Morgan Stone, Bruja adolescente 8

Morgan descubre a las bravas que lanzar hechizos a diestro y siniestro sin cuidado puede traer consecuencias. Por tanto, decide dar un paso atrás y actuar con más cautela.

Jenny se enfadó. Su Hermana le había dicho que tenía algo importante que hacer. Y lo había entendido. Se había quedado sola mirando la tele con la polla tiesa. Pero al escuchar el completo silencio del cuarto de su hermana, sintió curiosidad. Y cuando entró y la vio tirada en la cama, durmiendo desnuda, fue cuando la ira la invadió.

Ella sólo quería descargar un poco dentro de ella. Creía que Martha entendía lo importante que era para ella conseguir sus nuevos pechos. Por otro lado, tan quieta y dormidita estaba tan guapa. Se inclinó sobre ella y le robó un beso, pensando que eso la despertaría.

Martha no respondió de ningún modo. Simplemente se dejó besar, con los labios completamente estáticos. Por un momento le asustó que su hermana estuviera muerta… pero el rítmico movimiento de su pecho le indicó lo contrario.

Su pecho… Ella admiraba tanto las tetas de su hermana. Sólo quería rascar una décima parte de su gloria. Si estaba tan dormida… seguro que no le molestaba que jugara un poco con ellas, pensó. Y con ese convencimiento chupó uno de sus pezones, jugando con los dientes. Martha no reaccionó.

Eso envalentonó a Jenny, que apretó ambas tetas con deleite. Al ver que de la boca de su hermana sólo salían leves gemidos involuntarios, se envalentonó.

La que sí que había reaccionado había sido Morgan que, a decenas de kilómetros de allí, había pegado un bote que había hecho que sus madres, tías y primas la mirasen raro. Por suerte, en aquel momento estaba con sus primas sentada en la hierba y pudo mostrar preocupación.

_ Creo que me ha picado algo. ¿Qué me decías, Vikky?

Astrid la miró con suspicacia. Lo cierto es que ella sí que sabía lo que ocurría. Morgan normalmente era una persona lúcida y perspicaz, pero su hermana-Prima no se quedaba atrás. Así que fue sabia y se sentó a su lado, por si acaso.

_ Que me dais envidia. _ Continuó Vikky. _ Envidio vuestra relación.

_ ¿Nuestra relación? _ Preguntó Morgan, haciendo un esfuerzo de mantener la compostura… que bruta era Jenny, qué bien sentaba y cómo costaba fingir que no era así.

Evidentemente los pezones de Morgan estaban duros. Podía notar en ellos todo lo que recorría los de Martha… la peor parte era que Morgan era absurdamente sensible. Sus pequeños pezones se excitaban con nada, y ya estaba muy húmeda.

_ Sí… Entre Astrid y tú hay una especie de conexión que me sobrepasa. _ Dijo Vikky, poniéndose mística. _ Sabes, soy tu hermana y no siento que te conozca ni la mitad que ella.

_ Exageras. _ Terció Astrid. _ Es sólo que compartimos intereses que no comparte contigo. Pero tú eres su hermana. Ese vínculo es muy distinto, mucho más estrecho.

Probablemente más estrecho que el coño de Martha. Jenny se había atrevido. Al ver que su hermana no reaccionaba, Jenny había ido ganando cada vez más y más valor. Y ella había ido con un propósito.

De haberlo pensado en frío, quizá habría sido capaz de razonar que su hermana le había dicho que tenía que correrse dentro de ella, no necesariamente en el coño. Pero ella no estaba segura y, además, le encantaba el coño de su hermana. ¿Por qué arriesgarse?

El coño de Martha acogió fácilmente su polla y empezó a envestirlo con ferocidad. Estaba acostumbrado a alojar pollas más grandes. Pero el de Morgan no.

Morgan estaba en mitad de la merienda cuando sintió, repentinamente, cómo le penetraban el coño con una gran y poderosa embestida y casi se cae de la silla.

_ ¿Estás bien? _ Victoria miraba a su hija con genuina preocupación.

_ Sí… es sólo que… me ha sentado… mal la comida. _ Trató de incorporarse, pero no podía. _ ¿Astrid, me acompañas?

_ ¿Quieres que llame al médico? _ Morgan miró a Martha, su madre, y le sonrió.

_ Mamá, estoy bien, no te preocupes, se me pasará.

