era un privilegio, y tenía responsabilidades.
Por eso, no fue hasta que terminó de repasar los datos sobre el suministro de agua del instituto cuando se tomó la licencia de tomarse un descanso. Se tomó aquel proyecto con la misma seriedad que se tomaba siempre los estudios. Hasta que no terminó, no se tumbó en la cama a relajarse, tomó el espejo y se miró.
La sonrisa viciosa de Morgan en su reflejo la excitó sobremanera y se hurgó el coño lentamente, con delicadeza y respeto por aquel divino órgano de placer. Se estremeció con cada roce de sus dedos. Cada envestida de sus propios dedos reforzaba lo especial de aquel momento y el sentimiento de que no debía fallar a Morgan.
Morgan, por otra parte, había tenido que aparcar bastante lejos de la casa de Teresa. Vivía en una zona bastante conflictiva y aparcar un coche como aquel cerca de su casa era el equivalente a pedir a gritos que se lo dejaran sin ruedas o directamente lo despiezaran.
Así que hizo un largo trayecto de camino a la pequeña casa de Teresa. Era un pequeño y estrecho apartamento de apenas dos habitaciones y un baño. La cocina, ejercía al mismo tiempo las funciones de salón y comedor… y dado que sólo había una habitación, la de Teresa… supuso que su madre también dormía allí.
El piso estaba hecho un desastre, por lo que Morgan, que detestaba el desorden, se entretuvo un buen rato en dejarlo todo organizado. El teléfono de Teresa había sonado, con una notificación de parte de su madre. “Llego en 10 minutos.”
Morgan se puso manos a la obra, rebuscando en la nevera encontró unos huevos y elaboró unas tortillas. Lo cierto es que tenía hambre, y no quería desencajar con lo que creía que era la vida de Teresa.
No había mesa como tal, por lo que asumió que comerían en el sofá. Como aún tenía tiempo, fregó los cacharros y se sentó a esperar. Cuando se abrió la puerta de la casa, Jovanka se quedó observando el piso en el que vivía y a su hija sentada frente al modesto televisor que tenían.
Morgan aprovechó para mirar a la madre de Teresa… le costó resistir la tentación de silbar. Vaya mujer… De piel tostada y ojos verdes igual que su hija. Eran muy parecidas, pero Jovanka, además de ser mayor, tenía unos pechos enormes que, claramente, no eran naturales.
Morgan sintió interés, sabiendo que serían los primeros pechos operados que tendría la ocasión de probar, preguntándose si notaría la diferencia. En cuanto al trabajo de Jovanka, a Morgan no le costó descubrirlo por cómo iba vestida.
Era muy distinta a como la había visto vestirse en las reuniones de padres del instituto. Jovanka iba a esas reuniones muy formal. Pero en aquel momento iba vestida con un top muy escueto y unos vaqueros tan pequeños que casi se intuía el final de sus bragas.
Morgan llamaba putas a sus esclavas a menudo, pero era la primera vez que estaba ante una trabajadora de la calle auténtica. Teresa nunca le había dicho a nadie que su madre era puta… pero no le extrañaba en absoluto. Eso no era algo que se fuera pregonando.
_ Mamá, he hecho tortilla. _ Dijo, extendiéndole el plato.
Jovanka parecía extrañamente molesta mientras se sentaba junto a su hija, le quitaba el mando y ponía un programa de cotilleo que Morgan encontraba muy poco interesante.
_ ¿Es esto otra forma de restregarme que crees que eres mejor que yo? _ Jovanka la miró a los ojos con rabia.
_ ¿De qué estás hablando, mamá?
_ Ahora no te hagas la inocente. ¿No decías ayer que te moría de ganas de largarte de este cutrichil? ¿Qué ya no me soportabas más? _ Tenía lágrimas en los ojos. _ ¿No decías que te morías de ganas de dejar de estar cerca de mí para no ocultarle a nadie que tu madre es una puta?
Estaba claro que habían discutido, y probablemente había sido una discusión fuerte. Teresa despreciaba el trabajo de su madre, le quedó muy claro con sus palabras. Y eso fue un choque muy fuerte para Morgan.
Morgan era la hija de una prostituta y su proxeneta. Y ella misma, en su vida pasada, había llegado a ejercer, por lo que en lo que a ella respectaba, no había ningún tabú en ese sentido. Ella la entendía como una profesión respetable.
Por ella, si bien entendía que las ambiciones de Teresa pudieran ir más allá de las de su madre, no era capaz de asimilar que le dijera cosas tan hirientes.