Astrid la tuvo que sostener de camino al amplio baño de los jardines de la mansión de su tía. No era capaz de sostenerse sola. Los envites de Jenny la estaban rompiendo por dentro. Su coño no estaba acostumbrado a semejante invasión. Acabó encerrada en el baño, entre las manos de su prima, corriéndose violentamente una y otra vez hasta que Jenny consiguió lo que quería.

_ Madre mía… menuda polla tiene esa niña… dios. _ gruñó. _ No parecía tan grande cuando era Martha.

_ ¿Esa niña tiene polla? _ Astrid alzó la ceja.

_ Es largo de explicar… luego te lo cuento.

Jenny se había corrido dentro de su hermana, y se había dado por satisfecha. Martha estaba sudada, gimiendo de forma inconsciente, con el rostro dulce entre sueños. Jenny sonrió y se acurrucó a su lado, besándola de cuando en cuanto… hasta que su polla se puso dura de nuevo.

Su pecho empezaba a formarse. Ya no era el torso plano de un hombre. Pero no le bastaba, no quería unas tetas de niña pequeña. Esta vez sí que lo pensó y apuntó su polla directamente hacia la boca de Martha. Se la abrió con delicadeza y empezó a penetrarla poco a poco.

Mientras tanto, en el cine de la mansión. Morgan estaba con toda la cuadrilla familiar viendo una película, cuando tosió y por poco escupe las palomitas. Podía notar aquella polla invadiendo su intimidad, y cómo cada estocada llegaba a rozarle la campanilla.

Le estaba provocando fuertes arcadas y le estaba costando mantener la compostura. La diferencia entre los dos cuerpos no era poca, y las consecuencias estaban siendo significativas. Pero Morgan fue estoica y aguantó. Porque después de aquello… no se detuvo.

A lo largo de toda aquella tarde familiar, Morgan no dejó de sentir en momentos casi al azar que le llenaban la boca y el coño. Por suerte, gracias a la ayuda de Astrid y a su propio autocontrol, logró llegar a la hora de irse a dormir sin que se notase.

_ Mañana tienes que estar aquí a las diez. _ Le recordó Astrid. _ ¿Qué lección has aprendido hoy?

_ Que, si voy a controlar a alguien a distancia o a cambiar de cuerpo, tengo que asegurarme de que el mío esté a buen recaudo. _ Masculló Morgan. _ Voy a matar a Jenny.

Cuando los ojos de Martha se abrieron, la polla de su hermana estaba metida hasta lo más hondo de su boca. Jenny se había envalentonado y le sujetaba el pelo mientras, espoleada por un torrente sexual, le follaba la boca con rudeza.

Le dolía todo. Se sentía como si le hubieran dado una paliza, como si le hubieran metido una viga por el coño y como si su mandíbula fuera incapaz de cerrarse. Jenny se corrió una vez más en su boca, y fue en el instante de debilidad que mostró cuando finalmente pudo soltarse.

Y entonces se fijó en ella. Jenny estaba… grotesca. Sus tetas habían crecido hasta alcanzar el tamaño de dos enormes balones, del tamaño de los que se usan para dar saltos. Eran más grandes que el resto de su cuerpo, aún más propio de un niño que de un adulto.

De hecho, al perder el agarre que suponía su hermana se cayó sobre la cama, y las enormes mamas se movieron a ambos lados. Tenía una sonrisa estúpida en los labios y babeaba. Su polla seguía dura como una roca.

_ Más… necesito más tetas… más grandes… _ Repetía, mientras se frotaba sus desproporcionados pezones.

Martha dejó escapar una risa ante la irrealidad de la situación. Pero aquello le dolió bastante. Tenía la mandíbula destrozada.

_ Bien, Jenny… vamos a arreglar esto… y después más vale que me dejes dormir… madre mía, tengo el coño en llamas.

Jenny se despertó a la mañana siguiente en su habitación. Estaba agotada. Se incorporó y se dirigió por inercia ante el espejo. Lo ocurrido el día anterior estaba en una nebulosa. Había sido un profundo trance sexual. Sopesó sus nuevos pechos. Eran distintos. Se parecían más a los de Martha, aunque eran algo más pequeños a juego con su cuerpo, que era mucho más femenino.

Comprobó que la pelusa que solía surgirle en la barba por las mañanas había desaparecido, y que su rostro era algo más redondo. Su figura, en general, también había cambiado. Tenía un culo mucho más redondo y bonito, y unas piernas gráciles. Toda su figura hacía pensar en una mujer. Eso la hizo sonreír.