_ Estaba enfadada, dije cosas que no pienso en realidad. _ Dijo Morgan.
Y estaba segura de ello, porque si las pensaba, se aseguraría de que dejara de ser así.
_ ¿Te crees que no veo cómo me miras por encima del hombro? _ Jovanka se esforzaba por contener sus sollozos. _ ¿El asco que me tienes? ¿Te crees que no sé lo mucho que me odias porque es mi culpa que no tengas padre?
Morgan la rodeó con los brazos, y Jovanka estalló entre lágrimas. Aquella madre se abrazó a su hija con todas sus fuerzas, estaba claro que no esperaba ese gesto de su parte.
_ Yo te quiero, mamá. _ Le susurró al oído. _ Por supuesto que te quiero. Te quiero más que nadie.
Jovanka elevó la vista y sus ojos se quedaron atrapados en los hermosos ojos esmeralda de Teresa. Ese fue el momento que Morgan aprovechó para entrar y tomar su mente. Jovanka casi la estaba invitando. Estaba desesperada por la aprobación de su hija.
_ Déjame demostrarte cuando te quiero… _ Le susurró, mientras la iba metiendo lentamente en el trance. _ Déjame enseñarte cuánto respeto lo que haces.
Morgan se entretuvo un buen rato jugando con la mente de Jovanka, era la candidata más receptiva que había tenido hasta el momento. Cuando Los labios de Teresa tocaron los de su madre, ella respondió con una intensidad desesperada.
_ Besas muy bien, mamá. _ Y era cierto, era la mejor besando de entre todas las que la habían besado hasta el momento.
_ Gracias… _ Jovanka sonrió.
_ Me gustaría mucho que me enseñaras algunos de los trucos que te ayudan en el trabajo.
_ Teresa… no quiero que tomes mi trabajo como referente… Escucha, sí que vales más que esto.
_ No, mamá… no me voy a hacer puta… pero… quizá quiera saber hacer sentir a alguien que se me da tan bien el sexo como a una… ¿Me entiendes?
_ Claro que sí, hija. _ Sonrió. _ Con lo estudiosa que eres… seguro que no te cuesta entenderlo.
Envuelta de cierto orgullo, Jovanka se situó encima de su hija, frotando sus nalgas contra la pelvis de Teresa. Morgan emitió un ronroneo, pues aquel movimiento le daba una vista magnífica del culo de Jovanka.
_ Verás… es importante saber frotarse bien… especialmente con los hombres. _ Le explicaba. _ Si colocas bien el culo puedes abrazarles la polla y puedes notar cómo se les pone dura en seguida.
_ Ah… sí, me imagino. _ Gimoteó Morgan, mordiéndose el labio. _ ¿Con las chicas vas más a ciegas?
_ Sí… tienes que fijarte en el lenguaje corporal… como ahora. Tú estás sonrojada y has subido el ritmo de tu respiración, por lo que deduzco que tus pezones ya deben estar duros.
_ Lo están… eres muy buena.
Jovanka se dio la vuelta, colocándose de cara a ella y volvió a besarla, abriéndole la ropa con maestría y acariciando y pellizcando lentamente sus pezones color chocolate. La muchacha se estremeció por el buen hacer de su madre.
_ Mamá… ¿Te gusta tu trabajo? _ Le acarició las nalgas mientras le preguntaba. _ Me avergüenza y no soporto tener que acostarme con la mayoría de mis clientes.
_ ¿Lo haces por mí? _ Le preguntó, bajándole el escaso vaquero.
_ Sí, cariño… quiero que tengas la vida que te mereces… _ Susurró. _ Siempre estás luchando a brazo partido.
_ Ya es hora de que yo haga algo por ti… _ Susurró Morgan en su oído. _ Pero antes… enséñame cómo se come un coño.
_ Claro, mi amor. Verás, lo más importante es saber cómo usar la lengua.
Su madre le bajó las bragas, visiblemente empapadas y acarició lentamente sus piernas sobre las medias. En cuando su lengua impactó con el coño de Teresa, Morgan empezó a gemir desesperadamente.
Ella creía que Astrid lo comía bien, era la mejor comedora de coños de entre todas las personas que se lo habían hecho, Pero Jovanka estaba varios niveles por encima de su hermana-prima. Recorría cada pliegue como si lo conociera. Cada centímetro de su piel mostraba unas terminaciones nerviosas que no sabía que tenía.
Morgan tardó apenas unos segundos en dejarse llevar y gruñir y gemir como una posesa. Su cuerpo convulsionaba ligeramente y Jovanka tenía que sujetarla con los brazos, abrazándose a su pelvis.