Sólo su polla, en aquel momento flácida, atestiguaba su verdadero nacimiento. Pero no le importó. Le gustaba lo que había experimentado con ella. Con una extraña tranquilidad, se puso tan sólo unos boxers y se dirigió a la cocina.

_ Buenos días, pequeña. _ La saludó su madre. _ Que guapa estás… está claro que tenemos que comprarte ropa nueva. Pero tápate, ponte un albornoz, aunque sea.

_ Sí mamá. _ Dijo, acercándose al baño y poniéndose el albornoz de su padre.

Son su nueva figura ninguna de sus antiguas prendas de ropa le servían. Cualquier pantalón se atascaría en su nuevo culo respingón y cualquier camiseta se convertiría en un top que probablemente apretaría sus nuevas tetas de forma dolorosa.

_ ¿Y Martha? _ Preguntó al sentarse a desayunar.

_ Ella dijo que teníamos que dejarla descansar, que después de lo que le hiciste ayer. _ Su madre la miró, juiciosa. _ Tiene que dormir.

Jenny se sonrojó y miró al reloj de pared. Pasaban de las doce. Decididamente había sido todo un semental con su hermana. Ese pensamiento provocó que se le endureciera un poco, pero lo cierto es que ella también había tenido suficiente. La polla le dolía a horrores.

Pero había merecido la pena. Lo sabía cada segundo que notaba su pecho y la comodidad de sus nalgas. Le sorprendió que llamaran a la puerta. Se acercó contoneándose, practicando sus nuevos andares, y abrió para encontrarse con una muchacha menuda, que lo recibió con una gran sonrisa.

_ Buenos días, mi nombre es Morgan. _ Por algún motivo, le resultaba familiar. Juraría que la había visto por los pasillos del apartamento.

_ Encantada, Morgan. Yo soy…

_ Jenny, la hermana pequeña de Martha, sí. Ella me ha hablado mucho de ti.

_ ¿En serio? _ Preguntó Jenny, confusa.

Dos días antes había sido Jonathan. ¿Había hablado con la tal Morgan en su salida al día anterior? Juraría que había ido a reunirse con las animadoras, y aquella muchacha no estaba en el equipo.

_ Sí, no le des demasiadas vueltas. Tengo que hablar con Martha.

_ Pero está dormida. Ayer estuvimos viendo películas hasta tarde y quería descansar. _ Improvisó Jenny.

_ Para mí se despertará. Déjame pasar.

Jenny sabía que racionalmente no tenía demasiado sentido dejar pasar a Morgan, pero por algún motivo la muchacha le imponía un profundo respeto y casi temor, así que se apartó y la dejó dirigirse al dormitorio de su hermana.

_ Duele… _ reconoció Martha, cuando por fin se encontró en su cuerpo. _ Jonathan es un bruto…

_ Jenny, y es tu hermana. _ Le recordó Morgan.

_ Cierto, ama. Gracias por recordármelo. _ Martha sonrió, un gesto que vino seguido de un quejido. _ Auch.

_ Bien, haré un par de cambios más y después me iré. _ Continuó Martha. _ Después nos veremos en los entrenamientos.

_ Sí, ama. _ La miró a los ojos.

_ ¿Qué te pasa, Martha?

_ ¿Me das un beso de despedida?

_ Bueno, si me pones esos ojos de cachorrito. _ Morgan se aproximó y le dio un beso suave, al que Martha respondió de la manera más dulce que había sentido nunca Morgan.

_ Te quiero, Morgan… _ Le dijo, mordiéndose el labio.

_ Y yo a ti, os quiero a todas. _ Susurró Morgan, antes de salir por la puerta.

Cuando llegó la hora de la comida, Martha y Jenny se encontraban en el salón, besuqueándose mientras se acariciaban el culo la una a la otra. Ambas estaban demasiado doloridas para follar, pero estaban esperando el momento con ganas.

_ ¡Niñas! _ Llamó su madre. _ Ya os he dicho que nada de manoseos en el salón. Y ahora, venid a comer.

_ Sí, mamá. _ Dijeron las dos al unísono.

Jenny no lo había notado, pero su voz también había cambiado. Era mucho más aguda y cantarina. Se sentaron a la mesa y antes de comer, rezaron como de costumbre, elevando la vista hacia la señal de su dios, la foto de Morgan que había sustituido al crucifijo.

Mientras tanto, no lejos de allí, en la casa de Morgan, el director del instituto aclaraba un par de puntos con Victoria y Martha Stone.