_ Las pollas… ¿Las chupas así de bien? _ Preguntó.
Jovanka, con toda la tranquilidad del mundo, comenzó a masturbarla y a jugar con su clítoris para responder. El placer apenas menguó.
_ De hecho, bastante mejor. Tengo muchos más clientes que clientas. Y por tanto, mucha más experiencia… oh… veo que te vas a correr.
Y así era. Morgan estaba al borde del colapso. Jovanka volvió a usar la lengua en lugar de los dedos y el cuerpo de Teresa explotó en un poderoso orgasmo. De alguna forma, aquella profesional logró tragarse todo el flujo de la más joven, que no había sido poco, y no llegar a machar el sofá siquiera.
_ Mamá, mañana vas a tener que venir conmigo a clase. _ La informó. _ Tenemos mucho que hacer.
_ Vale, pero tengo que llegar pronto. Si Manuel me ve fuera de mi puesto a la hora, se va a enfadar.
_ Oh, no te preocupes por Manuel. _ Dijo Morgan, asumiendo que sería su chulo. _ No vas a seguir trabajando con él, no directamente, al menos. Y ahora, creo que vamos a dormir. Debes estar cansada.
_ Sí, montaré el sofá cama y me echaré.
_ ¿Qué? No, de eso nada. A partir de esta noche dormirás a mi lado, como tiene que ser. No es justo que con lo que trabajas tengas que dormir en un sofá cama. _ Morgan le sonrió.
_ Eres la mejor hija del mundo.
Jovanka parecía conformarse con muy poco. Apenas un poco de afecto y ya mostraba ser muy receptiva. Durmió a pierna suelta abrazada a su hija, que le sobaba el culo durante la noche, y por la mañana la despertó con un buen beso en los labios.
Jovanka preparó el desayuno y se puso uno de sus trajes más formales para ir al colegio con su hija. Cuando se vestía así daba la impresión de ser una abogada de éxito. Algo mucho más cercano a lo que le gustaría ser.
Le extrañó que Teresa la llevara en dirección opuesta a la parada de autobús que solía tomar, pero la siguió, pensando que habría encontrado otro camino u otra parada que estuviera más cerca. Se quedó con los ojos como platos cuando la vio acercarse al coche.
_ Es de una amiga. _ Respondió Morgan al ver su impresión. _ Vamos, súbete. Te va a encantar.
Algo más tarde, Jovanka estaba abriendo la puerta del director Owen. Cuál sería su sorpresa al ver que el hombre estaba echado hacia atrás en su silla, con una genuina expresión de placer, mientras los labios de Morgan se ceñían a su polla con maestría.
_ ¿Pero qué coño está pasando?
Se produjo un alboroto en la habitación cuando Owen trataba de esconderse la polla y Teresa perdía el equilibrio en el cuerpo de Morgan.
_ ¿Mamá? ¿Qué haces aquí? _ Preguntó.
_ ¿Cómo que mamá?
Morgan cerró la puerta tras ella y se produjo un extraño e intenso silencio en la habitación. Jovanka fue la primera en reaccionar.
_ Cariño, vámonos. Tenemos que denunciar a este hombre.
_ Oh… no te preocupes por eso. Todo es parte de mi plan. Relájate, hablemos.
_ Eh… sí… ¿Por qué esa chica me ha llamado mamá?
_ Porque es Teresa. Está en mi cuerpo. Yo soy Morgan. No suelo presentarme así.
_ ¿Significa eso que todo lo de anoche? _ La incredulidad de Jovanka parecía haberse esfumado. Así las cosas eran más fáciles.
_ Anoche pasamos una noche maravillosa, y te prometo que pasarás más así con tu verdadera hija. _ Siéntate frente a Owen. Teresa, continúa con lo que estabas haciendo.
_ Morgan… ¿A qué se debe esto? _ Preguntó Owen, acariciando el cabello a Teresa, que había vuelto a su trabajo, aunque de vez en cuando lanzaba una mirada a su madre.
_ Verá, las animadoras son muy entusiastas, y están haciendo un gran trabajo, pero necesita una guía, una tutora que les saque su máximo potencial. _ Sonrió, mirando a Jovanka. _ Y esta mujer de aquí, en tan sólo unas horas, me enseñó más sobre sexo que todo lo que había aprendido antes.
Jovanka no pudo evitar sentir cierto orgullo ante las palabras de su no-hija. Aún no terminaba de entender la situación, pero se sentía valorada, y eso nunca pasaba.