_ Sí, como les digo es un plan de estudios especial. Durante este tiempo, Morgan tendría que permanecer en las instalaciones del instituto.

_ Pero no lo entiendo. _ Insistió Victoria. _ ¿No puede venir a casa ni siquiera para dormir?

_ Me temo que no. _ Recalcó el director. _ Estamos haciendo una importante investigación en el laboratorio, debe estar disponible venticuatro siete.

_ No sé si me parece bien. _ Martha parecía preocupada. _ No quisiera que Morgan estuviera fuera tanto tiempo.

_ Pero mamá. _ Le dejó caer Morgan. _ Hay una beca en juego, además de mucho prestigio. Si hago esto podré acceder a la universidad que quiera. ¡No me niegues esta oportunidad!

_ Pero…

_ Las palabras de Morgan son ciertas, señorita Stone.

_ Está bien. _ Cedió. _ Pero tienes que llamarme cada día, ¿Me lo prometes?

_ Te lo prometo, mamá. _ Morgan sonrió de oreja a oreja.

Recogió sus cosas y se dirigió abajo, directamente al coche, ayudada por el director. Estaban tan cargados que las personas que se cruzaron con ellos no se fijaron en que el hombre tenía una tienda de campaña enorme en los pantalones. Lo cargaron todo en el monovolumen del director y en cuanto subió al coche, Morgan se sentó a su lado y le miró, con cierto orgullo.

_ Lo has hecho muy bien, Owen. No han sospechado nada. _ Le acarició lentamente el cuello. _ Has sido un buen chico, obediente.

_ Gracias, ama. _ Dijo, mirándola con cierto tono de súplica.

_ Quieres que te chupe la polla, ¿Verdad? _ Morgan alargó la sonrisa. _ ¿Verdad que quieres eso cerdo cachondón?

_ Sí, por favor. Haré cualquier cosa que me pidas, pero por favor, chúpamela.

_ Si te dijera que dispararas a sangre fría a tu mujer y a tu hija… ¿Lo harías?

_ Sí, lo haría, pero por favor… cómemela ya.

Morgan sonrió, pérfidamente, bajó la bragueta de su querido director, sacó su miembro sin cuidado y en un gesto repentino, empezó a comerle la polla. Había ganado mucha habilidad en ese menester, y además el hombre estaba muy desesperado.

Con el director había decidido probar otro enfoque. Era una figura importante, era peligroso modificar su personalidad en exceso… así que jugó con sus deseos y obsesiones. Hacer que priorizara el sexo por encima de todo y que la única que realmente pudiera satisfacerle fuese ella. Suficiente para tener una mascota cachonda que obedecería sin cuestionar.

Tras un trayecto más corto de lo que a Owen le gustaría, aparcó en el instituto y Morgan continuó con su mamada hasta lograr que se corriese, tragándoselo directamente.

_ Esa ha sido una buena corrida, Owen. _ Sonrió. _ Sabes, como te has portado tan bien, voy a dejar que te corras esta noche. Si consigues que tu mujer folle contigo hoy, será el mejor sexo que hayáis tenido nunca. Ah, y saluda a Janet de mi parte. Le encantará ver que su querido papá está de nuestra parte.

Morgan salió del coche, aun relamiéndose el semen, y se dirigió hacia un aula que la mañana anterior estaba vacía. Allí se había montado un pequeño centro de operaciones, con un ordenador, una cama y herramientas para sus pociones, así como una televisión y un baño. Teniendo al director bajo su control y con el avance extra que tenía sobre el temario, había decidido que no seguiría acudiendo a clase. Estaba tramando algo grande.

Tras repasar un poco el libro y cotejar por internet algunos datos, escuchó que llamaban a su puerta. Aquella habitación tenía su propia cerradura, y sólo ella tenía la llave. Cuando hechizara al conserje, también le daría una, pero hasta entonces era más seguro andar con cuidado, sabiendo que dejaría el libro allí.

Cuando abrió la puerta, Teresa la estaba mirando con una gran sonrisa. En la mano derecha llevaba las llaves del Lamborgini de Morgan.

_ ¿Te lo has pasado bien conduciendo? _ Le preguntó Morgan.

_ Sí, ama. _ Sonrió. _ ¿En qué más puedo servirte?

_ Oh, en muchas cosas… pero de momento… préstame tu cuerpo… quiero ver lo que se siente al ser una gitana candente como tú…