_ Lo que propongo es que la contrates en materia de educación sexual, que le des un despacho y un puesto, y que enseñe a las animadoras y a las futuras chicas que se vayan sumando. _ Le explicó Morgan.
A Jovanka le brillaron los ojos. Un puesto de profesora. No era su sueño de ser abogada, pero la idea de enseñar también le gustaba mucho. Moldear jóvenes mentes con sus conocimientos era todo un sueño.
_ Pero eso no es posible… _ Comenzó Owen.
_ Teresa, deja de chupársela.
_ Sí mi ama. _ Respondió, pasando de chupar la polla como si no hubiera nada más en el mundo a ignorarla por completo.
_ No, Morgan, por favor. _ Owen sonaba genuinamente desesperado. _ Te suplico que no me dejes así.
_ Y no voy a hacerlo. _ Sonrió a Jovanka. _ Chúpasela tú. Te juegas el trabajo.
El trabajo y el respeto que conllevaba, que para Jovanka era incluso más atractivo. Se arrastró bajo la mesa como un felino y se comió la polla con ganas y maestría. Con los primeros lametones, Owen ya se corrió, pero Jovanka continuó, consiguiendo ponérsela dura de nuevo y sin dejar rastros.
_ Mira a tu madre… _ Le susurró Morgan a Teresa. _ ¿Verdad que estás orgullosa de ella? Es la mejor…
_ Sí, sí que lo estoy. _ Sonrió de oreja a oreja. _ Mamá es la mejor…
_ Dile que la quieres.
_ Te quiero, mamá. _ Jovanka humedeció sus ojos al escuchar esa declaración de afecto.
Morgan se aproximó y se colocó junto a la silla del director.
_ Piénsalo… todas las animadoras chupándola así de bien… ¿De verdad no se puede hacer nada?
Owen miró a Jovanka con deseo. Nadie se la había chupado así nunca. Jovanka había chupado muchísimas pollas a lo largo de su vida, y sabía identificar cada pequeño centímetro de ellas, cómo dar placer a cada una, cómo prolongarlo, acortarlo… controlaba a la perfección cuando hacer explotar a un hombre.
_ Vale… haré algo… conseguiré que lo acepten…
_ Buen chico. _ Sonrió Morgan. _ Consiga que se corra rápido… profesora.
Jovanka le guiñó el ojo. En menos de un minuto, Owen se derramó directamente en la garganta de Jovanka. Teresa tenía una gran sonrisa en el rostro. Que orgullosa estaba de su madre.
Habían pasado unos días, e iniciaban las actividades extraescolares. La mayoría iban a natación, baloncesto o fútbol. Apenas un pequeño grupo, formado por las animadoras principalmente, estaba reunido en una pequeña clase, bajo la tutela de la profesora Jovanka.
_ Bien, como podéis ver. _ Señalaba un diagrama muy realista de una polla que había puesto en el power point. _ Los puntos más sensibles se encuentran aquí, aquí y aquí. Tenéis que memorizarlos y dominarlos si queréis que vuestro compañero de cama se corra. Lamentablemente no tenemos aún compañeros varones en clase, así que tendremos que practicar con herramientas de plástico.
Una mano se alzó en el aire.
_ Sí… _ Bajó la vista frente al pupitre, donde la alumna, al igual que el resto, había escrito su nombre en un papel convenientemente doblado para que se sujetase hacia adelante. _ Jenny. ¿Tenías alguna duda?
_ Verá es que yo… _ Se sonrojó.
_ Si hay algo que no debes tener en esta clase es vergüenza, Jenny.
_ Verá… yo tengo… pene, profesora. _ Se puso como un tomate.
_ Perdónela, profesora, aún se está adaptando y estas cosas le dan un poco de vergüenza. _ Le explicó Martha.
_ Oh, pero eso es maravilloso, Jenny. ¿Es grande?
_ Bastante grande. _ Respondió Morgan, que aún se hallaba en el cuerpo de Teresa. _ No tanto como la del padre de Jess, pero…
_ ¡Eh! _ Exclamó Jessica.
_ ¿Qué? Es verdad, y lo sabes. _ Morgan sonrió.
_ Niñas, no discutáis. _ Atajó Jovanka. _ Ven, Jenny, Ponte aquí, vamos a ver esa polla, va a ser muy instructivo para tus compañeras.
Jenny no pudo evitar sentir cierta vergüenza cuando todo el equipo de animadoras y su profesora se quedó mirando su polla bajo los pantalones bajados, y como esta iba, lentamente, poniéndose dura. Sin embargo, era la protagonista, y eso le gustaba.